Era el gran día de Kagura, su querida Kagura. Gintoki no era muy expresivo en cuanto a sus sentimientos, no era de los que iba gritando a los cuatro vientos que quería alguien. Pero los quería y siempre estaba dispuesto a todo por protegerlos. Sin embargo, ahora tenía que ceder. Si bien, iba a ser una boca menos que alimentar, Gintoki se sentía un poco reacio a ello todavía. Y cuando vio a Kagura salir arreglada con el vestido de novia, todo fue peor.
Ella había elegido un vestido occidental con escote corazón. El vestido tenía una falda llena de volados y brillos. En su cuello, llevaba un modesto collar con una pequeña piedra azul. Su peinado era bastante sencillo, se había recogido el cabello y el velo era lo que más destacaba, lleno de piedras brillantes que caía sobre sus hombros y espalda, adornado con una tiara a juego con su collar.
Ante eso, Gintoki se negaba. Era demasiado bella, demasiado joven para casarse y encima, con alguien del Shinsengumi. Pensó en un mejor candidato, pero a medida que iban pasando por su cabeza, él los tachaba con una enorme cruz roja. ¡Nadie merecía a Kagura!
—¡Ya estoy lista! Vamos, llegaremos tarde —dijo ella levantando la falda del vestido para ir fuera del departamento.
Él la vio alejarse y pronto, apresuró el paso. Él iba a acompañarla en su camino al altar… y no podía faltar en ese momento.
Subieron al carruaje y al llegar a la iglesia, los nervios iban en aumento. Mientras más cerca estaba, menos podía aguantar aquel proceso. Gintoki se creía capaz, veía a Kagura sonreír tan feliz, ¡derrochando alegría! Que no quería ser el que le quitara eso, pero se daba cuenta de que le quedaba demasiado grande todo.
Fuera, Otose los esperó para saludar a Kagura antes de entrar a la iglesia y le recordó a Gintoki comportarse y no hacer el ridículo. Él, simplemente no respondió, no podía asegurar nada de nada.
La música comenzó a sonar apenas se abrió la puerta. Él le ofreció su brazo a ella para que entraran juntos. La iglesia estaba llena y todas las miradas iban directo a Kagura. No los culpaba, él estaba orgulloso de verla tan hermosa y radiante en su gran día, sin embargo, todavía no podía soportar al idiota que los esperaba al final del camino hacia al altar.
Se dijo a sí mismo que debía calmarse y pronto todo terminaría, estaban apenas a unos cinco pasos de terminar todo y entregarla. Entregarla. Esa palabra era algo que resonaba en su cabeza y le daba mala espina.
Sougo estiró su mano para recibir a Kagura y entonces, el yorozuya le dio un manotazo y tomó a Kagura entre sus brazos y salió corriendo.
—¡Me están rifando! —gritó Kagura al ver que corrían a la salida.
—Raptando —la corrigió Gintoki y ella, le dio un golpe en la cabeza— ¡¿qué haces?!
—Me estoy por casar. Bájame —dijo molesta estirándole los cachetes mientras él seguía corriendo.
Mientras tanto, se había armado un gran alboroto en la iglesia. No supo de dónde, pero Sougo sacó su amada bazooka y disparó a Gintoki, quien esquivó el proyectil de pura suerte nada más, pero así, los daños se iban sucediendo muy rápidamente por una estupidez de Gintoki.
—¡¿Quién trae armas a un casamiento?! —gritó Shinpachi intentando salir y detener a Gintoki.
Hasta eso, el shinsengumi ya se había organizado para perseguir al ladrón de la novia sin importar si lo traían vivo o muerto, sólo les importaba la novia. Hijikata era quién más emocionado estaba por semejante oportunidad.
Un día tranquilo y memorable se había convertido en un caos ¡y apenas empezaba! Katsura fue el más rápido de todos quien logró alcanzar a Gintoki y ofrecerle su ayuda. Ni lento ni perezoso, él aceptó y así, Elizabeth lo acompañó, deteniéndose a mitad del camino y desapareciendo de la vista de todos.
—¡Me tenías que ayudar! —gritó Gintoki viéndolo marchar y sólo pensó en apurar el paso.
Al mismo tiempo, Katsura preparaba su plan con la ayuda de Elizabeth, que sirvió de señuelo mostrando una de sus peludas piernas al levantar la botarga que usaba, llamando la atención de los shinsengumi al verla contornearse como si estuviera en una fiesta. Fue en ese mismo instante donde todos quedaron reunidos que Katsura lanzó varias municiones de bombas e hizo volar medio distrito con ello.
Gintoki estaba cansado, pero todavía no se había alejado lo suficiente y Kagura seguía insultándolo y golpeándolo, tanto era así que por pensar en sus perseguidores y estar al pendiente de ella, no se había dado cuenta de que estaba corriendo por el muelle y que… se acababa. Cayó al agua y con rapidez, levantó a Kagura por encima de su cabeza con la suerte de que Sadaharu los seguía y la rescató a ella de que se mojara y que su bello vestido se arruinara.
Sougo llegó minutos después de Sadaharu, cargando el arma en el hombro, listo para volver a atacar de presentarse la ocasión.
—¡Vamos a casarnos! —dijo Kagura al verlo, sonriendo como cuando había llegado al altar— Sadaharu, no dejes que interrumpa —le ordenó haciendo mala cara al ver a Gintoki trepando para salir del agua. El perro gigante ladró y corrió tirándose al agua, cayendo encima de Gintoki y llevandolo hasta la profundidad de aquella zona por la misma fuerza e impulso del animal al tirarse.
—Te dije que no tenías que invitarlo —dijo Sougo. Kagura se limpió la oreja con el dedo y asintió, tan fina como siempre.
Al menos, iba a ser un día memorable: el día que el idiota de Gintoki había intentado evitar que se casara.
¡Hola, gente linda! ¿Cómo están? Tengo otro regalito para Monse ¡espero te guste! Amo este anime y me encanta escribir sobre las locuras de estos personajes. Espero las disfrutes tanto como yo.
¡Un abrazo!
