Dragones de Tierra

11: Yami

El Centro de Recuperación estaba cerrado, como todo en Yiske cuando brillaba el Sol. Pero para Weevil no era problema entrar. Como Lilim, podía manifestarse de muchas formas. Como "humano", como dragón humanoide o como otra cosa.

Como el Elemento Tierra en estado puro.

Ahora Weevil era un ser de pura energía, energía cálida, verde y amarilla, que llenaba a todo ser que estuviera cerca de una sensación que pocas veces se sentían. Cuando se estaba con el ser amado se sentía algo similar, pero esto era superior, más cercano a las Diosas.

Weevil sabía que las defensas sólo se activaban si algo físico perturbaba el ambiente, así que se transformó lejos del Centro, en una arboleda. Todo su cuerpo se fundió en energía y luz, y sintió cómo la energía y el amor de la Tierra lo inundaba. Sentirse libre, sin ninguna ligadura física al mundo era una sensación maravillosa, y él debía compartirla con Yami. Porque él había guiado a Yuugi, por más que no aprobó su fusión.

Debía ayudarlo como fuera. Por todo el cariño que le había dado a Yuugi.

Entró sin problemas, atravesando las paredes. Podía sentir o no lo material, según se le antojara, ya que ahora no tenía cuerpo. Era una propiedad única de los Lilims en ése mundo, el de poder estar en el mundo físico como espíritus, sin dejar su cuerpo. Ahora su cuerpo y su alma eran uno, tal como él y Yuugi lo habían sido en sus épocas de Portador y Sombra. Y ése era el objetivo de los Portadores. Ser uno y sentir lo que el otro sentía, para poder amarlo.

No en la forma en que se aman los enamorados, sino en la que se aman los hermanos. En la que se aman los padres y los hijos, el alumno y el maestro. Era ése amor el que sentía por Yuugi, porque para él, Yuugi era más que su hermano del alma. Y no había palabras entre los humanos para describir eso.

Los vampiros tenían una palabra para eso, lo más cercano al significado que le daban los Portadores. Ishrad, la palabra en vaarasu(1) que significaba unión con todas las cosas, con el universo propio, con todo lo que se siente que es de uno de una forma afísica. Sentir al otro ser tal como era, entenderlo, saber que sentía y dónde estaba. Sentir por uno mismo y por el otro ser.

Yami estaba detrás de una cortina blanca, en una habitación vacía. Aparentaba ser un hospital humano, pero los aparatos eran algo diferentes. Weevil asumió su forma física "humana" y caminó hacia la cortina, decidido. Cuando sus dedos rozaron la superficie de hilo, suspiró hondo y corrió con lentitud la cortina.

Yami estaba dormido, o al menos eso aparentaba. Weevil no podía saberlo, porque las vendas le tapaban todo el rostro. La cabeza era todo lo que podía ver, ya que el resto estaba tapado por las sábanas. Y eso era lo peor. Las formas que se dejaban ver bajo la sábana podrían ser de cualquier cosa, menos de un vampiro. A Weevil se le estrujó el corazón, y no tuvo conciencia de lo que hacía.

Llevó una de sus manos hasta el pecho de Yami y concentró su energía allí. Sintió cómo su cuerpo volvía a ser de energía y luz, y dejó que parte de sí viajara por el cuerpo de Yami, regenerando su cuerpo y tratando de dar algo de consuelo a su alma. Recordándose los momentos en los que él y Yuugi eran felices... Y fue eso lo que lo despertó.

Weevil tenía los ojos cerrados, concentrándose en curar a Yami. Tal vez habían dicho que no estaba muy lastimado para no asustar demasiado a los niños... ¿Acaso las reacciones al escuchar su nombre habían sido un engaño también?

Cuando terminó de curar el cuerpo de Yami, volvió a su forma "humana". Algunos de sus poderes no podían ser ocultados, y eso las plantas lo sentían. A veces se concentraba tanto que perdía la noción del entorno, y eso le dejó una gran ventaja a Yami, que no iba a desaprovechar.

Tomó a Weevil del cuello y lo tiró sobre la camilla. Se levantó enfurecido, apretándole el cuello, mientras el niño aún no salía de su asombro. Estaba empezando a sentirse mareado, y Yami, rabioso, no dejaba de apretar. Weevil llevó sus manos temblorosas hasta las de Yami, y dejó salir un poco de su energía. El agarre de Yami vaciló un segundo, y luego lo dejó libre.

El mayor se levantó, y Weevil pudo ver sus ojos. Si antes habían estado cubiertos por las vendas, ahora no lo estaban, y podía ver sus ojos violetas mirándolo con odio. Aún lo odiaba por haberle quitado a Yuugi de su lado.

Se sentó en el borde de la cama, frotándose el cuello. Yami no le sacaba los ojos de encima, mientras se iba sacando las vendas. Tenía puesta una bata de hospital, y se sacaba las vendas con furia. No notó que sus heridas habían sanado, que su cuerpo ahora era reconocible (más que eso, era tal como era antes) ni que Weevil tenía su brazalete. Sólo lo veía a él, a ése gusano que se había llevado a su Yuugi, a su hermanito menor, y lo había alejado de él.

No había espejos en Yiske, así que cuando sintió que tenía piel nuevamente sobre la cara, se tocó el rostro. Si, estaba ahí, todo su rostro estaba ahí, y en perfectas condiciones. La última vez que había visto algo lo habían rodeado, y el primer golpe fue en el rostro, eso lo recordaba muy bien. Luego había perdido la cuenta. Volvió a mirar a Weevil, ahora sin vendas y sin odio. Weevil pudo contemplar el rostro de Yami, aún con un dejo de enojo, pero sobre todo perplejidad. Weevil entendía las razones.

-Escuché que estabas aquí y... – empezó Weevil, titubeante - ...decidí ver cómo estabas-

-...- Yami no contestó. Sólo miró a Weevil, y no sabía si echársele encima de nuevo y ahorcarlo, esta vez definitivamente, o besarlo por haberlo librado del dolor que los analgésicos no pudieron calmar.

-Yuugi está bien. Ahora está en China- siguió Weevil.

¿Qué le hiciste- le preguntó Yami, y Weevil alzó la mirada, confundido ¿Qué mierda le hiciste para que te dejara como el gusano que eres- lo había tomado de los antebrazos y lo zarandeaba.

-No lo dejé- dijo Weevil, con rapidez, y Yami lo dejó quieto –Ya terminamos el hechizo-

Los ojos de Yami se llenaron de furia. Pero luego bajó la cabeza y trató de calmarse. Weevil empezaba a perder la sensibilidad en los brazos, y ya no podía mantener por mucho tiempo más sus poderes a un nivel bajo. Y Yami lo sentía. Sentía cómo ése enrome poder corría por todo el cuerpo de Weevil, y sentía todo el esfuerzo que hacía ése niñito para no dejarlo salir.

Era un poder que podía destruirlo, a él y a toda la isla de Yiske, pero Weevil no lo había usado. Y ya habían pasado tres meses desde que él estaba en la isla. Era eso lo que Yami no entendía, el porqué Weevil no se defendía. Ahora que lo sentía entre sus manos, podía percibir todo el poder que ése pequeño cuerpo encerraba, un poder enrome, más grande que el que tuviera cualquier vampiro en la historia.

Pero no sentía miedo. Se sentía extraño, las sensaciones se mezclaban en su interior y no se decidía por una. Hasta que la emoción pudo más y lo soltó. No quería admitirlo, peor Weevil le recordaba a Yuugi. Tan inocente, tan encantador y sobre todo tan tierno... ¿Tierno¿Estaba pensando que el gusano ése le parecía tierno? Sí, eso estaba pensando, porque ésa era la verdad. Y el saber que ahora no podía ver a Yuugi a su lado lo había llenado de furia.

Se sentó sobre la camilla con las piernas cruzadas y le habló.

-Dime todo-

Cuando Weevil terminó, faltaban dos horas para el anochecer. Yami no dijo ni una sola palabra, y no necesitaba hacerlo. Weevil lo entendía mejor de lo que esperaba, ya que Yuugi le había hablado mucho de él. Y cuando Yuugi quería a alguien, ya sea como amigo o como hermano, pensaba mucho en ése alguien.

Yami se quedó en silencio por un buen rato, mirando el piso. Weevil no sabía que hacer. Se lo había dicho todo a Yami, y eso era más difícil que ocultar sus poderes. Los familiares de los vampiros que se convertían en Sombras reaccionaban mal cuando se encontraban con los Portadores... Y por muchos motivos. Por miedo, por ira, por envidia, por despecho, cualquier sentimiento fuerte era desencadenado por los Portadores si estaban frente a los vampiros o frente a los humanos.

Pero cuando estaban las dos razas era diferente. Y era por eso que los Destripadores lo aislaban, demonizándolos incluso frente a los vampiros.

Weevil había visto el efecto que tenían los Portadores cuando las dos razas estaban reunidas en un mismo lugar. Reinaba el silencio primero, y luego la agresividad desaparecía. Ambas razas se miraban, viéndose tal cual eran, y casi llegaban a comprenderse. La paz reinaba mientras el Portador estaba presente, y a veces se entendía el por qué de sus existencias...

Estaban hechas para reunirse.

Cada raza era una parte del todo, pero no era el todo, como creían. Eran la mitad exacta, el Ying y el Yang. Pero habían perdido su conexión mutua cuando se separaron. Cuando aquélla raza que fue creada al principio del tiempo se separó en dos, las diferencias habían sido meramente culturales. Pero luego las asperezas pulieron las dos razas, y las diferencias culturales se convirtieron en diferencias reales. Una raza amaba la noche y la le temía. Una huía de los rayos del Sol y la otra los amaba.

Y, aún así, no se habían dado cuenta.

Hasta ése punto llegaba el embotamiento de la raza humana. Todas las lucecitas de colores los distraían de ver al frente, donde un abismo se abría ajo sus pies. Hacía muchos años que los Defensores habían desaparecido, junto con Hiroshima y Nagasaki. Defensores, no de los humanos en la batalla contra los vampiros, sino de la concordancia entre ambas razas. Un Defensor no protegía a una raza en específico, intentaba recuperar a la raza original que había sido creada al principio.

Pero ése concepto había sido... sí, bastardeado, ésa era la palabra, como todo lo referido a los vampiros y los humanos luego de la segunda guerra mundial. Lo morbosamente ridículo del consumismo era sólo una pequeña parte. La reducción de los vampiros a menos que una cosa, a menos que basura, y poner en la misma categoría a todos los que no pensaban como el poder imperialista lo mandaba, eso era otra pequeña parte.

Cuando Weevil se dio cuenta, ya estaba anocheciendo. Se había pasado toda la noche hablando con Yami, y ahora le Centro volvía a la actividad. Se despidió de él con un apretón de manos, y prometió volver a verlo.

Pero había olvidado un pequeño detalle.

No había podido dormir, y ahora el sueño le vino con todas las ganas. Y ésa noche iba a ser muy larga.

Porque Saya lo estaba vigilando.

(1) El lenguaje sagrado de los vampiros. Se transmite exclusivamente de forma oral ya que no tiene forma de ser escrita. Su principal dificultad es la pronunciación, ya que debe ser exacta. La mas mínima variación cambia el contenido de toda la frase, volviéndolo contrario al mensaje que se desea dar. Fue un lenguaje inventado para surcar las diferencias idiomáticas entre los vampiros de todo el mundo, ya que todo vampiro, por más que sea sordo, escucha el idioma y lo entiende. Pocos vampiros pueden responder, ya que el idioma se fue perdiendo, pero aún puede ser entendido por todo vampiro, cualquiera sea su idioma.

Este capítulo me dejó un sabor extraño. Escribí primero un parte y después otra, y me dio al sensacón de no haber terminado el rompecabezas.

Nos leemos

Nakokun