SE ARRIENDA HABITACION
Por Inuhanya
DISCLAIMER: NINGUNO DE LOS PERSONAJES DE LA ESPECTACULAR RUMIKO TAKAHASHI ME PERTENECE… SOLO LOS TOMÉ PRESTADOS PARA ENTRETENIDOS PROPOSITOS… MUAJAJAJAJAJA!
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Capítulo 4
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Sábado.
Hoy era el día en que su pesadilla se haría realidad por fin.
Kagome se levantó pesadamente de su cama para dirigirse al baño. Al llegar lo primero que hizo fue asombrarse por el desaliñado aspecto que tenía. Nada que una buena ducha de agua caliente no solucionaría pero dadas las circunstancias, no pensaba que eso mejorara en algo su apariencia ni su estado de ánimo.
Luego de la nueva y larga conversación que tuvo con Sango el día anterior, Kagome llegó a su apartamento aún atormentada y sintiéndose completamente tonta por no haber hecho algo tan obvio como averiguar quién demonios era ese hombre.
Y ahora que lo pensaba mejor y con cabeza fría, Sango tenía toda la razón en regañarla como si fuera su propia madre por haber hecho algo tan estúpido como recibir a un total desconocido en su departamento. Lo único que sabía de él era su nombre. Un nombre que ni siquiera sabía pronunciar.
"Kagome… eres una tonta."
Se dijo ella a sí misma mientras miraba su reflejo en el espejo. Lentamente, pasó sus dedos por debajo de sus grandes ojos café delineando sutilmente las marcadas ojeras que coloreaban su rostro. Y no era para menos. No había podido conciliar el sueño con tantas ideas rondándole la cabeza sino hasta esta madrugada. Ya cuando tenía que levantarse para recibir a su 'agradable' inquilino.
La joven suspiró derrotada.
Después de llegar a su casa aún guardaba la pequeña y remota esperanza de que él se diera cuenta de que todo esto era una absurda locura y se retractara del acuerdo al que habían llegado. Pero se derrumbó trágicamente al recibir justamente la llamada de él avisándole que le habían confirmado de la agencia de mudanza que ya sus pertenencias habían llegado a la ciudad y que estaban listas para ser llevadas a donde lo solicitara. Luego de decirle eso acordaron la hora de llegada.
Bueno… más bien él fue el que fijó la hora de llegada sin consultarle.
Si este era el comienzo… no quería ni imaginarse el resto de la convivencia.
Kagome miró brevemente el reloj de su muñeca antes de desabrochar la delgada correa y retirarlo. Mejor era apurarse si no quería que llegara él y la encontrara con menos ropa que la última vez.
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Inuyasha levantó su teléfono celular de la mesita de noche para darse cuenta que ya tenía varios mensaje de texto guardados en su memoria. Muy seguramente ya se habían enterado de su ausencia y ahora estaban como locos intentando localizarlo. Tontos.
Después de darle un rápido vistazo a cada uno se dio cuenta que prácticamente todos decían lo mismo. Reclamos y amenazas. Nada más. Cosas sin importancia en su opinión. Con una pequeña sonrisa, Inuyasha borró cada uno de sus mensajes sin el absoluto interés de responderlos. Luego de haberse desecho del último, el joven de ojos dorados dejó caer despreocupadamente su celular sobre la cama para dedicarse a recoger lo poco que le quedaba de sus cosas personales en el clóset de la habitación que había ocupado durante su estadía en casa de Miroku.
Favor que le agradecería en el alma.
Aún cuando no estuviera muy de acuerdo con lo que iba a hacer de su vida de aquí en adelante pero… eso ya era un asunto que sólo le concernía a él. No a su amigo.
Mientras guardaba unas camisas en su morral, escuchó que alguien llamaba suavemente a su puerta. Era Miroku.
"Inuyasha? Ya estás despierto?" preguntó él en voz baja temiendo que no fuera así.
"Sí. Pasa Miroku." Le respondió él.
Miroku abrió la puerta y entró parcialmente a la habitación para verlo empacando sus pertenencias. Ante eso, no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa. "Tanta prisa tienes en irte? Qué te disgustó de mis atenciones?"
Inuyasha cerró la cremallera de su morral finalmente y volteó para darle una divertida mirada a su amigo. "Sabes que no es así."
"Lo sé." Miroku se encogió de hombros. "Sólo quería hacerte sentir culpable por abandonarme." Le dijo él en forma dramática.
"Payaso." Resopló Inuyasha mientras le tiraba una almohada a su amigo que logró esquivar sin problemas.
"Anda. Abajo hay café con tostadas." Le avisó Miroku. "No pensarás irte sin comer algo."
"Por supuesto que no. Es lo menos que podrías darme como despedida." Le respondió Inuyasha mientras entraba al baño para darse una rápida ducha antes de bajar a desayunar.
Miroku movió su cabeza divertido y bajó de nuevo al primer piso para terminar de leer el periódico.
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Luego de quince minutos, Miroku levantó la vista cuando sintió pasos que se aproximaban por la escalera de madera. Inuyasha apareció vestido muy deportivamente como siempre, con su gorra y morral en una mano y el celular en la otra. Cualquiera que lo viera sin conocerlo diría que era una persona común y corriente. Bueno… casi.
"Voy por tu desayuno." Dijo Miroku levantándose del sofá pero Inuyasha lo detuvo.
"Déjalo Miroku. Yo voy."
Miroku se encogió de hombros pero de todas formas se levantó para sentarse en la mesa y acompañarlo a desayunar aunque él ya lo hubiera hecho. Unos segundos después, Inuyasha llegó con una taza humeante de café y un plato de tostadas con mantequilla y mermelada. Una vez acomodado, comenzó mientras leía la sección deportiva del periódico que Miroku había llevado a la mesa.
"Oye, Inuyasha…"
"Mm…?"
"Hay algo que me intriga desde hace unos días y es…" comenzó Miroku mientras se rascaba levemente la barbilla. "Bueno, aún no entiendo del todo ese asunto de que hayas alquilado una habitación por ahí pudiendo quedarte aquí o mejor aún, pudiendo haberte comprado tu propia casa o apartamento."
"Tienes razón." Respondió Inuyasha sin levantar los ojos del diario. "Pero precisamente, si quiero seguir de incógnito para el resto del mundo, es necesario. Si comienzo a adquirir cosas o propiedades comenzarían a indagar sobre mi y lo menos que quiero es salir a la luz pública." El joven levantó la taza y le dio un sorbo a su café. "Aunque esté lejos de él, tengo que seguir cuidando el anonimato. Me ha tomado muchos años lograrlo para ahora perderlo por cometer algún tonto error como ese."
"Pero… compartir un apartamento?"
"Es el mejor escondite." Inuyasha hizo una breve pausa para pasar la página. "Si ese tonto decide mandar a alguien a buscarme lo primero que haría sería averiguar en hoteles, en los registros de propiedad horizontal y por supuesto, me buscaría en las casas de gente conocida. Nunca se le ocurriría indagar en apartamentos ajenos y desconocidos."
"Y tu privacidad?"
"La privacidad… será un sacrificio por ahora. O al menos hasta que logre lo que quiero."
"Entiendo." Hubo otra breve pausa en la que Miroku lo vio comer tranquilamente una tostada. "Crees que lo haga?"
"No lo sé." Inuyasha aprovechó otra breve pausa para mirar su reloj. "Pero no está de más ser precavido. Ese sujeto es muy astuto aunque no lo suficiente para mí." Terminó él con aire sobrado y una sonrisa forzada en su rostro.
Interiormente Miroku estaba asombrado de escucharlo decir todo eso. La vida de Inuyasha había sido relativamente tranquila mientras vivió con su madre aquí en el Japón pero luego de que murió ella y de que él terminó sus estudios secundarios, las cosas comenzaron a complicársele de tal forma cuando lo 'obligaron' a salir de Japón… debe ser muy difícil vivir sin la libertad que te da ser una persona ordinaria. Aunque muy en el fondo, se preguntaba cómo había logrado vivir sin que nada de eso lo afectara de tal forma para no frenarlo a llevar una vida completamente normal y sin ponerlo al descubierto. Eso era todo un misterio para él.
"La otra semana comienza el Torneo Nacional de Arquería." Comentó Inuyasha cambiando el tema. "Será una buena oportunidad para estrenarme en el trabajo."
"Hn…"
Sí, definitivamente era todo un misterio que pudiera pasar desapercibido para el mundo sin esconderse. Eso y la ventaja que le daba llevar el apellido de soltera de su madre.
"Bueno, me voy." Anunció Inuyasha doblando el periódico para dejarlo sobre la mesa. "Cualquier cosa ya sabes donde localizarme pero procura hacerlo por mi celular o en la oficina, después te doy el número. A no ser que sea una extrema emergencia. Es mejor evitar el mal genio de mi compañera de apartamento."
Miroku soltó la risa al acordarse de toda aquella historia que le contó Inuyasha cuando llegó a su casa el primer día. "De acuerdo… pero intenta no fastidiar a la señorita. Te conozco y sé que te gusta molestar a los demás. No seas tan malo con ella."
"Lo intentaré pero la tentación es tan grande que no sé si pueda resistir." Se mofó Inuyasha mientras se colocaba su inseparable gorra y guardaba su celular en el bolsillo de su pantalón sudadera.
"Y… hablando de tentaciones…" comentó Miroku pícaramente. "Piensa en lo que te dije el otro día. Aprovecha la soltería. Es más… ni siquiera tendrías que salir de casa para hacerlo." Terminó él con un pequeño guiño cómplice.
"Estás loco?" le preguntó él horrorizado. "Preferiría mil veces regresar a Estados Unidos antes que fijarme en esa mocosa. Y no te doy tu merecido porque ya voy tarde. La mudanza no demora."
"Tranquilo… sólo era una pequeña broma." El joven de ojos azules levantó sus manos en defensa propia. "Pero… me harías un favor?" le preguntó Miroku mientras lo seguía hasta la puerta. Inuyasha abrió y se detuvo para escuchar lo que quería pedirle.
"Cuál?"
"Le preguntarías a la señorita si tiene alguna amiga que esté interesada en salir con un hombre apuesto como yo?" le preguntó Miroku tan descaradamente fresco como si estuviera pidiéndole que fuera al mercado y le trajera una bolsa de pan.
"Y dónde quedó todo ese discurso sobre llegar a los treinta? No se suponía que querías dejar esa vida promiscua?" Inuyasha lo miró levemente desconcertado.
"Bueno, pero hay que aprovechar el tiempo antes de que llegue ese momento." Miroku colocó una mano detrás de su cabeza. "Luego tendré que jurarle fidelidad a mi esposa para toda la vida." Inuyasha casi se va de espalda con esa respuesta.
"No tienes remedio Miroku. Sigues siendo el mismo desvergonzado de hace diez años." Le dijo Inuyasha un poco molesto antes de salir y cerrar la puerta de un fuerte tirón dejando a Miroku con la palabra en la boca y sin ninguna respuesta.
"Pero no se te vaya a olvidar!" gritó Miroku desde una ventana cercana.
"Vete al diablo!"
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Kagome se dio un último vistazo en el espejo de cuerpo completo que tenía en su habitación junto al tocador para cerciorarse de que estuviera completamente vestida. De ninguna manera iba a darle el gusto a ese cretino de insultarla o de hacer de ella la protagonista de sus burlas o de comentarios malintencionados. Aunque, en realidad, no sabía por qué le preocupaba tanto si la veía bien vestida o no. Después de todo esta era su casa y él el intruso.
Podía andar como quisiera en su propia casa si así lo quería.
Luego de acomodarse bien la ropa para que no dejara al descubierto la más mínima porción de piel, Kagome le dio una mirada fugaz al reloj de su mesita de noche por el reflejo del espejo y se dio cuenta que aún tenía media hora de relativa tranquilidad antes de que llegara ese idiota con su mudanza.
Al salir de su habitación se aseguró de cerrarla bien como una medida de prevención y antes de salir al salón comedor, pasó un momento por el cuarto vacío que quedaba diagonal al suyo. Cuarto que pronto tendría un ocupante nuevo.
Un molesto ocupante para ser más exacto.
Kagome entró cautelosamente como si ya no formara parte de su propiedad para darle una revisión final. No podría quejarse. La habitación era bastante cómoda, tenía su amplio guardarropa y una ventana con buena vista que le proporcionaba una excelente iluminación a todo el cuarto. Las paredes estaban limpias y el piso de madera también.
Sí. Todo estaba perfecto.
Luego de la corta visita a la habitación, la joven se asomó por la puerta del baño para revisar que todo estuviera donde debería estar y que nada de lo que normalmente había ya no estuviera. Como, por ejemplo, alguna prenda de ropa interior que dejara secando en días pasados.
No. No había nada fuera de lugar.
Ahora a esperar.
Caminando relajadamente, Kagome salió del corredor con rumbo a la cocina para ir por un vaso de agua. Mientras atravesaba el amplio salón, la joven recogió su cabellera negra en una alta cola de caballo pero sólo alcanzó a llegar a medio camino cuando el timbre de su apartamento interrumpió su avance.
Kagome se extrañó un poco cuando vio que su reloj le indicaba que apenas eran las 9:45 de la mañana cuando Inuyasha le había informado que estaría pasando a las 10:00. Dejando pasar el asunto, la joven acomodó el cabello que caía sobre su frente mientras avanzaba hacia la puerta. Habiendo aprendido de la experiencia anterior, ella abrió sin retirar del todo la cadena de seguridad para ver de quién se trataba realmente.
Era él.
Kagome mantuvo un rostro completamente neutral antes de ajustar ligeramente la puerta para poder deslizar la cadena del todo y permitirle le entrada. Cuando abrió, el hombre al otro lado conservó su posición. No había caso en empeorar la 'relación' que ya tenían.
"Buenos días, señorita." La saludó él cortésmente. "Puedo?" preguntó Inuyasha con un movimiento de su brazo.
"Buenos días." Kagome le regresó el saludo sin cambiar su 'tranquila' expresión y se hizo a un lado dándole el espacio para que siguiera. Inuyasha ya se disponía a dar el primer paso cuando de repente fue detenido con la mano de Kagome extendida. "Momento." Él logró frenar en seco antes de chocar contra ella.
Inuyasha le dio una interrogante mirada.
"Antes de que ponga nuevamente un pie en mi apartamento, hay algunas cosas que necesito saber." El tono de voz de Kagome fue bastante serio.
Inuyasha no pudo evitar sonreír interiormente. Así que aún no lo había superado. "Pensé que nunca lo ibas a preguntar." El joven buscó algo en el bolsillo trasero de su pantalón y Kagome lo observó con rareza mientras lo veía sacar su billetera y buscar algo más en ella. "Se nota que eres nueva en esto. Sólo una persona tan tonta arrendaría una habitación en su propia casa sin pedir referencias." Le dijo él con burla mientras le extendía una tarjeta. Kagome frunció sus ojos con rabia por el comentario antes de arrebatarle la tarjeta de una forma no muy delicada.
Inuyasha tuvo que morderse el interior de su mejilla para no soltar la risa ante el despiste de la joven. Aún no podía entender cómo una persona así de despistada podía vivir sola y sobrevivir. Muy seguramente se trataba del típico arrebato de adolescente cuando decides independizarte para demostrarles a los demás que ya eres todo un adulto y que puedes asumir otro tipo de responsabilidades.
"Esto no me dice nada."
"Claro que sí. Es el nombre y el número de mi jefe. Él puede darte las referencias que necesitas sobre mí." Le informó Inuyasha muy tolerante. "Ahora sí puedo pasar? Me… gustaría saber dónde es que voy a vivir. Si no es mucho pedir." Inuyasha levantó su mano libre.
Kagome no tuvo más remedio que hacerse a un lado y dejarlo entrar.
Inuyasha se adentró y la joven no pudo evitar recorrer con sus grandes ojos toda su parte trasera, desde la caída de su largo cabello plateado hasta sus piernas. Sin embargo e inconscientemente sintió cómo se elevó en cuestión de segundos la temperatura de su rostro coloreando con un ligero rubor sus mejillas al darse cuenta de lo que estaba haciendo y se reprimió mentalmente por ello. Rápidamente bajó su mirada al suelo avergonzada consigo misma y cerró la puerta suavemente.
"No interrumpí nada, verdad? Sé que llegué antes de lo acordado." La varonil voz de Inuyasha la sacó de su auto reproche y parpadeó varias veces antes de levantar la mirada. Kagome sólo se limitó a mover su cabeza negativamente.
"La habitación es por aquí."
La joven guardó la pequeña tarjeta en el bolsillo de su suéter mientras le indicaba a Inuyasha que la siguiera. El joven retiró el morral de su hombro y lo depositó en el suelo a un lado del sofá después de asentir levemente con su cabeza. Luego, siguió el mismo camino que Kagome había tomado, desapareciendo del salón por el corredor.
"Este es el baño." Indicó Kagome con su mano derecha cuando lo pasaron. "Y esta, la habitación." La joven se quedó en el marco de la puerta al mismo tiempo que lo veía continuar el trayecto. Una vez adentro, vio cómo el joven inspeccionaba sus alrededores.
Sus ojos tímidos, pero desconfiados, siguieron cuidadosamente cada uno de sus movimientos. Luego de un rápido vistazo, Inuyasha se acercó al guardarropa y abrió ambas puertas simultáneamente para ver el interior. Aún sin decir nada, las dejó abiertas para ir a asomarse por la ventana. La vista era, por decir lo menos, hermosa. Podía verse una pequeña sección del parque que separaba este vecindario del próximo.
Inuyasha sonrió complacido antes de darse la vuelta para ver a su joven guía. "Es bastante cómodo. Me agrada. Es justo lo que esperaba." Dijo él finalmente colocando sus manos en su cintura. Kagome sólo se limitó a asentir sin hacer el mínimo intento por moverse de ese lugar o intercambiar más palabras con él de las necesarias. Sin poder mantener contacto visual con esa enigmática mirada, ella desvió sus ojos hacia el suelo. La verdad, se sentía un poco incómoda por la forma como él la estaba mirando. Y en el momento le pareció encontrar más interesante la madera de su piso.
El joven de sudadera negra pensó algo por unos momentos y decidió acercarse a ella.
Kagome estaba tan concentrada en contar las tablas que cubrían el piso de la habitación que no escuchó ni se dio cuenta de los movimientos de Inuyasha sino hasta cuando aparecieron un par de zapatos deportivos en su campo visual. Ella abrió un poco sus ojos y rápidamente levantó su mirada para encontrarlo a unos centímetros de ella. Un brazo lo sostenía a un costado del marco de la puerta a unos centímetros por encima de su negra cabeza y la otra, en un puño cerrado a la altura de su cintura.
Estaba mirándola directamente a los ojos y un repentino deseo de alejarse de ese cuerpo macizo e intimidante se apoderó de ella pero en ese momento sus intentos fueron en vano. Su cerebro perdió total comunicación con sus miembros inferiores como para enviarles a sus paralizadas piernas la orden de moverse. Estaba bastante aturdida con su proximidad.
"Oye…" la llamó él inocentemente pero muy consciente del efecto que esto estaba provocando en ella. "Creo que aún no me has dicho cómo debo llamarte."
Ahí estaba esa voz otra vez. Suave y varonil.
Kagome sintió en seguida cómo los latidos de su corazón comenzaban a aumentar su ritmo normal después de escucharlo hablar. Fue la misma sensación que recorrió su cuerpo el día en que él estaba prácticamente deletreando su nombre a la altura de su rostro. En un intento por calmarse, ella tomó aire profundamente y al mismo tiempo logró percibir algo de su masculino aroma mezclado levemente con el fresco perfume del jabón.
Finalmente las palabras se formaron en su seca boca.
"Higurashi… Kagome Higurashi."
"Kagome, eh?" repitió él sonriendo de lado. "Bueno…" Inuyasha desvió su mirada hacia el reloj en su elevada muñeca. "Creo que el camión de la mudanza no demora en llegar." Le dijo él antes de separarse para devolverle su espacio y dirigirse hacia la sala a esperar por sus cosas como si nada hubiera pasado en el corredor.
Kagome permaneció inmóvil un rato más mientras recuperaba lenta y paulatinamente las funciones motoras de su cuerpo. Qué demonios había sido eso? Por qué tenía que comportarse como una estúpida retardada cada vez que él se le acercaba? No era como si nunca en su vida hubiera tenido contacto con el sexo opuesto. En la Academia tenía colegas hombres con quienes hablaba y compartía normalmente. Inclusive los mismos estudiantes.
Por qué tenía que ser diferente con este hombre?
Kagome sacudió esas tontas ideas de su cabeza. Todo esto era culpa de Sango por haberle dicho todo aquello sobre sacarle provecho a la convivencia con él a un nivel sexual, por supuesto. Pero también ella tenía algo de responsabilidad por dejarse sugestionar de esa forma por sus palabras. A un grado tal de llevarla a volverse totalmente paranoica.
La joven acomodó sin necesidad su saco antes de atravesar el corredor para salir al salón. Por el rabillo del ojo pudo distinguir la figura de Inuyasha de pie mirando por la puerta de vidrio del balcón hacia la calle pero no se detuvo ni desvió su camino hacia la puerta. Él escuchó sus apresurados pasos y volteó cuando escuchó el sonido de las llaves.
Kagome las estaba retirando de la cerradura y seguidamente abrió la puerta como si estuviera a punto de salir.
"Oye…" la llamó él. "A dónde vas?"
"Olvidé que debía hacer algo!" Espetó ella sin mirar atrás y así como apareció en la sala, desapareció por la puerta sin darle tiempo a Inuyasha de decir algo más.
Una vez afuera en el corredor, Kagome se dirigió directamente hacia las escaleras decidiendo tomarlas como su ruta de escape en ese momento. Afortunadamente, ella vivía en el tercer piso así que no era mucho lo que tenía que bajar. Su repentina salida fue una decisión algo irrazonable teniendo en cuenta que acabada de dejar a un total desconocido solo en su departamento. Pero en el momento no le preocupó.
Lo importante para ella era salir de ahí y mantenerse lo más alejada posible de él.
Al menos hasta que ella lograra reponerse de aquel perturbador suceso. Justo en ese momento se sintió asfixiada y con una fuerte necesidad de salir a tomar aire fresco para poner en orden sus ideas.
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El cambio de ambiente le había ayudado mucho a aclarar su cabeza y, aún cuando todavía no estaba lo suficientemente tranquila, sentía que era hora de volver. No había sido muy buena idea dejar a ese joven solo y mucho menos con esos otros hombres que imaginaba le habían ayudado a descargar y a subir sus enseres. La joven hizo un leve gesto de desagrado. Más le valía que no hubiera hecho de su apartamento un verdadero basurero.
Con sus pulmones renovadamente oxigenados y un delicioso perro caliente en el estómago, Kagome desvió su rumbo hacia el edificio color blanco que se distanciaba a una cuadra y media del parque. Al llegar a los anchos escalones pudo notar que no había ningún camión ni nada parecido estacionado en la acera. Supuso entonces, que todas sus pertenencias ya le habían sido entregadas.
Con paso apresurado, Kagome subió la escalinata pero se detuvo en seco cuando vio que abrían la puerta desde adentro. Casi inmediatamente, se asomó una señora de baja estatura comparada con la de ella y algo mayor por el color grisáceo de su cabello. Ella la reconoció como una de las vecinas que vivía en el cuarto piso, justo arriba de ella. Al verla, la señora ajustó sus pequeños espejuelos para verla mejor y en seguida la reconoció.
"Buenas tardes, Sra. Katsushika." La saludó Kagome respetuosamente con una pequeña sonrisa mientras le ayudaba a sostener la pesada puerta de vidrio.
"Buenas tardes, Kagome. Hermoso día para pasear, eh?"
"S-sí, algo así." Kagome esperó pacientemente hasta que la cordial señora saliera completamente del edificio para ella poder ingresar cómodamente. "Que tenga buen día, Sra. Katsushika."
"Gracias. Buen día para ti también, Kagome." La señora bajó con cuidado las escalinatas con ayuda del pasamano de bronce y la joven Higurashi entró finalmente para llegar a su destino.
Una vez fuera del ascensor, ella se quedó de pie unos segundos en medio del pasillo como si debatiera consigo misma si debía o no, ingresar al departamento. Luego, movió su cabeza de un lado al otro del corredor buscando comprobar que ciertamente estaba desierto para poder acercarse sigilosamente hasta la puerta. Sin hacer el mínimo ruido y conteniendo momentáneamente la respiración para poder escuchar mejor, Kagome acercó su cabeza colocando cuidadosamente su oído contra la fría superficie de madera y permaneció así unos instantes. Quería hacerse una idea de cómo estaba el ambiente al otro lado.
Kagome frunció levemente su ceño completamente concentrada y haciendo el mayor esfuerzo, aguardó un poco esperando escuchar algún sonido que le permitiera saber algo de lo que estuviera pasando en el interior. No escuchó nada. Era como si el departamento estuviera completamente solo. Kagome se extrañó un poco ante el silencio y supuso que posiblemente él había decidido irse luego de recibir sus pertenencias para ir a comer algo a algún restaurante en el centro.
Suspirando un poco aliviada, Kagome sacó sus llaves del bolsillo de su saco y junto con ellas salió un trozo de papel que cayó silenciosamente al piso. La joven levantó una ceja como un gesto de extrañeza al verlo puesto que, hasta donde recordaba, ella no acostumbraba a dejar nada dentro de los bolsillos de su ropa. Siempre los vaciaba antes de desvestirse para evitar algún percance a la hora de la lavandería.
Como un destello de luz, ella recordó que esa era la tarjeta que el joven le había entregado esa mañana para que averiguara sobre él. Rápidamente, Kagome se agachó a recogerla pensando que tal vez este sería un buen momento para comunicarse con ese número aprovechando que él no estaba presente. Así podría hablar más tranquilamente y podría averiguar todo lo que necesitaba saber sin temor a que él escuchara su conversación.
Con tarjeta en mano, la joven de cabello negro introdujo su llave en la cerradura y abrió con mucha calma la puerta para encontrarse con un panorama propio de una mudanza.
Cajas sobre cajas estaban apiladas a lado y lado del salón comedor. Algunas grandes, otras un poco más pequeñas. Podía decir que la mayoría ya se encontraban abiertas por la forma como permanecían levantadas ambas pestañas de cartón. Kagome hizo un leve gesto facial pero se resignó ante ese hecho pues era algo inevitable. Ella ya había pasado por eso un mes atrás.
Kagome cerró suavemente la puerta y no pudo evitar la tentación de echarle un rápido vistazo a aquellas cajas. No podía contenerse. Era un poco curiosa por naturaleza y el estado de esas cajas llamaba para ser revisadas. La joven se acercó mordiéndose suavemente el labio inferior como cual niña a punto de cometer alguna travesura.
Qué daño podría haber en darle una inocente miradita al contenido?... Ninguno.
Qué podría pasar?... Nada.
Sólo lograría satisfacer el impulso y él no se daría cuenta. Además sólo sería una caja.
Extendiendo una mano, ella tomó una de las pestañas como si estuviera agarrando algo delicado y frágil, y con mucho cuidado la retiró. El movimiento fue algo dramático para los ojos de cualquiera pero en el fondo temía que algo pudiera salir de ahí y asustarla.
De acuerdo, tal vez estaba viendo demasiadas películas de misterio últimamente. Cualquiera que la viera en esa actitud diría que estaba loca. Y nadie los culparía por eso.
Ya con la vía despejada, Kagome se inclinó por el borde superior y sus ojos se posaron sobre lo que parecían ser simples e inofensivos libros. Ella no pudo evitar sentirse en cierto modo decepcionada. En el fondo esperaba encontrarse con algo más… cómo decirlo… extravagante?
Algo más de acuerdo a la imagen que tenía de él.
Con la boca torcida, ella sacó los primeros libros para darle una inocente hojeada. Nada fuera de lo normal. Eran textos, probablemente novelas o libros de consulta, no podía decirlo con certeza. Estaban escritos en otro idioma. Ella no era una experta en lenguas extranjeras pero pudo identificarlo como inglés. Tampoco sabía mucho de inglés así que decidió hacerlos a un lado para seguir revisando. Luego se topó con una carpeta sin ningún tipo de rótulo y que, sin pensarlo mucho, decidió examinar.
El contenido de esta carpeta pareció captar un poco más su atención. Estaba llena de recortes de periódico. Era como una especie de hemeroteca casera, sin embargo, tampoco pudo ver muy bien de qué se trataba porque todos los artículos estaban en inglés. Todo parecía indicar que el sujeto no era del país sino del extranjero. Con razón se le hacía tan extraño en sus modales y en su forma de ser tan despreocupada y confianzuda, aunque hablaba muy bien el japonés. Probablemente lo había estudiado en el exterior para venir a vivir a este país.
Kagome supuso que esa no sería la única carpeta que encontraría en esa caja así que decidió colocar de nuevo esos libros en su lugar y revisar la caja de al lado. Cuando la abrió, igualmente se encontró con unos cuantos libros. Todos con títulos indescifrables para ella hasta que uno en particular ganó de nuevo su atención. Era un libro de pasta negra con grandes letras grises en la parte superior que leían 'NAKED'.
La joven levantó una ceja mientras dirigía sus ojos un poco más abajo para ver otro pequeño rótulo donde podía deletrear un nombre. Obviamente el autor del libro. Kagome abrió sus ojos levemente al darse cuenta de que ese nombre le resultaba vagamente familiar. 'Inuyasha Maeda.' Leyó claramente. Sí, definitivamente ese era el nombre de su inquilino. O al menos le sonaba.
Con el interés aumentado considerablemente, Kagome movió su peso hacia el pie izquierdo descansando un poco para hojearlo con calma. Lo que vio en el interior fue algo con lo que nunca esperó encontrarse teniendo en cuenta que en la otra caja había sólo libros escritos.
Este era un libro lleno de fotografías. Fotografías en blanco y negro para ser un poco más preciso. Sin embargo, a medida que pasaba las páginas, los ojos de Kagome se iban abriendo cada vez más y no era para menos. Este libro estaba lleno de fotografías de mujeres, o mejor dicho, cuerpos de mujeres completamente desnudas. La joven se sintió horrorizada con aquello. Lo sabía. Sabía que este sujeto era un depravado y un pervertido. Como muchos otros hombres que les gustaba coleccionar pornografía.
Él no era diferente de los demás.
Apresurada y levemente asqueada con el libro que tenía en sus manos, lo depositó dentro de la caja como si fuera una olla de agua caliente que le hubiera quemado las manos.
Ahora entendía con claridad a qué se refería él con aquel comentario de haber visto en su vida muchas mujeres desnudas supuestamente más atractivas que ella.
Todo esto pasó en el transcurso de quince minutos aproximadamente y todo el tiempo ella fue inconsciente de que un par de ojos dorados la vigilaban serenamente desde el corredor. El apartamento nunca estuvo solo porque Inuyasha nunca salió. Todo el tiempo estuvo en su habitación acomodando el clóset con su ropa luego de haber organizado sus muebles durante la ausencia de la joven. Eso hasta que la escuchó entrar. Al ver que no daba más señales de vida, él decidió salir para ver qué era lo que le había pasado. Tal vez se habría desmayado con el desorden, pero eso estaba muy lejos de ser así.
Tan pronto como la vio de pie junto a las cajas esculcando sus cosas, decidió quedarse ahí mirando con una medio sonrisa para ver hasta dónde era capaz de llegar la jovencita. Inuyasha cruzó sus brazos y se recostó cómodamente contra la pared mientras sus ojos se encargaban del resto. Así pasó todo ese lapso de tiempo hasta que la vio contemplando algo con interés.
En el proceso de guardar los libros que había sacado con anterioridad al dichoso 'NAKED', Kagome se dio cuenta que uno de los supuestos libros no era un libro sino un portarretrato que estaba bocabajo. Nuevamente se tomó su tiempo para darle un vistazo. Al darle la vuelta, ella vio que tenía la fotografía de una mujer muy joven.
Ella acercó un poco más el objeto a su rostro para verla mejor. Era una mujer muy hermosa. Tenía un rostro muy angelical con rasgos muy delicados y finos. El cabello era de un negro muy intenso y brillante y caía como una cascada sobre sus hombros. Sus ojos eran de color oscuro mostrando una mirada serena y llena de afecto. Su piel era blanca y se veía de una textura muy tersa. Los ojos de Kagome bajaron un poco para ver el vestuario que lucía esa joven y se percató de que estaba vestida muy elegantemente. De repente, sus oscuras órbitas regresaron para fijarse en aquellos ojos que llamaron fuertemente su atención. A pesar de su serenidad y afecto aquellos ojos también transmitían un poco de melancolía.
Luego de unos segundos, Kagome supuso que debía tratarse de alguna novia o algo por el estilo, así que decidió dejarla de nuevo en su sitio.
"Qué pasó con aquello de respetar la privacidad del otro?"
Inmediatamente después de esa pregunta el único sonido que se escuchó en el área social del apartamento de Kagome Higurashi fue el estruendo de un vidrio haciéndose mil pedazos por el impacto contra el piso.
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Continuará…
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Nota de Inu: MUAJAJAJAJA! A poco se creyeron que Miroku había cambiado?… JAJAJAJAJA!… Bueno, gracias a todos por sus reviews y por todo el apoyo para esta demente historia salida de esta linda cabecita igualmente desquiciada… cof cof… Como siempre un saludo muy especial para todas mis amiguitas del msn, chicas gracias por todo y espero que de verdad se estén divirtiendo con esta locura… De una vez aprovecho este espacio para desearles a todos una muy FELIZ NAVIDAD, espero que la pasen bien contentos y que reciban muchos regalitos y muchas bendiciones… De mi parte, les hago entrega de una actualización de todas las historias en las que estoy trabajando y como algo muy especial, la publicación de un nuevo fic que espero les guste tanto o más que a mi… je je… Es con mucho cariño…
Espero estar de nuevo pronto con todos ustedes y con más capítulos antes de que se acabe este año… je je
Se me cuidan mucho y les mando a todas muchos pero muchos besos!
Hasta la próxima entrega…
