SE ARRIENDA HABITACION

Por Inuhanya

DISCLAIMER: NINGUNO DE LOS PERSONAJES DE LA ESPECTACULAR RUMIKO TAKAHASHI ME PERTENECE… SOLO LOS TOMÉ PRESTADOS PARA MIS PROPOSITOS PERVERSOS… MUAJAJAJAJAJA!

------

------

Capítulo 7

------

------

Kagome entró tranquilamente en su departamento al día siguiente con una leve sonrisa en su rostro. Los martes sólo dictaba clases en la mañana dejándole las tardes libres para dedicarse un poco a su verdadera profesión. Por eso estaba tan contenta. Por fin podría hacerle una muy merecida visita a su adorado taller que había tenido tan descuidado últimamente. Definitivamente era bueno estar en casa tan temprano y disfrutar con más libertad de su espacio teniendo en cuenta que Inuyasha salía desde muy temprano y llegaba hasta la noche. Eso le daba tiempo de sentirse más cómoda.

La joven se quitó su chaqueta de dril y enseguida retiró la pinza que sujetaba su negro cabello en una alta moña dejándolo caer libremente sobre su espalda y hombros. Ella sacudió ligeramente su cabeza para soltarlo por completo y con la misma sonrisa se retiró hacia su habitación para ponerse una ropa más adecuada para el resto del día. Sin embargo, se detuvo un momento cuando vio la puerta de la habitación de Inuyasha abierta. Era muy extraño considerando que siempre la mantenía cerrada estuviera o no en el apartamento. Desde su posición en el marco de la puerta, Kagome recorrió con sus ojos el lugar.

Estaba ordenado.

Algo increíble considerando la fama de sucios y desordenados que tenían los hombres que vivían solos. En eso estaba pensando hasta cuando sus órbitas café se posaron en el portarretrato que permanecía de pie sobre una mesita de noche.

Un lugar especial para un objeto especial.

Kagome dejó escapar un leve suspiro de alivio. Al menos él no lo había tirado a la basura como pensó que haría. Aparentemente lo había aceptado sin problema. La joven apoyó su mano izquierda en el marco y la otra la llevó hacia su pecho. No sabía por qué pero el ver esa foto ahí…

"Pensé que ya habías aprendido la lección."

El corazón de Kagome se le subió hasta la garganta obstruyéndole parcialmente la respiración. Su reacción inmediata fue darse la vuelta con tan mala suerte que uno de sus tacones no se deslizó apropiadamente sobre la madera haciéndola perder el equilibrio. La joven cerró sus ojos con fuerza esperando el inminente golpe en su parte trasera tras la caída pero éste nunca llegó.

Kagome sintió que algo la detuvo por unos segundos mientras caía y luego eso mismo la haló fuertemente hacia adelante en donde algo duro y compacto la frenó de pasar derecho. Algo compacto e igualmente húmedo. La joven parpadeó varias veces intentando acoplarse de nuevo a la situación presente pero segundos después el movimiento de sus párpados se detuvo cuando fue consciente de que un par de fuertes brazos la rodeaban por la espalda. De golpe, ella levantó la vista y confirmó todas sus sospechas.

Frente a ella estaba Inuyasha con una toalla sobre su cabeza, el pecho totalmente descubierto y otra toalla rodeándole la cintura. En pocas palabras, él estaba prácticamente desnudo abrazándola en la puerta de su habitación! Kagome quería gritar pero nada salió de su boca. Sus ojos estaban clavados en los de él. Y tampoco podía desviarlos de su rostro. Era la tercera vez que lo tenía tan cerca de ella y si no fuera por la toalla que lo cubría de la cintura para abajo…

"Estás bien?" preguntó él al ver la aterradora expresión en su rostro. Finalmente Kagome reaccionó al escucharlo hablar y sin contestar a su pregunta comenzó a forcejear para soltarse de su agarre.

"Suéltame! Me estás mojando!!" exclamó ella después de pensar en una tonta excusa para intentar disimular lo que verdaderamente estaba sintiendo en su cuerpo.

Inuyasha no tuvo más remedio que obedecerle aunque en el fondo no podía negar que estaba disfrutando mucho de la situación. Parecía que entre más ella intentaba mantenerse alejada de él siempre terminaba por pasar lo contrario. Y no eran situaciones que él estuviera buscando a propósito. Ella solita se las buscaba. Y se lo merecía por entrometida y altanera.

"Al menos deberías agradecerme. Si no hubiera sido por mí ahora estarías sentada en el piso con un fuerte dolor en tu---"

"Ni se te ocurra mencionar a mi---" Kagome se calló a tiempo al darse cuenta de lo que iba a decir. "Fue tu culpa por asustarme de esa manera." La joven comenzó a secar la humedad en su blusa frotando sus manos por las mangas y el frente de su camisa.

"Mi culpa?!" repitió Inuyasha indignado. "Como veo las cosas… yo no era quien estaba espiando en la habitación del otro." Las mejillas de Kagome se enrojecieron al saberse descubierta de nuevo.

"Yo no estaba espiando." Se defendió Kagome en voz baja pero secamente mientras desviaba su mirada hacia un lado. Tener ese pecho desnudo frente a sus ojos era algo perturbador. Quería salir corriendo de ahí pero para su desgracia, el hombre estaba de pie obstruyéndole el paso.

Inuyasha hubiera querido quedarse un poco más provocándola pero ya tenía cierto compromiso y no quería llegar tarde. Él comenzó a frotar nuevamente la toalla en su cabeza para secar el exceso de agua de su abundante cabellera plateada mientras pasaba a la joven en la puerta. Por su parte, ella sintió que ya podía respirar con menos dificultad y vio de reojo al joven mientras buscaba algo de ropa limpia en su armario. Luego vio cómo sus manos agarraban el borde de la toalla haciendo el ademán como si fuera a retirarla. Kagome inmediatamente se coloreó de un rojo bastante fuerte.

"Ni se te ocurra desvestirte en mi presencia!!" gritó ella asustada.

"Y qué esperas para salir de mi habitación!!!" gritó él enojado.

Kagome apretó sus puños a sus lados y dio sus primeros pasos fuera de la habitación pero se detuvo al escucharlo de nuevo.

"Claro… a no ser que quieras quedarte a disfrutar del espectáculo." Esto último lo dijo Inuyasha con un tono de voz entre divertido y sugestivo. Sabía que eso oprimiría el detonador de la bomba a punto de explotar que ella llevaba en su interior. Y no se equivocó. Pero gracias a su rápida acción logró evitarla.

Kagome se volteó de golpe para responderle lo que se merecía por haber hecho un comentario tan pervertido como ese pero una húmeda toalla lanzada con mediana fuerza chocó contra su cara impidiéndoselo. Luego escuchó la puerta ser cerrada fuertemente en su cara e Inuyasha sonrió satisfecho por su hazaña.

"Eso le enseñará." Dijo él para sí mientras se retiraba de la puerta para ir por su ropa para vestirse.

Al otro lado de la puerta, una muy ofendida Kagome retiró bruscamente la toalla que cubría su rostro mientras apretaba fuertemente sus dientes. De repente una idea se le vino a la cabeza y la joven bajó su mirada hacia la mano que sujetaba la toalla. De inmediato sus ojos se abrieron desorbitados. Sería posible que él se hubiera atrevido a tirarle en la cara la misma toalla que hasta hace unos momentos cubría su… Uich!! Esto sí que había cruzado los límites.

"ERES UN MALDITO ASQUEROSO!!!" gritó ella a todo pulmón para que pudiera escucharla a través de la puerta. Seguidamente Kagome agarró entre sus manos la húmeda tela haciendo una especie de esfera con ella para luego tirarla y golpear la puerta con toda la fuerza que tenía contenida.

Inuyasha se detuvo a medio camino de remover la toalla de su cintura y se giró parcialmente cuando la escuchó gritar.

"PERVERTIDO!!!" exclamó la joven más sonrojada que antes y corrió hacia su habitación para aislarse nuevamente buscando la seguridad que aquel espacio le proveía. A este tipo de cosas se refería en un comienzo cuando se opuso rotundamente a compartir su apartamento con un hombre. Sabía perfectamente que este tipo de cosas pasarían. Siempre comenzaban con leves pero claras insinuaciones, encuentros casuales o accidentales como el que acababa de suceder y luego…

Kagome respiró profundamente en un intento por tranquilizarse. "Cálmate Kagome." Se dijo ella mientras avanzaba hacia su cama para sentarse. "Tienes que calmarte y no darle la satisfacción de salirse con la suya. Eso sólo alimenta más su ya exageradamente inflado ego." Kagome continuó hablando consigo misma como si estuviera repitiendo una especie de mantra. "Sólo actúa lo más natural posible." Hmph…! como si eso fuera posible con tantas provocaciones de su parte. La joven dejó caer su mentón contra su clavícula derrotada y nuevamente volvió a tomar aire. Fue sólo hasta esa segunda inhalación que percibió un suave aroma a manzanilla. Al parecer era el aroma que tenía la toalla y que ahora permanecía impregnada en su memoria olfativa.

Sin poder evitarlo, su cuerpo se estremeció ligeramente cuando a su mente volvieron esas imágenes de aquel pecho y torso desnudos. Luego de haber sido rodeada por aquellos fuertes brazos, Kagome alcanzó a apoyar sus delicadas manos sobre aquella superficie. Aunque el contacto fue breve, las yemas de sus dedos alcanzaron a percibir la suavidad de la piel que cubría aquella compacta masa muscular.

La joven fijó su mirada en las manos sobre su regazo y luego subieron por la manga de su camisa. La prenda tenía unas leves manchas de un tono más oscuro al color original de la tela producto de la humedad que cubría aquella porción de piel. Kagome cerró sus ojos al recordar cómo aquellas pequeñas gotas de agua caían de las puntas de su cabello hacia su rostro para luego bajar por su cuello y desembocar donde sobresalía el hueso de su clavícula.

Nunca antes había visto algo tan… sensual?... erótico?... excitante?

Kagome se llevó ambas manos a su cabeza y desesperadamente comenzó a sacudirla para hacer que todas aquellas imágenes desaparecieran de su mente. "Dios mío… qué demonios está pasando conmigo? Me estoy volviendo loca… ese tipo me está enloqueciendo… maldita sea!!" exclamó ella con la garganta apretada para que no saliera de esas cuatro paredes. "No debería sentir nada de esto y mucho menos por un extraño!! Maldición!!!..."

Ella golpeó sus manos contra el colchón bajo ella y rápidamente se levantó de la cama para dirigirse al baño. Tenía que lavarse la cara y deshacerse de una vez por todas de aquella desagradable sensación que le provocó tener esa toalla sobre su rostro. Y de paso, hacer desaparecer ese aroma que de ahora en adelante y por su culpa le recordaría a él.

------

Una vez seco y luego de haber reído a carcajadas por lo sucedido con la jovencita, Inuyasha procedió a vestirse finalmente. Un fugaz vistazo al reloj de su mesita de noche, le dejó saber que casi iban a ser las dos de la tarde y que si no se apuraba, llegaría tarde al departamento de Kikyo. Y ella odiaba la impuntualidad y el incumplimiento.

El joven de ojos dorados avanzó hacia un pequeño escritorio mientras terminaba de guardar su camisa negra dentro de su pantalón caqui. Una vez ahí, Inuyasha revisó su teléfono celular como era su costumbre por si se había perdido de alguna llamada o mensaje importante mientras se bañaba. Sus cejas se fruncieron ligeramente al ver un nombre muy conocido en el registro de mensajes.

Por qué demonios no se daba por vencido de una buena vez? No debería estar desperdiciando su 'valioso' tiempo en algo que nunca iba a volver a pasar. Por qué no se dedicaba a continuar con sus asuntos y con su vida y lo dejaba en paz de una maldita vez para hacer la suya!

"Maldito…" musitó Inuyasha por lo bajo mientras borraba aquel mensaje de texto sin siquiera tomarse la molestia de leerlo. Una vez 'limpia' la memoria del aparato, lo guardó en el bolsillo de su pantalón junto con su billetera dejando afuera aquella tarjetita que la había entregado Kikyo.

Así que por eso Miroku no había podido dar con ella.

Finalmente Kikyo había decidido cambiar de residencia.

Con una pequeña sonrisa él se dirigió hacia su guardarropa y sacó un frasco azul para dejar un poco de su contenido en una de sus manos. Regresando de nuevo la botella a su lugar, Inuyasha repartió la pequeña cantidad de líquido entre sus dos manos y las colocó sobre su mentón para refrescar esa porción del rostro recién afeitada. Luego, cepilló su larga cabellera pasando sus dedos entre las hebras plateadas para deshacerse de los inevitables nudos. Los rebeldes flequillos de cabello arriba de su cabeza cayeron naturalmente sobre su frente y sus dos cortos y singulares mechones se acomodaron de igual manera para descansar sobre sus hombros.

Por último y para completar su vestimenta, Inuyasha acomodó su gorra negra en su cabeza. Tal vez no estaba muy acorde para la ocasión pero era muy necesario andar con ella y sobre todo si iba a pasearse por la calle a la vista de todo el mundo. No estaba de más tomar sus precauciones. El reloj en su muñeca le siguió y se dispuso a salir del cuarto cuando se detuvo un momento. No sabía exactamente cuánto tiempo iba demorarse con ella pero considerando que la temperatura en las noches bajaba considerablemente debido a la cercanía del otoño, decidió llevar consigo una chaqueta. Su mano alcanzó una de las tantas que colgaban en su guardarropa y se la colocó rápidamente. Era una chaqueta de jean negro.

Finalmente satisfecho con el resultado, Inuyasha recogió el pedazo de papel que había dejado sobre su escritorio para ver bien la dirección. Haciendo un poco de memoria, recordó que esa dirección correspondía a un vecindario ubicado casi en las afueras de Tokio del otro lado de la ciudad. Mirando por segunda vez el reloj y teniendo en cuenta que aún debía ir a comer algo, decidió tomar un taxi en vez de usar el transporte público.

Al salir de su alcoba, el joven dirigió su mirada hacia la puerta diagonal a la suya y sonrió levemente. Parecía que esa era su solución para todo. Encerrarse en aquel cuarto para no dar más la cara. Luego levantó la toalla que le había lanzado a la cara anteriormente y con ella en la mano, se dirigió al patio de ropas para dejarla secando hasta su regreso.

Sin más que hacer en ese lugar y con el tiempo justo, Inuyasha salió del apartamento para encontrarse finalmente con aquella mujer.

------

Mientras tanto, al otro lado del mundo donde ya era de noche, una alta figura permanecía de pie con una fina copa de cristal y la medida exacta de coñac en ella mirando por el amplio ventanal de su estudio. Sus fríos e inexpresivos ojos miraban fijamente hacia el cielo de aquella fría noche. El lugar hubiera estado completamente a oscuras si no fuera por la luna que brillaba fuertemente en la bóveda celeste. Sus rayos caían directamente sobre la ciudad logrando filtrarse entre aquel amplio ventanal para iluminar levemente su serio y pensativo rostro.

El hombre llevó por primera vez su copa de licor hacia sus labios para tomar un poco de aquella fuerte bebida. La necesitaba.

De repente, unos frágiles brazos lo rodearon desde atrás en un amoroso abrazo. El hombre no se inmutó ante aquel gesto pues ya estaba acostumbrado y decidió, como siempre, no darse la vuelta para reconocerla. La dueña de aquellos brazos presionó su mejilla contra la fría seda de su bata azul oscuro y sonrió levemente.

"Amor, qué haces despierto a estas horas? Debes descansar." Le dijo ella suavemente.

"Y tú que haces levantada?" Aquel hombre le respondió con otra pregunta en su frío tono de voz. Eso era típico en él. Nunca le gustaba dar explicaciones.

"Sabes que no puedo dormir si tú no estás a mi lado." La mujer se aferró más a su espalda. "La cama se pone muy fría sin ti." El hombre bebió de nuevo de su copa sin desviar la mirada de su punto fijo en el oscuro firmamento. "Hay algo que te está preocupando? Llevas más de una semana sin dormir." Luego de aquel comentario por parte de la mujer, la habitación se llenó de un prolongado silencio. La mujer cerró sus ojos y permaneció así intentando transmitirle en ese brazo todo su apoyo y comprensión.

"Está en Japón." Respondió el hombre con firmeza acabando con aquel silencio. La mujer sabía perfectamente de quién estaba hablando su esposo.

"Cómo lo sabes?" La mujer finalmente aflojó su abrazo en el hombre permitiéndole desplazarse desde la ventana hacia su escritorio. Allí, él levantó de la superficie una especie de documento con su mano libre y se lo extendió a su esposa. Ella avanzó tranquilamente para recibirlo y dirigió sus preocupadas pupilas hacia su rostro preguntándole silenciosamente qué era aquello que ahora tenía en sus manos.

"Es un reporte de inmigración de todos los aeropuertos del mundo." El hombre se detuvo un momento para fruncir su inexpresiva mirada. "Ingresó a Japón hace un poco más de una semana." La mujer bajó su mirada hacia el documento y luego dejó escapar un suave suspiro.

"Amor--"

"Es un irresponsable!!" gritó él finalmente interrumpiendo a la mujer frente a ella. "Desde que llegó a esta casa no ha hecho más que darme dolores de cabeza. Teníamos un acuerdo y míralo ahora!!" Él hizo una breve pausa para darle otro sorbo a su bebida. La necesitaba bastante. Su esposa arrugó levemente su frente ante el tono de voz de su esposo. Él nunca se enojaba de esa manera… o al menos no delante de ella.

"Amor, cálmate. Recuerda tu tensión." Dijo ella intentando apaciguar su explosivo temperamento.

"Al diablo la tensión…" respondió él por lo bajo. "De todos los malditos lugares existentes en este maldito planeta, tenía que escoger ese maldito país!" El tono de aquel hombre comenzó a aumentar a medida que hablaba hasta llegar a las últimas palabras las cuales acompañó con una fuerte palmada sobre la lisa superficie de su escritorio. La preocupada mujer saltó ligeramente con el estruendo de aquel golpe. "Apuesto todo lo que tengo a que fue detrás de esa maldita falda." Él hizo otra pausa y terminó con el contenido de su copa. "Me desobedeció!!!" Frente a él, su fiel compañera sonrió levemente. "De qué te ríes, mujer? No es gracioso."

"Es que… sigues tratándolo como a un niño." El hombre se sentó en su elegante asiento de cuero con una fría expresión en su rostro ante las palabras de su esposa. La sonrisa de su mujer se extendió un poco más y avanzó hacia él para rodearlo con sus brazos alrededor de su cuello. "Amor, él ya es un hombre de veintiocho años. Es normal que quiera hacer su propia vida." Le dijo ella suavemente al oído. "El muchacho está enamora--"

"Hn… un hombre de veintiocho años no hace las cosas que él está haciendo. Es un mocoso malagradecido." Refutó el hombre mientras le extendía la copa a la mujer tras él. Ella entendió perfectamente su silenciosa petición y sin dudarlo un segundo, la tomó y se dirigió hacia el pequeño bar que mantenía en uno de los módulos de la amplia biblioteca. "Debería cancelarle todas las cuentas bancarias para ver cómo se defiende."

"Amor, sabes bien que eso no lo afectaría en lo más mínimo. Recuerda que nunca le ha puesto un dedo a ese dinero." La dulce mujer intentó ser razonable con su esposo y con la misma sonrisa de antes, regresó a su lado ofreciéndole la copa de coñac. Él se la recibió y de inmediato la llevó a sus labios para un rápido sorbo.

"Tanto trabajo para nada." Gruñó él. "Hice todo lo que me pidió. Le di todo. Acepté y cumplí sus infantiles condiciones y para qué? Para que de la noche a la mañana decidiera tirar todo y escaparse?" De nuevo el tono de voz estaba aumentando dejando un leve eco en el gran salón. "Es un inconsciente." Él le dio otro sorbo al coñac. "Y la culpa la tuvo aquella mujer. Ella fue quien lo malcrió."

"Amor, eso no es cierto. Él es un buen muchacho. La rebeldía es parte de su personalidad."

"Rebeldía?" repitió él con una seca mofa. "Eso no es ser rebelde. Eso es ser un niño mimado y caprichoso." Su esposa le dio una pícara mirada.

"Y me pregunto de dónde habrá sacado lo caprichoso." El hombre frunció considerablemente su entrecejo y la joven mujer dejó escapar la risa contenida. "Anda, amor. Vamos a dormir. Es tarde." Le dijo ella divertida mientras tomaba sus manos para obligarlo a levantarse. Sin oponer ningún tipo de resistencia, él se dejó llevar por la mujer que hacía doce años había desposado.

Ella era la única persona en todo el mundo que tenía este extraño poder sobre él. No sabía cómo, pero cada vez que ella le dedicaba aquella sonrisa llena de amor y devoción, esa pared de ladrillo que siempre se mantenía firme en su personalidad se derrumbaba sucumbiendo al encanto de aquella mujer. Esto, por supuesto, no era algo que demostrara abiertamente delante de los demás, ni siquiera delante del blanco de su molestia.

Delante de todos, él era la autoridad y el hielo en carne y hueso.

------

Esta era la segunda copa de brandy que se tomaba en menos de media hora. Y no era para menos.

Desde que llegó a aquel departamento el día anterior no había hecho otra cosa más que pensar, pensar y volver a pensar en él. En aquel inesperado encuentro. En todo aquello que vivieron juntos antes de aquella abrupta separación. En todas aquellas palabras que pronunciaran sus labios una y otra vez con voz entrecortada y jadeante mientras se dejaban llevar por la pasión.

Kikyo cerró sus ojos fuertemente ante el recuerdo de la que, sin saberlo, sería su última vez juntos. Segundos después de haber sucumbido ambos al punto máximo del éxtasis y aún sin separarse de ella, él había tenido el poco tacto de dejarle saber que tenían que separarse por un tiempo y por el bien de los dos. O al menos hasta que la situación fuera más favorable para ambos.

En el momento, lo único que quiso hacer, más que gritar o llorar, fue abofetearlo. Abofetearlo fuerte hasta que su muñeca se quebrara y su mano se ampollara pero se contuvo. Ella nunca fue una mujer de hacer escenas. Nunca fue simpatizante de los escándalos y las patéticas escenas de llanto desgarrado mientras se arrodillaba suplicando que no la dejara.

Sin embargo, eso nunca se lo pudo perdonar.

Nunca.

Y aunque él regresara como se lo había dicho en un comienzo, el tiempo había hecho de las suyas en su vida obligándola a tomar decisiones apresuradas y definitivas llevadas por el despecho y el resentimiento.

Ya era demasiado tarde para ella. Él había llegado muchos años tarde.

Por más que quisieran, entre los dos jamás podría haber nada.

"Por qué Inuyasha?" le preguntó ella a la nada. "Por qué tenías que volver? Tenías que aparecerte de nuevo para volver al revés mi vida! Justo cuando había logrado seguir su curso normal!!" gritó la mujer mientras se sentaba en un cómodo sillón. Estos diez años le habían servido para rehacer su vida y acoplarse a su nuevo papel. Día y noche luchó fuertemente en los confines de su habitación para arrancárselo definitivamente del corazón y de la piel repitiéndose continuamente que lo odiaba con la misma fuerza y pasión con la que alguna vez lo amó y le había permitido amarla.

Gracias a él, ella era lo que era ahora. Una mujer fría y calculadora. Una mujer con corazón de piedra llena de amargura. Una mujer que juró nunca volver a dejarse pisotear por nada ni por nadie. Una mujer sin escrúpulos hasta cierto punto y cuando la situación lo ameritara.

Esa era la Kikyo de diez años después. O al menos esa era la imagen que quería proyectar en todo momento hasta que escuchó su inconfundible voz a sus espaldas en aquel café. En aquel momento todo su cuerpo se hizo gelatina y la urgente y desesperada necesidad de entregarse de nuevo a sus brazos se apoderó de su razón haciéndola dudar hasta cierto punto. Lo que la salvó de hacerlo fue, en parte, aquellos espectadores cuyas miradas sentía sobre ambos.

"Maldito seas…" musitó ella con adolorido rencor. El haberlo tenido tan cerca casi había echado a perder esa inexpresiva fachada que le había costado tanto construir con el tiempo. Por eso su extrema urgencia de salir de aquel lugar y dejarlo atrás nuevamente. No le gustó para nada las sensaciones que despertaron y recorrieron su cuerpo ante el sólo contacto de sus ojos.

Kikyo se llevó otro sorbo de brandy y cerró sus ojos brevemente para dejar que el efecto del licor hiciera su trabajo en su perturbado sistema.

Después de unos segundos de permanecer así, la mujer depositó su copa sobre la mesa de centro de su pequeña sala y se levantó lentamente haciendo alarde de su elegancia y distinción. Con paso firme pero solemne, ella se acercó a un gran espejo que decoraba una de las paredes en el salón. Kikyo esbozó una pequeña sonrisa ante su reflejo. El elegante traje de paño rojo se ceñía perfectamente a su figura logrando acentuar aún más su estrecha cintura. Las perfectas curvas de sus caderas resaltaban notoriamente gracias al corte de su chaqueta y a la forma entubada de la falda.

Aunque sonara contradictorio, ella quería lucir sencillamente espectacular para él. No quería que la viera como la mujer sufrida y desconsolada que dejó tras su partida. Iba a mostrarle a una mujer decidida y fuerte que no estaba dispuesta a dejarse caer rendida ante sus irresistibles encantos masculinos.

No… Eso nunca.

Con esa misma plácida sonrisa, Kikyo recorrió con sus delicadas manos su cuerpo desde las caderas hasta su torso, pasando por su angosta cintura. Era como si estuviera moldeando su propio cuerpo frente al espejo.

Estaba decida a hacerlo arrepentirse de haberla dejado, a hacerlo sufrir por cada lágrima que derramó ella tras su partida.

Estaba dispuesta a hacerlo maldecir su ya maldita existencia por cada segundo de su vida que vivió en el extranjero lejos de ella.

Estaba decidida a hacerlo arrepentirse y maldecirse por haber perdido algo que nunca más podría tener por más que lo deseara.

Con ese último pensamiento en su cabeza, Kikyo colocó sus manos debajo de sus senos buscando acomodarlos mejor para hacer aún más tentador e irresistible su escote. Una de las tantas debilidades de los hombres. Esa, y una corta pero discreta minifalda.

La mujer frente al espejo revisó por último su maquillaje y peinado. Realmente estaba satisfecha con el resultado después de haber pasado toda la mañana sacando cada uno de los trajes que mantenía ahí en ese departamento para ponérselo y desfilar frente al espejo de su habitación buscando lucir extremadamente sexy e inolvidable.

Ese sería su castigo.

Segundos después, el timbre de la puerta sonó anunciando la llegada de su visitante. Kikyo dirigió su fría mirada hacia ella antes de regresarla de nuevo al espejo y sonreírle a su reflejo. Con el mismo paso altivo que la caracterizaba avanzó prontamente hacia la puerta, después de todo, era de mala educación hacer esperar a las visitas en la puerta.

Frente a ella, Kikyo tomó aire profundamente y su rostro de tornó serio e inexpresivo como siempre. La mayor prueba de su vida había llegado e iba a superarla a como diera lugar.

Ella ya no era una mujer débil.

Con firme resolución, Kikyo abrió finalmente y enseguida tomó más aire cuando sus apagados ojos marrones hicieron contacto por tercera vez con aquellos brillantes y seductores ojos dorados. De repente surgió en ella la molesta sensación de arrepentimiento por haberlo citado en aquel lugar tan privado e íntimo. Ella tenía una reputación que mantener y el sólo hecho de tenerlo ahí era un riesgo muy grande.

No… se dijo ella mentalmente con firmeza. Tienes que ser fuerte Kikyo… no puedes caer…

"Tan puntual como siempre, Inuyasha." Dijo ella como saludo a lo que él respondió con una de sus inocentes y encantadoras sonrisas.

"Y tú tan hermosa como siempre."

Esas palabras de inmediato encendieron las alarmas de Kikyo, aunque en ningún momento mostró cambio alguno en la expresión de su rostro. Ella simplemente se dio la vuelta como una tácita orden de que siguiera. Era necesario romper el contacto visual entre ellos y mantenerse a cierta distancia de él. Había comenzado a dudar y eso no le agradó en lo más mínimo.

Inuyasha recorrió complacido con sus ojos aquella exquisita figura que se alejaba con un movimiento de cadera muy coqueto y elegante. Lo que le había dicho antes no era cierto ni justo. No estaba tan hermosa como antes. Estaba aún más hermosa de lo que recordaba. El tiempo la había transformado en toda una mujer con mucho poder de seducción y con un porte casi inalcanzable.

Kikyo sonrió forzadamente. Él tenía su intensa mirada sobre ella. Podía sentirlo.

El hombre en la puerta despertó recordando el principal motivo de su visita. Suavemente, cerró la puerta tras de sí y siguió a la elegante mujer hasta la sala. Los ojos de Inuyasha finalmente se desviaron de su espalda para darle un vistazo al lugar. El apartamento no era muy espacioso pero sí cómodo y adecuado para una persona sola. Sin embargo, le extrañó en cierta forma que Kikyo se mudara para un lugar como este después de vivir por tantos años en una casa relativamente espaciosa en la ciudad. Siempre pensó que había sido feliz en su hogar y que por nada del mundo lo dejaría para irse a vivir en las afueras de Tokio. Lo único que nunca podría negar de ella era ese buen gusto que siempre tuvo y que aún ahora mantenía para decorar sus espacios.

Inuyasha sonrió levemente. En más de una ocasión, ella le habló de su fuerte deseo por estudiar diseño de interiores para llegar a ser una reconocida y muy cotizada decoradora y no pudo evitar preguntarse si había logrado hacer realidad ese sueño.

"Ahora me doy cuenta por qué nunca pude comunicarme contigo." Comentó Inuyasha finalmente. "Creí que amabas vivir en la casa de tus padres." Kikyo detuvo su andar y pretendió arreglar unas flores en un fino jarrón de cristal sobre la mesa de centro.

"Ese lugar me traía demasiados malos recuerdos." Respondió Kikyo indiferente refiriéndose a todos aquellos momentos que compartieron los dos en esa casa. "Pero… esta no es una visita social ni creo que tanta insistencia de tu parte para verme fuera para preguntarme por aquella casa."

"Es cierto." Inuyasha siguió cada movimiento de la joven con sus ojos. Obviamente ella estaba intentado por todos los medios evitar cualquier contacto con él para hacerlo sentir mal.

Kikyo detuvo momentáneamente su labor ante el silencio que los rodeaba. "Te agradecería que fueras breve. Soy una persona muy ocupada y tengo muchas cosas que hacer." Kikyo le dirigió una fría mirada. "Por qué regresaste?" Inuyasha metió sus manos en los bolsillos de su pantalón caqui.

"Por ti. Ya te lo dije."

"Por mi?" repitió ella. "Esa no es una respuesta que me diga mucho. A qué viniste? Qué es lo que quieres?" Preguntó Kikyo nuevamente mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho.

"Regresé porque alguna vez te dije que lo haría. Te dije que regresaría por ti. Aquí dejé una vida y quiero que---"

"Eso no es posible." Lo interrumpió Kikyo fríamente sabiendo a la perfección que lo que iba a pedirle era que volvieran a empezar su relación para continuar con todos aquellos planes que habían hecho para crear una vida juntos. Eso era algo que nunca jamás quería escucharlo decir de sus labios. Al ver la expresión en su rostro, Kikyo respondió de inmediato la pregunta que estaba pasando en ese preciso momento por su mente. "Ya es demasiado tarde. Todo se acabó entre nosotros desde el mismo instante en el que me dijiste que te irías y que debíamos separarnos."

"Eso no--" Comenzó a refutar Inuyasha con el ceño fruncido pero Kikyo lo interrumpió.

"Si eso era todo lo que tenías que decir ya puedes irte." La mujer reunió todo su coraje para mantenerse en completo control y muy convincente y segura de lo que estaba diciendo. Sin embargo, Inuyasha era un hombre muy orgulloso y persistente y no iba a aceptar irse con una negativa tan tajante como esa. No cuando ni siquiera daba por terminaba su conversación.

Kikyo no resistió permanecer un minuto más en esa situación y decidió regresar hacia la puerta para enfatizar sus palabras e indicarle la salida. Sus claras intenciones fueron interrumpidas por el contacto de una de sus gruesas manos en su brazo mientras lo pasaba. De inmediato ella sintió el tirón que la hizo girarse y estrellarse con el fuerte pecho de Inuyasha. Él aprovechó la conmoción en su hermoso rostro para reforzar su agarre con la otra mano en su brazo libre.

Ahora sí la tenía como la quería.

"Aún no he terminado." Le dijo él clavando su penetrante mirada en sus oscuros ojos.

"Para mi… sí." Replicó ella tranquilamente. Aún cuando el contacto de sus cuerpos y la cercanía de sus rostros estuviera perturbándola profundamente por dentro, ella no estaba dispuesta a dejarle saber que sus acciones estaban afectándola con esa magnitud. "Ahora puedes regresar a los Estados Unidos y olvidarme para siempre."

"Eso nunca." Inuyasha apretó su agarre en ella y la haló más contra su cuerpo. "En aquel entonces te expliqué el por qué debía irme… por qué debía dejarte, pero igualmente te dije que no sería para siempre, que algún día volvería porque yo--"

"Basta!! No digas más!!" gritó Kikyo haciendo un fuerte movimiento de brazos para lograr soltarse de su tortuoso agarre. El pecho de Kikyo subía y bajaba agitado bajo la gruesa tela de su traje. "No quiero escucharte decir eso nunca más!" exclamó ella un poco más calmada esta vez pero sintiéndose demasiado expuesta y vulnerable en el momento. En ese instante su cuerpo comenzó a pedirle aquella sustancia a la que se había acostumbrado desde hacía algún tiempo. Ese había sido su tranquilizante para momentos donde volvía a hundirse en el mar infinito de recuerdos que la atormentaban durante sus noches solitarias.

Recobrando su semblante indiferente y altivo, Kikyo lo pasó de nuevo, pero esta vez en dirección contraria a la puerta, para encaminarse hacia un sencillo pero elegante mueble donde guardaba su fiel acompañante de despecho.

Inuyasha se hizo a un lado para permitirle el paso y su dorada mirada la siguió durante toda su trayectoria. Entonces, la vio abrir una pequeña puerta para sacar una copa y una botella de… licor? El hombre frunció levemente su entrecejo cuando se dio cuenta que aquel trago obviamente no era para él. Kikyo se sirvió una moderada cantidad de brandy y sin tapar ni guardar la botella se llevó de un golpe la copa a su boca para beber. En este primer intento alcanzó a dejar la mitad del oscuro contenido pues la cantidad era un poco mayor a la que se debía servir normalmente. El frunce en el ceño de Inuyasha se profundizó más y casi de inmediato avanzó hacia ella a grandes zancadas cuando le vio la intención de repetir la acción para acabar de tomar por completo su bebida.

"Qué demonios estás haciendo, Kikyo?" le preguntó él extendiendo su brazo para detenerla por la muñeca antes de que la copa hiciera contacto por segunda vez con sus rojos labios. La mujer que mantenía sus ojos cerrados mientras acercaba su copa los abrió de golpe ante el contacto de aquella mano y la pregunta que había escuchado de él.

"Bebiendo, no lo ves?" respondió ella a lo obvio. "Ahora suéltame." Le ordenó ella tranquilamente mientras halaba su mano. Ante el movimiento, el poco líquido se meció amenazando con desbordarse. Sin embargo, Inuyasha no la dejó ir y se mantuvo firme a su lado.

"Tú nunca fuiste amiga de la bebida. La odiabas." Le dijo él entre enojado y preocupado. Kikyo apenas sonrió forzadamente, era la primera vez que la veía hacer un gesto así.

"Antes yo no era muchas cosas." Siseó Kikyo con amargura repitiendo el movimiento de muñeca anterior. "Y tenías que aparecer tú para recordármelo!!"

Esta vez la fuerza que empleó ella fue mayor debido a la emoción con que gritó esto último pero su intento fue igual de infructuoso que los anteriores pues Inuyasha apretó aún más su agarre y con la misma resistencia que mostró antes la atrajo un poco más hacia él. Con su mano libre le quitó la copa que amenazaba con voltearse y rápidamente se bebió el resto del contenido delante de sus enojados ojos.

"Eres un maldito des--!!" Comenzó a gritar Kikyo perdiendo totalmente todo su refinamiento. Sin embargo, fue detenida abruptamente por los labios de Inuyasha que se posaron forzadamente sobre los suyos. Kikyo abrió ampliamente sus ojos ante el duro contacto de sus bocas e Inuyasha aprovechó su conmoción para soltar su muñeca y junto con la otra, que se había desocupado al dejar la copa sobre el mueble, la envolvió en un fuerte abrazo por la parte baja de su espalda. Casi de inmediato, él la tenía aprisionada entre el mueble y su duro cuerpo.

Kikyo comenzó a recuperarse del asombro y al verse en esa situación comenzó a forcejear desesperada entre sus brazos para separarlo de ella y lograr recuperar de nuevo su invadido espacio personal. Esto era algo que no debía por qué estar pasando. Ella se había jurado a sí misma no ceder ante él por ningún motivo ni bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, todos sus esfuerzos fueron en vano. Inuyasha la superaba en fuerza física y su aliento cargado con aquel sabor del licor comenzaba a adentrarse en su propio sistema derrumbando por completo toda su anterior resistencia y nublándole de igual manera la razón.

La hambrienta boca de aquel hombre que había jurado odiar por el resto de su vida comenzó a hacerse más insistente sobre sus apretados labios pidiendo forzoso acceso con su lengua para adentrarse en aquella embriagante cavidad. Sintiendo que estaba completamente derrotada en su lucha, la mujer cerró sus asombrados ojos café y comenzó a devolverle el beso con más ímpetu y fervor permitiéndole finalmente la entrada al interior de su boca, dejando desbordar toda aquella pasión represada durante todos estos años de separación.

Pasión que no había logrado despertar en brazos de ningún otro hombre. De nada le servía seguir negando lo innegable y evitar lo inevitable.

Inuyasha se sintió complacido ante la respuesta de Kikyo y muy suavemente aflojó un poco su agarre en ella para permitirle un poco más de libertad de movimiento. Con el paso de los segundos el beso fue tornándose más profundo. Sus lenguas habían comenzado una batalla por la dominancia e Inuyasha sonrió internamente al recordar que Kikyo siempre había sido una mujer muy apasionada aunque su exterior siempre mostrara una máscara de seriedad y compostura durante casi todos los momentos de su vida.

Menos en la intimidad.

Casi simultáneamente, ella aprovechó la soltura de sus manos para tomar los dos mechones de cabello plateado a cada lado de su rostro obligándolo a continuar con el beso. Inuyasha soltó su agarre en su baja espalda y comenzó a subir sus dos manos por aquella bien recordada espalda hasta llegar a su rostro donde las colocó a cada lado de su quijada por debajo de sus suaves lóbulos. Con ambos de sus pulgares comenzó a acariciar con suaves y rítmicos movimientos circulares la tersa piel de aquella zona tan erógena para ella. Sabía perfectamente los efectos tan excitantes que este tipo de caricia despertaba en Kikyo.

Como él lo esperaba, Kikyo dejó escapar un gemido que fue prontamente ahogado por la lengua de Inuyasha invadiendo nuevamente la húmeda boca de la mujer, ganándole otra vez la supremacía que le había cedido a Kikyo unos segundos atrás.

La respiración de ambos comenzó a volverse más laboriosa con el paso de los segundos debido a la obvia falta de aire que los dos estaban empezando a experimentar. Sin embargo, al parecer a ninguno de ellos le importó pues lo único en sus mentes en ese momento era saciarse mutuamente por todo el tiempo que duraron apartados.

Inuyasha presionó un poco más su cuerpo contra Kikyo queriendo deshacerse de cualquier centímetro que pudiera separarlos. Ante aquella acción, Kikyo volvió de nuevo a la realidad y abrió de golpe sus ojos. Las manos que sujetaban sus peculiares mechones plateados bajaron un poco para sujetar con fuerza la gruesa tela jean de la chaqueta negra que él usaba y, ejerciendo un poco de presión sobre los hombros de Inuyasha, ella logró separarse de él acabando abruptamente el beso.

"N-no." Dijo ella sin aire cuando tuvo plena conciencia de lo que estaba pasando entre ellos.

Inuyasha fijó sus dorados ojos en la confundida mirada de Kikyo. Ambos se miraron mutuamente por un momento más mientras jadeaban suavemente en un intento por recuperar el aliento perdido. Después de unos cuantos segundos de silencio, Inuyasha bajó brevemente su dorada mirada hacia la boca de la mujer frente a él. Los hinchados labios de Kikyo permanecían ligeramente apartados permitiendo el continuo y laborioso paso del aire hacia sus vacíos pulmones. El movimiento era casi hipnótico para él.

"Kikyo--"

"Se supone que esto no debía pasar!" Exclamó la mujer con obvio enojo y angustia mientras limpiaba con sus dedos las posibles manchas de labial rojo que debieron haberse corrido por aquel beso arrebatado y pecaminosamente correspondido. "No está bien! No puedo!!!"

La mirada de Inuyasha regresó de golpe a la suya y, por un impulso, la aprisionó más contra el mueble apoyando sus dos antebrazos sobre la superficie a cada lado de su cara atrapándola por completo y dejándola a su entera merced. "Por qué no?" susurró él a unos milímetros de sus labios. "Pensé que eso era lo que te gustaba."

"Tú lo dijiste bien." Respondió Kikyo tan calmada como se lo permitió su perturbada mente. "Me gustaba. Tiempo pasado." La mujer bajó brevemente su mirada hacia sus tentadores labios. Luego la regresó hacia su dorada mirada. "Ahora no." Sentenció ella con firme resolución aunque por dentro se moría de ganas porque él tomara nuevamente la iniciativa y la hiciera suya con la misma pasión y locura con que la había besado momentos atrás.

"No te creo. Lo veo en tus ojos."

Kikyo volteó su cabeza hacia un costado para evitar el suave roce de los cálidos labios de Inuyasha. Esta situación estaba causándole serios destrozos a su mente, a su conciencia y a su inquebrantable voluntad. "No me importa lo que creas. Sólo vete y olvídate que existo." La mujer cerró fuertemente sus ojos sin darse cuenta que aquel movimiento había sido un gran error de su parte. Un error que Inuyasha no dudaría en aprovechar a su favor. Esta nueva posición de Kikyo le ofrecía completo y total acceso a la sensible piel de su oreja y cuello.

"De acuerdo." Dijo él tranquilamente y Kikyo pareció relajarse un poco. Inuyasha sonrió levemente y comenzó a rozar la punta de su nariz contra su cuello mientras ascendía para colocar su boca a la altura de su oído para hablarle roncamente. Aquella caricia hizo a Kikyo reprimirse por haber sido tan descuidada. "Si quieres que me vaya… lo haré." La mujer dejó escapar un gemido que pasaría casi desapercibido para cualquier otro hombre que no fuera Inuyasha. La sutil caricia que creaba su cálido aliento sobre su piel estaba creando simultáneas sensaciones en el resto de su cuerpo.

Maldito…

"Pero antes… quiero que me mires a los ojos y me digas que de verdad ya no sientes nada por mi. Quiero que me digas que ese beso no significó absolutamente nada para ti. Quiero que me digas a los ojos que me vaya para nunca más volver."

Kikyo pasó en seco logrando ahogar otro gemido que amenazó con escaparse entre sus entreabiertos labios. Al escuchar las palabras de Inuyasha, ella volteó nuevamente su rostro completamente embriagada por aquel seductor aroma varonil que creaba la perfecta combinación de aquella loción que muy seguramente se había aplicado él antes de salir y el natural perfume de su piel para enfrentarlo como él se lo pidió.

La mirada de Inuyasha era calmada en contraste a la suya. Por segunda vez sus labios quedaron casi rozándose. Ambos de sus exteriores permanecieron relativamente serenos por unos segundos en contradicción al interior de cada uno. Ambos corazones latían fuertemente con anticipación a lo que pudiera pasar en los próximos segundos. Inuyasha esperaba una respuesta de Kikyo y ella esperaba para darle una respuesta.

Respuesta de la que sabía muy bien se arrepentiría y las graves consecuencias que traería consigo si aceptaba.

Inuyasha se separó un poco al ver el cambio en la seria expresión de su rostro. Era una expresión que no pudo descifrar muy bien. Su mirada bajó hacia el piso mientras se apartaba por completo de la mujer que había amado por tantos años desde el otro lado del mundo. "Eso era lo que quería saber." Dijo él finalmente antes de dirigirse hacia la puerta para irse. Sin embargo, la voz de Kikyo lo detuvo a medio camino.

"No puedo, Inuyasha." El joven se dio la vuelta al escucharla y abrió su boca para intervenir pero ella lo detuvo antes de que algo pudiera salir de sus labios. "No puedo hacer lo que me pides sencillamente porque yo…" La mujer se acercó rápidamente hasta quedar frente a él. "Inuyasha…"

Inuyasha no tuvo tiempo de decir nada de lo que iba a decirle antes porque Kikyo no se lo permitió. La mujer se abrazó fuertemente a su cuello mientras su boca hacía lo suyo sobre los labios del joven. Ahora fue el turno de ella para besarlo de la misma forma como él había iniciado el primer beso. Con extrema pasión y deseo por estar con él nuevamente. La única diferencia que hubo entre el primero y éste, fue que en ningún momento Inuyasha puso resistencia ni luchó por separase de ella.

Por el contrario, tan pronto como sintió los desesperados y hambrientos labios de la mujer sobre su boca él respondió de la misma manera sintiéndose aliviado y satisfecho por su reacción. Sus manos se posaron en la parte de atrás de su cintura para ceñirla más a su cuerpo mientras profundizaba aún más el beso para responderle con el mismo fervor y devoción.

Kikyo gimió en respuesta mientras sus propias manos comenzaban a enredarse en aquella fascinante cabellera plateada que caía como un manto por su ancha espalda, aferrándose a él para no dejarlo ir nunca más de su lado. Hacía mucho tiempo que no se sentía así de amada por un hombre e Inuyasha había sido el único en recordarle que antes de ser una importante figura pública, todavía seguía siendo una mujer de carne y hueso con necesidades físicas. La prioridad en ese momento era satisfacer esas necesidades aunque fuera con la persona menos indicada a su juicio y bajo las circunstancias menos ejemplares y más prohibitivas para ella.

Lo único importante ahora era vivir el momento. Los arrepentimientos y los reclamos vendrían después.

Con el paso de los segundos el momento fue tornándose más desbordante y excitante. Las hormonas estaban haciendo de las suyas en ambos aumentando las fervientes ganas de revivir todas aquellas noches de pasión y entrega que vivieron en sus años juntos.

Sin romper en ningún momento aquel beso, Kikyo se deshizo de la gorra que cubría la plateada cabeza de Inuyasha liberando de su confinada prisión a aquel par de peculiares protuberancias suaves y blancas que hacían del hombre en sus brazos, un ser único dentro de la humanidad y sobre la faz de la Tierra. Sus manos no pudieron contenerse un instante más y de inmediato se posaron en la cima de la cabeza de Inuyasha para acariciarlas como lo había hecho tantas veces atrás. Sabía perfectamente lo que eso provocaba en él.

Y esta no fue la excepción.

Las manos de Inuyasha comenzaron a recorrer todo el cuerpo de la mujer intentando convencerse de que aquellas formas femeninas eran reales esta vez. Que esto no era ningún sueño del cual despertaría para encontrarse de nuevo en su enorme habitación en el continente americano como muchas noches lo hizo. Quería sentir que eran las mismas curvas que sus manos dibujaron tantas veces en su mente dejándolas impresas para siempre en su memoria.

Cuando la falta de aire fue insoportable, los inquietos labios de Inuyasha comenzaron a descender placenteramente por el cuello de Kikyo mientras ella continuaba aferrada a su cuello como un náufrago a una tabla en medio del océano. La cálida y húmeda lengua del joven encendió por completo la llama de la pasión en el interior de Kikyo y ahora la necesidad de sentir todo de él fue más violenta y desgarradora.

"Inuyasha…" Con renovado ímpetu, ella deslizó presurosa la gruesa chaqueta negra por sus hombros hasta deshacerse por completo de la estorbosa prenda con un poco de ayuda de su dueño. Kikyo la depositó en el mismo lugar donde la gorra había sido descargada. Luego aquellas mismas manos tomaron su camisa a la altura de la cintura y comenzó a tirar de ella hacia arriba para sacársela sobre su pantalón caqui.

Inuyasha no pudo evitar estremecerse al sentir el frío contacto de sus delicadas manos sobre la caliente piel de su zona abdominal. Esas mismas manos comenzaron a subir rápidamente hacia su pecho en donde ejercieron un poco más de presión haciéndolo retroceder unos pasos hasta ser detenido cuando su espalda chocó contra la dura y lisa superficie de una pared. Enseguida, él sintió la ligera presión del cuerpo de Kikyo sobre el suyo cambiando notoriamente los papeles que habían tenido antes contra el mueble.

Los dos se miraron fijamente mientras se tomaban unos momentos para recuperar un poco de aire. Con su respiración aún agitada, Kikyo comenzó a desabotonar lentamente su camisa desde el cuello hasta el último botón. Inuyasha siguió con sus propios ojos cada movimiento de sus manos y tembló de nuevo al sentir los humedecidos labios de Kikyo posarse hambrientos sobre la piel expuesta.

Su propia necesidad por poseer a aquella mujer en ese momento se incrementó amenazando con sobrepasar su límite y de inmediato él tomó su rostro en sus manos para detenerla de llegar más abajo. Kikyo no se resistió y nuevamente se dejó besar por la experta boca de su amante. Inuyasha la rodeó por la cintura con una mano halándola hacia él y la otra bajó por su cadera para mantenerla firme de su muslo. Ella gimió profundo e instintivamente presionó su pelvis contra la parte baja de su cuerpo sintiendo la obvia señal de excitación en Inuyasha.

"Kikyo…" pronunció él con un poco de dificultad por la fiera batalla que estaban librando sus lenguas. "… tu habitación…"

La mujer aminoró el ataque a su boca pero no se separó del todo y, manteniendo capturado entre sus dientes el labio inferior de Inuyasha, entreabrió sus ojos para ver su inolvidable rostro. Sus brillantes y dorados ojos destellaban con deseo al igual que los suyos y el tono de voz usado por él fue casi tan suplicante que no fue capaz de prolongar por más tiempo aquella tortura.

Liberando brevemente su labio, ella lo tomó por el cinturón de su pantalón mientras depositaba un abierto beso sobre sus labios. "Por acá." Le respondió ella suavemente mientras lo llevaba del pantalón por un angosto corredor hacia la única puerta visible al fondo antes de desaparecer al cerrarla tras ellos.

------

Kagome detuvo abruptamente su trazo de pincel recientemente cargado con óleo rojo al sentir una fuerte punzada en su pecho. La repentina sensación la hizo desviar el original trayecto del pincel pintando con rojo la superficie que hacía unos minutos había rellenado con óleo blanco. Ella no pudo evitar reprimirse por su torpeza.

"Demonios… y con lo difícil que es cubrir un manchón rojo con pintura blanca…"

La joven estaba dispuesta a intentar enmendar el error humedeciendo otro pincel con la pintura blanca sobrante sobre la superficie de su paleta cuando aquella misma punzada se repitió en el mismo lugar. No fue doloroso como para suponer que podría tratarse de alguna falla cardiaca pero no por eso dejó de ser menos angustiante que antes.

Ella nunca había sentido algo así. Era como una sensación de angustia y desasosiego. Algo similar a lo que las personas llamaban un mal presentimiento. Eso no le gustó nada dado que nunca creyó que pudieran ser ciertas tales cosas. Kagome se separó un poco del lienzo en el que estaba trabajando y colocó una temblorosa mano a la altura del hueso de su clavícula. Aquella extraña sensación se tornó hasta cierto punto asfixiante y sofocante. Su reacción inmediata fue hacer lo primero que se le vino a la cabeza.

Apresuradamente y luego de depositar sus implementos sobre una mesa auxiliar, bajó las escaleras de caracol que se erguían a un costado de la sala y con paso rápido atravesó el lugar hasta llegar a la pequeña mesita donde se encontraba el teléfono. Luego de varios intentos y a pesar de sus temblorosos y torpes dedos, Kagome logró marcar aquel número grabado en su memoria y mientras escuchaba el prolongado timbre de la línea, se llevó la uña de su dedo pulgar para mordérsela. Esa era su forma de demostrar su angustia y combatirla.

"Vamos contesta…" decía ella a la nada mientras pasaba esa misma mano por su negro cabello. Unos timbres más y finalmente alguien contestó del otro lado de la línea. "Mamá?" preguntó ella de inmediato y sin darle tiempo a la otra persona de saludar.

"Mamá… estás bien…? Todos… están bien?…"

------

Continuará…

------

Nota de Inu: De nuevo a las andanzas… espero me disculpen por la demora en continuar pero últimamente he tenido que cumplir con ciertas obligaciones laborales y tampoco me encontraba en la mejor disposición emocional para sentarme a escribir algo… muchas gracias a todos por la comprensión y la paciencia que me han tenido y muy especialmente para aquellas personitas que no dudan en brindarme en todo momento sus palabras de alivio y cariño… chicas, gracias por todo y la compañía durante este pequeño y depresivo período de tiempo… De la única forma en que podré pagarles es con una amistad incondicional y la promesa de seguir adelante…

Se me cuidan mucho y hasta una próxima entrega…

Besos y abrazos para todos…