Navidad en familia, escrita por Yuleni Paredes.

Estelarizada por Candy y Albert (el verdadero príncipe de la colina), personajes protagónicos del cómic: Candy Candy, de Keiko Nagita.

Capítulo 1

Vamos a disfrutaaaar, vamos a difrutaar, vamos a disfrutar la navidaaad. Se oía a lo lejos el villancico que retumbaba sutilmente en los oídos de Candy, quien yacía desnuda al lado de Albert, su esposo bello y adorado. Después de que el día anterior se fueran a dormir temprano; posterior a la visita de Annie y Archie, quienes fueron con la finalidad de arreglar todo lo necesario para recibir a los invitados en la noche más especial del año que anuncia la llegada oficial de la navidad.

Esa canción, tan hermosa que celebraba la navidad, seguía perturbando el sueño de Candy. Sin embargo, empezó a estirarse y a darse de cuenta que, en efecto, había descansado lo suficiente para despertarse con mucho ánimo y anhelo de supervisar la decoración de su hermosa casa, para esperar la dulce llegada de su hermosa hija: Magnolia. Y justo ese nombre le hizo recordar:

─¡Magnolia!¡Oh, por Dios, no puede ser! Mi celular, esa canción es el tono de los mensajes de textos y todos son de mi hija ¡Ay, no! ¿Qué hora es? ¡Albert, despierta! ¡Deja la holgazanería! ¡Dúchate rápido!

─¿Holgazanería, ducharme rápido? ─inquirió Albert con cierta indiferencia, buscando de acobijarse nuevamente.

Candy como en un ataque de histeria lo descobijó.

─¡Dúchate! ¡Ya! Es 24 de diciembre. Mira la hora que es: doce del mediodía…

─¡Del mediodía! ¡Oh, Dios nuestra Magnolia!

Él se levantó y fue directo al baño para alistarse lo más rápido posible. Mientras, ella se arreglaba, al tiempo que buscaba una de sus botas negras navideñas, la cual combinaría con su vestido rojo. Refunfuñaba:

─Esto es culpa tuya. En vez de tomar y hacer ya sabes qué, como si fuéramos un par de adolescentes; nos hubiéramos metido a la cama a dormir ¡Eso!, a dormir tranquilos para despertarnos temprano.

A lo que Albert, contrariado, respondió en voz baja y con una sonrisa ladera:

─Pero si fue tu idea.

─Albert ya deja de hacerme perder el tiempo con tus inconsistencias argumentativas.

─No he dicho nada.

─Te oí perfectamente.

Él recordó la noche anterior.

─Annie eres mi hermana adorada, te quiero mucho hermanita ─decía Candy en tono ebrio.

─Yo también, Candy. Me alegra que ambas nos hayamos casado con los mejores hombres de toda la tierra ─la secundaba su ahora sobrina en el mismo tono de embriaguez.

─Qué bueno… pero miren la hora, ya son casi las ocho y es tiempo que me vaya a dormir con mi esposo, quien me hará ricos y divertidos masajes, o… ¿me los dará frente a ellos, mi querido Bert? ─preguntó Candy jugueteando con su copa de vino blanco (traído desde Francia en especial para la familia Ardlay) a fin de ser usados en sus festividades decembrinas.

─¡Archie, mi esposa ha hablado!, así que nos vemos mañana.

Una vez cerró la puerta, Candy se le guindó al cuello y le envolvió la cintura con las piernas. Se besaban a medida que este subía las escaleras con su mujer encaramada a él.

Y con ese último recuerdo de la noche anterior, Albert regresó a la realidad.

─¡Ponte el abrigó! ─ordenó Candy al tiempo que se resbalaba en el pasillo con uno de los inventos elaborados manualmente por su hijo Andy, quien es el consentido de su sobrino Archie y de su tía Elroy que a sus 93 años tenía la suficiente lucidez para justificar en todo a su nieto-sobrino preferido.

Ella vivía reprochándoles a sus sobrinos el trato desgentil que le daban a su pequeño; sin razón alguna, desde su punto de vista, como aquella vez en que Andy llevó a vivir algunos animales a la casa. Y, Albert y Candy le reprendieron. La tía, en defensa, dijo que él cuando era niño hacía lo mismo, Albert le replicó:

─Sí, pero nunca serpientes y menos neurotóxicas que pueden causar la muerte en fracciones de segundos.

─¡Entiende que las trajo para evaluar el tiempo que precisan las serpientes para que se les reproduzca el veneno en las glándulas verdaderas! ¡Tu hijo es un científico digno de admirar!

─Te la pasas mucho con él.

Esta era una de las tantas discusiones que tenían en basé a su hijo menor, Andy, que si no fuera porque a sus doce años medía casi un metro setenta, de cabellos rubios ondulados y ojos azules, hubieran jurado que lo cambiaron en el hospital o quizás: sea la reencarnación de Stair.

Pues en otra ocasión, su hijo logró adquirir dinamita con una identidad falsa. Él mismo quería hacer sus propios fuegos artificiales. Iba a mostrar su invento en la noche buena, con la intención de crear el cohete más innovador, capaz de hacer brillar en el cielo más de diecisiete colores, con estrellas brillantes doradas y plateadas, por más de quince minutos.

En ese momento, los dos quisieron mandarlo a un reformatorio para que meditara sobre su conducta. Pero, esta vez intervino Archie: diciéndoles que si no lo querían, él con gusto lo adoptaría. Annie ya había accedido a su petición. Su forma de ser le recordaba mucho a su hermano y eso lo hacía feliz. Por lo que Albert y Candy reconsideraron su actitud hacia su muchacho y juntos buscaron la forma de guiarlo en sus "inventos" que, según su chico, transformaría la tecnología ya existente. Este jovencito definitivamente era distinto a su hija mayor Magnolia.

Por cierto, en nada le apetece ser llamada así; aunque, su forma de ser es sumamente dulce.

Candy decidió darle ese nombre en honor a aquellos momentos en los que vivió, junto a su padre, en la casa Magnolia cuando lo cuidó de la amnesia y fue ahí en donde se reavivó el amor del uno por el otro como pareja. Denominando aquel lugar: "su pequeño Castillo". Pese a esta historia del nombre de la rubia de casi un metro setenta de estatura, cabellos lisos rebeldes, con algunas pecas en la nariz y ojos color esmeralda, a ella le resultaba su nombre carente de dulzura, por lo que prefería ser llamada Magni.

─¡Ay!, ese muchacho me va a oír ─advirtió Candy levantándose del piso con ayuda de su esposo, luego de darse tremendo golpe en la cabeza.

─¿Tan pronto regresó? Pensé que llegaría tarde de la casa de la tía Elroy.

─Ya ves que no, ¿qué andará tramando? ─adolorida y dirigiéndose al auto dijo─: ¡no perdamos tiempo, vayamos al aeropuerto!

─Sí, vayamos. En treinta minutos estaremos allá, qué suerte que dejaste todo prepa… ─Albert no logró terminar la frase, porque escuchó un fuerte ruido provenir de la cocina y seguido de ella un pavo rostizado que salió volando por los aires. Al mirar en dirección a su casa, vio a su hijo con un soplete en la mano y con una cara de "yo no fui".

Entre tanto, en el aeropuerto, Magni bajaba del avión.

─Eliot, estoy nerviosa. No sé qué pensarán mis padres cuando te vean.

─Amor, ya eres una mujer de 20 años.

─Para mis padres, sigo siendo la misma niña de tres años que recién ingresa al jardín de infancia.

─Lo sé, pero verás que me ganaré su confianza. Mi padre me ha dicho que son buenas personas. En la adolescencia, tus papás y mi papá se convirtieron en buenos amigos.

Continuará.

Hola, chicas y chicos ¡Ya se abrió el concurso de Fanfics navideños de Albert y Candy! Si deseas participar solo debes ponerte en contacto conmigo, ya sea dejando un comentario o mandándome un mensaje a mi correo que dejaré en la descripción de este video. El regalo al primer lugar es una corrección literaria totalmente gratuita. Gracias. Dios nos bendiga. Mañana el final de esta fabulosa historia. Recuerda suscribirte para más contenido.