La necesidad de más comenzaba a ser evidente, en especial para los dos jóvenes hombres. Los fogosos besos y caricias que estaban compartiendo entre turnos con Kohaku, a la par de ver las expresiones de placer en el rostro de la rubia, estaban llevándolos a los límites del autocontrol, cada vez era más difícil pensar en detenerse. No porque quisieran, sino porque inevitablemente al menos Tsukasa y Hyoga se preguntaban para sus adentros cuán lejos iban a llegar con ese encuentro. La que sorpresivamente no parecía ni mínimamente preocupada con eso era Kohaku, que se veía completamente entregada a las distintas caricias de sus dos atractivos y queridos amantes. Lo que a ella la dejaba tranquila era justo eso, que sabía que más allá de los impulsos calientes de sus cuerpos, que apenas podía controlar, ambos la querían y la cuidaban. Eso fue el factor decisivo para no dudar en entregarse a ellos, dejando de lado cualquier prejuicio de si estaba bien o mal que estuviera así con los dos al mismo tiempo.
Por más que disfrutaba ser tan consentida con lo apasionados besos y toques de ellos sin tregua, también quería hacerlos sentir muy bien, por lo que cuando Hyoga liberó su cuello de los juguetones besos y provocadores mordiscos que le estaba dedicando a esa sensible zona, se sentó de rodillas poniéndose de frente a él. Le desató la capa y la dejó caer, revelando el firme torso del lancero, sus manos recorriendo los fuertes hombros y brazos de él, para deslizarse hacia abajo y rozar su abdomen. Lo sintió estremecerse ligeramente a medida que subía hasta sus pectorales, donde acompañó con su otra mano, hasta colgar sus brazos en el cuello de él y atraerlo para besarlo. Kohaku echó el peso de su cuerpo hacia atrás para llevarlo con ella, pero se encontró con que, en vez del suelo, su espalda topó contra el pecho de Tsukasa. Lo miró sorprendida, el luchador se había movido adrede y de forma sigilosa, y tenía una confiada sonrisa en el rostro que la encendió totalmente.
Debido a que el impulso de jalar a Hyoga no se detuvo, acabó siendo agradablemente contenida, por no decir aplastada, entre los dos jóvenes. La sensación, lejos de ser agobiante, la encontró de lo más excitante, podía sentir su calor corporal junto con el deseo de más contacto de parte de ambos. Tsukasa se había sentado sobre sus pantorrillas con las piernas abiertas, de forma que Kohaku encajaba perfectamente. Hyoga reclamó la atención de la rubia una vez más con un demandante beso, mientras que Tsukasa presionó y deslizó sus manos desde las amplias caderas hasta los muslos desnudos de ella, en una tentadora caricia, para luego volver a subir de la misma forma, levantando el vestido en el proceso. No se contuvo de que ese toque se volviera más atrevido, cuando llevó las manos de las caderas el generoso trasero, apenas cabiendo en sus grandes manos extendidas.
Kohaku gimió en la boca de Hyoga, le encantaba cuando Tsukasa dejaba un poco de lado su dulzura para ser más salvaje. Se fundió por dentro cuando lo sintió presionar su entrepierna contra el medio de su trasero, a la vez que la jalaba para pegarla aún más contra él y frotarse de forma tentadora. A pesar de que ya no eran ajenos a las sensaciones de ese tipo de roces, nunca se habían visto completamente desnudos, pero la rubia no lo necesitaba realmente para sentir que la naturaleza había sido generosa con él. Ella buscó también mover seductoramente sus caderas para potenciar las sensaciones, había algo en sentir su propio movimiento sugerente que la incitaba y calentaba más, además que era inmediato el efecto que tenía en Tsukasa, que se volvía aún más apasionado. Llevó una mano hacia atrás para buscar acariciar algo de él mientras besaba a Hyoga, pero se encontró con la capa de cuero que le entorpecía el tacto, y se dio cuenta que sólo había medio-desvestido al lancero.
Cuando interrumpieron el beso para tomar una buena bocanada de aire, los dos jadeantes, Kohaku se giró para quitarle de una buena vez la dichosa capa al pelilargo, y en un rapto de pasión lo acarició hundiendo sus dedos con fuerza por su musculosa espalda. Tsukasa era enorme, no sólo con sus casi dos metros de altura, sino en musculatura, por lo que tenía la falsa percepción de que podía ser menos delicada en sus toques. Claro que no era así, más bien el castaño rezumaba de sensibilidad como cualquier otro, pero definitivamente esos toques despertaban una necesidad primitiva en él. Por más ansioso que estaba de seguir, se dio cuenta que estaba llegando a un punto de no retorno de no poder controlar sus impulsos sexuales, y no era el único. Fue entonces cuando se percató de que si pensaban continuar –que no lo descartaba– no les convenía hacerlo en un lugar tan expuesto, los arbustos los ocultaban, pero no tanto. Con el hilo de auto-control que todavía le quedaba, detuvo a Kohaku apoyando sus manos en las mejillas de ella, con firmeza, pero sin ser brusco, obligándola a detenerse y mirarla.
- Kohaku, espera. Tengo que preguntarte algo. ¿Quieres seguir? Creo que imaginas a lo que me refiero.
- ¡Ja! Si no lo hiciera, no les estaría desvistiendo...
- ¿Hiciste esto antes?
- No... –Respondió, frunciendo el ceño, le parecía extraño que se lo preguntase, cuando debía saber perfectamente la respuesta, a menos que dudara de si había estado con Hyoga de esa forma.
- Ni yo, y Hyoga... –Lo miró a los ojos un momento, hasta que el otro negó con la cabeza– tampoco. No importa realmente, pero sí creo que no es el lugar adecuado para hacer algo así. ¿Estás segura de que quieres que suceda?
- Tsukasa, si lo preguntas tanto, voy a pensar que el que no estás seguro de eso eres tú –Le reprochó, con cautela.
- No, nada más lejos. En este momento no quiero otra cosa, en particular sabiendo que será nuestra última oportunidad en mucho tiempo, pero es tu palabra la que lo decide. Sólo lo pregunto porque si seguimos con esto, me va a ser difícil contenerme y detenerme, quiero que estés segura antes de empezar.
- Entonces escúchalo bien, seré clara –Se sentó más erguida, mirándolo intensamente a los ojos– Estoy segura, que te quiero a ti, todo de ti. Y lo mismo va para Hyoga –Miró de reojo al lancero– Lo lamento si soy ambiciosa y egoísta, pero si llegamos hasta aquí, ahora no me importa nada más que sentir todo de ustedes, y recordarlos en mi corazón y en mi cuerpo.
Tsukasa se sonrojó y quedó ligeramente boquiabierto ante eso, y la fina sonrisa de Hyoga se amplió en sus labios, era todo lo que esperaba de Kohaku. Los dos hombres se miraron un momento, tampoco iban a ignorar que había un riesgo más en todo aquello, lo leyeron perfectamente en los ojos del otro, pero esperaban que las precarias medidas alcanzaran y funcionaran por esa vez.
- Entonces vayamos a otro lado en que nos aseguremos que sea más seguro y que no nos molesten –Dijo el lancero, poniéndose de pie inmediatamente, recogiendo su capa del suelo.
- ¿Pero a dónde? –Preguntó con impaciencia la joven.
- Hmm, hay una cueva no muy lejos de aquí –Recordó Tsukasa– Yo la revisé hace un tiempo, y no había indicios de que vivieran animales. A lo sumo podemos poner una trampa rápida en la entrada, o algo que disuada de entrar.
Caminaron rápidamente siguiendo al pelilargo, hasta que unos minutos después encontraron la cueva, convenientemente llena de hierbas y plantas trepadoras que no la hacían tan fácil de notar. Entraron juntos, con los sentidos alertas, pero no encontraron ningún animal. Era pequeña, pero les servía perfectamente, y pusieron las dos capas de piel animal de los hombres sobre el suelo para que fuera más cómodo. Sin embargo, una vez listo, se quedaron parados torpemente, el haberse detenido antes y toda la caminata los había enfriado bastante, y ninguno de los tres era conocido por su facilidad de seducción, menos si eran justamente tres y no sabían cómo empezar.
El decidido y valiente fue Hyoga, que luego de un suspiro, se adelantó hasta apoyar su torso contra la espalda de Kohaku, y sin detenerse la empujó con el cuerpo para que quede una vez más acorralada entre él y Tsukasa.
- Creo que nos habíamos quedado por aquí –Susurró, con una sonrisa maliciosa, acariciándole la cintura.
- ¡Ja! Buen punto de partida –Contestó Kohaku, con una sonrisa confiada, luego miró de reojo a Hyoga– ¿No te sobra algo?
- Sé que eres ansiosa e impulsiva, pero me esperaba...
- Hyoga, me refiero tus guantes –Lo corrigió rápidamente, alzando una ceja.
El lancero se dio cuenta que se había adelantado, era cierto que se había quitado la máscara y capa, pero no los guantes todavía. Corrigió su error, mirándola a los ojos con una pequeña sonrisa mientras se los quitaba, arrojándolos a un lado, y luego sí volvió a apoyar sus manos en la cintura de ella. No podía creer lo descuidado que había sido, dejándose llevar tan fácilmente que no se había molestado por la enorme diferencia que suponía sentir su piel directamente, o casi, eso pronto cambiaría también. Otra cosa que encontró un tanto graciosa, era la diferencia de altura de los tres cuando estaban de pie. Gracias a las sandalias que ella llevaba, eso la reducía un poco, pero ni él ni mucho menos Tsukasa podían provocarla tanto como querían sin flexionar considerablemente las rodillas, en especial el pelilargo, lo cual se veía y sentía un poco raro. Era excitante y divertido acorralarla así, pero prefería que estuvieran más nivelados.
Jugando un poco más, deslizó sus manos hacia abajo hasta agarrar sus muslos con firmeza, y la levantó. Kohaku jadeó de sorpresa, y se colgó del cuello de Tsukasa para más seguridad, mirando a Hyoga intrigada. No la dejó con la duda mucho tiempo, cuando se empujó tentadoramente contra ella, al fin más alineados y con un roce más íntimo y caliente. Sentirla así y oír su suave gemido de gusto lo volvería a excitar rápidamente, sin dudas, por lo que continuó de esa forma, respirándole en el cuello y aprovechando para darle algunos besos allí, uno más salvajes que otros. Para no quedar ocioso o incómodo, solamente esperando su turno, Tsukasa se agachó un poco para buscar sus labios y besarla, sus manos acariciando su abdomen y cintura, ya que las de Hyoga estaban ocupadas en sostenerla desde los muslos. Los ocasionales gemidos de ella reverberaban en su boca, eran de lo más cautivadores.
Cuando el peliblanco tuvo suficiente con eso, aflojó el agarre con la intención de bajarla al suelo, pero Tsukasa lo notó y se adelantó a reemplazar ese sostén con sus propias manos. Le susurró a Kohaku que rodee su cadera con las piernas, y que se mantuviera aferrada a su cuello como ya estaba haciendo. Podía ampliar su repertorio de movimientos y seguir probando con otras cosas, pero no cabía dudas que, para la joven, sentir ese intenso frote constante contra su intimidad era una de las cosas que más placer le daba, era importante recordarlo. Podían ya sentarse o recostarse para seguir, pero había algo muy caliente en sostenerla así, un sentido de urgencia y necesidad muy excitante, como si no pudieran esperar para acomodarse.
Kohaku se aferraba a su cuello y sus hombros como si su vida dependiese de ello, animándose también a moverse ella misma contra él, buscando más de esas eléctricas sensaciones que le hacían sentir que tenía una bola caliente en su bajo vientre, un tirón de lo más delicioso. Si se ponía así con tan poco, no podía imaginar lo que continuaría. Tan perdida estaba en disfrutar su propio placer, además de buscar hacer sentir igual a Tsukasa, que tardó en percatarse que Hyoga había quedado a un lado momentáneamente. Tampoco pensaba que pudieran estar los tres juntos todo el tiempo, pero no quería hacer evidente que uno se sintiera excluido. Se soltó del cuello del pelilargo y se bajó al piso. El lancero había aprovechado para quitarse sus largas botas, y estaba desatando su elaborado cinto trenzado con toda tranquilidad. Kohaku se había percatado de la molesta diferencia de altura y cómo tenían que compensarla, por lo que decidió facilitar las cosas y caminar hacia donde estaban las capas tendidas en el suelo, sentándose encima. Palmeó a su lado, dándoles a entender que quería que continuaran allí.
Cuando Hyoga se quitó al fin el cinto, la falda gris cayó al suelo, quedando así en ropa interior. La rubia se sonrojó un poco sin poder evitarlo, era la primera vez que veía al peliblanco con tanta piel expuesta, por cierto, más que atractivo con su entrenado y musculoso cuerpo, y eso no hacía más que recordarle lo que estaban a punto de hacer. Sin mucha ceremonia, ya que tampoco era vergonzosa con su cuerpo, se levantó el dobladillo del vestido para quitárselo por encima de la cabeza, quedando a la par de él. El lancero sonrió en respuesta, y se acercó, sentándose también junto a ella. Tsukasa no iba a quedar atrás, por lo que los dejó hacer mientras comenzaba a quitarse también su ropa.
Hyoga apoyó su mano en la espalda de Kohaku, bajando hasta rodear su cintura, sintiendo por primera vez su suave y cremosa piel, y la jaló delicadamente hacia él, pegando sus cuerpos. Ella buscó sus labios, compartieron algunos besos, hasta que él los abandonó para seguir un recorrido descendente más besos por el fino cuello de la joven, siguiendo por la clavícula y alcanzando el nacimiento de sus pechos, todavía ocultos bajo el sostén. Pero para su sorpresa, Kohaku giró su cuerpo parcialmente, en un pedido silencioso de que el lancero continúe por donde ella lo guiaba. Hyoga aceptó esa guía, pasando a besarle los hombros, hasta llegar otra vez a la base del cuello. El calor de la respiración y los húmedos besos del hombre hicieron estremecer a la rubia una vez más, que expresó abiertamente su gusto por aquello, mirándolo de reojo con sus ojos entrecerrados.
- Me gusta sentirte por detrás –Susurró.
Algo se soltó en el cerebro de Hyoga cuando oyó eso, posiblemente su auto-control ligado a la decencia. No sólo tuvo un efecto en su mente, sino que despertó aún más la necesidad de su cuerpo, el calor concentrándose en su entrepierna como un fuego.
- Eso no es muy correcto, suenas como un animal salvaje –Le contestó con voz ronca, producto de su contenida excitación.
- ¡Ja! Todos tenemos un poco de animales, y de salvajes –Retrucó confiada y provocadora, cuando los orbes azul marino mucho más oscuros que antes conectaron intensamente con los de ella.
- Bien, si así lo quieres. Juguemos con tu teoría entonces, a ver cómo resulta.
Hyoga no pudo evitar dejar salir su lado rudo dado lo excitado que estaba, su lado racional cada vez más bloqueado. Si ella quería que se asimilaran a animales salvajes, iba a darle un poco de su propia medicina. Con una sonrisa maliciosa y mucha velocidad, apoyó una mano en la espalda de ella y la empujó con fuerza hacia el suelo, hasta que la hizo apoyar la mejilla contra la superficie de la tela. Ella jadeó con sorpresa, no se esperaba un cambio tan brusco en la actitud de él, y antes de poder hacer algo, se encontró con que sus muñecas habían sido agarradas y restringidas contra el suelo también. Sólo sus rodillas seguían resistiendo en su lugar, pero eso no duró mucho cuando Hyoga apoyó su peso sobre ella sin piedad, sometiéndola enteramente. A pesar de que por un lado eso la había ofuscado, no podía negar que bullía de excitación, y más bien una parte de ella quería provocarlo todavía más.
Pero todo pensamiento competitivo la abandonó, cuando sintió los apasionados y salvajes besos de Hyoga en su cuello y su espalda, para colmo de tanto en tanto usaba su tersa lengua sobre su piel, y luego la sorprendía con el filo de sus dientes rasgando su piel. Gimió guturalmente ante tan brusco y excitante trato, que el peliblanco coronó cuando empujó su abultada entrepierna contra la de ella. La prodigiosa sincronía con que lo hacía era deliciosa y abrumadora para Kohaku, que tenía entreabierta la boca de tanto gusto. Había empezado frotándose sin despegarse de ella, en movimientos amplios que le rozaban desde su sexo hasta casi las nalgas. Pero un momento después, empezó a cambiar a embestidas más bruscas, que la empujaban contra el suelo rítmicamente. Hubiera resultado totalmente excitante para ella, de no ser porque su rostro seguía apoyado contra el duro suelo apenas amortiguado por las capas de cuero, y siseó incómoda por el roce. Tsukasa, que ya se había desvestido como los demás, lo notó y decidió a acercarse.
- Espera, Hyoga, detente, o le va a quedar una marca en el rostro que no va a ser fácil de explicar después. Hay algo que podemos hacer para que Kohaku esté más cómoda.
El luchador estaba dividido internamente por la situación, no podía negar lo terriblemente excitante que había sido ver y oír así a los dos amantes, su cara hervía en un sonrojo producido no por la vergüenza, sino por la misma excitación. Pensaba que Hyoga se había pasado un poco con su salvaje entrega, él nunca hubiera considerado hacer algo así de brusco en una primera vez tanto de él como de Kohaku, pero sin dudas había sido una situación muy caliente. Se acercó y sentó junto a ellos, que se habían detenido, y se recostó boca arriba. Tomó la mano de la rubia para guiarla con delicadeza a que se recueste sobre él, ofreciéndose como un colchón, de paso disfrutando la hermosa sensación de sus cuerpos juntos, piel con piel por primera vez.
La joven soltó una risilla, no podía ocultar su alivio de recostarse sobre algo más mullido y cómodo. Si bien el cuerpo del castaño era firme y duro como una roca, también era cálido y cedía en su superficie, estar recostada sobre sus pectorales se sentía de maravillas. Confiando en que para él no era una molestia aguantar su peso, le acarició el torso con sus manos
Hyoga se acomodó casi a como estaba antes, separando sus piernas un poco más ya que en ese momento las de Tsukasa rodeaban las de Kohaku. Sus movimientos estaban mucho más limitados, pero podían divertirse un poco más de esa forma. La rubia se derretía de gusto de encontrarse en medio de ambos, además que se derretía del sofocante calor de sus cuerpos contra ella. Si antes se sentía muy bien, el estar encima del pelilargo era casi divino, ya que podía sentir perfectamente cómo el excitado miembro de él se rozaba directamente contra ese punto tan sensible de su intimidad, ofreciéndole una deliciosa estimulación a ambo. A la vez, Hyoga también disfrutaba de la suya, desde atrás, y podía ser todo lo intenso y brusco que quisiera, ya que Tsukasa amortiguaba bien los movimientos. Al contrario, las embestidas de él tenían un efecto cadena con el movimiento del cuerpo de ella, que a su vez se rozaba en sincronía contra la entrepierna de Tsukasa, como una ola en expansión, pero de placer compartido.
Si bien lo estaban disfrutando mucho, ya habían tenido suficiente con toda esa preparación, y Hyoga estaba satisfecho con haber jugado con ese lado salvaje que Kohaku tanto le había incitado con sus provocaciones. Llevó sus manos al nudo del sostén de ella, y se lo desató, dejándolo caer y quitándoselo luego por los brazos. Se quitó de encima para dejarla respirar un poco y serenarse él, además que quería ser justo y dejarle un rato a solas a los otros dos.
La joven no perdió oportunidad de recorrer el deseable torso de Tsukasa que tenía tan a su disposición. Serpenteó sobre él para llenarlo de besos y caricias en todo lo que alcanzaba doblando y estirando su cuerpo, cada tanto volviendo a reclamar sus labios y deleitarse con esos besos más profundos cuando permitían que sus lenguas dancen. Gimió encantada cuando él le agarró el trasero con sus fuertes manos, y la incitaba a moverse contra su entrepierna, primero a un ritmo más cadencioso, y luego con más ímpetu, mientras ella continuaba consintiéndolo. De pronto, Kohaku abrió mucho los ojos y jadeó fuerte, sorprendida con una nueva e intenta sensación que comenzaba a formarse en su interior, algo que no había sentido nunca antes. Tsukasa lo notó, y disminuyó el ritmo, dudando de lo que significaba esa expresión.
- Kohaku, ¿estás bien? ¿Te molestó algo?
- No, no... Sigue... sigue –Lo urgió, empezando a moverse ella, ya que esa sensación comenzó a desvanecerse apenas él se había detenido– No sé cómo explicarlo, es algo que me entumece el cuerpo, pero se siente muy bien.
A pesar de su inexperiencia de estar con una mujer, Tsukasa entendió rápidamente lo que eso significaba. Posiblemente Kohaku no sabía lo que era un orgasmo, pero sin dudas que estuviera rozando tan continua e intensamente su clítoris aún a través de la ropa la estimulaba para alcanzarlo. Una sonrisa deslumbrante se dibujó en su rostro, que intrigó a la rubia que no entendía por qué él reaccionaba con tanta felicidad, y luego asintió y reanudó sus movimientos, con más ímpetu y continuidad.
- Kohaku... –Murmuró con voz forzada, apenas manejando lo bien que se sentía él también, tenía que concentrarse o terminaría antes que ella si se dejaba llevar demasiado– Te vas a sentir muy bien... Déjate llevar... Confía en mí.
Ante eso, que no terminó de entender, la joven asintió con curiosidad. Tampoco podía pensar demasiado, y su cuerpo comenzaba a moverse solo, las manos de Tsukasa en su trasero más bien sólo acompañaban. La sensación era muy particular, era como un imán que la incitaba a seguir más y más, ese continuo roce del generoso miembro del pelilargo, todavía oculto bajo su ropa interior, contra su intimidad era simplemente adictivo, y se volvía tan prioritario continuarlo como respirar. Cada segundo se volvía más intenso tenía la sensación de que iba a suceder algo que eventualmente "desbordaría", aunque no sabía qué, de su boca salían incontrolables gemidos que apenas podía acallar. Se sintió incómoda cuando notó que le costaba controlar los movimientos de su cuerpo, se volvían más erráticos, al tiempo que encontraba cada vez más difícil respirar normalmente, y sentía un calor infernal en el rostro y en el cuerpo, en especial en su bajo vientre. A la vez, la sensación era demasiado buena y no quería detenerse.
- Tsukasa... No puedo... Seguir... –Logró mascullar entre jadeos y gemidos, mientras notaba que su cuerpo se ponía rígido y unos temblores la recorrían.
- Te ayudo –Le susurró con dulzura, y alcanzó a levantar la cabeza y darle un beso en los labios.
Por dentro, Tsukasa estaba rogando de que ella pronto alcanzara su orgasmo, porque necesitaba alejarla y recuperarse, estaba muy cerca de su propio límite también. Tenía que agradecer que eso fuera todavía un roce exterior y a través de la ropa, estaba seguro que, si hubieran estado intimando realmente, no hubiera resistido tanto. Para colmo, no ayudaba que podía admirar perfectamente sus hermosos pechos, la primera vez que veía a una mujer desnuda, o casi desnuda, y eso también lo calentaba mucho. Por suerte, no pasó más de un minuto de ese intenso e ininterrumpido ritmo, cuando Kohaku abrió su boca en un gemido ahogado, y cerró sus ojos con fuerza, mientras unos temblores mucho más notorios sacudieron involuntariamente su cuerpo.
Ella sola se detuvo y se alejó del íntimo contacto instintivamente, la sobrecarga de nuevas sensaciones abrumándola, desconectándola del mundo y de la realidad, ningún pensamiento pasando por su mente, su sensibilidad cruzando nuevos límites. Unos segundos después logró volver a incorporar una bocanada de aire, y jadeó pesadamente junto a un entrecortado gemido que demasiado tarde logró expresarse.
Tsukasa aprovechó su momento para recuperarse también, disimulando con sutileza lo peligrosamente cerca que había estado de terminar, no tenía tanto control de su propio cuerpo en ese sentido. La abrazó de forma contenedora y dulce, mientras la guiaba suavemente hasta recostarla a su lado. Miró a Hyoga entre satisfecho y con una expresión de culpa por haberse llevado casualmente la exclusividad de ese hermoso momento de placer de Kohaku, pero el lancero no se veía celoso o molesto, sino más bien apreciando lo que sin dudas había sido un trabajo en equipo. Qué más querían ambos que darle todo el placer y la felicidad posible a ella, ninguno iba a ser egoísta o a reclamar, al fin y al cabo, estaban ambos ahí y no habían terminado todavía, había cosas más importantes que el ego o el orgullo.
- ¿Qué...? ¿Qué...? –Kohaku apenas podía murmurar mientras jadeaba, sin entender qué había sucedido con su cuerpo.
- Eso fue un orgasmo, el máximo de placer físico que el cuerpo puede experimentar–Explicó Hyoga– Tenía mis dudas de que pudiéramos llevarte a uno, así que considérate afortunada.
- Oh... Entiendo. ¿Y ustedes?
- A nosotros nos conviene que suceda a final, porque no vamos a poder seguir después de eso, a diferencia tuya. No preguntes ahora, es así el cuerpo del hombre.
Kohaku asintió, agradeciendo la respuesta, y dándose cuenta de cuánto desconocía aún de su propio cuerpo.
- ¿Estás bien, Kohaku? ¿Podemos continuar? –Le preguntó Tsukasa, con una fina sonrisa.
- Sí, me gustaría.
Se sonrieron entre sí, y el luchador miró a Hyoga y le hizo un sutil gesto con la cabeza, dándole a entender que podía empezar. El lancero se recostó igual que los demás, y la agarró por la cadera para jalarla y girarla de costado. Ya había quedado fascinado antes con la belleza de la parcial desnudez de Kohaku, y quería hacer algo más que mirarla. Se sintió arrebatado cuando recibió de parte de ella una mirada muy brillante y cálida, le costaba aceptar que el calor de su cuerpo a veces era mucho más fuerte en el pecho, que en otros lugares más obvios. Y su corazón se aceleró un poco cuando fue ella la que lo abrazó y enredó sus piernas con la de él, al tiempo que recortaba la distancia para besarlo.
Kohaku ya había consentido a Tsukasa con tentadores besos y caricias, y estaba esperando el momento de hacer lo mismo con Hyoga. Aprovechando que el castaño no parecía que fuera a participar en ese momento, se impulsó para pasar la pierna superior por encima de las del lancero, y sentarse así a horcajadas de él. Sentir cómo unos segundos después se reafirmaba su dureza fue de lo más satisfactorio, pero no quería ser egoísta y buscar su placer otra vez, sino dedicárselo a él. Apoyó las manos en el firme y marcado abdomen, acariciando con sus yemas, bajando un poco hasta rozar esa tentadora musculatura parecía una flecha que señalaba su sexo. Tenía una tentación enorme por seguir esa natural sugerencia, pero se contuvo, había mucho más de él por tocar. Volvió a subir desde el abdomen, y a medida que lo hacía, dejaba a su cuerpo inclinarse y acercarse hasta tocar el de él. Saboreó su piel con seductores besos, no tan salvajes como los que le había dedicado el joven, pero comenzó la intensidad del momento con mirarlo a los ojos mientras lo hacía.
Ante eso, Hyoga siseó, esa imagen había sido mucho más atrevida en su mente. Estaba disfrutando mucho eso, pero por primera vez le ganó la impulsividad a él, quería más. La agarró por la cintura y la alejó de su cuerpo, permitiendo así que sus manos pudieran deslizarse hacia arriba hasta llenárselas con los generosos y turgentes pechos de ella. Su mano los cubría perfectamente, como si estuviesen hechos para acunarlos, y los masajeó tentadoramente. La sensación era más que agradable, blandos y a la vez firmes, cálidos y con cierto peso, podía entender la fascinación masculina general por los pechos, comenzaba a unirse al club. Tanto, que no le alcanzó con tocarlos, además de que comenzaba a sentirse torpe haciéndolo mucho rato, por lo que, en un rápido movimiento, la abrazó y la giró para recostarla otra vez contra el suelo, él poniéndose encima y entre sus piernas. Sin darle tiempo de reaccionar, se acomodó para poder besarlos, una sensación aún más adictiva. Que Kohaku gimiera suavemente de placer y le agarrara los mechones de su cabello no hacía más que incitarlo a seguir y a ser más intenso, lo cual le salía con mucha facilidad últimamente.
Apasionado, apoyó un codo a un lado para no aplastarla con todo su peso, y dejó que su mano libre recorriera la figura de ella en una larga caricia, hasta posarse en el trasero, y empujarlo hacia él, aumentando la deliciosa fricción. Jugando un poco más, metió la mano por debajo de las bragas de Kohaku cuando repitió la caricia, y como ella más bien empujó sus caderas hacia él buscando más, se sentó sobre sus pantorrillas ágilmente para sacárselas de una vez. Aunque ella no se quejó, sí se sonrojó un poco, era la primera vez que alguien la veía enteramente desnuda. Y no sólo un hombre, dos, por más que el otro estuviera todavía a un lado.
Un poco nerviosa, no quería ser la única así de expuesta, con lo cual se adelantó para agarrar el calzón blanco de Hyoga y jalarlo hacia abajo de una vez. El lancero alzó las cejas, no se esperaba esa impulsividad, y apenas pudo contener la sonrisa maliciosa cuando vio cómo los ojos de Kohaku se abrieron mucho más, y su rostro se puso furiosamente sonrojado. Evidentemente la rubia no se esperaba que el miembro de Hyoga saliera de su prisión de tela con ese impulso, y de seguro que nunca había visto a un hombre desnudo antes.
La boca de la joven se secó, al tener frente a ella en todo su esplendor el apreciable sexo de su amante. Tenía sus dudas de si iba a ser cómodo cuando intimaran completamente, pero luego un escalofrío la recorrió cuando no pudo evitar mirar de reojo a Tsukasa, cuyo bulto bajo su ropa interior era incluso más notorio. Si quería hacer las cosas "parejas" como hasta entonces, cuando era evidente que ya estaban por hacerlo completamente, tenía que desvestirlo, o pedirle que lo hiciera él mismo. Titubeante, estiró una mano al lado, dirigiéndola hacia la entrepierna del luchador. Tsukasa estaba sonrojado de pena, no tanto por quedar desnudo, sino porque podía anticiparse a la reacción de consternación de ella al verlo, era claro como el agua lo que estaba pensando.
- ¿Quieres que me lo saque yo? –Preguntó con una nota de diversión en la voz, compadeciéndose.
- De a poco –Contestó la rubia con una sonrisa culpable. No podría manejar su expresión si lo que sea que había entre los calzones de Tsukasa, salía "rebotando" con tanto ímpetu.
Sonriendo tímidamente, el pelilargo levantó las caderas para bajar su ropa interior primero por su trasero, y luego la bajó completamente, su miembro al fin libre y presentándose orgullosamente vigoroso. Kohaku quedó boquiabierta sin disimulo, y luego cerró los ojos y tragó duro, haciéndose a la idea de que ella había querido eso.
- Kohaku, no te preocupes, vamos a ir de a poco –La tranquilizó, acariciándole la mejilla con ternura.
- Si estás así de nerviosa por nada, sin dudas será más difícil para ti acostumbrarte –Espetó Hyoga, demasiado sincero.
"Por nada" repitió Kohaku en su mente. Pese a que no coincidía con que ellos estuviesen dotados con poco más que "nada", sabía que en el fondo tenían razón. Asintió, respirando muy profundo.
- Como dije, de a poco –Insistió Tsukasa.
Pese a que no sabía cómo tocar bien a una mujer íntimamente, entendía que esa era una buena forma de relajarla y acostumbrarla, no pensaba ser tan bruto como para hacerlo directamente. Dado que él había disfrutado el primer orgasmo de Kohaku, le parecía justo que fuera Hyoga quién tuviera la primera experiencia sexual completa con ella. Claro que también sería un poco más fácil, su tamaño era más cómodo que el de él para empezar. A cambio, sus manos eran un poco más grandes que las del lancero, por lo cual podía prepararla él. Miró a Hyoga y le susurró su idea en breves palabras, el otro asintiendo de acuerdo.
Se acercó a Kohaku, medio abrazándola para guiarla a recostarse junto a él, ofreciéndole su antebrazo como una almohada, mientras su otra mano la acariciaba tiernamente, también tocando por primera vez sus pechos y encontrando muy placentera la sensación. La besó largamente en los labios, poco a poco percibiendo cómo volvía a relajarse, y cuando la sintió corresponderle y que lo acariciaba, comenzó a bajar su mano para acariciarle el abdomen, y luego seguir el camino hacia su pubis. La notó estremecerse bajo su toque, él también expectante, y continuó rozando muy suavemente la zona. Recorrió su intimidad externamente de esa forma, sintiendo cada parte de ella, deteniéndose en esa pequeña protuberancia tan sensible que la hacía gemir sonoramente. Dejó su dedo pulgar allí, mientras que estiró la mano hacia abajo para tocar con la yema de sus dedos la entrada. El que soltó un pequeño gemido de sorpresa y de apreciación fue él, cuando percibió la abundante humedad que había allí, parecía estar más que excitada, lo cual facilitaba las cosas.
Con mucho cuidado, comenzó a introducir apenas una falange de un dedo, muy de a poco, para tentarla. Afortunadamente, ella recibió ese toque con placer y anhelo, empujándose contra su mano. Presionó un poco más, profundizando la intrusión, y sintió un pequeño cambio dentro de ella. Definitivamente era una ventaja lo húmeda que estaba, era muy conveniente. La oyó jadear y abrir los ojos, quedándose quieta y expectante.
- ¿Cómo te sientes con esto? –Le preguntó con suavidad.
- Es raro, pero raro... bien.
- Mejor así –Asintió aliviado.
Concentrado en su tarea, vio cómo Hyoga se decidía a acariciarla también cintura para arriba, lo cual ciertamente ayudaría a que ella no estuviera tan pendiente de las sensaciones solamente dentro de ella. Continuando, introdujo completamente su dedo, ahogando el jadeo de la joven con un beso. Removió su dedo un poco, para volverlo a introducir y repetir ese movimiento varias veces, hasta que la sintió relajarse un poco más. Sabía que necesitaría más que eso para estar cómoda también con Hyoga, por lo que salió casi completamente, antes de animarse a agregar un segundo dedo. Esa vez, Kohaku inspiró bruscamente de forma audible, como quién se mete de pronto en aguas muy frías, y lo miró a los ojos.
- Si puedes con eso, un poco más y vas a poder conmigo –Susurró Hyoga junto al oído de la rubia, animándola de una peculiar forma.
Tsukasa tenía que admitir que encontraba de por sí muy excitante la sensación de introducir sus dedos en la húmeda y muy cálida cavidad, una parte de él no podía esperar para poder fundirse con ella íntimamente. Dejándose llevar por esos pensamientos, instintivamente movió sus dedos con más decisión allí dentro, mientras su oído se deleitaba con los cortos jadeos y gemidos de su amante. Kohaku se había aferrado al brazo que la tocaba, su boca no terminaba de cerrarse ante la nueva e invasiva sensación, difícilmente descriptible ya que estaba en un límite muy estrecho entre placer y dolor. Cuando Tsukasa consideró que el interior de la joven había cedido lo suficiente, removió sus dedos de allí, y le dio un último y amoroso beso antes de alejarse un poco, dejándole un cómodo espacio a Hyoga.
El peliblanco se sentó para moverse y acomodarse entre las piernas de ella, doblándoselas contra el cuerpo lo más abiertas posible para facilitar el acceso. Ya estaba bastante excitado, pero se recostó ligeramente contra ella para frotar sus sexos juntos, quería hacerla desearlo, que ella lo necesitara. Procuró que su miembro roce completamente la zona, gimiendo suavemente ante la sensación repentinamente más húmeda y resbalosa de la lubricación natural que salía de ella, preparándose para recibirlo. Cuando se encontró naturalmente con la entrada, redujo sus movimientos al mínimo, y se ayudó a alinearse, para cambiar a empujarse casi imperceptiblemente. Dicha provocación que la mantenía expectante llegó a ser demasiado para Kohaku, que empujó su cadera hacia adelante para buscar un poco más de alivio, comenzaba a arder de deseo. Al notar eso, Hyoga sonrió victorioso, y se presionó con más decisión, entrando a mayor profundidad.
- ¡Aaaahh...! –La rubia soltó un largo gemido antes de apretar los dientes, mirando con intensidad los oscuros y a la vez vibrantes ojos azulados de su amante– Hyo...ga...
- ¿Tan pronto y gimes así mi nombre? –Le preguntó en un susurro, provocador. Luego la miró un poco más serio, y pasó sus dedos por mechones sueltos de los cabellos rubios, con honesta preocupación– ¿Estás bien?
- S-sí... Es... intenso... Pero sí.
- Bien, voy a seguir un poco más.
Salió un poco de ella, lo que le robó un entrecortado jadeo e hizo que se abrazara a su espalda con fuerza. Ya estaba hecho, estaban compartiendo juntos su primera vez, y el saber eso junto con la ciertamente intensa sensación lo emocionó un poco. Para hacerla sentir mejor, le dio un profundo beso en la boca, y se empujó más hondo dentro de ella al tiempo que también empujaba su lengua, una magnífica combinación. Siseó un poco cuando las uñas de la joven se clavaron en su espalda, pero no lo había detenido al menos. Tomó eso como una indicación de que seguía medianamente bien, acomodándose y aceptándolo poco a poco. Estaba excesivamente apretada alrededor de él, su miembro cabía demasiado justo y de forma trabajosa, lo que no lo ayudaba a contener su excitación. Tenía la impresión de que ese encuentro no iba a durar mucho así, había sido mucho más fácil controlarse cuando se frotaba contra ella a través de la ropa, pero sentir tanta suavidad, calidez y humedad eran enloquecedores. Con mucha lentitud, terminó de empujarse hasta entrar completamente en ella, y se detuvo durante varios segundos para dejarla acostumbrarse.
- Lo haces bien, muy bien –La felicitó con sus típicas palabras, sonriéndole un poco y mirándola a los ojos– Avísame cuando estés lista para seguir.
- Creo que ya puedes, estoy bien.
- ¿Duele? Sé honesta.
- Un poco... Pero a la vez se siente bien, ¿es normal?
- Sí, para una mujer sí, tengo entendido.
Con la aprobación de ella, reanudó lentamente sus movimientos, lenta y gradualmente entrando y saliendo, por suerte le parecía que cada vez era más fácil hacerlo, y correspondía con que le veía el rostro más relajado y sus gemidos eran más serenos. Poco a poco él se relajaba también de las abrumadoras sensaciones, y se permitía conectarse realmente con ella. Nunca nadie lo había hecho sentir así, en especial a alguien tan estoico y sombrío con él, que reconocía que había causado bastantes problemas y dolores en el pasado, y que Kohaku fuera la primera que no tenía reservas en acercarse había sido muy valioso. No, ella era muy valiosa. Le dolía tener que separarse a tan poco de reconocerlo, al menos podía estar tranquilo de que se había dado cuenta a tiempo, y que pudieran compartir un momento como ese, más allá de que no fuera el único dueño de su corazón y su cuerpo.
Le quitó las manos de su espalda para apoyarlas contra el suelo, y entrelazó sus dedos con los de ella para reforzar su conexión mientras vivían ese íntimo encuentro, y se sintió aún más increíble cuando Kohaku comenzó a responderle y moverse a la par, sincronizando los movimientos de sus cuerpos. Nunca en su vida había luchado tanto contra su auto-control como en ese entonces, era una sensación demasiado placentera para poder controlarla, no se esperaba estar a merced de su cuerpo en lugar de su voluntad, lo que para él normalmente se consideraba debilidad. Podía sentir ya la dulce tensión de la liberación comenzando a formarse, y no se decidía en si salir de ella y bajar su excitación para prolongar más su participación en ese momento, o si ceder a su necesidad y aumentar su velocidad e ímpetu para acercar su ansiado clímax. La primera sonaba más prometedora, pero ni él ni Tsukasa eran tan experimentados como para saber realmente lo que hacían más allá de lo básico, y prefería disfrutar de principio a fin su momento a solas con ella.
Claro que era tentadora la imagen de esa posibilidad, los dos hombres dándole placer, pero eso implicaría una sincronización con el otro, y un repertorio de movimientos que no tenían, lamentaba en ese momento su juventud y su falta de interés en el tema en su vida en el mundo moderno. Cambió gradualmente el ritmo a uno más sentido y cadencioso, percatándose de cómo era más consciente de las sensaciones de cada vez que se empujaba dentro de ella. Satisfecho, pensó que podría mantenerse así unos minutos más, pero sus esperanzas peligraron cuando los ojos aguamarina y llenos de deseo y placer buscaron los suyos. Tal vez había sido algo inocente de parte de Kohaku, pero esa mirada entrecerrada y esa expresión sonrojada y jadeante eran demasiado para él, además de que le había apretado los dedos de las manos a la par. No pudo controlarse más, un cosquilleo lo recorrió entero ante eso, y volvió a aumentar el ritmo de sus embestidas gradualmente, hasta que llegó a un punto en que su cuerpo continuó solo, palpitando la próxima liberación. Le dio un último beso profundo en los labios y salió a tiempo, poniéndose de espaldas a ellos para tocarse y poder acabar fuera de las capas de piel.
Kohaku giró la cabeza para mirarlo, mientras respiraba agitadamente, todavía con el eco de las nuevas e intensas sensaciones recorriéndola enteramente. Como parecía que al menos por el momento con Hyoga ya había terminado la interacción, la rubia alcanzó a acariciarle la espalda cariñosamente. El lancero volteó la cabeza para responderle con una suave sonrisa y agarrarle la mano, y luego se acostó pesadamente boca arriba a para recuperarse, estaba extasiado.
Tsukasa entendió que podía ser un buen momento para acercarse y tener su esperado momento íntimo con Kohaku. Le había dado la impresión de que Hyoga había hecho todo hasta el final y sólo ellos dos, no por egoísmo, sino porque no había podido contenerse. Lo imaginaba y lo entendía, lo cual le despertó algunas dudas de cómo iba a rendir él. Al menos lo tenía un poco más fácil que la rubia se estaba acostumbrando y llevando bien la penetración, lo que más le preocupaba antes. Se acercó a ella, recostándose a su lado, permitiéndose recorrerla con la mirada de la cabeza a los pies, hipnotizado con su belleza, y agradecido con saberse amado de tan maravillosa mujer.
- Tsukasa, no te quedes sólo mirándome tanto rato, es incómodo –Le reprochó, sonrojándose.
- Lo siento, no puedo evitarlo, eres hermosa de tantas formas –Contestó con una pequeña sonrisa– Pero no te preocupes, haré algo más que mirar.
En lugar de acercarse más, la agarró por el trasero y la jaló hacia él con decisión, haciendo chocar sus cuerpos, recostados de lado. Buscó sus labios primero, dándole cortos y tiernos besos, mientras una de sus manos la acariciaba. Como siempre, Kohaku era más ansiosa, y comenzó a juguetear atrapando los carnosos labios del castaño entre sus dientes. Tsukasa soltó una pequeña risa, y le siguió el juego, entre esquivando los intentos de mordiscos, y buscando atrapar los de ella. Tomándolo como un divertido desafío, la joven fue más rápida en esquivarlos, a su vez buscando formas de "atacarlo", aunque los reflejos de Tsukasa eran demasiado buenos hasta para eso. No pudieron contener risas más abiertas.
- Después no se quejen cuando les dicen que son como leones –Murmuró Hyoga, sin poder creer cómo habían pasado de un clima tan sensual a reírse y mordisquearse como si fueran niños.
Los susodichos sonrieron con diablura, y Kohaku puso fin a ese juego, atrapando el lóbulo de la oreja del pelilargo, y luego susurrándole sólo para sus oídos.
- No me molestaría ser tu leona.
Tsukasa se estremeció agradablemente ante eso, y le acarició la mejilla, antes de compartir un largo y mucho más tierno beso, que aprovechó para luego continuar un sendero descendente de otros más, desde el fino cuello. Alcanzó los pechos de ella, al fin pudiendo su calor y suavidad, tan llenos y que cedían fácilmente a sus besos y caricias, se amoldaban a la presión de sus labios. Cuando la oyó gemir largo al cubrir con sus labios uno de los rosados pezones, entendió que bien podía seguir consintiéndola en esa sensible zona, y replicó uno de sus profundos besos usando su lengua allí. El gemido en respuesta fue música para sus oídos, y repitió varias veces más esa forma de darle placer, también sobre el otro pecho.
Kohaku sentía todo su cuerpo caliente, no había mejor sensación que la divina boca de Tsukasa sobre su piel, y pronto el placer que sentía allí arriba, se replicaba también en el interior de su bajo abdomen, punzadas de necesidad ardiente que quería calmar. Rodeó con su pierna la cadera del luchador, atrayendo su entrepierna hacia la de ella con el empuje de sus talones. Los dos soltaron un jadeo de gusto cuando sus pieles aterciopeladas tomaron contacto, y comenzaron e empujarse uno contra otro para buscar más de esas sensaciones. Pero Kohaku estaba necesitando sentir más de él, su interior extrañaba esa flamante e intensa sensación de llenarse con sus amantes. Decidida, bajó su mano para rodear el miembro de Tsukasa, deleitándose con el tacto grueso y duro, y lo tocó un poco. La ardiente mirada que recibió de aquellos orbes cobrizos la estremeció, había una súplica implícita en ellos.
Se acomodó y levantó más su pierna superior para alinearlo con su entrada con más facilidad, y lo miró a los ojos para pedirle silenciosamente que entrara en ella. Lo vio asentir con una sonrisa nerviosa, e inmediatamente comenzar a empujar. Pero no esperaba sentirse tan abrumada con la diferencia de tamaño, y soltó un fuerte jadeo que estuvo más cerca de un grito ante ese ardor un tanto doloroso, mientras apoyaba la mano en el pecho de él para detenerlo.
- Perdona, ¿te lastimé? –Preguntó preocupado.
- Sí... No... Es decir, no hiciste nada malo. ¿Puedes ir más despacio?
- Claro –Asintió, tomándole la mano que estaba en su pecho, y dándole un suave beso.
No era tan fácil controlar sus movimientos desde esa posición, por lo que la guió delicadamente para que apoye su espalda un poco más contra el suelo, quedando medio encima de ella, y volvió a empujarse, mucho más lento y medido. Le apenaba verla cerrar sus ojos con fuerza y fruncir su ceño, una clara expresión de dolor que no le había visto cuando intimaba con Hyoga, no quería incomodarla, se suponía que tenía que ser algo placentero y hermoso para ambos. Él se había sentido en el cielo ante esas primeras sensaciones de estar dentro de ella, tan cálida y apretada, pero no lo valía si era el único que lo disfrutaba.
- Kohaku, si te duele mucho no tenemos que hacerlo, podemos seguir de otra forma –Le dijo en voz baja.
Salió un poco, pero para su sorpresa la joven lo detuvo apoyando una mano en su trasero, y lo retuvo ahí.
- No, por favor... Quiero esto contigo, Tsukasa –Gimoteó mirándolo.
- Lo sé, yo también, pero no puedo verte sufrir, y sería peligroso si te lastimara.
- No me vas a lastimar nunca, si se trata de ti –Susurró con una mirada dulce, dándole un cariñoso beso en los labios.
- Hmm
Tsukasa sabía que no lo haría, al menos no voluntariamente, y le ardió el pecho con las dulces palabras de su amada. Asintió, dispuesto a continuar, pero tuvo una idea que sería más fácil para ambos, y salió de ella. Antes de que Kohaku replicara, se sentó y la levantó para ubicarla encima de él, las fuertes piernas de ella a cada lado de su cuerpo.
- Oh... Buena idea, sí.
Kohaku se abrazó al cuello de Tsukasa, y dejó que esa vez fuese él quién los ayudara a alinearse. Cuando lo vio asentir, comenzó a bajar su cuerpo lentamente. Entreabrió sus labios en un gemido ahogado, tal vez en esa posición tenía más control de la velocidad y profundidad, pero también lo sentía más intenso y apretado, curiosamente. Aun así, confiaba en que, si aguantaba un poco, esa sensación desaparecería, tal como había sucedido con Hyoga. Infinitamente lento continuó bajando, sintiendo esa expansión abrasiva en su interior, colmándola, fundiéndose los dos cuerpos en uno. Ayudaba mucho que Tsukasa estuviera besándole el cuello y los hombros mientras tanto, animándola y haciéndola sentir mejor, hasta que logró recibirlo enteramente. Soltó un suspiro de alivio y sonrió satisfecha, el castaño devolviéndole una sonrisa de felicidad y plenitud de que lo habían logrado.
Se quedaron unos segundos así, en los que Kohaku respiró profundamente y absorbió las sensaciones de su interior, hasta que se animó a comenzar a moverse. Sin embargo, cuando levantó las caderas para salir un poco, la sensación fue igual o más intensa, y requirió otro tanto de paciencia y de soportar el ardor, seguía estando en esa fina línea entre placer y dolor. Sin dejarlo salir completamente, volvió a hundirse en él, esa vez sintió menos molestias. Entusiasmada con esa realización, continuó moviendo su cuerpo arriba y abajo, hasta que cada vez la incomodidad se volvía más lejana y sorda, y un renovado placer la recorría, expandiéndose por todo el cuerpo.
Tsukasa sonrió abiertamente, feliz con que le parecía que Kohaku se veía cada vez más cómoda recibiéndolo. Llevó sus manos al trasero de la rubia, apretando sus dedos allí y guiando y reforzando los movimientos de ella, alentándola a aumentar el ritmo. Aunque no tenía mucha movilidad en esa posición de sentado, empujó sus caderas hacia arriba como pudo, sincronizándose con ella, gimiendo ambos a la par ante el delicioso y abrumante placer que los envolvía. Buscó los orbes aguamarina, mirarla mientras lo hacían le aceleraba el corazón y lo hacía sentir aún más emocionado, era una conexión instintiva y muy fuerte. Cuando ella le devolvió la mirada, le sonrió con dulzura, la abrazó por la cintura, y adelantó la cara para darle un profundo beso. Eso fue incluso mejor, unidos de todas las formas posible, entre sus intimidades, sus bocas y fuertemente abrazados, eso sin dudas no era simplemente sexo, era lo que se llamaba hacer el amor, así lo sentía él. Las palabras salieron de su boca sin filtro, una expresión más que exponía su corazón abierto, y lo que significaba para él que estuvieran compartiendo eso.
- Kohaku... Te amo.
La rubia jadeó suavemente, no terminaba de acostumbrarse a que le dijeran palabras tan sentidas, la emocionaban profundamente. Se pensaba torpe con sus palabras, por lo que en su lugar le respondió con el más amoroso beso que pudo darle, y aumentó el impulso con el que se empujaba contra él. El dolor había quedado atrás completamente, y cada vez que lo sentía llenarla imposiblemente, buscaba ir un poco más profundo. No estaba percibiendo esa increíble ola de placer que había alcanzado un rato antes, pero se sentía muy bien igual, y recordaba que Hyoga había dicho que más bien estaba gratamente sorprendido de que lo había alcanzado una vez al menos.
Tsukasa estaba ya notando su necesidad de liberación acechando, pero antes que su cerebro quedara anulado con el orgasmo, como sabía que sucedería, la detuvo y la levantó para salir de ella. Kohaku lo miró extrañada, pero no tuvo tiempo de preguntarle cuando él la llevó contra el suelo, y la volvió a girar de lado. Lo vio mirar a Hyoga, y hacerle un gesto para que se acercara. No sabía lo que pretendía, pero confió en él, y en el fondo estaba contenta de poder incluir al lancero, ella había gozado en todo momento con uno u otro, pero ambos se habían apartado y turnado. Tsukasa le levantó la pierna superior y la pasó por encima de su cadera, para luego volver a alinearse y entrar en ella, mucho más fácil ya. Comenzó a moverse otra vez, mucho más cadenciosamente, con lo cual sentían cada centímetro del avance de sus sexos uniéndose, sus cuerpos ondeando juntos de forma sincronizada buscando más y más.
Hyoga creyó entender lo que el pelilargo le estaba proponiendo, y ciertamente había lugar para él allí, al menos para acariciar a su preciada amante. Se acercó hasta que su pecho se topó con la espalda de Kohaku, y deslizó sus manos para abrazarla por detrás, aprovechando para besarle el cuello y los hombros. Estaba bien con eso, pero de pronto vio que Tsukasa se había empujado más fuerte contra ella, y además de hacerla gemir sonoramente, ese movimiento había hecho que el trasero de ella chocara con la entrepierna de él. El peliblanco alzó las cejas, y alcanzó a ver al otro hombre mirarlo y guiñarle un ojo, demostrando que lo había hecho adrede. Tomó ese gesto como una sugerencia para disfrutar un poco más, a la par de hacer sentir más caliente a Kohaku, entre ambos cuerpos presionando contra ella y consintiéndola sensual y sexualmente. Ciertamente, estaba poniendo en su lista mental de favoritos el hecho de frotar su miembro contra el trasero de ella, que ya se había vuelto a despertar completamente, era muy excitante y se sentía muy bien. A la par que frotaba y empujaba contra ella de esa forma externa, subió sus manos para acariciarle los pecho, aunque con eso era evidente el enredo de brazos y piernas entre ellos.
- Estoy cerca... –Susurró Tsukasa con voz ronca– Kohaku, ¿puedo ir un poco más fuerte?
- Sí, sí.
Agradeciéndole con un corto beso, comenzó a moverse más rápido y con más vigor, dejando escapar gemidos y jadeos de placer, era cada vez más abrumador. Por su parte, el cuerpo de Kohaku ardía completamente, derritiéndose de gusto al sentir a ambos hombres tan cerca, estaba adorando cada segundo de eso, no podía ser más afortunada de tenerlos juntos así.
Tsukasa quería aprovechar cada último segundo de aquel encuentro, por lo que llevó su necesidad de liberación al máximo antes de salir de ella. No quiso romper su abrazo con su amada y alejarse en un momento tan sublime, por lo cual se dejó ir contra la piel de ella, gimiendo y cediendo a los temblores de su cuerpo, sin dejar de mirarla a los ojos para completar el sueño. Hyoga estaba excitado, pero no tanto como para seguir solo mucho rato, además de que no quería tentar a la suerte de volver a entrar en ella, suficientes riesgos estaban tomando él y Tsukasa al hacer eso sin protección, confiando en que alcanzaría para no embarazarla, ya que ninguno había acabado dentro de ella. En su lugar, dejó de frotarse y se limitó a quedarse abrazado a la joven, los tres respirando aceleradamente y muy juntos, calmándose gradualmente.
Kohaku llevó una mano hacia atrás para medio abrazar a Hyoga por encima, mientras que con la otra lo hacía tocando la espalda de Tsukasa. No era lo más cómodo, pero era su forma de tratar de corresponder el abrazo y las caricias de ambos. Cuando al fin lograron serenarse bastante, la rubia se giró para recostarse boca arriba. Avergonzado porque la había manchado, o rTsukasa agarró el borde de su capa de piel y la usó para limpiarla, era lo único que tenía a mano.
- Perdona, no pude evitarlo –Se disculpó sonrojado– ¿Cómo te sientes?
- Muy bien, me gustó mucho... Bueno, al menos desde que dejó de doler.
- Hmm, ya veo. Perdón por eso también, pero en todo caso me alegro que lo hayas disfrutado.
- ¿Y ustedes? –Les preguntó la rubia con una sonrisa.
- Creo que va a ser para mejor que estos viajes nos separen un poco, porque no iba a ser fácil controlarnos y no poder repetirlo, hasta que no haya una forma de cuidarte –Contestó con una sonrisa amarga Hyoga.
Aunque la mención de la pronta separación les hundió un poco los corazones, era mucho más fuerte la felicidad y plenitud que sentían en ese momento luego de haberse amado así. Estaban demasiado relajados como para apurarse a salir de allí, por lo que disfrutaron un buen rato más de quedarse simplemente acostados, entre suaves caricias y pequeñas conversaciones. Finalmente se levantaron, vistiéndose cada uno, decidiendo que se darían un baño rápido por turnos luego de volver, lo necesitaban.
Salieron de la cueva, y mientras caminaban, Kohaku se ubicó en el medio de ellos y se colgó de un brazo de cada uno, sonriéndoles ampliamente. Ellos le devolvieron la sonrisa, y continuaron caminando así, por más que se encontraran con alguien de camino, sólo parecerían buenos amigos, era esperable luego de todo el evidente acercamiento y confianza de esos meses, inocente a ojos de los demás. Por suerte no lo hicieron, y sólo se soltaron cuando estuvieron cerca de la aldea, Kohaku se fue en otra dirección para darse su merecido baño.
Al día siguiente, llegó la despedida. La única que partiría en realidad era Kohaku, en el nuevo Perseo, los que la acompañaban iban a ser los encargados de recorrer el mundo buscando los materiales que no se conseguían en Sudamérica. Hyoga seguiría allí hasta que terminaran el segundo barco para volver a Estados Unidos y despetrificar a todos los que estaban en el castillo, amigos y nuevos aliados, mientras que Tsukasa quedaría en Brasil con Xeno y el equipo encargado de desarrollar los motores del cohete.
No había lugar para largas y emotivas despedidas, por lo que los dos jóvenes simplemente se acercaron para darle un último abrazo a Kohaku, deseándole mucha suerte. Sus ojos transmitían todos los verdaderos sentimientos y deseos que compartían, con la promesa del reencuentro. No era un adiós, sino un hasta pronto. Y lo que sucedió, quedaría entre los tres.
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Buenaaas! Hasta aquí llegó esta rica historia, espero que la hayan disfrutado, y haberle hecho justicia a la OT3 más potente de los felinos poderosos (pero vírgenes jaja). Estuve con poco tiempo de escritura, pensé que iba a estar antes, pero bueno... se sabe que el último mes del año es bien movidito.
Gracias, como siempre, por leer, comentar, dar amor y reír, disfruto mucho de leer el feedback y compartir todo esto con los que gustan de leer mis historias. Muchas horas lleva escribir (y más largos capítulos), por lo que sus bellas palabritas motivan y alegran el corazón, más cuando estoy cansada.
Anuncios parroquiales: Ahora toca actualizar "Cautivos", luego "Otros Caminos" :), y voy a ver si antes o después de fin de año, escribo los prometidos one-shot de las KohaShipps que me faltan (al menos Mozuhaku y Genhaku), antes de embarcarme en algunas historias más largas potentes que ya tengo en la lista jaja.
Hasta pronto, buena semana!
