Chapter 1.
(Into the blue)
El estridente sonido de la canción de mi alarma me despertó como un balde de agua fría haciendo que saltara sobre mi cama sobresaltado, con el corazón a mil por hora, amenazando con reventar mi pecho. Siento un nudo en mí estómago, así como un frío y pegajoso sudor que baña mi cuerpo.
Apesto, consecuencia de todo el alcohol que ingerí la noche anterior.
En la oscuridad estiro mi brazo torpemente hacia la mesilla de noche que tengo a mi derecha, tengo aun los ojos cerrados, por lo que doy palos de ciego durante un rato hasta que, guiado por la chirriante canción, consigo dar con mi móvil. Pulso por toda la pantalla hasta que la música para. No tengo muy claro si he pospuesto la alarma o la he apagado, supongo que lo descubriré en un rato.
Dejo el dichoso aparato del demonio a un lado para nuevamente caer en la cama. Me reprochó mentalmente por haber escogido aquel tipo de pista que casi me provoca un infarto, tenía que haber escogido algo más relajado que me permitiera despertar suavemente, casi con gracia y estilo, no con una puta taquicardia.
Bufó molesto.
Ahora que estoy semidespierto, los recuerdos de la noche anterior, aunque escasos, por no decir casi inexistentes, comienzan a venirme. La semana anterior había sido una completa mierda el curro, hasta tal punto de hundirme en la más profunda miseria. Nuevamente. Había estado trabajado como un hijo de puta en un artículo para una revista científica, era uno de mis mejores trabajos hasta que llegó mi querida jefa para decir que básicamente era una puta mierda, tal vez no con esas palabras, la doña era muy sofisticada para decir tales obscenidades, pero sus exquisitas y pomposas palabras junto a su lenguaje corporal se podían resumir en eso.
Mi trabajo era puta mierda.
El varapalo que me llevé fue tal que nada más llegar el fin de semana decidí que lo dedicaría única y exclusivamente a recorrerme todos los bares, discotecas y antros de la Villa Olímpica en busca de todo el alcohol que mi cuerpo fuese capaz de procesar. Fueron cuarenta y ocho geniales horas de las que sólo tenía vagos flashes: ir de un sitio a otro, como una polilla atraída por los resplandecientes neones de los locales, perdiéndome entre grupos de extranjeros que tal vez buscaban lo mismo que yo. Olvidar, divertirse, ¿quién sabe? El dulce y abrazante sabor del alcohol me llenaba sin parar.
También recuerdo bailar como si no hubiese un mañana, con una sonrisa constante, riéndome sin parar, subiéndome a las mesas y gritando cosas sin sentido que el resto de personas de los locales gritaban a coro junto a mí. Besos, muchos besos también venían a mi mente, suaves toques, carisias subidas de tono; con diferentes extraños en el amparo noche. Los cuales nunca llegaron a más.
Y ¿cómo lo sé? Fácil, no percibía ardor en mis posaderas, por eso sé que nunca llegué a nada más.
Hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien, lo cual es bonito y a la vez triste. Que tenga que recurrir a este comportamiento autodestructivo para volver a sentirme feliz.
Pero bueno como se solía decir, que me quiten lo bailado. Había sido mi puto momento y lo había quemado cual estrella. Ahora la cosa solo estaba en saber qué de todo esto era verdad y que mentira, pero otra cosa no, pero mentiroso e inventador era un rato.
Una sonrisilla traviesa se formo en mi rostro como consecuencia de aquel monólogo mental conmigo mismo, el cual se vio interrumpido por la dichosa alarma.
—Puto Thank U Next… por qué coño puse esa canción —maldije mientras el dolor de cabeza que hasta aquel momento desconocía se hacía presente, demasiado—. Que sí Ariana que ya sé que estás de puta madre contigo misma, pero cállate ya coño.
Apagué la alarma para acto seguido hundir la cara en la almohada y gruñir. Era hora de volver a la rutina.
De mala gana encendí las luces de mi habitación, recibiendo un fogonazo que me dejó ciego momentáneamente y mientras mis ojos se acostumbran a la iluminación me despegué de las sabanas que iba a tener que cambiar nada más llegar para apoyar mis pies en el suelo. Entonces en ese preciso instante siento como mi pie izquierdo se hunde en algo frio, pegajoso y contundente, que se escurre entre mis dedos. Una desagradable corriente recorrió mi columna cuando percibí el ácido olor que se desprendió cuando removí aquello.
No me hacía falta abrir los ojos para saber lo que era.
—¡Éowyn! –grité furioso a todo pulmón, llamando a la culpable de todo esto.
Mi gata.
Sin embargo, no recibí respuesta, lo cual era raro, porque solía dormir conmigo y cualquier movimiento o sonido que hacía venida seguido por uno de sus guturales gritos. ¿Habría doblado servilleta ya? Tal y como me dijeron en el albergue, dado que cuando la adopté me comunicaron que era una gata mayor y que la disfrutase todo lo que le quedara.
Con lo cual discrepo un poco, dado que para mi esa cabrona con la guerra que me daba estaba en la flor de su vida.
Abrí los ojos finalmente para buscarla por la cama, pero no había rastro de ella, lo cual era raro dado que se trataba de una gata sumamente territorial que se había adueñado de mi cama y apenas salía de esta, solo para lo justo y necesario. Y a veces, ni eso.
—¡Éowy…! ¡Espera! Pero si seré gilipollas.
Entonces recordé que la razón por la que no había ninguna gata se debía a que hace cuatro meses que mi hermana se la llevó porque según ella si era incapaz de cuidar de mí mismo menos iba a poder con otro ser vivo. Me arrebató lo más parecido que tendré en la vida a una hija.
Allá ella, no sabía donde se estaba metiendo cuando decidió ser ponerse el traje de rescatadora de animales.
—Dios sí que estaba pasado cuando llegué —Me dije cuando observé pota que adornaba mi suelo, los colores no se correspondían a nada que recordase haber comido o bebido.
Sin perder más tiempo en el Picasso que adornaba la alfombra de mi cuarto, la cual iba a ir directo a la basura ya que me salía más rentable comprar otra nueva que limpiarla, fui hasta el baño a base de pequeños saltitos, para una vez dentro meter el pie en la ducha y comenzar a lavarlo. Era ridículo que me entrasen arcadas limpiando mi propio vómito. Cuando finalicé con esa tarea metí el resto de mi cuerpo, mi necesidad de sentirme limpio era tal que ni me preocupé en poner el agua caliente.
Un poco de agua fría forjaba el carácter.
Al menos eso tenía en mente hasta que recordé que era pleno invierno, con temperaturas inferiores a los cero grados, cuando el chorro de agua impacto contra mi espalda llegué a la conclusión que aquello de forjar el carácter estaba sobrevalorado. Salí a toda velocidad para envolverme en una toalla y acto seguido acercarme hasta el lavabo, dado que el siguiente paso era lavarme los dientes para quitarme aquel sabor a mierda de la boca.
—¡Jesús! —Sabía que mi piel no iba a lucir la mejor, pero mi reflejo me hacía ver que parecía que estaba en una fase cuatro de cáncer. Me veía más pálido de lo normal, mi piel casi parecía amarilla y mis ojeras de por sí tenían ojeras.
Desde luego que no podía ir a la universidad
Abrí rápidamente uno de los compartimentos del armarito, en la cara contraria había un post-it amarillo fluorescente con una caligrafía deplorable, mi hermana una vez me encontró en un estado parecido, no tan hardcore como este. Después de discutir sobre el comportamiento autodestructivo que estaba teniendo y antes de robarme al gato, me dejo un poco de su maquillaje y utensilios junto a las indicaciones de cómo aplicarlo; argumentando que no tenía por qué agriarle el día al resto de ciudadanos con mi cara de mierda.
La verdad que la analogía que hizo de mi rostro y medusa fue digno de admiración. La alumna había superado al maestro.
Y uno podría pensar que eso de maquillarme podía resultar vergonzoso para un hombre de pelo en pecho como yo… una mierda, estamos en pleno Siglo Veintiuno y estoy hasta el coño de la masculinidad tóxica y frágil, si me sale de los huevos maquillarme lo hago y punto. No por eso dejo de ser menos masculino.
La vida es demasiado corta como para estar con esas mierdas, que cada uno disfrute del espectro de la masculinidad y feminidad a su manera, como dice Rupaul «nacemos desnudos y todo lo demás es drag».
Sin perder más tiempo comencé a seguir las instrucciones de mi beauty-blogger de confianza y aunque era cierto que me faltaban todavía pasos entre limpieza y maquillaje, no solo soy un chico práctico sino también un neurótico del tiempo, por lo que cuando vi que mi rostro estaba suficientemente decente, paré. No me podía permitir invertir más tiempo cuando todavía tenía que terminar de vestirme y tenía varias líneas de metro que coger para llegar al curro. Que a los de la universidad se las iba a sudar si cumplía mi horario, pero al menos el tiempo era lo poco que podía seguir controlando.
Corrí rápidamente a mi habitación para cambiarme, vaqueros negros, una camiseta blanca, un chaquetón y mis bambas. Ya está, ni más ni menos. Lo que dije, soy práctico.
Salí al salón-comedor-cocina, de mi piso de veinte metros cuadrados para mirar rápidamente en el iPhone que el tiempo se me estaba echando encima, así que tendría que omitir el desayuno por el momento. Antes de tomar mis cosas tuve que ir hasta la televisión para apagarla.
—En los pisos de veinte metros cuadrados nunca pasada nada dicen… ¡No pasa nada mis cojones! Me mudo y tengo la suerte de que me viene con fantasma incluido, el cual se dedica a amargar la existencia subiéndome la factura de la luz. Pero aquí vamos a aprender a convivir los dos, porque yo no me mudo… ¿tú sabes lo que es buscar piso en Barcelona? Yo por esa mierda no vuelvo a pasar —dije en los diez pasos contados que di para apagar la tele y regresar a la mesa del comedor para coger mis cosas.
A veces hablo solo, es terapéutico.
Una vez preparado y antes de salir me di un rápido vistazo, mi artificial cabello rojo estaba completamente alborotado —Señor estas raíces, ya me va tocando volver a teñir —comenté mientras me pasaba las manos por este sin mucho resultado de poder arreglarlo, por lo que opté por coger un gorro que estaba en el colgadero de la entrada. El frío siempre es la excusa perfecta.
Salgo para cerrar la puerta y al darme la vuelta me topo de frente, en el rellano de dos por dos, con el vecino asiático friki del piso de arriba, y no, no es racista porque también soy asiático por lo que yo sí puedo decirlo. Me reservó el derecho a ello. En fin, que casi me tengo que tirar por el hueco del ascensor para que este pase cual toro en San Fermín.
Lo veo subir hasta perderlo de vista —Ni un hola, ni buenos días o permiso —refunfuño cuando escuchó la puerta cerrarse por encima de mí. Si mi Nana lo viese rellenaría su rok con bryndzové halušky o, dicho de otro modo, su ojete con masa de patata, ya que como dice ella: los modales son la cuna de nuestra sociedad.
Después de mi indignación matutina comienzo a bajar por las escaleras del antigua edificio en el que vivió en vez de tomar el ascensor, no porque piense que el ejercicio es importante, vamos a ser realistas que vivo en un quinto. Subo y bajo las escaleras porque el ascensor del edificio está a dos doritos de venirse abajo el día menos previsto.
Desconozco cómo esa mierda que dice estar preparada para aguantar el peso de seis personas, según ella, ha pasado el control de calidad cuando el otro día las viejas del segundo se quedaron encerradas en la cabina. En cualquier caso, que se jodan, eso les pasa por putas, el karma sabe lo que hace.
Suerte que soy alquilado y me la pela a lo grande lo que pase en el edificio. Por mi como si se viene abajo, mientras me pille fuera.
Ya en la calle soy golpeado por la fresca brisa de la mañana, por estas razones vale la pena madrugar, a estas horas Barcelona ha comenzado a penas a despertar, el aire se siente limpio, no hay mucho tráfico, ni gente correteando por las calles. Disfrutando de ese pequeño momento comienzo a caminar tranquilamente por la avenida principal que me lleva directo a Plaza España, saboreando del paseo antes de sumergirme en el caos del metro, escuchando a la grandiosa Kylie Minogue que a estas horas es la única que es capaz de sacarme una sonrisa.
Dios bendiga a Australia por darnos a semejante mujer.
Antes de entrar a la boca de metro, me permito perder un par de minutos para admirar la pasada de zona en la que vivo, aquí es cuando recuerdo que vale la pena la pasta que pago por ese piso de mierda. Finalizado mi momento de plenitud comienzo con la inmersión en la jungla de raíles. Bajó las escaleras siendo bienvenido en el acto por el asfixiante y pegajoso calor que hay dentro del lugar, aun así, caminó a paso veloz sorteando a los transeúntes que vienen de un lado a otro a toda prisa, casi como si ellos y yo estuviésemos llevando a cabo una especie de ridícula danza. Para finalmente llegar a la parte central, donde está el control y así acceder al nivel inferior.
«Nada como el olor a estrés por las mañanas» pienso mientras observó a toda aquella gran maraña de desconocidos que circulan delante de mí en cuestión de segundos.
Sin más tiempo que perder me dirigió al control para hacer la cola, antes de que mi turno llegue cojo el móvil para sacarle levemente la carcasa y tomar mi tarjeta del metro, para cuando me toca a mí simplemente me limitó a introducir la tarjeta para rápidamente tomarla a la vez que las puertas de cristal se hacían a los lados dejándome paso. Las atravieso tranquilamente mientras guardo la tarjeta, dirigiéndome a uno de los extremos de la estación para descender por las grandes escaleras hacia el andén de la línea L3 con destino Zona Universitària. Desciendo velozmente los escalones ya que en las pantallas que había en las paredes veo que faltan apenas tres minutos para que pasase mi ferrocarril. Una vez en el andén, no me detengo, sino que sigo andando, con la intención de retirarme lo más lejos posible de toda la gente que se amontonaba en las primeras partes, el ferrocarril cuando llegase estaría ya de por sí petado y no quería parecer una sardina en lata.
Era muy temprano todavía para agriarme el día
Cuando decidí que ya estaba lo suficiente lejos me detuve y dirigí la vista a las vías sin razón aparente, disfrutando tranquilamente de mi diosa australiana mientras la gente iba de aquí para allá. Al poco tiempo pude escuchar algo que se aproximaba por mi derecha, un fuerte sonido que superaba a la música de mis auriculares.
En cuestión de segundos vi el inmenso vehículo aparecer en mi campo de visión para acto seguido detenerse gratamente a escasos metros de mí y antes de que las puertas se abriesen y los de dentro bajasen, yo ya estaba haciendo amago por entrar. Esto básicamente era como la gran sabana, no el más fuerte sino el más rápido sobrevivía, pero en vez de luchar por comida lo hacíamos por un asiento.
Una vez dentro del vagón, vislumbre por el rabillo del ojo un asiento a mi derecha, a unos cuantos metros de mí por lo que velozmente corrí a este, no como un puto maniaco, que hay que tener unos mínimos, sino lo más elegante que lo podía hacer alguien para conseguir rápidamente un asiento. Además, como anécdota, una vez el ferrocarril arrancó conmigo haciendo el numerito y fue tal el impulso que cogí que pasé de largo mi asiento para estamparme de morros contra el suelo varios metros más allá. Aun así, me levanté, con toda la dignidad que me quedaba, expresión impoluta mientras sentía el sabor de la sangre proveniente de mi dolorida lengua que me había mordido como consecuencia de la hostia que me había dado, por mencionar uno de tantos dolores. Para agarrarme con la gracia que me quedaba a la barra que había a un lado. Como si nada hubiese pasado.
Pero volviendo al presente, esta vez había tenido más suerte, me hallaba sentado tranquilamente y como mi parada era la última por lo que tenía exactamente veinticuatro minutos para disfrutar del trayecto antes de llegar al matadero. Por lo que simplemente me apoye en la ventana mientras seguía escuchando música, ajeno a toda la realidad en la que estaba inmerso; en mi pequeño mundo, cantando a todo pulmón en mi cabeza las canciones de Kylie.
Aunque a mitad del trayecto hubo cierto revuelo un poco más adelante de mí que consiguió captar mi atención, fuese lo que fuese que estaba pasando ahí, había un distintivito sonido que podía con la cancelación de ruido de mis auriculares. Curioso despegué la cabeza del frío cristal y levanté el cuello, para discernir en el vagón de en frente una muchedumbre que no me dejaba ver mucho por lo que para captar mejor lo que pasaba me quité los auriculares.
Maldita la hora en que decidí hacerlo.
En el acto mis oídos se vieron sobreexpuestos a esa distintiva frecuencia: unos agudos alarido. Que activaron de inmediato el dolor de cabeza, cual gigante dormido, para empezar a taladrar sin tregua alguna toda mi masa cerebral. Gruñí levemente mientras me llevaba una mano a la cabeza debido a la jaqueca.
—¿Qué es todo este alboroto? —me incorporé un poco, aquellos chillidos agudos no paraban, parecían que estaban matando a alguien, entonces pude ver mejor de que se trataba todo cuando alguien se hizo a un lado. El origen de mi mal era un pequeño niño regordete y calvo, con la cara roja como un tomate y manchada por lágrimas y mocos que se esparcían de aquí para allá.
Arrugué la cara en señal de asco.
—¿Acabo de pausar a Kylie por la mierda esa? —mi marica interna estaba indignadísima y la mala leche aumentaba por momentos, dado que el puto niño no se callaba y nadie tenía intención de hacerlo callar y a mí el martilleo en la cabeza se me estaba intensificando.
La pequeña albóndiga tenía una pataleta y su madre, una de esas madres modernas prefería ignorarlo como método de reprimenda. Si yo fuera la madre, a la mierda esa le iba a faltar vagón para correr.
Me desplomé sobre el asiento, con cara de pocos amigos, mis pelotas se estaban hinchando por momentos ya que nadie se dignaba a callarlo, por lo que simplemente me limité a ignorarlo subiendo el volumen porque si acababa yendo la cosa no iba a acabar bien.
Suspiré abatido, todavía me quedaba camino por delante, lo que sólo significaba que para mí mala suerte el día se iba a agriar antes de lo previsto.
Al final acabé abstrayéndome a mí mundo, una realidad cual Chromatica, en la que me levantaba, iba hasta la multitud, me agachaba para tomar delicadamente a la albondigilla y por arte de magia las puertas se abrían y yo lo lanzaba en pleno trayecto para ser rápidamente succionado por la oscuridad.
No os voy a mentir aquello me dio cierto placer, la sonrisa que se dibujó en mi cara era prueba de ello.
(*****)
«Palau Reial» anunció la grabación del señor de megafonía mientras el vehículo se iba deteniendo suavemente.
—¡Por fin!... Ese niño me tenía hasta la polla —bajé gran velocidad del vehículo mientras me acomodaba la mochila y comenzaba mi ascenso a la luz, por así decirlo.
Una vez en el exterior, de nuevo fui golpeado por la fresca brisa del ambiente, esta vez algo más fría debido a lo retirado que me encontraba del centro, caminé a paso veloz en línea hasta cruzar un paso de peatones que me dejó al frente de la Facultat de Física. En mi trayecto al despacho observaba a todos los estudiantes que seguían el mismo camino que yo, aquello me recordó a mis años como universitario, emocionado, ilusionado, con ganas de comerme el mundo, unas expectativas que eran la hostia. Si supiesen lo que les esperaba.
He aprendido que mientras más bajo vueles más suave será el castañazo.
Finalmente entré para acceder al vestíbulo y así tomar hacia la derecha, atravesando el gran patío central que me llevo hacia la cara trasera del edificio, para comenzar a caminar entre el cuidado jardín, de resplandeciente verde.
«Nunca está así de cuidado, tiene que haber algo importante, pero ¿qué? ¿Nuevas elecciones al rectorado? Vale que la rectora la ha liado un poco, pero me parece muy pronto» me pregunté mientras llegaba a la gran puerta de cristal del edificio departamental.
Una alta construcción hueca por dentro, con jardines interiores y con los diversos departamentos que conformaban el grado de física a ambos extremos, divididos por plantas que se conectan a través de puentes centrales, cada planta con sus respectivos despachos y salas de investigación. Esta vez sí tomé el ascensor, mi parada era la octava planta, era divertido que a los astrofísicos nos hubieran colocado en la última planta, será para que estemos más cerca de las estrellas o para si te lanzas no haya dudas de que la hostia será mortal.
Depende de por donde lo mires.
Salí de la cabina y caminé hacia adelante, cruzando el puente que me llevó a la otra ala de la planta, a las salas y los laboratorios, así como, despacho del personal de investigación. Andaba tranquilamente por el desértico pasillo, hasta la mitad del lugar, donde me detuve en frente de una puerta corredera.
Por el cristal opaco de la puerta podía salía luz, ya había gente, por inercia miré la hora y vi que todavía faltaban diez minutos para entrar, sorprendido me hallaba.
—Por favor que no sea el chino, que no sea el chino —susurré.
La facultad tenía la mala costumbre de adoptar a alumnos extranjeros para después, si eran de etnias minoritarias juntarlos para que los de aquí les hiciéramos compañía y les ayudásemos durante el proceso de choque cultural. Y a mí me había tocado el premio gordo. No era que el chiquillo fuese malo, en realidad era un ser de luz, pero demasiado absorbente y estaba cansado de tener que oír los mismos problemas una y otra vez.
Sin más, corrí la puerta y accedí a la sala, para mi sorpresa esta estaba completamente vacía, de los seis escritorios que había en el lugar, en ninguno se encontraba su respectivo ocupante. Mentiría si dijese que no respiré aliviado.
Entre para dirigirme a mí respectiva mesa, al fondo a la izquierda para dejarme caer en la mullida silla, de lo mejor que me había dado la facultat en todo este tiempo, para luego encender el ordenador y comenzar a sacar mis cosas. Todavía tenía un par de horas antes de mi primera clase, por lo que podría adelantar mi trabajo.
De pronto escuché pasos por fuera que se detuvieron frente a la puerta, mentiría si no dijese que el culo se me apretó. Si era el chino podía olvidarme de adelantar mi trabajo, sin embargo, cuando la puerta corredera se abrió de par en par dando un sonoro golpe, supe de quién se trataba. Medio cuerpo apareció por encima de la pantalla de mi ordenador, ni muy alta ni muy baja, rubia, de tez blanca, cuerpo atlético y de bonachona cara.
Sara, mi amiga, la única que consideraba como tal desde que llegué hace ya varios años atrás.
Un cumulo de energía y alegría que era capaz, al igual que mi querida Kylie, de sacarte una sonrisa por muy mal que fuesen la cosas. Una gran amiga, confidente, digna persona a la que poder contar todas las mierdas que me pasaban sin jamás sentirme juzgado o menospreciado, la perfecta amiga para llevar a cabo "terrorismo". Con un único defecto, quizás para algunos ya que para mí era la guinda del coctel molotov que era ella, que cuando se proponía una cosa lo hacía deberás. Pero tomándoselo muy enserio.
En los años que la conocía, pocos, aunque intensos, había perdido la cuenta de todas las etapas por las que ha pasado, que si deportista, que si artista, luego vegana, después ovolactovegetariana cuando lo del veganismo no cuajo y los déficits consecuentes de no llevar a cabo la dieta de forma correcta la tuvieron un mes ingresada. Luego que si bohemia y ahora la nueva etapa en la que se había sumergido era el espiritualismo.
Entro perezosamente, removiendo su humeante taza de puro café colombiano, sin edulcorar, ya que según ella el azúcar mataba el auténtico sabor de las cosas, sin percatarse de mi presencia. De pronto giro la cabeza hacia mi posición y pude ver a través del cristal de sus relucientes gafas como sus ojos se habrían de par en par.
—¡Hombre Mark! —espetó a toda voz —. Pero si sigues con vida.
Yo no pude evitar sonreír, lo que había dicho, ella desprendía algo que hacía que te olvidases de los problemas.
—Vivito y coleando.
—Bueno lo de vivito se puede coger con pinzas, por mucho maquillaje que lleves nada pasa desapercibido para el ojo experto… estas hecho una mierda —dijo mientras se dirigía a su mesa, dejaba su café y comenzaba a buscar algo—. Pero nada que no se pueda solucionar con una buena alimentación e hidratación —entonces se aceró para depositar una bolsa de papel grasienta y un vaso de café de gran tamaño, blanco, de una franquicia que todos conocemos.
Al instante el olor del jamón serrano impregno mis fosas nasales, la boca se me hizo agua y mis tripas rugieron. Recordándome
—¡Dios! Estas son las cosas por las que te amo con locura —le dije mientras me abalanzaba sobre la comida, rápidamente saqué el suculento bocadillo que ella me había traído para acto seguido darle un buen bocado. No pude evitar producir un sonido orgásmico cuando aquello choco con mis papilas.
Puede escuchar la risa de Sara.
—Anda, aliméntate mi pequeño saltamontes —comentó para darse media vuelta y tomar asiento en su respectivo lugar.
Devoraba mi alimento con ansias, casi al punto de atragantarme, por lo que rápidamente tomé el vaso que ella me había dado y di un sorbo, de nuevo volvía a tener otro orgasmo gustativo cuando el dulce sabor de aquel matcha latte bañó mi boca. Eso me hizo pensar en que no recordaba cuando fue la última vez que había comido.
—Es un alivio saber que estás bien, la última vez que te vi fue en el callejón trasero del antro en el que estábamos, te estabas enrollando con uno ahí mientras le hacías una paja —soltó tranquilamente, tecleando en su ordenador como si aquello fuese algo normal.
De pronto la novena sinfonía que estaba viviendo en mi paladar se vino abajo justo en el instante que comentó aquello, me atraganté en el acto, comencé a toser intentando sacar el cacho de pan que se me había atorrado en la glotis mientras algunas gotas de té salían despedidas.
Cuando conseguí resolver aquello, me le quedé mirando completamente enmudecido, con los ojos bien abiertos, mientras mi cara comenzaba a tonarse de diversas tonalidades de rojo.
—¿Qué? —me preguntó cuando vio la cara con la que me la quedé mirando—. ¿Por qué te has quedao ayuwoki?
—Será broma…
—De broma nada, estabas dándole al manubrio del moñe aquel que en cualquier momento se lo ibas a dejar en carne viva.
—¿Y tú simplemente me dejaste ahí? —se encogió de hombros como respuesta—. ¡Sara!
—Yo que se Mark, se te veía bastante puesto en ello, no quería cortaros el rollo.
—¡Saraaa! —en cualquier momento iba a implosionar a causa de la vergüenza.
—Venga ya, como si no te acordases —pero esta jamás recibió respuesta—. Te acuerdas, ¿verdad?" —negué con la cabeza muy lentamente.
—¿Cuándo fue exactamente la última vez que me viste? —Pregunté con miedo.
—El viernes no tuvimos curro y como el jueves estabas un tanto hecho polvo decidí sacarte de fiesta ese mismo día para animarte... —comenzó a relatar mientras involuntariamente observaba el techo y sacaba las cuentas—. Pues eso, desde el jueves por la noche no sé nada de ti.
Me escurrí en la silla, apoyando mi cabeza en una de mis manos, para dirigir mi visión a un punto cualquiera de la habitación, señor de la cañita, que lo que pensaba que sólo fue un fin de semana resultaba que había sido más. Me estremecí ante las importantes lagunas mentales que tenía en estos momentos. Esta vez la cosa sí que se me había ido de las manos.
—Joder… Empiezo a pensar que tengo un problema con la bebida —me dije a mí mismo.
—Puede —respondió ella con cierta obviedad.
Rápidamente la miré enfadado a lo que ella respondió levantando las manos en son de paz.
—¿Y no se te paso por la cabeza saber dónde me había metido o con quién andaba? Sara que ahora mismo mis órganos podrían estar repartidos por todo el globo terráqueo.
—No te pongas melodramático, que para como debes tenerlos no creo que nadie en el mercado negro tenga interés de adquirirlos… además, que en todo momento supe dónde estabas —comentó restándole importancia con un movimiento de mano.
—Explícate.
Entonces sacó su móvil para abrir un chat entre ambos y comenzar a deslizar su dedo por la pantalla reproduciendo todas las notas de voz, vídeos e imágenes, que por lo visto le había mandado o eso parecía, porque de nuevo no recordaba nada.
—Casi podía trazar tu recorrido por la ciudad —canturreo divertida—. No eres tan errático y misteriosos como piensas que eres, tienes cierto comportamiento autodestructivo que te hace fácilmente predecible.
Suspiré abatido. Sólo quería que la tierra me tragase y no me escupiese hasta dentro de quinientos años como mínimo, no quería saber que ponía en aquel chat, sólo Dios podía saber que había hecho yo en todo aquel tiempo que no recordaba.
Pero tampoco me iba a dedicar a martirizarme por lo ocurrido, a lo hecho pecho, como dije que me quiten lo bailado, tenía mejores cosas que hacer que andar llorando por las esquinas, si le había hecho una paja a uno espero que la disfrutase, porque estas manos valen oro por lo que sin más hice borrón y cuenta nueva para a comenzar a trabajar.
Casi.
—Oye Siri, pon un recordatorio para mañana —susurré.
—¿Qué quieres que te recuerde? —preguntó a toda voz haciendo que arrugase el rostro.
—Pedir cita médica para ETS —decía que me quitaran lo bailado, pero aun así tenía que asegurarme qué había bailado, que el no haber abierto la Cámara de los Secretos no me garantizaba nada.
—Bien tenemos cita médica, avísame para ir contigo —dijo sin mirarme a la cara.
—¿Tenemos? Tengo.
—No, tenemos, que un chequeo no viene mal.
—Pero qué te vas a chequear tú, si la última vez que tuviste sexo fue… conmigo, fíjate tú —no pude evitar reírme—. Que llevas desde el congreso de Ámsterdam, es decir, seis meses a dos velas.
—Que sabrás tú.
—Lo sé, porque básicamente soy tu diario.
—Mark, por favor —hizo una de sus pausas—. Soy toda una revolución sexual, los hombres se tiran a mis pies, se pelean por estar con esta Afrodita del Raval…
—Y por eso mismo quemaste el Satisfayer
—No metas a Gilberto en esto —me advirtió apuntándome con un dedo, yo en repuesta hice lo mismo que ella, levantar las manos en son de paz—. Que todavía sigo de luto.
—Cierto, que Cher lo tenga en su gloria.
—Que Cher lo tenga en su gloria —repitió ella, santiguándose—. Pero al caso, no solo disfruto de los hombres, sino de las mujeres también, soy todo un ícono lésbico, no sé si lo sabías.
—Si algo me has dicho —decenas de veces.
—He causado impacto en la comunidad, tengo a toda una legión de bolleritas tras de mí.
—Pero si no te puedes comer un coño, qué me estás contando, que vas tú muy de medio lesbiana, pero a día de hoy dentro de esta sala el único que se ha liado con tías he sido yo, recalcando que la dirección en la que bateo no es precisamente esa.
—¡Cállate lesbiana encubierta! Ya lo verás, el día menos pensado, ¡boom! Me como un coño —sin embargo su alegato perdió fuerza con las carcajadas que lo interrumpían.
Después de la serie de carcajadas que nos echamos, cada uno se enfoco en sus respectivos trabajos.
—Por cierto, ¿los jardines del campus no están de pronto muy arreglados? —le pregunte al cabo de unos minutos, ganándome al instante su atención.
—¡Ay! Eso era lo que te tenía que contar —de pronto estaba sumamente emocionada.
—¿Chisme institucional?
—Chisme institucional —me confirmó.
—Vamos, cuenta —la alenté mientras subía los pies a la mesa, para estar más cómodo.
—La rectora está colgando de la cuerda floja después de la que se lío en el Campus de Bellas Artes.
—¿Qué ha pasado?
—¡¿Como que qué ha pasado?! ¡¿No te has enterado?!... ¿No has vistos las publicaciones de la página de salseos de la universidad?
—Dado que me paso los días pegados con la cara en la pantalla del ordenador y que además de eso, tengo un lapsus mental de al menos setenta y dos horas, no.
—Que poco espíritu universitario chico… verás, para darte la versión corta, la universidad como siempre está en números rojos y para intentar solventarlo anda alquilando los espacios a terceros.
—Por qué será que no estoy sorprendido.
—Ya, nadie lo está… pos nada, que por lo visto alquilaron una parte de la facultad a la policía para unas demostraciones de no sé qué.
—Hostias pedrín…
—Sí, hostias pedrín, aquello fue una guerra. Entre los polis haciendo sus demostraciones de tiros, los alumnos que salieron a manifestarse, los correos de decanos que se filtraron que nadie les había informado. Vamos ríete tú da disolución de la URSS. Pos nada, que la cosa se calentó, la gente se vino muy arriba y las porras no tardaron en salir, ahora hay alumnos detenidos, el rectorado está ardiendo y el pueblo pide la cabeza de la rectora.
—¿Y todo eso ha pasado en los tres días que llevó desaparecido?
—El mundo moderno avanza muy rápido Marksito y cómo te dije las cosas están que arde, los manifestantes se han lanzado contra el rectorado, han entrado, llenado eso de carteles tildándolos a todos de fachas e hijos de su madre, metete en la página de Instagram de salseos de la uni, que está todo ahí documentado.
Tomé mi móvil para tal y como ella me indicó, comenzar a buscar lo que me había dicho en la respectiva página y nada más entrar a destacados me vi sobreexpuesto a toda aquella información. Sara tenía razón, la que se había liado no era moco de pavo, la gente de por si ya estaba calientita con este nuevo equipo de gobierno por cosas que habían hecho, pero si hasta antes de esto la universidad no había ardido, algo me decía que esta vez no tendría tanta suerte.
En mi caso me la sudaba, tenía mi trabajo guardado en la nube, por lo que, si por mí era, podía arder hasta los cimientos esta mierda con todos esos hijos de puta dentro.
—Sara… ¿esta del video no eres tú?
—¡Qué dices! Déjame ver —de un salto ya la tenía a mi lado, rápidamente le enseñé el video de los manifestantes que estaban enfrentando a la rectora y justo a un lado estaba ella—. ¡Hostia puta sí! Mama que soy influencer de la influencia… ¿De verás así se me ven las tetas en pantalla? Jo, pensaba que las tenía mejor puestas.
—¿Nada que objetar a qué hacías ahí?
—Ya sabes —me dijo diversión mientras se paseaba por el despacho—. Tengo espíritu marxista, además fue divertido… al menos hasta que aquellos perroflautas comenzaron a hablar —se dejó caer en la silla—. Fue abrir la boca y todo se vino abajo, hijos de puta que no sabéis conectar ni dos palabras, normal que os zurren a palos, os están dando todos los que vuestras madres no os dieron cuando debían.
Ya en ese punto ella había comenzado a desvariar consigo misma, por lo que yo no pude hacer otra cosa que negar con una sonrisa para volver a centrarme en mi trabajo, todavía tenía tiempo antes de la clase, así que si me daba prisa podía sacar aquellos dichosos análisis. O al menos esa era mi intensión, hasta que al cabo de unos minutos Sara volvió a hablar.
—Joder, estoy hasta la polla de trabajar en esta mierda, ¿tú sabes acaso lo que es analizar la trayectoria de una puta roca? Una mierda, estoy hasta el coño, el taller aquel observación de pájaros era más divertido que esto…, por mi que se estampe, mientras no caiga sobre mi techo.
—Si el comité científico te escuchara querida amiga.
—Que les jodan a esos pollas viejas, ¿qué más les va a dar? Si a final de mes van a seguir cobrando tan ricamente su sueldo.
—Pues por eso mismo hay que seguir luchando guapa, para lograr la plaza y poder apalancarte como ellos y no tener que demostrar nada, porque nadie te va a mover de ahí.
—Ya te digo, bueno, el día que cobre mi sueldo de profesora titular, ese día el espíritu revolucionario a tomar por culo… ¿Tan complicado es conseguir a alguien que me mantenga? Eso es lo único que pido, ser mantenida.
—He oído que hay una aplicación para encontrar sugar daddys, podrías probar.
—Ya lo he hecho.
—¿Y?
—Una mierda, todos se llenan la boca de promesas, pero son una panda de viejos con los escrotos en el suelo sin blanca… lo siento amigo, pero si no puedes pagar lo que valgo olvídate de esta mujer trofeo.
—No desistas amiga, algún día lograras tu sueño de vivir de las rentas.
—Tú eres el único ser que conozco que trabaja por gusto —bueno, eso se podía coger con pinzas—. Si mis padres tuvieran los bitllets que tienen los tuyos, bueno, aquí lo que se dice precisamente aquí, en este cuartucho con humedades y amianto no me verías.
—Sigo manteniendo mi promesa que, si a los cuarenta no tengo a nadie ni tu tampoco, entonces nos casamos para hacernos compañía.
—No me fio, seguro que a alguien consigues.
—Permíteme que lo dude —me reí amargamente.
—Da igual, si sigues repartiendo pajas a diestro y siniestro a alguien seguro que enganchas.
—Touché.
—Voy a tener que sacarme las castañas del fuego yo misma… desgraciadamente —entonces volvió a comenzar a divagar—. Espérate tú, el día que consiga a alguien que me mantenga, bueno, ese día mando a la mierda el feminismo.
La alarma que tenía programada comenzó a vibrar, finalmente había llegado el momento más entretenido del día, la hora en la que me tocaba ir a impartirles clases prácticas a todos aquellos pequeños hijos de la gran puta, pero que se le iba a hacer, tenía un contrato y por consiguiente unas obligaciones.
(*****)
Caminaba por uno de los pasillos de la segunda planta del aulario, a medida que el día iba avanzando y el sol se hacía más presente me vi en la obligación de ponerme gafas de sol, todavía tenía secuelas y cualquier rayo de luz, por más mínimo, que fuese me molestaba. Pude ver mi reflejo en una de las grandes cristaleras y daba vergüenza, parecía una de esas jubiladas ricachonas de buen porte.
Justo a lo que aspiraba a convertirme en un futuro.
Aun así, me las quite, aquellas mierdesillas chupocteras ya me respetaban poco, como para que en sima me viesen así… y no podía repetirse lo del año pasado. Ya había recibido un aviso por someter a un alumno a un juicio público, por lo que no me quedo de otra que tragar mierda y joderme. Al instante cerré los ojos y un afilado pinchazo atravesó mi cabeza, para así, seguir caminando.
Detestaba enormemente a los alumnos de primero, de por sí no soporto a las personas egocéntricas y para nada humildes, pero aquellos chiquillos con sus aires de grandeza y superioridad me llevaban a límites inimaginables. Como se nota que hace nada dejaron de mamar de la teta de sus madres que todavía siguen verdes e inexpertos acerca de la vida.
Piñatas por estrenar.
—Ojalá poder darle clases a los de cuarto, es más divertido ver como se llevan las manos a la cabeza cuando te sacas de la manga algo nuevo y no tienen tiempo para poder asimilarlo.
Aquellos sí que valían la pena, personas maduras, quemadas por la vida académica a una temprana como yo, pero más jóvenes y con las que era divertido poder charlar acerca de las cosas, porque a pesar de las ojeras y las ganas de saltar por la ventana, se les nota que les sigue gustando esto… al menos al sesenta por ciento de ellos. Y por qué no decirlo, porque me recuerda a mí después de todo, el mismo dolor y las ganas a parte iguales.
No como los gilipollas a los que iba a ver ahora, que sólo están aquí porque «ver estrellas está guay» Tranquilo, que estrellas vas a ver para rato de las hostias que te vas a comer.
Finalmente acabé llegando a la correspondiente aula, respiré profundamente para mentalizarme que solo iban a ser un par de horas antes de ser libre. Entonces entre para de pronto verme sorprendido por un silencio sepulcral que duro lo que tarde en poner un segundo pie en el aula. Fue verme y el parloteo comenzar a llenar nuevamente el lugar.
Los treinta pares de ojos que en un principio se habían focalizado sobre mí se dispersan, mejor, no me gusta ser el centro de atención.
Hice mi camino tranquilo, sin preocupación, hasta la tarima que hay al frente del aula, para subir, llegar al frente de la mesa y conectar el pendrive y así acceder a los archivos. Pincho en la carpeta que pone «clases de mierda», justo la que está al lado de «datos de mierda» y abrir el pdf que tengo preparado.
Me enderezo y observo las gradas, casi nadie me está prestando atención, salvo diez personas a lo sumo, los que de verdad están aquí porque quieren, estos me dirigen una sonrisa la cual les devuelvo, ellos también entienden la situación y les molesta. Agradezco el feedback. Estos son los únicos que van a aprobar conmigo y con notaza, porque no me escondo en cuanto al favoritismo.
Carraspeo para llamar la atención del gallinero, como esperaba nadie capta la llamada de atención, por lo que sin más preparo mis labios y emito un fuerte y estridente silbido que pilla de sorpresa a todo el mundo.
De nuevo los treinta pares de ojos vuelven a estar fijos en mí, yo estoy mirándolos divertido, sonriente por un momento, antes de entrar en acción. Tengo su atención, hora de empezar con las prácticas de cálculo diferencial.
—Muy bien —empiezo, para comenzar a andar tranquilamente por la tarima—. Hoy vamos a hacer algo distinto, como sabéis la fecha del primer parcial está cerca, por ello vamos a hacer un pequeño control —esperé un par de segundos, entonces miré de reojo, me fue tan gratificante ver como sus caras se deformaban.
De pronto una mano se levantó, perteneciente a un chico de la clase, el típico macho alfa con ansias por ser el centro atención. Hice un gesto con mi cabeza para darle la palabra, no me sabía su nombre, tampoco era que me importase mucho.
—Pero Mark —la vena de la frente se me hinchó en el acto, no me importaba que me tuteasen, pero dirigirse a mí con una actitud como si fuésemos colegas, aquello sí que no lo pasaba —¿No deberían habernos avisado con antelación? —preguntó con cierta molestia.
¡Ay! Los universitarios de hoy en día estaban tan acostumbrados a que les diesen las cosas masticadas.
—¿Tú nombre es?
—Pablo —me contesto sonriente, orgulloso de que fuese al primero de la clase al que le preguntase su nombre en todo este tiempo que llevábamos. Si él supiese.
—De acuerdo… pues verás Pablo, como está establecido en la guía docente de la asignatura, que supongo que te habrás leído o que al menos deberías hacerlo, el profesor de prácticas cuando consideré pertinente puede realizar simulacros con el objetivo de que los alumnos reciban un feedback acerca de su desempeño, ¿cierto? —le pregunté ahora haciendo contacto visual con él.
—Sí cierto —me respondió apenado.
—Esto no lo hago por mí sino por vosotros —mentira, me alimento de la angustia de los demás—, para que sepáis como de bien lo estáis haciendo para superar la asignatura —que ya os digo yo que no mal, sino nefasto—, por lo que ahora, si no hay más preguntas, empecemos… por favor guardar vuestros manuales de ejercicios y sacad un folio en blanco"
Acto seguido tomé mi puntero láser y cambié de diapositiva.
—Los tres ejercicios que haremos hoy son muy parecidos a los que entrarán en el parcial, pero tranquilidad que, seguro que os saldrán bien, habréis ido practicando —les comuniqué mientras ponía el primero de ellos.
Tercera mentira en lo que llevamos de clase, más de la mitad de los aquí presentes no hacían los problemas necesarios para llevar la asignatura al día o directamente ni los hacían. Además, yo también había pecado, digamos que escogí los más complicados que encontré, aquellos que no son específicos del tema, sino que necesitan de todo el conocimiento aprendido. Siempre se están quejando de que los contenidos de las asignaturas no guardan relación entre sí, pues vamos a ver qué tal ahora.
—Cada problema deberéis hacerlo en un máximo de cuarenta y cinco minutos, si queréis hacerlos todos, es una recomendación, ya cada cual reparte el tiempo como consideré más conveniente… ¿Empezamos? —pregunté con cierto cinismo.
{…}
Estaba sentado en la mesa, ojeando tranquilamente mis redes sociales, de vez en cuando levantaba la vista para echarle un ojo a mis alumnos, no me preocupaba que intentaran copiarse, es más lo iban a necesitar. Aquellas caras de frustración acompañada de cierta resignación me daban la vida, tal vez me había pasado un poco, pero luego recordaba que si estaban aquí tenían que esperar lo inesperable y se me pasaba.
De pronto el temporizador de mi teléfono comenzó a sonar, sacando bruscamente a todos de su estado de concentración
—¡Tiempo! —anuncié mientras saltaba de la mesa.
De pronto un buen humor me había inundado, haciendo que se me olvidase por completo mi deplorable estado anímico.
—Manos fuera de los papeles —ordené con diversión mientras daba una rápida ojeada a todos los presentes, gozándome las diversas caras que ponían, con aquel rápido sondeo ya podía saber cómo había ido a la cosa—, muy bien ¿quién de los aquí presentes los tiene bien puestos como para responder al problema?
Un silencio sepulcral lo inundó todo, nadie se atrevía a hacer contacto visual conmigo, las miradas iban para todos lados, intentaban pasar desapercibidos, me mordí el labio inferior ciertamente emocionado. Por fin podía saber que se sentía cuando se estaba a este otro lado.
—¿Nadie? ¿Tengo que sacar mi ruleta?
De pronto la treintena de pares de ojos se abrieron de golpe, puede que ellos no me respetasen a mí ni yo a ellos y una noche de procrastinación se me ocurrió meter los nombres de la lista en una página web de selección aleatoria que emulaba a una ruleta de la "suerte". Después de todo el profesor seguía siendo yo y si seleccionaba a alguien le gustase o no tendría que salir. Fui hasta el ordenador para comenzar a preparar la diversión, cuando la ruleta apareció en pantalla levanté la cabeza para apreciar como varios se ponían sumamente tensos
Entonces me percaté de que el mencionado macho alfa me estaba mirando fijamente, retándome, pobre no sabía en dónde se había metido.
—Pablo ¿te atreves? —le pregunté indiferente.
—Venga —dijo vacilante.
—Adelante.
El resto de la clase respiró aliviada mientras el mencionado con media sonrisa, todavía vacilante, se acomodó en su asiento, carraspeo levemente, listo para su gran momento.
—Un momento —interrumpí justo cuando abrió la boca para decirlo.
Me di la vuelta y me acerqué a los interruptores para encender las luces encima del gran pizarrón que ocupaba toda una pared, para acto seguido tomar una tiza, entonces volví a encararle, levanté mi brazo en señal para que tomase la tiza y esta vez fue mi turno de darle una media sonrisa
—Ahora sí, adelante.
Su perfecta y arrogante expresión se descompuso por un momento. Todos somos muy valientes hasta que hay que salir a la pizarra y más cuando me ha llegado a los oídos la cierta reputación que tengo, cual Taylor Swift, tras el incidente del año pasado.
—¿Ahí delante? —yo asentí en respuesta.
—Claro, dónde si no, estas cosas son muy abstractas como para decirlas nada más. Es más, quiero que nos vayas explicando paso a paso mientras lo representas, para que tus compañeras y compañeros te puedan ir siguiendo.
Respiró profundamente para acabar levantándose, acceder al pasillo central, bajar poco a poco las escaleras y finalmente llegar a mí para darle la tiza.
—Todo tuyo Pablo —dije su nombre con cierta gracia para pasar a su lado, bajar y caminar hasta una de las gradas donde tomé asiento al lado de alguien random.
«¿Qué tal?» le dije haciendo un leve contacto visual antes de centrar toda mi atención, cual niño en su primer día en Disneyland, sobre el verdadero espectáculo. Mi joven pupilo me observaba fijamente por lo que al final tuve que hacerle una señal para que comenzara.
Y así dio comienzo a diez minutos de explicación que no estuvieron del todo mal y en que la verdad podría haber dejado pasar el tonto fallo que tuvo, que cualquiera puede tener, sino fuera por su actitud arrogante, en la que cada dos por tres estaba metiendo bromas de mal gusto. Y eso que yo soy el primero que hace bromas y tiene una actitud poco seria, pero la cuestión es que hay determinados momentos y este no era uno de ellos.
Cuando finalizó, se giró hacia mí para volver a dedicar otra de esas pedantes sonrisas.
Sin más me levanté en silencio y caminé de nuevo a mi sitio.
—Está mal —respondió tajante mientras subía a la tarima.
Se quedó estupefacto, miraba a la ecuación y seguido a mí, repetida veces, sin poder creérselo, lo entiendo después de lo que cuesta hacer una de esas dichosas cosas que te digan que está mal no sienta nada bien. Pero así es la vida colega.
A chuparla a la plaza.
Antes de que se pudiese a replicar, porque por su mirada me decía que iba a comenzar la fase de negación le hice una señal para que me diese la tiza y así, caminar por todo aquel laborioso proceso hasta situarme a la mitad de este y sin contemplación alguna borré con el dorso de la mano el elevado al cuadrado que había para sustituirlo por un simple elevado al cubo.
—Una pena, lo estabas haciendo bien, pero por obvias razones ya todo lo que está a mi espalda está mal —dije mientras volvía a ojear su trabajo indiferente—. Puedes tomar asiento.
Entonces me di media vuelta y pregunté alto y claro.
—¿Quién me puede dar el resultado correcto?
Entonces pude ver como alguien levantaba un poco la mano, más bien un dedo
—¿Qué es eso? Un apéndice levantado —cuestioné mientras entrecerraba los ojos para discernir mejor de que se trataba—, más arriba anda, que no lo veo.
La verdad que había sido un poco serio, pero la chica que lo estaba haciendo era la de aquellos pocos que valían la pena, además estaba teniendo las agallas de responder, puntos a su favor. Finalmente levantó el brazo.
—Bien, así me gusta, bueno, cuéntanos Mónica —todo el mundo se quedo confundido cuando la llame por su nombre, qué se pensaban que acaso no me los sabía, error. Si una cosa tengo es buena memoria y otra es soy cotilla a más no poder, desde comienzo de curso ya tengo fichados a todos esos súcubos. Que decida tratarlos con humanidad es otra cosa, además, como dije: no oculto mi favoritismo—. ¿Sabes decirnos cuál es la respuesta? —ella asintió—, adelante.
—Es cero.
Se me quedo mirando, expectante por mi respuesta, la cual tardó un poco, que se le va a hacer me gusta darle emoción a las cosas.
—Correcto —entonces pude ver como respiraba aliviada—. ¿Sabrías explicarnos por qué? —pregunté mientras me cruzaba de brazos, retándola, pero no para hacérselo pasar mal, sino porque quería que de verdad lo hiciera, tenía potencial, por lo que en todo momento intenté transmitirle confianza.
Al principio se quedó callada, pero finalmente accedió con cierta emoción.
—¡Estupendo! —feliz di media vuelta para comenzar a borrar la mierda que había hecho el otro—. Todo tuyo.
Me hice a un lado para dejarle el protagonismo, algo que me llamó la atención fue que ella jamás se trajo sus hojas con los cálculos, al principio se quedó un poco quieta, seguramente mentalizándose de cómo iba a empezar. Entonces comenzó a exponer todo lo que había hecho en la pizarra, explicando pasa a paso todo lo que había hecho rebosante de energía y sonriente, yendo de aquí para allá, señalando de un lado a otro, comentando de forma divertida los procedimientos. Cosa que gustó a la clase y a mí. Por lo que rápidamente comencé a hacerle preguntas, «¿por qué esa ecuación? ¿por qué era mejor determinada cosa con respecto a otra...», pero no con la intención de pillarla, sino de forma distendida, como si estuviésemos teniendo una charla amena en una terraza.
Ambos nos reíamos, nos gastábamos bromas, le cuestionaba y ella a mí. Eso era justo lo que necesitaba. Hasta que finalmente el timbre terminó sonando, justo para cuando ella acabo. Antes de que todos comenzaran a recoger sus cosas, le di un aplauso que fue seguido por el resto de la clase, se lo había ganado.
—Muy bien hasta aquí la clase, espero que os haya servido para reflexionar, no va a ser fácil voy a ir a por vosotros y vosotras. Así que preparaos —les advertí antes de también recoger mis cosas.
—¿Por qué la universidad siempre compra lo más barato? —me pregunté exasperado al ver que el ordenador había colapsado y no me dejaba extraer el pendrive—. A la mierda.
Sin perder más tiempo, me agaché y saqué de un tirón el dispositivo.
De pronto comencé a escuchar un escándalo, un montón noes a toda voz, me levanté preocupado para encontrarme con la gran mayoría de la clase observándome expectantes, como si acábese de cometer una locura. ¿Todo aquello había sido porque no extraje de forma segura el pendrive?... por favor, ni que hubiese dinamitado el edificio.
Que también te digo, ojalá.
(*****)
—¿Qué tal tu día? —me pregunto Sara.
Ya habíamos almorzado y ahora ambos nos encontrábamos reposando tranquilamente en el césped del campus, disfrutando del sol que hacía antes de tener que volver al curro, ella sentada con sus piernas estiradas y yo acostado, con la cabeza apoyada sobre sus muslos.
Mi respuesta se hizo de esperar, dado que primero di un buen trago de agua, todavía necesitaba recuperar líquidos ya que seguía sudando alcohol.
—Pues verás, esperaba volver a tener una clase de mierda con esos insoportables, es más hoy como no me encontraba de buen humor necesitaba putear a alguien para así sentirme mejor.
—Y obviamente les toco aquellos pobres desgraciados la lotería —dijo mientras jugaba con mis rojizos cabellos.
—Totalmente, pero...
—¿Pero?
—No fue del todo como me esperaba… bueno sabía que la gran mayoría no iba a tener puta idea de los ejercicios que les propuse, es más hubo uno, el típico machito de masculinidad frágil, que me lo puso a huevo y acabé desquitándome con él. Pero y aquí viene lo interesante, hubo una chica que fue todo lo contrario, al principio estaba algo tímida, pero nada que con un pequeño empujón no se solucionase"
—¿Era buena?
—¡Oh Sara! Si la hubieses visto, era la hostia, sin apoyo alguno comenzó a resolverlo, además estaba tan llena de energía, se notaba que aquello le gustaba, quería más, estaba realmente feliz… un diamante en bruto.
—Te recordó a ti, ¿eh?
Pillado.
Dejé de gesticular, me quedé en silencio, lo único que se oía era la suave brisa meciendo los árboles. Algo en mí se revolvió, un nudo se formó en mi garganta, en cuestión de segundos cientos de recuerdos vinieron a mí cabeza. Cerré los ojos en un ejercicio de autocontrol. Rápidamente los ahuyente.
No era necesario pasar por aquello ahora.
—Sí —respondí secamente y rápidamente me arrepentí. Había generado una tonta tensión.
Sin embargo, en ningún momento sus caricias se detuvieron.
—Oye, cuéntame, al final qué paso con aquel chico, el escoses —con su maestría bordeo la tensión, solo para meterse en un tema un tanto más escabroso. Aunque en este caso las ganas de escupir veneno lo opacaban.
—Las cosas no terminaron de cuajar, qué se le va a hacer.
Sin embargo, preferí hacerme el digo esta vez.
—Qué pena, se te veía bastante entusiasmado con aquello.
—Ya bueno… el problema fue que yo quería una cosa y él quería otra, nuestro error fue jamás sentarnos a hablar y ver qué de verdad queríamos, además él comenzó a presionarme diciendo que no era suficiente con videollamadas.
—Y eso te echo para atrás.
—Sí, porque yo sinceramente estaba bien con lo que había, ni más ni menos, pero por lo visto para él no era suficiente… y bueno después de las discusiones que tuvimos yo actué mal porque comencé a pasar de él y este comenzó a presionarme más y más. Al final acabamos teniendo unas discusiones un tanto acaloradas —hice una pausa—. Después de un tiempo le pedí disculpas por lo que había hecho, intenté ir de buenas, sabía que las cosas no se iban a arreglar, pero quería dejarlo lo mejor posible.
—¿Y?
—Fue a peor Sara, era como si se le hubiese virado la cabeza, comenzó a actuar de una forma horrible, me escribió cosas que al principio me hirieron pero que acabé viendo después que eran por puro resentimiento. Lo peor de todo era que quería hacerme ver que yo era el único culpable en todo aquello, que todo lo malo que pasó había sido única y exclusivamente por mí.
—Menudo capullo
—Aunque bueno, lo bueno que puedo sacar de todo esto es que me permitió ver el lado oscuro que tenía, que no era para nada moco de pavo"
—El Universo es sabio Mark, nos guía y nos pone en el camino correcto, sólo que nosotros tenemos que verlo.
Me reí por lo que me dijo, pero en cierta forma me reconforto.
—Sí, el universo es sabio.
Ambos nos quedamos en silencio, disfrutando del sol que había salido durante un rato hasta que yo decidí romperlo.
—Creo que ya es hora de ir volviendo a currar, ¿no?
—Deberíamos, aunque preferiría que una de esas rocas que estudio me escachara antes de tener que volver a sentarme y tener de frente al quinqui reformado ese que se pone a tararear o hacer burbujas de saliva con la lengua —no pude evitar reír cuando describió a uno de los compañeros de despacho—. ¿Nadie le ha dicho que por mucho que le de vueltas a ese cubo de Rubik la inspiración no va a venir por arte de magia? Que siente el culo como todos y se ponga a leer.
—Se ve que no… si quieres te lo puedo cambiar por el chino, ¿qué te parece? Yo creo que es un buen trato.
—¡Una polla! Ese chino es el ser más absorbente que he conocido, me drena los chakras cada vez que hablo con él.
—Bobadas, si sus conversaciones son de lo más divertidas, cuando no está quejándose por sus compañeros de piso, lo hace porque nadie de Tinder le presta atención… ¿cómo es que dice? ¡Ah! Sí, que nadie quiere disfrutar de su cuerpo asiático.
—Ya bueno, y ¿qué le hacemos? Si parece que la vida ha pasado por él, más que él por la vida.
—Pues inténtalo aclarárselo tú, porque a mí me tiene harto con que una persona de veintisiete años como él, en la flor de la vida, un profesional, no entiende cómo es posible que lleve casi medio año sin sexo.
—Pues con ese pensamiento no me explico yo por qué —comentó irónicamente.
—¡Ah! y cuando no, está riéndose porque otro chino de los que tienen adoptado le dijo como identificar a una persona homosexual por la calle.
—Por favor no me lo digas —me suplicó—… dímelo.
—Porque caminan como si llevaran un palo metido por el culo… no te voy a decir todas las veces que me lo ha repetido y la sonrisa incómoda que le pongo y mira que intentado decirle de muchas formas que eso es ofensivo, pero él que no, que tonterías… putos gilipollas.
—Dios no te voy a decir lo que les diría o haría porque ya sería rozar la xenofobia y el racismo y no necesito que me cancelen… otra vez.
—Tranquila —me levanté para quedar frente a ella con una sonrisa maliciosa—. Ya me lo dirás este viernes.
—¿Cómo? ¿Vas a volver a salir?
—Vamos —rectifique.
—¿Tú estás haciéndole el control de calidad a tu hígado o qué?
—Puede.
Entonces Sara se río.
—De acuerdo, este viernes lo sabrás… o puede que antes, si me bloquean la cuenta de Twitter de nuevo ya sabes porque fue.
—Oído cocina, bueno vamos y aparentemos que hacemos algo —acto seguido me levanté.
—Sí, una preguntita.
—Dime.
—Las IP de los ordenadores del despacho no las rastrean, ¿no?
—No, ¿por?
—Voy a hacerme una escapadita de unos días, ya sabes dentro del margen en el que no tenemos que dar constancia a la universidad y…
—¿Y?
—Pues que Sri Lanka sale más barato comprándolo desde allá.
—Tú no tienes remedio hija.
—Mira soy de clase obrera no como tú, proletariado camuflado.
—Pero bien que después te beneficias de mí y mi dinero para cuando la lías.
—Tampoco voy a decir lo contario, no me escondo al reconocer que mi amigo rico me ha pagado las fianzas.
—Anda, mueve ese culo.
—Por cierto, toma esto —dijo haciendo que vamos nos detuviésemos, entonces vi cómo se quitaba el colgante que llevaba para dármelo.
—¿Y esto? —pregunté mientras tomaba el cristal de color rosa palo y lo observaba curioso para luego mirarla a ella de la misma manera.
—Es un cuarzo rosa.
—Sí, no seré un entendido de las rocas como tú, pero hasta ahí llego —me mofe.
—Primero, capullo, segundo, tiene muchas propiedades y una de ellas es protección contra las malas energías
—¿Protección contra malas energías? ¿De qué me tengo que proteger?
De pronto su rostro cambio, estaba nerviosa.
—Pues…
—Sara.
—Puede que se me haya olvidado comentarte cierta cosa importante.
—¿Y eso importante es?
—Verás, esta mañana mientras tú no estabas vino cierta persona a buscarte, pero como no te encontró me dejó el recado de que te avisara.
—¿Quién Sara?
Entonces su mirada cambio a una maliciosa, para así pronunciar las palabras mágicas.
—Satanás quiere verte.
—Mierda —la maldición surgió desde lo más profundo de mi ser—. ¿Qué coño querrá ahora la doña?
—Eso sólo lo descubrirás cuando vayas a verla.
—A lo mejor no tuvo suficiente con lo de la semana pasada y va a rematarme —pensé en voz alta mientras caminamos de regreso al edificio departamental—. ¿Por qué no me pudo tocar un director como el tuyo? Es más divertido, un desastre, pero divertido, al fin y al cabo.
—Uy sí, yo me río tanto con él, si parezco yo la directora, demasiada fe tiene puesta en mí.
—Pero a cambio te regala maría de la buena, ecológica y de comercio justo porque la cultiva él, ¿qué más puede pedir?
—Sí bueno, los colocones antes de dar clase están divertidos, pero para las primeras veces, que ya cansa.
—Te oigo y no te reconozco —exprese con fingida sorpresa.
—Si tío, hacerse mayor es una mierda, un día eres joven y al siguiente te emocionas comprando sartenes —mientras ella seguía hablando, yo me detuve—. ¿Ocurre algo? —me preguntó al ver que no la seguía, sino que me había quedado parado mirando el móvil.
—Nada, un correo del negociado de investigación que necesitan que le envíe no sé qué mierda de documento… adelántate que voy a mandárselos de una desde aquí.
—De acuerdo, buena suerte con la doña.
—Nos vemos en un rato.
Y cuando vi por una lateral que Sara había entrado al edificio, fue entonces cuando despegué la cabeza del teléfono.
—Mark Ferguson, eres un punto mentiroso de mierda —necesitaba solar aquellas palabras, la presión en mi pecho se había vuelto desbordante—. Te has montado toda una historia de la que por poco no sales airoso… te es más fácil inventar a un chico obsesivo con el que tonteabas que decir la verdad… que no eres más que un niño roto que nuevamente corrió a los brazos de su exnovio tóxico y abusivo por unas migajas de cariño. Puto JB de mierda, ¿por qué no puedo terminar de sacarte de mí mierda de vida?
{…}
Caminaba a paso lento, demorándome lo máximo posible, disfrutando de los momentos antes de entrar a la puerta que estaba al final del pasillo, la cual tras salir acabaría conmigo tirándome por la ventana que estaba justo al lado.
Finalmente llega la inevitable hora de la verdad, estaba justo delante del tablón de contrachapado, elevé poco a poco mi brazo, sinceramente no quiero hacerlo, pero no me queda otra. Además, era mejor salir cuanto antes de aquí, por lo que de una vez acabe llamando a la puerta. Esperé un poco hasta que escuché un «adelante», entonces suspiré y abrí la puerta. A medida que se iba haciendo a un lado la imagen de aquel despacho, dueño de mis pesadillas, de paredes melocotón, muebles de un intenso color caoba, perfectamente organizado y pulcro se materializo frente a mí, en especial, la figura de una mujer que estaba en la mesa del frente. Quien giró levemente su cara de la pantalla del ordenador.
—Ah Ferguson, eres tú —habló con palpable indiferencia para seguir con lo suyo—. Por fin apareces.
Yo camino hasta pararme delante de las sillas, esta vuelve a girar un poco la cabeza para hacerme una seña con los ojos de que puedo tomar asiento, muevo con cuidado una de estas, no quiero rayarle la tarima y acto seguido tomo asiento. Me posicionó con la espalda recta, las piernas cerradas y las manos sobre mi regazo. Cuando estas delante de un león la apariencia lo es todo.
Guardo silencio, la observó teclear en su iMac, los anillos de sus dedos parecen pequeñas campanitas chocando las unas con los otras cada vez que un digito pulsa una tecla. Cuando la he observado lo suficiente doy una rápida pasada al despacho, recordando todas las veces que he soñado con prenderle fuego a este sitio, un infalible mantra que empleo cuando vengo a ver a esta hija de puta. Entonces mis ojos se posicionan al frente del escritorio, sobre la pequeña figura de cerámica de un hada de los bosques que me observa fijamente con esos pequeños y espeluznantes ojitos negros. Me revuelvo en mi asiento cuando recuerdo que el lugar está plagado de esas cosas y todas apunta hacia mí.
Al cabo de cinco minutos su alteza decide que ya me ha hecho esperar lo suficiente y entonces tras pulsar la última tecla, gira su resplandeciente silla de cuero negro para quedar frente a mí. Trago el nudo que se había formado en mi garganta.
Estoy en las entrañas de la bestia.
Me observa con aquellos saltones ojos marrones consecuencia de lo chupada que tiene la cara, su piel de un color moreno achicharrado, pómulos caídos, grandes bolsas en los ojos. Marcadas arrugas por todas partes, resultado de las desorbitadas cantidades de cigarrillos que consume al día.
Vamos, que desprende salud la doña.
—Sara me comentó que quería verme —contestó cuando siento que me da permiso para hablar, mi voz se asemeja a la de una máquina.
—Sí, verás, como habrás podido notar por el campus dentro de poco se celebrará un importante congreso —no la verdad que eso no lo había notado, sí el lavado de cara de la rectora, pero no un congreso importante—. Vendrán distintos ponentes y personas de relevancia, tanto a nivel nacional como internacional.
—Así que por eso todo estaba tan arreglado, yo que pensaba que tenía que ver con la que se lio la semana pasada —por la forma en la que arruga los labios sé que no le ha gustado nada, que se le va a hacer entre fachas se protegen, por lo que decido morderme la lengua y ajustarme al guión—. ¿Y la razón por la que quiere es…?
—Déjame acabar —me interrumpe levantando la palma de su mano en señal de que guardase silencio.
«¿Cómo que interrumpirla? Pero si se había quedado callada mirándome con esos ojos de chihuahua que tiene… mira, paso» pienso mientras me muerdo la lengua,
—Cómo te iba diciendo antes de que me interrumpieras —hija de puta me viene por todo lo grande a la mente—, es una oportunidad para llamar la atención de la comunidad, incluso poder hacerse un hueco en ella.
—Entiendo —respondo haciendo ver como que sé a dónde quiere llegar, pero en realidad no.
—Por esa razón como tu directora de tesis me gustaría que hicieras una ponencia, algo que permita ver que en la Autónoma tenemos un gran nivel, que presentes algunas de las cosas que has estado haciendo en tu tesis acerca de los agujeros negros y la teoría de cuerdas. Por eso te hice venir, intenté contactarte la semana pasada —Ya empieza, las señales de victimismo se están acercando—. Incluso tomé momentos de mi finde de semana para ello —y aquí están.
Vaya que amable ¿Debería agradecérselo?
—Pero nada era como si te hubiese tragado la tierra.
«Si supiese que en realidad sería al revés y no precisamente estaba tragando tierra…. Espera… ¿Eso ha sonado con segundas intenciones?» no puedo evitar pensar.
Mis divagaciones se ven interrumpidas por su risa consecuencia del chistoso comentario que ha hecho, o por lo menos lo intenta, y yo le sonrió un poco, haciendo como si le sigo el juego, intentando disimular mi incomodidad. Suplicando que cerrase la boca, la vista de su encía putrefacta iba a conseguir que devolviese mi almuerzo aquí mismo.
— ¿Y para cuándo sería?
—Para el martes que viene, en el Palau de Congressos de Barcelona.
«Guay me pilla cerca de casa» es lo primero que pienso, hasta que proceso mejor lo que ha dicho «Un momento… ¿Ha dicho martes?»
—Pero apenas es poco más de una semana, básicamente una semana y un día, y ya estamos a lunes… Tengo que seleccionar lo que voy a hablar, organizar los datos, limpiarlos, hacer las diapositivas, redactar el speech; preparármelo, calcular el tiempo, revisarlo todo, volver a prepararme el speech… comprarme ropa —comencé a enumerar esas cosas y otras muchas más, hasta el punto de que iba a quedar sin dedos y pasaba de usar los suyos para seguir enumerando que seguro pillaba cáncer de piel.
—Bueno, sé perfectamente que tendrás tiempo para ello.
"Que también tengo clases que dar, además de reescribir el artículo que me echaste para atrás ¿Recuerda?"
—Encontraras la manera —se limitó a responder.
Aquello me provoco un tic en el ojo, pero cuando estaba punto de responderle ella simplemente se giró y siguió con lo suyo. Supongo que ya había dado por finalizada la reunión.
Sin más me retire.
(*****)
—¿Hay un congreso? —me comentó Sara posicionándose al lado mío—. ¿Y yo por qué no me he enterado?
—Es por eso tienen el campus de física tan radiante.
—¿No por qué quieran la cabeza de la rectora en bandeja?
—No, me temo que tu teoría de lavado de imagen político se ha caído por si sola. Satanás me lo ha dicho.
—Puto Markus que no me ha dicho nada, ese cabrón vive en Júpiter.
—¡Eh! —me quejé cuando me quito el ratón.
—Ya va, déjame a salir de dudas y vamos a lo importante… lo que cuesta —se desplazaba por pantalla con agilidad buscando el quiz de la cuestión para cualquier joven investigador precario—. Joder… —jadeo al ver lo que costaba—. Mira mi currículum no vale tanto.
—¿No se lo puede cargar al proyecto que tiene?
—Ese no va a cargar nada, mucho director enrollado, mucho hippie, mucho compartir, pero bien que la que tiene que desembolsar soy yo y después la participación también se la lleva él sin haber hecho nada.
Sara había resaltado el segundo quiz para cualquier joven investigador precario.
—Sabes lo que te digo, me sale más rentable comerle la polla a uno de esos para poder presentar algo.
—No digas eso.
—Que sí Mark, soy mujer en un mundo de hombres, y más en este, mi trabajo va a tener la misma valoración que si lo pago como si no… para eso me como una polla y el dinero me lo gasto en lo que me salga del coño.
—No vas a tener que comerte ninguna, yo me las como, a esta invito yo.
—Mark no, sabes que no me gusta aprovecharme de ti… al menos en desorbitadas sumas de dinero, que con esto se puede pagar el alquiler de dos meses.
—Y lo sé, tampoco quiero ser un príncipe azul o el niño rico que puede porque sí… tómatelo como un préstamo del banco nacional, ya me lo devolverás —le dije con media sonrisa.
Entonces su cara se deformo.
—¡Deberte dinero a ti! ¡¿Estamos locos o desequilibrados?! Prefiero comérmelas de dos en dos.
—¿Te preocupa más deberme dinero que comer pollas?
—Rompo antes el techo de cristal a pollasos que resulta poético antes que deberte dinero a ti.
—Me importa una mierda lo que digas que lo voy a pagar y punto —dije mientras sacaba la tarjeta de crédito para mirar los números.
—Que no Mark, no hace falta —siguió.
—¿Poster o conferencia? —le pregunté sin hacerle caso.
—Poster —especificó.
—Son más listos los jodios, te ponen primero el número de facturación antes de ver qué vas a presentar.
—Este mundo está podrido, solo importa la panoja.
—Ya no te oigo quejarte porque voy a pagar yo —puntualice mientras metía los números.
—El orgullo me dura dos avisos a la tercera ya no voy a decir que no, seré rubia, pero no tonta.
—Pues ale, listo, prepara el curriculum mi querida amiga que vas a adelantar por la derecha.
—¡Me van a comer todo el coño! —gritó por todo lo alto antes de mirarme seriamente—. Te lo devolveré, te lo prometo… puede que de aquí a unos años.
—Tranquila —dije sin importancia—. Los intereses ya han empezado correr —comenté jocoso.
—Capullo —me respondió en la misma actitud.
Pero la diversión acabo cuando vimos que la puerta se abría y por ella ingresaba el chino, antes de pudiese sacarnos conversación y absorbernos a su terreno corrimos a seguir a lo nuestro. Aprovechando el momento, comencé a leer con más calma la página oficial del congreso todo acerca del evento, la doña no mentía, era una ocasión especial. Muchos nombres de reputados astrofísicos aparecían en él.
Investigadores de gran fama a los cuales yo idolatraba y seguía desde que me había sumergido hace ya varios años en este mundo de la investigación. De pronto, mientras más iba leyendo, cierta emoción crecía en mí, el niño pequeño que había dentro de mí, por el cual había hecho todo esto daba brincos de alegría. Aquellas personas eran para mí lo que era Iron man o algún otro de los vengadores para un niño pequeño.
Y sólo el hecho de pensar que iba a tener la posibilidad no sólo de asistir a sus ponencias sino también de ser yo el que iba a dar una a la cual estos asistirían, que escucharían y, quién sabe, a lo mejor tener algún debate, era un sueño para mí. Poder sentir que el trabajo por el que tanto había peleado, finalmente fuese reconocido.
En pocas palabras me iba a correr de la emoción llegado el día.
Por ello aquella noche cuando llegué a mí piso de veinte metros cuadrados hecho polvo, agotado, y me dejé caer en mi cama, a diferencia de otras veces en las que me quedaba comiendo techo, pensando en por qué todavía no me había volado la cabeza hasta quedar dormido, en esta ocasión no paso, algo dentro de mí comenzó a burbujear, una emoción que hacía tiempo que no sentía.
Ilusión.
Hacía mucho que las cosas no me ilusionaban, el bucle en que se había sumido todo había hecho que la perdiese. Sin embargo, ante todo pronóstico ahí estaba de vuelta, inundando mi cuerpo como un caballo salvaje indomable, mi mente comenzó a recrear mil y un escenarios posibles con respecto a los acontecimientos que estaban por venir, cada uno más excitante y emocionante que el anterior.
Dejé escapar una pequeña risilla, me había sumido en un gozo inmensurable que escapaba a mi control, y aunque una pequeña parte dentro de mí me decía que aquello no era bueno, rápidamente la calle. Hacía tanto, pero tanto tiempo que no sentía felicidad, o algo parecido a aquello, que fui débil y preferí embriagarme de esta.
Poco a poco el sueño comenzó a inundarme, lo que había comenzado como un día horrible poco a poco fue dando un giro inesperable en los acontecimientos y eso en cierta medida era abrumante, porque hacía ya mucho tiempo que nada así me pasaba. Pero no me iba a mortificar, de nuevo iba a volver a luchar como tanta otras veces había hecho antes e iba a lograrlo.
Quizás esta vez con un pequeño empujón.
Antes de dormirme completamente algo vino a mi mente, un pequeño recuerdo, de alguien muy especial para mí, una frase que ella me decía a cada rato cuando yo estaba por darme por vencido.
«Recuerda Mark, las tormentas no son para siempre»
