Nota aclaratoria: Mentira, eso de que los saiyajins tenían el pelo negro todos no es verdad, he visto una foto de cuando Vegeta era un niño, y salían unos saiyajins con el pelo blanco, azul oscuro,... si, si, no me he confundido, no era un fan art... era de la serie, y Vegeta tenía el pelo castañito de niño... de manera que no quiero reclamos al respecto. ¿Okis?.
Shadir, eres muy observadora, pero lo de que tenía otra esposa antes, era cuestión que sabías porque leiste mi anterior fic, que si no... nones, jajaja. El Rey Vegeta no es el mejor padre del mundo, pero ya veremos por qué hizo lo que hizo... Me alegra mucho que estés siguiendo el fic nuevo, y como siempre te digo, manten ese ojo avizor, y si ves algo que fallo me avisas guapetona, besotes!
Linna, lo tengo todo calculado al milímetro, es verdad, pero siempre me surgen venillas, ideas que meto de improviso... jeje, me encanta dejar una parte a la improvisación de la inspiración. Me alegra verte de nuevo en este fic, seremos compañeras de historia... jejeje Un abrazo.
Darth Maferius, prometo nervios... prometo suspense... y acción... y romance... intrigas... conspiraciones... ¿cómo lo voy a plasmar, es algo que aún me pregunto yo misma... jajajaja Besitos, y me alegro de verte de nuevo, 'que la fuerza te acompañe'.
Shadow, es que eres un sol, fuiste el primero en plantarme una Review, que te voy a decir yo a ti... mi lector más fiel... Gracias por ser siempre tan atento y dejarme un comentario, me anima un montón.
Capítulo 1: Carrotte
Media hora antes, y no lejos de donde aterrizaría la diabólica nave espacial, una joven pareja saiyajin de clase alta, mantenía una conversación privada alejados de un grupo de guerreros de tercera clase, que portaban diversas alcancías de alimentos y enseres variados, almacenándolos en unos módulos de transporte. La hembra tenía la piel de color ligeramente dorado, sus ojos eran azabaches, y su larga cabellera negra, resaltaba una esbelta figura, aún siendo de estatura baja. Vestía unos pantalones de mallas ajustadas, a juego con sus guantes y botas blancas, y una camisola de minifalda color azul marino, con adornos en oro bordados. En su cuello, se enrollaba una capa blanca que caía a un lateral, y en su pecho, lucía el medallón dorado, con un escudo que acreditaba la familia a la que pertenecía. El macho era de estatura media, su pelo y ojos tenían un color azul oscuro. Su piel era de tonalidad más clara que la de su esposa, y su cuerpo, era musculoso y fuerte. Vestía unos pantalones negros y holgados. En su cintuda, sujetado por un cinturón abrochado por una hevilla dorada gruesa, llevaba una tela verde, con varias vueltas, que caía en pliegues hacia los lados de sus caderas, para terminar en una tira algo más corta, hacia el centro de sus piernas. Su pecho quedaba cubierto por una camiseta negra con adornos dorados. Su capa verde ondeaba con el viento, y su medallón familiar brillaba con intensidad por los reflejos del sol.
- Caulit, asegúrate de que las mocosas no andan haciendo de las suyas por la ciudad. No se como diablos se alistaron en este viaje sin que nos diesemos cuenta, pero ya que están aquí, debemos ser cautelosos. Han crecido agenas a ciertas leyes saiyan, y podría ser extremadamente peligroso... - La mujer asintió con algo de preocupación en su rostro mientras observaba de lejos las dos pequeñas intrusas. Su compañero comenzó a marcharse sin que ella casi se percatara.
- ¡Pinach! - El detuvo su paso sin volverse a mirarla. - Por favor, no te entretengas, no quiero pasar mucho tiempo en la ciudad, no veo el momento de volver a nuestro castillo. Tengo un mal presentimiento... - El guerrero, se volvió en un segundo con el ceño fruncido.
- Llevamos 8 años viviendo alejados de todo. No podemos escondernos eternamente en nuestro castillo y permanecer agenos a todo lo que sucede. Algún día tendremos que dar la cara, o la vida... si es necesario para que tantas leyes injustas sean erradicadas, para que nuestro mundo sea mejor y distinto. Te dije antes de que uniesemos como compañeros, que yo no nací sólo para vivir en la comodidad que nos otorga nuestra clase. - Sin esperar contestación alguna a sus palabras, Pinach se marchó aceleradamente.
Mientras tanto, las dos niñas, observaban la ciudad por primera vez en sus vidas, con ojos curiosos y asombro. La hija de la pareja saiyajin, una niña de 8 años, poseía facciones hermosas, un rostro fino, que enmarcaba unos ojos azul oscuro como los de su padre. Su cuerpo era delgado, elegante, de contextura menuda pero bien proporcionada, había heredado el físico de su madre, salvo por el color de piel pálido, y la larga melena también azul oscuro. Sus ropas eran lujosas, consistiendo en unos pantalones de mallas rojos pegados al cuerpo, casi como unas medias, pero algo más gruesos, y una camisola blanca de una tela similar a la seda, que hacía las veces de un vestidito de falda muy corta, que se sostenía en sus hombros gracias a unos adornos de un metal dorado, que bien pudiera asemejarse al oro. Su colita marrón, aderezaba el conjunto rodeando su cintura. Sobre los hombros, y algo enrollada en su cuello, llevaba una capa roja que caía a un lado de su cuerpo. También lucía en su pecho el medallón familiar que acreditaba su rango, pertenecía a la nobleza saiyajn. En cambio, la otra niña, de unos 9 años, vestía ropas más sencillas, consistentes en una camisola anaranjada, de tela basta y recia, áspera al tacto y unas mallas negras a modo de pantalones. No llevaba capa, ni escudo familiar, y su calzado eran unas botas negras. Su ropa austera no tenía adornos, consistiendo estos exclusivamente en unos brazaletes plateados que se amoldaban en su muñecas desnudas, por la carencia de guantes.
- ¿Me vas a decir de una vez el secreto?. - Increpó la pequeña noble con cara de pucherito y ceño levemente fruncido.
La otra niña puso expresión seria antes de hablar. - Bueno, he querido que vengamos porque escuché el otro día una conversación de tus padres... - Los ojos azules se abrieron de par en par.
- No deberías escuchar conversaciones privadas, eres una maleducada. - Regañó con pose seria la hija de los espiados.
- Lo siento... - Musitó la otra niña agachando la mirada.
- ¿Qué dijeron? - Una gota de sudor se escapó de la frente de la más mayor.
- No decías que... - Arqueó una ceja.
- Ahhhssss, vamos, cuéntamelo ya. - Apremió con impaciencia, encontrando una sonrisa leve en su amiga.
- Bueno... estaban hablando en una de las salas del castillo, y dijeron que se habían recluido a vivir lejos del Palacio porque desde que mataron a mis padres no se fiaban de nadie. - Los ojos de la más pequeña se abrieron de par en par mientras que la expresión de la otra muchacha se hacía triste.
- Pero... tus padres murieron combatiendo contra los Tsufur, en el último rebrote que se produjo, hace ya 8 años atrás... debiste escuchar mal... - Aclaró con sonrisa inocente.
- Escuché perfectamente. - La cortó sécamente - ¿No te das cuenta?. Nos ocultaron la verdad... Tu eres una niña noble, no sabes nada de nada, tus padres no te explicaron lo que significa que yo sea de clase baja tampoco... pero los criados del Castillo me lo contaron todo y me advirtieron. Por eso vine con estas ropas en lugar de utilizar las lujosas... - Los ojos azules estaban confusos ante tanta información recibida. - Escucha, se que es difícil de comprender, nos hemos criado como hermanas, siempre nos hemos vestido igual, nos conocemos desde siempre, hemos crecido y aprendido juntas, pero todo eso está prohibido... los de mi clase no pueden aprender a leer, hay unas leyes que lo prohiben, ni pueden aprender historia ni ninguna otra materia. Es más, es peligroso incluso que nos vean hablar. Por eso tu madre nos ha hecho escondernos en este callejon de almacenamiento. Los nobles no pueden relacionarse con nosotros, los de clase baja, pero tus padres no te contaron nada de eso, no se por qué... quizás por la misma razón por la que no me dijeron por qué mis padres fueron asesinados. Ninguno de los criados del Castillo me lo quiso decir, todos salían corriendo advirtiéndome que me quedara bien calladita. Pero lo averiguaré. Te lo aseguro. - Su expresión decidida y forme contrastaba con la expresión de confusión e incomprensión de la niña de clase alta.
- Eh, mira eso. - Ambas chiquillas se admiraron por aquella especie de meteorito, que a plena luz del día se acercaba hacia ellos con un sonido ensordecedor. Por encima de sus cabezas vislumbraron una enorme formación metálica de forma triangular, que reducía su velocidad paulatinamente hasta aterrizar en un descampado cercano.
La confusión se sembró en el ambiente. Las niñas se perdieron en la muchedumbre intentando saciar su curiosidad ante el evento.
Los mismos que antes acarreaban enseres se quitaron la parte de arriba de sus vestimentas y se prepararon para afrontar la posible amenaza.
- Debe ser un artilugio Tsufur. En las viejas leyendas cuentan que tenían este tipo de tecnologías. - Razonó uno de ellos.
- Estas diciendo tonterías. Los Tsufur fueron eliminados por completo, tras el último rebrote... y ya no tenían tecnología ninguna. - Increpó otro saiyajin.
La discusión de ambos fue frenada por el sonido de la compuerta de la nave abriéndose para dejar salir a un cortejo de guerreros monstruosos, seguido de un poderoso y vil gobernante, con la piel blanca como el nacar y los ojos fríos como el hielo.
Las niñas abrieron las bocas extasiadas por la visión de seres tan horribles y extraños. Nadie se atrevía a hablar o decir algo, pero todos permanecían en guardia a la espera de algún movimiento ofensivo. También las niñas se pusieron en guardia.
De entre los recien llegados, aquel que parecía el jefe, un ser con cuerpo humanoide y rasgos que recuerdan al de un lagarto, sonrió levemente mirando a las dos pequeñas en guardia. Era la primera vez en toda su vida que su llegada a un planeta había tenido un recibimiento tan tosco, estaba acostumbrado a ver el miedo en las caras de todos, y aquellos incautos parecían no tenerle miedo a nada. Incluso las niñas parecían fieras guerreras.
- Arrodillaos ante el Maestro. - Gritó uno de los guerreros que acompañaban al lagarto.
Los saiyajins gruñeron ante la osadía. - Sólo nos arrodillamos ante nuestro monarca, el Rey de Vegetasei. - Gritó uno de ellos con orgullo.
Al instante, un rayo de energía le atravesó el corazón dejandolo caer muerto en el suelo. Los demás comenzaron a atacar al grupo de extraños, siendo batidos por completo, hasta que sólo quedaron las dos niñas con miradas atónitas, protegidas por Caulit, que por fin las logró encontrar. El grupo de tres estaba en formación de combate, buscando con su mirada algún punto flaco en aquellos poderosos oponentes, antes de lanzarse a atacarles para correr la misma suerte que los demás guerreros, ahora muertos.
La Reina apareció de pronto con un destacamento de los mejores soldados. - ¿Qué significa esto?. - Gritó airadamente.
El jefe de los extranjeros tomó la palabra. - Esto ha sido sólo una pequeña demostración de poder... si quisiera podría destruir el planeta por completo. Tienes el honor de conocer en persona al más poderoso Rey del Universo. Mi nombre es Lord Freezer, aunque mis hombres me llaman Maestro. - La reina calculó el número de guerreros muertos a manos de aquel grupo. Al menos una veintena. Sus ojos volvieron a revisar de frente los del lagarto, con furia contenida. - Sin embargo, no era mi deseo que esto acabase así de mal, vengo en son pacífico, pero me temo que decidieron atacarme, cuando sólo deseo reparar mi nave. Sería un honor para mi que me condujeran hasta el Rey, y familiarizarme con su especie durante mi estancia. - La voz sonaba melosa, educada y su sonrisa cínica adornaba un rostro poco expresivo.
Onionte pensó que sería prudente llevarles al Rey para que él determinase qué hacer, así que ordenó al escuadrón de élite que le acompañaba escoltarles al palacio. Otro de los miembros del escuadrón fue enviado con más adelanto para preparar refuerzos en la Sala del Rey, por si fuesen necesarios. La Reina volvió su mirada hacia Caulit y las dos niñas, necesitaba interrogarlas para averiguar con quien se las estaban jugando.
- ¿Qué ha pasado?. - Preguntó con voz fría e irritada.
Caulit hizo una reverencia que imitaron las niñas antes de contestar. - Son extremadamente poderosos, han acabado con ellos en tan sólo unos segundos, y sin ni siquiera moverse de sus lugares. Un sólo dedo le bastó al tal 'Freezer', para eliminarlos a todos. - La reina quedó pensativa unos instantes. En un segundo, la niña más mayor perdió el equilibrio en su pose aún inclinada y se derrumbó de culo en el suelo de un modo muy tonto. Realmente había hecho una reverencia tan forzada que no pudo mantener el equilibrio más rato, pero tampoco se atrevía a dejar la posición. La niña noble se rió un poco y la ayudó a levantarse amistosamente. Caulit miró a la Reina con miedo en sus ojos, las niñas no se percataron de lo que acababan de hacer. La reina frunció el ceño en un gesto de asco absoluto.
- ¿Es tu hija?. - Pronunció con odio comprobando el medallón de la niña.
- S..si. - Caulit tragó saliba.
- ¿No le has enseñado buenos modales?. Tu familia pertenece a la nobleza, ¿Cómo es posible que una niña del más alto rango ayude a levantarse a un insecto de tercera clase?. - Gritó airadamente.
- Lo siento, no volverá a suceder, se ha debido confundir... - Intentó aclarar la madre.
Un brillo maléfico se instaló en las pupilas de Onionte. - Estoy segura de que no volverá a suceder. - Los ojos de Caulit se estremecieron cuando la mano de la reina se aventó hacia la pequeña de clase baja. De su palma surgió un haz devastador. La niña noble miró por última vez los ojos horrorizados de la que había sido casi como su hermana mayor durante toda su vida. En un sólo segundo, el cuerpo de su querida amiga había sido desintegrado por completo. Su madre la sostuvo para evitar que corriera la misma suerte. - CARROTTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE - Gritó la pequeña con lágrimas en los ojos, como queriendo resucitarla con el grito desgarrador. La reina sonrió y se marchó sin mediar palabra. Caulit abrazó a su hija desolada. Sólo los brazaletes plateados quedaron de quien fue su hermana, su amiga. - Carrotte... -
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