Chapter 5.
(Into the blue)
—Entonces, para que me quede claro —recapitulo mientras apoyaba los codos sobre la mesa y juntaba las manos. Una chica de unos veintiocho años, piel morena, profundos ojos negros, de finas facciones, brillantes rizos negros, la cual vestí con la elegancia que se esperaba del personal investigador; estrechó la mirada haciéndome tragar con pesades—. Has irrumpido en mi despacho como si fuese tu casa, interrumpiendo mi horario de tutorías sin ni siquiera importarte que tuviese un alumno.
—Para que conste espere diez minutos por fuera y podía escuchar todo de lo que hablabais; siendo sinceros reconforta saber que en física las nuevas generaciones no son las únicas que están perdidas. Veo que en medicina tampoco se salvan —una sonrisa divertida se dibujó en mi rostro—. En lo que a mí respecta te he hecho un favor, sacando a ese poseso de aquí.
Sin embargo, como respuesta recibí una mirada seria acompañada de una ceja que se arqueaba, por lo que rápidamente me callé y acomodé mi postura. De un solo «cejazo» me había quitado la chulería.
—Hiciste que ese alumno se fuese cuando es algo que tiene por derecho —continuo, dejando ver que le daba igual todo lo que dije—. Te sentaste aquí para comenzar a decirme que hace poco tuviste un accidente y como consecuencia estuviste unos días en el hospital ingresado en un estado comatoso —yo no lo hubiese llamado así—, cuando despertaste todo parecía normal, sin embargo, me comentas que comenzaste a oír voces y que al poco esas voces se materializaron en la figura de una chica india, vestida como si fuese un personaje de videojuego japonés; que ahora mismo se encuentra sentada en la silla contigua a la tuya —señalo al espacio vació para sus ojos al lado mío—. Y me dices también que esa chica que se te aparece te habla y te dice que el destino del universo está en peligro y que la única forma de salvarlo es que tú aceptes algo llamado «Llave Espada»
—Hombre… dicho así suena un poco violento.
Sin embargo, nuevamente ignoró mis palabras para continuar relatando los hechos.
—Para luego comentarme que el médico que te atendió está fuera del país y que por esa razón has venido a mí; para que dejase la importante investigación que estoy haciendo, que paralice el servicio de resonancia adscrito a la facultat y emplear una máquina de más de tres millones de euros (que pagan los ciudadanos) contigo y ver si hay algo en tu cerebro que esté mal.
«Más que esté mal yo diría si algo que me pueda matar en cualquier momento»
—Vale… otra vez, sé que suena un tanto descabellado…
—¿Tú crees?
—¡Por favor Leig-Anne! —tocaba arrastrase si quería que esto saliese adelante, «modo cucaracho activado»—. Eres la única opción que me queda, no puedes dejarme desamparado, tienes que hacer esto no sólo por el juramento hipocrático que hiciste sino también por el lazo que nos une como las jóvenes promesas de la UB.
—¡Pero tío si apenas te conozco! Esto me pasa por querer ser buena y ayudar en ese maldito grupo… además puestos a atender a mi juramento, el cual nunca he hecho porque que esté adscrita a la facultad de ciencias de la salud no significa que sea médica, ahora mismo ese culito tuyo estaría metido de lleno en uno de los habitáculos de internamiento de la planta de psiquiatría.
—¡Qué! ¡No!
—Ponme a prueba —me retó señalando el teléfono que tenía al lado.
Ambos nos quedamos mirando fijamente, retándonos.
—Vamos —me alentó—. Dame metralla para la ficha, que las crisis de histeria están a la orden del día.
—Mark, llevas las de perder —me susurró Eileen.
«Como buena cucaracha que era el plan daba un giro de ciento ochenta, ahora tocaba arrastrarse, pero hacia la salida»
—Sin embargo —habló sacándome de mis pensamientos.
—Sin embargo ¿qué?
—¡Te voy a ayudar! —quedé descolocado ante el rápido cambio de expresión, de la mayor seriedad a la diversión.
—Espera… ¿Qué?
—Que te voy a ayudar pelirrojo de bote —se acomodó en su asiento.
—Pero si estabas…
—Ya, sí, eso… me estaba quedando contigo —para comenzar a reír. Eileen y yo nos miramos por un momento—. La verdad es que últimamente estoy muy aburrida, la investigación de la tesis está siendo sumamente tediosa y no todos los días se presenta una oportunidad como esta.
—¿Qué clase de oportunidad? —arqueé una ceja.
—Siempre he tenido curiosidad de comprobar empíricamente si todos los físicos estáis como una regadera —asentí en consonancia, la verdad es que no la culpo, yo he pensado lo mismo de mí gremio—. Por lo que vamos.
Esta se levantó animada, invitándome a mí a hacer lo mismo. Una vez de pie, Leig-Anne tomo sus cosas.
—Por aquí.
—¿La máquina no estará ocupada? Ya sabes, muchos pacientes.
—Eso es lo que os hacemos creer —reveló antes de salir.
—Estas nuevas generaciones sí que son extrañas —comentó Eileen a mi lado, mientras le seguíamos el paso a la chica que iba extrañamente emocionada.
—Yo creo que directamente el doctorado nos tiene a todos en alguna especie de delirium todavía no diagnosticado.
—Venga Mark que es para hoy —me apuró ya dentro del ascensor.
—Por curiosidad. ¿Qué esperas encontrar exactamente? —le pregunté una vez que ingrese en la cabina—, yo me hago una idea, pero tú…
—No sé, ¿alguna activación anormal de tus sistemas cerebrales?
—¿Un derrame?
—Esa también es una opción, aunque menos probable.
—¿Por?
—Caminas bien, hablas bien, oyes bien, percibes bien las cosas.
—¿Cómo estás tan segura?
—Cierto… ¡¿qué demonios es eso?! —gritó para señalar algo encima de mi cabeza.
Me revolví desesperado en mi posición, para saltar lejos de ahí todo lo rápido que podía y pegarme a una de las esquinas, mis ojos buscaban desesperadamente lo que había señalado, pero no había nada. Comencé a sentir un hormigueo por todas partes, haciendo que me frotase agobiado por todas partes en busca de algo que pudiese habérseme subido. Pero nuevamente, nada.
Una risilla del otro lado me trajo de vuelta.
—Tú simple reacción me deja ver que estas bien, si hubiese sido un derrame no estarías «tan completo» por lo que descartado.
Jo. Y de paso, hija de puta.
—Gracias —mascullé.
—A todo esto, ¿tú no eres el tutelado cuya directora voló por los cielos el día que casi reurbanizan la ciudad?
Rápidamente mi semblante se tornó malicioso.
—¿Quieres ver fotos?
Había olvidado mencionar el «book» que le había hecho a la perra esa el día que fui a visitarla, por no mencionar que Sara, no sé cómo, se había hecho con las grabaciones de ese día. Se podía ver a la perfección el arco que hacía al despegar y elevarse a los cielos. Algo bueno había que sacar de todo aquello.
—Estás tardando.
{…}
—Muy bien Mark, permíteme que lo termine de ajustar y empezamos —me dijo Leigh-Anne desde la habitación del otro lado.
Yo me encontraba ya listo, acostado sobre la plancha de acero, con la bata de hospital, mirado al techo.
—Seguro ¿qué quieres hacerte esto? —me preguntó Eileen, apareciendo en mi campo de visión, por su rostro podía ver que lo que estaba por pasar no le gustaba nada.
—Tranquila, esto es un procedimiento no invasivo y completamente seguro. Ya prácticamente es el pan de cada día en la medicina moderna.
—¡Se me olvido preguntarte! ¿No tienes ningún marcapasos verdad? — preguntó rápidamente por el altavoz—. Porque no quiero reventarte el pecho como un «alien».
Eileen palideció al oír aquello, cosa que me hizo ahogar la risa.
—Nada de nada —afirmé.
—¡Estupendo! Pues allá vamos.
Yo levanté mi pulgar, mientras miraba a Eileen de forma tranquilizadora, no había nada de qué preocuparse.
La plancha comenzó a moverse, por encima de mi cabeza podía escuchar fuertes ruidos, poco a poco fui siendo introducido en el gigantesco tubo, el interior era algo frio y poco iluminado, a pesar de los auriculares que me habían dado, todavía podía escuchar los fortísimos sonidos de la máquina.
—Muy bien Mark, vamos a comenzar, tu relájate y en nada habremos acabado.
«Suerte que no soy claustrofóbico» lo único que de verdad me molestaba era el estar sin poder hacer algo, normalmente yo era una persona con mucha energía que le costaba estarse quieta, detestaba perder o sentir que se iba el tiempo sin hacer nada; por lo que tener que estar metido sin poder invertirlo en nada era lo que en cierto modo me podía volver loco. Por lo que para poder sobrellevar mejor las cosas decidí cerrar los ojos y ponerme a meditar, nunca venía mal un poco de «mindfulness» y con el tute que llevaba mi mente, agradecería un pequeño parón. En la oscuridad, comencé a focalizar mi atención en la respiración, para así poco a poco ir dejando mi mente en blanco.
«Abre los ojos» escuché como me dijo una voz suavemente. Una voz que no había escuchado o al menos no reconocía.
Al hacerlo no pude evitar sorprenderme por una fuerte luz que incidió directamente en mí, cuando mis ojos se recuperaron del inesperado resplandor me di cuenta de que el techo de metal había sido sustituido por un azulado cielo con blancas y esponjosas nubes. Podía sentir la fresca brisa de la primavera en mi rostro. No solo el techo, sino también el diminuto espacio por un amplio callejón. Me incorporé un tanto confuso, para quedar sentado, miré de un lado a otro sin entender que ocurría. Finalmente acabé levantándome del todo, a lo lejos comencé a escuchar voces, por lo que curioso eché a andar, hasta la entrada donde nuevamente el contraste de la luz me obligo a adaptar mi visión.
Ya en el exterior, descubrí que me hallaba en una amplia calle de piedra con casas de un tamaño intermedio a ambos lados, la arquitectura era de un estilo medieval, aunque más adelantado para esa época. Principalmente por la falta de mierda en las calles. De pronto volví a escuchar aquellas voces, risas que provenían de mi derecha, cuyo origen eran unos niños que jugaban en la acera. Con cuidado de no espantarlos, me iba acercando a ellos con paso relajado para no espantarlos, sin embargo, aquellos niños no parecían importarle mi presencia, estaban muy enfrascados en sus juegos.
—Disculpad —hablé con la mayor amabilidad posible, cuando los tuve a una prudente distancia intentando captar su atención, pero estos me ignoraron. Me quedé un momento callado sin saber muy bien que hacer—. ¿Chicos? —volví a intentarlo, pero de nuevo no obtuve nada.
Por lo que decidí acercarme esta vez más, entonces se detuvieron en el acto y giraron sus cabezas hacia mí, haciendo que frenara en el acto y entonces hablar.
—Él te está esperando —dijeron los tres.
—¿Quién me está esperando?
Pero entonces los niños volvieron en sí para reírse y echaron a correr lejos de ahí.
—¡Esperad! —sin embargo, estos ya se habían ido.
Una vez que me había quedado solo, no pude evitar bombardearme a preguntas para las que no tenía respuesta, volví a mirar el solitario lugar en el que me encontraba, ¿dónde estaría? Quizás esa era la pregunta más importante de todas. Sin saber muy bien qué dirección decidí aventurarme y seguir el rumbo que los tres niños tomaron, recorriendo laberínticas calles perfectamente diseñadas simplemente guiándome por mi intuición, hasta que llegué a una intersección donde la cosa cambio. De pronto me encontraba en una sección que atravesaba lo que parecía ser una de las calles principales, de la ciudad. Abarrotada de comercios y personas, vestidas con pintorescos trajes del medievo, aunque con cierto aire celta. Que, a pesar de la familiaridad, me resultaba desconocido. Pero, quizás lo más llamativo de todo era el impresionante castillo que se alzaba en la lejanía, compuesto por un centenar de torreones que iban ascendiendo, de un lustroso blanco que casi parecía camuflarse con el amplio mar de nubes que surcaba el cielo a sus espaldas.
Casi podía sentir que estaba en un cuento de hadas.
Con cuidado de no ser atropellado por las carretas que pasaban por la calle, atravesaba el lugar moviéndome con relativa familiaridad por el lugar, que a pesar de ser desconocido sentía que no era nuevo para mí, que ya lo conocía, incluso que había estado ahí. Intenté varias veces comunicarme con las personas a mi alrededor, pero a pesar de que curiosamente hablábamos la misma lengua, ante sus ojos era completamente invisible. Ya que más de una vez intenté acercarme y entablar algún tipo de conversación, pero por más que lo quisiese nunca era capaz de ello.
No pude evitar detenerme frente a un charco de agua, para observar mi aparecía, seguía vistiendo las mismas ropas de antes, por no hablar de la intesidad artificial de mi cabello. Era llamativo que no pertenecía a aquel lugar y aun así era invisible.
Sin otra opción continue mi rumbo hasta llegar a una plaza en cuyo centro había un mercado atestado de ciudadanos que eran incapaz de percibirme, mi rumbo me había acercado más al castillo, en principio lo que pensé que era una distancia kilométrica no lo había sido. Porque no mucho tiempo después de la primera vez que lo vi ahora era capaz de apreciar la muralla externa y parte del terreno en el que sustentaba, una montaña de roca negra rodeada manchada por algún que otro pino.
Decidí aventurarme al mercado, no tenía mucho que hacer y tenía la suerte de que nadie me percibía o me consideraba una amenaza, por lo que con tranquilidad recorría los puestos cotilleando los productos que vendían. Hasta que escuché una voz que me llamó la atención.
—¡Doscientos giles por esa fruta pocha! Menuda estafa —refunfuño una chica por delante de mí. De pronto su voz había sobresalido por encima del barullo.
—Sobradaba la manera en la que lo llamaste si te soy sincero —respondió con tranquilidad una ronca voz que pertenecía al joven que iba al lado suyo.
—Pues que no se hubiese puesto como se puso por una crítica.
—Gab, que lo atemorizaste.
—¿Y cómo quieres que me ponga? No podía dejar que se me impusiera, ya lo veía venir con el comentarito de que «por ser mujer esto».
—No lo discuto, pero…
—El día que tengas vagina hablamos —no pude evitar reírme al oír aquello, me había recordado a Sara. Vi como le dio unas palmaditas en la espalda antes de sorprenderse—. ¡Tae! Mira eso.
La joven corrió a un puesto lateral, ocultándose entre los que observaban, siéndome imposible ver su rostro. Sin embargo, me había quedado un momento parado, aquel nombre, de pronto se sentía familiar.
—Tae…
No pude evitar repetir.
Pero esta vez mis palabras si causaron efecto, el joven al que correspondía aquel nombre se detuvo en seco y lentamente se dio la vuelta, para encararme. No podía ver bien su rostro de pronto, pero si pue percibir un brillo en sus ojos. Un pequeño destello entre las hondas que caían sobre su rostro.
—¿Pu-puedes verme?
Y para sorpresa mía asintió. De pronto el misterioso desconocido se dio la vuelta y echo a correr.
—¡Espera! —grité para así yo también correr detrás de él.
Era una persecución complicada para mí, debido al barrullo de personas que tenía que esquivar y apartar, aquel joven iba y venía en mi campo de visión, pero aun así era capaz de seguirle. Para mi suerte conseguí acortar distancia entre nosotros, por lo que comencé a gritarle que parase, pero este nunca me hizo caso. Maldiciendo hice un esfuerzo mayor para atraparle.
Y casi lo consiguió, pero cuando estaba a punto de ello, todo a mí alrededor cambio, de pronto el chico desapareció y con él la alegre aldea.
—¡Joder! —grité para frenar en el acto.
Había quedado a pocos centímetros del borde de un saliente, miré de un lado a otro, de nuevo confundido. Ahora me encontraba en lo más alto de una especie de habitación cilíndrica, bastante grande, hecha toda de piedra grisácea, con inscripciones en sus paredes; el techo tenía un gran agujero circular por donde entraba una torrencial lluvia que caía hasta inundar un pequeño estanque que ya no daba más de sí.
Por las constante luces y los truenos que se oían cada pocos segundos sabía que la tempestad estaba en su máximo apogeo. La temperatura había descendido enormemente, hasta el punto de que podía ver como el vapor salía de mi boca al respirar.
—¿Qué demonios es este lugar? —dije mientras lo observaba detenidamente.
Entonces escuché algo que me era familiar y que de nuevo había vuelto a helarme la sangre, era un grito, más concretamente gritos de aquel chico. El mismo que escuché la primera vez que corrí a través del puente. Ya sabía dónde estaba, en el interior de aquel misterioso templo.
—¡Ya voy! —grité con la esperanza de ser oído y sin perder más el tiempo comencé a bajar por la gran escalera de caracol circundante a la pared, corría con todas mis fuerzas, hasta el punto de que mis pulmones ardían, mi corazón palpitaba amenazante; pero esta vez no me pensaba rendir.
Esta vez no iba a llegar tarde.
Finalmente conseguí acceder a la parte inferior de la antesala, caminé hasta el centro para toparme con un colosal arco que daba paso a una inmensa cámara, un salón de piedra. Por un momento sentí como el corazón se me detuvo. En aquella sala iluminada tétricamente por varias antorchas, estaban congregados muchas personas, todas vestidas con túnicas que oraban de forma conjunta mientras aquel pobre chico, al que era incapaz de ver, gritaba de dolor. Los pelos se me pusieron de puntas, ante aquella siniestra mezcla de cantos gregorianos acompañados del chasquido que hacían gruesas cadenas de metal junto con los llantos de dolor.
A pesar de mi miedo no iba a permitir que me detuviera, por lo que corrí, cruce la extensa sala y cuando llegué a la mitad, comencé a gritar y a empujar a todos aquellos individuos. Aquello era frustrante, apenas podía avanzar, me veía aplastado y asfixiado. Por encima de todas las cabezas podía ver un espacio central, ahí tenía que estar él, por lo que con todas mis fuerzas seguí empujándome y abriéndome camino. Pero de pronto puede ver otra cosa, al otro extremo de la sala, a través de unos grandes ventanales que daban a un valle azotado por el diluvio, una luz verde se comenzaba a reflejar.
Sabía lo que aquello significaba.
—¡Mierda! —grité para empujar con más ímpetu, ya casi estaba sólo un poco más.
Sin embargo, ya era demasiado tarde, de nuevo volví a escuchar aquella sentencia, aquel último grito de resignación.
—¡No, no, no! —desesperado intentaba seguir avanzado, pero ya de nada servía, aquel chico de nuevo había vuelto a rendirse.
De pronto aquel espacio comenzó a brillar y en cuestión de segundos un poderoso haz de energía lo engullía todo.
—¡Mark! ¡Mark! ¡Mark! —escuché como me gritaban mientras me zarandeaban.
Abrí mis ojos a la vez que me levantaba agitado, para entonces toparme con Leigh-Anne a mí lado.
—¡Por fin has despertado! —expreso aliviada—. Comenzaste a agitarte por lo que rápidamente apagué la máquina.
—Estoy… de vuelta —mi respiración seguía acelerada, podía sentir el esfuerzo vivido como si hubiese pasado realmente.
—¿Te encuentras bien? —preguntó mientras me escrutaba más de cerca. —. Te notó algo trémulo.
—Sí, sí, estoy bien. Creo que me dormí y solamente tuve una pesadilla.
—Menudo susto me has dado cabrón.
—Lo siento.
—No te preocupes, eres lo menos raro que me ha pasado —intentó confortarme—. Lo bueno es que antes de que te pusieses así me dio tiempo a acabar los estudios, ya tengo los resultados, te dejaré un minuto para que te cambies y ahora nos vemos, ¿te parece?
Yo asentí.
No fui consciente de cuando ella salió de la habitación, sólo escuché la puerta cerrarse, por lo que sin más me levanté, todavía estaba un poco alterado, tampoco fui consciente de cuando me vestí. Sólo sé que me hallaba de cuclillas, apoyado en la pared, autoabrazándome.
Solamente necesitaba un momento, para recomponerme, aquello había sido emocionalmente agotador.
{****}
—Aquí lo tenemos —dijo para hacerse a un lado y que pudiese apreciar mejor la pantalla.
—¡Ala! Que chulo —nunca había visto mi cerebro, de ahí la emoción—. ¿Y qué se supone que tengo que ver? —no pude evitar preguntar después de un rato mirando sin saber qué era lo que tenía que ver.
—Pues en realidad nada Mark, la verdad que tu cerebro está bastante sano —comentó mientras me mostraba imágenes de los diferentes cortes —, no hay ningún tipo de daño, todas las estructuras están perfectamente, cero alteraciones. Además, estás capturas de aquí muestran el funcionamiento cerebral, todo va según lo normal; pero…
—Pero ¿qué?
—Mira aquí —me señaló los picos que la resonancia había captado—. ¿Ves que son sumamente abruptos y pronunciados con respectó a la línea que seguimos?
—Sí.
—Alcanzaste muy rápido la fase «R.E.M», normalmente toma un tiempo, pero en tu caso fuiste de un momento a otro. Además, toda esta gran actividad que hay posterior —señaló otra serie de picos que casi parecían una cordillera—. Ni el sueño más movido de todos, es capaz de generar todo eso. ¿Recuerdas de qué se trataba?
—La verdad es que no —mentí—. Sabes a ¿qué se puede deber?
—Si te soy sincera no lo sé, nunca había visto que algo así. Es ciertamente curioso"
—¿Pero me va a matar? —Leigh-Anne se rio de mi comentario.
—No Mark, puedes estar tranquilo, que nada malo te va a suceder.
—Entonces, si tú lo ves todo bien, ¿qué crees que me puede estar pasando?
—Hombre no es mi campo, pero después de lo que se dice que pasaste, más que un daño cerebral lo veo más como estrés postraumático, ¿has pensado en ir a algún psicólogo? —negué—. Deberías, es lo más aconsejable para este tipo de situaciones, lo que tienes no es una cosa que se deba solucionar con fármacos. Te daré el número de uno bastante bueno.
Entonces tomó un papel donde apunto un nombre y una dirección.
—Gracias Leigh-Anne.
—No hay de qué. Cualquier cosa que necesites, tienes mi número.
Y tras un apretón de manos me dispuse a irme.
—¡Espera! No te vayas, tan pronto.
—¿Ocurre algo?
—La imagen de tu cerebro, cortesía de la casa —me tendió un sobre grande con todas las imágenes en su interior. Mentiría si dijese que no me emocioné.
Salí de facultad en silencio, de camino a una de las bocas de metro y antes de llegar, arrojé en la papelera el papel que me había dado. No iba a pisar un terapeuta, no por esto, sino porque sabía que acabaría saliendo a la superficie si se daba el caso; todavía no estaba preparado.
{…}
Estaba de nuevo en un ferrocarril, en dirección a otro punto de la ciudad, entonces pude ver como el asiento delante de mí era ocupado por mi espectro personal.
—¿Dónde te habías metido? No te vi cuando salí de la máquina.
—¿Me echabas de menos? —preguntó con una sonrisa soberbia.
—No. Es más, pensé que la máquina te había fundido o algo.
—Fue bonito mientras duró.
—Al caso, ¿dónde estabas?
Puede ver como por una milésima de segundo como su expresión facial cambió, algo la perturbo por un momento, sin embargo, rápidamente volvió a adoptar aquella expresión tan caricaturesca y feliz que me incordiaba.
—Ah eso…
—Sí. Eso
—Naaaada" —arqueé una ceja—. Tú sabes…
Me estaba dando largas.
—No, no sé, ¿qué estabas haciendo Eileen? —me recliné, para enfrentarla mejor.
—Cosas de fantasmas —respondió evadiéndome.
—Cosas de fantasmas —repetí—, ya veo.
Por mí mirada se notaba a la vista que no me lo creía, sin embargo, preferí dejarlo como estaba, me dejé caer en el asiento e hice como que miraba el móvil. Pero por el rabillo del ojo pude ver como esta suspiraba aliviada.
Qué me estaría ocultando. No sabía que era, pero lo averiguaría.
—Y dime, entonces, ¿qué se supone que eres? —le pregunté despegando levemente la vista de la pantalla, haciéndome el interesante.
—¿Por fin aceptas que no soy ninguna secuela de daño cerebral? —cuestionó divertida.
—Si hubieras estado presente sabrías que eso ya quedó descartado, ahora barajó más que seas producto de episodio de estrés postraumático, dime, ¿eres justamente eso? Una representación de esta mente alterada.
—Eres insufrible, ¿te lo han dicho?
—Más de lo que piensas. Responde.
—¿Servirá de algo? —contraataco.
—Tienes razón, no servirá de nada —puso cara de pocos amigos—. Pero resultas ciertamente interesante y viva, por lo que aparcando todo pensamiento crítico voy a dejarme llevar. Así que, vamos Eileen, otra vez: ¿quién se supone que eres? O mejor dicho ¿quién fuiste?"
Mi pregunta la pilló por sorpresa, parpadeo un par de veces antes de acomodarse en su asiento, para aclararse la garganta y entonces hablar.
—Fui una elegida Portadora de la llave espada al igual que tú, pero de eso ya hace demasiado tiempo, más del que recuerde.
—¿Sólo eso? ¿No tienes más?... ¿Qué hay de la chica que hubo antes de ser una elegida?
Esta se quedó un momento en silencio, pensando, puede ver como su mirada se nubló.
—No mucho, fui una huérfana desde muy pequeña, mi mundo cayó a manos de la oscuridad como tantos otros; tendría a lo mejor tres años cuando aquello pasó, sin embargo, yo sobreviví.
—¿Cómo?
—Un grupo de personas me salvó, hicieron frente a la oscuridad y me recostaron
—¿Portadores?
Guardó por un momento silencio, por su mirada sabía que estaba eligiendo sus palabras, hasta que habló.
—Sí —estaba mintiendo, lo sabía. Quién mejor que un mentiroso para descubrir a otro mentiroso. Pero por el momento lo dejaría pasar—. Después de aquello recuerdo despertar en el mundo de los elegidos, allí ellos me aceptaron como una más, me entrenaron y me convertí en una portadora.
—¿Cómo supiste que eras una elegida?
—En realidad nunca lo supe, simplemente ocurrió, la Llave Espada aparece cuando más lo necesitas, por ejemplo, tú cuando estabas a punto de morir a manos del fuego.
—¿Y tú? ¿Cuándo apareció tu llave espada?
Se rio antes de responder.
—En mi caso yo venía de una familia de descendientes de la Llave Espada, nací y me crie con sus enseñanzas hasta que llegó el día en que comenzó mi iniciación por así decirlo.
—Como si fuese la «Prueba de Aptitud»
—No sé qué es eso.
—Déjalo, cultura pop… pero a lo que quiero llegar, como para que nunca hubieses sido portadora. Los tuyos lo debían tener muy seguro como para no dudarlo… un poco clasista es por si no te has dado cuenta.
—No pienses cosas que no son. Cualquiera puede ser Elegido de la Llave Espada, simplemente en nuestro mundo había familias ya instauradas cuyos antecesores ya habían sido portadores, sobre todo se encargaban de enseñar a las nuevas generaciones.
—¿Nuestro mundo?
—Sí, Scala Ad Caelum.
—¿Cómo es?
Ella sonrió para comenzar a describirme aquel lugar, sin embargo, para mí no paso desapercibido de que su rostro no reflejaba la emoción de algo que debía de haber sido para ella su hogar. Por lo que nuevamente había gato encerrado.
—¿Cómo fue tu vida como Portadora?
—Sinceramente dura, cuando te vuelves uno de ellos hay ciertas cosas que no te puedes permitir y sabes que tu vida está centrada en un objetivo. Pero también era sumamente gratificante, por lo que no echo de menos las experiencias que no viví porque otras nuevas la suplieron.
—¿Cómo cuáles?
—Viajar por el Multiverso, ayudar a otros —si ya, cuéntaselo a otro—, conocer otras personas, culturas, hacer amigos nuevos.
—No pinta mal.
—Eso que he oído suena a que ¿alguien se lo está planteando?
—No te flipes tampoco.
—Tenía que intentarlo —se encogió de hombros.
Entonces los dos nos quedamos mirando, había una pregunta que quería hacer, pero no me atrevía a formularla.
—Adelante, dilo —ella pareció leerme el pensamiento—. No hay ningún problema.
—¿Por qué moriste tan joven? Es decir, no tienes más de…
—¿Veintidós?
—¡Oh! Mi número favorito, vamos a llevarnos bien.
—¿Por qué?
—Ya te lo contaré un día —le guiñé un ojo, mientras en mí cabeza sonaba cierta melodía—. Pero sí, eres muy joven.
—Tampoco es que tú y yo nos llevemos mucho.
—Bueno —su tono cambio y su cara se apagó un poco—, hubo una guerra —que sorpresa—. Yo por aquel entonces estaba viajando, cumpliendo la misión que se me había asignado, no supe muy bien que había pasado, solo que necesitaban mi ayuda y acudí. Entonces fui consciente de que la guerra la habíamos iniciado nosotros —algo en ella lucía roto, como si se sintiese engañada por así decirlo—, todavía no tengo muy claro cómo ocurrió, pero el recuerdo de todos los que eran mis amigos masacrándose los unos a los otros sigue muy vivo.
Mi respiración se detuvo, no me lo esperaba.
—Unos pocos intentaban detenerla, abrirle los ojos a la gente, yo me uní a ese bando, pero éramos muy pocos y de nada sirvió.
—¿Cómo acabó la guerra? —pregunté curioso. Su expresión decayó más, su mirada se oscureció—. No es necesario —añadí rápidamente.
—No te preocupes —se volvió a reír—. En realidad, no lo recuerdo, supongo que moría antes de que acabase, lo más probable era que en todo aquel caos alguien me abriese la cabeza como un coco y todo terminó ahí.
—Ya veo.
Volvía a mentirme.
Después de eso ambos nos quedamos en silencio, pero por suerte no fue mucho ya que cuando escuché los altavoces anunciando de la próxima parada me levanté.
—¿A dónde vamos Mark?" —preguntó curiosa.
—Tú calla y sígueme.
—¡A la orden general Ferguson! —gritó mientras se levantaba y hacía el saludo militar.
Yo simplemente negué con una sonrisa para dirigirme a la puerta.
{…}
Recorríamos un largo pasillo, pintado con multitud de colores y decorado con diversas impresiones de animales, la dulce fragancia a chicle que sustituía al antiséptico común impregnaba todo el lugar, dándole un olor que resultaba agradable; las enfermeras que pasaban me saludaban ya con confianza y yo devolvía el saludo cordialmente. Podía ver como Eileen miraba todo y a todos sin entender qué hacíamos ahí.
—Dentro de nada lo sabrás —susurré para que sólo ella pudiese escucharlo.
Cruzamos a la derecha y entonces me detuve en una puerta pintada de morado y con la imagen de una jirafa.
—Aquí es —Le informé, para llamar y cuando me indicaron que podía pasar abrí.
—¡Mark! —grito un niño pequeño de cinco años, incorporándose rápidamente en su cama para saltar de la emoción.
—¡Óscar! —dije yo también bastante alto mientras corría hasta él y abría lo brazos, cuando estuve a pocos metros el pequeño saltó y yo lo atrapé en el aire—. ¡Cuánta energía tienes chaval! Casi me tiras para atrás —el pequeño se carcajeó en mis brazos—. ¿Cómo te encuentras?
—¡Muy bien! Hoy estaba tan bien que las enfermeras me han dejado ir caminando hasta el patio de juegos.
—¡Que dices! Pero eso es estupendo.
—¡Sí Mark! Incluso me dejaron elegir el postre.
—¡¿Qué me estás contando?! Y ¿qué elegiste?
—¡Natillas de chocolate!
—¡Tus favoritas!
—¡Sí!
Después de eso deposité al niño en la cama. Este entonces se me quedo mirando con el entrecejo muy fruncido
—Mark ¿por qué no has venido estas semanas? —preguntó—. ¿Alguien especial? —preguntó emocionado moviendo las cejas de manera muy enérgica de arriba abajo.
—Que va chaval, me temo que sigo soltero.
—¡Pero si eres muy guapo y divertido! Los chicos no saben lo que se están perdiendo.
—Mejor, así tengo más tiempo para pasar contigo.
—Cierto… ¡¿Por qué no has venido entonces?!
—Tuve unos inconvenientes que me tuvieron muy ocupado, pero para recompensarte mira lo que te traje —entonces tomé mi mochila y la abrí un poco para que él viese. Su cara se iluminó cuando vio la bolsa de gominolas. Sus favoritas
Entonces rápidamente me miró e hizo una seña para que viese hacia atrás y al hacer vi dos pares de ojos que nos observaban, entonces me hizo otra señal para que me acercara.
—¿Qué ocurre?" —le susurré.
—Mis papis no pueden ver las gominolas, ellos dicen que no debería comerlas en mi estado.
—Comprendo… ¿Pero sabes una cosa?
—¿Qué? —me preguntó curioso con aquellos grandes ojos brillantes que tenía.
—Estas gominolas no son gominolas cualesquiera, son diferentes, estas son gominolas superpoderosas,
—¡Oh!... ¡¿De veras!? —yo asentí.
—Pero tiene que ser un secreto entre tú y yo eh, ¿no querrás que nadie se enteré? —Óscar rápidamente asintió—, mira que más traje —le pasé la mochila y con ansia comenzó a rebuscar hasta encontrar a lo que me refería. Cuando lo vio sus ojitos volvieron a brillar.
—No pensarás que iba a rendirme tan fácilmente, quiero la revancha —le dije mientras veía como sacaba con ilusión la Switch.
—¡Hecho!
—Está bien, vete poniéndola que yo voy a hablar un momento con tus padres.
—¿Cómo estás cariño? —me preguntó la madre—. Nos enteramos de lo que paso en el observatorio.
—Por suerte no fue nada grave.
—¿Estás seguro? Estuviste varios días ingresado —esta vez habló el padre.
—Sí, no se preocupen estoy como una pieza, hace falta mucho más para dejarme fuera de juego"
Ambos se rieron.
—Fuimos a verte al hospital, te llevamos unas flores porque pensábamos que sería bonito darle un poco de color a la habitación, para cuando despertaras. Óscar las eligió para ti… tranquilo no le dijimos nada de lo que paso —añadió la madre cuando vio mi rostro.
—¿De veras? Vaya, no las recuerdo.
—Seguramente se marchitaron, no pensábamos que fueses a estar tanto.
—Qué pena, tenían que ser muy bonitas.
—Pudimos conocer a tu hermana, un encanto de chica.
—Suele causar esa impresión.
—También conocimos a tu amiga, Sara —añadió el padre un tanto divertido.
—¡Ay no! —me cubrí el rostro con las manos de la vergüenza, no quería imaginarme que habría pasado y de lo que Sara hubiese sido capaz de hacer. Había tantas posibilidades como universos.
—No te preocupes. La verdad que tienes un amor de amiga, son de esas que escasean hoy en día.
—Mark —me dijo la madre—. Agradecemos enormemente el que hayas venido hoy a ver a Óscar después de lo que has pasado, no tenías porqué.
—Saben muy bien que para mí esto no es una obligación, lo hago porque quiero y adoro a Óscar. ¿Cómo ha estado estos días? La última vez que lo vi estaba un poco sin ánimos, ahora está mucho mejor.
—Así es, los médicos dicen que está respondiendo bien al tratamiento, pero que todavía es muy precipitado sacar conclusiones, lo mejor ahora es ver cómo va evolucionando. Pero ahora nuestras esperanzas se han visto reforzadas.
—Ya veréis que es así, Óscar es un niño fuerte. Ahora iros, lleváis mucho aquí metidos, necesitáis un descanso,
Ambos asintieron.
—Campeón nos vamos un ratito, te quedas con Mark.
—¡Sí! —gritó emocionado.
Sin más los padres se despidieron de nosotros.
—Muy bien —dije para darme vuelta—. ¿Qué te parece si…?
Pero antes de que pudiese preguntar ya tenía el joy-con a escasos centímetros de mi cara.
—Revancha —ordenó.
—Muy bien, con que esas tenemos, espero que estés listo para la derrota —le advertí mientras lo tomaba y rápidamente me subía a la cama para ponerme a su lado.
—Mark, los zapatos.
—Ups, sí —rápidamente me los quité, una regla que ambos acordamos cuando nos conocimos, hace ya meses atrás, en la habitación hay que estar descalzo. Ya que todo es más divertido cuando se está descalzo—. Ya verás la paliza que te voy a dar.
—Eso está por verse.
Y así ambos estuvimos varias horas jugando al Mario Kart, entre risas, bromas y piques sanos.
—¡Gane otra vez! —gritó emocionado para levantarse y comenzar a saltar en la cama.
—No puede ser —en realidad sí que puede, mentiría si dijese que me dejaba ganar, más lejos de la realidad, simplemente es que soy un pésimo conductor tanto en la vida real como en los videojuegos por lo visto—. Dime qué quieres hacer ahora ¿te apetece salir un rato? Hace buen día.
Este pronunció un sonido ininteligible, debido a todas las golosinas que tenía en la boca, a la vez que negaba con la cabeza.
—¿Y entonces qué quieres hacer?
—No sé —se encogió de hombros graciosamente—… Hmm… ¡Ya sé! Quiero que me hables del espacio.
—Buena elección, has dado con la persona idónea, ¿Qué quieres saber? —le pregunté mientras me acomodaba para quedar frente a él.
—El otro día papá estaba viendo el canal ese de documentales y estaban pasando un programa sobre el espacio, hablaban sobre algo llamado teoría… y que tenía que ver con que hay muchos nosotros"
—Ah sí, la teoría de cuerdas.
—¡Sí! —asintió—. Me dijiste que estudiabas el espacio, ¿podrías explicármela?"
Yo asentí y pude ver como sus ojitos brillaban.
—Bien… —pensé por unos instantes cómo explicárselo—. Es un poco complicada de, pero creo que tengo la forma. ¿Sabes lo que es un átomo? —Óscar se quedó un momento mirándome, estaba a punto de decirme algo, pero entonces negó contundentemente. Yo sonreí—. Vale, pero sí sabes lo que es un ladrillo ¿Verdad?
—Sirven para construir cosas.
—Bien, pues quiero que pienses en un átomo como un ladrillo, pero ahora quiero que te imagines la cosa más pequeña posible. ¿La tienes? —asintió—. Bien pues un átomo es ciento de miles de veces más pequeño que eso.
—¡Ala!
—Sí, son ínfimos.
—¿Qué es ínfimos?
"Pequeñísimos. Muy bien Óscar, atento, los átomos son como el ladrillo básico que forman las cosas, todo lo que tú vez aquí, incluido nosotros, estamos formados por miles de millones de átomos"
—¿De veras? ¿Todo?
—Todo
—¿Todo, todo?
—Todo, todo.
—¡Mola!
—Mola que te cagas… ¡Ups! —este se río.
—Has dicho una palabrota. Di otra.
—Óscar no, ya lo hemos hablado.
—¡Venga!
—Joder.
—Me gusta cuando las dices, eres el único que las dice aquí.
—Pero tú no las repitas.
—Di otra y no lo haré.
Sabe negociar.
—Coño.
Este volvió a reírse.
—Al caso, que me lías como siempre —en respuesta me sacó la lengua—, lo que viene a decir la Teoría de Cuerdas, es que el inmerso universo en el que vivimos no es el único que existe, sino que hay otros muchos más completamente diferentes, pero a su vez iguales a este, lo que pasa es que no los vemos.
—¿Por qué no los vemos?
—Porque los átomos que los forman vibran de una manera diferente. ¿Sabes lo que es vibrar?
—Sí, esto —entonces se puso a moverse como si le estuviesen dando espasmos. No pude evitar reírme.
—Sí, eso mismo, pues los átomos que nos forman vibran de una forma diferente a la de los otros universos, por eso es por lo que no los podemos ver. Pero en esta habitación seguramente hay otra cama aquí al lado, con otros Mark y Óscar; pero no los vemos ni los tocamos porque sus átomos no vibran igual que los nuestros. Y la teoría se llama así por las cuerdas de una guitarra Óscar, porque cada cuerda vibra de una forma única.
—¡Eso es una pasada Mark! Pues yo voy a ser capaz de ver al otro Óscar.
—¿Ah sí? —arqueé una ceja—. ¿Cómo?
—Pues —se levantó decidido en la cama—. ¡Bailando!
—Qué dices.
—Sí Mark, tú lo has dicho nuestros átomos no se mueven igual, seguro que si bailamos seremos capaces de vibrar de la misma forma que los otros Mark y Óscar.
—Pongámoslo a tu hipótesis —le dije mientras tomaba el móvil y buscaba en mi biblioteca alguna canción hasta que di con una.
—¿Qué es una hipótesis?
—Después te lo explicó, ahora a bailar.
Le di al play y entonces la habitación comenzó a llamarse del cálido sonido de las cuerdas de una guitarra, yo me puse de pie, estaba a la misma altura que el pequeñín, entonces la voz de mí diva australiana por antonomasia comenzó a sonar. Ambos empezamos a mover nuestros cuerpos lentamente, sonriendo, entonces yo comencé a seguir la melodía: palma, chasquido, palma, chasquido. Y él a imitarme.
—¿Preparado? —le dije cuando el estribillo se acercaba.
—¡Sí!
Y cuando la canción estalló ambos dejamos que nuestros cuerpos fueran arrastrados por la explosiva canción, saltando, riendo, bailando como si la vida nos fuese en ello.
—«When I go out, I wanna go out dancing» —cantabamos a todo pulmón. Sin importarnos nada más. Yendo de un lado para otro.
—¡Vamos Mark! —me animaba a ir más más rápido.
Por lo que, haciéndole caso, ambos nos desmelenábamos más hasta quedar exhaustos sobre la cama
—¡Puedo ver Mark! ¡Puedo ver! —me gritó emocionado pasado un tiempo mientras yo todavía intentaba recuperar el aliento.
{…}
—Gracias por todo Mark" —e decía su madre ya en el marco de la puerta.
—No hay de qué enserio, intentaré la próxima vez no tardar tanto en venir a verlos.
—Cuando puedas, ni te preocupes. Óscar dile adiós a Mark.
—¡Adiós Mark! —se despedía efusivamente—. ¡De mayor pienso estudiar el universo igual que tú! —gritó, saltando en la cama mientras su padre intentaba ponerle el pijama.
—Serás un gran astrofísico. Que descanses, nos vemos.
Y sin más me despedí de su familia y me fui. Ya en el exterior la noche había caído, nada más cruzar las puertas me vi inmerso en las frías temperaturas.
—Guau Mark —Eileen había aparecido a mi lado—. No me esperaba para nada aquello, ha sido muy bonito. Pero sé que, a lo mejor es un poco fuerte, pero ¿Qué le pasaba a Óscar? ¿Es familiar tuyo?
—Óscar no es pariente mío, el forma parte del programa de «Respiro Familiar» que lleva el hospital —pero por su expresión sabía que no entendía del todo—. Verás él está enfermo ¿en dónde tú vivías las personas no enfermaban?
—Sí, pero eran curadas rápidamente con magia, ¿por qué con él no lo han hecho?
Yo le sonreí tristemente
—Ojalá fuese así Eileen, pero su enfermedad es de las graves y peligrosas, me temo que los tratamientos que existen no son tan rápidos y efectivos como la magia.
—Oh.
—Sí, ese niño que has visto ahí dentro es mucho más fuerte que nosotros dos juntos, es la personita más asombrosamente valiente que he conocido en toda mi vida.
—Lo es.
—Yo me presenté como voluntario para este programa; vi en su momento carteles por la uni dándole promoción. Los padres con hijos que tienen que vivir este proceso están encerrados en un hospital y yo te puedo decir de primera mano que los hospitales son sitios horribles que desgatan. Pues el objetivo es que tu como voluntario pases tiempo con su hijo y así ellos pueden salir y respirar básicamente. Y, por otro lado, también, estas con el niño, ayudándole a que su estancia sea lo mejor posible.
—Mark —me llamó emocionada—. Eso es algo muy hermoso de tu parte.
—Sorpresa, no soy tan horrible después de todo —me reí.
—Eso es lo que tú piensas, pero esto es solo una muestra de la gran persona que eres,
Después de eso ambos proseguimos nuestro camino en silencio hasta la boca de metro.
—Sabes Mark, desearía que la magia existiese en este mundo.
—Yo también lo desearía Eileen.
{*****}
—«¡YOU GET THE BEST OF BOTH WORLDS!» —resonaba por todo el apartamento —«Chill it out, take it slow. Then you rock out the show…»
Desde el salón la carcajada de una voz masculina resonó en respuesta a la armoniosa voz que se podía escuchar desde el interior del baño.
—La verdad es que lo está viviendo —comentó con la vista en el otro extremo del apartamento, para luego preguntar—: ¿A qué viene esa cara? —a cierto fantasma de una portadora que se encontraba sentada frente a él. Su semblante estaba arrugado y una mirada de disconformidad apuntaba a la espada que reposaba sobre la mesa—. Eileen —la llamó con tranquilidad.
—¿Eh? —la susodicha levantó su cabeza para enfocar a la persona que tenía delante—. ¿Has dicho algo?
—Sí, que ¿a qué viene esa cara? Estás sumamente preocupada.
Eileen arrugó las facciones al verse pillada.
—¿Tan evidente he sido?
—Un poco —se río el joven—. Bueno, ¿me vas a decir que es eso a lo que le estás dando tantas vueltas?
Eileen suspiró antes de darle voz a sus pensamientos.
—¿De verdad piensas que… bueno, es el adecuado? —le preguntó mientras sus ojos señalaban al otro extremo contrario.
—¿Qué hemos hablado de que no puedes esperar que todos encajen en tu molde?
—Lo sé, lo sé. Solo que… no me parece la elección más idónea como Portador.
—Sí es cierto que no es a lo uno suele estar acostumbrado, es bastante peculiar, pero eso es justo lo que lo hace idóneo.
—¿Tú crees?
Este asintió.
—Para lo que está por venir es necesario alguien que rompa con los moldes. No sirve el típico Elegido de la Llave Espada que sigue a raja tabla el dogma establecido.
—Sí acepta, algo me dice que cuando comience a ver esas enseñanzas va a poner el grito en el cielo.
—Seguramente, no por nada es sangre de mi sangre —se río él—. Pero mucho más refinada. Tiene un gran corazón.
—Yo diría más bien un corazón rebelde, viendo lo poco que he podido ver de él.
—¿A quién me recuerda? —Eileen negó en respuesta con una sonrisa—. Oh vamos, no seas así, yo simplemente me encargué de pulir aquel diamante en bruto.
—No era la única, tú también lo tenías.
—Por eso hicimos tan buen equipo.
—Nunca podre agradecerte todo lo que hiciste por mí, siempre estuviste ahí para mí en todos mis años de portadora en los que me sentí sola e incomprendida, aprendí tanto gracias a ti.
—Y todos los problemas que eso te trajo.
—Como olvidarlo.
—No eras una conformista como los demás, eh pequeño corazón rebelde. Aunque ahora te empeñes en mostrar una apariencia que no es la tuya.
—Debo hacerlo, sino esto se puede desmadrar y más con él.
Dijo para volver a señalar con la mirada la puerta del baño donde de pronto se escuchó a todo pulmón.
—«¡WE WERE BOTH YOUNG WHEN I FIRST SAW YOU, I CLOSE MY EYES AND THE FLASHBACK STARTS. I'M STANDIN' THERE…!»
—Cuando descubra tu verdadero yo, vais a ser imparables.
—¿Crees que lo lograra? —le preguntó ella, yendo directamente a aquello que le preocupaba. Su acompañante sonrió complacido al fin poder hablar con sinceridad.
—Me gustaría decirte que sí, pero sería engañarnos. No lo sabemos. Los dos fallamos —ella asintió—. Pero como suelen decir, a la tercera va a la vencida y, siendo sinceros, si tuviese que apostar todas mis cartas a él lo haría.
—Un pequeño corazón rebelde contra la mayor fuerza destructiva jamás creada.
—Si lo planteas así pinta chungo, pero como te dije, tiene algo que nosotros no teníamos y eso puede marcar la diferencia.
—Ojalá sea así y esta pesadilla acabe pronto.
—Ambos sabemos que no lo hará, va a llevar su tiempo. Pero este muchacho malhumorado y altanero estoy seguro de que lo va a lograr. Además, te tiene a ti —le guiñó un ojo—. La mejor Maestra de la Llave Espada que alguna vez ha existido.
Aquello reconfortó y avergonzó a Eileen a partes iguales.
—«¡ROMEO, TAKE ME SOMEWHERE WE CAN BE…!» —pero de pronto el canto se vio interrumpido por un profundo grito de horror.
Aquello asustó a los dos presentes que rápidamente se incorporaron.
—¡Mark! —Eileen lo llamó preocupada—. ¡¿Qué ocurre?!
—¡No es la «Taylor´s Version»! —gritó Mark del otro lado sumamente espantado—. ¡Es la del patinete marrón!
—¿Eh? —fue lo único que pudo articular ella.
Detrás de ella su acompañante comenzó a reírse hasta más no poder
—¡Corre! ¡Quítala!
—¡Pero si estás duchándote!
—¡Da igual, no vas a ver nada que no hayas visto antes!
Detrás de ella las carcajadas iban a más.
—Mark, es solo una canción —le dijo ella intentando ponerse seria.
Al otro lado pudo escuchar un jadeo.
—¡La osadía!
—Mark… —intentaba razonar.
—¡Entra y quítala! ¡No voy a darle streamings a ese mamón! O vuelvo a tirar la espada por la ventana.
Eileen suspiró llenándose de paciencia.
—Vale, voy a entrar, intenta estar detrás de la cortina.
—Sí, sí, sí, pero hazlo ¡ya!
Mientras la fantasma ingresaba al baño para solucionar aquel problema, su compañero se limpiaba las últimas lágrimas para suspirar. Todavía podía seguir riendo.
—Esos dos van a hacer un tándem perfecto.
Entonces miro por la ventana y luego a la espada que ya lo reclamaba.
—Date prisa Eileen, sabes que todo siempre empieza con un cometa.
