Chapter 4.

(Into the blue)

Estaba fijamente observándola, todavía procesándolo. ¿Me había quedado Ayuwoki? Muy probablemente. Parpadeé un par de veces, solo para comprobar que ella seguía ahí. Me froté los ojos y volví a mirar, aquella muchacha estaba aún delante de mí; repetí la acción, ahora más minuciosamente y de nuevo miré, ella seguía ahí mismo; sentada sobre la mesa del salón observándome sonriente. ¿Por qué sonreía tanto? No lo entendía.

Quise decir algo, pero ni una palabra salió de mi boca, lo intenté de nuevo, estaba vez gesticulando, pero de nuevo volví a quedarme sin hacer nada, en estos momentos tenía un símbolo con la palabra «dowloading» grabado en la frente. La misteriosa presenica me hizo una señal para que prosiguiera, pero es que nada me venía ahora mismo. Estaba más empanado que aquella vez que comí brownies de maría, con la diferencia de que estos al menos me habían dado un viaje cósmico a cambio.

Aunque, todo sea dicho, aquel viaje se veía superado por lo que estaba pasando ahora mismo.

Volvía a intentar decir algo, pero lo único que hice fue balbucear.

—¿Te encuentras bien? ¿Quieres un vaso de agua?" —preocupada se acercó hasta mí y posiciono su mano sobre mi brazo. Yo me quedé mirando aquello fijamente la acción al tiempo que mis ojos se abrían lentamente; había sentido su calidez en mi piel.

—¿Mark? —la sola mención de mi nombre llamó mi atención—. ¿Te ocurre algo?

Entonces a cámara lenta vi como tenía la intención de tocar mi rostro, su mano se iba acercando, violando mi espacio personal.

—¡Aléjate de mí ahora mismo! —chillé a toda voz mientras le hacía la cobra y rápidamente daba un salto hacia atrás, chocando con la pared. El pánico podía cundir oficialmente—. Pensaba que esto era coña, una simple broma, producto de una conmoción cerebral … Pero… ¡Su puta madre eres sumamente real! ¡Jodidamente real! —las palabras salían de mi boca atoradas a causa de la velocidad, no dejaba de llevarme las manos a la cabeza.

—Mark relájate, sé que es complicado —me pidió haciendo un gesto con las manos para que me relajara. Mi ojete era el que se iba a relajar, solo para cagase después. Dio un paso al frente y yo me pegué más a la pared hasta tal punto de casi parecer uno con el gotelé—. Lo importante es que no saques las cosas de contexto.

—¡Atrás siervo de Lucifer! —grité cuando dio un paso más hacia a mí. Tuvo que echar la cabeza hacia atrás cuando tuvo frente a su cara mis dedos con la señal de la cruz.

—Espera ¿qué?... Mark creo que estas confundiendo conceptos.

—¡He dicho que atrás! —mi voz subió varios decibelios.

—Vamos relájate, estás haciendo una montaña de un grano de are… —pero no pudo continuar por que le salpique la cara con agua de un jarrón que tenía al lado. Sara en su empeñó de proyectar sus sueños en mi piso, la había decorado a su gusto—. ¿Me has lanzado agua como si fuese bendita?

—¡Atrás ser impío! Por el poder de mi Lesbian Jesus, ¡yo te destierro siervo de la oscuridad!

—Creo que me he perdido… ¿Lesbian Jesus? No conozco mucho de las religiones, pero creo que ese no es el término que los terrestres manejáis.

—No te voy a explicar la actual cultura pop —había bajado la guardia—. ¡Atrás ser maligno!"

La joven suspiro mientras se limpiaba los restos de agua para entonces decir:

—Venga Mark, deja de dramatizar las cosas.

Pero yo no le hice caso y enfaticé más la señal de la cruz; se me quedó mirando fijamente, retándome. Oh, jo, jo, jo, no sabía con quién estaba tratando. Ambos en silencio nos desafiábamos, sin apartar la mirada el uno del otro. Entonces hizo ademan de abalanzase sobre mí y yo actué de la forma más apropiada a esa situación: chillar y correr.

—¡Joder! —jadeé; en la ruta de mi huida calculé mal el ángulo de entrada y acabé llevándome por delante el marco de la puerta. Pero rápidamente me reincorporé, tomé la puerta, me di la vuelta para ver al fantasma, que me observaba estupefacta, gritar histéricamente y cerrarla en sus narices.

Puede que sí estuviese dramatizando.

Corrí despavorido hasta la cama, para levantar las mantas y lanzarme antes de que estas cayesen y me cubriesen completamente. Una vez en mi improvisado bunker y con la dignidad por los suelos, comencé a maldecir a la vez que intentaba buscar una explicación para todo aquello.

—Un derrame cerebral, ¡eso es! A causa de una negligencia médica… ese puto médico, lo voy a hundir.

Todo estaba sumido en silencio, parecía que la chica aquella finalmente se había esfumado, pero estaba tan asustado y llevándolo todo al extremo, que no me atrevía a mirar. «Vamos Mark, tú puedes» pensé y después de respirar profundamente; con movimientos tímidos levante levemente la manta; solo para gritar ahogadamente presa del pánico cuando la vi a los pies de mi cama observándome sonriente.

—Eres tan adorable.

—¡Cómeme el coño!

Puede escuchar cómo se reía, un pequeño tic me despertó.

—Tú y yo haremos un buen equipo

—¿De qué cojones estás hablando? ¡No eres real! Sino un simple efecto secundario de un daño cerebral

—Pero si antes te toqué, me pudiste sentir.

—«Miau, miau, suena en mi cabeza; tus palabras están huevas» —canté.

—¿Esto te parece real? —me preguntó con cierto dejé de estar obstinada.

Entonces pude sentir como me agarraba de uno de los pies por encima de la manta.

Solo diré que mi voz nunca había alcanzado tantos decibelios.

{…}

No sé cuánto tiempo había paso ya, minutos, horas, quién sabe. Seguramente mucho menos, pero todo sea por el show. Seguía escondido debajo de la manta, en posición fetal, con un terrible calor y una importante sensación de asfixia que era retroalimentando por mis pensamientos. Pero por nada del mundo iba a salir; podía escucharla yendo de aquí para allá, curioseando. Tocando MIS cosas.

—¡Te quieres estar quieta! —grité desde dentro de las mantas frustrado, cómo era posible que todo aquello estuviese pasando realmente.

—No puedo evitarlo, este sitio tiene poco que ver con el que yo me crie, las cosas han avanzado tanto que es increíble —comentó mientras iba de aquí para allá toqueteándolo absolutamente TODO—. ¡Oh vaya! —algo había llamado su atención, como las otras diez veces anteriores—. Que objeto tan curioso… que forma tan rara… es sumamente suave…

De repente se quedó todo en silencio, ¿había parado de tocarme las pelotas? Parecía que sí, o al menos eso quise creer hasta que escuché un determinado sonido en particular. Dejémoslo en un «zumbido» especifico. Rápidamente me incorporé, apartando las mantas, para buscarla y entonces me la vi a un lado de la cama, cerca de la mesita de noche; me miró a mí detenidamente y después sus ojos se fueron a lo que tenía entre sus manos.

Ambos mirábamos fijamente lo que sujetaba; pude sentir como mi rostro se ponía del color de mi cabello. De veras, ¿dónde estaba la cámara oculta?

—Eh… esto… yo… —ella no sabía cómo salir del paso.

—Suelta a Jake Bass —le dije simplemente.

Intentando mantener la calma, aunque estuviese muriéndome a más no poder de la vergüenza; extendí mi mano y ella me deposito el estimulador prostático. Lo apagué y dejé a un lado; junto a la dignidad que me quedaba.

—Gracias.

—De nada.

Ambos nos quedamos en silencio, el ambiente era sumamente incómodo.

—Uno a veces se siente solo —no supe ni por qué dije aquello.

—Estás en tu pleno derecho de disfrutar de tu cuerpo.

De nuevo el silencio volvió a llenarlo todo. Llevé mi vista un momento hacia ella para examinarla mejor: iba vestida con una camisa de lino blanco, encima llevaba un chaleco vino tinto con bordado dorado, tenía unos pantalones negros un tanto anchos metidos dentro de unas botas de cuero negro desgastado semianudados. A su vez portaba un montón de colgantes con misteriosos dijes y pulseras de plata decoradas con abalorios. Lucía como alguna especie de personaje de un videojuego japonés.

—Entonces dime ¿eres de verdad?

Ya no tenía más que perder, mi dignidad había acabado por los suelos. Ella asintió a mí respuesta.

—¿De qué siglo eres? —continué—. Pareces un extra de «Peaky Blinders», dime ¿perteneciste a alguna mafia? ¿Te mataron aquí en un ajuste de cuentas? ¿Tu muerte fue violenta, por eso no puedes descansar en paz? —ella negó a todo ello—. ¿Entonces… por qué vistes así?

—No soy lesbiana —me dijo con mala cara.

—Yo no he dicho nada de eso, eres tú la que estás poniendo esas palabras en mi boca.

—Por si no te has dado cuenta eres un tanto transparente en cuanto a tus expresiones.

—¿Te cagaste encima al morir?

—¡¿De qué demonios estás hablando?!

Ja, se la había jugado. De la que me había librado.

—Oh vamos es normal cagarse cuando uno muere —actué con naturalidad—. Los esfínteres se relajan y pues es normal que el cuerpo suelte todo lo que tiene dentro, ya de nada sirve retenerlo"

—¿Te ha pasado lo mismo a ti cuando te has metido eso por detrás? —señaló a «Jaki»—. Entiendo que también te relajas.

Touché.

—Lo que competa a mí «Cámara de los Secretos» y a mí es secreto de estado.

—Donde las dan las toman —vaya, el hobbit era peleón.

—Entonces, ¿quién? No tienes pinta de ser un familiar mío, ni mucho menos un ancestro —advertí mientras la escrutaba fijamente.

—¿Lo dices acaso por mi color de piel?... Racista —su semblante se volvió serio.

—¡¿Qué?! ¡No! Claro que no, básicamente era un apunte. Pertenecemos a etnias diferentes —me expliqué rápidamente, por sus rasgos era claramente india. O algo que se asemejaba, porque no había pasado por desapercibido aquella mención de terrestres que había hecho.

—¡Relájate, colega! Te estaba tomando el pelo —entonces volvió a tomar esa actitud alegre que poseía.

—Vale de acuerdo, dejemos los temas raciales para otro momento… ¿cómo es que te llamabas?

—Eileen.

—Eileen… ¿Eileen qué más?

—Solamente Eileen.

—¿Eres bastarda o qué?

—Y tú un poco enterado, ¿no crees?

Hice un ademán con las manos para cerrar aquel asunto.

—Vale, yo te nombro Eileen Tormenta —la referencia para quién la pille. Pero su cara me dijo que no le hacía gracia—. Vale, está bien, solamente Eileen. Sino no eres ningún alma errante que tenga como objetivo atormentarme, ¿qué eres exactamente? ¿Alguna especie de Pepito Grillo que ha venido para guiarme por el buen camino? Porque en caso de ser así llegas veinticuatro primaveras tarde.

—Mark me insultas al compararme con ese insecto sabelotodo —teatralizo su expresión de ofensa —. Obviamente yo soy mucho más que un grillo parlante.

¿También había Disney de dónde ella proviniera? La polla con el capitalismo.

—Aja —le seguí la corriente—. Entonces eres… —hice señas para que terminara.

—Soy la antigua portadora de tu Llave Espada —explicó tranquilamente.

—Llave Espada…

—Sí Mark, tu llave espada, Selah, esta de aquí —entre sus manos con un fulgor se materializo aquel artefacto.

—¡Hostia puta! —di un salto atrás ojiplatico—. ¡Oh, mierda! — segundos después me había caído de la cama.

Levanté mi cabeza, sobresaliendo del borde de la cama hasta la altura de mis ojos, para mirar con desconfianza el objeto que ella tenía entre sus manos, el cual me exhibía con orgullo.

Apreciándola mejor, aquel artefacto que ella llamaba Llave Espada. Un tanto pretencioso. Sí que tenía forma de espada o al menos eso era lo que intentaba parecer. Dicha arma, era de un color formado por la mezcla de un muy oscuro y sombreado verde-cian que teñía el mango y hoja; mientras que el guardamano estaba compuesto por dos piezas de plata forjada en forma de alas de ángel cuidadosamente trabajadas. Por otro lado, la hoja era bastante gruesa y aplanada, con una ligera curvatura acababa en puta; teniendo en su extremo final una cuchilla plateada en forma de medialuna. Toda la espada estaba llenada de antiguos grabados, alguna lengua arcaica que me era imposible de entender y que nunca había visto. Por último, aquella especie de espada tenía un lustroso llavero de plata del que colgaba un dije con la forma de un antiguo símbolo alquímico por lo que llegaba a deducir.

—Impresionante ¿verdad? —comentó con orgullo—. ¿Quieres tocarla? —me la ofreció—. Anda, sentirla es como empalmarse.

No puede evitar arrugar ante su analogía, me entro un repentino repelús.

—Creo que paso.

—Puede que me haya pasado con eso último, intente buscar algo con lo que acercarme a ti y esa expresión es una de tus favoritas.

—Bueno, lo que cuenta es la intención.

—Vamos Mark sabes que lo estás deseando, no me digas que no sentiste su energía, su poder aquella noche, algo sinigual —acarició la hoja delicadamente con una expresión de disfrute que me revolvió el estómago.

—Reafirmo lo de antes.

—No importa, lo harás a su debido momento —dijo sumamente confiada; haciendo que árquese una ceja.

—Eh no.

—Todos dicen eso, pero después es como suele decir tu amiga Sara, semen en la boca —me dio una mirada de picardía a la que yo le respondí con una seria—. ¿Me he vuelto a pasar?

Yo asentí.

—De corazón deja de intentarlo, porque el rumbo que está tomando la conversación no me gusta. Si eres tan amable de centrarte pequeño Dobby.

—¿Dobby? ¿Quién es ese?

—Ya te lo dije antes, no te voy a explicar la actual cultura pop, además aquí las preguntas las hago yo.

—¡Cierto! Eileen céntrate —se dijo mientras se daba un pequeño toqué en la cabeza. ¿Por qué todos los deficientes mentales me tocan a mí?—. Es que es tan emocionante poder hablar con alguien después de tanto tiempo que me acabo yendo —seguía hablando con ella; carraspeé para llamar su atención—. ¡Ups! Sí las explicaciones.

—«Glaikit» —susurré mientras me cruzaba de brazos.

—¿Has dicho algo?

—Solo que estaría bien que me dieses explicaciones

—Sí claro… pues verás, Mark Ferguson tengo el placer de comunicarte que has sido escogido para formar parte de los Elegidos de la Llave Espada, una antigua orden encargada de proteger el delicado equilibrio que existe no solo en este mundo sino en cientos de miles que conforman el colosal Multiverso. Por medio de vuestras llaves espadas, vosotros los elegidos, empleáis el poder de la luz para enfrentaros a las fuerzas de la oscuridad que constantemente están intentado usurparlo todo. Sois los guardianes que nos mantienen a salvo.

Después de que finalizara su discurso, en silencio me levanté y bajo su atenta mirada caminé hasta la puerta para abrirla, entonces me gire para encararla y hacer un gesto con mi brazo izquierdo invitándola así a salir.

—¿Ocurre algo?

—Suficiente para mí por hoy, si eres tan amable de salir.

—¿Eh?

—Que te largues coño.

—¡¿Pero tú has escuchado algo de todo lo que he dicho?!

—Desgraciadamente sí y la verdad que tengo cosas que hacer, por lo que no puedo perder más el tiempo con estas alucinaciones; tengo un trabajo al que estoy llegando más tarde de lo que tenía planeado.

—Pero si renunciaste.

—No formalmente, tengo que presentar mi carta de dimisión. Así de paso aprovecho a que el derrame termina de reventarme el cerebro y con suerte caigo fiambre ahí.

—¡Pero…! —pataleo.

—Tienes tres segundos antes de que comience a prepararme.

—¡Mark!

—Normalmente no me gusta desvestirme delante de gente en general, pero menos delante de desconocidos… Pero si no tengo más remedio, tendré que ensañarte la chorra.

—Adelante, no eres la primera persona desnuda que veré.

Simplemente me encogí de hombros e hice un ademán de bajarme el pijama.

—¡Ya me voy! —rápidamente saltó de la capa para abrazar la espada y con la vista gacha caminar a paso automático hasta la puerta.

Una vez Eileen se fue, cerré la puerta para suspirar a la vez que me llevaba una mano a la cabeza, todo se estaba tornando más surrealista, de nuevo volvía a ver aquel artefacto. Un dilema se creaba en mi interior, por un lado, la gran parte escéptica que no quería creer nada de eso y por el otro; la pequeña parte de mí, más fantasiosa e infantil, que siempre había soñado con cosas de este estilo, realidades alternativas donde la imaginación era el límite y que toda su vida había esperado por un momento así.

No voy a mentir, tuve la tentación de tocar esa «espada»

—¡Mark céntrate! Eres una persona de ciencia —me regañe; rápidamente tomé el móvil—. Oye Siri, llamar al doctor Capafons —ordené.

El doctor me había facilitado su número, por si me sucedía algo acudir rápidamente a él, visto los últimos acontecimientos creo que era una buena idea. Iría suavemente, le comentaría la situación y a ver qué me decía él. Pero si el hijo de puta no me daba una solución, en fin, espero que tuviese buenos abogados.

Había veces en la que el pedante niño rico que llevaba dentro salía. Al menos una vez al mes estaba bien, igual que elegir la violencia.

Pero como siempre el momento se rompía cuando en este caso la asistente entendía lo que le daba la gana y hacia otro tanto de lo mismo.

—¿Sabes qué? ¡Que te follen! Ya lo hago yo.

—¿Perdona?

—¡Eso no iba contigo! —le grité a la alucinación que seguía al otro lado—. Desde luego no hay dudas que es mía, porque bien que está poniendo la oreja.

Decidí que una vez que estuviese en la universidad llamaría desde el teléfono del despacho, no por falta de recursos, sino por placer de chupar del sistema.

{…}

Abrí la puerta y al salir al pasillo lo primero que vi fue a Eileen en el sofá, en silencio, abrazando fuertemente la espada, con la mirada fija en un punto de la habitación. Me recordó a cuando los padres dicen a los hijos que se han comportado mal la frase «cuando lleguemos a casa ya verás»; no pude evitar carcajearme al recordar mi más tierna infancia.

—¿Todavía sigues aquí? —pregunté mientras pasaba a un lado suyo, a la cocina.

—Estaba esperando a que salieras, pero entonces me fije en esa pared que es completamente lisa a diferencia de las demás que son rugosas.

—Qué bonita forma de referirte al gotelé—comente mientras miraba en la nevera qué llevarme a la boca—Te resumo la historia, el arquitecto que llevo dentro no hace más que retorcerse al ver esas paredes, vi un tutorial de como quitar gotelé en YouTube; al principio todo fue ilusión y emoción; después de la primera pared caí en la cuenta de que no iba a ponerme a hacer reformas por algo que no es mío y del cual pago una pasta. Así que así se quedó —entonces procedí beber de pico el brick de zumo de naranja.

—¿Todo eso solo por qué no te gustaba la textura de la pared?

—Hum… —articule mientras el zumo me cruzaba el gaznate, para luego limpiarme la boca con la manga. Entonces la volví a mirar—. Problemas del primer mundo… Bueno me voy.

—¡Qué! ¡Pero Mark no puedes irte!

—Sí que puedo, mira como lo hago.

Pase por delante de ella pavoneándome para tomar mis cosas.

—¿Acaso no escuchaste lo que te dije? Eres un elegido de la llave espada, tienes un deber que cumplir.

—Así la mierda esa —le resté importancia—. Ya te lo dije, tengo otros deberes que cumplir"

—¿Renunciar a tu actual vida?

—En efecto y planear qué hacer a continuación. ¿Quizás me apunte a una ONG? Es lo que hacen los «influencers».

—Eso son tonterías Ferguson cuando hablamos del destino del universo —cuando dijo aquello puse los ojos en blanco.

—Sabes hasta el momento me lo he tomado bien, pero ya estás comenzando a irritarme. No sé tú, pero no veo sentido a discutir con algo que está ocurriendo dentro de mi cabeza.

—¡Arg! Sara tiene razón, eres demasiado corto de miras.

—¿Perdona? —la audacia.

—¿Acaso no lo ves? Han pasado ya siglos desde que los últimos elegidos fueron nombrados, la paz se había logrado por lo que ya no era necesario más portadores; sin embargo, volvéis a hacer llamados.

—¿Y? —pude ver un tic en uno de sus ojos.

—¿Cómo qué y? Pues está claro que algo está ocurriendo en el multiverso, algo oscuro ha despertado y está amenazando la paz.

—Aja,

—Por lo que es esencial que vayamos al castillo de los portadores,

—¡Ah! Que hay un castillo y todo.

Puso mala cara ante aquella broma.

—Tenemos que ir y ver si hay más como tú.

—¿Y ese castillo exactamente dónde está?

—Pues en el Reino Intermedio, en la brecha entre el reino de la oscuridad y de la luz"

—Ah el Reino Intermedio sí —repetí mientras asentía y sonreía, «señor para esto, llévame pronto» pensé.

—Por lo que toma a Selah, es hora de que partamos —dijo para acercarme el artefacto.

—Sí… creo que paso.

—¿¡Cómo que pasas!?

—No sé creo que el concepto es fácil de entender, pero siempre puedo explicártelo, solo déjame buscar la plastilina, seguro que tengo por aquí"

—Ja, ja, que gracioso nos ha salido el niño.

—Mira Eileen, estaría encantado de unirme a ese gremio tuyo de cerrajeros, sin embargo, hay una lobotomía preparada para esta tarde que tiene mi nombre y me temo que una vez que me perforen el cerebro tú te habrás vaporizado.

—Puedes decir y despotricar todo lo que quieras Mark Ferguson, pero tarde o temprano tendrás que aceptar tu destino. Te guste o no"

—¿Y quién me va a obligar? ¿Acaso vas a ser tú canija? —la rete cruzándome de brazos.

—No me despegaré de ti hasta que aceptes, soy una persona muy persistente.

Arqueé una ceja ante lo dicho, sin más caminé hasta el otro extremo del piso, bajo la atenta mirada de Eileen, para abrir la ventana, estaba haciendo un reluciente y encantador día.

—¿Ahora en que más vas a perder el tiempo? ¿Airear el piso? Esto es increíble.

Inspire profundamente, llenando mis pulmones del reconfortante, frio y un tanto contaminado aire de la ciudad para caminar a paso calmado hasta ella.

—Si me permites —tranquilamente extendí la mano; su rostro se iluminó y su deslumbrante sonrisa se amplió, rápidamente deposito el artefacto sobre la palma de mi mano. Yo la tomé fuertemente por la hoja. No paso inadvertido aquel rápido corrientazo que me recorrió todo el cuerpo. Me qué observando aquella llave espada por un momento.

Entonces levanté mi cara y sonreí, Eileen me correspondió.

Sin más me di media vuelta y caminé hasta la ventana, posicionándome a un lado para volver a verla, volviéndole a sonreír, esta vez como un niño pequeño que está a punto de cometer una trastada.

—Espera… ¿No pensaras?" —asentí sin quitar la sonrisa de mi rosto. Entonces puede ver como esta palidecía.

—«Hasta luego Mari Carmen» —lancé el objeto con todas mis fuerzas lo más lejos posible a través del hueco de la ventana.

—Pero ¡¿qué has hecho?! —grito llevándose las manos a la cabeza—. ¡Animal!

Entonces pude ver como el pequeño duendecillo de los bosques corría como si su vida dependiera de ello, pasando a un lado mío para lanzarse, con determinación, de cabeza al vació en busca del artefacto.

—Adoro los finales felices —puntualicé mientras cerraba la ventana y le echaba el pestillo.

(*****)

Iba a toda prisa, había perdido mucho tiempo con la duendecilla, mis tripas rugían a más no poder, ya desayunaría algo cuando llegase a la universidad; de pronto pude ver algo por el rabillo del ojo, por lo que curioso giré la cabeza, tal fue mi sorpresa que tropecé por un momento, ella volvía a estar ahí. Señor de la cañita, no iba librarme tan fácilmente. Me quité uno de los auriculares al ver que me estaba hablando.

—Deberías bajar la música, es peligroso ir así por la calle, no eres capaz de ver que ocurre a tu alrededor y en esta ciudad todos son muy agresivos —puntualizó cuando de fondo se pudieron escuchar varias bocinas de coches.

—Eso nada, no sería la primera vez que casi me atropellan —dije para seguir a lo mío.

—Eso se podría solucionar fácilmente si no fueras tan absorto en tus cosas.

—Guapa que esto es Barcelona, todo el mundo va así —le señale todas las personas que parecían zombis—. Es más, mira —aprovechando la coincidencia que mi vecino asiático de arriba venía por la calle, lo saludé amistosamente ganándome una cara de desaprobación; entonces me giré a ella—. Ves; bienvenida a la gran ciudad donde a nadie le importas una mierda.

—Estos ambientes son muy desgastantes… pero podrías ir un poco más despacio —se quejó mientras apuraba el paso al ver que me alejaba.

—Si no me hubieses importunado esta mañana no estaríamos ahora mismo en esta situación, además tampoco estoy yendo tan rápido.

—Eso dilo por ti, ¿has visto nuestra diferencia de altura? Un paso tuyo, son como cuatro míos.

—Exagerada, ni que fuese tan alto —sin más me puse el auricular y seguí caminando.

Pero no pude avanzar mucho más ya que el hobbit hizo un esfuerzo para adelantarme y ponerse delante de mí.

—¡¿Y ahora qué?! —me volví a quitar la música.

—¡Acepta tu destino! —ordenó; mostrándome el artefacto que por lo visto había conseguido recuperar.

—Quita coño —exasperado pasé por un lado.

—¡Mark Ferguson! —escuché como decía a mis espaldas, puse los ojos en blanco al percibir sus pasitos detrás de mí.

—No tengo ningún destino que aceptar porque básicamente no existes, como tengo que decirte que eres un producto de… —me había dado la vuelta para encararla, pero esta se había esfumado. «Por fin un poco de paz» sin embargo al darme la vuelta volvía a tenerla delante de mí, a escasos centímetros, mirándome fijamente.

Retrocedí de un sobresalto.

—Eres espeluznante. ¿Te lo han dicho?

Bufando volví a rodearla para continuar, no me era necesario girarme para saber que estaba a mi lado. Por lo menos ahora estaba callada. Pero de nuevo no pude avanzar mucho más.

—¿Ocurre algo? —e preguntó al ver mi repentino cambio.

—¡Shhh! Después seguimos con el rollo ese de aceptar el destino y tu gremio de cerrajeros

—Elegi…

—Lo que sea, pero ahora necesito que estés calladita.

—¡Soy una tumba!

«Ojalá estuvieses dentro de una» reanude la marcha, tranquilamente, como si nada pasase a mi alrededor, con Eileen siguiéndome muy de cerca, atenta a todo lo que hacía. Caminaba tranquilamente, haciendo como si mirase el móvil, dando rápidas pasadas con mis ojos cada pocos metros, teniendo en la mira a la pareja de jóvenes que se acercaban por mi derecha, muy atento a sus movimientos. La tensión, mía para ser precisos, iba aumentando a medida que la distancia se iba estrechando, todo parecía ir sobre ruedas, en pocos segundos ambos nos cruzaríamos y entonces cada uno seguiría su camino. Pero como la vida es tan puñetera me temo que las cosas no fueron así.

—Buenos días señor —me habló uno de estos con un acento muy marcado; de pronto sentía que tenía cuarenta años más.

Un chico rubio de ojos azules, piel blanca, extranjero. Creo que era alemán. Se me había metido justo en medio cortándome el paso. «Mierda».

—No he podido evitar fijarme en la camiseta que lleva, me resulta conocida, ¿es esa mujer famosa?

A pesar de que mi subconsciente me decía que cortara y saliera de ahí por patas, el muy cabrón había dado directamente en la diana. ¡¿Cómo se atrevía a preguntar si Taylor Diosa Swift era famosa?!

—Obvio, ¿acaso no conoces a Taylor Swift? —Y ya había mordido el anzuelo otra vez, joder Mark por qué será que nunca aprendes.

—¡Oh sí! Taylor Swift —se rio—. ¡Menuda cabeza la mía!

De pronto su acompañante apareció en pantalla, casi idénticos con la diferencia que este llevaba el pelo castaño. Cabe mencionar que ambos chicos iban vestidos de forma idéntica, uniformados con pantalón de pana, zapatos de vestir, camisa de botones blanca y corbata amarilla y negra. Con un aire un tanto eclesiástico.

No se sí pilláis por dónde van los tiros.

—Y dígame amigo —ya cuando se tomaban esas libertades me tocaban los huevos—, a dónde va con tantas prisas con esta bonita mañana que hace.

No pude evitar dar una mirar descarada a mi alrededor: todo nublado, un frío horrible, el pestazo a carburante quemado era inaguantable, bocinas se escuchaban de un lado a otro. Creo que él y yo teníamos conceptos distintos en nuestra cabeza.

—A la universidad —me limité a decir—, y la verdad que…

—¿A la universidad? Que guay —me interrumpió el rubio —. ¿Y qué estudia?

—Astronomía —respondí secamente.

—Gua amigo eso es realmente interesante —habló ahora el moreno—. Tienen que ser una disciplina realmente fabulosa, el poder conocer todo lo que existe en el exterior. Todo lo que nuestro creador nos ha dado.

Ya empezamos.

Respiré profundamente, para serenarme, aquí era cuando mi fuero interno se dividida en dos, por un lado, el Mark que podía soltar una respuesta para nada agradable que ofendería y por el otro; el Mark que era mucho más respetuoso con las creencias de los demás. Normalmente intentaba mantener al primero a raya… si eso.

—Aja —fue lo único que puede responder.

—Sí, porque verá amigo, no sé si ha percatado, a lo mejor se ha fijado por nuestra apariencia, pero nosotros somos misiones —explicó el rubio.

«Coño que sí se quienes sois, los terceros en menos de dos meses ya… relájate Mark»

—Nosotros nos encargamos de transmitir la palabra de nuestro señor Jesucristo —continuo el moreno para comenzar a buscar algo en su mochila—. Mediante esto, nuestras sagradas escrituras —me mostro el pequeño librito forrado en cuero negro y con letras doradas «El Libro de Mormón, otro testamento de Jesucristo»—, ya que nosotros creemos que Jesucristo tiene un plan para todos nosotros, que la gente hoy en día se enfrasca en cosas que son minoritarias por las cuales sufren, que son incapaces de ver el verdadero plan que Dios tiene para nosotros. Un destino que ya viene escrito, pero que somos incapaces de ver.

Inevitablemente giré la cabeza para mirar a la chica que tenía a mí lado, arqueé una ceja mientras me cruzaba de brazos. Esta rápidamente se puso a hacer señas nerviosas de que aquello no tenía nada que ver con lo suyo.

—Nosotros lo hemos sentido, hemos podido ver que es así y por eso queremos que los demás también puedan verlo —dijo el rubio—, seguro que tú, amigo, en tu día a día lo has podido sentir o darte cuenta, de que todas las cosas que te han pasado han sido así porque tienen un sentido, un fin en sí mismas.

—Si es así entonces vuestro Dios es un grandísimo hijo de puta —espeté secamente, sin procesarlo si quiera. No puede evitarlo, ellos tampoco tenían la culpa, pero habían tocado una tecla que no debían.

El silencio lo ahogo rápidamente, los bonachones chavales se me quedaron mirando con los ojos abiertos hasta más no poder, Eileen se había cubierto la boca con ambas manos a la vez que también miraba todo con extrema sorpresa. Ninguno se lo había esperado.

Volví a suspirar para pasarme las manos por el pelo. Joder. Me había pasado tres pueblos, lo reconozco.

—Mirad chicos, os voy a ser sincero, tenéis toda la pinta de ser majísimos, pero no intentéis colármela que no sois los primeros y desgraciadamente para mí, los últimos, que me soltáis todo este rollito... Normalmente intento ser lo más amable y educado posible, pero llevo una mañana un tanto complicada y tengo cosas que me urgen; lo menos que quiero ser es grosero con vosotros. Ya me conozco todo lo que viene a continuación, no os voy a dar mi número para que quedemos otro día y charlemos acerca de vuestra religión, no quiero contactar con otros compañeros vuestros, no quiero folletos de información. ¿Ha quedado claro?

Ambos asintieron.

"¡Estupendo! Que tengáis un bonito día. Adiosito.

Y después de un irritante tono falso sin más seguí mi camino, pero mi camino distaba mucho de ser tranquilo.

—Mark —nuevamente mi consciencia decidía hacer apto de presencia—. Eso ha sido muy rudo de tu parte"

—Eileen me temo que así son las cosas.

"Pero un elegido de la llave espada tiene que ser alguien bondadoso y amable, dispuesto a escuchar y ayudar a los demás.

No puede evitar comenzar a reír hasta que el estómago me dolió.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó mosqueada.

—Esos elegidos que mencionas tienen que estar en sus horas más bajas si de verdad me han escogido a mí para que haga todo eso.

—Es cierto que no eres el prototipo ideal —¿debía de darme por ofendido? —. Pero a pesar de todo si te han elegido, si Selah quiere que tú seas su portador, es porque entonces vio algo en ti que te hace especial.

—Menuda gilipollez —dije mientras le echaba un ojo al móvil sin prestarle atención.

—Oh vamos Ferguson, al principio cuesta asimilarlo, pero ya verás lo confundido que estás… lo único que tienes que hacer es tomar la llave espada y aceptar —y aquí volvíamos de nuevo a lo mismo. El día iba a ser bastante largo por lo que estaba viendo y lo menos que tenía era ganas de seguir escuchando el rollo de aceptar mierdas.

Sin más me detuvo para girarme y quedar frente Eileen.

—¿Ocurre algo? —preguntó esta, a lo cual yo negué para sin más tomarla por la cintura y alzarla. No pesaba casi nada.

—¿Qué haces Mark?

—Te voy a ser sincero Eileen, la última vez que acepte una proposición de este estilo casi acabo convirtiéndome en estrella porno —confesé mientras la cargaba.

—¡¿Qué dices?! —se quedó anonadada mientras nos movíamos.

—En realidad no fue casi, hubo un video mío circulando por ahí, pero no hay nada de qué preocuparse ya que me encargue de esfumarlo, además este secreto queda entre tú, yo y el contenedor.

—¡Qué!

Y antes de que pudiese decir o hacer algo, pisé de forma contundente la palanca y nada más abrirse la tapa la tiré dentro con todo y espada, mientras gritaba de la sorpresa. Una vez que volvió a cerrase me limpié las manos y seguí con mi trayecto tranquilamente. Adentrándome finalmente en la boca del metro.

Pasados unos segundos el contenedor volvió a abrirse y de este salió Eileen que se apoyó en el borde mientras se quitaba restos de basura, para acto seguido mirar por donde se había ido Mark. Esta inevitablemente sonrió.

—Este chico es el adecuado, lo presiento —dirigió su vista a la espada que tenía entre sus manos—. Tal vez por fin hayamos dado con alguien que sea capaz de traerle de nuevo a la luz.

Entonces las escrituras que cubrían a Selah comenzaron a brillar en respuesta a la chica.

{…}

Había logrado llegar milagrosamente a una de las estaciones de ferrocarril y para mi suerte ya me encontraba de camino a la facultad, ojeaba mis redes tranquilamente, ajeno como era habitual a todo lo que pasara a mi alrededor. La verdad era que no podía quitarme de la cabeza todo lo que había pasado.

Cuanto menos surrealista.

Aun así, mentiría si no dijese que todas aquellas sartas de locuras que había soltado el duendecillo se habían hecho un hueco en mi mente, lo de elegido de la llave espada, me estaba taladrando el cerebro; por lo que presa de mi curiosidad me fue imposible evitar comenzar a buscar cualquier cosa sobre aquello. Pero lamentablemente en Google no había registro alguno de algo que tuviese que ver con el termino elegido de la llave espada o en sí lo que era una llave espada, ni si quiera halle alguna de esas sectas disfrazadas de organizaciones espirituales. Lo cual en cierta forma era positivo, o al menos eso creía.

Pero aun así no sabía por qué le estaba dando vueltas a un asunto que obviamente era producto de mí imaginación, de mi mente que todavía estaba atravesando las secuelas de lo vivido en el observatorio. Seguro había algún daño que había aparecido. «No sé para qué demonios pierdo el tiempo en todo esto cuando lo primordial sería contactar a Capafons para que me mire el cerebro»

«Porque he despertado en ti curiosidad» escuché como decían dentro de mi cabeza con tono de satisfacción.

Rápidamente volví en sí, abriendo los ojos de par en par y maldiciendo internamente miré a mi izquierda, en el asiento contiguo al mío estaba la maldita Eileen, a escasos centímetros; con cara de gozo. Me miraba casi como si supiese que había cometido un pecado. A la vez que movía sus cejas de arriba abajo velozmente.

—Aléjate —mascullé para estamparle la mano en la cara y empujarla lejos de mí.

—Que bruto eres chaval —se quejó mientras se acomodaba su cabellera.

—¿Dime exactamente qué tengo que hacer para librarme de ti? ¿Qué quieres de mí? —pregunté exasperado.

—Aceptar tu destino —sentenció mientras se sacaba de la manga la bendita espada y me la ponía cerca de la cara.

Yo la aparté rápidamente, esta chica me estaba tocando mucho las pelotas.

—En tus sueños, maldita mierdecilla"

Entonces pude ver como la señora que estaba delante de mí tomaba sus cosas rápidamente para así marcharse lejos de ahí.

—¿Qué demonios? —observé confundido el recorrido que hacía alejándose lo máximo posible de mí como si tuviese la peste.

—Por si no te has dado cuenta eres el único que puede verme, a los ojos de esa señora parecías un pobre chico demente que estaba discutiendo con un sillón vacío.

Cuando dijo aquello pude sentir como mis mejillas ardían, sin más me acomodé en mi asiento, tenía que controlarme, lo que menos necesitaba ahora era que pensaran que tenía algún tipo de brote esquizofrénico. Por lo que lo único que me quedaba era ignorar a la insoportable chica que no paraba de hablar sobre lo alucinante que era el transporte público.

Pero no tardó en molestarme, frente a mí podía ver las señas que hacía, por lo que me quité un auricular

—¿Qué escuchas? —preguntó por incontable vez, metiendo las narices en mí móvil.

Le pasé los casos, recibiéndolos ciertamente emocionada, para rápidamente ponérselos, pero cuando vio que nada sonaba se me quedo mirando sin comprender qué pasaba. No pude evitar sonreír. Y sin más active la música.

Jamás había visto alguien poner una cara así cuando el estribillo sonó, era una mezcla de sorpresa y emoción, Einstein tuvo que ponerse así cuando creó la teoría de la relatividad.

—Oh-Dios-Mío… ¡Me encanta! —gritó a toda voz mientras se ponía a bailar en su asiento—. ¿De qué va?

Yo le hice una señal para que se los quitara.

—De dos chicas que tienen una relación, pero una de ellas todavía no acepta que ama a alguien de su mismo sexo; por lo que sale con un chico, pero a la vez sigue con la otra. Entones esta, harta de que estén jugando con ella, básicamente le pregunta si todo esto es enserio ya que tiene curiosidad.

—¡¿De veras?!" —preguntó conmovida. Le hice una señal para que se los volviera a poner y di al play; Eileen guardó silencio para concentrarse en la letra—. Es cierto creo que… ¡Puedo sentir a la chica esta Mark!, sus sentimientos en cada una de las letras, esta canción es preciosa.

Yo no puedo evitar reír. ¿No era que no era lesbiana? Y eso amigos míos es el poder de la música.

Eileen me conmovía, jamás había visto a alguien con esa alegría desbordante, esa emoción e ilusión. Alguien tan luminoso como diría Sara. Una entre un millón.

Por lo que sin darme cuenta yo me vi contagiado, momentáneamente, por su luz y como si fuésemos amigos de toda la vida le pedí un auricular y ambos nos encontrábamos cantando la canción.

"If you let him touch ya, touch ya, touch ya, touch ya, touch ya, touch ya (yeah). The way I used to, used to, used to, used to, used to, used to (yeah). Did you take him to the pier in Santa Monica? Forget to bring a jacket, wrap up in him cause you wanted to? I'm just curious, is it serious? I'm just curious, is it serious?"

(*****)

Entre en el despacho seguido de Dobby, para mi suerte no estaba Sara, el chino o alguna de aquellas serpientes con las que compartía espacio; por lo que podría hablar con ella sin miedo a que alguien pensara que finalmente se me había ido la olla. Algo muy común entre los físicos, por cierto.

—Muy bien, dado que no me voy a poder librar de ti y visto que tú no tienes intenciones de despegarte de mí culo, vamos a intentar mantener la fiesta en paz ¿He sido claro?" —ella asintió—. ¡Estupendo!

Tomé una silla del despacho patera en el que nos tenían metidos a todos los doctorandos para llevarla hasta un rincón desocupado de la habitación. Una vez que la coloqué le hice una seña para que se acercara y entonces le pedí que se sentara, a lo que ella accedió.

—Muy bien te quiero sentadita aquí, en silencio, y ni se te ocurra ponerte a curiosear ¿Entendido?" —volvió a asentir, pero por la forma en la que me miraba o prestaba atención, tenía el presentimiento de que estaba haciendo oídos sordos. Si pudiese entrar en esa cabecita disfuncional y averiguar que está pasando por su mente.

Sin más me fui hasta mi mesa para encender el ordenador y comenzar a analizar aburridos datos, de vez en cuando le echaba un ojo, la verdad que era un espécimen cuanto menos peculiar. Verla ahí meciendo sus pies mientras miraba desinteresada a la nada, perdida en sus pensamientos, para de vez en cuando mirar hacia mí y sonreír antes de volverse a perder en sus pensamientos.

Era realmente curiosas las cosas que podía llegar a idear el subconsciente.

Se suponía que hoy iba a renunciar, pero veme aquí, analizando datos como si nada hubiese pasado. Por la boca muere el pez, ¿no? Esa era mi intención, pero fue poner un pie en el edificio y, de pronto, sentirme angustiado con aquella idea. Siempre había tenido mis objetivos muy claros, incluso el margen de error, pero constantemente apuntaba en una dirección. El ir a la deriva era algo que no concebía.

Menos aun perder tiempo, si algo me aterraba al mismo nivel que la muerte, era el perder tiempo.

De pronto un correo de la decana entró en mi bandeja, con cierto temor, lo abrí para comenzar a leerlo; en este me informaba que dado los repentinos acontecimientos se había producido un cambio en mi tutelaje, mi actual directora estaba en la obligación de excederse para recuperarse, por lo que otros miembros del departamento habían comentado su entusiasmo por tutelarme. Me había hecho una lista con los nombres de aquellas personas, para que me lo pensara y decidiera con quien irme. De pronto me sentía en «La Voz». A su vez, me comentaba que mientras las cosas se solucionaban, estaba al completo cargo de la docencia del alumnado, que confiaba en mí y sabía que iba a ser un trabajo excelente como siempre.

Entonces recordé que la evaluación de aquellos pequeños hijos de puta era hoy, rápidamente miré la hora y suspiré al ver que todavía tenía tiempo.

Volví a leer el mensaje, sin creérmelo, ¿aquello era una señal? ¿Los astros se habían alineado en mi favor? Estaba todavía a cuadros… aquello era una buena noticia, una en mucho tiempo. ¿El sendero estaba iluminándose? No lo sabía.

Solo que venía con la idea de hacerles «Thank you, next», pero aquello se había esfumado.

—¿A qué viene esa sonrisa? —escuché a mi izquierda. Salté en mi asiento para rápidamente echarme a un lado, me llevé la mano al pecho, intentando calmar mi corazón. Eileen había aparecido infraganti. Miré a donde la había dejado y de nuevo a donde estaba. Varias veces—. ¿Cómo?

—Soy un fantasma por así decirlo, el tiempo y el espacio no funcionan igual para mí"

—Sí claro y yo soy Ariana Grande sin coleta.

—Deja de ser tan sarcástico, es verdad.

—Y tú no sabes lo cansino que es discutir con una alucinación derivada de un daño cerebral.

—¿Todavía sigues con eso del daño cerebral? Si a ti eso te sirve colega, por mi guay… pero yo mejor que nadie sé muy bien lo que soy, es una historia un tanto larga; pero te la podré contar una vez que acept…"

—No empieces anda —la corté, cansado ya de todo aquello mientras me levantaba, tomaba mis cosas y me disponía a salir.

—¡Espera! ¿A dónde vas?

Pero no le di tiempo que me siguiera ya que rápidamente cerré la puerta del despacho con llave, no sé si aquello funcionaria, pero algo era algo. Sin embargo, nada más darme la vuelta para irme vi a esta, atravesando tranquilamente la pared.

—¿Acaso sabes lo maleducado que eres?

—Señor llévame pronto —mascullé para ponerme a andar.

—¿A dónde vamos?" —preguntó aquel incordió errante.

—A cumplir con mis obligaciones.

—¡Vas a aceptar! ¡Sí!

—No.

—¡Qué! ¿Pero cuáles son esas obligaciones tan importantes entonces?

—Mi horario laboral ¿Te parece suficiente?

—Ya no bebé, la vida me está dando una nueva oportunidad y pienso aferrarme a ella como buena cucaracha.

La puede escuchar de fondo quejarse, puede alcanzar a oír «cómo era posible, el universo en peligro y yo preocupándome por cosas banales»… como se nota que nunca ha tenido que pagar el alquiler… bueno yo tampoco, pero me gustara aparentar ser clase obrera.

—Eileen esta vez voy a ser yo el que te lancé por una ventana —le advertí mientras esperaba al ascensor. Pero esta seguía dando el coñazo. Yo aguantaba pacientemente mientras seguía con aquel incordió detrás de mío, hasta que, como viene siendo habitual en mí, me cansé—. A tomar por culo.

Sin más la volví a agarrar para lanzarla por la barandilla del puente, debería sentirme mal, pero luego recordaba que cuatro plantas más abajo, la volvería a ver y entonces se me pasaba. Una vez en el hall fui hasta la conserjería donde pedí el el gran tocho de exámenes que tan amablemente mí exdirectora —exdirectora qué bien sonaba aquella palabra— había dejado preparado con antelación, antes de que su cuerpo se plegara en múltiples formas, para dar las gracias e irme, sin embargo, como era habitual, nada más darme la vuelta la tenía delante.

—Anda tú por aquí, qué raro.

—¿Te parecerá bonito? —me miraba acusatoriamente con los brazos cruzados, esperando una respuesta—. Ya es la tercera vez hoy que me acabas lanzando.

—Sí, me lo parece y mucho —respondí a su pregunta, para después aclarar—. Han sido dos. La primera vez te recuerdo que fuiste tú solita.

—Pero no lo tendría que haber hecho si tu no hubieses lanzado la espada, así como si nada, tú sabes si quiera lo delicadas que son.

—No, pero tampoco es que me importe mucho.

Empujé la puerta para salir con mi espectro particular detrás comiéndome la oreja con lo insensato que había sido por mi parte la manera en la que había actuado.

Y pensar que ni si quiera era mediodía todavía.

{…}

Entre en la clase y rápidamente el barullo se convirtió en silencio, dejé caer el inmenso tocho de papeles sobre la mesa, el fuerte estruendo que resonó por todas partes hizo que muchos rostros se asustaran. Los observaba sonriente, con diversión; a diferencia de ellos a mí, los cuales estaban expectantes.

—¿Os sorprende que siga vivo? —sus caras fueron un poema para mí—. No os voy a engallar, a mí también.

Tomé el tocho y bajé de la tarima para comenzar así a repartirlos.

—Os podría decir todo eso de que es fácil y que si has estudiado no tienes de que preocuparte, pero si algo me gusta ser es honesto; el examen es difícil… jodidamente difícil —normal, lo había hecho yo en aquellos días que experimente lo que era la esclavitud moderna y no había sido precisamente considerado. En mi cabeza el pensamiento de si «caigo yo, ellos lo hacen conmigo» estuvo presente todo el tiempo que lo preparaba.

Empecé a escuchar murmullos y quejas por la clase, me detuve un momento y di un fuerte silbido.

—Silencio en el gallinero —ordené—. Señoras y señores, estáis aquí para convertiros en profesionales así que os vamos a tratar y evaluar en función de ese criterio, no estáis aquí para que os vengan a regalar la nota. Para eso están las privadas —algunas risas se escucharon por el aula—. El mundo que está fuera de estas cuatro paredes no tiene nada que ver, la realidad es más puñetera de lo que pensáis y si os tratamos como niños pequeños jamás estaréis preparados para lo que se os va a echar encima —terminé de dar el último examen para comenzar así a bajar—. No os voy a decir que ánimo y mucha suerte —una vez abajo mirando directamente a todos aquellos asustadizos ojos dije claramente—. Demostradme que lo valéis, que no estáis calentado simplemente un asiento, por lo que podéis darle la vuelta a vuestro examen. Tenéis dos horas.

Nada más acabar pude escuchar una serie de aplausos a mis espaldas, era Eileen que me vitoreaba desde la mesa emocionada. Yo no pude evitar reír mientras negaba antes de ir hasta donde estaba ella, tomando asiento en una de las esquinas, para observar el panorama.

—¡Mark eso ha sido increíble! Al principio pensé que solo ibas a molestar a esos niños, pero más lejos de la realidad, tu discurso ha sido altamente inspirador.

—Gracias —«supongo».

—Lo sabía, sabía que eres el indicado para esto.

—Lo que tú digas —reste importancia a sus palabras.

De pronto la puerta fue abierta de par en par.

—¡Muy bien putitas mías! —se escuchó a toda voz—. Espero que hayáis traído vaselina porque la follada que os van a meter va a ser estelar, espero que ninguno tenga los ovarios de copiar porque lo sabré ¡hombre que si lo sabré! Y como os pille… —esta se río emocionada—. Prefiero no haceros spoilers.

Eileen y yo nos miramos sin dar crédito a aquello, entonces Sara se dio cuenta de mi presencia y se sorprendió.

—¡Oh! Tú por aquí, pensaba que ibas a dimitir.

—La decana me dijo que otros profesores quieren tutelarme, por lo que creo que me voy a replantar esa decisión.

Esta aplaudió emocionada, mientras se acercaba para tomar asiento a mí lado, para acto seguido abrazarme.

—Ves, te lo dije, todo es una cuestión de tiempo. Las cosas siempre se acaban dando.

—Sí… una preguntita —entonces le hice una señal para que se acercara le iba a hablar bajo—¡¿Dónde cojones estabas cuando hicimos aquel curso de formación de personal universitario?!

—De rave.

—Era una pregunta retórica.

—¿Seguro? A mí me ha parecido que no. A ver si aprendemos a hablar mejor.

—No vamos a discutir eso ahora… el caso, ¡tú has visto pedazo animal la burrada que has cometido!

—¿Qué? Pero si es una de las competencias del profesorado, motivar al alumnado, y eso es lo que he hecho. Les he motivado a no copiar —me respondió con una obviedad con la que era imposible luchar.

—Sabes qué, déjalo, no voy a entrar en eso —me sonrió victoriosa—. A todo esto ¿qué haces aquí?

—Marksito de mi corazón —pude escuchar como Eileen se carcajeo a mis espaldas—. Antes de saber este repentino cambio de idea, sabía que esto que estabas a punto de afrontar iba a ser difícil y necesitarías ayuda, sobre todo por el hecho de renunciar a tu puesto sin avisar con antelación. Que da igual porque con la pasta que tienes eso se resolvía fácilmente.

—Sara.

—Bueno, que quería evitar dolores de cabeza y como Sara sabía que hoy había un examen he decidido venir a vigilarlo, recuerda que tenemos ese vínculo especial que nos une. Hemos follado.

—¡Pero a ti no era que te iban los tíos! —escuché decir a Eileen.

«Simplemente fue sexo» pensé. Sabía que Eileen podía escuchar mis pensamientos.

—Pero… es que… ¡pero Mark! —me aguanté las ganas de reírme, la pobre estaba colapsando. Se ve que esto no se llevaba entre sus queridos Portadores.

«Ay Eileen todo lo que tienes que aprender todavía, el sexo es solo sexo. Da igual con quién sea»

Después de aquel pequeño contratiempo, la cosa regreso a una relativa normalidad, Sara y yo hacíamos comentarios del alumnado, quién creíamos que valía de verás, obviando por completo el tema de notas. Si te fijabas bien, por sus rostros y miradas, podías saber quien de verdad estaba dispuesto a luchar por alcanzar su objetivo.

Mientras lo hacía no pude evitar pensar en las palabras de Sara, ella tenía razón, yo también tuve en ese momento aquella mirada, aquel brillo en los ojos, una llama en el interior que me hacía esforzarme y no tirar la toalla; pero que, a pesar de todo, acabo consumiéndose y más triste era cuando hace nada yo había estado en aquel otro lado. Sin embargo, ahora, tenía una nueva oportunidad ¿no? Sin embargo, a mi mente no vino ese correo esperanzador, sino cierta canija no paraba de recorrer la sala observando a los alumnos, y la curiosidad volví a perturbar mi mente, su propuesta volvía a llamar a la puerta. Pero rápidamente la hice a un lado, centrándome en lo verdadero, lo que no era una ilusión.

Entonces me acordé de que todavía no había llamado al doctor.

—Sara, puedes vigilar al gallinero un momento, tengo que hacer una llamada"

—Sin problema, tú déjale en mis manos, la Führer lo tiene todo bajo control.

Puse los ojos en blancos mientras negaba, antes de bajarme de la mesa y salir de clase, una vez fuera tomé el móvil y marqué, me apoyé en la pared mientras esperaba a que cogiesen del otro lado.

—Buenos días, con el doctor Capafons… verá soy un paciente suyo, me dijo que, si tenía dolores de cabeza, alucinaciones o que sintiese que si algo iba mal que me pusiera en contacto con él…. ¿no se encuentra? Y ¿sabría decirme cuándo estará disponible?... ¿cómo que no se encuentra en el país? ¿cómo que Finlandia?... Qué se ha tenido que ir por una operación importante… ¡¿Cómo que no va a regresar hasta dentro de dos semanas?! Será una broma —aquello no podía estar pasando—. Señorita yo lo entiendo perfectamente, pero qué se supone que voy a hacer yo hasta entonces, ¿entablar amistad con las voces de mi cabeza?

Aquello era para mearse de la risa y no echar gota, no me preocupaba el hecho de que a lo mejor había algo dentro de mi cabeza que estaba roto sino el hecho de que si para dentro de dos semanas con suerte no me había muerto a causa de un derrame iba a tener que aguantar a Eileen dándome el maldito coñazo. Por ahí sí que no estaba dispuesto a pasar.

Bufé para entrar nuevamente en el aula, Sara se divertía pasando alrededor de los alumnos para intimidarlos, sin reparar mucho en ello volví a tomar mi asiento para cruzarme de brazos y pensar en un plan b. Pero varios minutos después no tenía nada en la cabeza y, además, tenía que tener cuidado con lo que se me cruzara porque tenía al «Hermano Mayor»… bueno no tan mayor, observándome.

El bolsillo de mi pantalón había vibró y al mirar las notificaciones observé aquel grupo de Telegram en el que me habían obligado a meterme con otros doctorandos.

—Solo estoy en ese grupo por el show —dijo Sara al tiempo que se unía a mí—. Aunque ya de eso hace mucho, las cotufas que comía con las que se montaban cuando ponían a parir a sus directores.

—Hasta que se lío la que se lío.

—Sigo sin saber quién filtro aquellas conversaciones —no pude evitar mirarla—. ¡Ya te dije que no fui yo! ¿Cómo iba a sabotear mi reality favorito?

—Aja —lo sabía, fui yo. Pero eso era algo que me llevaría a la tumba.

Observaba la conversación que tenían entre ellos sobre temas burocráticos hasta que una persona que conocía de un par de encuentros habló y una idea me vino a la mente.

—¡Eso es! —si Mahoma no va a la montaña, la montaña viene a él. ¿Era así? Ahora no me acuerdo… da igual soy millenial.

Me incorporé para buscar a mi amiga, pero no pude evitar quedarme petrificado, ya que esta estaba muy cerca de Eileen, observándola fijamente, curiosa, mientras que la morena estaba completamente inmóvil, con cierta expresión de pánico. Sin perder más el tiempo, me acerque disimuladamente a ella, para hablarle como si nada pasara.

—¿Ocurre algo? —pegunté tranquilamente, intentando mantener las apariencias. Sin embargo, esta no me prestó atención, Eileen comenzó a sudar y yo también, cuando Sara empezó a mover la cabeza, para escrutar mejor con la mirada la presencia que había delante de ella —¿Sara? —volví a llamarla, esta vez mi voz salió algo temblorosa.

El silencio hizo acto de presencia durante unos segundos que para ambos fueron eternos, sin embargo, me permití respirar aliviado cuando esta lo dejó estar y se centró en mí.

—¿Ocurre algo Mark?

—No nada, simplemente te vi ahí observando la nada y me preocupé.

—Ah eso, ni le prestes atención, simplemente me quede atontada en mis pensamientos"

—Vale —actúe como si le restaba importancia al asunto, lo que menos necesitaba era darle más vueltas—. Sara, será que puedes hacerme un favor, necesito ir a un sitio urgentemente y me preguntaba si…

—¿Hacerme cargo de estás pequeñas putitas? Mark por favor, claro que puedo, hoy por ti mañana por mí"

—Muchas gracias Sara, te juro que te la devolveré

—Con una rebaja de la deuda del congreso apocalíptico me vale.

—¡Echo!

Sin más me di la vuelta y salí de ahí a toda velocidad, seguido por Eileen.

—¿No era que solo yo te podía ver?

—Y es así… al menos eso se supone.

—Pues eso de hace un momento no me lo dejó todo tan claro.

—No es culpa mía, tu amiga es muy rara.

—Cuéntame algo que no sepa ya… menudo fantasma de pacotilla eres si la gente te puede ver.

—¡Mentira! ¡Retíralo!

Y así ambos seguimos nuestro camino discutiendo.

Sin embargo, lo que Mark no vio, era que antes de que este se marchara Sara sonrió al verlo irse acompañado de aquella presencia, no tenía claro qué era exactamente, pero sabía que alguien más había ahí. Desde que entro la pudo sentir. Alguien cuya aura era pura, que estaba llena de luz.

Sonrió, ya que sabía que aquel ente que acompañaba a su amigo sería una pequeña estrella en el oscuro sendero en el que hace mucho Mark se había perdido.

Él estaba destinado a hacer grandes cosas, tenía las capacidades para ello, simplemente tenía que cerrar los ojos.