Navidad en familia, escrita por Yuleni Paredes.
Estelarizada por Candy y Albert (el verdadero príncipe de la colina), personajes protagónicos del cómic: Candy Candy, de Keiko Nagita.
Capítulo 2
Candy respiró hondo antes de querer ahorcar a su muchacho con sus propias manos.
Su hijo, al verla con cara de pocos amigos, optó por correr.
─¡Oh, cielos, Albert, mira cómo está la cocina! Quedó hecha añicos; pero ese chico, ¡¿qué pretendía hacer?! No alcanzaremos a celebrar la navidad en familia. Hasta las luces se dañaron.
Candy se echó a llorar, mientras Albert buscaba una solución inmediata.
─Llamaré a un grupo de domesticas exprés, en segundos la cocina quedará mejor que antes.
─Será costoso. Extremadamente costoso.
─Nuestra navidad lo vale. Recuerda que soy el heredero universal de la familia Ardlay. El dinero no será problema.
─Gracias, amor, como siempre: me haces feliz. Haces feliz a todos… pero, y… ¿el pavo?
─Desde el auto, haré unas cuantas llamadas y con eso será suficiente.
─Siento que cada día te amo más.
─Y yo a ti, mi pequeña pecosa ─dijo tocándole su naricita respingada.
En el auto, Albert, por medio de su asistente de voz, envió mensajes para saber: ¿dónde podría adquirir un pavo semicocido, de nada más rellenar y meter al horno?, para mantener el sabor de hogar, que es más delicioso y natural.
Sin embargo, todo parecía estar en contra. La cara de Candy reflejaba decepción hasta que por fin, le indicaron la dirección de una tienda ubicada a tan solo cinco minutos del aeropuerto. Viendo así la luz al final del túnel.
Pese a la nevada que dificultaba la visión del camino, pudieron estacionarse sin ningún problema. Candy salió del auto como si fuera un cohete, corrió hacia el área de las neveras de pavos semipreparados, y no vio ninguno, caminó hacia otro pasillo y nada, hasta que por fin desde lejos divisó uno que a duras penas se lograba distinguir, es ahí cuando decida dio grandes zancadas para agarrar la tan anhelada ave precocidad.
Con ojos centelleantes y alegres se dobló para tomar el último pavo que había; pero algo le impedía tomarlo con facilidad, se le hacía cada vez más pesado levantarlo, hasta que de pronto: la halaron hacia adelante.
─¡Abuela, este es mío! ─exclamó una chica delgada, de tez blanca. Su vestimenta era color negra al igual que la pintura de sus uñas, labios y cabellos (recogido en un moño). Candy la fulminó con la mirada.
─¡¿Abuela, niña?! ¿Qué edad tienes?
─Veinticuatro, anciana ─contestó, explotándole el chicle que masticaba en la cara.
─¡Este es el colmo! Tengo cuarenta y cinco. Soy una señora. Veme bien, mantengo mi figura de joven pese a que tengo dos hijos, mi esposo aún se excita al mirarme, dudo que lo mismo pase contigo cuando tengas mi edad, niña tonta ¡co-me ga-to! ─este último calificativo hizo enfurecer a la chica gótica.
─¡Como sea vieja, este pavo es mío! ─expresó y sin más iniciaron un forcejeo que terminó en jalones de cabellos y ropas hasta caerse en el piso.
─¡Estamos en navidad, no en Halloween, vete con tus hechizos a otro lado! ¡¿Vas a hacer brujería con el pavo?!
─¡Suélteme el cabello anciana loca!
─¡Anciana tu mamá!
─¡Candy, Candy! ¿Qué sucede? ¡Quédense tranquilas, por favor! ─pedía Albert preocupado por su mujer, sin querer quedó en medio de la pelea, recibiendo golpes y jalones de parte y parte, hasta que llegaron los de seguridad. Uno de los guardias era el novio de la chica; por lo que Albert al notar que arremetería en contra de Candy, le tomó por la solapa y lo apartó de ella─. ¡Ni se te ocurra tocar a mi mujer! ─dijo Albert con firmeza.
El jefe de seguridad iba a interceder, pero unos niños le tropezaron, haciéndole caer encima de otro cliente que molesto le empujó, desatando una cadena de reacciones que terminó en una especie de motín. Gente peleando y discutiendo por doquier.
Albert, apenas vio el alboroto desatado, soltó al chico y se subió a su mujer en hombros como si fuese un costal de papas, tomó el pavo y salió de ahí antes de que terminaran la noche buena en la cárcel.
Candy mirándose en el retrovisor, dijo:
─Me hubieras dejado deshuesarla. Me llamó… ¡qué rabia!, se atrevió a llamarme abuela. ¿Tan vieja me veo?
─No amor. Hoy día es normal que la mayoría de las mujeres sean abuelas a temprana edad. ¿Sabes? ─La animó con su singular sonrisa─, para mí siempre, serás la misma chica de catorce años que salvé en la cascada. Nunca cambiarás. Eres mi pequeña pecosa de mirada dulce.
─Gracias, mi amor. Ahora sí, vamos al aeropuerto.
Eliot consentía a Magnolia con sutiles besos en la mejilla y nariz; diciéndole que es la mujer más hermosa del mundo y que ella ganó su corazón por medio de su ternura y comprensión, que lo vuelve loco.
─Eliot, mis padres pueden llegar en cualquier momento.
─Está bien, mi amor, es que no lo puedo evitar, lo siento.
El celular de Magnolia sonó y ella contestó:
─Mami, papi, ¿dónde están?
─¡Aquí mi amor, cerca de ti, estamos parados en una venta de chocolates y arreglos navideños!
Magnolia, de la emoción, soltó a su novio para reencontrarse con sus padres. Tenía más de tres meses que se había ido a Inglaterra a estudiar finanzas en Oxford.
Candy corrió a sus brazos llena de felicidad y Albert se les unió. Los tres se abrazaron con alegría.
─Mi hija hermosa. Te extrañamos mucho, ¿has comido bien? Te veo más delgada. Para verte la lengua, necesito saber si estas hidratada ¿Y tus oídos y dientes?
─¡Sí, mamá, estoy bien! Déjame, ja, ja, ja ─Candy resignada ante la petición de su hija, la soltó─. En la universidad me dan buena comida. Recuerda que papá me contrató una cocinera especial, para que se ocupara de prepararme los alimentos, en caso de que por los estudios se me pasara la hora de comer.
─Le he dicho a tu padre que debemos mudarnos a Inglaterra, toda la familia, para estar junto a ti. He visto una propiedad cerca de tu universidad, es un buen sitio.
─Eso estaría genial…
─Magni ─se acercó Eliot.
La mente de Candy daba vueltas, trataba de identificar al chico, se le hacía familiar.
─Mamá, papá. Les quiero presentar a mi amigo… en realidad: mami, papi, lo conocí en Londres, en mis clases de natación profesional, es un buen chico y me gusta tanto como yo le gusto a él… Quería que lo conocieran para que se den cuenta, así como me he dado cuenta yo, de lo buena persona que es.
Albert y Candy se vieron por unos segundos a los ojos de manera desconcertada, regresando la mirada a sus interlocutores. Luego de meditar brevemente la información, decidieron hacer caso a la solicitud de su hija: de darle la oportunidad de conocer al chico que la pretendía, por lo que extendieron sus manos al joven castaño que tenían al frente.
Albert fue el primero en tomar la palabra:
─Espero que mi hija este en lo correcto, señor…
─Eliot Baker Kleis. Soy el nieto de Eleonor Baker…
─Eres hijo de…
─Sí, señor, de Terry Baker y Karen Kleis.
─Es un buen hombre.
─Sí, mi padre vivió, primero, durante muchos años con Susana Marlowe. La acompañó hasta el día de su muerte. Después de un tiempo, se dio la oportunidad de rehacer su vida al lado de mi mamá.
─Por tus venas corre la sangre de la actuación.
─Sí, pero también la de ser un empresario. Me dedicaré a la producción cinematográfica. Soy compañero de su hija ─dijo el muchacho de mirada color miel.
─Bueno, no me queda más que decir: ¡bienvenido! Vayamos a casa. Será una hermosa navidad en familia.
El cielo ya se había oscurecido, lo cual permitió que sus pupilas apreciaran en todo su esplendor las luces blancas que se reflejaban en los pinos bañados de nieve.
Entrando a la casa, notaron la presencia de Annie y Archie junto a su hija Alexa de catorce años; parecida al papá en lo coqueta y a la mamá en lo delicada. Georges y la tía abuela Elroy, también, acudieron a la reunión familiar. Solo les faltaba alguien y ese alguien les preocupaba.
─Hola Candy. Vinimos lo más temprano posible para recibir la navidad en familia. La hermana María y la señorita Pony te enviaron saludos, dicen que nos esperan mañana, desean ver a Magni.
─¡Yo también las quiero ver, prima Annie! ─Exclamó, al tiempo que fue a abrazarla con gran afecto, volteándose en dirección a su enamorado, comunicó─: quiero presentarles… a mi novio Eliot, hijo de Terry, el actor de Broadway.
─Hijo de Terry ¡Fantástico! ─dijo Annie, llevándose ambas manos a las mejillas─ ¡Soy su admiradora!
─Le informaré a mi padre, hermosa dama.
─¡Eres un amor!
─Gracias, me gustaría que ustedes asistieran a una de sus obras navideñas ─murmuraron entre ellos debido a la felicidad que les daría reencontrarse con su antiguo amigo─. De hecho, hará la adaptación de Un regalo para santa, escrita por su fallecida compañera: Susana.
Candy sintió un poco de pena al recordar que la bella actriz partió del mundo terrenal al igual que Anthony y Stear. Albert la abrazó para darle fortaleza.
─Chicos, tengo hambre ─manifestó la tía Elroy con algo de impaciencia─. Es tiempo de comer.
Candy le contestó con amabilidad:
─Tía, daré unos aperitivos antes del plato fuerte que estará en dos horas…
─Amiga, creo que ya podemos pasar a la mesa ─le dijo Paty saliendo de la cocina con el delantal puesto y con el peculiar olor a aliño recién picado.
─¡Paty! ─Exclamó Candy con felicidad─ ¡Sí, pudiste venir!
─¡Tenía que ver a mi ahijada Magni! Vamos a la cocina, Candy, para terminar de servir la cena. Hice puré de patatas con nuez moscada, pavo relleno rociado con vino jerez y salsa dulce de naranja. De postre, Andy me ayudó a…
─¡Andy!, ¿en dónde anda ese chico? ─inquirió Candy recordando el incidente de la tarde.
─¡Aquí mamá y les tengo una sorpresa! ─todos le siguieron con preocupación, incluida la tía Elroy. Sabía que nada bueno se podía esperar de ese chico lleno de tantas ideas ingeniosas en la cabeza.
Al salir, el hijo más joven del matrimonio Ardlay se dirigió a una especie de detonador y sin pensarlo movió la palanca antes de que sus padres pudieran detenerle.
─¡No! ─gritaron Albert y Candy al unísono, llevándose las manos a las sienes.
Magni, con entusiasmo reflejado en su rostro, les dijo:
─¡Mami, papi miren arriba!
Se oían explosiones por doquier y en el cielo en grande se leía en multicolor, rodeado con estrellas fugaces en dorado, plateado, azul, verde y rosado que aparecía y desaparecía cada diez segundos la frase: Navidad con la familia Ardlay, los amo a todos, orgulloso de ser un Ardlay.
Conmovidos por el ingenio del chico, cada uno se abrazó y se dio un tierno beso con su respectiva pareja. A excepción de Paty, Georges, la tía Elroy y Andy que simplemente se abrazaron entre sí contemplando la hermosa imagen reflejada en ese cielo oscuro, adornado por hermosas estrellas y fuegos artificiales.
Fin.
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