Dragones de Tierra

15: Saya

-Despierta, inútil-

La orden fue acompañada por un golpe en la boca del estómago. Mokuba despertó, asombrado, y sin saber en dónde estaba para recibir ése trato. Pero no tuvo tiempo para pensar.

-¡Que te levantes de una vez, escoria!- otro golpe, ésta vez en la espalda, haciéndolo caer. Mokuba trató de levantarse, pro sus piernas le dolían demasiado, y sólo pudo sentarse. Intentó ver quién le hablaba, pero al principio no pudo hacerlo. Ni siquiera con su visión nocturna.

No podía mover los brazos con libertad. Las cadenas que lo ataban no estaban frías, así que lo había reducido mucho tiempo atrás. Ésa voz era la de una mujer, o al menos así le pareció a Mokuba. Abrió los ojos con lentitud, y pudo ver que estaba sobre un símbolo mágico. Un círculo de metro y medio de radio, y las cadenas empezaban en el borde del símbolo. Y le mantenían las manos atrás de la espalda.

El metal le rodeaba la mitad superior del pecho, hundiéndose en su cuerpo y haciéndola vibrar los nervios por el dolor. Las cadenas le impedían levantarse, obligándolo a permanecer sentado, y de tanto en tanto se estiraban más, como si el piso se las tragara. Mokuba no podía moverse, y sus piernas estaban tan golpeadas que le sorprendió no haberse quebrado un hueso.

-Si quieres que te quiebre las piernas de una vez, atrévete a mirarme a los ojos, basura- habló la mujer de nuevo, y Mokuba la miró.

Era una joven de quince años, de estatura media, con dos trenzas negras que le llegaban a la cintura. Llevaba un uniforme de marinera (1) negro, y en la cintura llevaba una katana. Mokuba no podía creerlo. Nunca en su vida había visto a una vampira tan violenta.

-¿Se pude saber qué estás tratando de hacer?- le preguntó Saya, desenvainando su katana con rapidez y cortándole la mejilla derecha a Mokuba. Las cadenas le impidieron moverse mucho, así que volvió a su posición anterior. La herida sanó de inmediato, pero no por eso dejó de dolerle –Te dije que no te atrevieras a mirarme a los ojos-

-¿Quién eres?- le preguntó Mokuba, sin mirarla a los ojos.

-Podrás preguntárselo a Weevil antes que los ejecute-

Era demasiado. Simplemente era demasiado. Weevil siempre había tenido que sufrir muchas cosas al mismo tiempo, pero esto excedía los límites. No sabía qué hacer y su energía empezó a descontrolarse. Ya no pudo suprimirla por más tiempo, y todos en Yiske, se dieron cuenta de quién era.

Los que estaban demasiado lejos habían venido a "pasear" delante de la casa de Pegasus, tratando de ver algo. Pero no podían ver nada. Ni siquiera el jardín de la casa, que empezaba a ser una jungla (2) Y la tensión se masticaba en el ambiente.

Weevil siempre trataba de absorber las penas de otros para digerirlas lentamente, pero la tensión de los últimos acontecimientos era demasiado para él. Su pesadilla de las cabezas de vampiros sobre su cama había sido real, de eso no le quedaban dudas. Pero él pensaba con toda ingenuidad que eso era lo peor que podían hacer los destripadores. Y luego vio la pesadilla de Marian. Si le hacían eso a una niña de cinco años, no quería ni imaginarse lo que le harían a los que fueran mayores.

Y luego los atentados dentro de Yiske. Sabía que Asil no podía ser asesinado tan fácilmente, así que lo habían obligado a hacerlo, amenazándolo. Y Weevil tenía una pequeña idea de lo que le habrían dicho para convencerlo. Destruir Yiske. Matar a los niños. Hundir toda la isla. Lo que fuera, ideas inconexas volaban de un lado a otro de su cabeza. Y si bien eso le había pasado antes, nunca lo había sentido con tanta intensidad.

Siempre trataba de sonreír aunque se muriera por dentro. Era muy sensible a las demostraciones de afecto, por eso el estar con Pegasus lo había rejuvenecido. Le había devuelto el derecho a vivir según su edad. Pero eso ya había pasado a la historia, y ahora él debía volver.

Necesitaba la ayuda de Yuugi.

Esperó a que el Sol alumbrara toda la ciudad antes de salir como dragón. Había llamado a Yuugi, y deberían verse en las lomas del mirador (3) Necesitaba hablar con él, y pronto.

Pero Yuugi no llegó.

Sintió cómo se acercaba, pero algo le impedía acercarse a la isla. Voló hacia donde estaba Yuugi, a un kilómetro de la costa, mar adentro. No importaba que alguien lo viera, porque nadie en Yiske salía en el día. Y lo que vio lo dejó helado.

Apenas podía ver a Yuugi, un punto en el cielo sobre el mar. Estaba muy lejos, y sabía que no se acercaría más. Los barcos de artillería de los Estados Unidos montaban guardia alrededor de toda la isla, como pudo comprobar al volar por toda la costa. Esperaban, al límite de lo que el campo electromagnético de Yiske les permitía, el momento para atacar. Y Weevil sabía que sería pronto.

Podía escuchar a Yuugi, lejos muy lejos, y de forma confusa, pero al menos sabía que él estaba allí. El campo electromagnético interfería en su comunicación cuando no estaban dormidos. Pero Weevil sabía que no podría volver a dormir.

Tenía que enfrentarse al causante de todo eso.

-Es demasiado lento, pero al menos se dio cuenta- dijo Saya, viendo cómo Weevil volaba hacia donde se encontraba ella –Veamos cuánto mejoró en éstos meses de descanso... –

Mokuba no decía nada. Saya lo había golpeado demasiado como para poder hablar. No lo había movido del lugar en donde lo había dejado, y estar encadenado de la forma en que lo estaba ayudaba mucho a que no se moviera. Su cuerpo había empezado a dejar de sentir el dolor, y fue entonces cuando Saya dejó de golpearlo. Si no sentía más dolor, el castigo perdía efecto.

-Vamos a ver, Dragón de Tierra... Quiero ver si eres tan fuerte como dicen- dijo Saya.

Weevil aún tenía en las manos las lágrimas de sangre de Marian y Wyatt. Lágrimas blancas y plateadas. No podía verlas, pero las sentía. Sentía dentro todo el dolor de Marian, de Wyatt, de Yuugi, de Yami, de Pegasus, de Cecilia, de Kaiba, de Mokuba y de muchos otros. Cada vez que entraba en contacto con una persona, automáticamente absorbía su dolor y lo hacía suyo.

Pero todo tenía un límite, y él había llegado al suyo.

Y sabía que no era suficiente.

El fin se acerca rápidamente, el reloj de arena corre y el de Weevil está por terminarse. Saya no está dispuesta a esperar más tiempo, y quiere acabar con Weevil definitivamente.

(1) Los uniformes de marinera son clásicos en Japón, y no lo puse para contrastar la crueldad de Saya con el concepto de inocencia de las colegialas en traje de marinera. De hecho, en el Manga de Blood the last vampire 2000, Saya aparece así vestida, como la describo.

(2) Y si quieren ver junglas, vengan a ver la que tiene mi abuela en vez de jardín. No sé cuánto tiempo va a demorar en comerse la casa. Al menos mi habitación está en el segundo piso…

(3) Siempre que espero el colectivo para ir a la Facu aparece éste, el que va a las Lomas del Mirador. Hacemos chistes sobre los colectivos, porque aparecen hasta para ir a la China, pero para ir a la Facu, o no llega o llega demasiado justito. Es más, una vez el colectivo se retrasó media hora y resultó que había chocado. Agradecí el no haber estado adentro.

Nos leemos

Nakokun