Si algo ponía en perspectiva la vida y las relaciones de una persona, eran las situaciones al límite de la muerte, al evidenciar cuánto se habían desestimado cosas que podían haberse perdido para siempre. A la vez, revalorizaban y daban un nuevo sentido de afecto y protección a lo que continuaba. Esa era la situación que se había presentado para Hyoga, Kohaku y Tsukasa, luego de volver a la vida desde la petrificación con la que culminó la batalla contra Stanley y los militares.

También fue momento de revelaciones, para algunos más felices que para otros. Si bien Hyoga se había percatado desde hace tiempo de que los otros dos se habían vuelto más cercanos y que Tsukasa siempre estaba atento a Kohaku, eso fue volviéndose más evidente desde esa nueva oportunidad de vida que tuvieron. Y no hubiera sido un problema, de no ser porque tenía que admitir que Kohaku le había provocado un creciente interés desde que habían pisado suelo estadounidense. Desde que había reconocido lo eficiente y valiente que era, se había vuelto más paciente con ella y su impulsivo comportamiento. Y no había dudado en tenderle su mano para ayudarla, además de aceptar con más facilidad las tareas que sus compañeros del reino científico le pedían, si ella lo pedía o lo apoyaba. Sí, Kohaku reconocía su habilidad y técnica de combate como tantos otros, pero en los ojos de la rubia se podía ver un brillo de genuino interés y desafío, la propuesta implícita de crecer y mejorar juntos, y de vincularse más allá de ser colegas de armas.

Era evidente que le había costado confiar en él principio, no podía culparla, pero desde que le salvó la vida en aquel acantilado, fue como si la rubia hubiera borrado de su mente toda sospecha y recelo. La forma amistosa en que se acercaba a él desde entonces, cómo buscaba hablarle o incluirlo en otras conversaciones a pesar de que no era el más sociable, o cuando le pedía consejos de lucha entre los tediosos viajes de un lado a otro... todo sumaba a que cada vez, fuera también Hyoga el que estuviera silenciosamente pendiente de ella. Y ese había sido el motivo, más allá de la misión encomendada, por el que se había propuesto con tanta naturalidad protegerla en aquella trágica y final batalla. No lo había dudado, no había temido a la muerte, simplemente su cuerpo se había movido para interponerse entre ella y Stanley, para evitar que la ráfaga de disparos la alcanzara. Si alguien tenía que sobrevivir, era ella, tan justa, tan buena. Antes de perder la consciencia, observó con orgullo cómo Kohaku había logrado cumplir la misión, había hecho bien en protegerla, ella era una luz que tenía que seguir brillando.

No se esperaba el abrazo que recibió de la joven luego de revivir, ni cuánto le agradeció, ni el "me alegra volver a verte bien". No lo esperaba, y sin embargo se sintió bien y justo, natural. Pero a él no se le daban bien los abrazos, ni darlos, ni recibirlos, sin sentirse incómodo, por lo que se limitó a aceptarlo y darle una torpe palmada en la espalda de la rubia. Luego se dio cuenta que su propia introversión había sido la que había inclinado la balanza a que Kohaku y Tsukasa se acercaran más que él con ella, posiblemente confundida con desinterés, con tibieza. No había competencia allí, para bien o para mal las cosas se daban naturalmente y era producto de sus acciones, por lo cual para el lancero no había culpas ni lamentos.

Por otro lado, Tsukasa había comenzado a darse cuenta que Kohaku le interesaba como algo más que una compañera guerrera y una amiga, para él también había sido un punto de quiebre lo que le había dolido ver a la rubia al borde de la muerte, reconociendo que la angustia lo había afectado a un nivel emocional más personal. Por lo que cuando ambos fueron despetrificados, además de constatar su alivio de volver a verla sana y salva, se propuso comprobar sus sentimientos por ella y ver cómo le correspondía, manteniéndose cerca y buscando más interacciones que los hicieran relacionarse. Para su satisfacción, Kohaku siempre se mostraba risueña y entusiasta, aunque no parecía darse cuenta que él buscaba intencionalmente esa cercanía. Todavía dudaba si era porque él no lo hacía notar demasiado, o si ella no entendía las indirectas. También estaba la opción de que la rubia no quisiera más que una amistad, motivo por el cuál no le importaba demasiado la diferencia, aunque ese pensamiento lo desilusionaba un poco.

Tsukasa no estaba acostumbrado a mostrar interés por una chica, en el mundo moderno había estado tan ocupado y dedicado a sus entrenamientos y a cuidar a Mirai, que tampoco había seducido a ninguna, todo lo que hacía era intuitivo. Además de los ocupados que estaban en recolectar los valiosos metales para empezar a construir los prototipos de motor del cohete y otros útiles objetos, no había mucho tiempo libre para otras actividades, y no tenía muchas opciones en el mundo de piedra, no podía plantearse un intento de cita como hubiera hecho en la modernidad, alguna distracción agradable para pasar el rato con ella fuera del "trabajo", y así ser más evidente con sus intenciones.

Eso le recordó que había algo en común que compartían: Su habilidad de guerreros. Desde que habían revivido esa última vez, se habían confiado demasiado en que todo el mundo debería estar petrificado, por lo cual habían abandonado sus entrenamientos para dedicarse a la recolección de materiales. Por lo que pensó que era una gran idea, además de una buena excusa, decirle a Senku que quería retomar al menos algunos días los entrenamientos, dejando libre la participación para los que quisieran. Los únicos guerreros ahí, sin contar a los americanos, eran ellos dos, Hyoga, Matsukaze y Ginro, y si se dividían de forma pareja, eso significaba que él podía entrenar con Kohaku y con Hyoga, y Matsukaze podía encargarse de Ginro. El lancero era más de aceptar planes que de proponerlos, así veía su naturaleza tranquila e introvertida, por lo que dudaba que le ganara de mano con pedirle de entrenar a la joven. Claro que en eso no podía leerse la más mínima intención romántica, pero podía ser el pie para otras "escapadas" a la hora de descansar.

Senku aceptó, así como todo el equipo de lucha, por lo que se organizaron para llevarlo a cabo. Las cosas salieron tal como pensaba, aunque no se esperaba que Kohaku fuera la que en repetidas ocasiones se adelantara y le dijera de entrenar a Hyoga, aunque estaba bien con eso, tampoco pretendía acapararla. Fue entonces cuando se percató que él no era el único que se le quedaba viendo a la rubia... el lancero también. Eso le despertó las dudas de si ya había algo entre ellos, y el que se estaba interponiendo era él, justificaba incluso que la aldeana lo buscara tan seguido. Observó sus interacciones disimuladamente, pero no encontró algún indicio que sugiriera que había un afecto mutuo fuera de ser compañeros. Tenía que sacarse la duda, y era más fácil hablarlo con Hyoga, por lo que aprovechó al finalizar un entrenamiento entre ellos un día para preguntarle.

- Hyoga, tengo algo que preguntarte. Puede parecerte raro y repentino, pero quiero tu honestidad.

- ¿Honestidad? –Replicó el lancero, frunciendo el ceño– Que tengas que pedirme eso roza el insulto, ya que tengo que descartar que no me conoces bien.

- Lo sé, perdona –Contestó, sonriendo a medias– Lo preguntaré directamente, entonces. ¿Hay algo entre Kohaku y tú? Interés romántico, quiero decir.

Hyoga abrió un poco sus finos ojos, sorprendido. No sabía qué podía haberle dado esa impresión a Tsukasa, siendo que justamente los que parecían no tan lejos de una relación de ese estilo, eran el luchador y Kohaku. ¿Sospecha, celos? La respuesta honesta le supo más amarga a sí mismo.

- No –Contestó simplemente. Tampoco tenía que exponer sus pensamientos y sentimientos.

- Hmm, ya veo –Asintió Tsukasa, aunque no estaba del todo convencido– ¿Y a ti te interesa, o crees que ella se está fijando en ti de esa forma?

- ¿A dónde quieres llegar con esas preguntas?

- Me gusta Kohaku, y quiero hacer algo con eso. Decírselo, para empezar –Se sinceró, mirándolo a los ojos con seguridad– Pero quiero garantizar que no cause problemas contigo antes de hacerlo.

- ¿Y por qué causaría ese tipo de problemas? No me incumbe, ni soy juez para...

- Porque noté cuánto la miras, tanto como yo.

Hyoga se quedó callado, no podía negar esa verdad. No sabía si apreciaba o si le molestaba que Tsukasa fuese tan considerado, en lugar de aprovechar para adelantarse y confesarse sin más. Y con lo frontal que había sido y lo determinado que parecía estar en hacerle saber sus sentimientos a Kohaku, en ese momento el peliblanco veía un poco ingrato tomar la delantera, cuando no había hecho nada concreto por su cuenta.

- No voy a negar que Kohaku viene despertando un interés personal en mí más allá del compañerismo. Pero al mismo tiempo, no estoy haciendo nada al respecto, por lo cual no sería justo pensar una competencia contigo.

- Entiendo. No sabemos qué piensa o siente Kohaku por nosotros, por lo cual no sería apropiado decidir que uno u otro tiene más o menos derecho de confesarse primero. Si estás de acuerdo, podemos dejarlo abierto a lo que suceda, y no interferir hasta que sea ella la que decida si quiere corresponder a alguno de nosotros.

- Me parece bien. De cualquier forma, no voy a interferir con que tú te adelantes, siendo que esta conversación fue por tu iniciativa.

Tsukasa asintió, y se despidió de Hyoga. Con la tranquilidad de que ambos habían sido sinceros y llegado a ese acuerdo, esa misma tarde le pidió a Kohaku de encontrarse junto al río luego de la cena, para conversar a solas. A ella le sorprendió un poco que fuese tan tarde, pero asintió sin más. Cuando a la noche lo vio levantarse e ir solo en esa dirección, esperó unos minutos y lo siguió. Lo encontró al borde del río, mirando al cielo y la Luna con una expresión serena.

- Aquí estoy, Tsukasa –Se anunció– ¿Qué es lo que quieres hablar?

El luchador volteó a verla, y caminó hacia ella. Estaba tranquilo, no había ansiedad en su voz ni sus movimientos.

- Kohaku, hay algo que me gustaría decirte, y saber cómo te sientes al respecto.

- Sí, dime –Lo miró intrigada, era raro que Tsukasa le pidiera opinión de algo.

- Creo que nos llevamos muy bien, y que nuestros puntos de vista coinciden en muchos aspectos, además de que nos entendemos por haber tenido vidas similares. Eso hizo que me fije cada vez más en ti, al principio pensaba que era solamente por mi instinto de protección, hasta que me di cuenta de dónde venía ese interés en realidad. Me tomé unos días para comprobarlo, pero ya no tengo dudas. Tengo sentimientos por ti, me gustas, y quisiera que fuéramos más que amigos, si es que crees que podrías corresponderme.

- ¿Te refieres... a ser novios, ahora? –Sabía que era una pregunta bastante evidente, pero no sabía qué más responder a causa de la inesperada confesión. Sentía el calor en sus mejillas arder.

- No en este mismo momento –Aclaró, con una pequeña sonrisa– No tengo experiencias románticas, pero creo que es algo a lo que podríamos llegar, si en algún momento estamos seguros de que nos sentimos de igual forma, somos compatibles en ese aspecto, y decidimos que queremos tener una relación. Por ahora, sólo quiero saber cómo te sientes hacia mí, o si necesitas un poco de tiempo para pensarlo, si quieres probar...

- No me imaginé que me vieras de esa forma, pero... Me gusta estar contigo, me caes bien, confío en ti, y aunque no me fije mucho en eso, también eres un hombre atractivo. No veo por qué no podríamos "probar", como dices –Admitió, un poco cohibida. Nunca nadie se le había confesado en serio.

- Me alegra oírlo –Contestó Tsukasa, ampliando su sonrisa y mirándola con calidez.

No sólo se sentía aliviado de haberse sacado el peso de encima de confesar sus sentimientos, sino también de que ella parecía corresponderle, aunque sea un poco. Se dio cuenta que no había profundizado mucho en sus motivos, pero tampoco era necesario hacer una lista. Y había optado por no decir nada de la belleza de Kohaku, no porque no la encontrara hermosa, sino porque no quería que ella pensara que era sólo por algo así. Le gustaba por ser ella misma, toda ella, el que fuera hermosa era sólo un detalle más. Se acercó un poco más, y le tomó la mano lenta y delicadamente, para que lo viera venir. Si bien con eso Kohaku estaba un poco más sonrojada, no titubeó.

- No sé cómo hacer esto –Reconoció con un murmullo, mirando más el suelo que los ojos de Tsukasa.

- ¿Hacer qué?

- No sé... Cosas románticas.

- Ni yo, sólo quería acercarme y tomarte la mano, hace tiempo quería hacerlo –Le confesó con una tímida sonrisa.

- Oh... Para no saber, te sale natural –Dijo con una risilla, enternecida.

- Si me gustas, es algo por lo que empezar.

"Algo por lo que empezar". Para Kohaku, esa frase debía de haber sido casual y lógica. En su lugar, su mente empezó a considerar las opciones de lo que podía suceder en una relación de pareja. Algunas más atrevidas que otras, sin dudas tarde o temprano irían en esa dirección, y pese a la inexperiencia de ambos, ya no eran niños. Se sonrojó furiosamente al darse cuenta cómo había pensado eso a raíz de una simple toma de manos y unas palabras cargadas de posibilidades.

- ¿Dije algo que te incomodó? –Preguntó Tsukasa, que notó que se había puesto muy roja.

- No... No... Tú no.

- Hmmm, no hay nadie más aquí que nosotros, y tú no dijiste nada tampoco –Le contestó divertido.

- ¡Ya lo sé! Es que... Pensé...

No, no podía decirle eso. ¿Qué tan ansiosa y pervertida podría parecerle? Cuando tampoco era que estaba realmente esperando algo así, unos minutos antes nada de eso había estado siquiera en su cabeza. ¿Por qué de pronto no le parecía tan mala la idea, y hasta sentía un agradable calor en la parte baja del abdomen? Tenía que responder algo convincente, pero no tan atrevido.

- Pensé... Que, para lo siguiente y ver cómo nos sentíamos, podíamos probar de darnos un beso.

Su tono de voz había empezado audible y seguro, pero fue menguando con cada palabra, hasta que el "beso" fue un murmullo apenas perceptible.

- Perdona, no tengo tan buen oído como Ukyo, ¿qué fue lo último que...?

Si algo era Kohaku, era ser impulsiva. Hacer era más fácil que detenerse a pensar, y que decir, y en ese momento le servía perfectamente. Por lo que, en lugar de hablar de besos y cosas que la hacían sentirse torpe, prefería hacerlo. Había apoyado una mano en el cuello de Tsukasa, y lo había jalado con fuerza hacia ella para inclinarlo, la parte crucial de sus casi dos metros de altura para hacer eso no estarían a su alcance de otra forma. No lo había pensado, simplemente se había adelantado a dar ese paso. Apoyó sus labios contra los de él, y se quedó así, quieta. Pronto la cálida y agradable sensación del beso la hizo olvidar lo torpe y ansiosa que había sido, y se encontró con que no quería separarse.

Como si le hubiera leído la mente, luego de un pequeño titubeo provocado por la sorpresa de encontrarse siendo besado, y por primera vez, Tsukasa soltó la mano de ella para abrazarla. Si apenas tomarle la mano le había hecho vibrar el corazón con emoción, sentir la cercanía de sus rostros, el cálido aliento, la sensación y sabor de sus tiernos labios, y la cercanía de sus cuerpos, era simplemente demasiado. En lugar de interrumpir el beso, se separó mínimamente para que ambos pudieran incorporar una bocanada de aire, y luego volvió a recortar la distancia entre ambos para besarla nuevamente. Esa vez, se animó a hacerlo de una forma más llena, ya no un simple apoyo, sino buscando fundir sus bocas un poco más.

Ante eso, Kohaku sintió un agradable cosquilleo recorriéndole el cuerpo, y le rodeó el cuello con ambas manos, hundiendo sus dedos en la larga melena del castaño. Se sentía muy bien, no podía creer cómo no había sentido curiosidad antes por probarlo, aunque claro, no había tenido pretendientes "serios" con los cuales hacerlo, y el falso beso con Senku no contaba para nada. No, no hubiera sido lo mismo con cualquiera, ya que por más que no tenía todavía sentimientos profundos por Tsukasa, era su dulzura, su delicadeza a la vez apasionada, la forma en que la acobijaba en sus brazos... Todo eso hacía que ese beso fuera tan especial, así lo entendía. Naturalmente todo su ser le pidió más, y se animó a ser ella quién subiera de intensidad esas caricias y ligeras succiones que sus labios instintivamente hacían.

Prolongaron ese beso todo lo que pudieron, hasta que una nueva necesidad por incorporar aire los separó, y se miraron con una pequeña sonrisa y los ojos entrecerrados. Tsukasa se irguió, tenía que admitir que no había sido tan cómodo doblarse para besarla, pero había sido tan agradable y dulce, esperado, que no cabía ya queja posible en su mente, lo haría las veces que fuera necesario.

- Vaya... Me gustó eso –Dijo Kohaku con una pequeña sonrisa.

- A mí también. Hmmm, por más que quisiera continuar, deberíamos volver.

Kohaku asintió, si se quedaban demasiado tiempo allí solos, alguien del grupo podría preguntar por ellos y hasta buscarlos, inocentemente. Acordaron guardar un perfil bajo por el momento, por lo cual aprovecharían los ratos en que ya estaban cerca, o luego de entrenar, para pasar un poco más de tiempo a solas. Por suerte, cuando volvieron nadie se había fijado en ellos, algunos seguían hablando o descansando cerca del fogón, y otros se habían ido a dormir. No tenía nada de sospechoso que los dos durmieran cerca, y Tsukasa había quedado tan contento de que las cosas hubieran salido bien, que no pudo contenerse de acostarse cerca de ella.

Como Hyoga estaba al tanto de que la relación entre Kohaku y Tsukasa estaba pronta a cambiar, y estaba casi seguro que ella lo aceptaría, fue más fácil para él identificar las señales de cuando eso sucedió. No se esperaba que fuera tan pronto, y aunque los dos eran muy disimulados en su nueva cercanía, él podía percibir sus miradas más cálidas entre ellos, no cabía duda que había pasado algo. No estaba decidido si también hacerle saber a Kohaku que le gustaba, al menos tenía la oportunidad de no quedar mal mientras no fuera evidente la relación entre los otros dos. Al fin y al cabo, Tsukasa le había dejado esa posibilidad diciéndole que no iba a juzgarlo ni a verlo mal, al menos no hasta que la rubia se decidiera por los afectos de uno u otro.

Unos días después, fue el turno de Hyoga y Kohaku de entrenar juntos. Todo fue bien como siempre, hasta que la rubia se desconcentró un segundo cuando vio a Tsukasa pasar a unos metros, y él la miró brevemente para sonreírle. El lancero castigó su desconcentración con un golpe del arma de entrenamiento en el abdomen de ella, pero como el pelilargo había pasado por detrás de él, no lo había visto, hasta que luego sí se volteó para ver qué la había desconcentrado. Soltó un suave suspiro y bajó el arma, proponiéndole tomar un descanso a su compañera de entrenamiento, lo iba a necesitar de todas formas ya que le había quitado el aire con ese duro golpe. Caminaron hasta la zona de arboleda, a la sombra, donde se sentaron en el suelo uno al lado del otro.

- En un combate de verdad, perder la concentración así podría significar graves problemas, Kohaku –La amonestó– Para ti, o para los que luchan contigo.

- Lo sé, perdón –Murmuró, sintiéndose culpable de que no había resistido la tentación de mirar a Tsukasa.

Recordó que cuando él había sido disparado por Stanley, también ella había sido demasiado inocente en permitirse mirar a un lado. Y el precio, demasiado alto, lo había pagado Hyoga. No sabía si el peliblanco se lo estaba recordando con esa misma imagen en mente, ni quería volver a pensar en aquello.

- No volverá a suceder, Hyoga. No sólo ahora, sino... No te pondré en peligro otra vez.

- Como si pudieras evitarlo, tú y tu cabeza caliente –Más allá de referirse a lo impulsiva que era, no pudo evitar pensar que también aplicaba a lo que estaba sintiendo ella por Tsukasa.

- ¡Ya te dije que lo haré mejor!

- Bien. Porque lo ves todo el día, no debería ser muy difícil aguantarte un rato y poner tu atención en otras cosas.

Ante eso, Kohaku se sonrojó intensamente, a la par que lo miraba muy sorprendida. ¿Acaso Hyoga sabía...? ¿Cómo? Habían sido muy cuidadosos en que nadie los viera, y tampoco estaban tan cerca todo el día como para generar sospechas.

- Está bien, si es lo que quieres –Continuó, notando la expresión de ella– Serás más feliz con él.

Kohaku se sorprendió aún más con eso, nunca había oído hablar a Hyoga de algo como la felicidad. Pero se percató de un pequeño detalle, pequeño, pero demasiado significativo para ignorarlo.

- ¿"Más"? ¿Cómo que "más" feliz con él? –Preguntó, frunciendo el ceño– ¿Con quién lo estás comparando?

Oh. Los finos y siempre serenos ojos de Hyoga se abrieron al darse cuenta de su desliz, que Kohaku agudamente había percibido. Había pretendido tranquilizarla con que estaba bien que tuviera su amorío con Tsukasa, era algo normal y esperable tarde o temprano entre las personas, pero tal parecía que su inconsciente seguía resintiendo un poco el hecho de que el luchador había sido más honesto y valiente con sus sentimientos, y se le había escapado eso.

- Hyoga... ¿Tú...?

Cuando el susodicho no lo negó inmediatamente, sino que la miró a los ojos manteniendo el silencio, fue como si lo hubiera confirmado. ¿Hyoga también? ¿Pero qué estaba pasando, que de pronto no uno, sino dos de los compañeros gustaban de ella? Sí, el lancero también era un hombre que había aprendido a aceptar y con el que se llevaba muy bien, otro más que no le faltaban atributos para considerarlo atractivo no sólo físicamente, sino como una buena pareja a futuro. No se caracterizaba por su entusiasmo o por inspirar a otros, ni lo imaginaba siendo dulce y romántico como Tsukasa estaba demostrando ser. Pero a su forma, Hyoga era también alguien que siempre estaba cerca y no era difícil de convencerlo a participar en las cosas que ella disfrutaba, por más que no fuera el que propusiera esos planes.

Se preguntó a sí misma por qué de pronto estaba analizando rápidamente la conducta del peliblanco, como si lo estuviese considerando... No, ella estaba empezando algo romántico con Tsukasa, no podía traicionarlo así. Pero desde ese momento, tampoco podía pretender que no había oído nada, no era honorable ignorar así los sentimientos de Hyoga, los que fuera que tuviese. Lo miró fijamente en silencio, para animarlo a hablar, y así comprobar cuánto estaba dispuesto a contar. Finalmente, lo vio resoplar, y mirarla de reojo.

- Sí, hablaba de mí. No estaba seguro de esto, pensaba quedarme callado sin más, aceptando que Tsukasa había sido primero.

- ¿Primero? Lo que no entiendo, es cómo te diste cuenta.

- Lo sabía ya. Que Tsukasa iba a declararse contigo.

- Oh... No sabía que eran amigos tan cercanos.

- No lo somos. Él me vino a encarar, diciendo que gustaba de ti, y que iba a hacértelo saber, si yo estaba bien con eso. Tal parece que notó mi interés con demasiada claridad.

- ¿Y no te molestó? Es decir, no quiero crear un conflicto, pero...

- Siendo justos, yo no estaba haciendo nada al respecto –La miró fijamente– Y tampoco está todo decidido, depende de ti.

- ¿De... mí? –Repitió– Bueno... Si bien es todo muy nuevo, ya acepté empezar algo con Tsukasa. No querría traicionarlo.

- ¿Estás diciendo que no me rechazas completamente? –No pudo evitar su propia sorpresa al decirlo.

Si Kohaku había sido muy sagaz en percibir el desliz de Hyoga, el lancero había estado a la par en ese momento. No la había oído decir que no le gustaba o que no le interesaba de esa forma, sino que "no quería traicionar" a Tsukasa. Era más una cuestión moral, que de lo que sentía o le interesaba realmente. Ante esa pregunta, los ojos aguamarina de la rubia se abrieron mucho, midiendo sus propias palabras.

- Ehh... No lo sé, porque no imaginé cómo me sentiría contigo de esa forma –Contestó, sonrojándose– No puedo rechazar de plano a alguien que no me desagrada. Pero insisto en que me temo que es un poco tarde, siendo que Tsukasa...

- ¿Y si te dijera que, lo de que "no está todo decidido", era más bien porque Tsukasa ya había considerado que yo también me confiese después que él, y que por eso dependería de ti?

- ¿...Qué? –Eso era demasiado confuso e inesperado, sin embargo, no dudaba de la honestidad de Hyoga.

- Te lo estoy diciendo porque es lo que ya se barajó, no por faltarle a la confianza de Tsukasa. Yo estaré bien con lo que sea que decidas, pero si ya estoy expuesto, no tengo nada que perder.

Kohaku se le quedó mirando a Hyoga un buen rato, mientras trataba de digerir toda esa información. Se preguntó si los del mundo moderno estaban más acostumbrados y relajados a esas cosas, ya que no había oído nunca de un acuerdo así en la aldea, ni en el grupo del reino de la ciencia. Luego recordó que Tsukasa no había tenido otras experiencias románticas, y aunque no quería prejuzgar, intuía que Hyoga tampoco. Sea como fuere, tenía esa situación frente a ella, y tenía que hacer algo. Si el lancero le había dicho todo eso, era porque tenía la esperanza de que algo sucediera entre ellos, no había otra explicación. Eso no significaba que tuviera que mantener una doble relación a largo plazo, quizás era saciar esa curiosidad y ver cómo se sentían. Y ella... ya había dicho que no podía rechazarlo de plano. Tenía curiosidad, era demasiada tentación la de conocer ese lado oculto de Hyoga, no podía negarlo, y no había otra forma de comprobar si eran compatibles en ese aspecto.

- Está bien, probemos.

Hyoga no se esperaba que lo decidiera tan fácil en ese momento, y que la respuesta fuera afirmativa. La acción y la impulsividad eran la marca registrada de ella, sin dudas, así como su falta de prejuicios. A todo se animaba, en una admirable combinación de inocencia y de valentía. El problema, era que él no tenía práctica ni experiencia, y no estaba en plan dulce y romántico, no era su estilo. A decir verdad, no tenía ningún estilo, ya que esa sería la primera vez que se acercaría de esa forma a una chica, desconocía sus propios gustos y potencial, podía sorprenderse a sí mismo. Ese breve momento incómodo, en que sabía que tenía que hacer algo, pero no estaba tan seguro de cómo. No había muchas opciones, lo que marcaba la diferencia entre una amistad y algo romántico era empezar por besarse.

La que resolvió su vacilación fue Kohaku, que se acercó a él y le bajó la máscara, para luego tomarle el rostro entre sus manos. No era alguien que perdiera el tiempo sin actuar, al menos ya tenía algo más de experiencia gracias a los besos tan dulces como fogosos que compartía con Tsukasa. Se quedó unos segundos quieta y sorprendida, admirando por primera vez el apuesto rostro de Hyoga. Por raro que pareciera, era la primera vez que le veía la boca, y resultó ser que el lancero tenía una muy atractiva, con labios grandes, llenos y de apariencia suave. En conjunto con sus ojos azul marino y su sedosa y medianamente corta cabellera blanco-platinada, era muy agradable, y pensó que, si fuese un poco más sociable y extrovertido, podría ser un gran seductor. No quería quedársele mirando, por lo que se fue acercando poco a poco, evidenciando su intención de besarlo, hasta que quedó muy cerca.

Agradeciendo la iniciativa, pero sin querer dejarle hacer todo a ella, Hyoga fue el que recortó esos milímetros de distancia entre ellos para conectar sus labios, una nueva sensación tan cálida como vibrante. Para que sus manos no estén torpes y ociosas, tentativamente las deslizó por el costado del cuerpo sinuoso de Kohaku hasta apoyarlas en su cintura. Eso pareció motivar a la rubia a que le quitara sus manos del rostro, deslizándolas hacia abajo por encima de la capa, y lo sorprendió cuando sintió sus pequeñas pero fuertes manos infiltrándose con sutileza por debajo de la misma. No pudo evitar un pequeño jadeo de sorpresa al sentirla sobre su piel, aunque claro, el que no usaba otra prenda entre su capa y su cuerpo era él. Aun así, lo encontró un tanto atrevido que ella no dudara ni se cohibiera por eso, no quería pensar el porqué de esa facilidad. Cuando esas manos pasaron a recorrer su espalda, sintió una corriente eléctrica que llenó de calor su cuerpo, y el calor siempre impulsaba a la acción. Le estaba encontrando fácilmente el ritmo y el gusto a esos besos, buscándolos cada vez con más decisión a la par que los recibía, un juego de lo más interesante, a la vez que sus manos comenzaban a recorrer más del cuerpo de la joven.

Kohaku estaba sorprendida con Hyoga, no se esperaba esa respuesta apasionada tan pronto y tan bien sincronizada con ella, y se preguntó si de verdad no tenía experiencia anterior. No era tan dulce como Tsukasa, que, aunque tenía su lado más intenso, nunca perdía ese toque de ternura. En cambio, el peliblanco era más demandante, más salvaje, la forma en que sus grandes manos enguantadas la sostenían y recorrían le despertaban un tirón en la parte baja de su abdomen, la hacía sentir deseada. Como estaban sentados, Hyoga tenía un acceso mucho más fácil a las caderas y piernas de ella, y no perdió oportunidad permitir que alguna caricia pase por ahí también con la excusa de acercarla a él. A Kohaku le empezaban a molestar los guantes, era un tacto más frío y rígido, que no condecía con el calor que sentía en su cuerpo. Sin dejar de besarlo, tiró de un guante para sacárselo, arrojándolo a un lado, y luego hizo lo mismo con el otro. Notó la vacilación de Hyoga y cómo abrió los ojos levemente, tal vez pensaba ser un poco más recatado. Pero cuando ella le mostró su típica sonrisa desafiante, acompañada de sus ojos aguamarina más oscuros y sus mejillas sonrojadas, él le correspondió con su propia sonrisa provocadora, y la consintió en lo que quería, que era sentir sus manos directamente en su piel.

Hyoga no se esperaba que sus primeros besos con una chica fueran tan osados, eso no hubiera sucedido en el mundo moderno, sin duda lo prefería más así, con la siempre impulsiva y directa Kohaku. Fue cuando se dio cuenta que no estaban tan escondidos, si bien no estaban en el medio del campo como antes cuando Tsukasa había pasado cerca. Interrumpió el beso en ese momento, estaba seguro que ella no se detendría primero de otra forma. Sin embargo, ese momento de volver al presente fue un poco incómodo para él, cuando se dio cuenta de que tenía que seguir como si nada, cuando segundos antes habían estado saboreando cada rincón de sus bocas.

Por la mirada de reojo que dedicó Hyoga a su alrededor, Kohaku entendió que se había detenido por estar preocupado de que alguien los viera, y fue cuando ella también se dio cuenta de lo descuidada que había sido. No porque estuviera haciendo algo malo, sino porque no quería que se corriera la voz de que había algo entre ellos, antes de hablarlo ella misma con Tsukasa. Al menos ella tenía los sentidos desarrollados de forma excelente para percibir cuando una persona o un animal estaban cerca, beneficio de haber vivido tantos años a la intemperie, y en ese rato no había percibido a nadie. Se había dejado llevar demasiado, "prueba" suficiente de que también se sentía muy cómoda con Hyoga. No sabía si era bueno o malo, ya que entonces le suponía el dilema de qué iba a hacer con uno u otro.

- ¿Quieres entrenar un poco más o volvemos? –Preguntó el lancero.

- Creo que estamos bien por hoy con el entrenamiento. No fue mucho, pero no creo poder concentrarme mucho ahora. Tengo que hablar con Tsukasa también.

- Kohaku, no tienes que decidir nada ahora, ni estaría esperando que pienses en elegir a uno u otro.

- ¡Ja! ¿Y qué voy a hacer, estar con los dos? –Replicó, con una sonrisa burlona.

- Por mí no habría problema –Respondió simplemente– Ya que fui el que llegó un poco tarde, pretender una exclusividad no sería justo ni posible.

Kohaku se quedó mirándolo un rato, frunciendo el ceño. Le parecía una locura, no había antecedente de eso... pero, por otro lado, nunca le había importado demasiado la opinión ajena, ni seguir las reglas. Lo único que le preocupaba, era no lastimar o incomodar a Tsukasa, y si eso sucedería, tendría que elegir a uno, y en su corazón sabía que sería el pelilargo, al menos en ese momento, aunque le fuera difícil ya ignorar a Hyoga.

Volvieron juntos a la nueva "aldea" sudamericana, donde ya estaban muchos de sus amigos, habiendo terminado con los trabajos manuales por el día. Kohaku buscó a Tsukasa, hasta que lo encontró ayudando a Kaseki con la re-construcción del Perseo. Estaba un poco nerviosa, más cuando recibió su amable sonrisa, siempre gustoso de verla. Decidió que la conversación quedaría para la noche, prefería encontrarlo libre y relajado, ya que no sabía cómo se lo iba a tomar. Pero menos de una hora después, el castaño se acercó a ella y le preguntó si estaba bien, ya que la notaba un poco tensa. No tenía mucho sentido negarlo, y luego volver a sacar el tema, así que Kohaku le preguntó si podían ir a algún lado tranquilo a hablar un momento. Intrigado, Tsukasa asintió, y le sugirió la misma orilla del río de la otra vez, se había convertido en el lugar favorito y más tranquilo para ellos cuando querían estar solos. Cuando llegaron, cerró los ojos y respiró hondo, más nerviosa que antes, pero tenía que ser valiente y sincera.

- Tsukasa, hace un rato sucedió algo inesperado y que no sé bien cómo llevar, y necesito contártelo.

- Claro, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea –Le contestó con una cálida sonrisa, apoyando sus manos en la cintura de ella cariñosamente.

- Sí, bueno... –Murmuró incómoda– Para ir al grano, parece que Hyoga también gusta un poco de mí... y me enteré que sabes algo de eso.

- Hmm, sí –Tsukasa abrió más los ojos, sorprendido– Fue algo que hablamos el mismo día que te dije que me gustabas.

- Sí, eso oí –Asintió, con una sonrisa tensa– Lo más curioso, es que según entendí, no te molestaba la idea de que él también me dijera de sus sentimientos, y que hasta pasara algo entre él y yo. Quiero ser sincera contigo, y que me contestes de igual forma. Cuando Hyoga me confesó todo eso, no lo pensé demasiado, y también quise probar cómo me sentía con él de esa forma. Lo besé, Tsukasa... nos besamos un rato.

No necesitaba entrar en detalles, y contuvo la respiración cuando el luchador mantuvo una expresión estoica, aunque sus ojos eran otra historia. Varios segundos pasaron así, los cuales le parecieron eternos a la rubia, hasta que Tsukasa fue el que suspiró profundamente.

- Lo esperaba, Kohaku, tarde o temprano. Como bien dices, me di cuenta de que Hyoga estaba interesado en ti, y tenía la intuición de que tú también correspondías en alguna medida ese interés. Voy a mantener mi palabra, porque fue a la conclusión que llegué luego de mucho pensarlo, y creo que es lo más justo. Es decir, no tienes de qué preocuparte, no estoy enojado ni decepcionado contigo, ni tengo resentimiento hacia Hyoga.

- ¿Estás seguro? No debe ser fácil... Yo me siento rara. No me arrepiento, pero no quiero lastimarte.

- Lo sé, y aprecio mucho tu honestidad, la prefiero sin dudas –Sonrió levemente, y la abrazó con más seguridad– No voy a negar que no es la situación ideal, me gustas cada vez más, estos días que estuvimos pasando juntos fueron perfectos, y me cuesta dejar de pensar en ti incluso cuando estoy trabajando.

- Tsukasa... –Kohaku murmuró con emoción, mirándolo a los ojos y abrazándolo también. Era tan hermoso y tan noble ese hombre, la sinceridad de sus sentimientos y su dulzura la encandilaba.

- Pero como dije, no puedo ser egoísta y retenerte sólo para mí, cuando sabía desde un principio que no era el único que te quería así de cerca. Creo que sólo me queda disfrutar lo más posible de nuestros momentos juntos, hasta que te decidas con quién prefieres estar. Todavía puedo manejarlo, pero si me enamoro fuerte de ti, no sé si podré llevarlo tan bien. ¿Qué piensas tú?

- No tengo una respuesta, fue todo muy reciente, y sólo fueron unos besos con Hyoga. Sé que también es un buen hombre, aunque no sea tan abierto y expresivo de sus sentimientos como tú. No quiero lastimar a nadie, y apenas puedo aceptar que les gusto...

- ¿De qué hablas? –La interrumpió, sorprendido.

- Es la primera vez que alguien gusta de mí en serio, que me lo dicen. Ya te lo dije, no soy romántica, nunca me interesé mucho en novios ni nada así, y no soy tan femenina como Ruri o Minami, ya ves que me dicen "machota", "leona" y "gorila". Con todo eso, no sé si tengo material de novia a futuro...

- ¿Segura que no? Porque hasta donde sé, ya tienes a dos hombres que por poco y pelean por ti, y por lo que oí, hay al menos otros dos o tres que desde antes vienen dejando en claro que les gustaría tenerte en sus brazos.

- ¡Ja! ¿Hablas de Gen, y de Mozu? Gen es un mujeriego que ya dijo que quiere un harem, y vi delante de mis ojos cómo quería seducir a Amaryllis. Y Mozu... es mucho peor, sólo lo respeto como luchador, porque en cuanto abre la boca, pierde todo atractivo.

- No sé si está bien, pero me alegro que descartes tan rápido la competencia –Sonrió con picardía– A lo que me refiero, es que deberías de tener más confianza en ti misma, no te das cuenta cuan hermosa e interesante eres para muchos hombres. Puede ser que intimides a varios, pero ellos se lo pierden.

Oh, Tsukasa... –Se sonrojó intensamente, la había halagado tanto.

Sonrió son sincera felicidad, sí que daba gusto ser tan querida y estar entre los brazos de alguien que la valoraba tanto. Hyoga le había hecho sentir deseada por la forma en que la había besado y acariciado con pasión, por más que habían sido bastante "inocentes" todavía. Tsukasa, la hacía sentir deseada de otra forma, y principalmente querida y respetada. Cada uno, a su forma, le daban incluso una nueva visión sobre ella misma, que no se tenía tanto en estima con respecto a su lado femenino. Como el luchador era mucho más alto que ella, tuvo que hacerle entender que quería darle un beso tocándole la mejilla y llevando su mano a la parte trasera de la cabeza de él, jalándolo delicadamente mientras se ponía en puntas de pie. Con una deslumbrante sonrisa y sus ojos cobrizos rezumantes de brillo y calidez, Tsukasa se inclinó y la consintió con el pedido beso. A pesar de que su corazón estaba agitado con saber que ya no era el único que podía sentirla así, era mucho más fuerte lo bonito que sentía con y por ella.

Para hacer las cosas más fáciles para ambos, la levantó en el aire lentamente, sin separarse de sus sedosos labios, y mientras ella le rodeaba la cintura con sus piernas, él se fue arrodillando hasta sentarse en el suelo, para luego acomodarse con las piernas cruzadas y ubicándola a ella sobre su regazo. Kohaku se abrazó al cuello de él, por poco y ronroneando de lo bien que se sentía en sus fuertes brazos, y más cuando Tsukasa los rodeó a ambos con su capa para quedarse más tranquilos de no tener que separarse rápida y torpemente si se acercaba algún visitante de improvisto. Luego de una buena sesión de largos besos, el pelilargo apoyó su mejilla contra la de ella, para susurrarle al oído.

- Cuánto quisiera que no tuviéramos que separarnos ahora, ni nunca.

- Si sigues diciéndome esas cosas lindas, no me importará olvidar mantener esto en secreto.

- Hmm. Como dije, cuánto quisiera que...

Kohaku soltó una risilla, y lo silenció con un apasionado beso. No podía terminar de creer lo terriblemente adorable y dulce que era Tsukasa, agradecía más que nunca que hubieran sobrevivido a aquella trágica batalla, y que él se hubiera animado a querer algo más que una amistad aún en medio de todo ese agitado y difícil mundo. Poco a poco ella se soltaba también, se permitía ser más sensible y cariñosa, algo que no sabía que podía ser. Se hacía respetar con lo de enojarse con Chrome y Senku por llamarla de esas formas animalescas, pero sentirse realmente como joven mujer era algo nuevo y muy agradable, siempre había estado en ese aspecto a la sombra de su hermana, de las tres hermanas bellísimas de la aldea, y de las otras bellas y femeninas jóvenes que fue conociendo desde que habían empezado los viajes con el reino de la ciencia.

Volvieron con los demás, y Kohaku buscó a Hyoga para decirle que ya había hablado y aclarado las cosas con Tsukasa, y que, tal como había dicho, estaba bien por el momento con que dejaran las cosas fluir hasta que necesitaran tomar una decisión, en el caso de que alguno de los tres se sintiera incómodo con esa particular dinámica. La pequeña sonrisa del rostro del lancero no podía verse a causa de su máscara, pero Kohaku sabía que estaba sonriendo porque le veía unas mínimas arruguitas en sus finos ojos. Era el comienzo de una emocionante, inaudita y medio secreta relación de tres.

En los siguientes meses, Kohaku no podía librarse de la juguetona y casi culposa sonrisa en su rostro. La "culpa" era más bien la picardía de que nadie más que ellos tres supieran lo que estaba pasando. Ninguno de los dos hombres sabía qué sucedía con la otra relación, y como estaban tan ocupados con cada vez más y más tareas manuales de fabricaciones y recolección de materiales, además de que se palpitaba en el ambiente que se avecinaban grandes cambios desde que el Perseo estuvo finalmente terminado, no quisieron arriesgarse a tomar decisiones definitivas. Tampoco les sobraba el tiempo para pasarlo a solas, la idea era no llamar la atención ni generar sospechas, en especial porque Kohaku era la que se ausentaba con más frecuencia, para pasar sus momentos con uno y con otro. Por lo que, aunque pasaron varios meses, no era tanto el tiempo que pudieron aprovechar juntos.

A pesar de aquello, compensaron con situaciones más apasionadas, la juventud y las hormonas revelándose al fin, a medida que sus besos y caricias se profundizaban. Cada vez les presionaba más la necesidad de buscar nuevas y ardientes sensaciones, en especial desde que no podían disimular más su excitación con esos roces del cuerpo y húmedos besos que los dejaban jadeando de tanto calor y de contenerse. No ayudaba que tanto Hyoga como Tsukasa vestían esas capas como única prenda superior de ropa, sus firmes y musculosos cuerpos con tan fácil acceso para acariciar y sentir, así como Kohaku con su vestido corto también dejaba sus fuertes piernas y su trasero bastante expuesto, al alcance de indiscretas manos. Sin llegar a intimar del todo, aprendieron a disfrutar con ardientes y atrevidos roces íntimos, de nuevos placeres mucho más intensos. Llegó un momento en que apenas pudieron contener una sonrisa cuando pasaron por delante de algunos lugares con sus compañeros, por poco y no había árboles, paredes de piedra, ríos y frondosos arbustos en que no tuvieran apasionados recuerdos.

Hasta que una noticia inesperada los sacudió a los tres, y les amargó el corazón: Senku, Ryusui y Xeno decidieron que todos iban a separarse en tres equipos al día siguiente, destinándose en distintos puntos del planeta para continuar el arduo trabajo. Y lo peor de todo, fue que los tres habían quedado elegidos uno por equipo, sin oportunidad de seguir estando juntos. Se estremecieron por dentro cuando la desgracia completa llegó de la mano del aviso tan casual y cruel de que posiblemente iban a estar separados por un par de años. Dado que ellos eran los tres principales guerreros, fue estratégica y obligatoria su separación, los que lo habían decidido estaban completamente ajenos a su cercano vínculo. Ya no era sólo compartir placer, inevitablemente con el paso del tiempo sus corazones se habían involucrado también.

Los ojos de Kohaku se llenaron de lágrimas, apenas contenidas hasta el final del anuncio, y luego se escabulló del gran grupo para echar a correr y liberar su frustración de alguna forma. Hyoga y Tsukasa se miraron con apremio y preocupación, el pelilargo fue el primero en ir a buscar a la angustiada joven, a un paso más tranquilo. La encontró en el bosque, arrodillada y oculta entre unos arbustos, sus respiraciones con espasmos a causa del llanto habían delatado su posición. El castaño se acercó y se sentó tras ella, extendiendo sus brazos para abrazarla por detrás, con fuerza. Oírla llorar también le rompía el corazón a él, no podía pensar en una separación tan pronta y tan larga, pero era lo que tenían que hacer si querían salvar al mundo de la peor amenaza que habían conocido nunca, que de igual forma podía separarlos y dejarlos solos en la oscuridad por el resto de la eternidad, si volvía a activarse. No había otra opción, y él ya estaba más acostumbrado y resignado a las largas despedidas, como había sucedido con su hermana Mirai cuando habían emprendido el viaje a Estados Unidos, y en el presente ella seguía petrificada en la aldea.

Cuando Tsukasa apoyó su cabeza en el hueco del cuello de Kohaku, ella se deshizo en más lágrimas al sentir su consuelo, y se dio vuelta para abrazarse muy fuertemente a él. Se quedaron así un buen rato, el pelilargo le acariciaba la espalda para calmarla, aunque él no estaba mucho mejor, sólo se contenía y mantenía entero por ella. Entendió que sólo le quedaba una cosa por hacer, si no quería tener más lamentos, por lo que esperó que la joven se serenara un poco más antes de hablar.

- Kohaku, me estuve conteniendo por demasiado tiempo, pero no me quiero separar de ti sin decirte lo que verdadera e innegablemente siento.

- No, Tsukasa... –Murmuró ella, mirándolo casi con miedo, podía imaginarse lo que estaba por oír– No lo hagas, sería muy duro, no podrí...

- Sí, necesito sacarlo de adentro –La interrumpió, sus ojos brillantes con lágrimas, esta vez de puro sentimiento y emoción– Estuvimos a punto de morir una vez, y no sabemos lo que sucederá de aquí en más, no dejaré nada por decir, no dejaré nada pendiente, ya aprendí la lección.

- No... Por favor, no –Murmuró, con sus últimos intentos de contener sus sollozos, otra vez amenazando con ahogar su garganta.

- No viví hasta ahora nada más hermoso que esto que tenemos, además de cuándo pude volver a reencontrarme con Mirai. Quiero honrarlo, que tú y el mundo que nos rodea sean testigos de mi certeza. Kohaku, yo te...

- ¡NO! –Exclamó, interrumpiéndolo, golpeándole el pecho con el puño– ¡No, no lo digas, Tsukasa! No puedo oírlo ahora... No puedo hacerlo...

- ¿Es porque te sientes igual que yo? –Dijo con la voz forzada, atrapándole las manos para que no pudiera golpearlo más, y luego con más delicadeza entrelazó sus dedos. Y la miró con una sonrisa triste.

Kohaku asintió, desolada, colmada de lágrimas que ya no podía controlar. No quería separarse de ellos, ni de Tsukasa ni de Hyoga. Unos meses podía aguantar... ¿Pero varios años? No, la vida era demasiado injusta, una vez que habían encontrado esa felicidad, los tres perderían mucho.

- Entonces mírame a los ojos –La urgió– Si estás orgullosa de lo que sentimos, de lo que vivimos juntos, no sólo ahora, sino desde el principio, todo lo que nos llevó día a día a estar juntos hoy... Mírame a los ojos, Kohaku.

Por más que le dolía demasiado, y era tanto una bendición como una condena reconocerlo, no podía ya negarse a esas palabras. Esos ojos cobrizos llenos de luz, tan dulces, tan amables, tan confiables, esa sonrisa dolida pero sincera, mostrándose por toda la felicidad que nadie ni nada le quitaría, sintió la fuerza de esa expresión y le sostuvo la mirada.

- Ahí están, ese es el recuerdo que quiero grabar en mi memoria si las cosas van a ser así... Tus hermosos ojos color mar, dos joyas del océano, tan brillantes y llenas de vida. Así cada vez que vea el mar, me recordará a ti. Gracias, ¿ves lo fuerte y valiente que eres? Esa es la Kohaku que amo, y que esperaré cada día que sea necesario, con la esperanza de volverte a ver.

La rubia luchó con sus ojos por no cerrarlos, al oír esas emocionantes palabras, no quería seguir llorando. Su corazón se vio inmediatamente confortado, olvidando por un momento todo lo demás. Apenas pudo murmurar su respuesta mientras asentía, aceptando y correspondiéndole los sentimientos, haciéndolo igual de feliz. Entre amor y consuelo, se abrazaron fuertemente, la luz y una parte de alivio se abrió paso en sus angustiados corazones. Unieron sus labios en largos y cariñosos besos, esa vez de verdad que no querían separarse, por lo que se dedicaron a grabar cada sensación.

Unos minutos después oyeron un murmullo de ramas y hojas cerca, y aunque se sobresaltaron y miraron en la dirección del ruido, suspiraron de alivio al ver que se trataba de Hyoga. El lancero se detuvo y dudó en cuanto los vio, no sabía si estaría interrumpiendo si se acercaba, al menos lo aliviaba que Kohaku estaba bien ya. Para su sorpresa, la joven extendió una mano hacia él, y Tsukasa asintió a la par. Caminó hacia ellos, hasta que su mano estuvo al alcance de la rubia, que se la agarró y lo jaló suavemente. Cuando se arrodilló, quedando a la misma altura que los otros dos, Kohaku se lanzó a abrazarlo con fuerza, ya sin lágrimas, aunque con la emoción palpable. No se contuvo, y también la abrazó, al fin y al cabo, se estaban acabando las oportunidades para volver a hacerlo, no era tan tonto para desaprovecharlo ni negárselo.

Esa vez fue él quien buscó lo labios de ella, había entendido con la actitud silenciosa que ya no estaban para demandas de privacidad, ni sobraba el tiempo para repartírselo. Kohaku sintió toda la felicidad que podía permitirse en ese momento, en especial porque los tres hubieran aceptado y entendido que lo que sentían y los había unido estaba más allá de cualquier egoísmo o sentido de posesión. Sin dudarlo, en los breves segundos que despegó sus labios de los de Hyoga, miró de reojo hacia atrás en una clara invitación a su amado, reforzando su intención al entrelazar sus dedos con los de él, y también jalarlo. Tsukasa sonrió y se dejó llevar, acariciando los hombros de ella, y depositándole un tentador beso en el cuello, haciéndole entrecerrar los ojos de gusto. El lancero aprovechó su boca entreabierta para besarla con profundidad, empujando su lengua contra la de ella en una apasionada danza tan cálida y húmeda. No se detuvo hasta no haber saboreado cada rincón de la boca de Kohaku, y cuando finalmente se separó, la abrazó por la cintura y fue él quien bajó por su cuello entre cortos y fogosos besos, derritiéndola.

Tsukasa encontró su oportunidad para volver a fundir sus labios juntos, acariciándole la cabeza con suavidad para luego girársela un poco y así encontrar más comodidad para ambos. Sabía que estaban haciendo algo bastante inaudito y atrevido, los tres juntos y cada vez más íntimos, pero no era necesario pensarlo ni darle vueltas, lo único que quería era disfrutar con Kohaku, y que ella también lo hiciera y fuera feliz una última vez, al menos por ese momento, y luego entregarse al futuro que les deparaba. A partir de ese momento, sólo serían sus corazones y cuerpos los que hablaran.

Buenaaaas! Al fin... otra historia que tenía pendiente hace rato, pero el tiempo pasa demasiado rápido a veces (junto con las ocupaciones de trabajo y estudio, fin de año siempre son los meses más agitados y que peligran los tiempos de escritura y las inspiraciones). Claro que esto sigue con otro capítulo, y en un ratito vuelvo a ponerme a escribir, lo dividí en dos porque como siempre me quedan más bien largos, y falta toda la ricura potente que merece cada palabra. Porque se viene DE-LI-CIO-SO entre felinos, entregados a la causa.

Gracias, como siempre, muchas gracias por leer, acompañarme, dejar sus estrellitas/kudos, favoritos, comentarios y reviews. Es un placer poder compartir estas ideas y escenarios con ustedes, y que los disfruten. Así que sin más, me despido hasta prontito (espero jaja)!