Chapter 2.

(Into the blue)

Mire la hora en la esquina superior derecha de mi portátil, el reloj marcaba las doce en punto de la noche, los parpados los notaba sumamente pesados y los remedios populares para intentar seguir un poco más en pie ya no daban resultado.

Deje caer la cabeza, golpeando mi frente contra la mesa por la frustración que tenía encima.

—¡Auch! —había calculado mal la fuerza.

Decir que la semana que llevaba estaba siendo sumamente terrible sería quedarse sumamente corto, se me había juntado todo, mis responsabilidades laborales y académicas, la dichosa presentación de esta semana, así como carga extra que la vida decidió obsequiarme, por eso de que sin esfuerzo las cosas no se valoran.

Primero Montserrat, esa hija de la gran puta, «A.K.A.» la reina de las hadas, había tirado de esa esclavitud moderna que me ata a ella para corregir los exámenes de una de sus asignaturas, porque estaba desbordada. Quien la manda, sus labores son dar clases e investigar, pero se ve que no contenta con eso le va el politiqueo universitario también. En cualquier caso, aquella experiencia me sirvió para poder empatizar con ella… solo un poco, jamás había visto tantas burradas juntas acumuladas en una sola pila de papeles, ahora entiendo porque la doña esta tan amargada. No debe ser fácil gastar tu energía vital en educar a retrasados mentales como aquellos.

Y, en segundo lugar, Sara estaba de baja, porque la muy subnormal que se hace llamar mi amiga se había intoxicado comiendo aguacates.

—Mira que se lo dije —comencé a hablar en voz alta—. Si un señor por muy amable que sea te vende fruta de dudosa calidad desde su camioneta tú no lo aceptas… pero no, la señorita tenía que pillar la oferta porque sigue siendo una chica fitness y no iba a pagar el desmesurado precio que tenían los puñeteros aguacates por la inflación del mercado y el capitalismo.

Solo para ser ingresada al día siguiente de urgencia para un lavado de estómago y yo, que soy imbécil, voy detrás de ella arreglando sus desastres y por consiguiente decidí cubrir las clases que le tocaban impartir. Pero qué se la va a hacer es mi amiga y la quiero.

La consecuencia de todo aquello fue que tuve que descuidar la presentación con la que me jugaba mi futura reputación académica, puede que no tanto, pero uno comienza a hacerse un nombre y no iba a ser el se diera un tiró en el pie. Que me lo diese otro, pero no yo.

Además, ya estaba cansado de ser a ojos de todos el «chinito malhumorado de pelos rojos» cuando ni si quiera soy chino, sino coreano, que hay una clara diferencia que va más allá de los ojos rasgados.

Si iba a ganarme un nombre iba a ser el de: el puto hijo de la gran puta malhumorado de pelo rojo que ese día se sacó la polla y dejo boquiabierto a todo el mundo. Y si para eso tenía que currar como un puto desgraciado hasta al amanecer, estaba por seguro que lo iba a ser.

Aunque fuese mirar las diapositivas del trabajo y suspirar, toda la fuerza se me iba en aquel momento, la cabeza me daba vueltas entre tamaño de la fuente, no recargar las diapos, estética, recursos, distribución y organización… estaba hasta el coño. Ser un cabezota perfeccionista en estos momentos no me ayudaba, pero necesitaba crear una seña identidad fuese como fuese, con tal de lograr ser

«El puto hijo de la gran puta malhumorado de pelo rojo que ese día se sacó la polla y dejo boquiabierto a todo el mundo»

—Necesito un café —me frote los ojos ya siéndome imposible pasar ni un minuto más frente a la pantalla. Aunque la presentación tuviese que estar hoy sí o sí dado que necesitaba el finde semana para preparar el speech y ensayarlo. Ahora mismo mi cerebro licuado lo único que me imploraba era un descanso, que con gusto le iba a dar.

Salí de la sala del despacho para toparme con el pasillo estaba completamente desierto, mucho más de lo habitual. A pesar de haber estado muchas veces currando hasta tarde jamás había conseguido acostumbrarme a la soledad que albergaba este lugar y menos aún al hecho de que hubiera cámaras que funcionaban. Menuda nos cayó a Sara y a mí aquel día. Caminé despacio, escuchando como mis pisadas resonaban por el suelo de goma, el único sonido que me acompañaba en el corto paseo nocturno hasta la máquina de café.

Metí una moneda y tecleé mis preferencias, mientras la máquina hacia su magia yo me recargué en la pared de al lado para cerrar los ojos, necesitaba desconectar, aunque fuese un par de minutos. Cuando el pitido que anunciaba que mi bebida ya estaba lista, abrí los ojos con pesadez a la vez que suspiraba agotado, tomé el café, su calor se agradecía, la facultad no era que fuese precisamente cálida. Para muy a mi pesar volver a la oficina, a un paso bastante lento, mientras removía mi bebida con parsimonia.

Nuevamente en mi segunda casa, senté el culo en la silla y me dejé caer hacia atrás mientras me llevaba una mano a mi desordenado cabello para suspirar, entonces me acomodé y volví a mirar la pantalla—. Venga de nuevo a la acción —me di ánimos para acto seguido darle un sorbo al café y acto seguido arrugar el rostro, a la vez que el cuerpo se me erizaba—. Esta mierda está asquerosa.

Al menos aquello había conseguido espabilarme un poco.

De pronto mi teléfono comenzó a vibrar—. ¿Quién será a estas horas? —al mirar la pantalla y ver la irrefutable foto de perfil de una rubia de sonriente cara apachurrada a una botella de vino barato, no pude evitar negar con una sonrisa.

—Hombre, pero si es la hija prodiga —dije nada más responder y verla al otro lado.

—¡Cállate lesbiana!... Mark, me ¡estoy muriendo de hambre! —gritó a toda voz.

—¿Me llamas solo para eso?

—Claro, ¿para qué sino?

Aquello tenía que ser una broma.

—Voy a colgar —le dije seriamente.

—¡Qué! ¡No, no, no! No me puedes dejar desamparada.

—¿Qué no? —cuestioné con sonriente autoconvicción—. Mira como lo hago —mi dedo índice apareció peligrosamente en pantalla.

—Ferguson, cómo te atrevas a pulsar ese bot…

Finalmente, colgué.

Me acomodé en la silla, volvía darle un sorbo a aquel petroleó, para poner cara de asco de nuevo y así predisponerme a seguir adelante. Pero otra vez volvió a aparecer la notificación de una llamada entrante, esta vez en toda la pantalla del ordenador. Arqueé una ceja al ver aquellos mofletes rechonchos apachurrados, para poner los ojos en blanco como rendición. Tenía que contestar, sino iba a seguir jodiendo.

Pinche y ahora su carota ocupo las dieciséis pulgadas de pantalla.

—Mira que eres fea jodida —me burle mientras me echaba hacia atrás con una sonrisa socarrona.

—Cómeme el coño.

—Ya lo he hecho, a ver si nos lavamos un poco más ahí abajo, que la última vez el hogo me saludo.

La cara de indignada que puso junto al jadeo ahogado que emitió, fue tal que no me pude resistir a sacar una captura de pantalla.

—Eres un hijo de la grandísima puta Ferguson.

—Si me diesen dinero cada vez que alguien dice eso ahora mismo sería rico… bueno, más rico todavía.

Si me diesen dinero cada vez que alguien dice eso ahora mismo sería rico… bueno, más rico todavía —repitió con voz más aguda—. Insufrible que eres.

—Eso también lo soy —confirmé mostrándole una amplia sonrisa de dientes—. Es una de mis grandes virtudes… bueno, dime, ¿qué quieres? Que estoy ocupado.

—¿Qué qué quiro? Comida obviamente.

—¿Y qué quieres que haga? La última vez que miré no tenía el don de la teletransportación.

—¡Maaaaark! —lloriqueó—. Estos malditos médicos no me han dado nada de comer en más de veinticuatro horas, solo puro suero, estoy que me subo por las paredes.

—¿Y qué esperabas hija? No haberte comido todos aquellos aguacates, mucho es que no te tuvieran que sondar.

—Si con eso me alimentaban, como si me la metían por el culo, yo misma separaba las aguas con gusto.

—A veces tienes unas cosas.

—¡Deja de mirarme por encima del hombro y hazme caso coño!

—Y tu deja de gritar que pobre de la persona que le toco compartir habitación contigo.

—¡Ah! Eso —se puso de chula—. Dudo que vaya a molestarle cuando he salido a dar un paseíto.

—Mucho habías tardado en fugarte de la habitación.

—¡Y qué quieres que haga! Deja de mirarme así.

—¡¿Mirarte cómo?!... Pero si te estoy viendo normal

—De esa forma inquisitiva con la que lo haces siempre… —entonces se acerco más a la llamada—. ¿O es solo que tienes los ojos rasgados?

—Eres una puta.

Sin embargo, ambos comenzamos a reírnos.

—Vale, vale, ya paro con las bromas racistas —hizo alto al fuego ahogando las últimas carcajadas—. Salí porque estaba desesperada sin poder comer, ver Netflix es lo único que me podía mantener cuerda, pero el wifi a penas llega a mi habitación y no tengo megas.

—¿Y decidiste que una cacería nocturna de señal era lo mejor?

—Sí, hasta que recordé que quizás podía, como la rata que soy, robar comida de algún lado incluso si para ello tengo que comerle el ojete a alguien de guardia.

—¿Y cómo te ha ido?

—Obviamente mal, Mark llevó una hora dando vueltas como un pollo descabezado sin lograr resultado alguno, parece que estoy yo sola en ese sitio… que con los recortes no me extrañaría, pero aun así… podría pintar una de las paredes con mis heces que no pasaría nada… pero no es lo mismo sin el peligro de que te pillen.

—Sara que te vas —la llame ya que iba a empezar a desvariar—. Vamos a ver amigo, que los hospitales nunca son fáciles, pero ¿no has pensado en ir a la cafetería?

—¡¿Y qué crees que he estado haciendo?!

—Seguir las indicaciones ya te digo yo que no.

Como respuesta me enseño el dedo de en medio.

—No es tan fácil sabes —en respuesta arque una ceja—. ¡Cállate! Esto parece Rec ahora mismo, por lo menos quedara constancia cuando algún infectado me destripe viva, espero que esa escena quede en tu consciencia y no te deje dormir por el resto de tu vida.

—Sara, aunque la mayoría de veces disfrute de nuestras charlas…

—¡¿Cómo que la mayoría de veces?! —ya se había ofendido—. Perdona, pero es todo un privilegio pasar tiempo conmigo.

—El mismo que tener una ETS.

—Mira… Mark Ferguson, te estás pasando, deja que salga de aquí, te vas a cagar.

—Que sí, que está muy bien. Como te iba diciendo tengo que currar.

—¿Currar? ¿Tú? ¿A estas horas? —entonces pude ver como analizaba mejor el espacio en el que estaba—. ¿Qué haces tú en ese despacho infecto chupa almas todavía?

—Pues como te dije, currando hija mía, que, sino por qué iba a estar a estas horas aquí, la maldita conferencia me trae por el camino de la amargura.

—¡Hostias tienes razón! Jo Mark no te he agradecido el que me cubrieses, eres un sol de persona la verdad… Si es que al final dentro de todas esas capaz de sarcasmo y odio se encuentra un amor de personita

—No hay de que, hoy por ti, mañana por mí.

—No, nuestra lista de favores debidos esta descompensada, primero pagarme el congreso, luego llamar y darme la manita cuando pensé que me moría por los aguacates mientras llegaban los servicios de urgencias —no pude evitar abrir y cerrar la mano recordando como casi me la destroza de toda la fuerza que hizo, todavía me dolía—. Y ahora cubrirme estos días, la verdad que no podía haber depositado a aquellas mentes sedientas de conocimiento en mejores manos —sedientas de muchas cosas menos conocimiento, diría yo—. Voy a tener que hacer algo para equilibrar la balanza… ¿quieres una mamadita?

—Muchas gracias por la oferta, pero me temo que la rechazare.

—Bueno tú piénsatelo —pude ver como se ponía en marcha—. Y mientras busco comida como alma en pena cuéntame cómo va todo, que el gran día es dentro de nada.

—Pues, en resumidas cuentas, yo sí que estoy a nada de pintar una pared con mis heces.

—Ufff, para que digas eso la cosa está jodida.

—No quiero pensar en ello, pero lo está.

—Cuéntamelo todo.

—En resumidas cuentas, tesis, clases, tus clases, artículo que ya por fin pude mandar a la mierda, Satanás siendo una zorra como siempre y dándome por culo, para que en estos tiempos de sequía no se me olvide lo que siente —iba a continuar, pero no pude evitar bostezar, estaba agotado—. Pero con que la presentación salga hoy, me puedo dar con un canto en los dientes.

—Oye, sé que esto es obvio ¿por qué no descansas? Que de verdad necesitas relajarte un poco… ¡Ya sé! ¿Por qué no abres una pestaña privada en el navegador y vas a una de esas páginas… tú ya sabes? Nadie te va a molestar, aprovecha.

—Sara no me voy a hacer una paja en el despacho, no tengo esos fetiches, además he llegado a un momento de mi vida en el que dolorosamente masturbarme ya no sirve como desestresarte.

—Pero por eso mismo, pruébalo ahí ya verás cómo es una experiencia completamente distinta y lo que los informáticos de la uni rastrean las ip es todo mentira, ya lo comprobé.

Mentiría si no dijese que por un momento me lo plantee, lo de no tener esos fetiches se podía coger con pinzas, pero aun así acabe desistiendo.

—No, paso, que después de la que se lío con nosotros no tengo ganas de más drama.

—Menuda panda de gilipollas —se quejó ella—. Que solo encargamos pizzas para cenar, ni que nos hubiesen pillado haciendo el delicioso, no como todos ellos que con los escándalos de las veces que los han pillado haciéndolo en los despachos daría para empapelar el edificio.

—Injusticias de la vida Sara, qué se le va a hacer.

—Ya, que sistema más podrido… bueno, no te quito más tiempo, sigue a lo tuyo, ya vamos hablando.

—Oye sé que va a sonar un poco voltario, ¿pero por qué no te quedas? Puedo trabajar y hablar contigo a la vez que así me ayudas a tomarme las cosas con calma.

—¡Ay sí! Chachi, nos hacemos compañía mutuamente, y pensar que en un principio me colgaste.

—Supéralo anda.

Y así como si se tratase de un podcast., iba haciéndome de voz de fondo mientras yo trabajaba en mi proyecto, lo cual poco a poco fue consiguiendo activarme nuevamente.

—¡Oh Mark! El ala de pediatría —me dijo emocionada para cambiar de perspectiva y enseñarme a través del cristal a todos aquellos pequeños recién nacidos—. Que cositas tan hermosas… que pena que tenga el sentido de la maternidad en el dedo meñique del pie —me reí mientras desvía mí atención por un momento hacia la llamada—. ¡Oh señor! Pero qué le pasa a ese niño, dios está horrible… ¿tendrá cáncer?

—¡Sara! No digas esas burradas.

—¿Qué? Es que está amarillo.

—Oh señor de la cañita —suspiré mientras pasaba de ella para seguir con lo mío.

{…}

—¡Por fin! —exclame con una inmensa alegría mientras me dejaba caer en la silla, para así llevarme mis brazos detrás de la cabeza y mirar de nuevo mi trabajo con satisfacción.

—¡Bieeeen! Que guay Mark, una cosa menos.

—Sí —contesté mientras lo guardaba en la nube y hacía una copia de seguridad que guardaba en otra nube. Que se le va a hacer, soy así—. Y sorprendentemente antes de la una, por lo que todavía estoy a tiempo de pillar el ferrocarril de vuelta.

—Ya lo único que te queda es el speech, ¿no?

—Hacerlo y ensañar la conferencia… en todo caso podría mandárselo también a la Reina de las Hadas por si quiere echarle un vistazo y corregir algo, pero ya me huelo la respuesta «Mark ya eres mayorcito como para saber lo que está bien y lo que no, estoy demasiado ocupada y no puedo invertir tiempo en ello» —dije imitando su voz, haciendo énfasis en el acento—. A pesar de que eres mi directora y para algo pago por ti una cláusula de tutorización del proyecto, pedazo puto —ya aquello era de mi cosecha.

—Que le jodan Mark, que lo que te tiene es envidia.

—Lo dudo, más de una vez me ha dejado caer sutilmente que soy un extranjero al que le están haciendo un favor.

—Que puta la Rottermeier esa, se puede dar la mano con tus vecinos de abajo.

—¿Con los británicos? Que va, a esos nadie le gana xenofobia, por eso Escocia es mejor.

—Tu hazme caso, mi red chismes dentro del edificio me lo confirma, todos están que no cagan contigo, aunque tú no lo creas, te consideran carne de cañón, pero en el buen sentido delo potencial que tienes. Los tienes babeando —yo simplemente negué—. Que sí, ya lo verás, el día que acabes la tesis vas a pegar un pepinazo que no veas.

—Si ella no acaba antes conmigo.

—¡Ay Mark qué emoción que sea martes! —cambio de tema, sabía que por ahí ya no iba a poder tirar—. Estaré ahí en primera fila apoyándote, pienso llevar una pancarta y todo… me pregunto si aún tendré purpurina.

— Tranquilita estás más bonita… Bueno Sara me tengo que ir ya.

—Dale, si quieres este finde podemos ensañarlo.

—Vale, me parece bien.

—Tú llámame cuando quieras que voy a estar disponible.

—De acuerdo, hasta luego.

—Adiós, que descanses corazón… ¡Anda! Pero si he vuelto a mi planta, que vueltas da la vida.

Cerré el portátil para terminar de guardar mis cosas, ponerme el chaquetón y así salir de una vez de aquellas cuatro paredes, bajé las escaleras y me despedí de la conserje del edificio antes de salir por una de las puertas traseras. Caminaba a paso tranquilo por el solitario campus, a estas horas de la noche tenía que llegar a la garita del segurita para que me abriera, una vez que salí fui directo a la boca del metro y para mi suerte pude pillar el ferrocarril a tiempo y no tener que quedarme alrededor de media hora en el andén esperando otro más.

Al cabo de un rato me encontraba saliendo ya del subterráneo de camino a mi casa, sin embargo, mis planos cambiaron mientras me encontraba esperando a que el semáforo cambiara a rojo y me dejase pasar. Mire la hora en el móvil, no eran más de la una y media de la mañana, entre el trabajo, el café y hablar con Sara había acabado espabilándome, por lo que ya no tenía sueño. Además, llevaba tanto tiempo encerrado que lo menos que me apetecía era volver a mi piso, aunque solo fuese para dormir.

Mi cuerpo me pedía un poco de aire fresco.

Por lo que finalmente acabé tomando el camino contrario y crucé la Plaza España en dirección a la montaña Montjüic, el lugar estaba completamente solo, lo cual era reconfortante. Comencé a subir tranquilamente por las escalinatas, sin música alguna, disfrutando de la tranquilidad de la noche y de los sonidos que pertenecían a esta. Hasta que pasado un rato me encontraba ya delante del Museu Nacional d'Art de Catalunya, al cual decidí invertirle un poco de tiempo sacarle unas cuantas fotografías ya que era una noche de luna llena y me gustaba el contraste entre el gran edificio y esta.

Entonces proseguí mi camino, rodeando los alrededores del museo para llegar a la zona de la arena olímpica, caminaba tranquilamente, intentando no pensar en nada más que no tuviese que ver con el paseo. Comencé a subir una pequeña cuesta y la verdad tenía que reconocer que quizás aquel camino, iluminado por escasas farolas cada varios metros, cuya luz se reflejaba escasamente contra con las grandes fachadas del estadio olímpico no daba mucha confianza.

Sin embargo, yo lo disfrutaba. Para alguien normal pasear a tan altas horas de la noche por un sitio que estaba abandonado no resultaría reconfortante, pero en mi caso sí. Siempre había sido un chico solitario, disfrutaba de la soledad, ayudaba calmarme.

Cuando tú mundo se viene abajo, en ocasiones la soledad se convierte en una aliada y en la oscuridad en un salvoconducto para poder volver a respirar.

Cuando tocas fondo puedes seguir hundido en la miseria y el dolor, y muy fácilmente ponerle una solución a todo el dolor que te abrasa. Algo rápido y fácil con lo que desvanecerte antes de que todo aquello que te ahoga te consuma.

Porque cuando no estás en la luz se supone que eso no es correcto.

Sin embargo, a veces, cuando huyes de la luz, de todos aquellos que solamente intentan fingir, de sus miradas de lastima, palabras, odiosos deseos de ayuda que sólo te recuerdan lo mal que estás, lo tocado que estás y lo desdichado que eres por estar en esa posición de dolor. Cuando te refugias en el abrigo de la noche, donde todas las fachadas se esfumaban y ya sólo quedan tú y tu dolor. Entonces de verdad puedes volver a respirar.

Ya sea con largos paseos a través de las oscuras y solitarias calles de la ciudad en la que te criaste, puedes enfocarte en ti, puedes pensar, recolocar poco a poco, ladrillo a ladrillo, el caos en el que se ha convertido tu mente, tus pensamientos, tus emociones.

Lo que eras.

Y para cuando por fin sientes que has puesto en orden las piezas, que estas de nuevo vuelven a encajar, que las tormentas que te sacudían han amainado lo suficiente y estás preparado, entonces es cuando de verdad te puedes permitir regresar a la luz.

Para enfrentar de una vez las cosas, realidad de la que has huido por lo dolorosa que eras. Porque eso significó la oscuridad para mí, un respiro, un punto y aparte cuando todos me pedían que me quedara en la luz, porque eso era lo que debía hacer si quería de verdad afrontar las cosas.

Cuánto se equivocaban.

Me había sumergido tanto en mis pensamientos que para cuando me di cuenta volvía a estar enfrente del museo, en un banco observando toda la ciudad de noche, la paz y tranquilidad que se respiraban era embriagadoras. Apoye mis manos en la fría piedra para así mirar hacia arriba.

Sonreí al ver la luna e inconscientemente un par de lágrimas bajaron por mis mejillas. Todavía seguía roto.

Muy roto quizás.

(*****)

El reloj de la pared marcaba las cinco de la tarde, cuando lo procese fui consciente que llevaba desde mediodía trabajando en el speech, asegurándome de que el guión recogiese todo lo que quería transmitir. Eso había sido la parte fácil del proceso, en poco menos de una hora la había conseguido, sin embargo, lo pero vino después: aprendérmelo. Había perdido la cuenta de los ensayos que llevaba desde que empecé, iluso había pensado que lograr la huella de memoria iba a ser fácil, pero aquel pensamiento desapareció cada vez que me quedaba en blanco, decía algo que todavía no tenía que decir todavía, mezclaba la información y acababa vomitando un sinsentido, o simplemente se me trababa la lengua. Obligándome a repetir.

Una y otra vez.

Me dejé caer en el sofá exhausto, tenía la garganta seca, un punzante dolor en ojo resultado de estar tantas horas pegado a la pantalla y la cabeza me daba vueltas con toda la información que había estado procesando sin parar.

—Veinticuatro años y todavía parece que voy a dar mi primera exposición frente a mis compañeros de clase —bufé mientras me llevaba los dedos por encima del puente de la nariz.

Entonces a la fiesta decidió unirse mi estómago, que en todas estas horas se había sentido apartado y con un fuerte rugido hizo acto de presencia. Mascullando me levante del sofá, para caminar hasta la cocina, descubriendo que tenía el cuerpo agarrotado. Arrugue el rostro al sentirlo crujir. Abrí la nevera para descubrir que la suposición que me vino a la cabeza mientras caminaba era cierta, no había hecho la compra.

—Vivir solo es una puta mierda.

Al final acabé llevándome a la boca un cacho de pan que encontré, no tenía ganas de ponerme en plan cocinillas e idear algo comestible con las reservas que me quedaban, volví a echarme en el sofá mientras masticaba. Me había enfriado y ahora todo me resultaba sumamente tedioso, estaba agotado, pero me daba pereza buscar algo que ver para descansar, estaba saturado, pero me daba todavía más pereza salir de mi casa. Si fuese como Sara, una chica fitness todo sería más fácil, pero este culo sedentario podía más que cualquier otra motivación.

Hasta que no me quitase de encima esa puta ponencia no iba a poder pensar en otra cosa.

Me levanté con pesar para suspirar, me restregué la cara con las manos consiguiendo espabilarme un poco.

—Vamos Ferguson, termina ya con esta mierda —sin embargo, mis ánimos a mí mismo de poco sirvieron—. ¡Ya sé!

Me alongué para tomar de la mesilla central mi móvil y rápidamente escribirle un mensaje a mi rubia de confianza «¿Estás libre?... Quiero mostrarte la exposición» La respuesta no se hizo de esperar, al instante tenía una videollamada entrante.

—Vaya, eso sí que se llama eficiencia —elogié.

—¡Llevo esperando todo el día este dichoso mensaje! ¿Acaso tienes una idea de lo aburrida que estaba?

—Podemos cambiar posiciones si te apetece —le propuse.

—No paso, me gusta más así, al final está intoxicación me ha venido bien, unas pequeñas vacaciones que me han venido como anillo al dedo.

—Te dan el alta este martes ¿no?

—Desgraciadamente sí… mentiría si dijese que no se me ha cruzado por la cabeza lamer una taza de los váteres para alargar mi estancia un poco más.

—Adelante, aunque dudo que el ingreso no fuese a ser tan light esta vez.

—Ya, yo he pensado lo mismo… quiero tocarme el pepe, pero no a cualquier precio… bueno, ¿nos ponemos a ello?

—Sí, déjame que busco algo para apoyarte y comenzamos.

—¡Che, che, che! Quieto parao ahí rojito. Si quieres mi ayuda ya sabes lo que toca.

No pude evitar suspirar al recordar por donde iban los tiros.

—Todo por la performance —dijimos a la vez.

—Exacto, así que ya me puedes estar montando la escena.

—Sara, no tengo tantas sillas y espacio, te recuerdo que vivo en un piso de veinte por veinte.

—Para ti todo es veinte por veinte cuando vienes de un castillo de la época Victorina.

—No es victoriano, no insultes a mis ancestros anda.

Bullshit, Ferguson,cabrón que vives mejor que el noventa por ciento de los ciudadanos, que tienes espacios delimitados y cuatro habitaciones más que la media… que sorpresa es ¡una!... ¡Veinte por veinte era el cuchitril en el que vivía cuando me mude a la ciudad! —«ya empezamos» no puede evitar pensar—. Que era capaz de cagar y cocinar a la vez.

—Solo lo dices porque tienes envidia de mi vestidor.

—Lo que yo haría con un espacio así… las pasarelas que me montaría.

—Deja que llegué la plaza de titular.

—O mi sugar daddy, lo primero que caiga, que el universo provea… bueno, ¿movemos esas sillas o qué?

—Voy, voy.

Me levante para comenzar a poner todo mi salón patas arriba, moviendo los muebles de un lado a otro tal y como la señorita demandaba.

—¿Contenta? —pregunté con cierta irritación después de quince minutos invertidos en aquello, las mierdas para las que me prestaba.

—No porque no estoy ahí, pero que se le va a hacer, adelante —hizo un ademán—. Ilumíname con tu sabiduría.

Entonces fue cuando me puse nervioso, aunque fuese Sara, mi amiga, supuestamente, no se iba a cortar en decirme si lo que había preparado era una mierda o no, ella era el feedback más directo para saber si todo mi esfuerzo había valido la pena o no. Las palabras se atoraron en mi garganta, las manos me temblaron y un desagradable hormigueo comenzó a recorrer mi cuerpo. De pronto sentía que ya no estaba sola, era como si en cada uno de aquellos asientos vacíos hubiera un par de ojos que me miraban fijamente, esperando por ver qué tenía que decir, si valía la pena o no. Si yo lo valía.

«Vamos Mark, tú mejor que nadie conoces de lo que vas a hablar, no solo es el trabajo de dos años, es el de toda una vida. Si has llegado a donde has llego, puedes con esto» con aquella pausa mental, respiré profundamente y comencé con mi ponencia. Pasudo, relajado, aprovechando el tiempo que se me había estipulado y, en especial, disfrutando.

Sintiendo que estaba en mi salsa, que estaba en el lugar correcto y que, si estaba ahí, era porque tenía algo que decir.

{…}

—Muchas gracias por su atención —y con aquellas últimas palabras cerré mi exposición, para respirar aliviado—. ¿Y bien? ¿Qué tal?

—Corazón, ¿por qué pareces un niño que ha hecho algo malo? Pero si ha sido tu mejor exposición.

La presión en mi pecho desapareció, mis hombros pudieron relajarse y en especial, mi mente se calmó. ¿Desde cuándo mi necesidad de aprobación había crecido tanto?

—Tonterías —aun así no me permitía creer sus palabras—. He ido super rápido en algunos puntos y en otros en dudado.

—Bobadas Mark, que no miento al decirlo, ha sido tu mejor exposición, has ido sereno, claro, hilando todo estupendamente…

—Que no, que no.

—¡Cuando vas a dejar de infraestimarte! Estoy cansada de tener que decirte que no dudes de ti, si te digo que estos ojos miopicos han visto tu mejor exposición es porque así es —aquello último se podía contraargumentar con lo anterior, pero era un barrizal en el que no me iba a meter—. Es que no tengo nada que puntualizar y sabes lo que me encanta buscar la menor grieta.

—Lo sé, he visto a tus alumnos llorando después de exponer contigo delante.

—¡A chuparla a la plaza! Eso forja el carácter… al caso, no tengo nada que decir, está todo claro, bien hilvanado, es que JODER, es la POLLA. Tú ERES la POLLA.

Comencé reírme por el comentario.

—De acuerdo, entonces voy a ser el puto hijo de la gran puta malhumorado de pelo rojo que ese día se sacó la polla y dejo boquiabierto a todo el mundo —afirmé.

—Vas a ser el puto hijo de la gran puta malhumorado de pelo rojo que ese día se sacó la polla y dejo boquiabierto a todo el mundo —reafirmó ella.

—Y si me quedó en blanco siempre puedo sacármela ahí delante de todo el mundo.

—Bueno, que quieres que te diga, es un pene digno de admiración. Con la forma y tamaño perfectas.

—Pasamos demasiado tiempo juntos.

—Rectifico, hacemos demasiadas cosas juntos… menos cagar con el otro delante… porque tú no has querido.

—Dejemos que haya un poco magia en la relación… entonces —me rasqué la nuca—, ¿tú crees que está bien?

—Que sí Marksito, esta cojonudo, destrábate ya anda.

Iba a decir algo, pero entonces recibí una notificación de correo electrónico.

—¿Ocurre algo? —preguntó al ver como mi seño se fruncía repentinamente—. ¿Algo malo? ¿Es otra necrológica? ¿Otro profesor ha doblado servilleta?

—Tranquila, eso solo Satanás.

—No sé qué es peor… ¿Qué quiere?

—Es mi respuesta al mail que le mande esta mañana con la presentación, porque al final quise mandársela, porque me conozco y después está con que actuó a sus espaldas… Dios como me mande a cambiar algo me cruje.

—Entonces no lo abras.

—No puedo no hacerlo, debo hacerlo.

El pulso se me aceleró, cómo era posible que después de todo este tiempo me siguiese poniendo nervioso con los correos de esta señora. Implorando a Newton abrí finalmente el correo. Mis ojos comenzaron a leer las palabras que se hallaban ahí escritas.

—¿Y bien?

—Me está felicitando —dije sin creérmelo.

—No jodas, ¡¿en serio?!

—¡Sí, sí! —me aclaré la garganta—. «Querido Mark, he logrado disponer de un poco de mi tiempo —una mueca se me dibujó a leer aquello ¡Qué raro! — para valorar tu trabajo. Enhorabuena, has logrado apresar tu trabajo de una manera correcta y acertada. Saludos»

Tras aquellas palabras tuve que tomar unos segundos para procesarlo, incluso releerlo, ¿era la primera vez en estos años que mi directora tenía unas palabras de cariño hacia mí?

—Eso sosa hasta para felicitar —se quejó Sara.

—No sé, yo sigo flipándolo, se ve que ha comido bondad la señora.

—Mark el Universo está pavimentado el camino.

—Sara, no empieces.

—Tú no lo ves, pero yo sí, las cosas se están encaminado, ya lo verás. Este es solo el comienzo.

Después finalizar mi conversación con Sara después de estar un rato más hablando mierdas, recogí mis cosas y estiré mi cuerpo, ya había anochecido y lo único que me apetecía era ducharme y acostarme a dormir. Miré el desorden que me habían obligado a montar, con la idea de que ya lo recogería mañana, porque el día siguiente pretendía tomármelo descanso, por una vez haría caso de las palabras de Sara y bajaría el ritmo.

Acostado, mientras daba mis sucesivas vueltas hasta dormirme, no puede evitar pensar en lo que ella me había dicho «este es solo el comienzo» por norma general tenía como norma no emocionarme, porque la experiencia es un grado y las hostias ya eran varias. Pero nuevamente, como la semana pasada, ahí estaba la emoción.

Por una vez sentía que algo me empujaba en la dirección correcta.

(*****)

Era lunes, alrededor del mediodía, estaba en el despacho perdiendo el tiempo antes de la clase que tenía que impartir, entreteniéndome con un podcast hasta que por una de las esquinas de la pantalla emergió una notificación. Era un correo de la doña, en el cual escuetamente me informaba que necesitaba reunirse conmigo y que fuese lo antes posible a su despacho.

No pude evitar sentir cierto nerviosismo, del malo, al levantarme. La doña no acostumbraba a ser así de espontánea, si una cosa tenía era orden y le gustaba que todo estuviese agendado y programado, por lo que no pude evita pensar en que algo bueno no podía ser.

Salí de la oficina en dirección a su despacho, durante todo el recorrido mi cabeza le estuvo dando vueltas a todas las posibles opciones de las que podían tratarse: ¿se le abría muerto un familiar y tenía que indisponerse? Lo dudaba porque hasta cuando tus propios hijos ponen un océano de distancia contigo es por algo. ¿Habría hecho algo malo con la presentación? No, ya ella me había confirmado que todo estaba bien. ¿Algún alumno se habría quejado de mí por algún trato injusto? Lo dudaba también, tenían las neuronas suficientes como para no cagarse encima y normalmente, a no ser que hiciera un juicio público, no se solían dar cuenta de los zascas que les metía.

Finalmente, todas aquellas dudas se disiparon cuando llamé a la puerta y la voz carrasposa de dentro me dio permiso para entrar. Comenzando con el protocolo previo a la reunión: entrar en silencio, con la mirada gacha, rodar la silla con sumo cuidado de no rallar el suelo de madera, tomar asiento y entonces aguardar callado el tiempo que hiciera falta hasta que decidiera prestarme atención.

A los pocos minutos terminó de teclear para, así, girarse y listo, ya tenía la completa atención de aquellos ojos saltones de chihuahua.

—Vi su correo, para ¿qué quería verme?

—Ah Ferguson qué bueno que hallas llegado puntual —¿aquello era una indirecta? —, mis felicitaciones por tu trabajo, era justo lo que te pedía.

Aja, algo no cuadraba.

—Gracias —contesté con cierta cautela.

—Pero… —uf, aquí vamos—. Ha habido un cambio drástico.

No pude evitar pestañear varias veces al oír aquello, mi cerebro se había quedado en stand by.

—¿Cambio drástico? —repetí confundido, antes de hacer la pregunta del millón—. ¿A qué se refiere?

—El mundo de la astrofísica se ha visto conmocionado.

—¿Conmocionado? ¿De qué? —en aquel momento estaba ya buscando la cámara oculta, porque no entendía qué coño quería decirme.

Entonces se quedó callada, estaba haciendo una pausa dramática, la tía estaba haciendo una puta pausa dramática en mi jeta.

—Hoy mismo la NASA ha informado a la comunidad de que el antiguo cometa Hale-Bopp ha puesto rumbo a la Tierra.

—¿Cómo que poner rumbo? Los cometas no ponen rumbo… Un momento, ¿ese no era el de mil novecientos noventa y siete?

—En efecto.

—¿El que estaba en la órbita de Urano?... las distancias no serán lo mío, pero sí sé que Urano no pilla precisamente cerca de aquí.

Entonces me miró con cierta condescendencia con aquellos ojos saltones que comenzaron a hervirme la sangre. Si una cosa detestaba, era que me trataran como a un gilipollas.

—En efecto —comenzó con aquel tono de voz paternalista rancio—. Había desaparecido hace algún tiempo misteriosamente.

—Sí, lo llegué a leer —la interrumpí solo con el deseo de demostrarle de que conocimientos tenía para un rato.

—Pero de pronto ha vuelto a aparecer, los radares situación su posición no a muchos kilómetros más allá de la Luna.

—Cuánta precisión —comenté sarcástico.

—Se mueve a gran velocidad, mucho más a la de cualquier astro que se haya captado alguna vez.

—Bien y esto nos importa ¿por…?

—Porque el cometa lleva una trayectoria que se ha salido de cualquier parámetro — «¿le doy un premio o qué?» —. Los cálculos de su inusual dirección han establecido como el punto más cercano a nuestro planeta será la zona del Mediterráneo y es por ello que Barcelona ha sido elegida y en concreto nuestra universidad, al contar con los medios, para el registro de todos los posibles datos de tal curioso fenómeno.

Por la cara con la que se me quedó mirando intuía que era mi turno de juntar los cabos sueltos, pero seguía sin pillar donde entraba yo en toda esta ecuación.

—Vale, todo eso científicamente hablando es la hostia, pero como le pregunté antes sigo sin ver exactamente ¿por qué ha de importarnos esto?

—A la velocidad a la que se mueve el cometa, se tiene previsto que su paso sea mañana por la noche, sobre las ocho o nueve. Como sabrás mañana es uno de los congresos más importantes del año —asentí—. Desgraciadamente toda la comunidad científica se encontrará ahí y no tenemos personal cualificado de menor categoría para tal tarea.

«Oh no» pensé cuando finalmente até cabos. Personal de menor nivel, es decir, Mark Ferguson.

—Es por ello que la comisión científica de la universidad se ha reunido y ha decidido que seas tú, nuestro doctorando más cualificado, el que recopilé la información. No tienes por qué estar nervioso, será un trabajo casi rutinario, el cometa tampoco se verá a simple vista. Simplemente iras al Observatorio Fabra y recogerás todos los datos.

—Pero, ¿mi exposición?

—Ya hemos arreglado eso, se ha hablado con el congreso dado este giro imprevisto de los acontecimientos y para no echarnos para atrás se ha decidido que sea yo en calidad de tu directora quien de ponencia. Todo seguirá en orden en cuanto a documentación, a términos de la administración y certificados tu tendrás la autoría, simplemente seré yo la que expongas. Pero no te preocupes, estoy curtida en esto, dejare el listón alto y me encargaré de reconocerte.

Pude escuchar como algo se rompía a lo lejos en pequeños trozos. Mi ilusión. Aquel curro bestial que había hecho, no el de solo la última semana, sino el de toda una vida, para tener mi segundo de gloria se resumía a esto. A que otra persona se llevase el mérito de mi trabajo.

Tuve que pellizcarme, aquello no podía estar pasando.

Por el contrario, la fuerte punzada de dolor que tuve me remarcó que aquello era muy cierto, respiré hondamente, tenía que calmarme, porque estaba comenzando a agitarme… al menos hasta que saliera de aquí. Lo menos que necesitaba ahora era un cargo por homicidio.

—Como comprenderás esto es una oportunidad irrepetible —todo son oportunidades irrepetibles para esta grandísima hija de puta—. Si encontramos algo tu nombre pasara a la historia.

Por desgracia se me escapo cierta risa amarga que hizo que esta guardase silencio por un momento, pero rápidamente la ignoró y siguió con el parloteo

«Si encontramos algo tu nombre pasara a la historia» aquello era para mearte de la risa y no echar gota. Vamos a ser claros, están mandando al becario de turno a hacer el trabajo que nadie quiere y en el improbable caso de que aparezca algo relevante toda esta panda de buitres se lanzará sobre ello. Los juegos del hambre van a parecer Disneyland. Y a quién se van a pasar por el forro de los cojones, al imbécil que tuvo que pringar.

Me levanté haciendo que las patas de la silla rechinaran contra el suelo, cortándola en el acto

—Montserrat —pronuncié su nombre con veneno—. Tengo un horario y por tanto que ir a dar unas clases ahora, si me disculpa.

—Cierto, te mandaré un correo hoy por la noche con todas las indicaciones que necesitaras para desempeñar adecuadamente tu tarea —me comunicó para así volver y seguir a lo suyo.

Salí del despacho en silencio, caminé hasta los ascensores y una vez dentro no pude evitar mirar mi reflejo en el espejo mientras la cabina descendía. Con un fuerte golpe, impacté mi puño contra el cristal, partiéndolo por la mitad.

—Eres patético.

Cuando el timbre sonó y las puertas se abrieron salí lejos de ahí, sin prestar atención a mi alrededor o a mi adolorida y temblante mano, no estaba procesando lo que pasaba, toda mi mente daba vueltas, mi cuerpo ardía como el puto sol. Caminé a paso veloz hasta llegar con todos aquellos hijos de puta. Entre en aula sin prestarles atención, subí el atril y me posicioné en frente de ellos, entonces me percaté de que se habían callado en el acto y sus miradas estaban fijas en mí mano derecha. Llevé la vista hacia esta para darme cuenta de que estaba peor de lo que pensaba, los nudillos en carne viva, sangre escurriéndose por toda esta y me costaba flexionar los dedos.

—¿Alguno tiene un pañuelo? —pregunté a lo que parecían un motón de muñecos de cera —¿Alguien? —elevé la voz con un tono brusco. Rápidamente, un alumno de las primeras filas busco en su mochila para tenderme uno, mientras lo hacía yo me había bajado para tomarlo—. Gracias —dije secamente.

Volví a mi sitió mientras me vendaba la mano adolorida, para así volver a mirarlos a todos. Lo único que deseaba en aquel momento era una sola cosa: que rodaran cabezas.

{…}

—Buena suerte a todos en el parcial de la semana que viene —dije secamente cuando la presentación paso a un fondo negro.

Miré fríamente las caras de mis alumnos, el pánico y la ansiedad eran las emociones compartidas en la sala, algunos incluso podían jurar que estaba hiperventilando. Pero que se la va a ser cuando el tema clave de la asignatura te lo ventilas sin más, cuando lo condensas todo en menos tiempo del recomendado, cuando das explicaciones vagas o no sigues un hilo conductor; cuando ignoras las manos levantadas o respondes de mala gana a ellas.

Eso es lo que pasa cuando has sido tocado y hundido, pero no te vas ir sin antes llevarte a unos cuantos contigo.

«Qué hijo de puta» pude escuchar como susurraba una alumna a un compañero mientras abandonaban la clase y razón no le faltaba. Había sido un completo hijo de puta, una mierda.

Pero poco me importaba, bienvenidos al mundo real, cuánto antes bajasen de la nube mejor.

Terminé de recoger mis cosas, pero me detuve cuando estuve dispuesto a irme, un alumno a lo lejos me hizo una señal para dirigirse hacia mí, a paso lento y pachorra por el pasillo central. Sabía quién era, el típico pasota que saca notazas con la ley de mínimo esfuerzo, con un ego que se lo pisa, con la necesidad imperante de llamar la atención, que lame el culo a los profesores. El amigo de todos que por el interés te quiere.

Ese individuo que se me acercaba era el de este año, curioso como los patrones siempre se repetían. El cual se subió a la tarima con un movimiento y vestimenta que solo llegaban a sucedáneo de trapero, para quedar frente a mí y mirarme desde arriba, ya que era más alto que yo.

—¡Hey Mark! —mis oídos se resintieron ante el grito de exaltación que me metió. Pero lo pero no fue aquello, sino que me hablara como colegas de toda la vida. Si una cosa detestaba, era que me hablaran así.

Me mordí la mejilla para no decir nada, pero mi mirada me tuvo que delatar, ya que aquel ser se echó un poco para atrás cuando me vio entrecerrar los ojos con palpable molestia. Sin embargo, eso no lo detuvo, volvió con su fachada amistosa, para comenzar a comerme la oreja con lo bien que había dado la clase y demás mierdas.

Él sabía que me la sudaba lo más grande lo que me decía por los monosílabos con los que le contestaba o por como mis ojos se iban a puntos aleatorios del aula, pero aún así se empeñaba en seguir mareándome. Se le veía el plumero a leguas, todos parecíamos saberlo menos él, por lo que cuando el último de los alumnos salió y solo estábamos nosotros dos, fue mi turno de cortar aquella perdida de tiempo de la manera más asertiva posible.

—¿Vas a seguir? —ladré.

—¿Eh?

—¿Que si vas a seguir comiéndome la oreja? —el chico comenzó a tartamudear intentad buscar una respuesta, pero yo le hice una señal para que lo dejara—. No me trates como un gilipollas, porque no ha cosa que odie más que eso, ambos sabemos a lo que has venido.

—Y-yo…

Volví a hacerle una señal para que se callara.

—Me conozco tu teatrillo y, siendo francos, he conocido a personas que me han comido el culo mucho mejor de lo que tú lo has hecho, al menos ellos han logrado dejarme afónico… —se quedó blanco con aquello—. Así que ¿por qué no dejas de ser tan patético y te largas antes de que me cabrees más y te acabé bajando la nota?

—N-no…

—¿No puedo? ¡Oh! Claro que puedo, por si no te has dado cuenta aquí todos hacen lo que les da la gana.

Se había quedado ayuwoki.

—Largo —le ordené cuando vi que no reaccionaba.

Sumamente nervioso abandono el aula a pasos agigantados, no pude evitar solar una carcajada, por fin les sacaba utilidad a aquellas larguiruchas piernas.

Entonces miré a mi alrededor, estaba solo, como siempre y en ese momento fui abordado, me apoyé en la mesa y me cubrí el rostro mientras mis ojos comenzaban a picar. Me lo había prometido, no más lágrimas, no se las merecían, nada de aquello se lo merecía. Aprete los dientes, aguantando el llanto, no iba a permitir que nadie me escuchara, no les iba a dar ese gusto. Nuevamente tocado y hundido, había perdido la cuenta ya.

Me limpié los ojos toscamente mientras me sorbía la nariz, para salir de ahí a paso veloz, abandoné el edificio para caminar en dirección a la plazoleta cercana a los despachos, en mi recorrido saque mi móvil para escribirle un mensaje a Sara, «¿te puedo llamar?» le puse y a los pocos minutos recibí su respuesta. Tomé asiento en uno de los bancos, lo más alejado posible a cualquier persona que pudiese pasar por ahí y marqué su número, para esperar paciente a que contestara.

—¿Tío has visto lo del cometa? —me preguntó nada más descolgar—. Está en todos lados, ¡por fin algo por lo que vale la pena estar viva!

—Lo sé.

Entonces se quedó en silencio, había escuchado mi voz maltrecha, yo tampoco había hecho mucho por ocultarla.

—Mark —estaba preocupada—. ¿Qué ha pasado?

—¿Adivina quién es la cabeza de turco a la que le han encasquetado el registro del cometa? Empieza por M y termina por ark.

—¡Espera, espera, espera! ¿Qué estás diciendo? Pero ¿y el congreso? ¿Tu ponencia?

—Montserrat se va a encargar de ella… en pocas palabras se la ha apropiado.

—¡¿CÓMO?! —vociferó furiosa—. Pero ¿qué me estás contando? Mark estoy flipando.

—Yo también me quedé a cuadros cuando me lo comunico… oye, al menos me van a reconocer el mérito en el acto.

—Mark, necesito que te pares un momento y me cuentes qué paso, porque estoy ahora mismo en el aire.

No quería hacerlo, revivir la puñalada que me había clavado no por la espalda, sino directamente en el pecho sin contemplación alguna era como seguir empujando la daga con la intención de hacerla salir por el otro lado. Sin embargo, ella necesitaba entenderlo y que yo solo divagara no iba a servir de nada, por lo que aclarándome la lengua comencé a relatarle lo que había ocurrido en escasos minutos dentro de aquel despacho en el que nuevamente me habían roto las ilusiones.

—Si descubrimos algo tu nombre pasara a la historia, encima se atribuye el merito de eso también —Sara estaba rabiando—. Mi coño moreno pasara a la historia. ¡Pedazo de hija de puta! Que lo que es una envidiosa de mierda de mierda que no acepta que su carrera está atascada porque es ¡patética! Mark —aquí venía mi parte—. ¿No entiendo porque no te quejaste? ¿No dijiste que no?

—No hubiese servido de nada Sara, era una decisión a puerta cerrada.

—Pero Mark, hubieses dicho. Eso es de hijos de puta, se aprovechan de su posición.

—Sara, ya te lo dije, hubiese sido inútil.

—¡Da igual! Si es necesario montas el pollo, armas la de Dios ahí dentro, que tiemblen esas putas cuatro paredes y se enteren de que no vas asentir y sonreír mientras te la meten doblada.

—Sabes que no soy como tú —soy de los que sonríen mientras les meten el puño hasta dentro y todo porque detesto afrontar los conflictos.

—Pero…

—Sara estoy cansado ya de seguir peleando —dije de corazón.

—Yo solo digo que es injusto —de pronto su voz se había empequeñecido.

Y aquello se debía a que cuando me confesé se pudo escuchar perfectamente como se me quebró la voz por unos instantes, antes de continuar aclare mi garganta, no era de los que se abrían, siempre tendía a guardármelo todo para mí; pero esta vez necesitaba de veras desahogarme y convertir en palabras aquellos pensamientos que por la noche me atormentaban.

—Estoy… —¿cómo continuar? Me tomé nuevamente unos segundos hasta que simplemente pensé «suéltalo todo» sin importar la coherencia—. Agotado, sumamente agotado de todo esto Sara, con el corazón en la mano. Sabes que muchas veces lo hemos hablado, estoy en esto porque quiero, porque consideraba que era el camino más correcto para poder cumplir los sueños que tenía de niño. Porque sí, no me escondo he tenido el privilegio de poder seguirlos, pero no por ello más fácil. He comido mierda como el que más, me han puesto barreras e impedimentos por todos lados, si alguien tiene que escalar con un muro con las manos desnudas, yo tengo que hacerlo con los dientes. La gente se queda con que mi familia es sumamente rica, pero lo que nadie ve es que soy adoptado, racializado, gay. Que los comentarios xenófobos, racistas, que soy un inmigrante de mierda o cuán hombre era han sido mi pan de cada día. Pero eso nadie lo ve. Tampoco mi esfuerzo diario por hacer las cosas bien, porque fuera mi perseverancia y logros mi carta de presentación, eso nadie lo valora. No estoy pidiendo que me alaben ni una galleta cada vez que haga las cosas bien, pero joder, al menos algo de merito no estaría mal. Joder, que seré malhumorado y me estaré quejando todo el rato, pero el que más hora echa dentro del despacho soy yo, siempre entregó todo a tiempo, acato las correcciones quisquillosas que no paran de hacerme, puteare a mis alumnos, pero el índice más alto de aprobados lo tienen mis clases. Si eso no te dice nada entonces no sé. Porque a pesar de todas las putadas que me han hecho de todas las críticas y comentarios que he recibido, de que ha día de hoy siga liando con la muerte de mi madre; después de no solo tres años que hace desde que murió sino también de todo el proceso que fue cuando le pusieron fecha de caducidad. Que a pesar de todo ello siempre me haya mantenido en el camino, cumpliendo todas las exigencias que se me pedía sin rechistar y lo único que reciba a cambio sea esto, entonces, ¿para qué seguir?

Hubo silencio después de que terminé de hablar, sabía que Sara seguía al otro lado porque podía escuchar su respiración.

—Mark, la verdad que… no sé qué decir.

—No es necesario, simplemente necesitaba que me escucharas.

—Sé qué esto es de mal gusto, pero ¿qué quieres hacer después de esto?

No diré que medité la respuesta, porque no lo fue, esta al igual que todos aquellos pensamientos estaba presente y aunque siempre me costó verbalizarla o plantearla, esta vez surgió por si sola.

—Mi padre es un hombre sumamente sabio y si en algo tenía razón era en que aquello que perseguimos, deseamos, no puede anteponerse a nosotros. Por mucho que luchemos por algo y perseveremos por conseguirlo, a veces una retirada a tiempo no significa una derrota. Nuestra paz siempre tiene que ir primero. De nada sirve llegar a la meta y estar roto solo por ello y la verdad que más de acuerdo con él ahora no puedo estar.

—¿Entonces lo vas a dejar?

—Sí —contesté con confianza, aunque debía de agradecerle las palabras, dado que por si solo no creo que hubiese sido tan tajante, quizás me hubiese ido por la tangente—. Cumpliré con mis obligaciones sin rechistar una vez más, tomare esos datos para ellos para que se los metan por el culo y al día siguiente renuncio.

—Si eso es lo que deseas Mark, yo te apoyare en todo momento, no te voy a mentir, me entristece bastante que este sea el desenlace porque yo no me lo había imaginado así. Pero eres mi Marksito y no dudare en estar a tu lado.

—Muchas gracias Sara —respondí de corazón, la verdad que sus palabras me habían emocionado más—. Y una cosa más.

—¿Cuál?

—No dejes de ir al congreso por mí… hazlo por el dinero de la familia Ferguson.

—Eres una maldita babosa.

—Sé cómo golpear bajo.

—De acuerdo iré, pero…

—Tienes mi bendición para liarla —me adelante a sus palabras.

La risa jocosa que emitió fue un sí.

—Voy a dejar a la familia bien alto, porque nadie se mete con la familia.

Después de aquello nos despedimos y me quede un rato mirando el espacio a mi alrededor, ¿había tomado la decisión más acertada? No lo sabía ¿era una locura? Puede que sí, puede que no, tampoco lo sabía. Siempre había tenido muy claro mi camino y de pronto dinamitarlo era algo aterrador, en parte por eso había seguido adelante en el pasado. Porque la incertidumbre era lo mismo para mí que la muerte, pero la diferencia entre las otras veces que la oportunidad se presento y esta, simplemente era que quizás el momento correcto había llegado.

Quizás.

(****)

El gran día había llegado, desde mi posición podía ver los dos grandes obeliscos que daban paso al complejo del Expo del veintinueve y en especial al Palau de Congressos de Barcelona, espacio donde iba a tener lugar la exposición que tanto ansiaba. Sin embargo, cuando los coches detrás de mí comenzaron a pitar tuve que bajarme de la nube.

Arranque nuevamente la moto para así entrar en la rotonda y girar hasta tomar la dirección que me llevaría hasta el observatorio, dejando atrás el lugar donde había idealizado que mi gran momento iba a tener lugar. Conducía con tranquilidad por las calles de vez en cuando fantaseando con un terremoto que destruía la ciudad y algunas veces conmigo cayendo de la moto, con la idea de que la situación era tan delicada que una simple pierna rota podría mandarlo todo a la mierda. Sin embargo, me había puesto el objetivo de estar lo más zen posible, tal y como me había dicho Sara, intentar no darle más vueltas al asunto y enfocarme en ir hacer mi trabajo y después emborracharnos. Era un objetivo a corto plazo plausible y reconfortante, sin embargo, mi umbral zen no era muy alto y los gilipollas que circulaban a mi alrededor estaban haciendo todo lo posible por llevarme al límite.

Por esta y otras razones es que detestaba conducir, pero había decidido que para el día de hoy pasaría del transporte público y alquilaría una moto, para así hacer mi ruta lo más agradable posible. No era lo mismo ir bajo tierra que al aire libre.

Independientemente de ello, ya me estaba arrepintiendo y más que romperme una pierna, iba a partirle algo a alguien, no sé el qué, ya lo descubriría.

Para mi suerte, cuando abandoné el caos de la urbe y comencé a subir la montaña, surcando los pueblitos de la zona, mi estado de ánimo mejoro notoriamente, el poder de la naturaleza. El aire limpio, el sonido característico, la vegetación, eran una tirita para el alma. Quizás eso era una de las cosas que echaba más de menos de mi tierra natal, los grandes prados y bosques en los que me críe desde niño. La sensación de libertad que te inundaba era incomparable.

Puede que este sitio no fuera lo mismo, pero algo era algo después de todo y la naturaleza había estado presente en toda mi vida e igual que la mar para un marinero, yo la necesitaba desesperadamente. Cuando cerrara este capítulo de mi vida me prometí que vendría más a menudo, pero solo, no podía contar con esto para Sara. Su hobbie era correr desnuda por los bosques. Había que poner unos límites después de todo.

No pude evitar pensar en ella cuando me detuve en un semáforo en rojo a esperar, inconscientemente me llevé una mano al cuarzo rosa, «¿qué tal le estaría yendo?» pensé mientras fugazmente le daba una mirada a mi reloj. El congreso ya había empezado, pero mi ponencia no empezaría hasta las ocho. Una mueca se formo en mi boca al pensar por un instante en ello, pero rápidamente lo deseché. Me reí mientras volvía arrancar, Sara había dicho que iba a dar lo mejor de sí, que Satanás no se iba a ir de rositas tan fácilmente, aunque los detalles de su plan no me los conto, simplemente me dijo que esperase. Que lo sabría cuando fuese el momento.

Bordeando la ladera de la montaña, con una impresionante panorámica de la ciudad comencé a adentrarme en una arboleda donde la imagen no pudo evitar recordarme a los árboles del lago al que mis padres solían llevarme de pequeño a mí y a mí hermana, recordándolo ahora en una acampada que hicimos recuerdo que ese fue el lugar en que quería dedicarme a explorar el espacio. Fue ver la infinidad estrellada y pensar en que quería descubrir todos los secretos que se ocultaban tras aquellas pequeñas luces. Curioso que ese lago con el embarcadero solitario fue el lugar donde me ahogué de pequeño y estuve muerto por unos instantes.

¿Acaso sería aquello una premonición?

Sin embargo, pensar en ese lugar hizo que me enfocara esta vez en las pesadillas que había estado teniendo con frecuencia. La imagen del embarcadero en medio de la tranquila y silenciosa laguna, perturbado por unos desolados llantos de dolor, de tristeza, de soledad que provenían de un pequeño niño abandonado al final de este. Nunca les había hecho mucho caso a los sueños y menos aun a sus significados, me parecían tonterías. Pero esta vez no podía evitar darle vueltas, no recordaba un sueño que se hubiese repetido, eso jamás pasaba, sin embargo, yo no paraba de revivirlo.

¿Quizás era mi subconsciente intentado decirme algo? El cerebro humano era realmente sorprendente y desconocido, después de todo a día de hoy, quizás aquello que se me presentaba era alguna señal de algo. No lo sabía, no era mi campo y sinceramente, no tenía ganas de buscarle un significado.

Como a muchas de las preguntas de este ámbito, la respuesta era solo una: azar.

Finalmente había llegado a mi destino, aparqué la moto a un lado de la entrada y caminé hasta la entrada, el observatorio era un edificio compuesto tres secciones, la primera (y más grande de base heptagonal) era donde se situaba la cúpula que albergaba el telescopio; la cual se conectaba por una segunda sección en forma rectangular alargada; a la tercera sección con forma de aspa.

—Aquí vamos —llamé al telefonillo para situarme frente a la verja, esperando a que alguien viniese.

El lugar lucía completamente abandonado, sin rastro de nadie desde hace bastante tiempo. Sin embargo, aquello quedo desechado cuando vi la puerta principal del edificio abrirse y salir un guardia de seguridad. Un señor relativamente mayor que atravesó el patio hacia mí.

—Tú tienes que ser Mark ¿verdad? —asentí—. La universidad llamó ayer para avisarme de que vendrías a registrar el paso del cometa ¡Carai que emocionante!

«No le pongas mala cara» pensé «no se pagan los cabreos con gene ajena, ya con los alumnos cubriste la cuota»

—Sí —respondí con simpleza, restándole importancia.

—Muy bien pues ale, tienes todo el observatorio todo para ti solito, todo el personal debe estar en ese congreso que se celebra hoy —me mordí la mejilla—. Que ganas de sentarse a escuchar a otros hablar cuándo podrían estar aquí haciendo historia.

—Sí —me reí falsamente—, ello se lo pierden.

Después de aquella breve charla el amable señor me dio una palmadita a la espalda y se fue a su garita, dejándome a mí cancha libre para hacer lo que quisiese dado que me había dado una gran argolla llena de tintineantes llaves. La universidad tenía mucha confianza en mí o realmente es que les daba igual lo que hiciese, o sea, dejar en estas manitas un equipo de miles de millones, en qué estarían pensando, ni yo mismo confiaba en mí.

Sin perder más tiempo entré en el edificio, silbé mientras giraba sobre mí mismo al ver la gran y decorada sala principal, llenas de pinturas del universo. Aquí se movía panoja. Seguí mi trayecto, recorriendo el primer edificio que había sido destinado a un museo principalmente, hasta llegar al corredor principal que llevaba hasta la tercera sección del observatorio. Una vez ahí, seguí las indicaciones hasta el ascensor que llevaba a la azotea. Miré la hora de mí móvil, eran a penas las siete, así que todavía tenía tiempo para tranquilamente encender el aparato y calibrarlo todo, por lo que sin más guardé el dispositivo y para matar el tiempo me comencé a balancear al son de la música del ascensor. Ya en el exterior, camine por una pasarela que atravesaba toda la parte central hasta el tejado del edificio principal, lugar donde estaba la cúpula, la cual me hacía parecer una hormiga en proporción.

Busqué las llaves que el señor me había dado cuando estuve frente a la puerta que daba acceso al interior de la estructura, hasta localizar la que me había indicado e introducirla para girar, el sonido de unos pesados engranajes en movimiento me indicó que estaba abierta. Tiré, con la sorpresa de que a pesar del volumen apenas pensaba, para así acceder.

—Huele a humedad —fue lo primero que dije nada más poner un pie.

Sin borrar la cara de desagrado camine con normalidad hasta el centro, sin inmutarme por el pedazo de telescopio o los modernísimos instrumentos de medición que tenía delante de mí. No, para mí lo más llamativo era la humedad.

Dejé mis cosas a un lado de la consola de mandos para acercarme finalmente al gran telescopio, mis pasos resonaban por el lugar.

—Menudo pepino de telescopio —adopte una postura relajada mientras lo observaba, con la mano derecha colocada sobre la correspondiente cadera—, bueno… no tan grande como los que he llegado a ver… hum, ¿eso ha sonado sexual?

A través de cúpula podía ver como los tonos anaranjados del atardecer ya empezaban a oscurecerse, por lo que regresé a la consola de mandos, para encenderla y pasado unos segundos comencé a teclear la burocracia pertinente, hasta que finalmente tuve acceso al sistema. Y sin más dejé paso a la magia, tecleé y acto seguido la cúpula comenzó a abrirse, encendí las luces del interior de la sala y seguidamente activé el telescopio. Una serie de ensordecedores ruidos parecidos a los de estar en una centrifugadora comenzaron a resonar por todos lados. Finalmente, en una de las pantallas de los laterales pude ver la imagen que captaba la cámara del telescopio, introduje las coordenadas pertinentes que dieron paso a unos graves ruidos metálicos, la cúpula había comenzado a girar hacia la dirección que había fijado. Una vez que la estructura se posiciono donde yo quería, llegó el turno del telescopio, este comenzó a calibrase ante mis ojos. En la pantalla la imagen iba de un lado a otro, hasta que finalmente se detuvo mostrando una imagen de tonos negros y grises decorada con varios puntos blancos estáticos de diferentes tamaños

—Vale y ¿ahora qué?

Miré la pantalla del móvil, apenas eran las siete y media, suspiré, iba a ser una noche muy larga. Sin más tomé mi mochila y saqué mi merienda para salir, rodear la cúpula y sentarme en la cara norte, con mis pies por fuera de la barandilla, colgando del tejado. Para abrir mi comida y comenzar a papear con una bonita vista del anochecer de la ciudad.

{…}

—Sí Sara aquí estoy, muriéndome del asco —me recliné en la silla y coloqué mis pies sobre la consola mientras me sujetaba el móvil a la oreja—. ¿Han retrasado la presentación? ¿por qué?... Vale, entiendo, problemas del directo eso han dicho… —no entendía que problemas podía tener, ni que fuese Madonna—, no si hubiese sido por la presentación la doña me habría llamado en el acto… ¿no será por lo que has planeado? —ella rápidamente negó—. Entonces no sé qué será —de pronto escuché como Sara decía algo sorprendida seguida de unas potentes voces y música. ¿Qué demonios?

Por lo que Sara comenzó a relatarme, mi exposición había comenzado, pero no de la forma que yo esperaba, unas grandes pantallas con potentes visuales del cosmos, acompañados de una banda sonara digna de Juego de Tronos, así como una voz en off que recitaba una especie de mensaje súper profundo. Cuando todo aquello acabó entre una nube de humo blanco apareció Satanás. Aquello parecía un maldito espectáculo digno de la más grande diva del pop. No pude evitar sentirme molesto, no por que me estuviese robando mi momento, sino por el ridículo que seguramente estaba haciendo, hacer una performance no era algo que podía tomarse a la ligera y ella precisamente no es que fuese Beyoncé.

Por mucho que me hubiese gustado ver qué canción iba a interpretar a continuación la beyonsebe, tuve que colgar para ponerme manos a la obra, una señal en la consola me aviso de que el cometa ya había aparecido en pantalla.

—Aquí estás pequeño hijo de la gran puta —me acerqué más a la pantalla para ver a aquel cacho de piedra espacial que era representado como otro punto blanco, pero con movimientos erráticos.

Aquello no tenía más ciencia todo se basaba en cuidar que constantemente los aparatos, véase telescopio, radares y compañía estuviesen siempre apuntando a la roca espacial para así registrar correctamente todo lo que esta hacía. Era un trabajo la verdad que bastante sencillo y monótono, por lo que mientras las máquinas hacían su trabajo, yo me volví a poner cómodo, tomé mi móvil y abrí el HBO para terminar de ver el capítulo que había dejado a medias. Eso si de vez en cuando prestando un poco de atención a la tarea con la que iba a hacer «historia»

Sin embargo, no todo era tan sencillo y monótono como pensaba, me había sumido tanto en mi serie que olvidé por algún tiempo del objetivo para el que había venido, hasta que a lo lejos comencé a escuchar cierto sonido extraño. Al principio pensé que se debía a una de las escenas de acción, pero cuando otra más pausada tuvo lugar supe que aquello que oía a lo lejos no estaba relacionado. Rápidamente pausé el capítulo y entonces descubrí que lo que escuchaba era el ruido de una alarma. Con un sudor frío acompañado de un escalofrío que me recorrió de arriba abajo me quité lentamente los auriculares, entonces cerré mis ojos a la vez que maldecía. Conte hasta tres antes de mirar directamente a la consola, la tensión se me bajo en el acto al ver que aquello parecía Navidad de todas las luces que se habían encendido.

«Mierda» fue lo único que pensé.

Rápidamente me senté correctamente, con toda mi atención centrada en la consola, comencé a intentar averiguar qué había pasado, sin embargo, no lo entendía hasta que me dio por mirar a la pantalla y, acto seguido, grité presa del pánico. El cometa había desaparecido, esfumado, implosionado, caput

—¡Mierda, mierda, mierda! ¡MIERDA! —grité mientras me ponía como un loco a buscar dónde estaba la dichosa roca.

Metía coordenadas locamente, el telescopio se movía de un lado para otro sin poder dar con el cometa, a cada segundo que pasaba los huevos se me iban poniendo más y más arriba. Si no lo encontraba y seguía con el registro al día siguiente no iba a presentar mi renuncia, ya que no tendría tiempo porque iba a estar colgando en la fachada de la facultad por los huevos.

—¡Joder Mark! Qué sólo tenías un trabajo.

Pero la cosa no paraba ahí, a la repentina desaparición del cometa, los ruidos de la consola y a mi ansiedad en aumento, se le unieron el sonido de nuevas y estridentes alarmas.

—¡¿Y ahora qué?! —grité al borde del colapso. Entonces me percate de una azulada luz, casi angelical y mística que se estaba colando por la abertura del domo—. ¿Eres tú, Lana del Rey?

De pronto todo comenzó a temblar bruscamente, asustado salí de la cúpula para ver qué pasaba y entonces vi que aquella misteriosa luz provenía de atrás de la montaña de Tibidabo, grandes rayos se proyectaban en cielo como una especie de aurora boreal, a la vez que los temblores seguían sacudiéndolo todo con una intensidad que iba en aumento. Entonces el resplandor fue a más, hasta el punto que tuve que cubrirme como pude los ojos para no perderlos. Acto seguido, desde aquella intesidad surgió un gran proyectil incandescente que cruzaba el cielo a gran velocidad, envuelto en aquella brillante luz azulada, dejando a su paso una larga estela que cortaba el firmamento.

El cometa.

Me había quedado en shock, con los ojos abiertos todo lo que daban de sí y m mandíbula por los suelos, anonadado observando aquella enorme roca que parecía un cristal del espacio pasando justo por encima de mi cabeza. Rodeé a gran velocidad la estructura, para no perder ningún detalle, hasta que tuve que detenerme contra la barandilla, para observar extasiado como aquella maravilla ahora pasaba por sobre la ciudad. Pero a pesar de lo embobado que estaba, fui consciente de una cosa que hizo que me quedara todavía más sorprendido: un cometa que ha conseguido atravesar en perfecto estado la atmosfera y cuya dirección iba en descenso.

El impacto fue contra el mar, más allá del horizonte, no se escuchó, simplemente hubo un resplandor que iluminó el océano a lo lejos.

—Hostia… puta.

Acto seguido el sonido del impacto sacudió todo a su paso, un poderoso y ensordecedor estruendo que me obligo a taparme los oídos, entonces vi como una onda de energía azulada a baja altura que en cuestión de segundos recorrió toda la distancia desde la zona de impacto hasta la ciudad. Desde donde estaba pude sentir los temblores, así como apreciar las luces apagarse completo, quedando únicamente iluminada por la estela de energía que seguía hacia delante. Me agarré fuertemente a la barandilla cuando vi que ya la tenía encima, encorvé un poco el cuerpo esperando lo peor. Pero esta desapareció.

Solo por unos momentos

La honda impactó violentamente contra la falda de la montaña, sacudiéndolo todo ferozmente mientras lanzaba su energía por los aires, la cual se expandió sin control alguno por todas partes, arrastrando todo a su paso. Era tal el poder que mi agarré no sirvió de nada y acabé siendo lanzado lejos de ahí. Para mi suerte chocando con la pared de la cúpula.

Todo me daba vueltas, me costaba respirar, así como que un fuerte dolor se había instaurado por toda mi espalda y la parte trasera de mi cabeza. Para cuando, más o menos, fui consciente intenté levantarme, caí al suelo de cuatro patas al instante, por lo que como pude me arrastré hasta la barandilla, para agarrarme y así tener un punto de apoyo para reincorporarme.

Una vez de pie tuve que sujetarme más fuerte dado que una fuerte punzada en la cabeza amenazó con hacerme caer de nuevo, me llevé una mano a la zona adolorida y al tocar con mis dedos emití un leve quejido, tenía sangre, por suerte no mucha. Inspiré profundamente, poco a poco me iba estabilizando, al llevar mi vista hacia el frente, pude ver como algunas llamabas pululaban ahora por la ciudad, pero no se comparaba a la inmensa llamarada a varios kilómetros de distancia el mar, que elevaba una inmensa columna de humo y vapor.

Sin embargo, la cosa no acababa ahí, detrás de mí los aparatos electrónicos no paraban de hacer estridentes ruidos, asustado corrí a ver qué pasaba, pero nada más llegar al marco de la puerta descubrí que toda la electrónica se había vuelto loca, con descargas de electricidad que emanaban de estas. De pronto la base del telescopio estallo emitiendo una honda que lanzó de nuevo mi cuerpo varios metros de la posición, haciendo que pasase de largo la barandilla de la pasarela y cayese en el techo, para comenzar a deslizarme sin control por el tejado mientras agitaba mis manos en un intento de sujetarme a algo. Para mi suerte conseguí agarrarme al borde del tejado antes de que mi cuerpo cayese al vació.

No pude evitar gritar cuando miré hacia abajo y vi la caída había.

—Dios sé nuestra relación no es la mejor… ¡Pero no quiero morir! ¡Ayuda! —grité lo más alto que pude.

—¡Chaval! —escuché que gritaban a lo lejos. Entonces vi al segurita asomado por la ventanilla de la garita—. ¡Aguanta ahí! Ya voy.

Pero antes de que pudiese hacer algo el techo en llamas de la cúpula cayó sobre la garita aplastándola completamente en una bola de fuego. Grité de pánico y horror cuando presencié aquello.

—¡Oh my lesbian Jesus! ¡Que se lo han cargado!

De pronto otras partes del Observatorio estallaron en llamas, aquellas en las que se encontraban otros aparatos tecnológicos importantes, grite nuevamente mientras ocultaba mi cabeza ante los cachos de escombros que volaban por los aires.

«Nadie te va a ayudar Mark, estás solo en esto» tenía que actuar cuanto antes, mis brazos no aguantarían por mucho más. Comencé a hacer fuerzas para así poco a poco subir mi magullado cuerpo sin hacer movimientos bruscos, logrando subir al tejado. Cuando ya estuve arriba miré la distancia desde donde estaba a la pasarela, no serían más de un par de metros por lo que tenía que ser rápido. Así que cogiendo impulso me lancé y eché a correr hacia arriba lo más veloz que podía mientras las tejas se desprendían a mí paso. Cuando sentí que el suelo bajo mis pies cedía y la distancia era corta me lancé, consiguiendo agarrarme a la barandilla antes de que resbalase y volviese a caer, como pude logré pasar a la pasarela.

Grandes columnas de humo se elevaban por los cielos, las llamas consumían todo a mi alrededor, iluminándolo todo con su macabro resplandor. De fondo escuchaba cientos de sirenas, la cosa no pintaba bien en la ciudad, por lo que la ayuda iba a tardar en llegar.

Corrí por la pasarela hacia el otro extremo del edificio y abrí la puerta de emergencia que había a uno de los extremos del ascensor, al hacerlo una enorme cantidad de humo negro, así como, un intenso calor emergió. Comencé a toser mientras me echaba para atrás y manoteaba intentando alejar el humo de mi cara, el fuego se había expandiendo más rápido de lo que pensaba. Sin perder más tiempo tapé mi rostro por encima de la nariz con mi camiseta y me lancé hacia lo más profundo y oscuro de aquel infierno. Apenas veía nada, intenté agarrarme al pasamanos, pero rápidamente aparte la mano mientras emitía un quejido, aquello ardía como mil demonios, por lo que sin más remedio tuve que bajar a ciegas, pegando de vez en cuando mis manos al caliente hormigón para guiarme. Mis pulmones ardían a causa del humo que inevitablemente respiraba. Aquel recorrido parecía no tener fin alguno, mientras más bajaba, más se humo encontraba, el calor comenzaba a ser inaguantable, me estaba cociendo vivo. Inevitablemente acabé tropezando cayendo por los metros de escaleras que me quedaban por recorrer.

Cuando llegué al final, todo me daba vueltas, la escases de oxígeno comenzaba a marearme, aun así, logré vislumbrar entre todo aquel caos la puerta de salida y sin rendirme me levanté para volver a correr. Empujé la puerta y caí al suelo mientras tosía sin parar, mis pulmones intentaban expulsar todo aquel toxico en busca de aire limpio. Cuando más o menos había recuperado las fuerzas me volví a poner en pie y eché a correr lejos de ahí.

Atravesé la sección hasta llegar al llegar al corredor principal donde me encontré con altas columnas de fuego que se extendían por las paredes de la zona, el techo era devorado por crepitantes llamas que hacían que cachos cayeran por todas partes, escuché el sonido fino de algo resquebrajarse. Eran los cristales de los grandes ventanales de la sala estaban llegando a sus límites.

Cuando aquello pasase todo el sitio se convertiría en una inmensa bola de fuego.

Como pude hui por el largo pasillo esquivando los trozos que caían, sin embargo, me quedé paralizado en medio del lugar cuando los cristales se agrietaron todavía más y en un parpadeo todos los ventanales se vieron reducidos a pequeñas piezas de vidrio. Al instante la cantidad de oxígeno que entró fue tan descomunal que las llamas se volvieron colosales envolviendo todo el espacio en una inmensa y destructiva llamarada. Grité cuando vi que el fuego venía hacia mí a toda velocidad, cerré los ojos y me cubrí, resignándome, esperando lo peor… sin embargo esta nunca llegó, jamás sentí el ardiente poder de las llamas o dolor alguno. Intrigado fui abriendo mis ojos lentamente, entonces pude ver el fuego a escasos metros de mí, estático, incapaz de tocarme. La razón: un campo de energía de un tono verde agua.

Abrí de par en par mis ojos al ver aquello, entonces miré a mi alrededor confundido, asustado, para ver como el fuego se arremolinaba a mi alrededor incapaz de atravesar aquella misteriosa energía que se elevaba más poderosa y ardiente que el mismísimo fuego. Impidiendo que este me alcanzara, protegiéndome.

Entonces fue cuando noté que tenía algo en mis manos, grande, pesado, frio, curioso llevé mi vista hacia estas para toparme con una especie de antigua y gran espada, cuya forma era particular, la cuales estaba envuelta en la misma energía que había a mi alrededor.

Me quedé por un momento mirándola, con los ojos de par en par y cara de póker, incapaz de entender qué estaba pasando, de pronto escuché una voz que surgió del interior del arma. Que me llamaba.

—¡¿Pero qué cojones!? —grite a toda voz, al borde del pánico mientras miraba como un desquiciado aquella mierda. Alejándola lo más posible de mí.

Pero el sonido del techo desmoronándose completamente sobre mí hizo que dejara de prestarle atención. Asustado empuñe aquella espada y la levante sin tener muy claro qué hacer, entonces aquella energía que había a mi alrededor cobró vida. Se desato para violentamente a arremolinarse a mi alrededor, acumulándose en la punta de la espada y así, rápidamente, disparar un rayo de poder que desintegró completamente todos aquellos escombros.

Lo que estaba pasando no se podía describir con palabras, aquella energía, jamás había sentido algo así, algo que hiciese temblar hasta los átomos que me conformaban.

Sin embargo, no todo iba a ser bueno, debido a los sucesos anteriores mi cuerpo estaba debilitado y podía sentir que el portar aquella espada y liberar su poder demandaba más de lo que podía ofrecer. Por lo que finalmente las fuerzas que me quedaban terminaron de ser consumidas. Sentía como el arma se desvanecía de mis manos a la vez que lo hacía yo, ambos consumidos en aquel poderoso resplandor.

—¿Puedes sentir su poder…?

Escuché como dijo una voz segundos antes de que todo se desvanecería.