Dragones de Tierra
13: Portadora y Sombra
La serpiente volaba de forma errática, como si de tanto en tanto un choque eléctrico la estremeciera. Salieron del desierto, y pronto llegaron a otra puerta. Pero ésta era totalmente diferente a la anterior. Parecía la entrada de una nave espacial, y en algunas partes se podía ver correr la electricidad. La serpiente abrió sus alas y se apoyó sobre la puerta, justo en el medio de las dos hojas, y quedó inmóvil.
UnoS cables salieron desde atrás del cuerpo de la serpiente, y la atraparon por completo. La cubrieron y la arrastraron hacia dentro de la puerta, pero las hojas no se abrieron. La serpiente primero pasó a ser parte de la puerta, y luego hasta su silueta desapareció. La puerta se apagó por un segundo, antes de que la energía volviera a circular con más fuerza. Las hojas se abrieron, y Weevil entró, aún medio enceguecido por la luz eléctrica que lo alumbraba.
Por un momento pensó que había vuelto al Instituto. El ambiente era igual de pesado, y le dio un escalofrío. El miedo que allí se respiraba iba más allá de la piel, de los huesos y del alma misma. Ozuma había muerto de rabia, en medio de una batalla, pro éste ser había muerto de miedo. Y ésos sentimientos perduraban más allá de la muerte.
Weevil se sentía mal. No sólo por el miedo, sino porque allí no había tierra. En el desierto de Ozuma, al menos había vida natural, pero en éste sitio todo estaba hecho de metal y vidrio. El piso estaba hecho del mismo material que los chips de computadoras, y el ambiente, más que frío, era seco y sin la mínima esperanza de un soplo de viento. Y la electricidad viajaba libre de un lugar a otro, a veces en cables, a veces no. Pero no era eso lo que impresionó a Weevil.
Su pesadilla volvió con toda la fuerza al ver cómo de ente el metal surgían hilo de sangre de vampiro. Weevil no quería sentir lo que había más allá, pero no podía desaprender lo que había aprendido. No podía volver atrás en su evolución. Pero lo que había más allá era plástico, vidrio y metal. Como una de ésas megalópolis modernas, en las que no se diferencia cuándo termina una ciudad y cuándo empieza otra.
Siguió adelante, entre los edificios de metal, siempre en las horas donde el Sol se esconde y la vida decrece. El atardecer era la hora del Metal, y la ciencia y el conocimiento eran sus dominios. Se sabía que todas las computadoras del mundo no podían almacenar el contenido de una sola mente humana. Pero algo así, hecho por un Lilim, tal vez pudiera almacenar todos los recuerdos de un Portador.
El lugar estaba medio destruido, las chispas saltaban de tanto en tanto, los cables caían o se dispersaban por el piso, y muchos edificios estaban derrumbados. La otra mitad estaba bien construida, pero se vislumbraban algunas fallas, resquebrajaduras y errores de diseño. Era como un laberinto, y muchas veces Weevil tuvo que retroceder porque el camino estaba bloqueado.
Sólo cuando los vio se dio cuenta que los cables que aún estaban sanos iban hacia un mismo punto. Los cables que caían del techo –porque el lugar estaba techado, siempre dando la impresión del atardecer- descendían hacia ellos, y los que estaban en el suelo subían hasta llegar a la cápsula. Una cápsula circular, del tamaño de una casa pequeña, con un integrante dentro. Los cables llagaban hasta la pared de la cápsula, y luego se volvían finos, para poder conectarse con ésa chica, quien aparentaba no enterarse de lo que pasaba a su alrededor.
Pero eso no fue lo que más lo impresionó. Había alguien más allí dentro, alguien que abrazaba a la chica. Era un chico, de su misma edad, con las mismas alas de arcángel que tenía la serpiente guía. La chica, que tenía el pelo azul oscuro en una coleta, estaba vestida con un traje pegado al cuerpo, de color blanco y plata. Y el chico estaba vestido de negro, o por lo menos, eso se veía a la distancia.
Weevil se sentía fuera de lugar. Esa escena era demasiado íntima como para ser vista por sus ojos. Iba a irse, cuando el chico lo vio. Abrió sus alas y empezó a descender hacia donde estaba Weevil. Cuando llegó al borde de la cápsula, pasó sin dificultades, pero su descenso se volvió algo más lento. Se paró frente a Weevil, y lo miró a los ojos.
Era un chico de su estatura, de pelo marrón. Tenía las mismas alas que la serpiente, y Weevil se dio cuenta que había sido ése Avatar (1), y no la Lilim que estaba en la cápsula, quien lo había llamado. Sus alas llegaban casi hasta el suelo, hechas de plata y metal. Desde el cuello hasta los pies estaba enfundado en un traje negro. Tenía guantes hasta casi el codo y sus botas le llegaban a la mitad de la pierna. Tenía los bordes plateados –tanto del traje como de los guantes y botas- En el pecho, los brazos, las piernas y hasta la espalda, sin contar los guantes y botas, tenía una cruz gótica plateada.
El muchacho se inclinó, con una mano delante y la otra atrás, a la antigua usanza europea, sin decir una palabra. Weevil se inclinó a la usanza japonesa, algo apenado, cuando el muchacho volvió a mirarlo.
-Marian te necesita- dijo el muchacho, y tomó a Weevil de la mano.
-¿Marian?- el otro asintió –Disculpa, pro no sé quien eres. Yo soy…-
-Weevil Underwood, soy Wyatt, y eso es lo que pudo decirte de mi nombre original (2) Por favor, Marian te necesita, vamos-
-Ok- Weevil voló junto con Wyatt hasta donde se encontraba Marian.
O al menos lo intentó. Wyatt pudo pasar sin problemas por la barrera, pro Weevil no. La barrera no le permitía pasar, por más que lo intentara. Wyatt no lo entendía, pero Weevil creía que sí.
-Wyatt, trata de acercarla lo más que puedas a mí-
-Imposible. Los cables la conectan con el mundo que creó y la mantienen con vida. Sin ellos moriría. Y no se puede mover de donde está-
-Wyatt, ella nunca salió de ésta barrera desde que… Desde que se traumó¿verdad?-
-Sí, pero… -
-Ésa clase de barreras no son creadas voluntariamente. Y la consume de a poco-
Wyatt se giró para verlo, confundido.
-Escucha, tengo que ver qué le sucede, pero sin tocarla no pudo hacerlo. Puedo liberarla, pero si ella se niega al esfuerzo, no cambiará nada-
-Eso la mataría-
-No lo hará. Créeme, no morirá si no quiere. Y creo que ella quiere estar contigo tanto como tú con ella. Pero si por miedo a perderlo todo no hace nada, seguirá perdida-
-No… -
-No le haré daño. Estoy aquí para ayudarla. Y para ayudarte a ti también. Pero necesito la cooperación de los dos-
Wyatt dudó durante unos momentos, mirando a Weevil y a Marian alternativamente. Dentro de él estaban en conflicto muchas cosas… Pero sobre todo, la preocupación por Marian. Era cierto, ésa barrera la consumía… Y empezaba a consumirlo a él. Pero…
-Marian, vinieron a ayudarte, así que resiste, pro favor- dijo Wyatt, al lado de la chica.
La levantó de la plataforma en la que se encontraba, y algunos cables empezaron a tirar. Marian se revolvió, aún en su inconsciencia, y Wyatt pensó en dejarla donde estaba. Pero luego se decidió, y empezó a acercarse a Weevil.
Marian empezaba a agitarse por los cables, que empezaban a tirarle demasiado, hasta que estuvieron a punto de romperse. Wyatt paró, inseguro. Los cables parecían tirar y resentir más que los separaran de Marian conforma pasaban los segundos. Y algunas partes de su piel, que estaban en contacto con los cables, empezaban a perder su color y a tomar el de los cables.
Wyatt abrazó a Marian con más fuerza y se decidió. Sus seis "plumas" los envolvieron, cortando limpiamente los cables. Marian se revolvió un poco, pero pronto dejó de hacerlo. Wyatt deshizo su escudo de acero y llegó hasta el borde de la barrera, donde se encontraba Weevil. Weevil trató de tomar la mano de Marian. La barrera opuso algo de resistencia, pro finalmente pudo tomarle la mano y el rostro, recibiendo su cuerpo casi fuera de la barrera. Wyatt también salió, manteniéndose cerca.
Marian estaba dentro de su mundo, y allí debía ir Weevil. Debía saber qué era lo que la mantenía en ése estado y recomponerle el alma. Con Ozuma fue fácil, pero con ésta chica no lo sería tanto. Estaba aún más lastimada, y Weevil no sabía si podría absorber todo su dolor.
Puso su mano en la mejilla de Marian, cerró sus ojos y empezó a trabajar.
Muchos recuerdos borrosos pasaron por su mente, recuerdos que no le eran desconocidos. Habían ido al mismo Instituto, pero en diferentes ciudades. Y lo que se enseñaba allí entro no cambiaba mucho.
Pero esto era algo diferente. Los recuerdos de Marian retrocedían, más y más lejos en su memoria y en el tiempo, hasta llegar a la edad en la que aún no se entrena para odiar. Debía tener cuatro o cinco años, porque estaba en el jardín de infantes. Se estaba despidiendo de otras niñas, y entonces la vio. Weevil tembló. Allí estaba Saya, en un rincón oscuro, mientras el Sol empezaba a esconderse. Marian se detuvo, indecisa, mientras la calle quedaba vacía. Cuando el Sol se escondió tras una nube, Saya avanzó, y Marian pedió el conocimiento.
Weevil hubiera preferido no verlo nunca, pero tuvo que hacerlo.
Cuando Marian abrió los ojos de nuevo, todo lo vio patas para arriba. Fue entonces cuando vio que estaba atada cabeza abajo, sin poder mover su cuerpo, que le dolía en todas partes, ni hablar, porque la habían amordazado. El efecto del somnífero aún la afectaba, pro lo que sucedió la despabiló por completo.
Estaban en el medio de un claro en el campo, y era noche cerrada. No se percibían señales de vida humana, y el frío de la noche ya había entumecido su cuerpo. ¿Cuánto tiempo había estado colgada? El viento la balanceaba con lentitud, y el sabor amargo de la mordaza ya había acostumbrado a su boca. Lo más extraño de todo es que aún estuviera viva, y que su sangre aún no hubiera bajado a su cabeza para reventarle los vasos sanguíneos o algo peor.
Algo se movía en la espesura, y Marian se giró para mirar. Alguien se aproximaba, y cuando la Luna se abrió paso entre las nubes lo pudo ver. Era un vampiro adulto, por lo que veía, y no venía solo. Una mujer, que debía ser su compañera, y dos muchachos que parecían ser adolescentes se acercaban a ella. Fue entonces cuando Marian se dio cuenta que la habían usado para carnada. Intentó decirles que se detuvieran, pero la mordaza le impedía siquiera separar las mandíbulas.
Fue entonces cuando Saya, saliendo entre la espesura, atacó a la familia de vampiros. Marian recordaba cada tajo, cada golpe, cada herida y cada gota de sangre que se había derramado ésa noche, y Weevil lo vio, horrorizado. Pero Saya se había cuidado muy bien de matarlos, porque lo peor vino después.
Le había cortado las piernas a toda la familia, y los había encadenado bien lejos unos de otros, pero no lo suficiente como para perderlos de vista. Saya dejó clavado en el suelo su katana, la que siempre usaba en todas sus carnicerías, y amontonó todos sus "instrumentos de trabajo" usados para sacar los que aún estaban limpios. Parecían los instrumentos de un cirujano. Marian no entendía, muda d espanto, pero eso no era nada. Al menos estaban vivos.
Saya empezó con el más joven de los cuatro, uno de los muchachos. Tomó uno de los bisturís y, pacientemente y con mano firme, empezó a despellejarlo. Los bisturís estaban impregnados en una solución de salmuera y NAPALM (3), por lo que los gritos del vampiro no se hicieron esperar. Saya lo hizo lentamente, con paciencia y gozando cada chillido y cada espasmo. Marian quería cerrar lo ojos, pro el terror le impedía hacerlo. Las lágrimas de terror le hacían sentir más que nunca el frío del miedo.
Saya despellejó todo su cuerpo, incluyendo los genitales, y lo bañó en la solución en la que estaban sus instrumentos. El vampiro ya no podía moverse por el dolor y su energía se había ido n sus gritos, pero el sentir cómo todo su cuerpo ardía en el líquido y le derretía loa huesos lo hizo gritar aún más. Marian creía que sus tímpanos iban a reventar. Cinco minutos después, cuando del pobre ser no quedaba más que una charco humeante, Saya se levantó del lugar donde había presenciado el espectáculo y volvió a su equipaje. Aún quedaban tres víctimas.
Fue hacia el segundo de los muchachos y le aplicó el mismo tratamiento. Esta vez lo hizo con más lentitud, como si tuviera todo el tiempo del mundo y no sólo una noche. Pero no le echó la solución luego de despellejarlo. Lo dejó allí tirado, y se dirigió hacia la mujer.
Tomó su katana y empezó a cortarle el cuerpo. Primero le arrancó las uñas. Luego le cortaba una dedo, otro, después la mano entera, luego el codo, el brazo entero y hacía lo mismo con el otro brazo. Procedió a cortar en láminas lo que quedaba de su cuerpo, empezando por debajo, para terminar con la cabeza. Eran tan delgadas que se podía ver a través de ellas. Saya parecía disfrutar cada grito de dolor, cortando de forma lenta y pausada. La sangre ya cubría toda la zona de la masacre, pero aún faltaba uno.
Cuando lo único que faltaba era la cabeza, Saya se dedicó a despellejarla con lentitud, tocando cada nervio en el rostro de la vampira. Cuando la carne viva había empezado a dejar de sentir dolor, Saya se dirigió hacia la última de sus víctimas.
Marian vio cómo lo despellejaba con más lentitud que antes. Pero a él le esperaba un destino aún peor. Saya lo dio vuelta, y le clavó la espada en la espalda, a los costados de su columna vertebral. Marian no pensaba, no quería pensar lo que iba a suceder, pero Saya hizo que lo viera. Metió sus manos en las heridas que había hecho cerca de la columna y buscó la cadena de huesos que sostenía su cuerpo. Tiró de ella y escuchó cómo crujían las vértebras al ser arrancadas de la carne, llevándose consigo los nervios, que transmitían el dolor a la máxima potencia por todo el cuerpo. El hueso e la pelvis fue pelado cuidadosamente antes de sea arrancado de la columna. Lo huesos de los brazos no resistieron y se quebraron al ser tirados, así que Saya los arrojó en pedazos por todo el lugar.
Pero la carnicería aún no había terminado. Saya encendió una fogata y sacó un sartén de su equipaje. La llenó de aceite y se puso a freír con una lentitud exasperante toda la carne que había conseguido. El dolor continuaba aún cuando sus nervios habían sido arrancados, aún cuado su cuerpo había sido mutilado, aún cuando estaban separados del cuerpo que aún vivía.
Y luego Saya los devoró. Uno a uno, dejando sólo lo que quedaba de los dos jóvenes, que ya se habían ido. El suelo estaba cubierto de sangre, y lo huesos fueron arrojados a cualquier parte. Apagó el fuego, para que no atrajera la atención de alguien que pasara por allí. Juntó todas sus cosas sin molestarse en limpiarlas, aunque lamió la sangre que quedaba en sus espadas y bisturís. Se echó su equipaje al hombro y se alejó.
Marian quedó sola, colgando de ése árbol, viendo lo que quedaba de la carnicería. Saya a había dejado allí para que muriera, eso lo sabía muy bien, y moriría lentamente, de hambre, sed, terror o desesperación. Tal vez las cuatro juntas.
La noche empezaba a perder fuerza cuando Marian vio movimiento a su alrededor. El terror se volvió más intenso, porque pensó que Saya había vuelto, pero se equivocó. Lo que vio fue a un niño de su edad, quien avanzó directamente hacia ella. Subió al árbol y la bajó con cuidado. Marian pudo sentir cómo la sangre empezaba a volver barro la tierra bajo su cuerpo, y tuvo que contener las arcadas. Moriría ahogada en su propio vómito.
El niño vampiro la libró sin una palabra, y luego se dirigió hasta los huesos de sus padres. Marian en un principio no podía moverse, pero luego empezó a ayudarlo. Los huesos estaban muy limpios, sin un rastro de carne o sangre, como si hubieran sido limpiados por un experto. Reprimió las ganas de vomitar, de llorar, de correr, de gritar como una loca y de irse de allí, porque ése niño la había ayudado, y ella quería retribuirle el gesto. Enterraron los huesos bajo un dollmen (4) y luego amontonaron piedras sobre lo que quedaba de los dos hermanos mayores.
Después de eso, el niño se quedó sentado frente a los dollmen, sin expresión en su rostro. Marian notó que el Sol empezaba a despertarse. Quiso arrastrar al chico hacia un lugar donde el Sol no le diera, pero él no quería moverse. Marian tuvo que llevarlo a la rastra hacia unas rocas que lo protegerían del Sol, y allí se quedaron, sin decir una palabra. El silencio lo decía todo.
Cuando el Sol volvió a esconderse, el niño desapareció. Marian lo buscó afuera, y lo encontró frente a los dollmen. Se sentó a su lado, y dejó transcurrir la noche. No se supo de quién fue la idea, porque los dos se levantaron al mismo tiempo.
Ésa noche Marian se convirtió en Portadora, y Wyatt en su Sombra.
Weevil abrió los ojos turbado. Su pesadilla era una tontería en comparación a lo que Marian había sufrido. Y Wyatt… Ahora entendía mucho mejor la relación que había entre los dos. Ella necesitaba alguien que entendiera su dolor, y el de Wyatt.
Marian empezaba a reaccionar. Abrió los ojos con lentitud, y a Wyatt se le iluminó la mirada. La chica, al verlo, recuperó el brillo en sus ojos e intentó abrazarlo, pero todavía estaba débil. Así que el Avatar tuvo que abrazarla a ella, como hacía tanto tiempo venía haciendo. Tampoco ésa vez hubo palabras.
Weevil aún tenía en las manos las lágrimas de sangre de Marian y Wyatt. Lágrimas blancas y plateadas. Se sentía muy bien por haberlos librado del enorme peso que oprimía sus corazones, y salió de su mundo, para volver al suyo.
Era hora de despertar…
Este capítulo fue más largo para que disculpen la demora. Lo que pasa es que mis padres me "secuestraron" y en el lugar donde ellos viven hay un solo cyber, el triple de caro y diez veces más lento de lo que estoy acostumbrada, así que… Sepan comprender. Como ven, hay personajes aún más traumados que Weevil, y el final se acerca…
(1) Como deben suponer, el Avatar es el vampiro luego de la separación física de Portador y Sombra. Al igual que el Lilim, el Portador, luego de la separación cada uno tendrá poderes según su elemento.
(2) Algunos vampiros se cambiaban los nombres, los de humanos no les servían, y muchos los olvidan. Ése nombre de humano es el nombre original, ya que los vampiros olvidan muchas cosas de sus vidas humanas.
(3) El NAPALM es como un fuego líquido. Si te cae una gota, no importa lo que hagas, te sigue quemando hasta que te atraviesa. En Vietnam, cuando lo yanquis arrojaban NAPALM, los vietnamitas trataban de sacárselo de encima, y con eso se desprendía su carne. Fue por eso que la ONU prohibió su uso, pero los yanquis son yanquis, y lo volvieron a usar en la guerra de Irak (por cierto¿dónde está Bin Laden, las armas de destrucción masiva, el régimen "terrible" a derrotar, los terroristas encubiertos que hicieron todo el aparataje del 11-S?)
(4) Unos de los monumentos más antiguos de la historia, junto con los menhires. Son las piedras apiladas que se ven en ciertos paisajes, aunque en algunos países se usan todavía como tumbas.
Kaiba Shirou: espero que éste capítulo te haya gustado. Me pediste que siguiera con ésas escenas de terror, y aquí está. Le bajé algo el volumen, porque lo que me imaginé era aún más morboso y terrorífico. Y el final está a la vuelta de la esquina…
Nos leemos
Nakokun
