Chapter 6.
(Into the blue)
Desde lo alto de la montaña Eileen observaba el panorama, las brillantes luces de la ciudad reflejándose como estrellas sobre la oscuridad del mar, hasta que llegaba un punto en que esa oscuridad era mucho mayor y las acababa absorbiendo. Solo para volver emerger en la lejanía, esta vez producidas por aquella gran roca en la que a su alrededor comenzaban los primeros esfuerzos humanos por colonizarla.
Una vez que Mark se había dormido salió, caminó por las extensas calles sin que nadie reparara en ella, en su cabeza seguía resonando su voz, la advertencia que les había dado: «voy a por vosotros». Si su corazón se pudiese acelerar lo hubiera hecho, a pesar de ello, el pánico si lo podía sentir, creciente, a flor de piel. Por ello se marchó cuando tuvo la oportunidad, necesitaba verlo por sí misma.
Saber cuánto tiempo quedaba antes de que empezara.
La respuesta estaba frente a ella.
—Ya estás aquí —hizo el mayor esfuerzo porque su voz no temblara.
Entonces la imagen se distorsionó, algo se movió, una fuerza invisible cuyas pisadas podía oír a su alrededor.
—¿Sorprendida? —le preguntó la masculina y gruesa voz con indiferencia—. No deberías de estarlo.
—No lo estoy.
—¿Segura Eileen? Tu cuerpo parece decir lo contrario.
—Simplemente me sorprende ver que puedes materializarte —intentó responderle con la mayor condescendencia posible. Pero aquello poco importaba, si pudiera verlo sabría que estaría sonriendo.
—¿Cuidando de mi pequeño portador? Me agrada ver que te encargas de él mientras llego.
—No vas a acercarte a él.
—¿Cómo estás tan segura?
—No lo voy a permitir.
Pudo escuchar una carcajada.
—¿Igual que pudiste evitar que despedazara a tus amigos?
Eileen se mordió el labio y apretó sus puños.
—Esta vez no te saldrás con la tuya.
—Espero con ansias poder comprobarlo. Estoy seguro de que resultará sumamente entretenido… he podido comprobar que Mark es reacio a marchar contigo.
Eileen no pudo evitar sorprenderse al oír aquello, si sabía su nombre era porque ya había estado en contacto con él, había estado dentro de su mente. La Portadora lo busco, pero no hizo falta mucho esfuerzo porque nada más darse la vuelta lo pudo sentir, una fuerza asfixiante, rencorosa.
—No te sorprendas, nuestros encuentros llevan produciéndose mucho antes de que tú aparecieras —explicó con altanería—. Sin embargo, estos últimos días estos han sido… cómo decirlo… mucho más fructíferos.
Ella no dijo nada, simplemente permaneció en silencio.
—Será mejor que te des prisa «Mejor Maestra de la Llave Espada» —se mofó—. El juego ha comenzado nuevamente y hace mucho que dejamos atrás la casilla de salida.
Con aquella última advertencia la vida volvió al lugar, el ruido de la ciudad y el mar volvía a sonar, el aire a soplar, sin embargo, su voz fue arrastrada con el viento, y con ella un último mensaje.
—Tu hermana te envía recuerdos.
Eileen tomó asiento en el suelo, se llevó las piernas al pecho y hundió su rostro entre ellas, a pesar de estar sola, de no poder ser vista, oída o sentida, necesitaba hacerlo. Sentirse escondida. Para así poder llorar en silencio. Todo había vuelto de golpe, los recuerdos arremetían con fuerza.
Tenía miedo de fallar, de que la historia se repitiera. Pero mayor era esta vez el precio a pagar si llegaba a pasar.
Se sentía angustiada.
Porque si fallaba esta vez no habría vuelta atrás, la última esperanza se esfumaba y ni todas las generaciones de los Portadores de la Llave Espada podrían hacer frente al infierno que se desataría.
La Corrupción lo consumiría todo.
De pronto era capaz de sentir sobre sus hombros el verdadero peso de su responsabilidad.
{…}
Desperté a mitad de la noche, con pesadez me fui moviendo hasta conseguir salir de la cama, abrí la puerta de la habitación y con movimientos lentos me desplazaba por mi piso hasta la cocina. Abrí la nevera y tomé la botella de agua para beber, podía sentir mis órganos montando una rave dentro de mí solo por mantenerlos vivos un poco más. Acabada mi tarea miré la penumbra de mi casa, estaba sumamente tranquila.
—Eileen —pero mi llamada no tuvo respuesta.
Aquello me resultó sumamente extraño, ¿desde cuándo se daba el piro? Si solo le había faltado acompañarme al baño cuando iba a hacer aguas mayores. Entonces mis ojos captaron un destello sobre el sofá, era la espada.
—Tanto que objeto sumamente delicado e importante y mírala a ella, va y lo deja tirado. Si es que la hipocresía —comenté mientras me disponía a volver a la cama.
Sin embargo, me detuve cuando pasé a su lado, un hormigueo recorría mi brazo de arriba abajo, no pude evitar desviar mis ojos hacia ella. Me mordí el labio cuando aquel hormigueo se extendió por todo mi cuerpo. Mi mano hizo un movimiento, un impulso de querer cogerla, pero rápidamente me eché para atrás.
—No, no, no —me dije—. Ya nos conocemos. Venga, tú a la cama y pasando.
Haciendo el ademán de seguir mi rumbo di un paso adelante.
—Joder… —pero obviamente no pasé de allí.
Respiré profundamente y di media vuelta, para de un rápido movimiento tomarla.
—¡Hala! Ya está, ¿contento? —le dije a una de mis tantas personalidades.
Resuelta la tesitura me dispuse a dejarla en su sitio y volver a la cama, pero nuevamente aquello no pasó. Volví a respirar profundamente, pero esta vez con más calma decidí tomar asiento y poder apreciarla mejor. Apoyé el frío metal sobre mis piernas y con delicadeza deslicé mis dedos sobre su superficie, mi piel se erizó ante el contacto; volví a tomarla entre mis manos para esta vez moverla, detallando el magnífico trabajo que era, sus diversas piezas unidas a través de elegantes líneas que la hacían sola una, sus adornos, cuidadosamente añadidos de manera que no sobrecargaran el conjunto. A pesar del aspecto desgastado que tenía, algo me decía que en su interior seguía reluciendo como el primer día después de ser forjada.
—¿Te estás comparando? —no pude evitar preguntarme con cierta sonrisa decaída.
Volví a pasarla entre mis manos, detallándola nuevamente, esta vez haciéndome una pregunta.
—¿Qué historias serás capaz de contar?
Entonces como si el artefacto me hubiese escuchado sentí el metal vibrar, el frío que la impregnaba desaparecía a la vez que cierta calidez se extendía sobre ella. Aquella sensación me resultaba sumamente agradable, no era el calor, sino algo más que despertaba en mí. Alegría.
Era sumamente curioso, al tocarla era como si aquellos sentimientos que con más cariño guardaba volvían.
—¿Estás intentando convencerme? —le pregunté sonriente—. Porque si me llegas a pillar un poco más atrás hubiese dicho que sí —me sinceré.
Entonces me levanté y volví a dejarla en su sitio.
—Quizás en otra vida.
Fue lo último que dije antes de regresar a mi habitación.
Pero lo que Mark no sabía era que cierto fantasma estaba observando escondida desde un lateral de la encimera de la cocina. Había regresado justo en el momento que bebía agua y movida por la venganza se dispuso a asustarlo por las veces que la había lanzado al vacío, sin embargo, se detuvo cuando lo vio hacer contacto visual con Selah. Por lo que rápidamente se escabulló y desde las sombras observó en silencio.
Ahora mismo no cabía en sí misma de gozo, Mark había estado tentado, solo le faltaba un poco más. Se acercó rápidamente a la espada.
—¡¿Lo has visto?! —la espada emitió un leve resplandor en respuesta.
No pudo controlarse y chilló de la emoción, estaba más cerca de lo que pensaba en conseguirlo.
De pronto la luz se encendió y ella se quedó paralizada, de frente tenía a Mark con una ceja arqueada y una expresión confusa.
—Si te digo que me estaba masturbando, ¿qué dirías?
—¡Oh por Dios! ¡No! —gritó para darse la vuelta correr a su cuarto y cerrar la puerta de golpe—. ¡Todo menos eso!
Eileen miró a la espada, que había emitido otro resplandor.
—Sí lo sé, me pasé. Pero si no lo espantaba se iba a poner a preguntar y es bastante insistente cuando quiere.
—Si yo no digo que no —le habló él—. Mejor que lo del «semen en la boca» es —pudo escuchar sus carcajadas a lo lejos.
—Mira, cállate, que solo hablas para lo que te interesa
{*****}
Después de aquel día, que fue como una tormenta, todo parecía calmarse, la rutina poco a poco iba asentándose, eso sí con pequeños cambios como Eileen constantemente dándome por culo con lo de aceptar mi destino. Últimamente se había vuelto más insistente o el hecho de que Sara se tuvo que ir a la plataforma marina para comenzar los estudios del meteorito, muy a su pesar.
Miré el despacho patero, completamente vacío, nada habitual la verdad; allí íbamos a trabajar cuatro pelagatos, entonces mis ojos se asentaron en la mesa contraria a la mía, desordenada y con signos de Diógenes debido a la gran cantidad de mierda inútil que se hallaba encima suyo. No pude evitar suspirar. En todo el tiempo que llevaba ahí solo había hecho una única amiga y ahora que no estaba, me había quedado solo.
Tomé mi móvil y me dispuse a llamarla, estaba anocheciendo por lo que supondría que ya estaría más libre. Pude escuchar como la línea sonaba un par de veces antes de caer, de pronto al otro lado una tremenda fiesta podía escucharse, un barullo de risas y gritos ensordecedores.
—¡Flor! —gritó Sara, chispeante—. ¿Ya me echas de menos eh?
Sí.
—Más quisieras —dije sarcásticamente—. Solo llamaba para asegurarme que mi rubia favorita no estuviera liándola tan rápido.
—¡¿Yo?! —me contestó con falsa indignación—. Pero si soy la que mejor se está portando, ¿a que sí chavales? —preguntó al resto del equipo.
Pude escuchar de fondo un grito aunado de confirmación, ambos reímos.
—Veo que ya eres la reina de la fiesta.
—Querido lo soy allí donde voy.
Ambos nos quedamos en silencio.
—Estás en tu salsa.
—Bebé, no te lo puedes imaginar. Todos me llaman «Commander in Chief», por una puta vez hay una mujer al cargo y soy ¡yo!
—Tanto quejarte de las rocas y mira, una te ha puesto en el lugar en el que estás.
—¡A que sí! Sé que va a sonar feo, hay gente muerta, daños materiales y todo eso, pero que bien que esta puta roca se ha decidido estamparse aquí —ambos reímos—. Vas a flipar cuando vengas a verlas, te voy a hacer un tour por toda ella, solo deja que lleguemos a los niveles inferiores.
—¿Niveles inferiores?
—¡Sí! Los escáneres han demostrado que es hueca por dentro, ¿te lo puedes creer? Todos estamos deseosos de llegar a su interior, pero la condenada es dura de cojones.
—Ten cuidado, no vayas a protagonizar tu propia película de «serie B».
—¿Sabes lo que te digo? Que no me importa, después de esto mi curriculum va a subir como un pepino que, si ahí abajo hay una alienígena y me quiere meter un tentáculo por el pepe, vamos que si me dejo.
—Todo por la gloria, ¿entonces?
—La gloria y la plaza de titular que va a caer después, me voy a enganchar de tal forma que no van a sacarme en la vida.
—Bueno cuando sea seguro llévame ahí, quiero verlo.
—No te preocupes, serás el primero no autorizado en poner un pie ahí dentro. De momento estoy preparando a mi equipo para el descenso.
—Vaya con la Commander in Chief —silbé—. Equipo de descenso y todo.
—¡Siií! Estoy seleccionando al personal para montarme un equipo de bolleras —tuve un ataque de risa que ahogué como pude—. Ya sabes Mark, esas buenas lesbianas capaces de aparcar un coche con una sola mano, esas que necesitaremos para salvar el mundo cuando llegué el momento. Pues no quiero nada más y nada menos para bajar ahí dentro.
—Lo mismo son capaces de aparcar un coche con una mano que plantarle cara a una especie alienígena invasora.
—¡En efecto! Tú ríete.
—Si no me he reído.
—Ya lo verás, las bolleras son el futuro.
Después de ahí volvimos a quedarnos en silencio. Iba a decir algo más, pero ella se me adelantó.
—¡Oye te dejo! —alzó la voz lo más que pudo para que pudiese oírla por encima del barullo—, que me están convocando para predecir un concurso de chupitos.
—Sí, sí, sí. Claro, venga, pásalo… —pero ya había colgado—. Bien.
Dejé el móvil a un lado y me apoyé en la mesa de brazos cruzados, sin hacer nada durante unos minutos, esperando a ver si aquella sensación pasaba. Me incorporé para quedarme mirando a la pantalla, al documento que tenía al frente, el procedimiento para el cambio de dirección de la tesis. Ya lo tenía todo listo, a la espera de enviarlo para que lo aprobaran, no tardaría más de un par de días y ¡yupi! Un nuevo y mejor comienzo.
¿Eso era lo que se suponía? ¿Lo que debía creer?
No lo sentía así, dentro de mí estaba la parte que empujaba hacia la zona de confort, a seguir el camino ya pautado, aquel que conocía, con sus pros y contras, pero familiar, al fin y al cabo. Ir sobreseguro. Pero después estaba la otra, la que me gritaba y zarandeaba en un intento de hacerme ver que aquello ya hacía mucho que no me hacía feliz.
¿Quizás la felicidad que pensaba encontrar ahí nunca había existido?
Pero no iba descubrirlo, cliqué enviando el documento y así comenzar con los trámites. Apagué todo y salí del despacho en dirección a casa. Sabía que era un cobarde, había dado un paso adelante en su momento, pero cuando de verdad se presentó la posibilidad, preferí esconderme.
Ya en casa, dejé las cosas a un lado mientras suspiraba agotado, el paseo me había ayudado a despejar un poco la mente en cuanto a mi incierto futuro, pero no con el pecho, ahí todavía seguía presente aquella sensación que solo se había incrementado después de hablar con Sara.
Mientras me quitaba las capas de ropa en dirección a la cocina a por algo de picar, nuevamente me percate de que el artefacto había sido dejado nuevamente sobre el sofá.
—Si va a quedarse aquí vamos a tener que hablar seriamente sobre respetar las áreas comunes.
Tomé el arma para dejarla a un lado, pero nuevamente cuando la oportunidad se presentó no lo hice, mi mano se quedó inmóvil a su alrededor. Era curioso cómo un objeto como aquel se sentía tan bien, como si fuese una prolongación más de mí.
Miré de un lado a otro.
—¡Eileen! —pero no recibí respuesta.
Repetí la acción y cuando concluí que no había nadie, me apuré a mover la poca decoración que tenía para dejar el espacio lo más despejado posible. Me posicioné en medio, con la vista al frente «vale, a ver cómo hacemos esto» pensé sin saber muy claro que iba a hacer. En realidad, sí lo tenía, solo que no sabía cómo ejecutarlo y eso me ponía nervioso.
—Vale, ¿cómo lo hago? —miré el artefacto sin tenerlo muy claro.
Pensé por unos instantes, recordando las veces que de niño había jugado a algo que implicara espadas… casi siempre era mi hermana, yo tenía el papel de personaje secundario que siempre mataban o dejaban para el arrastre.
—¿Por qué tenían que ser guerreros de no sé qué espada? No podían dedicarse al contrabando o algo así, que tengo más experiencia —de pequeño mi hermana y yo jugábamos con sus barbies a montar una red de narcotráfico. No voy a dar más declaraciones.
Suspiré e hice el amago de dar una estocada, pero la espada pesaba mucho y casi caigo al suelo, me reincorporé rápidamente y lo intenté nuevamente, pero esta vez el ángulo se me fue y casi rompí la tele. «¡Joder!». Volví a mi sitio, respiré profundamente y… me quedé en blanco, no sabía qué más hacer. Chasqueé la lengua en respuesta a mi inutilidad, podía calcularte con los ojos cerrados la expansión de un agujero negro, pero dar una estocada se ve que no. Este cuerpo no había nacido para el ejercicio físico. Miré la espada con el señó fruncido.
—Venga, solo una vez más… saquemos al «padawan» que se supone que hay en mí.
Cerré los ojos y respiré profundamente, «tú puedes» me animé, pero esta vez fue diferente era como si no solamente yo me lo hubiese dicho, alguien más había estado presente. Pero tampoco le di muchas vueltas, esta vez simplemente dejé de pensar tanto y permití que mi cuerpo fuese el que me guiase. Al principio no sabía cómo arrancar, hasta que simplemente pasó, un movimiento, luego otro y así hasta ser capaz de formar una secuencia. Me sentía uno con la espada, ella era parte de mí y yo de ella. Los movimientos habían dejado de ser torpes y yertos; con cada secuencia que era capaz de enganchar se volvían elegantes, rápidos, precisos. Era como si lo llevara en la sangre.
De pronto escuché unos aplausos y abrí los ojos al instante, frente a mí tenía al pequeño espectro con una sonrisa de oreja a oreja «mierda». Me quedé completamente estático sin poder apartarle la mirada, pude sentir como mis mejillas se coloreaban.
—¿Y bien? —me preguntó ella.
—Eh… esto… no es lo que parece.
—Ah, ¿sí? —arqueó una de sus cejas—. Porque a mí me parece justo lo contrario.
—Estaba calentando.
—¿Calentando? ¿Para qué?
—Para ponerme a hacer sentadillas, este culito respingón no se mantiene así por sí mismo.
—Ya veo. Curiosa forma de calentar.
—No voy a hacer declaraciones —me lavé las manos—. Toma, toda tuya —sin embargo, se echó para atrás nada más tenderle la espada—. ¿Qué te pasa ahora?
—Creo que deberías seguir teniéndola, digo, para tus sentadillas te es más útil a ti que a mí.
¿La enana me estaba vacilando?
—La voy a dejar aquí entonces —dijo toda digna para colocarla encima de la mesa—. ¿Cenamos? —esquivando el balazo lo mejor que pude.
—Estoy muerta, no como ¿recuerdas?
—Hazme compañía al menos.
Fui hasta la cocina mientras la veía a ella tomar asiento frente a la barra.
—Dime, si pudieses comer, ¿qué cenarías? —le pregunté mientras sacaba la cabeza de uno de los armarios para mirarla.
Pude ver como ponía una cara pensativa antes de contestar:
—Probablemente sería un plato típico de mi mundo.
—¿Cómo se llama?
—«Naajan»
—¿Qué llevaba? —pregunté mientras tomaba asiento frente a ella con varias sobras de la nevera.
Pude ver cómo le brillaban los ojos y mientras papeaba ella me explicaba con pelos y señales todo sobre aquella comida.
—Hum, suena algo que comería sin problemas, me gustan bastante los vegetales.
—Lleva muchos ingredientes que eran típicos de mi mundo y otros similares, quizás cuando estemos en Scala te puede enseñar a prepararlo, hay más facilidad de conseguirlos ahí.
—Buen intento amiga.
Ella se encogió de hombros.
—Dime ¿a dónde vas últimamente? —pegó un respingo en el taburete ante mi pregunta—. Cada vez que llegó está solo la espada. ¿Algo interesante? —inquirí alzando una ceja.
—¡Eso no es de tu incumbencia!
—Te pilló un día presuntamente masturbándote en mi salón y luego no haces más que desaparecer por las tardes, ¿alguien llamativo en el radar quizás?
—No voy a dar declaraciones —aprende rápido.
—¡Oh, vamos! No seas aburrida, que me lo puedes contar, soy de confianza.
—No voy a decir nada de mi vida privada.
—¿Es alguien del bloque? —comencé a indagar—. ¿El chino de arriba? ¿Lo has espiado? Una vez hice match con él en Tinder, no porque me estuviera interesado es más feo que pegarle a una madre sino por saber si me había dado like. Ya sabes para tener a la gente controlada.
—Eres cruel, ¿lo sabías?
—No mi ciela, se llama supervivencia. Pero no me vas a sacar a cambiar de tema, ¿quién te trae con la cabeza loca? ¿Él… ella?
—Ya te dije que no soy lesbiana.
—Y yo soy maricón abiertamente y no me importa acostarme con chicas.
—No voy a decir ni mu.
—Ojalá fueses corpórea, con un par de mis mojitos especiales ya te digo que otro gallo cantaría.
—Me temó que no va a caer esa dicha.
Con Eileen se me hacía sumamente fácil hablar, la conversación entre nosotros surgía con naturalidad, hablábamos como si nos conociéramos de toda la vida, estas iban viniendo, dispares, muchas veces sin conexión. Pero se sentían bien, no buscaba temas para poder alargarla, simplemente hablábamos y listo. No tener a Sara me afectaba, no era alguien de muchos amigos por muy extrovertido y vivaracho que parecía, en realidad me costaba mucho abrirme a las personas y formar vínculos. Estaba acostumbrado a que las personas a lo largo de mi vida fueran y vinieran, por lo que el concepto de amistad o lo que creía que era se había diluido y deteriorado hasta el punto de que sentía que nunca había encontrado personas a las que llamar así.
Por eso ahora no llevaba bien tener que empezar a desprenderme de ella, de que no la iba a ver en una temporada. Puedo tolerar bien la soledad en muchos aspectos, es más los disfruto, pero quizás el no tener gente con la que contar era algo que me generaba malestar.
Sara fue la primera y por eso estaba sumamente unido a ella, fue la primera persona con la que de verdad supe apreciar la amistad; el resto solo eran una ilusión. Porque siempre se mantenían los mismos grupos, menos yo, cuando pensaba que había encontrado a los definitivos al tiempo me daba cuenta de que no era así, que no era uno de los suyos. Mi loca y desquiciante rubia fue la que me dio una cachetada y me permitió sentir lo que verdaderamente significaba la amistad y que esta nunca dependía del tiempo, más años nunca era igual a un mayor vínculo.
Y con Eileen sentía lo mismo que la primera vez que conocí a Sara, que había algo distinto, algo que valía la pena cuidar. Puede que le estuviera cogiendo cariño o que simplemente me sentía cómodo estando a su lado. Pero lo que sí sabía dentro de mí, era que sentía que era una persona con la que podía contar, para lo bueno o lo mano, porque me hacía sentir que iba a estar ahí. Y para mí eso era la amistad, estar a tu lado para celebrar los momentos más altos, pero a la vez poner un hombro en el que apoyar la cabeza durante las etapas más bajas.
¿Quizás podíamos crear una amistad?
—Hazme caso, vas a aceptar lo sé —me dijo con tono socarrón.
O al menos esa era la idea hasta que volvía a sacar el temita del gremio de los cerrajeros de los cojones. Pero bueno, nadie dijo que en una amistad no quisieras arrancarle la cabeza al contrario.
{…}
—Oye Mark —me llamó Óscar.
Ambos estábamos en el parque que tenían en la planta, estos días había estado un poco falto de energía, pero aun así habíamos decidido salir para animarlo.
—Dime.
—¿Crees que la muerte duele?
Me quedé sin aliento cuando escuché aquella pregunta, sentí un escalofrío que me recorría de descendía por mi espalda.
—¿Co-cómo?
—Eso, sí crees que la muerte duele.
—¿A qué viene esa pregunta? ¿De dónde la has sacado?
No sabía cómo actuar ante aquello, me había pillado con la guardia baja.
—No sé… siempre ha estado ahí. A veces pienso en ello, pero no quiero decírselo a papá y a mamá.
Yo tampoco quería seguir con aquello, pero su mirada me decía que era importante para él, por lo que armándome de valor miré de un lado a otro para asegurarme de que estábamos solos. Tras asegurarme de ello, le hice una señal para que nos acercasemos hasta unos sillones pegados a los ventanales. Nos sentamos el uno frente al otro y los nervios me volvieron a asaltar.
¿Cómo hablar de esto con un niño pequeño?
El pequeño me miraba expectante, a la espera de mi respuesta.
—¿Morir duele? —la repetí—, la verdad que es una pregunta grande… yo creo que depende.
—¿Depende?
—Sí, es decir, ojalá todas las muertes fueran indoloras, pero hay veces que el dolor es inevitable.
—Ya veo —su tono de voz fue apagado.
—Pero Óscar, no tienes que pensar en estas cosas. Eso no te va a pasar a ti, es decir, esta mierda —con aquella palabrota conseguí sacarle una sonrisa—. No va a durar para siempre, ya verás que en nada estarás en la calle jugando con tus amigos.
—Sí… oye Mark.
—Dime.
—¿Qué pasa?
—¿Qué?
—Cuando morimos, ¿qué crees que pasa?
Otro golpe que no vi venir, si antes me había quedado sin aliento, ahora incluso me mareé por unos instantes. Había soltado la bomba.
¿Qué cojones pasa cuando morimos?
Me rasqué la nuca, nervioso, sus grandes ojos no se apartaban de mí.
—Guau, esa sí que es la gran pregunta. Antes de responderte, ¿tú qué crees que pasa?
—Que nos dormimos.
—¿Dormimos?
—Sí, nos dormimos muy profundamente, tanto que no podemos despertarnos. Pero eso no importa.
—¿Por qué no importa?
—Porque soñamos.
—¿Y qué crees que soñamos?
Bajó su mirada, frunció el ceño, pensativo por unos instantes antes de responder.
—Con todos. Papá, mamá, los abuelos, mi perrito. Todos ellos están ahí, conmigo, reímos, jugamos, comemos pastel. Nunca se marchan, no hay caras tristes, solo risas y diversión.
Con su explicación sentí mi corazón en un puño, tuve que desviar la mirada, hacia el techo, para retener las lágrimas. No quería que me viese llorar.
—Yo pienso lo mismo Óscar —le respondí cuando me sentí preparado.
—¡¿Sí?!
Asentí.
—Todos ellos están allí, contigo, a tu lado. La muerte no es… —no sabía cómo continuar, fue mi turno de agachar la cabeza—. Es amor.
—¿Amor?
Volví a asentir.
—Eso que sientes cuando estas con tus papis, tus abuelos y tu perrito —le señalé al corazón y este se llevó la mano al pecho—. Cuando ríes, juegas y comes pastel, eso que sientes en tu corazón, es amor.
—Ya veo… amor —se quedó pensativo.
—¿Volvemos ya? Seguro que tus papis ya han regresado.
Este afirmó moviendo su cabeza, para levantarse y darme la mano, ambos nos dirigimos a la salida, sin embargo, algo cayó de sus bolsillos.
—¿Qué llevas ahí?
—Nada —me respondió nervioso mientras se apuraba a recoger una cuenta del suelo.
—Vale, ¿te apetece un helado?
—¡Sí, sí, sí!
Aquella noche no podía dormir, no paraba de darle vueltas a la conversación que habíamos tenido, a la gran pregunta: ¿qué pasa cuando mueres? Rondaba en mi cabeza después de haber llorado durante un tiempo. No me escondía, agradecía que Eileen no estuviese cuando en la soledad de mi cuarto todo vino de golpe; pasado y presente se mezclaron, y yo no pude hacer otra cosa que rendirme ante ellos.
Había sido muy seguro con mi respuesta, ¿qué hay cuando te marchas? Amor. Eso siempre era lo que había creído que había. La muerte no era sinónimo de soledad, sino de compañía y amor, el que te llevabas de aquí y el que recibías cuando volvías a encontrarte con todos ellos.
Eso me llevó a pensar, cuánto de ese amor estaba ahora mismo presente en mi vida, recordé las palabras de mi madre «una vida con amor es una vida vivida». Solo había tristeza, rabia y miedo; nada de amor, se había esfumado.
¿Acaso ese era mí camino a seguir? Un sendero lleno de aquello.
Me levanté y fui hasta el salón, la espada volvía estar sobre el sofá, tomé asiento mientras la empuñaba, fijé mi vista en ella mientras todo aquello rondaba mi cabeza. Puede ver mi reflejo en ella. Y una nueva pregunta asomó.
¿Acaso era lo que me iba a llevar cuando me fuera?
{…}
El pequeño Óscar se removió en su cama hasta que finalmente acabó despertando, hacía mucho frío en la habitación, por lo que somnoliento se levantó para tomar su manta favorita y entonces fue cuando la vio a los pies de la cama.
—Hola —le dijo calmado, para tomar asiento cerca de ella.
—Hola Óscar —le saludó de vuelta Eileen antes de tomar asiento.
—Te vi hoy.
Ella asintió en respuesta para tomar asiento al lado de este
—Me llamo Eileen.
—Bonito nombre.
—Gracias.
—Estabas junto a Mark hoy en el parque. ¿Eres su novia de otra dimensión?... No espera, a Mark le gustan los chicos —rectificó—, entonces ¿qué eres?
—No lo sé, dímelo tú.
Óscar se quedó un momento pensándolo
—Su amiga —dijo con seguridad.
—¿Tú crees?
El asintió.
—¡Sí! —gritó bajito para no despertar a sus padres—. Tenéis una cosa especial que sólo los grandes amigos tienen. ¿Por qué no te acercaste a nosotros? Estuviste todo el lado junto a la puerta.
—Me pareció que estabais hablando cosas privadas, no quería inmiscuirme.
—¿Y ahora?
—Pues porque me resultaste muy curioso.
—¿Curioso?
—Sí, verás Óscar, del lugar de donde vengo jamás hemos visto niños como tú.
—¿Calvos? —preguntó mientras se pasaba las manos por la cabeza. Eileen se rió y negó.
—Valientes —rectificó—. Eres muy valiente y fuerte para ser tan pequeño. Un auténtico luchador.
—¿En serio?
—Sí, he conocido adultos que suplicarían por ser la mitad de lo que tú eres.
—Pero yo no soy valiente.
—¿Por qué lo crees?
—Porque tengo miedo.
—¿Miedo? A ¿qué tienes miedo? cariño? —ambos sabían la respuesta, pero él no quería decirla, por ello Eileen simplemente se limitó a tomar sus manos.
—Por las noches mi nana viene a verme, cuando papá y mamá están durmiendo ella me hace compañía, me canta y cuenta cuentos como solía hacerme. Ella me dice lo mismo que tú, que soy un niño muy valiente y fuerte.
—Porque lo eres —le reafirmó.
—Eileen ¿tú también eres cómo mi nana?
Esta en un principio no supo qué decir o hacer, pero finalmente acabó asintiendo.
—¿Morir duele mucho? —volvió a preguntar.
La chica afianzó su agarre al de aquellas pequeñas manitos.
—No tesoro, la muerte no duele, simplemente es otro camino más que recorremos, sólo que al no saber cómo es y qué nos deparará nos asusta.
—No, no es eso a lo que tengo miedo —aquello sorprendió a la morena—. ¿Pudiste escuchar lo que le dije hoy a Mark?
—Sí.
—Por eso no le tengo miedo, sé que soñaré siempre con ellos. Tengo miedo a que Papá, Mamá y Mark estén tristes cuando yo ya no esté —confesó—. Porque ellos lo van a estar ¿verdad?
Eileen se quedó anonadada por aquella reflexión, aquel niño era muchísimo más maduro que mucha de la gente que alguna vez conoció.
—Óscar, cariño, es inevitable que ellos se pongan tristes —el semblante del niño se entristeció—, pero solo lo estarán por un tiempo.
Aquello pareció sorprenderlo.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque tú siempre estarás junto a ellos, aquí —le señaló su corazón—. Sus recuerdos de ti se convertirán en la luz que ilumine el sendero.
—¿Yo seré su luz?
—Sí, todos esos momentos que habéis vivido juntos permanecerán para siempre, serán quienes los guíen y les hagan compañía. Ellos nunca darán un paso sin que tú estés a su lado. Y tú tampoco estarás sólo tesoro, porque como tú has dicho, en tus sueños, ellos estarán siempre a tu lado en todas esas aventuras que vas a vivir.
—Eileen, ¿puedo hacerte otra pregunta? —ella asintió—. ¿Cómo fue morir para ti?
—Morir fue como bucear, dejé atrás la orilla para comenzar a nadar y a nadar hacia lo desconocido dejando que la inmensidad del océano me abrazará y guiará hasta donde nunca tocas fondo. Sin preocuparte de respirar porque ya no lo necesitas. Permitir que la oscuridad te arrope y acune, y cuando ya estás preparado la luz es la que marcará el lugar al que debes ir y entonces será cuando el océano finalmente te devuelva a la orilla. Esta vez a una nueva donde comenzará otro sendero.
—Eileen ¿puedo pedirte una última cosa?
—Todas las que quieras.
—¿Puedes cuidar de Mark? Él es como mi hermano mayor y aunque cuando viene a verme lo esconde sé que está muy triste, yo sé que no me queda mucho más tiempo, pero sé que papá y mamá estarán bien, ellos se tienen el uno al otro. Pero él no.
—No te preocupes Óscar, te prometo que siempre estaré a su lado.
—Gracias Eileen.
Entonces ambos se quedaron en silencio, la portadora pudo ver cómo el joven miraba a su cama.
—¿En qué piensas?
—Que me apetece ir a soñar.
—¿Quieres que te arrope?
—Sí, por favor.
Eileen ayudó al pequeño a acomodarse y arroparlo.
—Buenas noches, cariño.
—Espero verte alguna vez en mis sueños.
«Come on, baby, with me. We're gonna fly away from here.
You were my best…»
{*****}
Caminaba apresurado al hospital, la noche anterior había tenido una epifanía y había llegado la hora de decidir, ¿estaba a punto de cometer una locura? Quizás. Frente a mí tenía dos caminos que elegir, uno conocido y el otro desconocido, ya sabía lo que me depararía uno de ellos, los sacrificios que iba a tener que hacer y lo que tendría que aguantar. Sin embargo, el otro solo tenía vagas ideas.
Necesitaba una perspectiva diferente para resolver esto, la visión de alguien cuyos pensamientos no estaban todavía tocados por la vida. Un adulto no podía resolver esto, sino un niño. Yo hace mucho que había perdido el contacto con niño interno, sin embargo, tenía a un pequeño genio que podría ayudarme a decidir correctamente.
Estaba nervioso, agitado, mi mente no paraba de darle vueltas al asunto, ¿cómo explicarle todo sin que pensase que estaba loco? Óscar no tenía los prejuicios de un adulto, no tenía prejuicios en realidad, por eso daba por sentado que sería más fácil. Sin embargo, todo este tema de Portador de la Llave Espada seguía chocando y tampoco era algo fácil para mí de comprender como para poder explicar. Por ello cruzaba los dedos para que todo fuese lo mejor posible. Estaba a punto de descubrirle algo que ni yo mismo aceptaba del todo.
Pero tenía la esperanza de que fuese bien, de que Óscar sabría cómo ayudarme.
Como tantas otras veces crucé a la derecha y toqué la puerta morada, sin embargo, nunca recibí respuesta, por lo que extrañado la abrí.
Entonces sentí como mi corazón se detenía.
La habitación estaba completamente vacía, todo lo que una vez fue se había esfumado, era como si nunca hubiese existido. Sentí un fuerte nudo en el estómago, de repente tenía mucho frío y mis piernas temblaron. En mi cabeza saltaron las alarmas, quería pensar en todo menos esos, cualquier cosa menos eso.
Necesitaba respuestas.
Me giré para ir a recepción y entonces me encontré de frente con su madre, la mujer tenía los ojos rojos e hinchados, estaba completamente destrozada.
Entonces fue cuando sentí como mi respiración también fallaba.
—Ho-hola… Mark.
—Hola —la voz me tembló. No quería preguntar, ya sabía la respuesta, pero aun así lo hice—. ¿Y…?
—Se ha ido esta mañana Mark —me respondió con un susurró.
Quise decir algo, pero simplemente no pude, no tenía palabras, era incapaz de expresar algo, me había convertido en un inmenso bloque de mármol. Pero cuando vi como su madre se derrumbaba delante de mí finalmente fue cuando pude reaccionar y rápidamente la tomé. A pesar de mi estado logré sujetarla, ella hundió su rostro en mí cuello para comenzar a llorar desconsoladamente; lo único que pude hacer fue abrazarla, lo más fuerte posible, quería hacerle sentir que estaba ahí. Ya que era lo único que podía en ese momento.
Dado que era completamente incapaz de expresar algo.
El entierro del pequeñín fue dos días después, un día nublado de invierno, éramos pocos los presentes, sus padres, un par de familiares más y yo. Podía escuchar a sus progenitores llorar, pero de nuevo yo era incapaz de emitir el más mínimo llanto; simplemente veía como el pequeño féretro era introducido en el nicho.
Después de aquello no nos quedó más remedio que despedirnos de no solo de él para siempre, sino nosotros mutuamente, porque ya no había nada que nos uniera; sus padres me dieron las gracias incontables veces, por absolutamente todo. Sin embargo, yo era el que estaba realmente agradecido, por conocer a Óscar, esa personita que me permitía volver a ser un niño y soñar como tal.
Antes de marcharse me dieron una pequeña pulsera que el pequeño me había estado preparando, ahí fue donde pude comprender para qué era la cuenta que aquel día tan recelosamente se guardó. Con unos pocos abalorios y cristales de colores había replicado nuestro sistema solar. La tomé entre mis manos con sumo cuidado, la observé, toqué con mis dedos antes de finalmente colocármela, al menos una parte de él siempre estaría junto a mí.
Pero a pesar de ello, un capítulo de mi vida se había cerrado y no de la forma que yo quería.
Pasaron varios días después del entierro, mi vida volvía a ser una constante en la que yo simplemente me dejaba arrastrar como tantas otras veces, envié los documentos para el cambio de dirección, fueron aceptados, tuve reuniones con quien sería mi nueva directora, la cual se mostraba sumamente emocionada por la investigación; volví a la rutina: casa, universidad, investigar, dar clases, investigar, casa y vuelta a empezar. Sin embargo, yo me sentía como un espectador de todo aquello, como si estuviese atrapado en un cuerpo autómata, simplemente observaba mientras el exterior pasaba frente a mis ojos.
Hasta que una noche simplemente fue como si descorcharan una botella.
A pesar de no ser ajeno a ello, lo sentía como si fuese la primera vez, todo vino de golpe, el dolor fue como un tsunami. Lloraba hasta más no poder, desconsolado, como no hacía desde hace años. Sentía mi corazón y mente arder por igual. Nuevas heridas aparecían, a la vez que viejas cicatrices se reabrían. Porque el dolor, la rabia, la melancolía eran fáciles de llevar, simplemente venían, hacían lo que querían y listo; el problema venía cuando la mente ponía voz a todo aquello, formaba imágenes y te hacía recordar cosas que no querías. Entonces era cuando de verdad te hundías.
En una sola noche, todo lo poco que había logrado conseguir, sanar y cerrar, simplemente se había desvanecido.
Quería que todo aquello desapareciera, se esfumara, olvidarme de todo y todos. Pero las formas con las que pude hacerle frente en su momento ya no estaban. Desesperado fui con paso agitado hasta la cocina, necesitaba escapar como fuese posible, ya no atinaba a raciocinio alguno. Olvidar. Eso era lo único que deseaba. Destapé la botella y bebí en el acto; el fuego quemaba mis entrañas, pero aun así seguía, lo más rápido posible, observando como las burbujas subían por el interior. Mi único objetivo en aquel momento era desvanecer las imágenes que asaltaban mi mente.
Me ahogué, no pude evitar escupir, tosí ruidosamente, dándome golpes en el pecho. Me quedé quieto unos instantes, podía sentir mi pecho subir y bajar acelerado, el amargo líquido escurrir por mi boca; pude sentir como todo me dio vueltas por unos instantes «todavía no es suficiente», aquellas imágenes seguían rondando por mí cabeza, como fantasmas.
—¡Para! —antes de que pudiese poder volver a empinar la botella voló de mis manos—. Mark… por favor detente —me suplicó Eileen.
Sin embargo, yo no le hice caso y me di media vuelta. Recordaba vagamente tener alguna más. Pero no me dejó avanzar, tomó mí mano y me hizo girar, estaba ya tan ido que tropecé en el brusco movimiento.
—Eileen… no —balbuceaba.
—Sé que duele…
—Ca-calla.
—Pero esta no es la solución, no voy a dejar que te autodestruyas.
—Calla —repetí.
—Mírame —suplicó tomando mi cara, mientras que yo la movía a otro lado, mis ojos se abrían y cerraban.
—Déjame.
—Mark, por favor.
—CÁLLATE —pasé de cero a cien, la rabia se apoderó de todo mi cuerpo—. ¡Tú no lo entiendes! ¡No tienes ni la más puta idea de lo que duele! ¡Nadie tiene la menor idea! Joder quiero que dejéis de compareceros por mí de una puta vez —mi boca se movía más rápido que mi mente—. Ni te atrevas a decir que lo entiendes cuando no es así, no tienes ni la menor idea de por lo que estoy pasando.
Algo en su rostro se desencajó, pero fuese lo que fuese, desapreció rápidamente, optó por una expresión serena.
—Es cierto… No tengo ni la menor idea, pero no me importa; grítame todo lo que quieras, insulta, rompe cosas, si eso te ayuda a drenar todo lo que tienes dentro hazlo. Pero no voy a dejar que te lastimes, no voy a dejarte solo en esto, porque…
—Porque eso es lo que hacen los Elegidos de la Llave Espada —siseé con veneno—. Ya me sé esa mierda.
—No Mark, no porque lo hagan los elegidos.
—¿Entonces? —estreché la mirada, expectante a cualquier cosa para atacar.
—Porque eso es lo que hacen los amigos.
No tuve oportunidad de contestarle nada ingenioso ni mordaz ya que cuando me disponía a ello una poderosa arcado vino y lanzarme contra el fregadero. Toda la fuerza se me fue por la boca, nunca mejor dicho.
Qué patético.
Pero ante todo pronóstico pude sentir suaves palmadas en la espalda y ánimos.
Cuando finalmente termine de vomitar, me incorporé sólo para moverme un poco y dejarme caer contra los armarios; desde mi posición pude ver vagamente como Eileen se ocupaba de todo, limpió los restos, me dio un vaso de agua para que me enjuagara y puso un trapo húmedo sobre mi frente.
Pero, ante todo, estuvo ahí. Como había dicho.
—No tienes por qué —le dije con la poca voz que me quedaba mientras veía como se sentaba al lado mío.
—Ya te lo dije, es lo que hacen los amigos.
{…}
Desperté horas más tarde, estaba en el sofá con una manta por encima, apenas recordaba cómo había llegado, entonces me percaté de que mi cabeza reposaba sobre algo mullido, eran sus piernas. Moví un poco el cuello para verla mejor, profundamente dormida, con los dedos de una mano envueltos alrededor de mis cabellos.
Seguía ahí. Tal y como había dicho. Algo en mi pecho se removió.
Como pude me incorporé, todo estaba en penumbra, la boca me sabía a vomitó y sentía escalofríos por todo mi cuerpo. Respiré profundamente; mis ojos enfocaron la espada encima de la mesita, me quedé un rato observándola, mis dedos se deslizaron sobre su superficie. Con cuidado me levanté, tomé mi móvil, para ir al baño; pero solo di dos pasos antes escuchar a Eileen gruñir.
—¿A dónde vas? —murmuró medio dormida.
—Al baño, sigue durmiendo —le dije quitándole importancia.
—Uhum… si vas a bañarte avisa para ayudarte, no quiero que te partas la cabeza.
—¿Vas a ayudarme a lavarme el «jardín de las delicias»?
—Reviéntate la cabeza —balbuceó antes de darse la vuelta.
Me reí para seguir, una vez ahí me metí en la ducha para quitarme todo el sudor pegajoso del cuerpo, ya fuera hice lo mismo con los dientes, pero antes de salir me senté en la taza y marqué, no sabía si iba a estar despierto.
—¡Mark! Campeón.
—Hola papá. ¿Te pilló mal?
—No tranquilo, me pillas desayunando —miré la hora, en Glasgow ya tenía que ser bien entrada la madrugada—. Me tuve que ir por unos asuntos de trabajo —aclaró.
—Vale —reí ligeramente.
—Dime hijo, ¿qué necesitas?
—Solo quería hablar.
—¡Guau! Dos llamadas en un mes, debe de ser mi día de suerte.
No pude evitar sentirme mal por aquello, él no lo decía como reprimenda, pero era un hecho de que era demasiado desapegado y eso debía corregirlo.
—Lo sé —dije intentando continuar incómodamente.
—Bueno, ¿de qué quieres que hablemos? ¿Algún chico interesante? —me preguntó divertido.
—Me temó que no va a caer esa dicha.
—Pues espabila —volvió a reír—. Que soy viejo, que ya sé que lo de nietos un poco complicado; ojo que no te libras.
—Joe y yo que pensaba que ya con Kat era suficiente. Que ella ya se encargaba de continuar el legado familiar.
—Si es por ella nos hubiésemos extinguido hace mucho… no le digas que he dicho esto —rectificó rápidamente.
—Vale.
—Pero al caso, los nietos de momento lo dejamos ahí, pero no tanto…
—Sí papá.
—Al menos dame un buen nuero.
—Lo haré —prometí.
—Eso era lo que quería oír. Bueno, ¿qué era eso que querías decirme?
Mi boca se secó, tuve que pasar la lengua por mis labios, sentí como me helé, los nervios se apoderaron de mí.
—Verás… —no sabía cómo arrancar.
—¿Vas a dejar el doctorado, cierto?
Me quedé a cuadros.
—¿Cómo lo sabes?
—Kat —se limitó a responder. Maldita chismosa—. Me comentó hace tiempo que no se te veía muy entusiasmado, que estabas apagado.
Respiré profundamente antes de hablar.
—Sí, es así.
—¿Pero porque has tarado tanto? —me preguntó con cierto reproché—. Sabes que tu madre y yo os enseñamos a que no pasaba nada por dejar algo, que abandonar no siempre es una derrota.
—Lo sé… pero no sé, supongo que se juntaban muchas cosas…
—¿Cuáles?
—Que siempre pensé que era lo que quería, estaba convencido de que era mi futuro, de que me veía aquí; tener toda mi vida construida alrededor de esto; el miedo a dejarlo y no saber qué hacer después… que piensen que porque soy un niño rico y no me salen las cosas lo dejó y hago otra cosa —enumeré algunas cuantas—. No sé papá, me siento frustrado, se suponía que este era mi sueño, desde siempre.
—No hijo, tu sueño siempre fue descubrir que había más allá de las estrellas, entender que eran todas aquellas luces, el origen de todo, que hubo antes del Big Bang. No ser doctor en astrofísica —me recordó.
—Lo sé —no pude evitar agachar la cabeza—. Solo pensaba que esta era la forma de lograrlo.
—Bien, ya te has dado cuenta de que este no es el sendero para ello, ahora solo falta encontrar el adecuado.
—¿Qué quieres decir?
—Que no es el fin del mundo, simplemente te has dado cuenta de que por ahí no puedes ir, no pasa nada, no eres menos por ello y tampoco has fracaso. Ahora simplemente tienes que buscar el adecuado, el que te permita llegar a esa meta.
—Entiendo.
—Pero, sobre todo, el que te haga verdaderamente feliz, de nada sirve lograrlo si a cambio eres infeliz.
—Sí.
Me quedé un momento en silencio pensándolo.
—Ya lo tienes, ¿verdad? —me preguntó, si estuviera frente a mí sabría que estaría sonriendo ahora mismo.
—Creo que sí. No lo sé, solo pienso que es una locura, pero en el fondo solo pienso que no quiero quedarme con la espinita.
—Hijo, tú sabes que siempre nos tendrás aquí para lo bueno y lo malo, siempre has contado con mi apoyo para todo, podré estar más o menos de acuerdo con ella, pero sabes que estaré a mí para darte una palmadita en la espalda y darte la enhorabuena o abrazarte y consolarte —mierda, ya me iba a poner a llorar—. ¿Necesitas de mi aprobación para dar un pasito hacia delante? Por su puesto, la tienes, siempre la has tenido. Adelante Mark, lánzate a por ella; vaya bien o mal ¿qué más dará? Ya nos preocupamos por el «y si». Lo importante es hacerlo, porque eso es lo que nos llevaremos al final, nuestros recuerdos y en especial el de las personas con el que los hayamos compartido.
—S-sí.
—Así que, a por ello hijo, lánzate de cabeza al vacío y que sea lo que tenga que ser. Nosotros estaremos detrás de ti para lo que haga falta, pero no te prives de estas experiencias por el miedo, la vida es muy corta.
—Lo sé, gra-gracias, papá —respondí secándome las lágrimas como podía.
Seguimos hablando un poco más antes de despedirnos. Suspiré, para pasarme las manos por la cara y entonces levantarme, para ir al cuarto y vestirme. Una vez preparado, fui al salón y tomé el artefacto, para despertar a Eileen.
—¿Qué pasa? —gruñó.
—Nos vemos mañana en el Park Güell al amanecer.
—¿Eh?... ¿A dónde vas?
—No te importa, solo asiente.
—¿Qué?
—Park Güell, mañana, al amanecer. ¿Sabrás llegar?
—No lo sé.
—Pues espabila, si tanto viajabas por el universo no te será nada.
—Pero Mark…
—¡Nos vemos!
{…}
Aparqué la moto donde lo había hecho la primera vez. Caminé hasta la verja, ahora precintada por un cordón policial, desde mi posición podía ver los restos carbonizados del edificio. Miré de un lado a otro en busca de alguna señal, pero no había nadie. Con cuidado moví la verja para abrirla lo suficiente y colarme dentro.
Sentí cierto escalofrío al estar devuelta ahí, los recuerdos de como estuve a punto de morir todavía estaban presentes, inevitablemente mis ojos miraron la espada «me salvaste la vida». Volví a mirar al edificio para encaminarme hacia su interior, me colé entre los escombros para acceder a lo que quedaba del corredor central, el techo y el ala izquierda había desparecido, dejando una vista esplendida de la ciudad y de las plataformas que se estaban construyendo alrededor del asteroide.
—No sé qué hago aquí —pensé en voz alta.
Mire otra vez a la espada, levanté mi mano para que quedase frente a mí.
—¿Qué se supone que tengo que hacer ahora?
Suspiré.
Todo había sido un poco precipitado, simplemente tuve el impulso de ponerlo a prueba, de comprobar si de verdad podía valer la pena para esto.
Un pequeño destello captó mi atención, los rayos de la luna habían dado contra las cuentas de la pulsera, bajé la espada para centrarme un momento en esta, una tímida sonrisa se dibujó en mi rostro «¿qué haría Óscar?» me atreví a pensar. Con la mirada puesta en un punto cualquiera, di vueltas a aquella idea, «¿qué haría? ¿Qué se le hubiese ocurrido? ¿Qué hubiera hecho en mi lugar?»
—No darle tantas vueltas a las cosas —empecé por ahí—. Luego… —volví a mirar a la espada—. Creería que es el mejor de los caballeros… Creería en él.
Mis ojos bajaron hasta la espada, «cree en ti», volví a levantarla, «eres el mejor caballero que alguna vez ha existido», cerré los ojos «siéntelo» y en la oscuridad de mi mente un último pensamiento apareció: «creo en ti».
Pude sentir un resplandor en la lejanía, una luz que incidía en mi cara, al abrir lentamente los ojos vi la espada brillar frente a mí, un aura de energía esmeralda que se desprendía de toda esta. Jadeé al verlo, lo había logrado, pude sentir una corriente eléctrica; mis manos temblaron un poco ante aquello, pero no la dejé caer. Con gusto la tomé con fuerza y como tantas otras veces había hecho a escondidas me dejé llevar por ella, ejecutando movimientos que desconocía que era capaz de hacer, pero ahí estaban, con maestría era capaz de dominarla y blandirla. Con cada movimiento la espada desprendía energía, creando surcos en el espacio, formas inconexas que parecían formar un corriente de vibrante energía que parecía tener vida. Impulsos que saltaban en su interior.
Entonces me percaté que la energía comenzaba a formar a mí alrededor, ráfagas que se movían, envolvían y que comenzaban a brillar con cada movimiento de mi espada y entonces se sintió como si yo fuera uno con estas. Me movía con destreza por aquel improvisado campo de entrenamiento, esquivaba los obstáculos, saltaba los escombros con agilidad, daba golpes certeros cuando era preciso, formando una elaborada danza que era acompañada por aquellas estelas. Que se sumaban a mis pazos, aprendí a convocarlas, a explotarlas, convertirlas en una prolongación más de mí cuerpo, usarlas cuando necesitaba más fuerza, velocidad o impulso.
Y entonces comencé a reír, estaba llenó de ilusión, como un niño en navidad. Deseoso de más y más por cada acción que era capaz de lograr. Era como bailar, como si aquellos movimientos hubiesen estado siempre ahí, pero me hubiese olvidado de ellos.
Caí exhausto en el centro de la sala, mi pecho subía y bajaba agitado, el sudor empapaba todo mi cuerpo, podía sentir como lentamente mi cuerpo se iba enfriando. Con la mirada fija en el cielo, pude ver las estelas disiparse, tenía una sonrisa en mi rostro que era incapaz de borrar. Me sentía como una estrella más del firmamento, como si estuviese hecho de su propia luz.
—Gracias Óscar.
«I love you to the moon and back»
{*****}
Los rayos del sol comenzaban a salir a los lejos, estaba apoyado en uno de los balcones al tiempo que pude ver como mi pequeño pony aparecía por la entrada del parque, miró de un lado al otro sin tener muy claro a dónde ir. Silbé para captar su atención, para acto seguido mover mi brazo, ella asintió para así echar a andar a mi dirección mientras que yo hacia lo mismo para finalmente encontrarnos en las escaleras que daban al parque.
—¿A qué viene esa cara? —me preguntó con el ceño fruncido.
—¿La mía? Deberías verte la tuya… ¿Has disfrutado de tu aventura en el transporte público?
Bufó antes de hablar.
—Mira, cállate. No quiero saber nada.
—Y eso que eres un fantasma, imagínate si fueras de carne y hueso.
Ella negó repetidas veces con su cabeza de solo pensarlo, para a continuación volver a hablar.
—¿Y bien? ¿Qué era eso por lo que querías que nos viésemos aquí?
—Eso del gremio de cerrajeros —fui directo al grano—. ¿Cómo funciona?
—Portadores de la Llave Espada"
—Lo mismo es.
—¿Cómo que como funciona? Es decir, pensaba que ya te había explicado en qué consistía.
—Sí, defender la luz de la oscuridad y esas mierdas —estrechó la mirada—. Lo que yo quiero saber es ¿qué se supone que tiene que hacer uno si se quiere unir?
Pude ver como la mirada se le iluminaba, ahí fue cuando me arrepentí, había despertado a un gigante dormido, pero antes de que se viniese arriba le di una mirada de advertencia y entonces se calmó.
—Una vez que tomas posesión de la Llave Espada viajas a Sacala ad Caelum. ¿Recuerdas?
—Sí, su mundo.
—Una vez ahí comienza tu entrenamiento como Portador con miras a convertirte en Maestro de la Llave Espada, mientras tanto llevas a cabo misiones, lo viajar por todo el multiverso ayudando a aquellos que más lo necesitan,
—¿Y eso de ser maestro de la llave espada es muy duro?
—No lo sé, me abrieron el coco antes de poder comprobarlo
—Entiendo, ¿y ser elegido de la llave espada te da algo? ¿Poderes? ¿Habilidades sobrehumanas?
—No sé a qué viene esa pregunta, pensaba que ya lo habías visto por ti mismo —comentó con una risilla.
Yo la acompañe con una sonrisa a la que respondió con un guiño.
—Fisgona.
—En mi defensa diré que tampoco es que fueses muy discreto.
—Lo que tiene vivir en una caja de zapatos.
—Eres un quejica, tienes una buena casa.
—Lo soy —me carcajeé—. Por no hablar de que alguien me estaba dejando el caramelito todo el rato.
—¡Ups! Pillada… Aunque era bastante obvio déjame decirte.
—Mucho.
—¿Cuán seguro tenías de que acabaría aceptando?
—Al principio no muchas, pero cuando vi que Selah captaba tu atención decidí darte un pequeño empujón. Entonces mis esperanzas comenzaron a subir hasta bueno…
—Sí sé a lo que te refieres… Bueno, dame un momento.
—¿Qué vas a hacer?
—Una llamada, dame un minuto.
Me alejé un poco mientras marcaba, para no tener que esperar nada a que contestaran
—¡MARK! —escuchó a toda voz desde el otro lado—. ¡Hijo de la gran puta! ¡¿Sabes acaso lo preocupada que me tenías?! Llevas pasando de mis mensajes todos estos días mamón, estaba que lo único que me faltaba por arrancarme eran los pelos del coño —no pude evitar reírme hasta más no poder—. No te rías capullo que es verdad. En sima el alemán me ha estado llamando para saber si sabía dónde estabas porque llevas unos días sin aparecer, que has dejado a tus alumnos tirados y yo «puto hippie no ves que estoy en medio del maldito océano, ¡qué coño voy a saber yo».
—Ya sí, se me olvido enviarles mi carta de dimisión, lo haré ahora… o bueno no.
Se hizo el silencio del otro lado de la línea.
—¿Cómo que carta de dimisión?
—Dimito, ¿no te lo dije?
—No —expresó con obviedad.
—¡Ah! ¿No?
—¡Nooo!
—Pues eso, que lo dejo.
—Mark… ¿Te encuentras bien?
—Mejor que nunca en mi vida.
—… ¿Te vas a suicidar?
—¡Qué! —me pilló por sorpresa—. ¿Por qué dices eso?
—¿Tú te has oído?
Vale, ahora pensándolo tenía razón.
—¡No, no, no! ¡No! No quería sonar así.
—¿Seguro? No me llegara una caja con cintas después a mí casa. ¿Verdad? Porque como sea así juro que te devuelvo a la vida solo para estrangularte con una bufando.
—Cien por ciento seguro, por cierto, me ha gustado la referencia.
—Conmigo solo contenido de calidad y en especial para mi «swiftie» favorito… bueno vas a contarme el porqué de esa decisión.
—Simplemente creo que he abierto los ojos de verdad. Sabía que no era feliz desde hace mucho tiempo, pero me había empeñado en creer que sí lo sería. Ya no quiero seguir por ahí, esto cansado de pelear a contracorriente por algo que no lo vale, ya por fin me doy cuenta de que luchar no sirve de nada si para conseguirlo me pierdo a mí mismo. Va siendo hora de mirar por mí mismo verdaderamente, no sé, hacerle caso al niño que hay dentro de mí y… espera, ¿estás llorando?
—¡Sí maricón! Estoy llorando como una puta.
—¿Por qué?
—¡¿Cómo que por qué?! ¿Tú te has oído?... No sabes el tiempo que llevo esperando esto, pensé que nunca lo vería.
—Entonces…
—¡Joder Mark! Ni te lo pienses. ¡Hazlo! No dudes, ya verás que va a ser lo mejor estoy segurísima de ello, lo presiento.
—Muchas gracias, Sara
—Y yo siempre voy a estar aquí esperándote, ¿lo sabes? Picando rocas y oliendo a pescado podrido, no importa el tiempo que tardes.
—Con tu equipo de lesbianas.
—Con mi equipo de buenas lesbianas… Pero ahora en serio, ve a por ello amigo, te lo mereces.
Esta vez fui yo quien se emocionó.
—Gracias Sara.
Después de aquello hablamos un poco más hasta que llegó el momento de despedirse, tenía el corazón en un puño, no sabía cuándo sería la siguiente vez que la volvería a ver. Me recompuse y volví a donde había dejado a la enana.
—Eileen —la llamé al no verla.
—Aquí estoy —al girarme la vi toda emocionada cabalgando como una especie de «cowgirl» la estatua de la salamandra.
—¡Qué haces loca! Bájate de ahí ahora mismo que eso es patrimonio.
—O si no, ¿qué?
—No aceptare mi destino.
Aquello no se lo esperaba, se ve que nunca pensó que lo verbalizaría. Fue tanta la emoción que al levantarse acabo cayendo del otro lado de la escalinata.
—¡Estoy bien! —pero rápidamente arrugó la frente.
—¿Qué?
—¿Es verdad? ¿No me estás vacilando?
No pude evitar poner los ojos en blanco mientras negaba.
—Obvio que sí.
—¿Seguro?
—Que sí. Además, sería muy feo decirte que todo es una broma después de la conversación que hemos tenido.
—También es verdad… ¡Sí! Lo he logrado.
—Venga, hagámoslos rápido antes de que me arrepienta.
—Sí —esta se colocó frente a mí—. Mark Ferguson, yo te hago entrega de Sel…
—¿Qué ocurre ahora?
—Acabo de caer en que es una tontería decir esto cuando eres tu el que tiene la espada —se había quedado moñeca, sus ojos me enfocaron—. Porque la tienes, ¿verdad?
Sonreí de manera socarrona.
—Quería ver cuanto tardabas en darte cuenta —con media sonrisa hice aparecer la espada en mi mano derecha.
—¡Me has chafado el momento! Yo quería hacerte entrega de Selah, pasártela en plan una generación a otra.
—Ya bueno, quizás en otro momento —le dije con chulería mientras me pavoneaba—. ¿Has visto que bien la domino?
—Eh, Mark un poco más de cuidado.
—Tranquila yo controlo.
Faltaba que dijese eso para que pasase algo mal. Efectivamente fue así, en un mal giro la espada se descontrolo y acabé perdiendo el control, las consecuencias de aquello, fueron que acabé disparando un rayo de electricidad que atravesó a Eileen (suerte que está muerta) e impacto de lleno contra la estatua de la Salamandra.
—Hostia puta —tosí cuando la nube de polvo se disipó, tenía los ojos abiertos de par en par, sin apartar la vista del boquete donde iba la cabeza del animal.
—No te preocupes —me dijo sin apartar la vista tampoco—. Si te sirve de consuelo mi primera vez acabe incendiando la sala de entrenamientos.
—No estamos hablando de una sala mohosa, sino del símbolo de la ciudad.
—¿Corremos? —me pregunté.
—Corremos —afirmé.
Y ambos echamos a correr escaleras arribas, para perdernos por el parque.
—Vale, ¿y qué se supone que hay que hacer para llegar Scala?
—Simplemente concéntrate, deja que Selah te guie y en un abrir y cerrar de ojos estaremos allí.
—De acuerdo"
Siguiendo las indicaciones de Eileen, cerré los ojos, empuñé la llave con ambas manos y dejé que ella marcara el rumbo, pude sentir como el ambiente cambiaba, no sabría describirlo, pero algo había diferente.
—Mark —me llamó—. Ya lo tienes.
Al abrir mis ojos tuve delante de mí una especie símbolo arcano en el suelo, brillante, de color verde.
—¿Es eso? —ella asintió. Entonces lo miré más detenidamente—. Me recuerda a algo que vi hace tiempo en este parque… también puede ser porque tomé éxtasis… doce de las mejores horas de mi vida.
—Tenemos mucho trabajo que hacer contigo —escuché como dijo ella por lo bajo.
Caminé para posicionarme encima de este y al poco Eileen se unió a mí.
—¿Preparado?
Miré por última vez a la ciudad que durante tantos años había sido mi hogar, en la que había creado tantos recuerdos, por un momento me invadió el anhelo, pero sabía que si quería seguir con todo esto tendría que dejar de mirar atrás.
Era hora de romper con todo.
—Sí —afirmé con determinación.
Entonces el símbolo comenzó a brillar y una fuerte llamarada nos consumió a ambos.
{…}
Ser teletransportado era una cosa demasiado extraña, se siente como si te estiracen y estrujasen en todas las direcciones y formas posibles.
De repente la luz desapareció y un nuevo espacio se materializo, por un momento me resulto curioso ver el suelo sobre mi cabeza, entonces caí en que había aparecido en el lugar equivocado. Rápidamente la fuerza de la gravedad hizo su trabajo. Todo empezó a dar vueltas mientras caía, pero aquello duró poco ya que el impacto fue al instante.
—Joder —jadeé sin aire. Había caído de plancha.
Me levanté como pude para quedar sentado en el suelo, entonces me fijé en el misterioso lugar en el que estaba, una especie de túnel de cristal. Una mezcla de nauseabundos olores llenaba el ambiente, pero el más predominante era el de agua salada empozada; la temperatura era gélida y la humedad, así como el salitre se palpaban en el aire. Inspeccione mejor el lugar, estaba en una especie de pasarle construida a partir de un esqueleto de acero recubierto de paneles de cristal. Podía escuchar el sonido de goteras, así como el de tuberías temblando por todas partes.
—Eileen esto no tiene nada que ver a lo que me constaté, embaucadora —me quejé. Pero cuando la vi, supe por su mirada que algo no andaba bien—. ¿Eileen…?
Pero no tuve tiempo de preguntarle ya que oímos un cantico por encima de nuestras cabezas y a elevarlas una inmensa ballena azul pasaba por encima de nosotros. Pestañé varias veces incrédulo; tenía la boca abierta de par en par, tuve que pellizcarme, pero el dolor me hizo ver que aquello no era un sueño.
Entonces a través de los cristales, en el verdoso exterior pude ver como cientos de pequeñas luces iban apareciendo y cobrando formas, ante mis ojos las siluetas de grandes y colosales rascacielos comenzaron a tomar forma.
Volví a pellizcarme, pero nada.
Entonces me giré para ver a mi pequeño pony, estaba aluciando en colores igual que yo.
—Una ciudad bajo el océano… estamos en una puta ciudad debajo del océano —Eileen asintió—. ¿Qué coño ha salido mal?
