Capítulo 16: Tiempo para vivir.

"Amor, que cruelmente te instalas en mi corazón, ahora que el reloj de mi existir pierde la voz." (Fragmentos de un poema mío).

- Brássica. - De algún modo incomprensible su caminar preocupado por el pasillo lujoso del palacio se transformó en una sacudida de alegría y placer cuando sintió su voz llamándola en el otro extremo. Dio vuelta y allí estaba, aproximándose a trancos. Sus pasos resonaban en el mármol con fuerza, y sus ojos onix permanecían clavados en los suyos. Le aguardó quieta, mirándole de un modo extraño, y pronto, su pequeño cuerpo femenino se vió extasiado por el enorme porte del cuerpo del Rey.

"Hay vientos que son capaces de doblar los árboles más grandes"

- Vegeta... - Una sonrisa torcida se inscribió en sus labios. Siempre le sucedía que era incapaz de controlar un lado de su rostro. Por más que luchase para mantener una expresión inmutable, siempre le acusaba el labio, curvándose repentinamente. Su hijo había heredado eso de ella.

- ¿Por qué duermes en los aposentos de la reina?. - La pregunta era sorprendente e inesperada.

Ella le miró divertida. - Soy la reina... ¿no?. - Vegeta frunció el ceño obligándola a responder con seriedad. - No me invitaste a hacerlo y después de tantos años me sentía incómoda al ocupar unas habitaciones que te habían pertenecido sólamente y... Ahh. - Un chillido de sorpresa se escuchó en el pasillo cuando Vegeta, saltándose el protocolo por completo la asió de la cintura, la cargó en su hombro y la llevó hasta su habitación para soltarla sobre la cama. Brássica le miró con los ojos de par en par. Estaba confusa totalmente. ¿Qué acababa de suceder?.

"y hay amores que no pueden rechazarse"

Entonces calló en la cuenta, debió ser más observadora. Desde su vuelta, el Rey había estado casi obsesionado con ella, pero para su desdicha, Brássica parecía más interesada en la educación del príncipe, y en sus demás ocupaciones, que en su compañero. Pensó que seducirle no iba a cambiar una mente tan orgullosa como la de él, lo excluyó de su plan y con esto, le excluyó dedicación también, no tenía tiempo que perder, debía arreglar todo antes de que acabasen con ella. Llegó a la conclusión de que debía centrarse en el niño, que esa era la mejor estrategia... pero hay veces que las estrategias no aciertan sobre las situaciones imprevisibles. Y esto era lo más inesperado que podría haber sucedido. ¿Quién iba a decir que el Rey, con lo serio que es, iba a tomarla y cargarla en su hombro arrastrándola a la cama?. Algo de aquella situación era tan divertido que Brássica comenzó a reir a carcajadas sobre las pieles de animales que cubrían el lecho.

- ¿Qué es tan gracioso?. - Preguntó el rey saliendo de su ensimismamiento al contemplarla riendose sonoramente y no sabiendo si debía enfadarse por su repentino cambio de humor.

- Oh, Vegeta, te has saltado el protocolo... jajaja podrían habernos visto los guardias y... jajaja hubiera sido... jajaja. - Vegeta arqueó una ceja contagiandose ligeramente de su risa.

"El poder de tu sonrisa me hechizó en aquel instante , y no quise más que amarte a toda prisa".

- Soy el Rey, y puedo saltarme el protocolo cuando quiera. Yo invento el protocolo. - Alegó sosteniendo su propia risa ahogada en la garganta.

- Deberías hacerlo más a menudo. - Y después de decir esta frase, se lanzó en sus brazos como una gata que salta a un tejado, abrazándolo y besándolo con intensidad. - Hazlo más a menudo, mi Rey. - Susurró en su oído volviendo a la carga implacable.

"Hay risas que son canciones, que son olvido, que son pasiones"

Vegeta la besó apasionado desvistiéndola con avidez en el aire, ya que ambos volaban girando lentamente a dos metros de altura. Ella abrazándolo con las piernas, recien liberadas de los pantalones, y él sosteniéndola con una mano en su trasero mientras se encargaba de despojarla del resto de prendas con su otra mano. Si le gustaba la espontaneidad era una hembra afortunada, porque el Rey tenía otras ideas originales en mente para hacer con ella ese día.

Aún volando, descendió y se sentó en la cama, ella le había desvestido de cintura para arriba y él había hecho buen trabajo dejándola completamente desnuda. Con un giro calculado la volcó sobre la cama situándose sobre ella y sin dejar de besar y lamer la marca de su cuello. - Brássica... - Susurró en su oído y el aliento cálido envió pulsiones por su cuerpo.

Ella sin embargo prosiguió con su asalto, y sus manos recorrieron su torso, su espalda, su estómago musculoso, hasta situarse en sus pantalones para dejarlos fuera.

Fue entonces, cuando se desnudaron, se miraron unos instantes, y en ese preciso instante sucedió algo casi mágico. De repente se quedaron quietos el uno delante del otro incapaces de moverse. Ella tendida en la cama. El encima de ella aún sin descargar su peso sobre su cuerpo delicado en apariencia.

"Y emociones que son más grandes que la cordura y que las razones"

Algo llenó sus corazones se guerreros solitarios con la fuerza brutal de un río desbordado. No hubieron palabras alguna, pero respiraron la emoción profunda de una mirada de amor, como nunca antes se habían dedicado el uno al otro. Vegeta cogió su cara entre sus enormes manos, reclinándose sobre sus antebrazos y descargando algo de su peso sobre ella, casi como queriendo que no se moviera, como rogándole que no dejara de mirarle de esa forma, y también como queriendo memorizar esa mirada, deseando gravar en su mente, con sus manos, con sus ojos, con todos sus sentidos, esa expresión que le sobrecogió.

Brássica jadeó levemente, como un susurro que se le escapó furtivamente de los labios, hipnotizada por esos ojos otrora fríos que ahora se veían tan vulnerables como los de un adolescente que besa a su primer amor.

"Hay miradas de amaneceres, quizás de sueños, quizás soñadas"

Y así permanecieron unos minutos que parecieron horas, estáticos, en la templada luz de la habitación, con el calor de sus cuerpos quemándoles la piel gravada ahora, por primera vez, con amor.

"Y sólo siento que hoy no quiero pensar en nada "

Inesperado amor... Era algo no calculado, era algo no supuesto para suceder. No es que no le quisiera, era su compañero, y así sería para siempre, ellos se pertenecían, se debían el uno al otro y se querían porque eran compañeros, porque tenían un hijo en común, porque eran Reina y Rey. Alguien les dijo en algún momento de sus vidas, que existen uniones que van más allá del compromiso de ser compañeros, pero sus propias determinaciones les habían cegado esa visión de la vida. El uno preocupado por ser Rey, la otra preocupada por su misión en la vida. Eran compañero y compañera, ¿qué más debía haber?. ¿Qué más debían sentir?. Se protegerían y se cuidarían mutuamente, así era lo que su sangre les indicaba, pero ahora, por fortuna o por desgracia, sus corazones hicieron aparición en la química de sus cerebros y su fisiología. Lo racional había dejado de existir en este punto dando paso a algo más fuerte de lo que jamás pensaron. El amor... Inesperado amor...

"Amor, que cruelmente te instalas en mi corazón, ahora que el reloj de mi existir pierde la voz."

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Sus cuerpos se fundieron ese día de un modo mágico, como nunca antes habían sentido o experimentado. No era un acto de deseo, no se besaban para saciarse, se besaban porque sentían que se necesitaban el uno al otro. Era una sensación que tanto como les impresionaba les producía un temor extremo, pero allí estaba, era un hecho.

- No quiero que vuelvas a las misiones lejos de Vegetasei por un tiempo, Brássica. - El Rey la miró por última vez antes de abandonar la habitación ahora impregnada con sus olores, con su calor...

Ella asintió, su cara estática, sus ojos un azul oscuro insondable que no demostró ninguna pista de lo que estaba pensando en esos momentos.

"Amor, que cruelmente te instalas en mi corazón, ahora que el reloj de mi existir pierde la voz."

Se levantó de la cama y las lágrimas surcaron sus mejillas, sólo que no había tiempo para lamentaciones, su destino estaba trazado. Carrotte tenía que actuar ahora. Y existía un punto más por quien morir merecería la pena. No era el momento de preguntarse si existía vida tras la muerte, no podía pensar en tales cosas ahora, sólo podía intentar vivir el máximo tiempo posible, prepararlo todo antes de morir. Se sorprendió al no poder contener las lágrimas que secaba una y otra vez en sus ojos. Y es que una parte de ella ansiaba de tal manera vivir. VIVIR, con él, con su amado compañero, y con su precioso niño, tan inteligente y tan fuerte. Ah, si pudiera idear un modo de hacer todo lo que tenía en mente sin tener que morir... Pero no era posible, estaba jugando sus últimas cartas, y sabía que ellos jugarían pronto... el reloj de su vida tenía las horas contada. No había tiempo para llorar, era el camino que había elegido y seguiría adelante.

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Se vistió con rapidez y acudió a la sala médica. - Hola Aquintiax. - Saludó al ser de aspecto similar a una iguana, piel verde, cresta puntiaguda adornando su espina dorsal, y una mirada, sin embargo, que denotaba bondad en ella.

El doctor la saludó con alegría. - Magestad, han sido muchos años desde la última vez que nos vimos. - Su voz estaba ligeramente quebrada por los años.

Brássica asintió con una leve sonrisa. - Si, han sido largos estos años... - Reconoció. - ¿Sigues con tus investigaciones?. -

- Por supuesto alteza. - Afirmó alegre de que alguien se interesara en sus trabajos con sinceridad.

- Cuando estemos en privado, puedes llamarme Brássica. - El más viejo sonrió al escuchar aquella declaración.

- Veo que a pesar de vuestra posición, seguís conservando la misma alma libre que teníais cuando erais apenas una niña traviesa que acudía a mi laboratorio para estropear mis invenciones... - Hizo una pausa y sonrió. - Brássica. - Culminó la frase sintiéndose algo incómodo de tutear a la reina de Vegetasei, pero satisfecho de hacerlo al mismo tiempo.

- Oh, Aquintiax, no es posible que aún me guardes rencor por eso. Ni siquiera imaginé que te acordarías de ello. -

El viejo la interrumpió. - Al contrario, me acuerdo de esos días, porque fueron muy felices para mi. Nunca olvidaré esa niña curiosa que me preguntaba ávida por saber acerca de todos mis proyectos. Eras la única en todo este planeta que ha demostrado hacia mi un interés realmente sincero y desinteresado por mis avances. ¿Cómo podría yo guardaros algún tipo de sentimiento, que no fuera el de la gratitud de un científico viejo al que le queda poco por vivir por delante?. -

Aquella declaración provocó un leve cambio en las pupilas de Brássica, imperceptible sin embargo a la vista de nadie. Aquel viejo, estaba quizás en su misma situación. ¿Qué edad tendría?. Es posible que superase los 150 años. ¿Cuánto vivía su especie?. Nunca lo había sabido, pero a juzgar por su aspecto, no mentía cuando aseguraba que le quedaba poco de vida por delante. Aunque de nuevo, en esa declaración, no importa la edad, ni el aspecto, la muerte llega implacable cuando ha de llegar, y se lleva a jóvenes, ancianos, a niños, o mujeres, del mismo cruel modo que se lleva al guerrero más soez.

- ¿Hay algo que te inquieta Al.. Brássica?. - Corrigió sobre la marcha.

Ella le miró con agudeza. - Aquintiax, quisiera pedirte un favor. -

- Soy todo oídos. - Brássica sonrió, eso era más que una frase hecha, ya que su especie carecía de orejas. El sonrió también, quizás adivinando la diversión que su juego de palabras había suscitado.

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- Si, definitivamente son informaciones interesantes, mono. - Turles no se inmutó por el tono despreciativo.

- Podría trabajar para vos, Lord Freezer, sería un buen espía, lo prometo. - Sus ojos brillaron en la pronunciación de cada palabra.

- Informarás de todo lo que suceda a Zarbón. - Declaró Freezer haciendo ademán de marchase de la sala.

- Lord Freezer... el riesgo de mi misión sería arriesgado... - Aún arrodillado en el suelo, se atrevió a contestarle, con tono humilde, pero absolutamente certero.

El lagarto le miró detenidamente. Turles no levantó su mirada para evitar un posible estallido de la famosa cólera de la que hacía alarde, pero siguió con los ojos la trayectoria de sus pies, y no perdió de vista la cola. Algo en la mente torcida del tirano disfrutaba al presenciar el sudor en las frentes de sus subordinados y Turles no le había decepcionado. - Se te pagará convenientemente, descuida... - Se sentía magnánimo.

- No esperaba menos de su eterna generosidad. - Se iba a marchar, pero de nuevo se acercó hacia el saiyajin.

- ¿Qué quieres a cambio de traicionar a tu familia, a tus monarcas, y a tu propio pueblo?. - El saiyajin no parecía afectado por las tremendas acusaciones, pero el lagarto sentía una curiosidad total por descubrir el precio en que había fijado su lealtad.

- Tan sólo quiero una nave medianamente grande, y 100.000 créditos. Quisiera hacer vida en el espacio. No deseo vivir en Vegetasei mucho tiempo más... -

- Eso puede arreglarse... - El tono que utilizó Freezer en esta última frase envió un frío terrible sobre su espina dorsal. - Descuida, tendrás lo que has pedido. Fuera de mi vista, mono. - Le enojó un poco que fuera capaz de entregarles por tan poco, pero estaba en su conveniencia que existieran en el Universo seres tan inmundos y simples como aquel.

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La noche llegó a Vegetasei rápidamente. Las horas de sol no eran muchas durante el día, aunque eran intensas. Los días duraban apenas 18 horas, ya que el tamaño del planeta no era demasiado grande. Brássica se vistió con una capa y salió a hurtadillas del palacio. Su concentración en evitar los guardias de seguridad en su escapada, no se centró sin embargo, en los ojos de un infante, que la siguieron en la oscuridad. El pequeño príncipe quería averiguar quien era aquella figura que salía del palacio tan impunemente. Acechando del mismo modo, y utilizando las mismas argucias evasivas, chibi Vegeta la siguió con una sonrisa torcida, no demasiado cerca, pero lo suficientemente lejos para no ser descubierto. Le iba a dar una lección en cuanto descubriera su pequeño secreto.

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Karo, muchas gracias por tu extenso comentario. Realmente deseo seguir este fic, ya que los otros que llevo adelante, como Seducción fatal y Las aventuras de dos saiyajins muy especiales, podrán comprenderse mucho mejor, por quien haya leido este fic. Así que en los siguientes días, procuraré avanzaros bastante de este, cuando no, terminarlo muy pronto. En realidad no le queda mucho para finalizar.

Shadir, espero que te gustase mi teoría, la tengo bien atadita por todas partes ¿eh?. Jejeje.