UN CAFÉ A MEDIA TARDE
Por: Escarlata
Precure le pertenece a Toei, el plot es mío
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PARTE FINAL
Una joven pareja, enrojecida hasta las orejas y tiesas como estatuas, estaba ya sentada dentro de la sala de cine esperando a que comenzara la película. Previo a ese momento, Nagisa soltó un sonido parecido a un graznido que no asemejaba a palabra alguna, Honoka balbuceó dos cosas antes de callar junto con su cita y eso fue suficiente señal para que ambas se levantaran de la mesa y fueran cual autómatas a la dulcería y de ahí a la sala.
Y ahí estaban, mirando la pantalla en blanco. Había más personas, la sala estaba a la mitad de su capacidad y ellas se encontraban ubicadas al centro y un poco más arriba, sus vecinos más cercanos estaban abajo a dos filas, con los demás tenían de tres a cuatro asientos de distancia. Nagisa ni siquiera miraba sus dulces, Honoka ya había doblado la pajilla de su bebida sin haber dado un sólo trago.
No, no estaban pensando siquiera, sus mentes se quedaron en blanco los minutos que pasaron entre la mesa y su entrada a la sala. Ni siquiera supieron cómo pidieron sus dulces. Faltaban un par de minutos para la película y una nerviosa Nagisa metió la mano en el bote de palomitas para entretenerse la boca en algo, pero fue tan brusca que tiró algunas, un par de ellas en las piernas de Honoka.
Finalmente el par reaccionó.
─¡Lo siento! ─Nagisa rápidamente quitó las rosetas con ambas manos para que la ropa de Honoka no se ensuciara.
─No te preocupes ─la joven hizo lo suyo ayudando con el pequeño desastre. Tomó aire y miró a Nagisa con una sonrisa pequeña, más recuperada. Nagisa tampoco había dicho nada malo, sólo algo totalmente inesperado─. Oye, Nagisa…
─¿Uh? ─la aludida estaba tan torpe en ese momento que se comió las palomitas recuperadas sin pensarlo. Miró a Honoka con las mejillas rojas, tragó sus palomitas y suspiró─. Honoka, yo…
La investigadora sonrió dulcemente. ─Nagisa, tenemos veinte años y nos estamos portando como niñas ─rió al fin, sus cara ligeramente ruborizada pero contenta─. No es que pasara algo malo, pero somos adultas y mira cómo estamos, parecemos adolescentes.
─¿Eh? ─Nagisa parpadeó un par de veces antes de entender completamente las palabras de su acompañante. Rió con torpeza─. ¿Sabes? Creo que no hay una edad en la que debas dejar de sentir los nervios en la barriga, tengamos quince, veinte o más años… Bueno… Creo que…
Sus palabras se callaron cuando sonó la voz femenina grabada en los altavoces avisando que la función estaba por comenzar y que los visitantes apagaran sus teléfonos. Eso hizo que ambas se miraran con una recuperada sonrisa. Al mismo tiempo revisaron que sus teléfonos estuvieran silenciados y finalmente pusieron atención a la enorme pantalla.
─¿Te parece si hablamos de esto cuando termine la película? ─preguntó Honoka y Nagisa asintió.
─Disfrutemos la película, si mi instinto no me falla, estoy casi segura de que te va a gustar ─dijo Nagisa ya más recuperada. Acomodó bien la bandeja con dulces entre ambas y finalmente la película comenzó.
Casi dos horas después, ambas salieron de la sala con la euforia hasta las narices. Nagisa estaba contenta porque le gustaban mucho las películas de época y poco le importaba que sus conocidos le dijeran que tenía gustos de ancianos por ser fanática de viejas películas de samuráis. Honoka quedó maravillada por la mezcla de historia, acción, drama y una cinematografía simple pero llena de corazón. Todo lo que había leído de su Japón en el extranjero de repente tomaba forma como siempre lo imaginó en su mente desde pequeña.
Tan contentas salieron de la sala, que su primer tema de conversación fue la película y no la confesión que Nagisa dejó al aire.
─Es una de las mejores películas que he visto ─dijo Honoka con visible emoción─. He visto muchas películas en mis viajes, pero nunca una como ésta.
─¡Es una gran película, te lo dije! ¡Es de mis favoritas, por eso me sorprendí cuando llegaste con los boletos! No sabía que estaba en exhibición ─gajes de pasarla de la escuela al trabajo, con entrenamientos y competencias de por medio y luego a casa casi toda la semana. Muchas veces pasaba sus domingos descansando o haciendo tareas atrasadas. Las tareas últimamente las terminaba a tiempo gracias a la ayuda de Honoka, por cierto, pero los intensos entrenamientos y el trabajo la dejaban fulminada.
─Ahora tengo ganas de ver más películas de éste género ─la investigadora echó un vistazo a la cartelera que se mostraba prácticamente en cada muro dentro del cine. Estaba la película americana de superhéroes en turno, también las películas de los animes populares, una que otra de terror y al menos tres comedias románticas. Y luego la del samurái que acababa de ver─. Parece que no es de las más populares.
─No lo es, pero si lo que quieres es más películas así, te puedo prestar las mías, tengo una colección bastante grande ─presumió la atleta y con mucha razón. Su colección de películas de época era de al menos cincuenta en formato físico. Fue lo primero que empacó apenas se mudó de casa. Además tenía descargadas varias producciones que no había podido conseguir físicamente pero que al menos podía ver en su computadora cuando le pegaba la gana. A veces las dejaba corriendo de fondo mientras estudiaba o hacía sus tareas.
─Eres la experta, así que veré todas esas películas como me lo indiques ─dijo Honoka con la misma emoción y luego respiró hondo. Apenas se le estaban bajando las ganas de salir corriendo de la sala de cine por culpa de toda la energía que le inyectaron los personajes en la pantalla.
─¡Genial! ─no estaría mal tener a alguien que compartiera tan singular gusto con ella, a ninguna de sus compañeras de escuela les gustaban las películas de samuráis─. El lunes que nos veamos en el Tako Café, te prestaré un par para que las veas con calma en la semana.
─Gracias, Nagisa.
Compartieron una sonrisa y luego suspiraron a la par. Ahora que estaban un poco más relajadas, lo mejor era retomar el tema pendiente de la manera más gentil posible. Honoka miró a Nagisa unos segundos más antes de ofrecerle su mano.
─Mi abuela quiere saber si deseas ir a cenar a casa con nosotros. Tiene ganas de conocerte ─informó Honoka con una sonrisa pequeña y ese ligero y lindo rubor en sus mejillas─. Si está bien para ti y te da el tiempo, puede ser ésta misma noche, ¿qué dices?
Nagisa tomó la mano de Honoka en automático. ─¡Me encantaría! ─respondió sin pensarlo. Tragó saliva y miró a un lado, apenada─. Honoka, sobre lo que dije hace rato… Yo… Verás…
Honoka sonrió de manera amplia. Se acercó a ella lo suficiente, peligrosamente, para poder hablarle al oído. ─También me gustas. Me gustas desde que te vi, me gustas tanto que por eso paso al Tako Café todos los días después de trabajar ─suspiró hondo, una vez más. Quizá fue todo menos gentil al momento de declararle lo que sentía, pero no se arrepentía, simplemente le nació hacerlo así. Honoka era una chica que se dejaba llevar por su instinto más primario aunque la gente no pudiera creerlo. Su veloz capacidad de razonamiento era una ventaja, dijo todo sin más porque… ¿Tenía alguna razón para callar sus propios sentimientos ahora que sabía los de Nagisa? No, no había ninguna razón para callarse, para contenerse─. Me gustas…
A la pobre atleta se le subieron todos los colores a la cara, su corazón se aceleró como nunca antes y su única reacción fue recargarse en el hombro de Honoka para tratar de componerse de semejante ataque de palabras dichas en un tono tan… Hermoso, tan dulce, tan amoroso tan… Se atrevería a calificarlo hasta de sensual. ¡Diablos, esa chica iba a matarla!
Nagisa balbuceó dos cosas antes de ser ella la que comenzara a caminar, llevando a Honoka consigo de la mano. No quería que le viera la cara, no quería que nadie la viera así que iba con la cabeza abajo. Sabía que en ese momento tenía el gesto más estúpido y emocionado del mundo. Suspiró.
─¿Vamos al parque por un café? ─preguntó Nagisa con la voz que fue capaz de reunir.
Honoka sonrió, Nagisa estaba tan apenada que no necesitaba verle la cara, tan sólo sus orejas al rojo vivo la delataban; eso y la manera en que estrechaba su mano. Con firmeza, sin ser brusca, cálida y sin darle la oportunidad aunque quisiera. Como si no quisiera soltarla. Como si no quisiera que se alejara. La investigadora tragó saliva, estaba demasiado feliz en esos momentos, su propio gesto la delataba también.
─Me encantaría, hagamos tiempo, la cena es a las siete ─respondió Honoka─. Me gustó mucho el café de ese sitio al que me llevaste.
Nagisa aún no podía componerse, pero sí caminar con firmes pasos para salir del centro comercial y del propio centro de la ciudad hacía el parque. Tenían bastante tiempo para poner en orden todo lo que acababan de confesarse por su propia culpa. Lo que dijo era verdad, sí, no negaba que Honoka le gustaba y ya tenía más de una pista de que le gustaba a Honoka. Akane y los chicos le dijeron que a ella le podía gustar quien quisiera, a quien su corazón deseara.
Bien, su corazón pedía por Honoka en esos momentos.
Mientras caminaban guiadas por Nagisa, a ésta ni siquiera le pasó por la cabeza su intenso crush por Fujimura Shougo, al menos no hasta repetir mentalmente la invitación de Honoka y darse cuenta que eso que imaginó por tanto tiempo se iba a hacer realidad: saber dónde vivía el chico. Se sentía extraña por no sentir demasiado peso en los sentimientos que hasta hacía un par de semanas la tenían babeando por el futbolista.
¿Quizá porque las cosas con Honoka se sentían más reales? Y lo eran en cierta manera, Honoka desde el principio se portaba coqueta con ella y no se guardaba nada. Por su lado, lo que sentía por Fujimura no es que no fuera sincero, sí lo era, el detalle principal era que todo se quedaba en fantasías, todos los sentimiento eran unilaterales porque el joven futbolista no estaba enterado ni por accidente de lo que Nagisa sentía.
Precisamente por el silencio de la misma Nagisa.
Con Fujimura Shougo todo era la linda fantasía de una joven mujer enamorada. Con Yukishiro Honoka todo era una realidad que podía palpar y sentir, como lo hacía en esos momentos.
Suspiró hondo y sus dedos terminaron entrelazados con los de Honoka. La sensación era suave, era cómoda, casi mágica. Suspiró una vez más antes de poder volver a hablar.
─Podemos pasar el rato en el parque mientras da la hora y vamos a tu casa a comer, tengo todo el día de hoy y mis domingo es libre ─dijo Nagisa al fin, ya iban a medio camino de su destino─. Yo… Necesito un sitio apropiado para hablar, aquí hay demasiada gente, ¿por qué hay tanta gente? No puedo creerlo ─sus quejas eran más que nada para ayudarse a sí misma.
Honoka comprendió eso y rió de manera suave y dulce, Nagisa se veía tan linda en ese estado que no podía evitar sonreír. Le era fácil leer sus gestos tan cristalinos y sinceros a su modo. ¿Cómo alguien podía ser tan condenadamente linda? No podía creerlo.
Nagisa tampoco en todo caso, tenía amigas bastante atractivas en la universidad, muchas de sus superiores fácilmente podrían vivir del modelaje por sus hermosos cuerpos y bellos rostros, pero nunca ninguna le llamó la atención más allá de una sana admiración por la belleza femenina ajena. Pero Honoka llegó y le tumbó de un sólo golpe todo lo que daba por sentado, todo lo que conocía y todo lo que creía normal.
Llegó al Tako Café con esa hermosa presencia suya e hizo más estragos en su corazón en unos días que Fujimura en todo ese tiempo que tenía de conocerlo.
Era ridículo, era tonto, era emocionante…
Suspiró.
Un poco más recuperada, miró hacia atrás y el lindo rostro sonriente de Honoka estaba ahí, con su atención fija en ella. Se sonrojó más, ¿quién le dio permiso a esa chica de ser tan preciosa? En serio no podía creerlo.
Un rato después, ya propiamente en el parque, Nagisa y Honoka caminaban a la par y de la mano, no se habían soltado en lo absoluto. Cinco minutos más y llegaban al stand de café prometido, pero serían más minutos porque Nagisa finalmente detuvo el paso entre una linda arboleda donde notó que estaban en relativa privacidad. Se giró y miró a Honoka, estaba más compuesta, tímida desde luego pero se notaba totalmente dispuesta a hablar.
─Honoka.
Honoka sonrió con tanto cariño como nunca antes, que Nagisa tuviera el ceño lindamente fruncido no le ayudaba, eso aumentaba el singular atractivo de Nagisa al menos unos cien puntos. Suspiró discretamente.
─Te escucho.
Nagisa tragó saliva. ─Cuando te dije que me gustas, es… Ah… No es como amigas, en serio me gustas. No sé exactamente cómo, me gusta ser tu amiga, pero éste sentimiento no es como de amigas ─se rascó furiosamente la nuca─. Estoy diciendo tonterías, ¿verdad?
El gesto de la investigadora se llenó de sincero cariño y no pudo hacer más que abrazarla. Casi rió al sentir el respingo de Nagisa por culpa del abrazo, para después rendirse al gesto y sujetarse de su blusa con ambas manos. El gesto hizo suspirar a Nagisa, nunca había sentido un abrazo tan cálido. Podía sentir mejor el aroma de su perfume y de su champú, Honoka no debería oler así de bien. Se sintió mucho más tranquila.
─Te entendí perfectamente bien, Nagisa, te gusto como tú me gustas, creo que no tenemos nada más por aclarar, ¿verdad? ─dijo Honoka con sumo contento en su voz.
─Creo… Creo que no ─se recargó en el hombro ajeno, incapaz de poner otro gesto que no fuera de nervios en mezcla con alegría. Su pecho se sentía cálido gracias al cálido abrazo. Suspiró de nuevo, aferrándose todo lo posible al cuerpo de Honoka. El contacto físico no era lo suyo pero… Pero sin duda podría acostumbrarse a ese.
─¿Entonces podemos comenzar a salir? ─preguntó Honoka con una sonrisa amplia.
Nagisa respingó y enterró su rostro en el cuello de Honoka tanto como le fue físicamente posible. Asintió débilmente.
─Creo que ésta es nuestra primera cita ─agregó la investigadora, ¿cómo no sentir que quería más y más a esa chica cuando se comportaba así? No debería ser legal. Suspiró hondo y la apretujó contra su cuerpo con más cariño. Le gustaba esa sensación.
─Eso… Eso parece ─respondió Nagisa con torpeza pero con firme voz.
Honoka estaba por decir otra cosa, pero un súbito deseo atrapó su corazón y no quería dejarlo ir. Se sintió sonrojar de sólo pensarlo. Ganas no le faltaban de cumplir ese intenso deseo que comenzaba a encender su pecho en llamas, pero jamás haría algo así sin el consentimiento completo de Nagisa, no cuando Nagisa nunca había salido con una chica. Sabía de sus pequeños enamoramientos de preparatoria y sus citas porque la misma Nagisa se lo contó durante esas largas noches de mensajes de texto por teléfono. No quería asustarla. Lo mejor era preguntar.
─Oye, Nagisa.
─Dime.
─¿Puedo besarte?
Nagisa se quedó de piedra.
─¿Eeeh?
La atleta se separó sólo lo suficiente del abrazo para poder encarar a Honoka, aún estaban sujetas por los brazos y ese gesto en su acompañante era lindo. Honoka estaba sonrojada, se notaba feliz por lo que estaban pasando justo en esos momentos y a Nagisa casi le daba un desmayo de ver que esa linda cara podía ser más linda aún. Suspiró muy hondo y la encaró.
─Yo, bueno… ¡Por supuesto que no es mi primer beso ni nada así! ─no mentía, pero su primer fue tan poco memorable que prácticamente lo había olvidado con el paso del tiempo. ¿Con quién fue? Su memoria regresó rápidamente a tercero de secundaria. ¿Quién era? Sí, ese chico del equipo de básquetbol, y eso porque él se lo robó y ella estaba demasiado sorprendida como para corresponderlo. En su momento se le hizo un gesto "lindo" como en las películas donde el chico le robaba el beso a la chica y todo tenía sentido, pero en realidad no quiso repetirlo porque fue tan rápido y tan falto de romanticismo que a momentos tenía ganas de borrarlo de su historial romántico─. Sólo… Tengo que preparar mi corazón para esto. Es muy importante.
Honoka rió de manera linda, los gestos de Nagisa simplemente no la cansaban, era capaz de poner nuevas caras por culpa de lo que fuera que le pasara por la cabeza.
─De acuerdo, cuando estés lista, dime ─la apretó cariñosamente contra su cuerpo mientras sonreía, sus frentes quedaron pegadas. Podía ver los lindos ojos de Nagisa tan cerca. Tenía colores muy lindos en ese par de pupilas suyas. Sonrió más. No era un color café normal, era como el color quemado del cielo cuando el sol estaba saliendo o metiéndose, como la miel, un tinte rojizo que no podía describir ni con todos sus conocimientos. Suspiró y no pudo callar su boca, sonrió dulcemente─. Eres preciosa…
Nagisa respingó, sintió su cara arder y sus brazos sólo atinaron a sujetarse fuerte de ella. Podía sentir sus frentes pegadas y podía ver esos ojos clavados en los suyos, como si quisieran ver más y más adentro. Y al parecer lo lograba, porque Nagisa estaba temblando de pura emoción. Tragó saliva.
Los ojos de Honoka parecían estar hechos de trozos de medianoche, su piel clara como crema y su cabello que también parecía ser del color del cielo nocturno. Tragó saliva y no pudo resistirlo.
Ni siquiera lo pensó.
Fue ella quien cerró los ojos, acortó toda distancia y besó a Honoka. Primero un simple toque, un roce de labios antes de comenzar a mover su boca con suavidad, con la misma dulzura con la que le hubiera gustado que la besaran a ella, pero que no se cumplió en ninguna ocasión. Ahora era Nagisa la que besaba de esa manera y su corazón saltó de alegría cuando los frescos y suaves labios de Honoka comenzaron a corresponderle.
Honoka no lo esperaba, lo admitía, Nagisa la sorprendió de buena manera y de inmediato se entregó a ese beso. El cariño era suave, Nagisa era increíblemente cálida y podía sentir perfectamente bien el aroma de su champú. Tener los ojos cerrados la ayudaba a sentir mejor cada una de las sensaciones que Nagisa le estaba regalando con ese beso.
Siguieron, el beso simplemente siguió por un par de minutos más y eso porque el sonido de risas de personas que iban hacia su dirección las obligó a separarse. Estaban rojas para cuando se despegaron del cuerpo ajeno y se miraban con juvenil pena, con emoción y con los rostros enrojecidos.
─Eso fue… Ah… Gracias, Nagisa, me gustó mucho ─dijo Honoka mientras se tocaba los labios. Aún los sentía temblorosos por culpa del beso, aún sentía la calidez y la suavidad de los labios de Nagisa. Sonrió de manera muy feliz.
Las personas que iban en su dirección era una familia, así que se hicieron a un lado para dejarles pasar. La familia pasó de largo sin notar a las emocionadas chicas por el beso que acababan de experimentar. Tenían sólo tres pasos de distancia la una de la otra, Nagisa estaba contra un árbol y lo agradecía, necesita algo sólido cerca para no caer al suelo por culpa de todas las emociones que se le revolvían en el corazón y que le volvían la pierna de gelatina.
─A… A mi también, fue… Ah… Tus labios fueron… Eh… Creo que ─Nagisa se pasó la mano por el cabello, no era capaz de formar una frase completa y eso la hacía sentir como tonta, pero…
Honoka tomó sus manos, ambas, y las estrechó con cariño.
─Gracias, Nagisa. Me alegra mucho que mis labios te gustaran.
La atleta sonrió torpemente al percatar que Honoka entendió perfectamente todo lo que no pudo decir, ¿acaso era uno de sus superpoderes de científica? Porque no se lo podía explicar de otra manera.
─Aún no puedo creer que todo esto esté pasando, es… Es raro pero se… Se siente bien ─dijo Nagisa con esa misma linda torpeza que a Honoka tanto le gustaba, apenas se estaba dando cuenta de ello. Rió con nervios, con alegría apenas contenida.
─A mi también me gusta cómo se siente todo esto ─Honoka suspiró apenas dijo eso, todo era como el más lindo de los sueños, pero era tan real que aún sentía los labios calientes por el beso, sentía las manos de Nagisa en las propias, se estrechaban entre sí con cariño.
─¿Vamos por ese café? En serio lo necesito, y algo de comer, aún tengo hambre, la comida de cine no me llenó.
─Deberías dejar espacio para la cena de la abuela, va a preparar bastante ─advirtió Honoka, pero vio sonreír a Nagisa de manera confiada, más recuperada desde luego. Era un muy lindo gesto─. ¿Pasa algo?
─Oh, tendremos que salir mucho a partir de ahora, porque no conoces todo mi apetito, puedo comer bastante sin subir de peso ─respondió Nagisa con visible orgullo mientras se palmeaba la barriga un par de veces─. Comeré perfectamente bien todo lo que tu abuela me sirva e incluso pediré doble ración, te lo garantizo.
Honoka miró tres segundos a Nagisa antes de echarse a reír. Las manos unidas del par se balanceaban juguetonamente de un lado a otro. ─Tienes razón, tendremos que salir mucho. Tampoco quiero que descuides tus tareas por mi culpa, así que… Podríamos salir los fines de semana.
─¡Esa idea suena genial!
─Aún tenemos mucho por conocer la una de la otra.
─Y por eso mismo seguiremos saliendo como lo estamos haciendo ahora ─Nagisa sonrió ampliamente─, quiero saber de ti, que me cuentes más de lo que has hecho. Quiero saberlo, Honoka.
La investigadora no podía evitar sujetarse el pecho por culpa de los gestos de Nagisa. Eran preciosos. ─Por un momento pensé que era demasiado pronto y… Sí, lo es, pero no es como si tuviéramos que hacer las cosas como los demás, ¿o sí?
Nagisa negó con la cabeza un par de veces. ─Podemos hacer las cosas como nosotras queramos ─su sonrisa se amplió con sus siguientes palabras─. Aunque admito que me pones nerviosa cuando me miras de esa manera tan intensa.
─¿No te molesta, verdad? ─preguntó Honoka, preocupada de repente.
─¡No, para nada, no me molestas! ─aclaró la atleta de inmediato─. Sólo… Bueno, me gusta que me mires así, se siente mucho pero me gusta cómo se siente… Ah… Supongo que es porque nadie me había mirado así antes y… Ah… Me cae de sorpresa, pero juro que no me molesta.
Honoka suspiró de alivio, era bueno saber que no molestaba a Nagisa con sus actitudes coquetas. ─Procuraré medirme de todos modos, no quiero incomodarte demasiado y… Bueno, no puedo evitarlo ─sonrió ampliamente─, en serio eres muy, muy linda, Nagisa.
La pobre Nagisa sintió que de nuevo explotaba desde dentro por culpa de las flores que Honoka le lanzaba de esa manera tan indiscriminada. Y fue la misma Nagisa la que animó a Honoka a seguir caminando, necesitaba calmarse de todos esos ataques. Andaban de la mano, más bien eran sus dedos los que se enganchaban entre ellos, se rozaban, jugaban entre sí pero sin romper contacto en ningún momento. A Nagisa le gustaba mucho esa sensación, no podía dejar de sonreír.
Honoka tampoco en todo caso, todo eso no se parecía a lo que ya había experimentado con Yuriko. No pensaba en ello con el afán de comparar, ambos fueron casos distintos y atesoraba mucho lo poco y lo mucho que tuvo con Yuriko, pero Nagisa era lo que pasaba justo en esos momentos y sólo podía abrazarlo, sólo podía recibirlo con su corazón abierto y los deseos de seguir adelante, juntas, hacia el camino que les esperaba.
De momento el camino las llevó a la linda cafetería. Olía a café y a postres calentados en microondas, había un par de mesas vacías porque muchos preferían beber sus cafés en una banca bajo los árboles. Fueron directo al stand a pedir. Honoka fue por un café americano y Nagisa uno con leche y un par de cucharadas extra de azúcar, también pidieron donas justo como la primera vez que fueron a pasar el rato ahí, cuando se encontraron en el tren.
Para Nagisa era gracioso que la fuerte bebida de Honoka no tuviera nada qué ver con todo lo dulce que ella misma había pedido. Sabía poco de Honoka, pero también sabía mucho. Le gustaba cómo jugaba con los mechones de su cabello mientras parecía concentrada en algo, cómo daba una pequeña olfateada a su café antes de beberlo, como si quisiera experimentar lo mejor posible de su bebida. Sabía que no le gustaban las cosas dulces, que comía más bien poco y que usaba gafas para leer.
Para Honoka era lindo estar en la misma mesa que la chica que le atrapó los ojos ni bien la conoció. No sabía exactamente el por qué, por qué ella, por qué esa chica que era todo lo contrario a ella en más de un detalle. No lo sabía y… Quizá así estaba bien, no tenía por qué fijarse en alguien totalmente igual a su propia persona, no era necesario y a decir verdad no lo veía del todo conveniente. ¿Qué nuevo podría aprender de una persona como ella misma? Nada. En cambio, Nagisa la sorprendía con sus gestos, la hacía trabajar mucho para poder interpretar sus gestos y sus frases muchas veces incompletas.
Pensaban en ello mientras tenían sus vasos de café en las manos y las donas sobre la mesa, esperando su turno por ser devoradas. Incluso ahí se notaba la diferencia, Nagisa eligió una con glaseado y chocolate con relleno de fresa y Honoka se fue por la dona sencilla con una ligera capa de azúcar encima. Incluso en eso eran distintas y saberlo las hacía sonreír.
Aún tenían mucho por saber la una de la otra, lo harían.
─Ten ─Honoka tomó un trozo pequeño de su dona y se la ofreció a Nagisa.
La atleta ni siquiera lo pensó, comió el trozo con ganas y lo tragó con pena porque los dedos de Honoka rozaron sus labios. Honoka rió y con las yemas de sus dedos limpió el azúcar que quedó en su labio inferior… Para enseguida comer esa misma azúcar con una sonrisa. Nagisa sintió que la cabeza le estallaba.
─¡Honoka, no me hagas eso! ¡Es demasiado! ─no lo decía porque le molestara, más bien porque esos movimientos coquetos eran demasiado fuertes como para resistirlos.
Justo así lo interpretó Honoka y sonrió ampliamente. Nunca se cansaría de decirlo, los gestos de Nagisa eran los mejores. Eran limpios, eran sinceros, eran cristalinos, eran como leer un libro abierto y… La adoraba, la adoraba en serio.
─Lo siento, pero no puedo evitarlo, tu cara en serio es linda cuando te apenas así ─atacó la investigadora con una sonrisa amplia.
─¡Basta!
─Y tus mejillas toman un lindo color rojo, me gusta.
─¡Para, deja de decir esas cosas!
Honoka rió un poco y estaba por agregar otra cosa, pero Nagisa le metió en la boca un trozo de su dona excesivamente dulce. Honoka puso una cara graciosa por culpa de todo el azúcar que atacó sus papilas gustativas pero de todos modos tragó el bocado antes de mirar a Nagisa con lindo reproche. Pero no pudo reprochar nada. Nagisa decidió atacarla con sus propias armas.
Notó una mancha de glaseado en su mejilla y la limpió con su pulgar, justo antes de lamer el dulce con sumo contento.
Fue el turno de Honoka de enrojecer, para alegría de Nagisa.
Tenían mucho por conocerse aún, pero de momento empezaban bien y ahí, juntas, bebiendo un café a media tarde.
FIN
