Cuando mi madre falleció, me acerqué a la definición de ermitaño. Quienes no me miraban con lástima, lo hacían con el ojo perjuicioso de a quien llamaban un ''caso perdido''. Con el historial de peleas callejeras en mi curriculum, añadir la muerte de mi madre llevó a todos a la unanimidad de suponer mi camino seguro a la perdición. Y si en ese trayecto venía incluido dejar la universidad, iniciar el hábito de fumar, echarme a trabajar en lo primero que aparezca y vivir solo, entonces sí, tuvieron razón.
Pero tengo paz y me siento cómodo conmigo mismo, eso es lo importante al final del día. Aunque Armin y Mikasa no compartan mi visión.
Armin es el único retazo que me queda de esa época. Sigue siendo mi voz de la razón, mi mejor amigo, mi ancla a las cosas buenas de este mundo. Me visita con regularidad y, una vez asegurado de mi bienestar, se marcha. En cuanto a Mikasa... Eso es un poco más difícil de explicar y me da pereza escribir todo ahora.
