Shadow, ya ves que nació Vegeta, y ahora, en este capítulo, descubriremos el origen del odio de Páragus hacia la familia Real y la raza Saiyajin. Espero que te guste.
Shadir, me encantó encontrarte en el foro, fue genial hablar un poco contigo e intercambiar vocablos, ya te di un adelantoncito de este capítulo, espero que lo disfrutes... hasta pronto.
Linna, todo a su tiempo... la Logia actúa desde las sombras, recuerda eso... pero te adelanto, que el máximo representante de la Logia no es Páragus como cabría esperar sino otro... y es un personaje conocido... jejeje.
Darth Maferius, espero que no te de un infarto con la acción de este capítulo, mira que aquí si que hay sobresaltos!. Besitos guapa.
----------------------------------
Capítulo 11: Brássica versus Páragus.
El pequeño príncipe apenas tenía unas horas de vida. Los preparativos para anunciarle se hicieron a toda prisa. Al mismo tiempo, se organizó la ceremonia de ascensión al trono de la nueva reina Brássica.
Ella, no obstante, optó por no separarse de su bebé en un sólo segundo. Después de idas y venidas de doncellas de palacio, cuando pudo quedarse a solas nuevamente con su pequeño, se puso a observarlo más detenidamente. Tenía ese ceño tan parecido a su padre. Sin embargo, poseía esas facciones finas que heredó de ella. El pequeño Vegeta miraba extasiado esos ojos azules que habrían de grabarse para siempre en los suyos, oscuros como el azabache. - Eres mi hijo, recuerda siempre eso... un día harás que todo cambie. Utilizarás tu gran fuerza para vencer al mal. Mi niño amado... - Brássica lo abrazó fuertemente, con decisión, aún con los ojos llenos de lágrimas. - Serás un fuerte e inteligente guerrero. - Realmente ella no había pensado en las consecuencias que podría tener aquel día en su vida. Pero sin lugar a dudas, se había expuesto bajo el pseudónimo de Carrotte, instruyendo en doctrinas contrarias a las leyes saiyan a los guerreros de tercera clase. ¿Qué pasaría cuando la vieran aparecer como la nueva Reina?. - Y yo siempre estaré orgullosa de tí. - Estaba rodeada de enemigos, y aún no gozaba de la confianza absoluta del Rey. No tenía miedo, a pesar de haber sido advertida de ser blanco preferente de la Logia. No le temblaba el alma si hubiera de morir horriblemente, o si perpetraran una trama en su contra haciendola valer como traidora del Reino. No era una cobarde, y no lloraba por eso, lloraba porque deseaba tanto vivir para hacer justicia, deseaba tanto criar a su hijo, derrotar la maldad y la desidia oscura que habitaba entre las sombras... Deseaba tantas cosas y se sentía tan indefensa. Ahora comprendía a su padre. Leer todos aquellos libros era su protección, pero aún así. ¿Podría ella protegerse con sus conocimientos de alguien como Paragus que también había leido esos libros?. ¿Podría ella vencerle siendo él más experimentado en las lides de la vida, y siendo él más poderoso?.
De pronto la puerta de la habitación se abrió sobresaltándola. Su hijo se aferró a ella mirando el origen del disturbio. El Rey caminó dentro con una media sonrisa en sus labios, vestía su traje de gala. Brássica, también estaba vestida de gala mientras sostenía al pequeño príncipe entre sus brazos.
- ¿Por qué lloras? - Vegeta la miró intrigado analizando por qué habría de sentirse triste el día del nacimiento de su hijo y de su presentación como Reina.
- Yo... sólo... es la emoción. - Dijo volviendo a guardar la compostura y poniendo el ceño fuerte puramente saiyajin que ella poseía.
Sin mediar palabra, el Rey tomó al niño de sus brazos sosteniéndolo lejos de él y analizándolo fríamente. - ¿Qué haces?. - Gruñó ella con la mirada iracunda.
- Estará en manos de Nappa, no te preocupes. Después dejaré que lo tengas. - Una sonrisa se apoderó del rostro del monarca, le excitaba verla tan enojada.
- ¿Nappa?. ¿Ese bruto descerebrado?. NO. Exijo que lo cuide Zorn durante la ceremonia. - Vegeta sonrió nuevamente. Estaba de muy buen humor así que pasaría por alto sus insolencias y la complacería.
- Bien, por hoy dejaré que sea así... - Advirtió seriamente mirándola de reojo. Abrió la puerta.
- Zorn. Te encomiendo su seguridad durante la ceremonia. - El guerrero cogió al bebé con una gota de sudor. Realmente nunca había sostenido un niño. Se sonrojó furiosamente frunciendo el ceño mientras observaba que Sullión se dió vuelta para que no le viera reir entre dientes. La situación era bien cómica. Uno de los guerreros más poderosos, y además consejero del Rey, haciendo de niñera.
El Rey volvió a cerrar la puerta ignorando las reacciones suscitadas y se volvió hacia Brássica encontrándola en pose rabiosa por haberle quitado su bebé. - Bien. - Rió divertido.
- ¿De qué te ries?. - Rugió ella nuevamente como una madre leona.
- Creo que tú y yo tenemos una pequeña cuenta pendiente por resolver... - Vegeta afirmó los pasos hasta ella, quien le miró un tanto aturdida por lo que habia dicho.
Vegeta le retiró el traje a la altura del cuello con un gesto apasionadamente violento y abrazándola fuertemente la mordió. Ella emitió un gemido casi animal al sentir la herida de su cuello, luego sintió desatarsele sus instintos más salvajes. Imitándole, sedienta de su sangre, retiró el traje de él y le mordió al mismo tiempo. Vegeta la abrazó más intensamente al sentirla lamer la sangre que corría por su herida. Permanecieron así un rato, hasta que la sangre dejó de manar, y las heridas fueron cicatrizadas con la saliba de sus lenguas electrizadas aún por la excitación animal sentida. Cuando se separaron se miraron lárgamente a los ojos, como queriendo adivinarse mutuamente el interior, sólo que ambos ocultaban cosas el uno al otro, y no se abrieron el alma, como hubiera cabido esperar tras el ritual de unión.
- Ha llegado el momento de que conozcan a la nueva Reina de Vegetasei. - Ambos salieron de la habitación en pose decidida. Zorn y Sullian los siguieron escoltándolos hasta la sala del trono, que había sido adornada para la ceremonia.
El consejo de ancianos estaba situado a los lados del trono. El Rey caminó dentro de la sala y se situó en su lugar, presidiendo la escena. Sullian y Zorn, que portaba el bebé eb brazos, entraron en la sala pero se quedaron en la puerta. Sólo los miembros de la nobleza estaban presentes a los laterales presenciando la ceremonia en silencio absoltamente sepulcral. Brássica avanzó hasta el centro de la gran sala, colocandose justo frente al Rey y el Tribunal. Se arrodilló esperando las palabras del más anciano.
- ¿Quién presenta a esta mujer?. - El Rey se levantó.
- Yo la presento. - Dijo Vegeta en voz alta.
- Deberá demostrar que es digna de lo que aspira. - Volvió a hablar el más anciano.
- Lo demostraré y si no soy digna, aceptaré la muerte que me espera. - Las palabras, expresadas en ese idioma saiyajin tan sonoro y rotundo retumbaban entre las paredes y los techos mezclándose con el sonido de las respiraciones contenidas de los presentes.
- ¿Alguien la desafía?. - El silencio se sembró en la sala.
- YO. - Paragus alzó el paso dejando atónitos a los presentes.
- ¿El motivo de tu desafío?. - Preguntó el Rey con mirada fija llena de odio.
- Cumplir la voluntad de mi difunta hermana Onionte, anterior Reina de Vegetasei. - Contestó con firmeza y una sonrisa en los labios. Vegeta gruñó interiormente, hasta en esos momentos, después de muerta, Onionte pretendía amargarle la existencia. Paragus era un guerrero demasiado poderoso. Podría ser capaz de vencer a Brássica en combate y matarla en el acto. Pero de algún modo eso ya no debía tener importancia, porque el heredero estaba asegurado. Lo extraño era que esa situación resultaba encolerizarle demasiado. No quería que la matasen, pero no podía negar un desafío basado en un fundamento tan poderoso.
- Se acepta. - Dijo volviendo a sentarse y evitando mirar a Brássica.
- El Tribunal Sagrado acepta el desafío del guerrero Paragus. - La voz del anciano congeló el corazón de todos, no pudieron evitar realizar una exhalación colectiva. Los ojos de Brássica brillaron intensamente, su expresión se hizo más firme y severa.
- Guerrera Brássica. ¿Aceptas el desafío o te retiras sin honor?. - Preguntó el anciano.
Brássica quedó pensativa unos instantes. Existían dos posibilidades. La primera era luchar a muerte contra Paragus. Si vencía ascendería al trono y derrotaría a uno de sus peores enemigos a la vez. Si perdía encontraría la muerte a sus manos. El problema era que ella estaba débil después del parto, había perdido mucha de su forma física con los meses de embarazo, y por otro lado Paragus era unos de los machos más fuertes de Vegetasei, además de sanguinario. ¿Podría vencerle?. Las posibilidades eran remotas y casi nulas en esas condiciones. La segunda opción era rendirse. Pero si se rendía, su honor quedaría mancillado, sería relegada al estatus de esclava, y con mucha suerte, el Rey la reclamaría, aunque dadas las circunstancias, ni siquiera la reclamaría porque habiendo probado su deshonra como guerrera no sería digna de ello, con lo cual, seguramente, y dado que era una hembra, acabaría siendo esclava de Paragus o algún otro que la reclamase. La situación no era demasiado halagueña. Seguramente iba a morir, pero no había otro camino.
- ACEPTO. - Gritó ella con la mirada en el infinito y una media sonrisa en sus labios. De algún modo se esperaba que sucediera algo así. Presentía que muy pronto intentarían matarla, y ningún modo mejor que este para lograrlo, y más aún, de modo legal.
El más anciano de la nobleza de Vegetasei, recitó el texto del Libro Sagrado de los Saiyajins.
"Sea el desafío
que valiente aceptaron
la gloria de sus sangres
su fuerza y honor.
Si la victoria te aguarda
seas ungido y vanagloriado.
Si la derrota te encuentra
seas por siempre despreciado,
muere entonces con honor
o acepta tu destino."
Brássica y Paragus fueron conducidos hasta una gran grada, que estaba repleta de saiyajins que gritaban y vociferaban enloquecidos por el espectáculo que iban a presenciar. No se daba nunca, que dos miembros de la nobleza de Vegetasei luchasen públicamente a muerte, y menos aún, se producía, que uno de esos guerreros fuera la hermosa joven que pretendía ser la futura Reina de Vegetasei.
El Rey tomó asiento en el palco de honor de las gradas. Al sonido de unas trompetas, todos lo saiyajins se cuadraron con una mano al pecho en pose de honor para con su monarca, el cual alzó las manos hacia ellos en pose magestuosa, obteniendo gritos de jolgorio ante su saludo. Los miembros del Tribunal Sagrado, tomaron asiento a los lados del palco Real.
En el centro, Brássica estaba frente a Paragus. Zorn, dejando al pequeño príncipe en manos de Nappa avanzó hasta Brássica y cogió una daga que estaba clavada en el centro de la arena. Tomó la daga y con ella realizó un corte en la mano de Brássica, del cual comenzó a brotar sangre de inmediato. Antes de separarse le susurró una valiosa información.
- Ataca a su rodilla izquierda. - Ella se despojó de su capa haciendo como que no había escuchado nada y se la entregó susurrándole igualmente mientras la capa ondeaba ocultando sus rostros. - No te separes del Príncipe, intentarán matarlo. - Después de decir esto lamió la sangre de su mano entrando en una especie de trance con la realización del ritual sagrado previo a la batalla. Se decía, que este ritual aumentaba la fuerza de combate.
Sullian tomó ahora la daga y efectuó el corte en la mano de Paragus, de igual modo anterior. Páragus cerró su puño después de entregar su capa a Sullian y su sangre fue a parar a la arena. Seguidamente lamió la herida acrecentada por haber cerrado el puño de esa manera, siendo imbadido por los mismos sentimientos exaltados que su contrincante.
La daga fue dejada nuevamente clavada en el centro, y ambos maestros de desafío se apartaron de los combatientes, subiendo al palco Real, y situándose al lado del Rey junto con Nappa, que sostenía al pequeño Príncipe.
Un silencio sepulcral se sembró en las gradas esperando el primer ataque. Ambos combatiendes no se movían, se miraban a los ojos firmemente tratando de adivinar sus pensamientos. Paragus sonreía, y Brássica de pronto soltó una carcajada inesperada hasta por el Rey.
- Te voy a borrar esa sonrisa de idiota que tienes bastardo. - Soltó ella de sopetón dejando atordido a Paragus por la declaración. ¿Cómo pretendía ganarle si ella estaba débil y desentrenada?.
El puño se enterró en su mandívula enviándolo a volar para caer pesadamente en la arena. El público gritó entusiasmado.
Paragus se comenzó a reir mientras se levantaba. - No está mal... pero deberías probar... ESTO. -
En un abrir y cerrar de ojos le encajó un puño justo en los ovarios, aún resentidos por el parto de unas horas atrás. Brássica se derrumbó en el suelo presa del horrible dolor, pero sujetó el pie de Paragus antes de que le alcanzase la cara, y con una llave magistral, torció la pierna derecha de Paragus infringiendo una lupsación en la rodilla derecha, de la cual le había advertido Zorn, por suerte. Ahora las tornas se cambiaron, y fue él, quien reviviendo una vieja lesión, se desplomó en el suelo sujetando su rodilla.
Brássica se levantó recuperándose del golpe anterior a la par que Páragus, y de nuevo quedaron observándose.
- Vas a morir perra. - Susurró él.
- Deberías cuidar esa rodilla, parece que te has lastimado un poco. ¿Necesitas una vendita o algo? - Contestó ella burlonamente.
Paragus evitó lanzarse contra ella conteniendo su furia. Esa provocación pretendía sacarlo de sus casillas, y él era demasiado inteligente como para permitir que le ganara el instinto a su inteligencia.
- ¿ Deberíamos pedirle a Cárrotte que me cure?. - Susurró haciendo que Brássica quedase congelada incapaz de sostener el brutal ataque que siguió a ese comentario. Una serie de golpes comenzaron a marearla por todas partes del cuerpo. Estaba a su merced. Parecía no cansarse de golpearla una y otra vez.
El Rey, junto con sus dos consejeros, permanecían impasibles, pero interiormente sentían una rabia inmunda contra el autor de semejante paliza. No sólo quería matarla, sino que quería hacerla sufrir, golpearla hasta que muriese de dolor.
En las gradas, Celipa, Bardok, y otros tantos que habían concido a Carrotte, la reconocieron sin saber muy bien qué pensar siquiera. Ella estaba allí, luchando contra otro noble... ¿Estaba allí por voluntad propia?. Ellos sabían ya que ella era una noble, que que fuera la elegida para ser futura reina era inverosimil, no cabía en sus mentes siquiera.
- "Pero a quién tenemos allí... ¿no es esa la estúpida niñita que decía llamarse Cárrotte... ? Jajajajaa. Esta información vale oro... y el maldito de Paragus tan sólo me dió migajas por ella... pero no importa, porque se quien me pagará mejor..." Jajajaja. - Turles se alejó del lado de su hermano riendose en alto, para seguir la pelea algo más de cerca.
Cárrotte estaba en el suelo siendo pateada una y otra vez en sus ovarios. Un charco de sangre desagarraba la arena pálida sobre la que estaba retorciéndose. Por su mente pasaban las imágenes de la que fue para ella como una hermana: Cárrotte. Su amiga, su familia. La imagen de su madre rozó sus pensamientos. Los ojos melancólicos y aún firmes de su padre aquella noche que se despidió de ella a sabiendas de que iban a morir. ¿Y ahora iba a morir ella?. Sin poder cumplir todo lo que debía cumplir... sin poder siquiera despedirse de su pequeño hijo recien nacido, sin esperanza para sus ideales, a manos de aquel malvado que seguramente había sido el que ordenó el asesinato de sus padres. El hermano de la maldita Reina Onionte, que mató a su hermana sólo porque la ayudó a levantarse...
Paragus se separó de ella dejando el cuerpo casi sin vida en el suelo. Se dirigió hasta el centro de la arena y tomó la daga con la que habría de efectuar el golpe de gracia.
La imagen del terrible suceso de hacía años la asaltó de repente. Aquel día que llegó por primera vez la nave de Freezer. Es como si pudiera observar la escena de nuevo, vivirla nuevamente. Freezer alejándose de allí y la Reina que se acercó hasta donde ellas estaban. Su reverencia de respeto y Cárrotte que se caía de culo, provocando la comicidad del momento una risa infantil. Su mano, tendiéndose hasta la pequeña mano de su hermana para ayudarla a levantarse... El sol acariciando sus caras sonrientes y sus ojos cristalinos confiandose la una en la otra. Luego... su mano teñida de sangre... Cárrotte muerta mientras que Onionte reía, con esa risa diabólica... la misma risa que Páragus tenía en ese momento. La muchedumbre gritaba, todo giraba a su alrededor. La imagen de Cárrotte muriendo se repetía con una espiral imparable en su cerebro, y de pronto, una fuerza interior estalló dentro de ella haciendo que sus ojos se volvieran más azules aún de lo que eran. Justo cuando Páragus pretendía asestarle el golpe de gracia ella abrió los ojos y clavó su puño en su estómago atravesándolo en el acto.
Páragus se desplomó en el suelo envuelto en un charco de sangre. Todos los presentes emitieron un Ohhh colectivo, seguido de gritos de exaptación tremendos por la emoción del combate.
Brássica tomó la daga arrebatándola de las manos de Páragus, el cual era incapaz de moverse por el golpe asestado permaneciendo en el suelo tirano. Ella alzó el filo del cuchillo... estaba sobre él a punto de asestarle el golpe final, pero de pronto Páragus le tiró arena a los ojos.
- Bastardo. - Gritó ella tratando de alcanzarle a ciegas con la daga y heriendole de nuevo en la pierna derecha.
- AHHHHHHHHHHH. - Gritó Paragus sintiendo el filo del cuchillo seccionando sus músculos. Ella levantó el cuchillo y lo volvió a hundir nuevamente en el mismo lugar. - AHHHHHHHH. - El nuevo grito de dolor inundó la escena entre los gritos del público.
En el Palco Real, se leían 3 medias sonrisas en los rostros del Rey y sus dos consejeros. En las gradas, Turles, Celipa y los demás, sonreían también esperando el final del combate y la victoria de Cárrotte.
Pero de pronto sucedió lo más inesperado, algo que nadie esperó siquiera escuchar. Brássica sacó la daga de la pierna de él, y se la puso en la garganta para dar el golpe de gracia.
- PIEDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAD. - Páragus suplicó por su vida.
Brássica miró hacia el Tribunal Sagrado, sin saber bien qué iba a pasar ahora. Lo que acababa de hacer Páragus era terrible. Un saiyajin jamás suplica por su vida. Los miembros del Tribunal se habían levantado al completo con aquella acción. La grada entera había enmudecido.
- GUERRERO PÁRAGUS. - Gritó el más viejo.
- ERES UN DESHONOR PARA LA RAZA SAIYAJIN. A PARTIR DE ESTE MOMENTO, SERÁS DESHEREDADO DE TU SANGRE Y SERÁS CONSIDERADO UN INSECTO MISERABLE E INDIGNO. COMO TAL QUE ERES, VIVIRÁS CON TU VERGUENZA DE POR VIDA. NO MORIRÁS, PERO SERÁS CONDENADO AL DESTIERRO, Y SI ALGUNA VEZ ALGUIÉN DE NUESTRA RAZA TE VIERA, SERÁS ANIQUILADO SIN PIEDAD ALGUNA. ARRESTADLE. -
La grada al completo comenzó a abuchearle mientras era sacado a rastras de la arena de combate. Brássica caminó al centro y se arrodilló ante el Rey y el Tribunal.
- ¿Alguien más osa desafiarla?. - Gritó el Rey. El silencio se proclamó en todas partes.
- Has demostrado ser digna de ascender al trono, guerrera Brássica, desde ahora, serás llamada REINA DE VEGETASEI. - La muchedumbre gritó victorias.
Zorn y Sullián bajaron a la arena para ayudarla a salir, y llevarla a un tanque de regeneración ya que estaba en un estado lamentable. Sin embargo ella negó su ayuda y caminó con decisión hasta que no estuvo fuera de la vista de todos. el Rey le salió al encuentro. La miró a los ojos y sonrió. Ella no pudo pronunciar palabra alguna, y se desmayó en los brazos de Vegeta. El pequeño príncipe alzó una mano para tocarla comenzando a gimotear, pero el Rey enseguida le miró severamente haciendo que el bebé parase sus llantos y frunciera el ceño sosteniéndole la mirada. - Llevad a la Reina a una cámara de regeneración. VAMOS. - Gritó Vegeta a los guardias personales de la Reina.
------------------------
Horas después, una muchedumbre de saiyajins aguardaba la salida de la familia Real. En primera fila se encontraba la élite de Vegetasei, vestidos todos con sus mejores galas. Un poco más atrás, en esa misma muchedumbre que se concentraba en una gran plaza, estaban situados los saiyajins de segunda clase, y al final del todo, los de tercera clase, con poses más barriobajeras, aunque igualmente altaneras.
Todos gritaron furiosamente palabras de alavanza al Rey que apareció en un balcón del palacio. Su voz resonó en toda la ciudad como el sonido de un trueno.
- Mis leales súbditos. Hoy celebramos la ascensión al Trono de la nueva Reina de Vegetasei: Brássica. - Ella salió junto al Rey, su traje era blanco al completo, consistente en un traje de combate, con armadura especialmente diseñada y una capa color dorada. Los múltiples adornos de oro relucían dando destellos en todas direcciones y deslumbrando en belleza y porte a los presentes. Todos se arrodillaron para presentarle los respetos. Interiormente, sin embargo, ella hubiera querido gritarles que se levantasen.
- Pero hoy será recordado entre todos los días, como el día en que nació el heredero al trono Saiyajin, el Príncipe de Vegetasei: Vegeta - El enjambre de saiyajins gritaron exaltados de modo ensordecedor. Parecía que el planeta al completo retumbase con aquellos gritos. Zorn entregó el niño a Brássica, el Rey lo tomó de ella y lo alzó para mostrarlo a todos. Los scuters de los presentes se activaron llenos de curiosidad por el nivel de pelea que debía tener el príncipe.
- Ahhh. - Se escuchó una voz de asombro colectivo y unos murmullos. Realmente era impensable que un niño naciera con ese nivel de pelea. Enseguida se escucharon de nuevo gritos ensordecedores que demostraban la alegría por el evento.
- Bardok no podía siquiera moverse. Cárrotte... ¿De verdad ella sería la nueva reina?. Ahora comprendía el sentido de aquella carta que le envió. A su lado, varios de los guerreros de tercera clase se dirigieron a él. Se habían percatado de lo mismo y se preguntaban qué iba a pasar ahora. Algunos tenían miedo de que todo hubiera sido una trama para encontrar servidores desleales del Rey, otros se sintieron defraudados, porque la persona que les indicaba que todos debían ser tratados igual estaba asomada en un balcón, envuelta en oro, vestida de gala, y permitiendo que todos se arrodillasen ante ella. No obstante, y en el fondo de sus corazones, todos esperaban que aquella chica que les hizo creer en una esperanza, hubiera sido sincera, y realmente cambiase en algo la sociedad que había sido establecida.
Esa noche fue fiesta en Vegetasei. La cual se prolongó tres días y tres noches, gozándose en ese tiempo de espectáculos de luchas.
-----------------
Horas después...
- Maldito estúpido. ¿Por qué el príncipe tiene ese poder de pelea?. ¿Es que acaso no cumpliste con lo que te encarguaron?. - Sullión y una sombra misteriosa estaban en una sala de palacio. Era de noche y no había demasiada iluminación.
- Se lo dí, pero debía de ser inmune al veneno. - Pronunció tranquilamente.
- Debería acabar contigo por haber fallado. - La sombra tocaba su anillo nerviosamente y esta acción no pasaba desapercibida para Sullión.
- Yo cumplí con lo que se me asignó, si ha fallado esa estúpida poción que creó Paragus no es culpa mía. - Contestó tranquilamente.
- Supongamos... que es cierto eso y que la poción no funcionó... te pediré una prueba de lealtad, y esta vez espero que no falles... - Los ojos de la sombra brillaron en la oscuridad. - Como consejero del Rey que eres, tendrás que convencerle para que envíe a Brássica lejos, a una misión de conquista... si fallas también en esta ocasión, tendrás que matarla. ¿Has comprendido?. - Sullion asintió con su pose inexpresiva.
- Espero que no olvidases que yo estoy por encima del bien y del mal. Te conviene estár a bien conmigo y... con los otros... - La voz melosa y severa cortaba el alma como una afilada cuchilla.
- Se muy bien lo que tengo que hacer. Cumpliré mi asignación. - Diciendo esto, Sullión se marchó a su estancia. Caminó por los pasillos lleno de rabia. Pero de momento no podía manejar las cosas mejor de lo que lo estaba haciendo. La Logia tenía poder suficiente para asesinar al Rey, a la Reina, y al Príncipe si quisieran y tomar el trono, pero si no lo hacían era porque deseaban hacerlo todo del modo más sutil. Siempre actuaban en la oscuridad. Y lo peor de todo es que estaba entre la espada y la pared, porque si no actuaba con cautela, 'ellos' destruirían el Planeta y a su raza. Tenía que andarse con mucho cuidado.
Sullión caminó ensimismado hasta su habitación. Sin embargo algo lo sobresaltó al llegar allí, y era que en su balcón había una silueta que parecía aguardarle entre las sombras.
- ¿Magestad?. - El se arrodilló ante 'ella'.
- Olvídate de formulismos Sullión. Hay mucho de que hablar... -
-----------------------
