Hola gente, toy con un dolor de garganta... me parece a mi que me voy a coger un trancazo bueno, pero bueno, aaarrrggggggggggggggg, no puedo ni beber agua.
Shadir, la reina es mala, pero mala... Gracias por esos detalles que me señalaste, a ver si me dedico a arreglar esas cosillas, que siempre se me quedan en proyecto, jajaja. Si me vieras, tengo un lagrimón en el ojo izquierdo, toy malitaaaaaaaa. Buaaaaa. Al menos a ver si escribiendo me siento mejor y se me olvida el dolor de garganta, joooo.
Linna, lo del nombre de Carrotte, tendrá másentretelas de lo que parece a simple vista... ya vereis. Lo que si habreis adivinado, es que la niña que asesinó la reina, no es la mami de Vegeta, aquí no tienen bolas de dragón, y el que se muere, no vuelve...
Shadow, me alegra que te enganchase la nueva historia, y eso que aún no ha comenzado el suspense, jejejjee, esto es sólo el comienzo, pequeño... pronto vais a tener tantas piececitas de puzle que no vais a poder con la intriga... mmm, me encanta.
Capítulo 2: La hora de la verdad.
En un Castillo, lejos del incidente de aquella mañana, una niña lloraba, gritaba y luchaba contra su padre. De nuevo el guerrero rechazó un puñetazo de ella, lanzándola al suelo duramente. La pequeña se levantó una vez más para continuar su batalla.
- Ya es suficiente... - Pronunció con severidad Pinach.
- NOOOOOOOOOOO. FUE TU CULPAAAAAAAAAAA. - Gritó la niña reanudando el ataque. El poder que desprendía era inmenso, sin duda alguna, muy superior al de cualquier niña saiyajin de su edad, e incluso superior a la media de una mujer saiyajin adulta. Varios golpeas alcanzaron severamente a Pinach, que se vió obligado a aplicarse seriamente para frenarla sin dañarla.
Al fin, después de varias horas de combate, la chica se paró exausta, y comenzó a llorar desoladamente sentada en el suelo, con la cabeza apoyada en sus rodillas. Su padre se alejó de ella dejándola sóla en reflexión, pero antes de marcharse dijo algo que se quedaría gravado en su mente para siempre. - Lo que ha matado a Carrotte, no ha sido la reina, ni yo, ni tú, ha sido la injusticia. Si has de luchar contra algo, lucha contra la injusticia. Si deseas que te explique más cosas, te esperaré en la biblioteca. - Ella no se movió un ápice de su sitio, era demasiado testaruda como para moverse así tan sencillo, además, estaba demasiado exausta.
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Un ceño fruncido apareció detrás de la puerta de la biblioteca media hora más tarde. Con los brazos cruzados y la mirada duramente fijada en ninguna parte, se sentó dando un pequeño saltito en un sillón alto, muy cómodo y mullido, de aspecto lujoso. Sus piernecitas de niña colgaban sin tocar el suelo. Pinach sonrió un poco al verla, pero enseguida se puso serio para dirigirse a ella.
- No debí ocultarte la verdad, tienes razón en culparme de eso. - Ella le miró de reojo, y al darse cuenta de que la miraba fijamente volvió a apartar la mirada. - Hmmm. - Replicó aún en pose enojada.
Pinach siguió hablando con expresión triste. - Hace casi 9 años, cuando tu madre estaba embarazada de tí, antes de que el anterior Rey 'muriese'. - Esa palabra fue acentuada de un modo doloroso e iracundo, estaba claro que el viejo Rey no había muerto naturalmente como todos creían, él lo sabía demasiado bien. - Vivíamos en la corte de palacio. Al igual que las familias nobles que vivían allí, yo ocupaba un cargo de gerencia, concretamente, me encargaba del area de documentación. Ahora sigo desempeñándo el mismo cargo, pero lejos del Palacio. ¿Ves esta extensa biblioteca?. - La niña miró de reojo la habitación de unos 80 metros cuadrados, con techos altos de al menos 3 metros de altura. Las paredes estaban cubiertas de estanterías, y en cada estantería había cientos de libros. - Todos estos libros los he leido. No creas que por ser un guerrero, se debe ser un patán sin conocimientos. - Afirmó seriamente.
- Eso ya lo se, y yo no soy ninguna patana... - Replicó airadamente la niña.
El padre hizo caso omiso de la respuesta y prosiguió su explicación. - Mira, esta estantería contiene copias de documentos antiquísimos. Aquí están registradas las narraciones de la historia de nuestros ancestros. Las batallas, los ideales, los sueños... En esta otra estantería, están los libros de ciencia. Algunos de ellos, son originales de los Tsufur que se salvaron de las batallas milagrosamente. Por desgracia, aún no hemos logrado llegar a su nivel tecnológico. En estas otras estanterías, están recogidas todas las leyes pasadas y presentes. Cada uno de estos libros contiene un saber distinto. El día que los leas todos adquirirás los conocimientos suficientes como para poder luchar, pero mientras que eso sucede, debes prepararte. Aprenderás que existen muchas batallas que no se ganan luchando físicamente. ¿Comprendes lo que quiero decirte con todo esto?. - La niña le miró detenidamente aún con el ceño fruncido, y luego contestó como cabría de esperar en una niña.
- Entonces... estás insinuando... que si quiero vengar a Carrotte, ¿tengo que leerme estos libros?. ¿Tu crees que le haré daño a la reina si le lanzo aquel gordo en la cabezota que tiene de fea?. - La ironía en el tono de su voz molestó profundamente a Pinach. Su hija no comprendía lo que trataba de explicarle. Se sentía tan sólo encerrado en un mundo de ideales incomprendidos hasta por su propia esposa... Pensó marcharse de la sala, no merecía la pena gastar saliba así, estaba claro que no había esperanza, quizás todos tenían razón, quizás él se equivocaba. Pero entonces una pregunta le hizo saltar el alma.
- ¿Por qué todo es tan injusto?. - Lloró su hija con rabia. Aquellas lágrimas, aquella pregunta, eran la clave de todo su pensamiento, la base de su primera reacción, la base de una revolución de ideas.
- Brássica... te mostraré por qué todo es tan injusto... atiende... - La niña le miró a los ojos.
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La mirada llena de lágrimas de aquella niña de 8 años, se transformó en una mirada firme. Había pasado un año desde que Cárrotte murió, su padre la había adiestrado en las artes de la estrategia, de la lucha, de la palabra, y de la ciencia, de modo intensivo.
Padre e hija estaban en una sala enorme, su decoración era inexistente, se trataba de un área de entrenamiento a cubierto. Los ojos de la niña buscaron los de su padre.
- ¿Me dejarás acompañarte esta noche?. - Pinach no sabía que su hija se había percatado de sus salidas nocturas. Cada noche, menos cuando había luna llena, salía de casa con una túnica, encapuchado y ocultando cualquier atisbo de su rango. Se dirigía volando a los guetos donde vivían los guerreros de tercera clase. Les llevaba algo de viandas para comer, y les enseñaba a leer, a escribir. Les explicaba cosas de las cuales nadie les había hablado antes en sus vidas. Era una figura muy amada por los guerreros de tercera clase y sus familias. Sin embargo, esa dedicación era súmamente peligrosa, ya que si alguien se iba de la lengua, podían acusarlo de alta traición y condenarlo a muerte inmediatamente.
- No, te dije que antes debías leer todos estos libros... - La niña frunció el ceño y se disponía a contestar cuando la puerta de la sala se abrió.
Un mensajero de estatura alta y cuerpo musculoso, se dirigió con paso firme hacia él. - Guerrero Pinach. - Puso su mano en el pecho inclinando su cabeza en forma respetuosa. El mensajero era un guerrero de segunda clase y debía presentar respetos ante alguien de más alto rango. Cauli miró a su marido con expresión asustada y triste. - Es necesaria su presencia en el Palacio de inmediato. Debemos partir ahora mismo. - Brássica se estremeció. ¿Y si alguien sabía lo de su papá?. Nunca antes le habían llamado con tanta premura. Pinach se agachó mirando a su hija, temiendo que le hubieran descubierto le dedicó una última frase. - Recuerdalo siempre, debes prepararte. Lee todos estos libros y hazte una gran guerrera en todo sentido. - Luego besó a su esposa con ademán de ir sólo, pero el guerrero les explicó que debían acudir ambos, así que tras dejar a la niña en cuidado de un guerrero de segunda clase de confianza que trabajaba para la familia, la pareja se marchó volando con el corazón en un puño.
Sin embargo, aquella llamada no era como el pensaba, para hacerle acudir a un juicio por traición, sino algo mucho peor de lo que podría imaginar siquiera. En la sala del trono, se dieron cita las familias de nobles y señores más ilustres de Vegetasei. El ambiente era algo tenso, ya que nadie sabía a ciencia cierta por qué habían sido citados allí.
El Rey entró en la sala y todos se arrodillaron ante él. Le seguió la Reina, que se situó en un lateral, mientras que su compañero se sentaba en el trono con pose magestuosa. Los guerreros se pusieron de pie nuevamente. Todos acogieron las noticias con sumo placer. Se les había convocado para aprobar un acuerdo entre los saiyajins y Freezer. Ellos se dedicarían en exclusiva a su más preciada ocupación, el arte de la batalla y la guerra. Conquistarían planetas, que venderían al aliado, obteniendo de él viandas y avances tecnológicos variados. Los guerreros de tercera clase estarían felices de dejar sus ocupaciones forzadas de agricultores, a cambio de se guerreros, formar escuadrones, tener incluso la opción de mandar un escuadrón propio si llegaban a demostrar talentos especiales. Los de segunda clase tendrían opción de vivir una vida con adrenalina y luchas. Los de primera clase, estaban excitados ante la idea de volver a la acción. Después de tantos años de luchas contra rebrotes Tsufur, hacía ya 9 años que todo estaba en paz, y aquello era insoportable totalmente. Su sangre les pedía batalla, guerra, conquista, lucha, y eso querían hacer... Todos gritaron emocionados ovaciones al Rey, salvo un guerrero que tomó la palabra.
- Al igual que todos vosotros, yo, Pinach, tengo placer de la batalla y la lucha, es de sobra conocida por todos mi alto nivel de pelea. Sin embargo, no sabemos nada de Freezer... ¿A quién vamos a servir?. -
- No se trata de servir, los Saiyajins no servimos a nadie más que al Rey de Vegetasei. - Gritó un guerrero de ted morena y ojos brillantes obteniendo una nueva ovación de los presentes.
- Dejaremos de valernos por nosotros mismos, ahora mismo somos autosuficientes, pero se está planteando algo peligroso... dependeremos de él por completo. Pensadlo bien. Y ni siquiera sabemos qué clase de aliado estaríamos ganando. Tecnología, batallas, avances, viajes en el espacio, aventuras, nadie tendrá que trabajar sino dedicarse a ser guerreros, vanagloriarse en la conquista, todo suena demasiado bien. Pero nos pondremos en sus manos... Es un proyecto que suena demasiado bonito... Pero el alma de los saiyajins no está en venta. - Gritó.
- ¿Por qué tienes que desconfiar de todo?. Es más simple de lo que planteas. Freezer tiene necesidades, nosotros podemos resolverselas, y el a cambio, nos pagará resolviendo las nuestras de un modo totalmente interesante. Es una alianza beneficiosa para ambos. - Pinach trató de responderle, pero la voz cortante de la reina le hizo callar de inmediato.
- Paragus ha hablado con mucha cordura, ¿acaso piensas que propondríamos esta alianza si no fuera beneficiosa?. ¿acaso dudas de las gestiones de tu Rey?. - Su razonamiento no podría ser más ponzoñoso, en apenas una frase le había tratado de traidor, y a la vez había puesto al Rey entre las cuerdas. No había vuelta atrás, en realidad estaba todo decidido.
Pinach sin embargo, no cedió. Frunció el ceño y contestó valientemente. - Nadie en Vegetasei es mejor servidor del Rey que yo mismo y mi familia. - Caulit casi no podía respirar del nerviosismo que sentía. - Pero antes de firmar una Alianza existen muchas más cosas que debemos conocer. ¿Quién nos asegura que no nos estamos metiendo en una trampa mortal?. - Todos en la sala hicieron silencio.
La reina dirigió la mirada a Paragus, obteniendo de él un asentimiento leve que nadie notó siquiera, salvo Caulit, siempre tan observadora. Paragus, a su vez, giró la cabeza para encontrar los ojos de otro guerrero de pelo rojo, el cual sonrió maliciosamente, entendiendo el significado de aquel intercambio sin palabras.
Pinach continuó alegando mil razones y peligros de aquella alianza, pero finalmente, las palabras ponzoñosas de la reina, y las falsas palabras de apego a la monarquía y de exaltación de los valores del guerrero saiyajin, seguidas de algunas citas del Libro sagrado, ganaron la apuesta haciendo que se aprobase la Alianza.
Esa noche, la pareja volvió a su casa, Brássica les recibió con alegría. Pinach habló muy seriamente con ella, y la envió con el guerrero de segunda clase, a casa de su tío, el hermano de Caulit, que vivían en un señorío cercano a ellos. Al día siguiente, le comunicaron dolorosamente, que sus padres habían fallecido en una intoxicación por haber comido alimentos envenenados. Todos los sirvientes de la casa fueron enjuiciados y asesinados en venganza, a pesar de ser inocentes, pero sólo Brássica sabía la verdad. su padre casi se lo había dicho claro en aquella reveladora conversación.
La niña acudió esa noche a su casa, entró en la biblioteca, secó sus lágrimas rabiosamente y comenzó a leer como si quisiera beber el contenido de aquel libro.
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Las páginas pasaron vertiginosamente por sus manos, tan rápido, como pasaron los años. La última página de un nuevo libro era pasada lentamente. Los dedos de una mano ya adulta, fina y elegante, se pasaron por la hoja en blanco que adornaba el final del libro. Sus manos lo cerraron cuidadosa y sonoramente. La sonrisa de unos labios de mujer se dibujó en el rostro otrora infantil. - "¡Por fin, Padre... este era el último libro que me quedaba por leer..." - Brássica se levantó colocando el libro en el estante de la biblioteca. Había pasado el tiempo, y ella era una hermosa jovencita de 19 años. Sus cabellos, recogidos en una cola de caballo caían lárgamente, algo encrespados, hasta debajo de su cintura. Su traje era una camisola roja, y unas mallas negras. Botas y guantes blancos, capa negra. En su pecho, el medallón de su padre, y en su brazo, un adorno hermoso, un brazalete plateado. - Ha llegado la hora... - Sus pasos resonaron con firmeza por entre los pasillos extensos de un edificio de paredes metálicas y luces artificiales.
Un rumor entre pasillos la hizo detenerse para escuchar lo que decían dos saiyajins de segunda clase. - La Reina ha muerto. - Esa frase resonó en su mente repitiéndose constantemente como un eco maldito. Justo la persona que ella quería destruir con sus conocimientos había muerto, la asesina de Cárrotte... la miembro de esa sociedad secreta que dominaba Vegetasei desde hacía siglos... El libro que había cerrado momentos antes se pareció cerrar repetitivamente en su mente, y el sonido de este, se mezclava con los murmullos repetitivos de los pasillos. Frunció el ceño, apretó los puños y los dientes, y salió de allí volando a toda velocidad. - "Maldita... debí ser yo quien acabase contigo... pero no importa... porque ahora se bien lo que debo hacer, ahora ha llegado el momento de la justicia y la libertad. Padre... haré tu voluntad." - Cerró los ojos vidriosos. El brillo del atardecer rojo en el horizonte, la daba a su piel pálida un tono anaranjado. El cielo parecía en llamas. - KIIIIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA - Su grito fue acompañado de una tremenda explosión de ki en todas direcciones que asoló el desierto en el que se encontraba.
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