La destrucción
Eran las seis en punto en el despacho de Albus.
-¿Vamos pensando en marcharnos? – les preguntó el anciano.
-Vamos pensándolo, hay que hacerlo poco antes de las seis y media – dijo Minerva – Vuelve a rastrear a Malfoy, Prince.
Lo hizo.
-Despierto, en su dormitorio, en pie.
-Muy bien, vistiéndose.
-O no, si debe disimular que lo saca de la cama.
-Claro, claro… Sigue rastreándolo si te tranquiliza hacerlo, Prince.
-De acuerdo, voy a hacerlo.
-Vayamos a la Sala de Menesteres entonces.
Se pusieron en pie, salieron del despacho de Albus y se dirigieron a la Sala por el pasadizo del tercer al séptimo piso. Sev continuó rastreando a Lucius, lo supo ir al baño y salir después a un salón. Cuando llegaron al séptimo Minerva se vinculó con él y le preguntó:
-¿Cómo anda?
-Debe estar desayunando, está sentado en un salón a una mesa.
-¿Se ha vestido?
-No.
-Estupendo, va a disimular bien pero tardará más en venir cuando acabe con Voldemort, no te impacientes.
-Desde luego que no.
Continuaron hasta la Sala de Menesteres.
-Entra por los Horrocruxes, Prince – le dijo Minerva.
Sev demandó el Aula de Espionaje y entró por los cinco Horrocruxes. Metió en el bolsito la diadema y el diario, los demás en los bolsillos, y salió.
-¿Qué demandamos ahora? – le preguntó Minerva.
-El espacio que he estado utilizando durante este año para practicar el Fuego Maligno. Un espacio inhóspito al aire libre.
-Estupendo. ¿Así?
-Sí, así, Espacio inhóspito al aire libre.
-Muy bien. Cuánto trabajo te habrías ahorrado, Albus, si hubieras consultado a Prince antes de montar la sala ignífuga el año pasado.
-Desde luego – dijo el director - Vamos allá.
Demandaron los tres y salieron al espacio, Sev les dijo:
-Vamos a alejarnos de la puerta y vosotros de mí.
Se encaminaron hacia el interior del espacio, cada uno por su lado.
-De acuerdo – dijo Minerva, vinculada - Pero continúo vinculada contigo para ayudarte.
-De acuerdo, Minerva.
-¿Cómo anda Malfoy?
Lo rastreó.
-Ha terminado de desayunar, está sentado en un sillón.
-Ha comido poco, no debe tener cuerpo. Espero que no flaquee.
-No lo hará, Minerva.
-Cuando llegue desayunaréis como reyes los dos, ya me encargaré.
-Muchas gracias.
-Deja de dar las gracias, Prince…
-Vale, vale…
Llegaron a una distancia prudencial de la puerta de la Sala y entre él y Albus y Minerva. Dispuso los Horrocruxes en el suelo de rocas, el diario al centro y los otros cuatro alrededor. Mientras tanto continuó rastreando a Lucius, que no se movió del sillón.
-Estoy listo, son las seis y veinte. ¿Le doy?
-Dale, si Malfoy ya está esperando también. Voldemort tendrá que vestirse para acudir a su casa.
-Allá voy entonces.
Sacó la varita del bolsillo e invocó el Fuego Maligno, abrasando a un tiempo todos los Horrocruxes. De inmediato salió una nube gris de ellos que tomó la forma de Lucius y le habló:
-No voy a seguir contigo, no se puede confiar en ti, no criaré ese niño contigo. Eres demasiado promiscuo y no serías un buen ejemplo para él ni un buen compañero para mí, puedes olvidarte de mí.
-Resiste, Prince, es todo una trampa – le dijo Minerva.
-¿Albus está enterándose?
-Desde luego, pero no te preocupes por él. Albus es homosexual.
-Vaya…
-Claro, Prince, Grindelwald, y toda su vida solo.
-Claro…
-Sigue a lo tuyo, al menos hasta que la nube desaparezca.
-Claro que sí.
La nube tomó la forma de Lucius y Narcissa haciéndoselo, y después con Lauren. Sev no se arredró hasta que desapareció y todavía mantuvo el Fuego durante al menos tres minutos más. Después lo apagó, los Horrocruxes habían quedado destruidos, del diario no quedaba nada y las joyas se habían fundido.
-Estamos.
-Rastrea, Prince – le dijo Minerva.
Rastreó a Lucius.
-Sigue en el sillón.
-Muy bien, ahora no dejes de hacerlo, vamos rápidamente al despacho por si tuvieras que acudir a ayudarlo.
-Vamos.
Sev convocó un envase estanco y metió los restos de los Horrocruxes en él, se dirigió con él en la mano hasta la puerta de la Sala de Menesteres, corriendo, Albus y Minerva ya estaban allí. Minerva le dijo:
-Buen trabajo, Prince, corre a mi despacho y llévalos.
-Allá voy.
Salió de la Sala corriendo hasta el despacho de Minerva sin dejar de rastrear a Lucius, que se levantó del sillón y acudió al vestíbulo de su casa a abrir la puerta en ese intervalo. Entró al despacho de Minerva, para entonces Lucius estaba en otra estancia de su casa, despejada de muebles. Dejó la caja estanca sobre la mesa y se metió en la chimenea con un puñado de polvos Flu en la mano izquierda y la varita en la derecha.
Poco después lo sintió en peligro. Fueron diez segundos en los que se contuvo de utilizar los polvos Flu, después el peligro pasó.
-Buf…
Un poco después llegó Minerva al despacho.
-¿Cómo anda?
-Diez segundos de peligro, y ha pasado.
-Vaya… por suerte has corrido.
-Cierto, viniendo hacia aquí ya ha abierto la puerta de casa, me ha tocado volar.
-Albus debería haber deshecho el hechizo de Aparición, pero piensa por un momento si le da por venir a Hogwarts.
-Claro, claro… No creo que lo hubiera hecho nunca, es un cobarde.
-Desde luego que lo es, que lo era. Le he dicho a Albus que venga en media hora a comenzar con la vivienda, así no se entera de lo que hagáis o dejéis de hacer mientras tanto.
-No me importaría lo más mínimo, Minerva.
-Qué valiente eres, pero quizá a Malfoy sí le importe, él no quiere ni ver a Albus.
-No.
-Y tú también prefieres no verlo. Sigue rastreando.
-Sigo, continúa en la misma estancia, vivo.
-Está asegurándose de que lo ha matado y lanzándole el Reducto.
-Sí.
-Qué privilegio estar viviéndolo aunque sea de segunda mano.
-Desde luego.
-Relájate, anda, y dale tiempo. Ahora tendrá que vestirse y asegurarse de que su esposa queda a salvo, quizá la acompañe a casa de su hermana.
-Claro, claro…
Sev salió de la chimenea y dejó el puñado de polvos Flu, se limpió la mano con la varita.
-Buf…
-¿Quieres un abrazo?
-No, Minerva. Lo siento, quiero dárselo a él cuando venga.
-Vaya… Ahora que ya doy abrazos me lo rechazas.
-Compréndelo, Minerva. En otra ocasión.
-Muy bien, voy a encargarme de prepararlo todo, pasa al saloncito y relájate.
-Ni hablar, me quedo aquí para recibirlo.
-De acuerdo… Os dejaré solos.
-Muchas gracias.
-Ven, te digo dónde está el dormitorio y dónde pienso pedirle a Albus que monte la vivienda. Aquí la puerta de la vivienda, junto a la de entrada, para que nos molestemos lo mínimo cuando vengas, que tengas privacidad.
-Estupendo.
-Y mi dormitorio por aquí, la puerta da al saloncito, el cuarto de baño está dentro.
Pasaron al saloncito y se la indicó.
-Cuando terminemos de hablar de lo urgente os dejaré solos por si a Malfoy le da apuro.
-Maravilloso, Minerva, porque le va a dar.
-Claro. No hablaremos del tema, no te preocupes.
-A no ser que lo saque él.
-Voy a esperar aquí a los elfos. Sal y sigue rastreándolo, ya no tardará mucho.
-Gracias, Minerva.
Sev salió y continuó rastreando a Lucius, que estaba en su dormitorio de nuevo. De allí se Apareció en casa de Andrómeda, en el salón, y pasó allí unos cinco minutos, se metió en la chimenea y segundos después apareció en la del despacho de Minerva. Salió de ella, Sev se lanzó a abrazarlo.
-¡Lo hice, Snape…! ¡Lo hice…!
-¡Bien!
-Qué satisfacción… Qué pena me ha dado que no hayas estado allí para verlo. Ha sido increíble, increíble…
-¿Cuánto tiempo tienes?
-Todo el del mundo, Narcissa se queda en casa de Andrómeda a almorzar.
-Yo no, he de asistir al entrenamiento para organizar.
-Claro…
-Pero sí el suficiente para que nos lo contemos todo. Llevo rastreándote desde las cinco y media.
-Vaya…
-Bésame…
-¿Y Minerva?
-Nada, ya lo sabe todo, no va a molestarnos.
-Buf… Prince…
-No te apures en absoluto, va a dejarnos su dormitorio para que estemos solos en él.
-Wooow… increíble…
-La Magia Roja ha cambiado muchas vidas.
-Cierto.
-Bésame, anda.
Se besaron con pasión durante un rato, al cabo Lucius le dijo:
-Lo que te decía ayer, que lo celebraríamos.
-Has desayunado muy poco, ¿verdad?
-Claro, por si me tocaba luchar, no acabar de comer.
-¿Y ahora tienes hambre?
-Tengo.
-Minerva ha pedido un buen desayuno para los dos, vamos.
-Estupendo, así nos quitamos la obligación de encima cuanto antes.
Se separaron y pasaron al saloncito, Minerva se levantó, tendió las manos a Lucius y él se las tomó.
-Malfoy… Qué orgullo para mí entrar en contacto en estas circunstancias…
-Muchas gracias, profesora McGonagall.
-Llámame Minerva y tutéame, estás muy por encima de mí.
-En absoluto, cada uno tenemos nuestro papel, ahora voy a necesitarte.
-Desde luego que sí, cuenta conmigo y con el Profesor Dumbledore para todo cuanto necesites, ya me encargaré yo de meterlo en vereda. Desayunad tranquilos lo primero. ¿Tienes tiempo?
-Tengo, tengo, todo el del mundo.
Se sentaron en torno a la mesita auxiliar.
-Quien no lo tengo soy yo – dijo Sev.
-Lo tienes, Prince, bien podemos hacernos cargo Black y yo de la organización por un día.
-¿En serio? – asombrado.
-Desde luego, ya me lo propuso ayer.
-Maravilloso.
-Ahí fue cuando me lo olí todo.
-Claro…
-¿Cómo tomas el té, Malfoy?
-Con leche y sin azúcar.
-Como Prince.
La profesora les sirvió el té.
-Os dejo desayunar tranquilos.
Desayunaron, mientras tanto Minerva salió diciéndoles:
-El Profesor Dumbledore debe estar al caer, que no entre aquí.
-Estupendo, Minerva – dijo Sev.
-Ya no me importa verlo, ¿eh? Después de lo que he hecho – dijo Lucius.
-Entonces le digo que pase.
-Dile, dile, así os lo cuento a todos.
-Estupendo.
Minerva salió.
-Buf… qué ganas de saber… - dijo Sev.
-Si nos vinculáramos os lo mostraría fidedignamente – dijo Lucius.
-Pues lo hacemos.
-No creo que lo logre con el viejo.
-Claro… Entonces cuéntanoslo de palabra y después me lo muestras a mí, cuando nos quedemos solos.
-Estupendo, mejor así.
Mientras terminaban de desayunar entraron de nuevo Minerva y Albus.
-Malfoy… - dijo el director.
-Profesor Dumbledore – dijo Lucius.
-Albus, Malfoy, Albus…
-De acuerdo, encantado de reencontrarme contigo en estas circunstancias.
-No más que yo. Has cumplido el sueño de mi vida, ver eliminado a Voldemort.
Minerva y Albus se sentaron con ellos.
-Os lo cuento para quitárnoslo de encima cuanto antes, el tiempo es oro – dijo Lucius – No hay mucho más que contar si ya conocíais el plan, ha salido todo tal cual lo planeamos. Avada desde dentro del escudo, cinco minutos de esperar señal de vida del engendro y Reducto, limpiamente.
-¿No ha acudido con nadie más a tu casa? – le preguntó el anciano.
-No, el muy bobo ha venido solo. Ha sido perfecto el señuelo del diario, me lo pusiste muy fácil, Albus.
-¿Has llegado a mostrárselo?
-No, le he dado largas, era mejor tener el enfrentamiento en una estancia despejada.
-Desde luego. ¿Algo más urgente por el momento?
-Nada. De allí he acompañado a Narcissa a un lugar seguro y he venido cuanto antes.
-Muy bien, entonces os dejo, voy a ponerme a mi trabajo. Que sepas, si no te lo han contado todavía, que a partir de esta noche tendréis vivienda aquí.
-Vaya…
-¿No se lo habíais contado todavía?
-No, estábamos desayunando tranquilos – dijo Sev.
-Muy bien, voy a lo mío.
-Estupendo, Albus.
Albus salió del saloncito.
-Qué educadito lo tenéis – dijo Lucius – Esperaba mil preguntas.
Rieron.
-No te pases, que puede leernos a través de la puerta – dijo Sev.
-Bueno… que lea todo lo que quiera…
-Ya no lo hace, ¿eh, Prince? – dijo Minerva – Por algo me he vinculado contigo a solas en su presencia, ahí también podría habernos leído y no lo ha hecho.
-Fíate, fíate. Cuando le conté lo de Lucius intentó leer a Sirius.
-Buf… que es oclumante desde hace casi un año…
Rieron.
-Pues sí, nos echamos unas buenas risas.
-Estás desconocida, Minerva – le dijo Lucius.
-Cierto, estos chicos me han enseñado mucho, Malfoy. Si no hay nada más que hablar voy a dejaros y a echarle una mano a Albus hasta el desayuno, así adelantamos trabajo y está todo listo antes por lo que pudiera pasar.
-Gracias, Minerva – dijo Sev.
-¿Te quedas a almorzar, Malfoy?
-Puedo quedarme, sí – respondió Lucius.
-Entonces a las doce y media os lo traerán.
-Estupendo.
Minerva salió también.
-Solos, mi amor… - dijo Sev.
-¿Qué es eso de que puede leernos a través de la puerta?
-Se puede, pero ahora ya lo controla Minerva, no te apures. Además, cuando he destruido los Horrocruxes se ha enterado de todo.
-¿Y eso?
-Los Horrocruxes te atacan cuando los destruyes. Te lo cuento.
Sev se lo contó.
-Vaya…
-No importa, Minerva me ha contado que es gay, estuvo liado con Grindelwald en su juventud.
-¿Qué dices? – muy asombrado.
-Lo que oyes.
-Buaaah… Y después acabó con él.
-Pues sí. ¿Vamos a lo nuestro?
-Buf…
-Me muero de ganas, Lucius.
-Y yo…
-Entonces vamos.
Se metieron en el dormitorio de Minerva.
-¿Me dejas desnudarte? – le preguntó Sev a Lucius.
-Desde luego.
. . . . . . . . .
Un rato después Lucius mostró fidedignamente a Sev su enfrentamiento con Voldemort.
-Que sepas que no sólo no he querido vincularme por si no podía hacerlo con el viejo – le dijo – Quería contártelo sólo a ti, el primero.
-Claro… Dale, anda.
Lucius se encontraba sentado en un sillón, leyendo, en su casa.
-¿Podías estar leyendo en un momento así? – le preguntó Sev.
-Por supuesto, no lo he temido lo más mínimo, ya me lo sabía de memoria.
-Vaya tela… Yo he pasado nervioso hora y media.
-Porque te comes demasiado la cabeza, Snape, y has dejado de confiar.
-Cierto. Sigue, sigue…
Había sonado el timbre y Lucius se había levantado a abrir la puerta.
-Pensaba que se Aparecería directamente en tu casa.
-No, con las protecciones de mi casa no puede Aparecerse cualquiera dentro, sólo aquellos a quien se lo permita. De otro modo a mi casa se accede desde fuera de la misma, atravesando la verja sin abrirla si tienes la Marca Tenebrosa en el brazo.
-Vaya…
-¿Vas a dejarme que te lo cuente sin interrumpir?
-Dale, anda...
-Es broma, interrumpe todo lo que quieras, por una vez nos llega el tiempo para todo.
-Por supuesto.
Había abierto la puerta y allí estaba Voldemort, hecho una furia.
-Buaaah… qué feo es…
-Ya te digo, por algo lo llamo el engendro. Tú nunca lo habías visto.
-Sí que lo vi, en una premonición en Oesed con uno de mis compañeros de año.
-Vaya… Cuando me hablasteis de los Horrocruxes por fin comprendí por qué era así.
-Claro… Yo ya lo supe desde que lo vi en el espejo. Sigue, sigue.
-¿Tienes el diario que te entregué? – le había preguntado Voldemort.
-Desde luego. Pasad, mi señor – le había respondido Lucius.
Sev rio.
-Qué maleducado, sin saludar siquiera.
-Ya te digo. Siempre es así, ¿eh?
-Sigue, sigue…
Habían pasado al interior de la casa, lo había conducido hasta la estancia despejada de mobiliario, donde también estaba Narcissa.
-Vayamos donde hacemos las reuniones – le había dicho Voldemort.
-No, mi señor, es aquí donde lo tengo.
Lucius se había dirigido a un armario que había en un extremo de la amplia sala mientras Voldemort se paseaba nervioso arriba y abajo.
-El armario, coreografía, no estaba allí, lo colocamos anoche – dijo Lucius.
-Claro…
-Lo pasamos bomba diseñando el plan cuando llegué a casa.
-Genial…
-Sigo.
-Sigue, sigue.
Lucius había comenzado a buscar en el armario.
-¿No lo encuentras? – le había preguntado Voldemort desde el otro extremo de la sala.
-El momento de peligro – dijo Sev.
-Sí, no debimos incluir lo de buscar en el plan, debimos hacer el escudo directamente.
-Cierto. Sigue.
Narcissa se había desplazado hasta donde estaba Lucius al tiempo que Voldemort también se les acercaba, de frente. Cuando estaba a medio camino de ellos habían formado el escudo y ambos sacado sus varitas, poniéndose en guardia.
-¿Qué es esto? – preguntó Voldemort.
-Esto es tu destrucción, engendro, hemos destruido todos tus Horrocruxes, vas a morir – dijo Lucius con profundo desprecio – Prueba, prueba a matarnos tú.
Voldemort había sacado la varita y les había lanzado una maldición.
-¡Avada Kedabra!
El Avada había rebotado en el escudo, casi alcanzándole, Voldemort había puesto cara de espanto y había lanzado otro.
-¡Avada Kedabra!
De nuevo casi le alcanzó, esta vez se dirigió rápidamente hacia la salida de la estancia, de espaldas a ellos.
-¡No tan deprisa! – exclamó Lucius.
Voldemort se giró y Lucius exclamó:
-¡Avada Kedabra!
La maldición atravesó el escudo y lo alcanzó de lleno, desplomándose.
-¡Estupendo, Lucius! ¡Choca ésa!
Chocaron las manos.
-A la tercera va la vencida – dijo Lucius.
-Desde luego. Te amo, Lucius, te amo. Bésame…
-¿No vas a dejarme que te cuente el resto?
-Claro que sí, pero luego. Me he puesto viéndote en acción.
-Vaya… es cierto… Entonces te toca.
-Bésame…
-Desde luego.
