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Cuarto Creciente
"Tu flirteo me descubre
Me atormenta en mi único defecto
Me mortifica con esperanza
Posiblemente quizás, probablemente amor"
Possibly Maybe.
Björk
(Fuga)
Remus estaba tan lleno de secretos y silencios que a Sirius no le hubiera sorprendido verlo estallar en algún momento. Le fueron necesarios un año y unos cuantos meses para lograr arrancarle algún pedazo de esa carga que arrastraba con él.
Porque el solo hecho de haberlo conocido y haber pasado con él todo su primer año en Hogwarts no significaba que había logrado descubrir lo que hacía a Remus tan misterioso.
Hasta el momento conocía pocos detalles sobre la vida de su amigo, y ninguno detenía el pensamiento de que había algo escondido en él, sino que hacían todo lo contrario. El más sospechoso de todos, eran sus repentinas y repetidas visitas a casa. Lo que sabía sobre eso no era mucho.
Su madre estaba enferma.
"James, te digo que eso es mentira. Estoy seguro de que la que vi el otro día en la estación era ella. Era igual a la mujer de la foto y ¡sorpresa, tenía una salud impecable."
Eso era lo que él decía.
"Lo más probable es que hayas visto mal. O quizás no era su madre. Puede fácilmente haber sido su tía. Además no sabemos exactamente cuál es la enfermedad…"
Y una sola vez al mes.
"Bueno. Sabemos que siempre se enferma en luna llena. Otra casualidad, dirías. Sabemos que parece ponerse algo violenta. Tú también viste las vendas con sangre en el baño. La cuestión es que yo no creo que Remus esté yendo realmente a su casa. O por ahí es sólo que pensé todo mal."
Tenía que ir a visitarla.
"Sí. Si estás insinuando lo que yo creo que estás insinuando, definitivamente pensaste mal. No sigas con esto, Sirius, estás divagando. Es… es imposible."
Eso era lo que él decía.
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Sirius miraba por la ventana de la habitación.
"Es una linda noche. Y aparentemente, Remus, tienes que visitar a tu madre dentro de poco."
Remus acababa de llegar, con un vaso de agua y la recién terminada tarea de encantamientos, de la Sala Común.
"¿Por qué lo dices?"
James miraba a Sirius con una advertencia en los ojos.
"No lo hagas."
"Falta poco para la luna llena. Siempre vas a verla en luna llena."
El vaso estalló contra el suelo con un estrépito que el silencio resaltó de manera excepcional.
Sirius fue el primero en tomar su varita.
"Reparo."
Remus sólo sonrió, inquieto, a sus compañeros.
"Perdón. Parece que últimamente estoy más torpe que de costumbre."
"Nunca fuiste torpe."
James realmente no quería entrar en terreno peligroso.
"Sirius, basta."
"Remus, quiero que me digas la verdad."
"No sé de qué estás hablando."
"¡Te estoy diciendo que lo dejes tranquilo!"
"¡No, James! Tú también lo sabes, él…"
La cara de Remus había cambiado, y Sirius recordó de repente a un chico en un tren, sumergido en una copia barata y gastada de David Copperfield.
"¿Qué es lo que saben?"
"Remus, estoy cansado de que nos ocultes cosas."
"¿Qué - es - lo - que - saben?"
"Mira, Sirius no te está acusando de nada, ni yo tampoco. Y no sabemos realmente lo que pasa. Pero… es sólo qué…"
"¿A dónde vas en cada luna llena? No salgas con lo de que vas a ver a tu madre. A veces vuelves lastimado, incluso parece que el que está enfermo eres tú."
"Encontramos vendas con sangre en el baño y..."
"Peter te vio el otro día en la enfermería, Remus. Él no pensó nada porque realmente no piensa. Pero yo sí que lo hago."
"Si decidieron jugar a los detectives, está bien. Supongo que estarán encantados con su capacidad de deducción. Ahora sólo tienen que decirlo. Es lo único que falta"
Fue entonces cuando a Remus lo sorprendió todo lo que no estaba esperando.
Los brazos de Sirius que se sentían fuertes, la noción de que no iba a caer, la tranquilidad repentina, la sensación de estar en un lugar seguro.
"¿Por qué no confías en mí?"
Cierto. Podía confiar en él.
Dejó recostar su cabeza en el hombro de Sirius durante un largo rato, soltó un par de lágrimas y respiró tranquilo.
La puerta se abrió de repente y Peter Pettigrew entró comiendo un pedazo de pastel de calabaza.
"Oh. Lo siento. ¿Interrumpo algo?"
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Con el correr de su segundo año en Hogwarts, James Potter comenzó a notar un cambio en dos de sus mejores amigos.
No era ni en Peter, ni en su escoba, ni en el Quidditch (porque ahora no contaba el hecho de que el equipo de Gryffindor hubiera mejorado sorprendentemente desde que él había entrado).
Remus y Sirius parecían estar mucho más cerca el uno del otro que antes. Mucho más cerca.
No es que eso le molestara. Simplemente le parecía extraño. Y lo hacía extrañar, aunque no lo quisiera admitir, al Sirius que prefería planear bromas y hacer chistes antes de perseguir a Remus a la biblioteca.
Además estaba El Plan. Él era el único que lo sabía, aparte de Sirius, claro. Pero lo único que sabía de El Maldito Plan era que su mejor amigo pasaba mucho tiempo planeándolo y que no le decía ni una sola palabra en lo que concernía al contenido.
Se sentía algo estúpido cuando se enojaba con Sirius por todo eso, porque después de todo, los cuatro estaban juntos la mayor parte del tiempo.
Corrección. Los cinco. Su Nimbus 1000 también era parte del grupo.
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Al principio parecía pura coincidencia, algo casual. Un roce de manos, un golpe suave en el hombro, un pequeño toque en la espalda.
No le molestaba. No.
Cuando vio que no terminaba, se empezó a confundir poco. Y recién empezó a preocuparse en el momento en que se dio cuenta de que había tomado forma de algo más que coincidencias y casualidades. Pero lo que él pensaba no podía ser verdad. Porque Sirius no hacía eso apropósito ¿cierto?
No quería que eso pasara, pero pasó. Fue solo cuestión de tiempo, de hecho. La posibilidad de que lo hiciera apropósito fue despertando la imaginación y fue creando otras posibilidades. Que, como si no fuera suficiente, le gustaban.
Le gustaban de la misma manera en que le gustaba intentar alcanzar la sal al mismo tiempo que Sirius.
Se había acostumbrado a pensar en ellas justo como se había acostumbrado a dejar caer los pergaminos en la biblioteca para poder juntarlos con él.
"Una quinceañera cualquiera".
Le daba asco. Era totalmente lamentable.
Y ahora tenía un secreto más.
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A Sirius le gustaba estar cerca de Remus. Compartían algo que ninguno de los dos sabría como llamar. Eran idénticos y completamente diferentes.
No era como si se pasara toda la noche pensando en eso. Por supuesto que no.
Tampoco gastaba todas las horas de clase mirándolo por sobre los libros, plumas y pergaminos de su banco.
Ni siquiera se dedicaba a planear durante horas y horas todos y cada unos de los roces casuales que aparecían cada vez más a menudo.
O, quizás, sí que lo hacía.
Sin embargo, en algún momento que nunca notó, Remus empezó a alejarse cada vez más de él.
Y eso le molestaba.
Acostado en su cama, en ese momento, le molestaba por sobre todas las cosas.
Porque se había cruzado con Regulus cerca del lago y no quería pensar en eso.
Le molestaba por sobre todas las cosas, porque si Hagrid no los hubiera separado, se hubieran destrozado el uno al otro.
Le molestaba porque ahora tenía detención, porque no se habría enojado con Regulus de esa manera si Remus hubiera estado a su lado. Y porque quería hablar con él y no podía hacerlo.
"¿Sirius? Perdón, no sabía que estabas aquí."
"Hm."
"Ya me iba de cualquier manera."
Remus ya había llegado hasta la puerta y la acababa de abrir cuando algo lo detuvo.
"Es tu habitación. No tienes que disculparte."
El tono había sido glaciar. Mucho más frío, incluso, de lo que había sido durante toda la semana.
"Y no tienes que irte porque estoy yo. A menos que te moleste."
"No me molesta."
"Claro que no."
"¿Qué quieres decir?"
"Remus, no me hablas desde hace semanas. Maldición ¡obviamente hay algo que te molesta!"
"Sirius…"
"No tengo ganas de escucharte ahora. Ni de ocupar tu tiempo, porque ya te estabas yendo."
La puerta se cerró con tanta fuerza que los vidrios de la ventana amenazaron con caer en pedazos y los postes de las cuatro camas de la habitación se sacudieron con fuerza.
"Me vas a escuchar y no voy a irme ¿Qué Demonios Te Pasa?"
"¿A mí?. ¡Qué demonios te pasa a ti? Me estás ignorando, lo veo, lo siento, y no quiero que sea así."
"Eso no significa que puedas tratarme o hablarme de esa manera."
Sirius se había levantado de la cama.
"¡Sí que tengo que hacerlo! Te extraño, te necesito, me duele y no te importa en lo más mínimo."
Se detuvo rápidamente, con la expresión de cualquier persona que cree que dijo demasiado. Luego, bajando la mirada en el suelo, caminó los pocos pasos que lo separaban de la puerta.
"Si no vas a salir, permiso, voy a…"
Una mano en su brazo detuvo su camino hacia la salida.
"No vuelvas a decir que no me importa porque no tienes ni la más mínima idea."
"Nunca probaste lo contrario."
"Y yo también te extraño."
"Entonces… ¿por qué estamos así?"
"¿Me necesitas?"
Sirius no pudo evitar sonrojarse notoriamente mientras giraba el rostro hacia la pared.
"Hm...No. Bueno, sí. Yo… Es decir, a veces. Para hablar y todo eso."
"No quiero que te duela, Sirius, y mucho menos por mi culpa."
En ese momento, Remus estaba demasiado cerca como para lograr pensar con claridad.
"Rem…"
"Sí que me importa, idiota."
Bueno. No necesitaba pensar con claridad. No importaba pensar con claridad.
¿A quién le importaba pensar con claridad ahora?
¿Y qué era lo que importaba?
Remus. Sus labios. Y los suyos. Las manos de alguno rozando el rostro del otro, o quizás aferradas a su cintura o quizás en su nuca. Importaban su boca, su mejilla, su pelo, su oreja, su cuello y su hombro.
Importaba que, desde ese momento, nunca iba a cansarse de buscar, encontrar y dejar suspiros entre el pelo castaño y los labios de Remus.
N/a: Ufff... Y esto ni siquiera se termina acá. Espero que les haya gustado.
Creo que en algún momento mencioné una Nimbus 1000. No la inventé. Estoy casi segura que era la que más coincidía con la época, según mis cálculos y los datos extraídos con cuidado de Quidditch through the Ages.
Saludos y muchas gracias al señor Viosil Uab y a las señoritas Zaratustra y Melocotón por sus reviews.
Ahora me despido.
l,
Odio la manera en que hace desaparecer Mis signos de exclamación y de interrogación misteriosamente.
