SE ARRIENDA HABITACION
Por Inuhanya
DISCLAIMER: NINGUNO DE LOS PERSONAJES DE LA ESPECTACULAR RUMIKO TAKAHASHI ME PERTENECE… SOLO LOS TOMÉ PRESTADOS PARA MIS PROPOSITOS PERVERSOS… MUAJAJAJAJAJA!
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Capítulo 6
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Aquella voz…
Kikyo permaneció completamente inmóvil en su silla después de haber escuchado su nombre. Sólo existía en el mundo un sólo hombre con aquel característico timbre de voz. Cuántas veces había escuchado pronunciar su nombre con esa voz. Una voz grave pero gentil. Masculina pero tierna. Varonil y sensual cuando optaba por hablarle al oído.
Cabía la posibilidad de que sus oídos le estuvieran jugando una mala broma?
Era posible que en ese momento escuchara una voz que jamás imaginó volver a escuchar en toda su vida?
Era posible que fuera realmente él después de tantos años?
La distinguida mujer parpadeó repetidamente en un intento por regresar a la realidad de nuevo pero su cuerpo fue más lento en reaccionar que su cabeza. Repentinamente la temperatura del lugar había descendido considerablemente paralizando todos los músculos de su cuerpo. De igual forma, los audibles murmullos que llenaban el café unos momentos atrás se enmudecieron para sus oídos aislándola por completo de lo que sucedía a su alrededor.
Encontrando fuerzas para moverse, Kikyo apoyó ambas manos sobre la pequeña mesa y se ayudó a levantar para quedar de pie. Luego, reuniendo todo su coraje y un poco más recuperada del shock inicial, ella se dio la vuelta muy despacio con la mirada baja. Finalmente, sus oscuros ojos hicieron contacto con un par de zapatos de hombre.
Inuyasha pudo ver en ese momento el conflicto mental en su cabeza reflejado en su, hasta hace poco, sereno rostro.
El tiempo para ambos pasó como si un segundo equivaliera a un minuto. Kikyo estaba tan conmocionada que se tomó todo el tiempo del mundo para digerir y asimilar lo que sus ojos iban encontrando a medida que comenzaban su ascenso por aquella aparición frente a ella.
Sus alterados ojos subieron por los jeans azul oscuro que vestía el hombre y la limpia camisa blanca cubierta parcialmente por una chaqueta negra y se detuvieron momentáneamente en la pequeña porción de piel que se asomaba a la altura de la clavícula cortesía de los desabrochados botones de la prenda. Kikyo intentó calmarse un poco más mientras cerraba apretadamente sus ojos y tomaba una profunda bocanada de aire en sus pulmones para luego abrirlos directamente enfocados en el rostro de aquella sombra. Ella tuvo que apoyar nuevamente sus manos en la mesa para no caerse ahí mismo.
Un sonido ahogado salió de su boca y sus cejas se arrugaron con preocupación mientras sus labios, que permanecían levemente separados, comenzaban a temblar debido a la cantidad de emociones encontradas que comenzaron a despertar en su imperturbable interior en el justo momento en el que sus ojos marrones hicieron contacto con esos inigualables ojos color miel.
Inuyasha por otro lado, tuvo que hacer un esfuerzo sobrenatural para contenerse de abalanzarse hacia ella y estrecharla entre sus fuertes brazos para sentir así su perfecto cuerpo contra el suyo. Aunque las ganas de hacerlo eran más desesperantes a cada minuto, estaba plenamente consciente del fuerte impacto que tendría en ella este inesperado encuentro.
Dos minutos pasaron como horas para los recién encontrados. Minutos en los que no hubo ningún intercambio de palabras. Sólo permanecieron ahí, contemplándose mientras sus mentes evocaban viejas vivencias con dos sentimientos completamente diferentes dentro de cada uno. Sentimientos de añoranza y desasosiego.
Por qué ahora?... Pensó ella angustiada.
"I-Inu…yasha…?"
Inuyasha sonrió levemente al escuchar su voz. Una voz que tuvo presente en cada momento de sus días a pesar de la distancia y que extrañó aún más que a su tierra natal. Ella era el motivo más importante para haber regresado a Japón. Él la vio tensarse luego de haber pronunciado su nombre y sintió un poco de inquietud al ver su perturbada mirada. Sin embargo, se llenó de toda la paciencia del mundo porque desde un principio sabía muy bien que este encuentro no sería nada fácil para ninguno de los dos. Mucho más para Kikyo.
Podría decirse que aunque ambos compartieron un pasado lleno de amor y pasión, los años alejados el uno del otro de alguna forma habían apagado esa llama. Pero eso sólo era cuestión de tiempo. Él estaba dispuesto a luchar por que la llama de su relación se avivara nuevamente. Así le tomara todo el tiempo del mundo.
"Cómo has estado, Kikyo?" preguntó él amablemente y embelezado por la belleza que se había afianzado más en ella con el paso de los años.
Kikyo movió su cabeza de un lado a otro aún sin creer que lo que estaba viendo frente a ella fuera real. Su boca hizo pequeñas formas como intentando decir algo pero no sabía qué. Siempre había sido una persona muy elocuente aún en situaciones difíciles pero ahora… en realidad no sabía qué decir. Estaba escasa de palabras. Y eso la molestó enormemente.
"Sé que estás muy impresionada pero---"
"Así que tú eras la persona que me estuvo siguiendo todo este tiempo." Lo interrumpió ella secamente. "Cómo me encontraste!" preguntó Kikyo recuperando de repente el habla y con un tono de voz levemente alto sin que llegara a atraer demasiado la atención de los presentes.
"En realidad fue un golpe de suerte."
"Suerte?" repitió ella irritada.
Inuyasha se tomó unos segundos para responder. La idea de decirle que había sido él quien había mandado a Miroku a averiguar sobre su paradero no le pareció una buena opción. Esto sólo aumentaría más su malestar. Malestar que entendía y aceptaba completamente.
"Kikyo, yo---"
"Por qué regresaste?"
Bueno… eso sí era algo que no esperaba. Inuyasha frunció levemente el entrecejo.
"Regresé por ti. Acaso no es obvio?" respondió él un poco confundido por su reacción. Kikyo negó levemente con la cabeza.
"Entonces perdiste tu viaje."
Con eso dicho, ella se volteó presurosa para recoger su agenda y buscar en su billetera un billete que cubriera el costo del capuchino que quedaba sin terminar. Cuando colocó el billete sobre la mesa, Inuyasha aprovechó la posición de su muñeca y la ventaja de estar detrás de ella para bloquear su paso y aprisionó su delgada muñeca sin lastimarla. Ella apretó fuertemente su mandíbula fijando sus fríos ojos en el punto de contacto de ambas extremidades.
"Hablemos." Dijo él suavemente y ella pudo sentir su cálido aliento acariciar el lóbulo de su oreja. Cuando no recibió ninguna respuesta de labios de la mujer, Inuyasha continuó. "Por favor." Insistió él en un susurro mientras apretaba sutilmente el agarre en su muñeca.
"Suéltame. Estamos en un lugar público." Respondió ella con firme resolución y enseguida pudo escuchar a Inuyasha tomar aire profundamente.
"No lo haré hasta que me respondas y no me importa si estamos en un lugar público. No creo que llamemos más la atención de la que ya tenemos." Kikyo de inmediato levantó sus ojos para comprobar si realmente era cierto lo que él le había dicho o si sólo era un truco para presionarla. Cuando se convenció de lo primero, se decidió a responder.
"Este no es el momento. Estoy ocupada." Kikyo intentó liberar su apresada muñeca pero sus esfuerzos no dieron resultado. Su agarre era tan firme, pero sin lastimarla, como su determinación a no dejarla ir.
"Entonces cuándo?"
"No lo sé."
Con esa respuesta, Inuyasha se presionó más sobre ella. "Ya te dije que no te soltaré hasta que hablemos."
"Y yo te dije que este no es el momento ni el lugar! Estoy ocupada!" exclamó Kikyo levantando un poco la voz.
Inuyasha casi de inmediato la soltó y se separó levemente de ella. A él tampoco le convenía hacer un escándalo en un lugar tan concurrido como este considerando su particular situación. Una vez libre, la mujer recogió su bolso para colgarlo en su hombro y se giró hasta quedar frente a él.
"Lo mejor será que dejemos las cosas como están. Por el bien de los dos." Kikyo fijó una mirada de hielo en sus órbitas doradas. "Ya todo quedó dicho entre nosotros." La mujer dijo esto último con un poco de dolor que no pasó desapercibido para sus oídos y sin darle tiempo de reaccionar se alejó de él atravesando el pequeño establecimiento hasta la salida. Ahí, ella volvió su mirada hacia adentro y lo vio aún de pie, mirando hacia la mesa. "Lo siento… en verdad lo siento, Inuyasha." Musitó Kikyo para sí antes de continuar su camino hacia la calle.
El joven de dorada mirada se demoró un poco intentando comprender lo que había pasado momentos atrás pero pronto reaccionó y salió con paso apresurado para darle alcance a la mujer. Afuera, él la buscó de un lado a otro de la acera y cuando la localizó unos metros más abajo, fue tras ella.
"Kikyo!" la llamó Inuyasha intentando llegar a ella mientras esquivaba las personas que se interponían en su camino. "Kikyo!"
Ella lo escuchó llamándola pero no se detuvo en ningún momento y continuó como si ese no fuera su nombre. Como si no lo conociera. Sin embargo y muy a pesar de su indiferencia, una gruesa mano logró alcanzar su brazo y sin más, ella fue obligada a darse la vuelta para encararlo. Inuyasha la miraba con aquella mirada intensa y penetrante que la hacía temblar interiormente.
"Inuyasha, no--!"
"Sólo quiero hablar contigo. Por favor."
Unos minutos de silencio siguieron y ellos permanecieron ajenos a las personas que constantemente pasaban a su alrededor. Kikyo mantuvo fija y sin vacilar su oscura mirada en él todo el tiempo. No estaba dispuesta a demostrarle el efecto que estaba teniendo en ella el volverlo a tener tan cerca.
"Ahora no puedo… en verdad tengo cosas pendientes." Finalmente ella se decidió a responderle manteniendo calma y serena su voz.
"Sólo dime la hora y el lugar y ahí estaré." Le respondió él de la misma manera.
En ese momento el viento sopló suavemente refrescando un poco la calurosa tarde. Unos cuantos cabellos negros se agitaron ante el fenómeno rozando suavemente la blanca superficie de su rostro. Después de unos segundos, Kikyo bajó su mirada considerando algo y luego la dirigió hacia donde su brazo estaba sujeto.
Inuyasha entendió el mensaje y la liberó. "Lo siento." Se disculpó él.
Kikyo soltó un poco de aire resignada y buscó un trozo de papel y su pluma para anotar algo. "Encontrémonos en mi departamento a las cuatro de la tarde de mañana." La mujer le extendió una tarjeta con la información. "Esta es la dirección. Procura ser puntual." El joven la recibió con alivio.
"Ahí estaré sin falta."
Kikyo retiró sus lentes de sol de su cabeza para colocárselos nuevamente sobre sus ojos. Luego le dio a Inuyasha una mirada final antes de girarse para retomar su camino. Los ojos de Inuyasha la siguieron mientras se alejaba de él para entonces perderse entre los transeúntes. Levemente satisfecho por haber logrado lo que quería se dispuso a cumplir con el plan original de visitar el centro comercial.
No había duda que ese encuentro con Kikyo había sido de cierta forma fuerte y lejano a lo que él hubiera querido pero no podía culparla del todo. De alguna manera tenía todo el derecho para todavía estar enojada con él. La separación había sido un golpe muy duro para ella y, aunque no era lo que él esperaba encontrarse a su regreso, se había preparado para cualquiera de las diferentes y posibles situaciones que pudieran presentarse.
Ahora lo que le quedaba era lograr que todo aquello fuera dejado atrás a donde pertenecía. En el pasado.
Con eso en mente, Inuyasha resolvió no desperdiciar más tiempo y guardó la tarjeta de Kikyo en su pantalón mientras se mezclaba de nuevo con la multitud en dirección contraria hacia el centro comercial más cercano.
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"Mira Kagome." La llamó Sango deteniéndose frente a una lujosa vitrina. Sus ojos estaban fijos en un hermoso vestido de novia hecho de crepé blanco con mucho velo en la sobrefalda y decorado en el cuerpo con una fina pedrería. "No es hermoso? Debe costar una fortuna."
"Sin duda." Respondió la joven Higurashi dándole un rápido vistazo al traje.
"Algún día usaré un vestido como ese para casarme." Comentó la joven bailarina mientras fantaseaba con aquella ceremonia. Kagome sonrió levemente y movió su cabeza divertida.
"Pero primero deberías preocuparte en encontrar a tu media naranja. De nada sirve un vestido como ese si no se tiene con quién casarse." Kagome sacó a su amiga de su ensueño. "Ahora vamos. No quiero que me agarre la noche comprando." Dijo ella mientras entrelazaba su brazo con el de Sango para arrastrarla lejos de esa vitrina y muy a pesar de sus protestas.
"Qué mala eres, Kagome. Sólo porque tú no quieres casarte no significa que puedas arruinar de esa forma los sueños nupciales de los demás." La reprimió Sango juguetonamente.
"Y quién te dijo que no quería casarme?" le preguntó ella imitándola. "Sólo creo que aún no es el momento."
"Sólo eso? Y yo pensaba que era porque nunca has tenido un novio."
"Bueno…" Kagome se sonrojó un poco. "Aún no he conocido al hombre perfecto, así que…"
"Eso es lo mismo que decir que nunca te casarás." Sango le dio una mirada de reojo con una sonrisa ladeada. "Nadie es perfecto." La joven regresó su mirada chocolate hacia el frente. "Además, a quién le importa la perfección cuando prima la atracción. Un hombre puede ser perfecto física, espiritual o intelectualmente pero si no te atrae sexualmente de nada te sirve."
Kagome continuó caminando hacia el supermercado que se encontraba al otro lado del centro comercial y frunció levemente su entrecejo ante las palabras de su amiga. "Eso lo dices porque para ti el sexo es lo único importante en una relación. Pero déjame decirte que el sexo no lo es todo, querida Sango."
"Hn… ahora veo por qué nunca has conseguido novio." Dijo Sango por lo bajo pero al parecer Kagome alcanzó a escuchar sus palabras porque ella se detuvo en seco obligándola a ella también y volvió su rostro hacia su acompañante.
"Qué dijiste!" gritó ella molesta.
"Nada." Sango se llevó una mano detrás de su cabeza. "Sólo que necesito ir al baño."
"Eso pensé." Kagome retiró su brazo del de Sango para darle la libertad que necesitaba. "Aquí te espero."
"De acuerdo. Ahora regreso." La joven asintió sutilmente y Sango se dirigió hacia el corredor que conducía hacia los tocadores. Una vez sola, Kagome se cerró su abrigo y cruzó sus brazos sobre su pecho mientras se acercaba hacia una vitrina que exhibía diferentes objetos decorativos.
Sus ojos escanearon rápidamente el lugar y de repente se toparon con unos portarretratos puestos sobre una elegante mesa de vidrio y madera. Sin pensarlo dos veces, ella entró al local y una de las vendedoras la guió hasta el fondo del lugar para mostrarle todos los modelos disponibles. Luego de darles una mirada general, Kagome posó sus oscuros ojos en uno que le gustó. Con mucho cuidado lo tomó entre sus manos para verlo más detalladamente.
Era un portarretrato hecho en madera tallada. El diseño era bastante sencillo. Casi liso, si no fuera por unos discretos detalles en relieve en los cuatro lados. Era el único con ese diseño y de inmediato decidió llevarlo viendo que el precio no era demasiado elevado. Después de todo, este objeto era uno de los principales motivos para venir de compras. Sentía que tenía algo que debía reponer.
Kagome le pidió a la vendedora envolvérselo para regalo y cuando estuvo listo, decidió guardarlo en su morral con mucho cuidado. No había necesidad de que Sango se enterara de eso porque nuevamente comenzaría a insinuarle cosas sobre cierta persona y ella no estaba de humor para escucharla.
"Kagome, dónde estabas? Te estuve buscando. Pensé que te habías ido sin mí." Le reprochó su amiga como si estuviera tratando con una niña.
"No exageres, Sango." Kagome sonrió. "Sólo me entretuve en un almacén. Vamos." Nuevamente las dos jóvenes continuaron su camino hacia el supermercado conversando animadamente y entre risas cuando salía algún tema divertido.
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"Voy por una canasta."
Kagome y Sango comenzaron a recorrer el lugar pasando por todos los anaqueles. Mientras hablaban, Kagome iba escogiendo todo lo que necesitaba. Afortunadamente no era mucho, sólo lo esencial para el desayuno y la cena. Luego le siguieron unos cuantos productos de aseo personal que estaban por terminársele y otras cositas extra clasificadas por ella como 'antojitos.'
Luego de hacer una pequeña fila, ellas llegaron a la caja y Kagome pagó prontamente por sus compras. Sango le ayudó a llevar unas cuantas bolsas y ambas salieron animadamente del establecimiento. Pero apenas lograron avanzar unos cuantos metros cuando Sango se detuvo repentinamente.
"Demonios, olvidé comprar algo. No me demoro." La joven le pasó su carga a Kagome y se devolvió apresurada. Ella sólo se sentó en una banca cercana a esperar por su amiga.
"Qué distraída soy." Se reprimió Sango mentalmente con rumbo a la sección de lácteos. Había olvidado por completo que esa mañana se le había terminado la leche y que para el día siguiente no tenía ni una gota para su desayuno. Qué suerte que había aceptado acompañar a Kagome. Así podría abastecerse de nuevo de varias botellas de leche para el resto de la semana.
Prontamente, Sango llegó a las neveras y escogió varias unidades para depositarlas en su canasta. Con la tarea hecha, se dispuso a avanzar hacia las cajas pero en ese momento no se percató de que había alguien viniendo hacia ella y el choque fue inevitable. La canasta de Sango fue a dar al suelo y segundos después, ella abrió sus ojos para verse envuelta en un protector abrazo.
"Se encuentra bien, señorita?" Sango parpadeó varias veces antes de levantar su mirada para encontrarse con una amable y masculina mirada azul. A la joven se le atascó el aire en su garganta ante el contacto visual. "Le… pasa algo?" preguntó de nuevo el joven un poco más preocupado al no recibir ninguna respuesta de la hermosa jovencita en sus brazos.
Sango asintió vagamente. "L-lo siento. No me-"
"Me alegra que no le haya pasado nada."
De repente las mejillas de Sango se encendieron fuertemente y sus ojos de abrieron enormemente cuando sintió una audaz mano sobre su trasero. Enseguida, ella se separó apoyando sus manos en el pecho de aquel abusivo y con tanta fuerza como se lo permitió su agitación, lanzó su brazo hacia adelante y su mano hizo un certero contacto con la mejilla de aquel hombre.
Inuyasha de inmediato levantó su dorada mirada de una caja de cereal al otro lado del supermercado al escuchar el fuerte estruendo de una bofetada dada con toda la rabia del mundo. Él volteó sus ojos sabiendo perfectamente qué era lo que había pasado en aquel pasillo y quién estaba involucrado en el incidente. Mejor dicho, quién lo había provocado.
Unos minutos después, Miroku apareció en el mismo pasillo en el que se encontraba Inuyasha portando una incriminatoria marca roja en forma de mano en su mejilla izquierda. "No me vas a creer a quién me encontré?" preguntó Miroku esbozando una estúpida sonrisa de oreja a oreja mientras se cubría parcialmente la impresión con su mano libre.
Inuyasha depositó un paquete de tostadas en su canasta. "No lo sé pero la tienes bien merecida. Eres un mañoso. A mala hora me topé contigo en este lugar." Le dijo él con obvio disgusto mientras lo pasaba para ir hacia el siguiente pasillo. Miroku lo siguió de cerca sin alterar la expresión de su rostro.
"Encontré a la futura madre de mis hijos. A la mujer más hermosa que hayan visto mis ojos en mucho tiempo. A…"
"Miroku." Lo llamó Inuyasha deteniéndose brevemente para verlo a la cara. "Desde que te conozco te he escuchado decir lo mismo cada vez que una falda pasa debajo de tus narices."
"Eso era antes. Ahora es diferente. Esta sí era la mujer de mi vida."
"Hmph… para ti cualquier escoba con falda es la mujer de tu vida." Le respondió Inuyasha reanudando su camino hacia su destino.
"Pero la hubieras visto Inuyasha. En pocas palabras era… perfecta." Dijo Miroku aún imperturbado por las palabras de su amigo. "Tenía unos ojos color chocolate hipnotizadores y un rostro tan… unos labios que…"
"Miroku, tú nunca te fijas en sus rostros." Le recordó el joven de seria mirada dorada mientras buscaba unas avenas y yogures en las neveras.
"Claro que sí." Respondió Miroku finalmente ofendido con su amigo. "Luego de acariciar sus encantos me fijo a quien pertenecen."
"Eres un libidinoso." Inuyasha continuó hacia la sección de comida instantánea. "Si sigues comportándote así, lo máximo que llegarás a ser en esta vida será padrino."
"Vaya… gracias por tus buenos deseos, amigo." Siseó Miroku mientras lo veía escoger varios envases de ramen de diferentes sabores. Luego de llenar la canasta, los dos hombres se dirigieron al punto de pago.
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"Puedes creerlo? Qué descaro el de ese sujeto!" gritaba Sango bastante enojada y roja de la rabia mientras caminaba al lado de Kagome hasta el paradero de buses. "Kagome, de qué lado estás!"
"L-lo siento." Alcanzó a decir la joven antes de que un nuevo ataque de risa la asaltara. "Y me lo dices tú que siempre vives hablando de hombres atrevidos y de sexo? Pensé que te gustaba." Comentó Kagome luego de haber logrado apaciguar sus carcajadas.
"Esto fue muy diferente." Dijo Sango con firmeza. "Estamos hablando de un total pervertido no de un hombre atrevido." La joven bailarina resopló molesta ante el recuerdo de aquella mano sobre sus glúteos. "De sólo recordarlo me dan escalofríos."
"Sango cálmate. Eso ya pasó e hiciste muy bien en darle su merecido."
Sango asintió con severidad. "Y lo haría mil veces más." Kagome sonrió solidaria.
"Eso no lo dudo." De repente sus oscuros ojos divisaron el número del bus acercándose. "Bueno, nos vemos mañana. Aquí viene mi ruta." Dijo Kagome mientras abrazaba a su amiga. "Gracias por haberme acompañado."
"No fue nada. Buenas noches."
"Buenas noches, Sango." Se despidió Kagome con una sonrisa antes de abordar el amplio bus que la llevaría hacia el vecindario donde residía.
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Luego del breve recorrido desde el centro comercial hasta Shiba, Kagome llegó a su departamento con unas cuantas bolsas de mercado en sus manos. Maniobrándolas con cuidado en una sola, ella consiguió las llaves en el bolsillo de su abrigo y procedió a abrir. El apartamento estaba completamente a oscuras dando la impresión de que aún no había llegado él. Prontamente, la joven encendió el interruptor de la entrada y cerró tranquilamente la puerta con su pie.
Su destino inicial fue la cocina. Allí ella depositó sus compras sobre el mesón y dejó unos cuantos sobres que había recogido en el buzón de la entrada. Luego, aprovechando que sus manos eran libres de nuevo, procedió a deslizar su abrigo por sus cansados hombros mientras salía del lugar. Kagome depositó su prenda sobre el espaldar de una de las sillas del comedor y siguió con rumbo hacia su habitación.
Al pasar, se detuvo momentáneamente en la puerta entreabierta del dormitorio de Inuyasha y se acercó sigilosamente. Quería estar segura de que él aún no hubiera llegado. Efectivamente, el cuarto estaba a oscuras y el ocupante en ningún lugar para ser visto. Un poco apresurada, ella se devolvió por el morral que había dejado en el mesón de la cocina y entró en su habitación ajustando levemente la puerta. Cansadamente, la joven se dejó caer en su cama pulcramente tendida y retiró sus zapatos para cambiarlos por unos más cómodos. Cerró brevemente sus ojos y dejó escapar un suave suspiro de alivio por el cambio. Las actividades en la academia el día de hoy habían sido por de más agotadoras. Su horario, junto con el de Sango, era uno de los más extensos en toda la semana. El único momento de descanso que tenía los días lunes era los treinta minutos de almuerzo.
El resto del día lo tenía ocupado hasta las cinco de la tarde. Además, las clases de dibujo prácticamente eran dictadas de pie por lo que era lógico que sus pies estuvieran matándola para el final de la jornada.
Ahora que estaba un poco más cómoda, Kagome extendió su brazo hasta alcanzar el cajón de su mesita de noche. El primer objeto que se asomó en él fue aquella fotografía que había encontrado en la caneca de basura el día anterior cuando iba a sacarla. El muy tonto había tirado a la basura el portarretrato roto con todo y foto. Los ojos de la joven volvieron a recorrer aquella imagen. No podía negar que aquella mujer era muy hermosa y su cabeza no podía dejar de preguntarse quién era ella. No sabía por qué pero la idea de que esa joven fuera alguien tan importante para un hombre como una novia o prometida, comprimía su pecho.
Pero si fuera realmente alguien así de especial… por qué dejarla en la basura? Era posible que, muy por el contrario a lo que ella estaba pensando, esa persona le trajera muy mala remembranza y fuera aquella, la oportunidad perfecta para deshacerse de su recuerdo?
Pero… si así fuera no se hubiera molestado tanto con ella. Tal vez sólo se le olvidó retirarla debido al enojo.
Kagome frunció su entrecejo. De dónde demonios salían esas ideas? Ella no tenía que estar pensando en esas cosas. Nunca lo había hecho con nadie y no iba a comenzar con ese sujeto que desde que llegó no había hecho más que volver al revés su muy 'equilibrada' existencia.
La joven buscó en su morral el paquete que había guardado al salir de aquel almacén y sin pensarlo dos veces, retiró el papel que lo envolvía. Mientras veía pasar las fugaces luces de la ciudad desde el bus, Kagome decidió que tal vez no era muy buena idea entregárselo envuelto. Después de todo, este no era ningún regalo de bienvenida que le estuviera haciendo. En parte era por eso y de todas formas debía sacarlo para colocar aquella imagen donde debía estar.
"Ya está." Se dijo a sí misma mientras lo retiraba levemente suspendido frente a sus ojos. "Quedó como nuevo." Satisfecha con el deber cumplido, Kagome lo depositó sobre su edredón estampado de pequeñas flores y desvió su mirada hacia el reloj sobre su tocador. Eran las ocho pasadas y la joven decidió que era mejor ir a guardar sus provisiones en la cocina. De paso, aprovecharía el viaje para preparar un pequeño refrigerio antes de ir a la cama.
Kagome colocó cada cosa en su respectivo gabinete dejando unos cuantos ingredientes para preparar un delicioso sándwich. Luego de cerrar la nevera, la joven se dio la vuelta para ubicarse frente a una pequeña mesa plegadiza en el muro. Allí le dio una rápida hojeada a la correspondencia. No había nada fuera de lo normal. Puras cuentas que estaban próximas a vencerse. Resignada con lo inevitable, regresó al mesón y procedió a preparar su cena.
Inconscientemente, la joven comenzó a tararear una suave melodía que se le vino a la mente en ese momento. Justo cuando estaba agregándole la última rebanada de queso, ella dejó de cantar al escuchar el sonido de las llaves y la puerta abriéndose segundos después. Rápidamente, Kagome terminó de colocar la tapa de pan y se limpió las manos para salir a 'recibir' a su inquilino.
Antes de salir, se tomó un tiempo para acomodarse un poco la ropa y el cabello. Como si no pasara nada, ella salió casualmente de la cocina y lo vio de espalda mientras cerraba nuevamente la puerta. Por lo que veía, él también había decidido ir al supermercado. Inuyasha se volteó y en seguida sus ojos se toparon con la joven.
"Buenas noches." Saludó él por cortesía mientras guardaba su juego de llaves en el bolsillo de sus jeans.
"Buenas noches." Respondió ella amablemente viendo cómo estaba bastante ataviado con bolsas. "Quieres que te ayude?" preguntó Kagome avanzando levemente hacia él. Por su parte, Inuyasha levantó una desapercibida ceja al ver su comportamiento. Pero lo que más llamó su atención fue el hecho de que ella lo estuviera tuteando finalmente. Y eso no era nuevo. Tenía la ligera impresión de que luego del incidente del sábado la había escuchado hacerlo por primera vez. Sin embargo, en el momento no le dio mucha importancia puesto que su foco estaba en el accidente. Luego esa misma ceja se frunció.
A qué se debía tanta amabilidad y el cambio tan repentino?
Ja… muy seguramente la culpa la estaba matando y de alguna forma pensaba que así podía reparar el daño.
"No te molestes. Yo puedo solo." Le respondió Inuyasha secamente mientras la pasaba a medio camino hacia la cocina. Kagome se mordió el labio y decidió seguirlo. Desde la entrada, lo vio sacando y acomodando sus cosas en la nevera ya que la mayoría de sus compras necesitaban refrigeración. El joven sintió su mirada sobre él todo el tiempo pero decidió continuar aplicando el tratamiento del hielo y en ningún momento dio señales de reconocer su presencia. Kagome aclaró suavemente su garganta.
"Estoy… preparando un sándwich. Quieres uno?"
Inuyasha sonrió internamente. No había duda que no hallaba como disculparse. Y estaba sacrificando su orgullo para lograrlo.
El joven salió finalmente del refrigerador y sin darle una mirada continuó con su labor. "No, gracias." Kagome entendió claramente el mensaje y decidió no insistir más. Ella hizo todo lo posible por intentar suavizar un poco las asperezas entre ellos pero estaba claro que él no iba a ceder. Lo único que haría sería entregarle su estúpido portarretrato y no más.
Rápidamente, ella tomó su plato con su sándwich y un vaso de leche que se había servido con anterioridad para retirarse de la cocina y dejar al sujeto con su tonto resentimiento. Nadie podía reclamarle que no lo había intentado.
Inuyasha guardó lo último de sus compras en la alacena y sonrió forzadamente cuando la sintió salir y sentarse pesadamente en el comedor. Luego buscó una olla que le sirviera para calentar uno de los envases de ramen que había dejado apartado como su cena. Mientras lo dejaba en baño de María por unos minutos, él retiró su chaqueta negra y se dirigió hacia su habitación. Al pasar, vio de reojo a la jovencita mientras comía su sándwich. Por la forma en que lo mordía podía decir que estaba bastante molesta. Y eso lo divirtió mucho.
Pero Kagome no estaba molesta. Estaba enojada. Estaba furiosa! Cómo se atrevía a hacerse el difícil cuando gran parte de la culpa también era suya. Si él no se hubiera aparecido así asustándola, ella no habría roto nada. Hmph… !
Ella estaba tan sumergida en su mundo de reclamos que no se dio cuenta en qué momento el objeto de sus pensamientos se sentó frente a ella en la mesa con un mediano recipiente de comida instantánea en una mano y unos palillos chinos en la otra. Kagome siguió como si nada mientras intentaba encontrarle algo de sabor a su ahora amargada cena. Unos minutos de completo silencio siguió entre ellos donde el único sonido era el reloj de péndulo en una de las paredes de la sala. Inuyasha terminó de pasar un bocado de su comida favorita y levantó su dorada mirada hacia ella.
"No has llamado a mi jefe." Él la vio darle otro fuerte mordisco a su sándwich. "Por qué?"
Kagome se tomó su tiempo para masticar su comida mientras pensaba en la respuesta. Era cierto. Este era el día en que aún no había hecho la dichosa llamada para pedir las referencias. Luego de pasar su bocado, ella tomó un poco de leche para refrescar su seca garganta.
"No he tenido tiempo." Fue su escueta respuesta.
"Segura?" preguntó él. "Ayer no saliste de tu habitación en todo el día. Estabas ocupada haciendo nada?" Comentó Inuyasha con una sonrisa de lado. De inmediato, Kagome se levantó de su silla y tiró la servilleta sobre la mesa.
"Lo que yo haga no es tu asunto. Ya déjame en paz!"
"Sabes… sólo intento entablar una conversación civilizada contigo pero veo que es imposible." Dijo Inuyasha con una voz muy calmada. Después de todo no había caso en amargarse la cena. "Tú sólo haces las cosas más difíciles."
Kagome se irguió indignada. "Yo hago las cosas difíciles! Eres tú el que las está haciendo difíciles!"
"Por cierto… Te has dado cuenta que desde el sábado has estado tuteándome?"
"Eh?" Kagome se frenó en lo que estuvo por decir. Era verdad. Había comenzado a hacerlo inconscientemente y ahora le parecía natural tratarlo con cierta familiaridad. Sin embargo, decidió dejar pasar el tema. Ese no era el asunto que estaban discutiendo. "Yo he intentado ser más amable contigo pero eres tú quien se ha encargado de lo contrario! Y no sé por qué me molesto." Seguidamente, la joven recogió su vaso y plato vacío y regresó a la cocina.
Desde el comedor Inuyasha escuchó el estruendo de la loza cuando ella la tiró de mala gana en el lavaplatos. Sin afectarlo en lo más mínimo puesto que no eran sus cosas, él decidió continuar con su ramen antes de que se enfriara. El día de hoy había sido bastante alentador. El ver a Kikyo de nuevo lo había hecho olvidarse de todo lo malo que vivió durante esos largos años de ausencia y por ese motivo no iba a permitir que una mocosa tan inmadura como ésta, le echara a perder ese momento de satisfacción.
Allá ella con su mal carácter. Lo importante ahora era pensar en su cita de mañana.
Unos minutos más tarde, la joven Higurashi pasó con paso firme hacia el corredor. Lo primero que hizo fue levantar el portarretrato de su cama y regresar por el mismo camino por el que había llegado. Inuyasha levantó su mirada del ramen al sentirla volver y la vio plantada frente a él al otro lado de la mesa.
"Se te ofrece algo?"
Kagome colocó el objeto que traía en su mano sobre la mesa. "No es igual pero es la única manera que tengo para reponerlo ya que las palabras no sirven de nada contigo." Con eso dicho, ella regresó a su habitación cerrando la puerta fuertemente tras de sí.
Inuyasha depositó sus palillos dentro del casi vacío empaque de ramen y levantó el objeto de la mesa. Cuando le dio vuelta, sus ojos se abrieron ligeramente al ver de qué se trataba. Era un portarretrato nuevo. Definitivamente no era el mismo pero… la fotografía sí era la misma que había permanecido por tantos años inmortalizando aquel dulce rostro en el viejo marco. Seguramente la había dejado por ahí botada. Qué descuidado. La mirada de Inuyasha se entristeció levemente mientras acariciaba con su mano libre el vidrio a la altura de la mejilla.
"Lo siento… "
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Continuará…
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Nota de Inu: Bueno antes que nada quiero agradecerles a todos por tenerme taaaaaaanta paciencia… je je… por eso he aquí un capítulo larguito como una especie de compensación por la larga espera… en fin, aún tendrán que pasar algunas cositas para que esta parejita comience un acercamiento un poco más amistoso… sólo espero que para cuando pasen esos capítulos yo siga con vida… je je… así que les pido un poquito más de paciencia y muchas gracias por aguantar mis locuras… Espero que les haya gustado y advierto que no me hago responsable por los posibles daños q esta historia pueda ocasionar… MUAJAJAJAJAJAJAJA!...
Se me cuidan y les mando un millón de besos!
Hasta una próxima entrega…
