INTRODUCCIÓN
Con su cara reposando en su mano, sentada frente a una mesa de madera, Suki observaba una pequeña figura de una bailarina de ballet girando lentamente en una caja de música en forma de piano, con una mirada llena de melancolía, escuchando la característica música que emite el cilindro de metal dentro de la cajita. Las cortinas de organza color rosa ondeaban sutilmente, como si lo hicieran al compás de la música de la caja.
Repentinamente, la bailarina dejó de girar y la música se detuvo, no sin antes emitir un breve sonido desafinado. Las cortinas dejaron de ondear. Pensar que se trató de una coincidencia era lo más sensato.
Un abrumador silencio envolvió la habitación después de que se interrumpiera de súbito el mecanismo. Suki dirigió su mano a la manivela para girarla e iniciar la música de nuevo; pero antes de que pudiera hacerlo, emitió un quejido y se paralizó por un instante.
Una visión borrosa de ella bailando ballet, con su hermano Shun tocando el piano para ella, invadió su mente. La visión fue muy breve, pero logró alterar a Suki al grado de hacerla jadear y tiritar como si estuviera en una fría nevada.
Miró hacia atrás y observó el piano de Shun, solitario, desangelado -a pesar de ser bello- y, lo que más le dolía..., silencioso.
Fijó su vista en el asiento vacío y luego en las teclas. Se levantó lentamente y caminó hacia el piano. Pasó su mano suavemente por las teclas y pulsó una de ellas. El sonido de la vibración de esa tecla fue prolongado y todo estaba tan callado que se pudo escuchar como bajaba de intensidad segundo tras segundo.
Se sentó en el piano y vio las partituras, aún abiertas en las mismas páginas que Shun leía la última vez que tocó el piano para ayudarla a practicar su danza.
Simuló que lo tocaba. Ni siquiera rosó las teclas; solo simulaba tocar el piano en el aire. Ella no tenía idea de cómo tocar el piano. Su pasión era el ballet y la de su hermano la música.
Ella lo admiraba mucho. Era su hermano mayor. De hecho, todos admiraban la facilidad con la que tocaba la música más bella que pudieron haber escuchado.
Suki Maehara era una joven bailarina de ballet, de fina figura y movimientos delicados. Su cabello era negro, siempre atado con un rodete, dejando caer un flequillo sobre su frente. Vestía una sudadera holgada color rosa con cuello de tortuga y una falda corta con un patrón de cuadros grandes color rosa y blanco. Debajo usaba unas medias blancas y zapatos tipo balerina color rosa con unas cintas del mismo color, que se enredaban en sus tobillos. Era de carácter tranquilo, aunque desde la desaparición de su hermano, su paz cambió a una inquietud bastante desconocida para ella.
Habían pasado varios días desde la desaparición de Shun. Su mejor amiga Rai Okada era una biógrafa de músicos ilustres, con una extensa serie de publicaciones, muchas de ella premiadas. Había escuchado de la misteriosa leyenda de un magnífico pianista de nombre Masaru Sakai que dirigía el conservatorio de música Tsukimi hacía más de un siglo, ubicado en el poblado de nombre Akai Tsuki. Se decía que Akai Tsuki era un poblado que se caracterizaba por ser la meca del arte de toda la región, pero no todos tenían acceso al poblado, ya que había muchos guardias custodiando los perímetros, por órdenes de Sakai. Se desconocía la razón de tal hermetismo y cómo era posible de que Sakai tuviera injerencia ahí.
Los rumores decían que un evento inexplicable ocasionó una catástrofe en el pueblo, dejándolo totalmente abandonado hasta la fecha.
Rai deseaba crear una nueva obra para ser publicada, y pensó que hacer una investigación de campo en los vestigios del conservatorio Tsukimi le ayudarían a conocer más sobre el misterioso director Sakai, lo cual le valdría un gran reconocimiento, debido a que nadie se atrevía a ir al extinto poblado para investigar sobre el tema, a causa de las fuertes creencias de que ocurrían cosas paranormales.
Lo que se suponía sería una excursión de un par de días, se convirtió en la noticia de prensa más publicitada: Rai estaba desaparecida en el pueblo abandonado. Se reportó su desaparición a las autoridades, pero la gente era tan supersticiosa que creían que ir a Akai Tsuki significaría no salir de ahí nunca, por lo que siempre ponían excusas para iniciar la búsqueda.
Preocupado por su amiga y viendo la indisposición de las autoridades por colaborar, Shun decidió buscarla por su cuenta. Suki le suplicó que no lo hiciera, pues tenía un mal presentimiento. Temía que tuviera la misma suerte que Rai y nunca regresaría. Shun le aseguró que volvería pronto; pero su presentimiento cobró valor al mirar el calendario y contar cada día que Shun no regresaba a casa.
Fue a las autoridades locales a reportar la desaparición de su hermano en aquel poblado; pero le dieron la espalda, como lo hicieron con Shun al reportar a Rai.
Suki sabía que si deseaba volver a ver a su hermano debía armarse de valor y adentrarse al poblado en su búsqueda. La orfandad a temprana edad había sido llevadera con Shun, quien era su única familia. No quería pensar en quedarse sola para siempre.
Abrió la puerta de la habitación para emprender el viaje, no sin antes mirar una vez más el piano, lo que la animó aún más en su decisión, a pesar de las leyendas y el hecho de que dos seres importantes para ella habían desaparecido ahí. La posibilidad de correr con la misma suerte la abrumaba; pero más lamentar la ausencia de Shun por el restos de sus días.
La puerta se cerró y el aire producido por la puerta al cerrarse removió las hojas de las partituras del piano, haciendo que se cambiara de página.
