SE ARRIENDA HABITACION
Por Inuhanya
DISCLAIMER: NINGUNO DE LOS PERSONAJES DE LA ESPECTACULAR RUMIKO TAKAHASHI ME PERTENECE… SOLO LOS TOMÉ PRESTADOS PARA MIS PROPOSITOS PERVERSOS… MUAJAJAJAJAJA!
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Capítulo 5
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Kagome estaba pasmada. Y no era para menos.
Antes de verse descubierta en su imprudencia, ella estaba por reunir el portarretrato con las demás cosas en la caja pero escuchar esa voz era algo que no esperaba y el susto fue demasiado para ella. Sus oscuros ojos y boca se abrieron al tiempo que se giraba rápidamente hacia su origen para verlo a él ahí con la espalda apoyada en la pared en una posición muy relajada.
Y fue cuando no lo pudo evitar. Debido al shock, sus manos aflojaron sin querer su agarre en el portarretrato dejándolo resbalar como cual hoja de papel. El estruendo del vidrio la sacó de la conmoción rápidamente y de inmediato, bajó su mirada hacia el piso.
Inuyasha también se enderezó alarmado al ver lo que había sucedido y no perdió tiempo en acercarse a ella. Kagome instantáneamente retrocedió unos pasos hasta donde se lo permitieron las cajas tras ella mientras levantaba sus espantados ojos y lo veía aproximarse con una seria expresión en su rostro.
"L-lo siento." Tartamudeó ella en voz baja. Fue una disculpa casi inaudible mientras cerraba su mano formando un puño y lo presionaba sobre su pecho. Estaba tan aturdida y a la vez tan avergonzada por lo que había hecho que le estaba costando mucho trabajo formar las palabras en su boca y hablar fluidamente. "N-no fue mi intención. Lo juro!" Esto último lo dijo un poco más alto cuando vio al hombre frente a ella ponerse de cuclillas para inspeccionar el daño.
En ese momento cuánto no hubiera dado por que el piso se abriera y se la tragara en cuestión de segundos sin dejar rastro de ella por ningún lado.
Inuyasha reconoció de inmediato lo que era aún cuando había caído mirando hacia la superficie del piso. Sin embargo, le dio la vuelta para ver bien cuál era el verdadero estado del objeto. El vidrio se había quebrado completamente quedando gran parte de él sujetado con la madera del marco. El resto yacía esparcido sobre el piso en pequeños y cortantes fragmentos.
El joven dejó salir un pequeño suspiro un poco molesto pero no dijo nada. Seguidamente comenzó a recoger con cuidado los trozos de vidrio para evitar algún otro accidente con ellos. Kagome se sintió aún peor con sus acciones. Hubiera preferido mil veces que le gritara y la insultara por su torpeza pero no fue así. No le dijo absolutamente nada y eso no le gustaba en lo más mínimo. No había nada peor que el silencio. Kagome se mordió fuertemente su labio y se agachó adoptando la misma posición que él tenía para quedar a su mismo nivel y así poder ayudarlo a levantar el desastre.
"Déjalo, quieres. Ya hiciste demasiado." Le dijo él finalmente en un tono bajo pero lleno de severidad.
Kagome dejó caer su cabeza hasta que su mentón hizo contacto con su clavícula. "Sólo quiero ayudarte. Fue mi culpa. No debí---"
"Exacto." La interrumpió él firmemente.
Justo en ese instante, Kagome estaba recogiendo un afilado trozo de vidrio entre sus dedos pulgar e índice y aquel tono de voz le llegó al corazón como una puñalada. Como una reacción involuntaria, los músculos de sus manos se contrajeron aumentando la presión en sus yemas. La joven de inmediato se agarró la muñeca con la mano contraria y siseó de dolor.
Inuyasha se detuvo y levantó la mirada rápidamente para ver qué era lo que le había pasado esta vez. De inmediato dejó caer el marco junto con los trozos de vidrio que había logrado juntar al distinguir sangre brotando de los dedos de Kagome. Volteando sus ojos interiormente, él extendió su mano y sujetó la de ella para revisarla más de cerca.
"Déjame ver." Kagome hizo una leve mueca. Aparentemente, el trozo de vidrio se le había enterrado en el dedo pulgar. "Te dije que lo dejaras." Inuyasha levantó su mirada para verla a la cara. El rostro de la joven transmitía dolor por la forma como sus ojos estaban levemente entrecerrados y su boca formaba una delgada línea. "Te duele?"
"Un poco." Kagome no despegó sus ojos de su mano. No pudo dejar de sentirse aún más torpe y bastante confundida. Aunque sabía que él estaba bastante molesto con ella por haberle revisado sus cosas y por haberle roto algo con cierto 'valor' sentimental, estaba tratándola con mucha consideración. Su voz tenía un dejo de preocupación y el agarre de su mano era muy cuidadoso y gentil.
"Tienes con qué curarte?"
Kagome asintió.
"El botiquín está en el gabinete debajo del lavamanos del baño en el corredor."
Kagome lo siguió con la mirada mientras él se erguía nuevamente y se daba la vuelta para dirigirse hacia el corredor. Sólo entonces, vio que él se había quitado el saco de la sudadera y que ahora andaba con una ceñida franela blanca dejando ver mejor lo ancha que era su espalda a la altura de sus hombros y lo bien formados músculos de sus brazos. Ella de inmediato sacudió su cabeza y se levantó de su posición en el piso para irse a sentar en una silla del comedor.
Inuyasha apareció un minuto después e hizo lo mismo que Kagome. Dejando la pequeña caja blanca sobre la mesa, tomó asiento al lado de ella y de nuevo agarró su mano herida.
"El vidrio no está muy profundo. Voy a sacarlo pero va a dolerte un poco." Le informó él mientras le daba una nueva revisión a su dedo. Kagome sólo asintió concediéndole su permiso para proseguir. "Estira el dedo." Ella obedeció y él colocó ambos de sus pulgares a cada lado del vidrio.
Ejerciendo un poco de fuerza, pero no como para lastimarla más, Inuyasha pellizcó con ambos dedos la porción de piel lesionada. Kagome dejó escapar un grito ahogado junto con un siseo cuando sintió el dolor de aquella maniobra. Como reflejo, ella intentó retirar su dedo pero Inuyasha se lo impidió sujetándolo de nuevo.
"Quieta."
Luego de unos segundos más, el fragmento de vidrio comenzó a ceder y muy lentamente salió por completo junto con un poco más de sangre. Inuyasha retiró con cuidado el vidrio y lo colocó sobre la mesa.
Kagome se relajó levemente al sentir un poco de alivio pero la sensación le duró poco cuando vio que él tomaba nuevamente su pulgar y se lo llevaba a la boca para chuparlo. Al sentir el contacto de su dedo con su lengua, la joven sintió que un fuerte corrientazo le recorrió la espina dorsal desde la base de su cabeza hasta la parte baja de la espalda.
No obstante, él se veía bastante ajeno a la situación pues mantuvo su dedo en su boca como si fuera algo muy normal para él mientras que, con la mano libre, abría el botiquín para buscar alguna curita con que pudiera cubrirle la pequeña herida. Al encontrarla, retiró el dedo de su boca y rápidamente abrió el envoltorio de papel. Entonces, procedió a adherirlo a su piel finalizando así con la curación.
"G-gracias." Murmuró ella después de permanecer en silencio un tiempo más.
"No fue nada." Le respondió Inuyasha secamente antes de cerrar de nuevo el botiquín. "La próxima vez ten más cuidado." Kagome asintió tímidamente e Inuyasha se levantó súbitamente.
La joven de cabello azabache se asustó un poco por el repentino movimiento pero mantuvo su mirada en el punto de la mesa donde había sido dejado el botiquín. No era necesario mirar para darse cuenta que él se dirigía a terminar lo que había quedado inconcluso. Segundos después de su partida, los sonidos de los vidrios le siguieron y luego los pasos de Inuyasha retirándose hacia la cocina para desechar la basura. Entonces reapareció, tomó la caja de la que ella había sacado el portarretrato y sin decir más, fijó su dirección hacia su habitación, supuso ella.
"Espera!" exclamó Kagome levantándose de su silla y antes de que él desapareciera. Inuyasha se detuvo pero no se giró. "Yo… yo quería---"
"Si vas a andar de fisgona la próxima vez asegúrate bien de que no haya nadie antes de ponerte a revisar sus cosas." La interrumpió él seriamente. "Considero que las reglas de convivencia deben aplicarse para ambas partes." Inuyasha continuó su camino dejando a una Kagome con la palabra en la boca y con un sentimiento de culpa bastante abrumador en su pecho.
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"Oye Totosai, se puede!"
El anciano de inmediato desvió su atención del periódico en su mano para dirigirla hacia la puerta y no pudo evitar sorprenderse al ver a su visitante.
"Inuyasha? Qué haces aquí, muchacho? Te esperaba a finales de esta semana." El hombre se levantó de su silla tras el escritorio mientras retiraba sus pequeños espejuelos.
"Bueno, ya ves. No aguantaba un minuto más lejos de aquí." Respondió el joven de ojos dorados mientras entraba con una sutil sonrisa en su rostro. El anciano frente a él rió levemente apoyando ambas manos sobre la superficie de madera para sostener su agotado cuerpo.
"Ya has esperado diez años. Unos días más no habrían hecho la diferencia." El hombre le extendió una mano señalándole una silla vacía para que se sentara. "Siéntate muchacho. Ha pasado mucho tiempo."
"Hn… Eso lo dices porque no estás en mi lugar, anciano." Inuyasha cerró sus ojos fingiendo enojo mientras se acomodaba en el asiento ofrecido.
"Es posible." El anciano suspiró suavemente y de nuevo tomó asiento. "Puedo ofrecerte algo de tomar?" le preguntó el hombre levantando el auricular del teléfono.
"Café está bien." Respondió Inuyasha mientras balanceaba un estilógrafo entre sus dedos. Vagamente lo escuchó hablar por teléfono pidiendo los dos cafés ya que su mente se encontraba enfocada en otro momento lejano de su vida.
Totosai era una de las pocas personas en el mundo aparte de Miroku que sabía de su historia por ser alguien muy cercano a la familia de su madre. Para ese entonces, él se desempeñaba como Jefe de Redacción para el Tokyo Times y ahora, diez años después, tenía el cargo como Director del mismo periódico. Para ese entonces, podría decirse que él fue de gran influencia en el momento en que estaba terminando sus estudios secundarios.
Gracias a él había tomado la decisión de seguir la carrera de periodismo con una especialización en reportería gráfica como complemento y llevado por su apasionado gusto por la fotografía. Inuyasha sonrió levemente al recordar la cara que había hecho su 'familia' del lado paterno al haber sido informados de su decisión. Decisión que no fue muy bien recibida por él, como era de esperarse, y que fue impuesta por él como una de las tantas condiciones para salir voluntariamente del Japón.
"Bueno…" Totosai carraspeó levemente. "El café viene en camino." Inuyasha asintió agradecido. "Ahora cuéntame, qué ha sido de tu vida, muchacho?" le preguntó el anciano suavemente.
Inuyasha se levantó de la silla y se dirigió hacia un gran ventanal desde donde podía apreciar la vista de gran parte de la ciudad de Tokio gracias a la altura del edificio. "Las cosas han sido muy difíciles, Totosai, pero he sido muy cuidadoso."
"Eso no lo dudo. He estado muy pendiente de la prensa internacional y tu identidad es todo un misterio." Totosai sonrió levemente. "Has hecho un buen trabajo, Inuyasha. Aunque no puedo mentirte. No sabes cuánto me gustaría ver la reacción de la prensa si algún día-"
"Eso no va a pasar nunca, anciano. Sácate esa idea de la cabeza." Inuyasha lo interrumpió secamente.
"Estás seguro de eso?" Preguntó el anciano con un tono dudoso en su voz.
"Por supuesto que sí." Respondió Inuyasha con un poco de arrogancia. "A quién se le ocurriría buscarme dentro del medio, eh? Todos ellos están esperando que aparezca alguien como él."
Totosai abrió un poco sus grandes ojos. "Que astuto." Sin embargo, su voz no mostró ningún rastro de asombro. "Pero ten en mente que también puede ser un arma de doble filo para ti."
Inuyasha iba a responderle al anciano al darse la vuelta pero la conversación fue brevemente interrumpida con la llegada de la asistente del director. La mujer se disculpó y rápidamente depositó las dos tazas de humeante café sobre el escritorio. El anciano le agradeció gentilmente y ella desapareció de la oficina cerrando la puerta tras su salida.
"Totosai, esta oficina es segura?" preguntó Inuyasha regresando a su lugar en el escritorio.
El anciano asintió llevando el borde de la taza hacia sus labios después de haber soplado levemente para enfriarlo un poco. Con esa respuesta, Inuyasha retiró su gorra despreocupadamente y la depositó en la silla vecina. Totosai levantó sus ojos del oscuro líquido para contemplarlo detenidamente mientras él le agregaba y disolvía sus dos sobres de azúcar en la bebida.
Ciertamente los años habían pasado y habían hecho lo suyo en el joven frente a él. Sus juveniles rasgos de adolescente habían madurado bastante. Ahora era mucho más alto de lo que recordaba y su cuerpo estaba más tonificado donde debía serlo. Inuyasha sintió la mirada del hombre y levantó la suya un poco incómodo.
"Qué pasa?"
El anciano movió levemente la cabeza. "Nada. Es sólo que… viéndote así... te pareces mucho a tu padre."
"Hn… no me lo recuerdes, quieres." Gruñó Inuyasha sin aprecio. "Por su culpa estoy metido en todo esto." Terminó él más para sí.
"Pero con la personalidad y el corazón de tu madre." Terminó el anciano orgulloso.
"Afortunadamente." Inuyasha volvió su atención al café y los siguientes minutos pasaron en silencio mientras cada uno terminaba con su respectiva bebida. El joven levantó nuevamente su mirada dorada hacia el anciano. "A propósito. No te ha llamado nadie a preguntar por mí?"
Totosai bajó su taza y levantó una de sus pobladas cejas. "No. Por qué?"
"Mm… Olvídalo." Dijo Inuyasha despedidamente.
"Por cierto, qué tal el lugar que te conseguimos?"
Inuyasha se tomó su tiempo para considerar su respuesta. "Sobreviviré."
"Tan malo es?" preguntó el anciano en tono burlón. "Fue lo único que pudimos conseguir que fuera lo suficientemente cerca como lo solicitaste."
"Nah… por el momento está bien. Un poco peculiar pero-"
"Peculiar?" lo interrumpió Totosai con la palabra 'curiosidad' escrita en toda su arrugada cara.
"Vamos a decir que es la experiencia más extraña que he vivido y… teniendo en cuenta todas las que tenido… ésta se lleva todos los honores." El viejo Totosai soltó una leve carcajada ante el tono sarcástico empleado por Inuyasha. "Bueno, pero no estoy aquí para hablar de eso y lo sabes."
"Por supuesto." El anciano se recuperó y recogió sus abandonados lentes para introducir una de las patas en su boca. Luego se recostó en su asiento. "Pero en vista de que tu llegada estaba programada para finales de esta semana…" Totosai se incorporó nuevamente y apoyó sus codos sobre su escritorio. Inuyasha le parpadeó varias veces. "Tu oficina aún no está lista así que tendrás que esperar hasta entonces."
"Oh, vamos Totosai, no puedes hacerme esto. Qué voy a hacer hasta entonces? Necesito ocuparme en algo." Le informó Inuyasha ligeramente molesto. Y con razón. Necesitaba una excusa de peso para permanecer fuera del departamento. Entre menos contacto tuviera con aquella jovencita malgeniada, mejor.
"Cuál es la prisa, muchacho. Acabas de llegar a Japón. Deberías aprovechar el tiempo y descansar, salir o lo que sea. La ciudad ha cambiado mucho."
Inuyasha cubrió su rostro con exasperación. "No vengo a hacer turismo, anciano. Yo-"
"Te veo el viernes, Inuyasha."
El joven frunció su entrecejo cuando vio al anciano retomar su lectura en el periódico dando por terminada la conversación sin dar lugar a sus protestas. Con firme resolución, Inuyasha se colocó nuevamente su gorra y salió apresurado de la oficina tirando la puerta para dejarle saber su gran descontento y malestar.
Totosai bajó de nuevo su periódico y sonrió divertido. "Qué muchacho tan impulsivo."
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"Maldito Totosai… ese anciano decrépito... voy a…"
Inuyasha salió de la oficina echando todo tipo de insultos contra el anciano mientras descendía por el ascensor. Cuando llegó al primer piso y la puerta del ascensor le permitió la salida, él se dirigió directo hacia la calle. Una vez afuera, decidió ir al supermercado para abastecerse de algunas provisiones pues durante el fin de semana no había podido salir a hacer sus compras.
Luego del incidente con Kagome decidió permanecer encerrado en su habitación para terminar de arreglar sus cosas y sólo se limitó a salir para ir a comer a algún restaurante cercano.
Él introdujo sus manos en los bolsillos de su chaqueta negra y se detuvo en seco cuando sintió algo en uno de ellos. Era un trozo de papel. El papel que le había entregado Miroku con la dirección que logró conseguirle. Inuyasha lo contempló por unos instantes y sonrió forzadamente. Al menos ya tenía algo interesante que hacer hasta el viernes.
Analizando la dirección notó que relativamente estaba cerca de donde se encontraba así que optó por aplazar momentáneamente sus compras y cambió el rumbo.
Con algo de suerte, su semana aún podría componerse.
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"Oye, Sango."
"Mm?"
"Qué vas a hacer después de tus clases?" le preguntó Kagome mientras llevaba una cucharada de gelatina de cereza a su boca.
"Bueno… no tengo planes hasta ahora. Por qué?" Sango revolvió un poco su ensalada de frutas.
"Me… acompañarías al centro comercial?" la joven profesora de dibujo pasó un mechón de cabello detrás de su oreja y dirigió su oscura mirada hacia su colega frente a ella. "Necesito comprar unas cosas y no quisiera ir sola."
Sango terminó de masticar el último bocado de su ensalada y levantó la servilleta para limpiarse un poco de crema de leche de la comisura de su boca. "Seguro. A qué hora es tu última clase?"
"A las tres."
"Bien… entonces veámonos en los casilleros cuando termines." Sango le sonrió antes de separarse de la mesa. "Voy por una botella de agua. Quieres algo más?"
"No, Sango. Gracias. Así estoy bien."
"De acuerdo. Ahora vuelvo."
Kagome asintió levemente mientras veía a su amiga dirigirse hacia la barra de autoservicio al otro lado de la cafetería. Mientras tanto, la joven aprovechó los minutos a solas para reflexionar en lo que había pasado el sábado en su casa. Tal vez en un principio no le habría importado demasiado pues si analizaba bien las cosas, él se merecía eso y mucho más por todos los malos ratos que ese hombre le había hecho pasar desde aquel día en que llegó a su departamento por primera vez. Sin embargo, el ver su rostro y su comportamiento el resto del fin de semana, la hizo recapacitar de esa idea.
Sin importar lo pesado que fuera, ella debía…
"Kagome?" Sango movió su mano frente a su campo de visión para llamar su atención.
"Eh?"
"Kagome, estás bien? Llevo rato llamándote." Finalmente la joven tomó asiento y colocó su botella de agua sobre la mesa. "Estabas como ida…"
"Sólo pensaba. Es todo." Respondió Kagome en un susurro. Sango la miró un momento y su rostro se tornó suspicaz.
"Pensando, eh?" la sonrisa de Sango se extendió más. "Por casualidad, cierto inquilino no sería el dueño de tus pensamientos, verdad?"
Inmediatamente el rostro de Kagome se enrojeció del color de su gelatina. "Por supuesto que no, Sango. Como crees?" espetó la joven indignada y bastante molesta.
"Eso pensé." Le respondió Sango nada convencida con su réplica. "Por cierto, no me has contado nada."
"De qué?" Kagome desvió su atención hacia una mesa llena de jóvenes estudiantes que reían ante algún chiste o anécdota. Cualquier cosa con tal de no enfrentar esa pícara mirada que ya conocía de su amiga. Desde que le dijo que un hombre iría a vivir con ella no había dejado de provocarla e insinuarle ciertas cosas.
"Cómo que de qué!" exclamó Sango. "Pues de tu concubino. De qué más?" Su joven amiga sonrió ante lo que iba a decir. "Ya intentó algo contigo?"
Kagome le devolvió de golpe una mirada fulminante. "Sango…" dijo ella entre dientes. "Cómo se te ocurre!"
"Pero si ya han pasado dos días. No me digas que no ha pasado nada…" Sango comenzó a mover de arriba abajo una ceja. "… interesante." Kagome no aguantó más y golpeó fuertemente la mesa con ambas palmas mientras se levantaba llamando la atención de todos en la cafetería.
"Por supuesto que no, Sango. No ha pasado nada y nunca pasará nada!" gritó Kagome a todo pulmón dejando el lugar en completo silencio. "Ese tipo es un altanero, un arrogante, un… un…!"
"Atrevido?"
"Exacto!" Terminó Kagome jadeando por el esfuerzo y totalmente ajena al hecho de que en ese momento ella era el centro de atención de media Academia. En cambio Sango si era muy conciente de eso.
"Kagome." La llamó Sango suavemente.
"Qué!"
Sango extendió su dedo índice para indicarle que mirara a su alrededor. Ella la siguió de mala gana y en seguida se dio cuenta del papelón que estaba haciendo delante de todos. Sus mejillas se enrojecieron aún más y tan disimuladamente como pudo, regresó a su asiento con la frente muy en alto.
"Nos vemos después de clases." Le informó Kagome con un tono de voz amable antes de ponerse de pie y salir del lugar como si nada.
De inmediato, las actividades en la cafetería se normalizaron y el característico murmullo de las voces llenó el lugar junto con el ruido de platos y ollas provenientes de la cocina. Sango permaneció ahí sentada un poco más mientras terminaba de beber su botella de agua natural con una pequeña sonrisa de victoria en su joven rostro.
Kagome nunca había reaccionado así cuando su tema de conversación giraba en torno a hombres. Siempre hablaba con indiferencia y sin mostrar ningún tipo de emoción. Y esto le dio a Sango la ligera impresión de que algo le estaba pasando a su amiga más allá de la antipatía que parecía sentir por su compañero de departamento.
Al parecer este personaje la estaba afectando de alguna manera y aunque ella se empeñara en negarlo, su forma de hablar de él la contradecía enormemente.
Sólo era cuestión de tiempo para que le diera la razón.
Aún con la sonrisa adornando su rostro, Sango decidió que ya era hora de retirarse pues en quince minutos comenzaría su clase de danza con el grupo de primer nivel.
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Inuyasha miró nuevamente el trozo de papel y levantó la mirada hacia el edificio frente a él. Sí… esta era la dirección. Las señas de Miroku lo habían conducido a la nueva Biblioteca Pública de Tokio.
El joven suspiró interiormente. Ese lugar era uno de los más concurridos en toda la ciudad. Cómo se suponía que iba a encontrar a una persona específica entre tantas. Miles. Era como buscar una aguja en un pajar. Inuyasha guardó de nuevo el papel en su bolsillo y miró los alrededores.
Para ser mediodía había mucha gente yendo de un lado a otro y ni qué decir de la entrada del lugar. El flujo de personas entrando y saliendo era constante y supo que no iba ser nada fácil encontrarla. Sin embargo, esta era la única pista que tenía y no iba a darse por vencido como se lo había dicho a Miroku.
Esto era mejor que nada.
Inuyasha se tomó unos segundos más para organizar sus ideas. En ese momento las palabras de Miroku llegaron a su cabeza.
"Como te dije por teléfono, este es el único dato que pude conseguirte y eso porque la vi un par de veces." Miroku hizo una breve pausa mientras le extendía el trozo de papel. "Parece ser que ella frecuenta este lugar. La primera vez que la vi, yo iba caminando por la acera hacia el banco y ella entraba. Luego la volví a encontrar adentro cuando fui a devolver unos libros. Estaba sentada en una de las salas de lectura. Si mal no recuerdo, era la sala del cuarto piso. En la sección de Ciencias Sociales."
El joven regresó a la realidad y frunció levemente el ceño. Este no era el lugar que hubiera escogido para un encuentro después de tantos años. No. Definitivamente, no.
Dando un rápido vistazo a lado y lado de la calle, Inuyasha la cruzó con paso presuroso y subió de igual manera las escalinatas de mármol del edificio. Una vez adentro, confirmó que las probabilidades de encontrarla eran mínimas por la cantidad de visitantes. Y este apenas era el primer piso.
Levemente desorientado, él decidió acercarse primero al centro de información. Después de todo, Miroku le había informado que la construcción había sido modificada y ampliada cinco años atrás debido a la gran demanda de visitantes. Inuyasha volteó irritado sus ojos. Al despistado de su amigo se le había olvidado decirle por dónde podía acceder a las salas de lectura.
"Disculpe, por dónde llego a las salas de lectura en el cuarto piso?" preguntó el joven alcanzando el módulo.
"Siga por aquí hasta el fondo y luego dé vuelta a la izquierda. Ahí están las escaleras." Le informó amablemente la joven encargada. Inuyasha simplemente asintió y sin perder más tiempo, siguió las indicaciones recibidas.
Con cada paso que daba no podía evitar sentir una sensación de ansiedad en su estómago. Era como si se estuviera dirigiendo a su primera cita y la cantidad de gente que lo rodeaba en ese momento era demasiado agobiante para su gusto. Considerando su situación, siempre procuraba evitar frecuentar lugares así de congestionados. Era muy arriesgado exponerse de esa forma pero en este caso, no tenía otra opción.
Sólo esperaba que este riesgo no fuera en vano.
Cinco minutos le tomó llegar al cuarto piso y enseguida se topó con el aviso que le indicaba la ubicación de las salas de lectura. Tomando aire profundamente, Inuyasha entró a la sala y, para fortuna suya, el lugar no tenía tantos visitantes como el primer piso. Con paso normal, el joven avanzó mientras miraba atentamente sus alrededores. A cada lado había gran cantidad de estantes de madera llenos de libros de todos los tamaños y referencias posibles. Al fondo, podía divisar unas cuantas mesas en donde algunos usuarios estaban sentados haciendo cualquier tipo de consulta.
Finalmente, llegó a un nuevo mostrador y preguntó por las salas de lectura. La bibliotecaria le indicó que volteara hacia la derecha. Allí estaban todas las salas clasificadas por secciones. Tal y como se lo dijo Miroku. Inuyasha avanzó cautelosamente y se asomó entre los estantes. Ahí había otro tipo de salas un poco más pequeñas con unas cuantas personas sentadas cómodamente leyendo. Al fin y al cabo, esa era la función de estas salas.
Les permitían a los lectores aislarse del resto de la multitud para disfrutar del placer de la lectura.
Sin salir por completo del corredor entre estantes, Inuyasha escaneó minuciosamente el ambiente. No pudo evitar sentirse como en una especie de película de espionaje. Finalmente sus ojos dorados se detuvieron en un punto de la sala que llamó fuertemente su atención. Era una persona. Estaba dándole la espalda pero por el lustroso cabello negro la reconoció de inmediato. No era necesario ver su rostro para saber que era ella. Al fin la había encontrado.
Sin embargo y a pesar de las fuertes ganas que tenía por verla a la cara y estrecharla entre sus brazos, no se atrevió a acercarse todavía y prefirió quedarse ahí de pie mirándola.
La joven estaba muy concentrada en su lectura. De eso no había duda. Solamente la interrumpía por unos segundos para poder darle la vuelta a la página. Esa había sido su rutina por casi una hora que era lo que llevaba en aquel lugar. Por momentos, el único movimiento que ejecutaba era el de su mano la cual llevaba hacia su rostro de vez en cuando para acomodar sus lentes que se mantenían resbalándose de su lugar en su nariz.
Unos minutos después, nuevamente iba a cambiar de página pero se detuvo de repente al ser asaltada por una extraña sensación. Era como si estuviera siendo vigilada. Podía sentir que alguien estaba mirándola intensamente desde atrás donde estaban los estantes de libros. Ella intentó mantenerse lo más serena posible aunque la intranquilidad dentro de su pecho era perturbadora.
Con mucho disimulo y elegancia, ella volteó su cabeza para comprobar si había algún motivo para preocuparse de verdad pero, para su alivio, encontró que no había nadie ajeno a las personas que ya la habían acompañado desde un tiempo en la misma sala. Los corredores que se formaban entre los estantes estaban vacíos. No había nadie asomado como pensó en un principio.
Inuyasha contuvo la respiración por unos segundos para evitar ser descubierto y se escondió detrás del estante para no ser visto por ella especialmente. Al parecer, la joven había sentido fuertemente una presencia. Calculando después unos segundos más, decidió asomarse de nuevo.
La joven estaba de pie aún con su espalda hacia él, aparentemente recogiendo algunos libros esparcidos por toda la mesa para apilarlos en un solo sitio. Luego la vio alisar con gracia la chaqueta del vestido gris oscuro que llevaba puesto en ese momento y ajustar un poco la falda que le cubría los muslos hasta más arriba de las rodillas y que se le ceñía perfectamente a sus curvas. Segundos después se colgó su cartera en su hombro y tomó todos los libros para salir del área de lectura.
Ella le dio un último vistazo a su entorno buscando con disimulo alguna indicación de que lo que había sentido a sus espaldas había sido sólo producto de su imaginación. Al no ver nada sospechoso, la joven se convenció de eso y con paso distinguido desapareció por un corredor cuatro estantes más abajo de donde él estaba.
Fueron segundos lo que le tomó a ella desaparecer de su vista, pero los suficientes para él haber grabado esta nueva imagen de ella. Y lo que vio lo hizo enamorarse por segunda vez de aquella misma mujer que conoció en su primer año de secundaria. Era igual a como la recordaba. Sólo que ahora estaba hecha una mujer de verdad con modales y movimientos muy finos y refinados que le daban cierto aire de distinción al caminar.
La joven se dirigió hacia el mostrador principal y entregó aquellos libros. Una vez con sus brazos y manos libres, sujetó su cartera y cruzó la salida de la sala directamente hacia las escaleras. Por su parte, Inuyasha la siguió todo el recorrido a una prudente distancia hasta la salida de la biblioteca. De vez en cuando, la elegante mujer se giraba parcialmente al sentir de nuevo aquella incómoda sensación que ya estaba comenzando a preocuparla. Hábilmente, el joven de cabellera plateada lograba reaccionar a tiempo para ocultarse tras alguna esquina o escabullirse entre las personas para no ser visto por ella.
No quería arruinar la sorpresa.
Una vez afuera, la mujer sacó unos lentes oscuros y se los colocó para proteger sus ojos del fuerte sol de mediodía y con paso ligero pero altivo, siguió su camino al otro lado de la calle. Mientras tanto, Inuyasha continuaba con su labor y la siguió hasta varias calles más abajo en donde finalmente la vio entrar a un elegante pero discreto café. El joven se quedó un momento afuera siguiéndola con la mirada y con una leve sonrisa en su rostro.
"Buenas tardes, señorita. En qué le puedo servir?" Una joven mesera se le acercó a la mujer para preguntarle amablemente.
"Mm…" la joven escaneó con su mirada la pequeña carta sobre la mesa antes de decidir. "Un capuchino, por favor."
"Con mucho gusto. Algo para acompañarlo?"
"Así está bien, gracias." La joven mesera asintió levemente antes de retirarse para trabajar en su orden.
La mujer dejó escapar un suave suspiro mientras levantaba sus lentes oscuros y los deslizaba por su cabeza para dejarlos sobre su negro cabello. Mientras esperaba, ella le dio un breve vistazo al lugar. El café era medianamente pequeño con un estilo muy occidental. En ese momento se sintió como si estuviera sentada en un café bordeando el río Támesis en Inglaterra porque la decoración tenía una leve influencia barroca sin caer en lo extravagante y exagerado y las fotografías a su alrededor mostraban diferentes ángulos y vistas del río.
Un par de minutos después, su capuchino llegó y ella lo movió delicadamente buscando entibiarlo un poco. Luego dejó a un lado la palita mezcladora y llevó la fina taza hacia sus labios para darle el primer sorbo. Ella cerró sus ojos disfrutando del agradable sabor de su bebida. Dejando la taza nuevamente en su plato, sacó su pequeña agenda donde llevaba anotados unos pendientes.
De repente, la luz que le brindaba una lámpara en forma de farol a sus espaldas, se interrumpió proyectando una oscura sombra sobre sus anotaciones y ella parpadeó un poco extrañada. De nuevo, aquella sensación experimentada en la sala de lectura la embargó. Ella levantó su cabeza lentamente para quedar mirando un punto en la pared del frente y así permaneció un rato más como esperando a que algo pasara o algo fuera dicho porque, obviamente, aquella sombra pertenecía a alguien. La misma persona que desde hacía un rato la venía siguiendo finalmente había decidido dar la cara.
Y fue entonces cuando, de boca de aquella misteriosa sombra, escuchó su nombre.
"Kikyo…"
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Continuará…
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Nota de Inu: Un saludo muy especial para todos… de nuevo aquí intentando ponerme al día después de todas estas festividades… je je… como siempre quiero agradecerles a todos por sus comentarios llenos de apoyo los cuales son un gran incentivo para continuar con esta locura… Gracias LadyJ07, sin tus empujoncitos no hubiera sido posible la publicación de este capítulo… je je… y cuando digo pronto, es MUY PRONTO… jajajaja… Espero que les haya gustado y aviso que a partir de aquí no me hago responsable por los posibles daños q esta historia pueda ocasionar… MUAJAJAJAJAJAJAJA!...
Se me cuidan y les mando un millón de besos!
Hasta una próxima entrega…
