SK. Capítulo 24. Retorno y vergüenza.
Después de un gran estruendo, todo había quedado el silencio, cuando el humo se hubo disipado, Hashirama observó el lugar donde había caído su último golpe. El borde del barranco se había desprendido y tanto el saliente cómo todo lo que estuviera sobre él, se encontraban ahora en lo más profundo del barranco, donde el rio había arrastrado los restos que aún era capaz de mover. Hashirama deshizo su técnica y se acercó al borde. Observó atentamente, pero no pudo encontrar nada que sugiriera que el ninja de la cascada se hubiera salvado. Se quedó con la mirada perdida mirando el agua del rio.
- ¿Desde hace cuánto estabas aquí?
- Desde el principio.
- ¿Y no te has metido? -dijo Hashirama dándose la vuelta.
- No es mi estilo meterme en las batallas de otros. Siempre que sean justas.
- ¡Jajaja! Si ya lo sé. Al final has acabado teniendo razón, Madara. -dijo viendo como el recién nombrado salía desde las sombras del bosque. Mostrando su sharingan.
- Mi capacidad de percibir el chakra siempre fue mejor que la tuya, Hashirama. -dijo acercándose hasta el borde del barranco – Lo que me sorprende es que esperaras tanto para acabar con él.
- Vamos Madara tu tampoco utilizarías tus mejores jutsus desde el principio contra nadie por mucha prisa que tuvieras en terminar el combate. Eso sería demasiado abusivo de tu parte ¿no crees?
- No me refería a eso exactamente… -dijo mirándole brevemente y luego llevando su mirada al rio – Cuando esta mañana te dije que había visto a un ninja observándonos esperaba que hicieras algo. Pero no lo hiciste -se cruzó entonces de brazos – En lugar de eso esperaste a que te atacara.
- Quería averiguar que quería realmente. Además, tú también habrías hecho lo mismo -dijo imitando su pose de cruzar los brazos.
- Probablemente. Aunque ese chico no era tan fuerte como tú, sería injusto tildarle de débil. Podrías haber dejado que me divirtiera un poco con él… -le dijo con una sonrisa de medio lado.
- Madara… -dijo a tono represivo.
- Bueno de todas formas ya no importa, he observado detenidamente el combate y ese último ataque le ha dado de lleno. Dudo que haya sobrevivido y en el caso de hacerlo estará agonizando rio abajo.
- Si tienes razón. Además, puede que fuera un enemigo y que quisiera matarme. Sin embargo, no puedo evitar sentir cierta simpatía por él. Al fin al cabo, ha luchado con valor.
- Bueno, la cobardía es algo que su villa jamás podrá reprocharle. Aunque a un muerto eso no le sirva de mucho. -después esbozo una sonrisa burlona y miro a Hashirama – Pero también se ha ganado mi simpatía, después de todo a intentado matarte y eso es algo que yo siempre he querido hacer.
- Sigues siendo un miserable Madara… -dijo Hashirama en su actitud deprimida con un aura morada alrededor.
- ¡Jajaja! Y tú sigues siendo el que se deprime por todo. No debería afectarte tanto las palabras de los demás. -dijo mirando de reojo a Hashirama.
- Madara, si me afecta es porque eres mi mejor amigo, Jajaja.
- ¿Eh? ¡Deja de decir estupideces! Volvamos a la villa -dijo bufando y dándose la vuelta. Era demasiado orgulloso para reconocer que apreciaba a Hashirama.
- Espera Madara, ¡no seas tan frio! Así nunca vas a casarte -dijo levantándose y siguiendo al otro.
- ¡Cállate! ¿Además a que viene eso de casarme? -dijo Madara algo ruborizado y con una gotita en la cabeza.
- ¡Es una forma de hablar hombre!
- Deja de decir tonterías deberías centrarte en lo que este enfrentamiento supondrá a partir de ahora.
- Si, tienes razón. Si la villa de la cascada tiene semejantes ninjas no podemos ignorarles. Deberíamos incluir a ese país en los repartos con las grandes naciones ninja. -Esa frase fue respondida por un ``Hmp´´ de Madara. Pero Hashirama seguía dispuesto a picar a su amigo. – A lo mejor podemos casar alguna heredera de un clan de la cascada contigo para reforzar nuestras relaciones, Jajaja.
- ¡Te juro Hashirama que si vuelves a mencionar el tema de casarme o haces alguna de las tuyas me iré para siempre de la aldea! -dijo Madara enfadado y sonrojado.
Finalmente, los dos amigos se perdieron por el bosque, entre los bufidos de Madara y las risas de Hashirama, rumbo a la aldea de la Hoja.
EN LA ALDEA DE LA CASCADA…
Harumi había recorrido una gran distancia para encontrarse con cierta persona. Lo que acababa de descubrir de los consejeros era muy importante y debería ponerse en marcha incluso antes de que volviera Kakuzu. Con un poco de suerte lo tendría todo atado para cuando regresara. No permitiría que le hicieran eso a su futuro esposo. Solo esperaba que el consiguiera regresar con vida. Harumi se paró en seco. De las sombras salió un hombre alto, de cabello marrón claro y ojos azules. Joven y atractivo. Tenía un uniforme ninja y era algo mayor que Harumi. Se llamaba Ryuu.
- Has tardado mucho. Cuando me llamaste me dijiste que tenías que decirme algo importante. ¿Qué sucede?
- He descubierto algo sobre los consejeros.
- Muy bien, ¿de qué se trata?
Harumi le conto cada detalle de lo que había escuchado. En cuanto termino, el hombre mostró una gran sorpresa.
- ¡¿Es eso cierto?!
- Si lo es, lo oí de sus propios labios. No podemos permitir que se salgan con la suya, Ryuu.
- Tienes razón. Pero no podemos levantar ninguna sospecha. Vuelve a la casa de Kakuzu y actúa con normalidad. Yo pensaré un plan y te lo haré saber. Deberías dedicarte a preparar la boda. Eso sería lo más natural dadas las circunstancias.
- Esta bien. -estaba dispuesta a irse, pero el agarre de Ryuu la detuvo.
- Por casualidad ¿no tienes una ligera idea de lo que quieren hacerle a Kakuzu si vuelve con las manos vacias?
- No, pero Kenichi sonaba muy amenazante. No sé lo que querrán hacerle a Kakuzu, pero no debe ser nada bueno.
- Bueno, no hay tiempo que perder. ¡Vete! Volveremos a hablar cuando Kakuzu este de vuelta. Cuando venga, según lo que pase, actuaremos.
- De acuerdo -sin más Harumi se largó tan repentinamente como había llegado.
EN ALGUN PUNTO DEL PAIS DEL FUEGO…
Una familia formada por una anciana y su nieta iban por la ribera del rio, volviendo a casa después de un fructífero día de recoger leña y comprar en la aldea más cercana. Iban acompañadas de un caballo viejo que llevaba las compras.
- Abuela date prisa, tenemos que llegar lo antes posible a casa -dijo una muchacha de 13 años de edad. Tenía largos cabellos naranjas y ojos azul cielo.
- No tengas tanta prisa niña, ya no soy tan joven como antes y no estoy para estos trotes -decidía la anciana fatigada mientras era arrastrada por su efusiva nieta.
- Es que tengo muchas ganas de volver, hemos dejado solo a Miko. ¿Y si se ha escapado? -decía la niña preocupada.
- No caerá esa breva… Con lo astuto que es ese gato, no se ira de un lugar con comida y un techo donde cobijarse. Se quedará aquí molestando y arañándome los sillones -la abuela estaba algo ofuscada y su ceño se mostraba fruncido.
- Abuela que bromista eres, a ti te cae bien Miko.
- Bueno… -dijo entreabriendo los ojos y sonriendo a su nieta.
La niña siguió mirando la ribera del rio, ajena a las cosas que le decía su abuela sobre los cuidados que recibe un animal doméstico. En ese momento vio algo que le llamó la atención.
- Abuela, ¿Qué es eso? -dijo señalando a la orilla del rio un poco más delante de donde ellas estaban.
- Mmm, ¡Oh santo cielo! ¡Es un muchacho! -dijo ella horrorizada.
- ¿Qué hacemos abuela? Parece muy malherido, ¿está muerto?
La abuela apartó lentamente a su nieta y observó detenidamente al desconocido. Era un hombre joven, de unos 30 años y de complexión fuerte. Tenía numerosas heridas y cortes en el cuerpo. Se acercó cautelosamente al joven y le tomo el pulso.
- Es débil, pero aún está vivo. Pero si lo dejamos aquí morirá -la anciana lo pensó por un momento, pero de repente reaccionó – Kaede, tráeme el caballo, lo llevaremos a casa y le curaremos.
- Si, abuela -la niña cogió rápidamente el caballo e hizo que se acercara al lugar donde yacía el hombre. Las dos cargaron al hombre como pudieron en el caballo y pusieron rumbo a su casa. Solo esperaban no llegar demasiado tarde.
Kakuzu estaba en una oscuridad perpetua. De repente abrió los ojos y se encontró en un claro de un bosque repleto de flores. Todo estaba iluminado por una enigmática luz plateada, la más brillante que había visto. De pronto escuchó una voz que le llamaba.
Kakuzu
La voz era de una mujer, sonaba dulce y armoniosa. Intento localizarla, pero no había nadie. Volvió a escucharla.
Kakuzu
Esta vez más alto y claro que el anterior. En el fondo del prado la vio. Era Harumi, vestida de novia, con el pelo recogido en un moño con algunos de sus mechones cayendo en tirabuzón, enmarcando su bello rostro. Su piel blanca como la nieve, casi se confundía con el fondo plateado. Le sonreía desde la distancia. Le llamó de nuevo pero esta vez extendía ambos brazos hacia él.
Kakuzu
Él corría hacia ella, pero había algo raro, por más que corriera no lograba alcanzarla. De repente, tres estelas de humo negro surcaban el cielo plateado y aterrizaron detrás de ella. Las flores se marchitaron en un segundo. El exuberante prado se secó y las estelas de humo que aterrizaron detrás de Harumi, se convirtieron en tres sombras. En tres horribles siluetas, que desprendían un aura negra con un fondo que ahora era rojizo en vez de plata. Los tres demonios tiraban con fuerza de ella, tanta fuerza que partían el velo y el vestido mientras la arrastraban. Kakuzu corría desesperado intentando alcanzarla, mientras gritaba.
¡Soltadla! ¡Dejadla!
Estuvo a punto de alcanzar su mano, pero cuando se encontraba a pocos milímetros de cogerla sintió como una fuerza le empujaba hacia abajo. Hacia una perpetua oscuridad, en la que solo podía sentir angustia y dolor. Al mirar hacia arriba, vio una rejas viejas y oxidadas. Estaba metido en una celda lúgubre y mohosa mientras que tras las rejas se veía la luz del sol. Esas siluetas, las mismas que habían arrastrado a Harumi, estaban apoyadas en las rejas riéndose de él. ¡No, sacadme de aquí! ¡Harumi!
- Harumi…dejadla en paz…sacadme de aquí…devolvédmela…¡Devolvedme a Harumi! -de repente Kakuzu se despertó, completamente perlado en sudor.
Su corazón aún latía fuertemente contra su pecho amenazando con salir. La angustia y la desesperación que había experimentado en el sueño aun le perseguía. Y sentía un sudor frío y el cuerpo le temblaba. Paso varios minutos así. Respirando entrecortadamente, hasta que recordó todo. La misión, la pelea con Hashirama, el barranco…y después… ¿Qué paso después?
Fue entonces cuando miro detenidamente el lugar en el que se encontraba. Era una habitación pequeña y oscura iluminada únicamente por la luz de una vela. Era muy sencilla, parecía una casa de campo. Tallada completamente en madera, estaba vieja y desgastada. Los muelles de la cama chirriaban como las bisagras de una puerta oxidada. De repente, se abrió la puerta y vio a una niña de cabello naranja y ojos azules con un cuenco de agua en las manos. La niña lo miró durante unos segundos y luego salió corriendo. Kakuzu oyó que hablaba con alguien y entonces escuchó que se acercaban a la habitación. Entonces apareció una anciana ya canosa y entrada en años, que, junto a la niña de antes, se le quedó mirando.
- ¡Menos mal! ¡Benditos sean los dioses! ¡estáis vivo señor! -dijo ella con alegría pues en ningún momento le hubiera gustado tener un cadáver en su casa. Aunque la palidez del rostro de Kakuzu y su maltrecho aspecto, le hacían sugerir que rozaba más el mundo de los muertos que el de los vivos.
- ¿Dónde…dónde estoy? -dijo a duras penas incorporándose y destapándose ligeramente.
- Estáis en nuestra casa, señor. Os encontramos en la orilla del rio, medio muerto y le trajimos aquí para curarle. -dijo la anciana con las manos juntas y con su nieta a su espalda.
- ¿El rio…? -dijo Kakuzu aturdido intentando recordar.
De repente las imágenes volvieron a su mente. Estaba al borde del barranco. Hashirama iba a asestarle su último golpe, el seguía con el cuerpo acorazado, pero no se movió del lugar. Ya no tenía fuerzas para seguir luchando, si tenía que morir lo haría de pie, con la cabeza alta y mirando a los ojos a su adversario. Hashirama le golpeó con tal fuerza que de no haber sido de su capacidad para acorazar su cuerpo hubiese muerto al instante. Pero eso no significa que saliera ileso, todo lo contrario. El golpe fue tan devastador que estuvo a punto de matarlo y lo hubiera conseguido si en vez de caer al cauce del río hubiese caído en las afiladas rocas que lo bordeaban. Cuando cayó al agua, quedó inconsciente y a partir de ahí no había nada más. Seguramente después, fue encontrado y recogido por la anciana y su nieta. Hasta ese momento Kakuzu estaba tan perdido en sus pensamientos que las dos mujeres le miraban preocupadas pensando que el accidente que había ocasionados daños irreparables en su cabeza. Kakuzu volvió a la realidad y miró con tal rapidez a ambas que pegaron un respingo de sorpresa.
- Gracias… -eso fue lo único que pudo responder, acto seguido se volvió a desmayar.
Al día siguiente volvió a despertar esta vez más repuesto que antes. La fiebre había bajado y su cabeza estaba ahora más despejada. Intento moverse y levantarse de la cama. Consiguió erguirse, pero al intentar moverse sintió un punzante dolor en el pecho que le obligó a sentarse de nuevo. Se palpó cuidadosamente el costado herido. Estaba vendado y al parecer con un par de costillas rotas. La puerta se abrió dejando ver a la anciana con una bandeja con una sopa humeante y que desprendía un olor exquisito.
- Veo que ya has despertado. Tienes varias costillas rotas, no debes hacer movimientos bruscos. Te he traído algo de comer. Tienes que estar muerto de hambre -dijo la mujer con una afable sonrisa y apoyándole la bandeja en su regazo.
- Gracias señora. ¿En que parte del país estoy? -dijo mirando la bandeja. En ella estaba la sopa con el buen olor que había identificado al principio, algo de pescado frito y pan.
- Estas en la parte oeste del país del fuego, a 100 km de la villa de la Hoja. -dijo ella sentándose en un taburete junto a la cama.
- Vaya, (estoy más lejos de lo que pensaba), ¿Dónde están mis cosas?
- ¿Cosas? Mi nieta y yo te encontramos en el rio muy malherido y te trajimos aquí. Desgraciadamente no llevabas nada salvo esto. -dijo la mujer sacando una fotografía.
Kakuzu ya había devorado la sopa cuando empezó con el pescado y alzó la vista para ver la fotografía. Era una foto de Harumi. Él siempre la llevaba contra su pecho en las misiones porque presentía que le daba suerte. Y así debía haber sido, pues había sobrevivido y conservado la foto. Dejo cuidadosamente el pescado en la bandeja y cogió la foto que la anciana le ofrecía. Se la quedó mirando pensativo hasta que la voz de su salvadora le devolvió a la realidad.
- Es una muchacha muy guapa, ¿Quién es?
- Es mi prometida.
- ¡Oh enhorabuena muchacho, Jajaja!
Kakuzu dio las gracias a la señora y siguió mirando la foto con una sonrisa hasta que se percató de algo, Harumi…su prometida… ¡La boda!
- ¡Señora! ¿Qué día es hoy? -dijo exaltado Kakuzu.
- 22 de marzo, ¿Por qué?
Maldita sea, la pelea con Hashirama fue el día 18 por la noche y estaban a 22. ¡Había estado 4 días inconsciente! ¡Y la boda es dentro de dos días! Kakuzu calibró rápidamente los días que había estado viajando para llegar a la villa de la Hoja por el norte, tardó dos días y medio en llegar, pero ahora estaba mucho más lejos. Cuando Hashirama le dijo de ir a luchar a otro lugar lo siguió a toda velocidad durante una media hora. No sabían a donde se dirigían exactamente, pero según las estrellas se dirigían hacia el sur. Kakuzu calculo que se habría alejado unos 30 km y el rio le había alejado 100 km de la Hoja. ¡Por todos los dioses estaba a 100 km en dirección contraria del camino de vuelta a casa! Estaba muy lejos de la villa, no llegaría a tiempo.
Pensó todas sus posibilidades, podría enviar un mensaje a la villa de la Cascada y decir que se retrasaría unos días más. Sin embargo, el matasellos que le dieron de la cascada para clasificar los mensajes como urgentes se lo había llevado la corriente. Podría enviarlo por correo local, pero tardaría demasiado ya que los fines de semana los carteros se tomaban un descanso y los envíos se ralentizaban. Tal era la ralentización que los ninjas acababan convirtiendo a alguno de sus subordinados en mensajero, pero él no tenía compañero al que enviar. Tardó dos días y medio, acampando y descansado por el camino. Si quería cubrir una distancia tan amplia en tan pocos días tendría que partir lo más rápido posible y sin pararse. Pero debía irse inmediatamente. Estaba herido y cansado, pero no podía dejar plantada a Harumi en el altar. El simple hecho de pensar que ella podía creer que la había dejado plantada el día de su boda le oprimía el corazón. Puede que fuera un suicidio, pero al menos debía intentarlo. Además, desde que tuvo ese espantoso sueño no podía dejar de pensar que algo no andaba bien y que Harumi corría peligro. Sin más dejo la bandeja aún lado dispuesto a levantarse.
- Lo siento señora, le agradezco todo lo que ha hecho por mí, pero debo irme -dijo el levantándose y reprimiendo el dolor de costado.
- ¡No puede hablar en serio! Esta malherido, en esas condiciones no llegara a ningún sitio.
- Debo intentarlo…debo estar en mi aldea antes del sábado por la tarde -la señora reprimió un grito de sorpresa poniéndose las manos en la boca.
- Según su bandana es usted de la villa de la cascada, está muy lejos de su hogar. Es imposible que llegue en dos días en su estado, ¡morirá por el camino!
- No voy a rendirme…lo hare con su ayuda o sin ella señora. Pero sin ella no llegare ni siquiera a la frontera. -dijo con una sonrisa fingida que reflejaba el dolor y la angustia que sentía.
- Nada de lo que diga podrá persuadirle, ¿verdad?... -dijo ella más, como un susurro para sí misma, a lo Kakuzu dio una negativa con su cabeza – Muy bien, ¡Kaede! – la niña entró inmediatamente y se sorprendió al ver al ninja de pie, pero inmediatamente fijo su atención en su abuela cuando esta habló – Prepárale a este hombre todo lo que te pida.
- Si, abuela -se volvió hacia Kakuzu esperando que le dijera lo que quería.
Kakuzu no perdió el tiempo y le pidió todo lo que creyó necesario. Terminó la comida que le habían traído mientras lo preparaban todo y se vistió. A la media hora ya estaba preparado en la puerta para marcharse.
- Si sobrevivo y consigo llegar a mi aldea, volveré algún día para recompensarles su amabilidad -dijo Kakuzu mientras se ataba la bandana a la frente.
- No hace falta que volváis, solo procurad no morir en el camino. Por cierto, no nos has dicho tu nombre… -dijo la mujer apoyada en su bastón.
- Kakuzu.
- ¿Y cómo se llama tu prometida?
- Harumi.
- Ese es el nombre que gritabas en sueños… -dijo la niña mirándole.
- Buena suerte Kakuzu. Y saluda a tu prometida de nuestra parte -dijo la anciana.
- Lo haré. Gracias por todo. Adiós -al instante desapareció de la vista de las dos mujeres.
EN LA VILLA DE LA CASCADA…
Harumi había actuado con total normalidad siguiendo el consejo de Ryuu. Incluso ahora estaba preparando los últimos preparativos de la boda. Ya tenía todo preparado, solo le faltaba una cosa: el novio. Al principio, Harumi estaba segura de que Kakuzu regresaría, pero a medida que las agujas del reloj avanzaban, su ligera inquietud inicial se transformaba en una desesperante angustia. ¿Y si no venía? ¿Y si había muerto? ¿Y si había decidido que no quería casarse y había huido? Todas esas preguntas la estaban volviendo loca. No tenía bastante con los naturales nervios que asolan a una mujer antes de casarse sino también la preocupación de no saber qué había pasado con el futuro cónyuge. En ese vaivén de pensamientos golpeaban su cabeza incesantemente hasta que llamaron a la puerta de la casa. Harumi se dirigió rápidamente a la puerta y al abrir se llevó una desagradable sorpresa.
- Hola Harumi, ¿Qué tal estas? ¿Puedo pasar?
- ¿Qué queréis? Kenichi.
- Solo quiero hablar contigo…
- ¿Sabéis algo de Kakuzu? -dijo ella rápidamente interrumpiendo a Kenichi.
- De eso precisamente quería hablaros, señorita Harumi -ella titubeo un poco pero finalmente se echó a un lado, indicándole que pasara. – Veo que estas muy ajetreada… -dijo uno de los líderes de la villa ante el desorden de la casa.
- Me caso dentro de dos días y mi futuro marido no está aquí para ayudarme.
- Si…debe de ser muy frustrante hacer todo esto, sin tener la certeza de que el novio se presente.
- ¿Qué queréis decir con eso? -pregunto ella molesta.
- No hemos recibido mensaje de Kakuzu, pero nuestros espías nos han dicho que el primer Hokage sigue con vida -dijo despreocupadamente mientras tocaba los utensilios que había en la sala y paseando de un lado a otro, poniendo nerviosa a su anfitriona – Kakuzu no es de los que huyen de una batalla, así que estoy seguro que se ha enfrentado a él. ¿Habías pensado en esa posibilidad?
- Te refieres a…
- Si, y si Kakuzu… está muerto. -dijo caminando detrás de ella y susurrándoselo al oído.
- No hay pruebas de eso -dijo ella guardando la compostura.
- Harumi, los muertos no envían las esquelas. -dijo pasando rozando el brazo derecho de Harumi con el izquierdo suyo.
- ¿Han encontrado su cuerpo, acaso?
- No, ese tampoco ha sido el caso.
- Entonces no se sabe nada. ¿Ha venido a decirme algo que yo ya sabía? -dijo ella empezando a impacientarse con las vueltas que daba el señor.
- No.
- Entonces hable claro, Kenichi. ¿Qué es lo que realmente quiere? -dijo ella en el momento que él se paraba en secó y se giraba hacia ella. Mirándola desde la otra punta de la sala.
- Quiero que canceles la boda.
- ¿¡Que!? -dijo exasperada pero luego se calmó un poco y continuó - ¿Por qué?
- Ah, solo es por tu bien Harumi -dijo dando un paso al frente con los brazos extendidos como si quisiera abrazar algo invisible – Lo más probable es que a estas alturas Kakuzu esté muerto, y tu harás el ridículo más grande de la villa, esperando a un hombre que no va a volver -ella respiraba entrecortadamente a causa de la rabia – Lo mejor Harumi , es que canceles esa boda y te resignes a perder a Kakuzu -se hizó el silencio pero Kenichi no espero una respuesta y siguió – Se lo que te preocupa Harumi, eres una mujer sola y desamparada. La única familia que tenías era Kakuzu, pero el ya no está. Y ahora, no tienes ningún lugar a donde ir ni nadie que te recoja.
- ¿Qué queréis decirme con eso? (Cabrón miserable) -dijo ella apretando los puños de la rabia.
- Yo estaría dispuesto a darte una indemnización, por así decirlo. -dijo acercándose más a ella, solo un par de pasos les separaban.
- ¿Indemnización? – dijo ella mirándole sorprendida.
- Por viudedad – ella abrió los ojos como platos – Es cierto que no estás casada con él y por tanto no se te puede considerar viuda, pero en vista de los años de servicio de Kakuzu y que la villa le obligó a marcharse antes de casarse, consideramos, los demás líderes y yo, que no estaría de mal darte una cantidad simbólica. Al fin y al cabo, tú eras lo más importante para Kakuzu y estoy seguro de que el estaría muy contento si supiera... todo lo que hacemos por ti -dijo sonriendo.
- (¡Lo que tú quieres es quedarte con todo lo de Kakuzu, bastardo!) ¿Y qué pasa con la casa y todo lo demás?
- Si estuviera en mi mano te lo daría todo sin dudarlo, pero me temo que legalmente no tienes derecho a nada porque a los ojos de la ley, solo eres su amante. Por lo tanto, todo esto, pertenecerá a la aldea. Por eso lo más inteligente sería aceptar la cantidad que te ofrecemos. -Se hizó una pequeña pausa y prosiguió – 20 millones de ryo.
- 20 millones…de ryo… -desde que empezó a hablar de ser viuda a Harumi se le ensombreció la cara y luego la levantó con odio en la mirada - ¿De verdad cree que voy a aceptar eso? Coger ese dinero sería admitir que Kakuzu está muerto y no está en mis planes hacer algo así. De las gracias a sus compañeros, pero dígales que no cancelare la boda ni admitiré que soy viuda hasta el sábado por la noche. Solo entonces aceptaré su oferta.
- Como quiera, señorita… -dijo Kenichi cabreado sobremanera, tanto no era capaz de ocultarlo -pero quizás el sábado a esa hora mis compañeros decidan retirarle su magnánima ayuda. Estaba a punto de salir cuando recordó el ruido de la ventana en la anterior reunión en su casa y sin volverse hacia ella pregunto -Por cierto, ¿Dónde estabas el sábado por la noche?
- Aquí, ¿Por qué?
- Supongo que estabas sola, nadie puede corroborarlo…
- Me temo que no…
- Ya veo, buenas tardes. -dijo saliendo de la casa dando un portazo.
- No pienso rendirme aún, seguiré adelante con todo… Tienes que volver Kakuzu -dijo acercándose a la ventana y mirando al cielo.
EN ALGUN PUNTO DEL PAIS DEL FUEGO…
Kakuzu había salido a toda velocidad atravesando el bosque de la Hoja. El dolor punzante que sentía en su costado aumentaba a cada paso que daba. Sudaba a causa del esfuerzo realizado y el dolor no era nada comparado con la angustia que estaba soportando. Ya había pasado un día desde que partió desde la cabaña de aquella anciana y aunque solo había parado para comer apenas unos 10 minutos, seguía angustiado por la simple contemplación de ver su villa tan lejos. Corría a toda velocidad por los frondosos bosques de la Hoja, evitando los caminos para no toparse con nadie que pudiera retenerle. Perderse no era una opción, pues siempre tuvo una capacidad de orientación que muchos de la villa admiraban y de la cual hacia ahora alarde. Ya había sobrepasado la villa de la Hoja por su flanco oeste y se dirigía hacia la frontera. Si continuaba a ese ritmo llegaría el sábado por la mañana y podría arreglarse y descansar un poco antes de dar el sí quiero. Sin embargo, el titánico esfuerzo que estaba haciendo, sumado a su lamentable estado le devolvieron a la realidad. Sintió un punzante dolor en el pecho, tal, que lo desestabilizó lo suficiente para hacerlo caer de la rama que estaba pisando. Cayo al suelo produciendo un estremecedor ruido. No se sabe cuánto tiempo permaneció allí, se había desmayado y estaba anocheciendo. Estaba tirado boca abajo con tierra en la cara, y respirando de forma tan entrecortada que parecía que iba a exhalar su último aliento.
Se obligó a sí mismo a erguirse, pero volvió a caer. Y así, una, dos y hasta tres veces, por fin a la cuarta logró erguirse. Si no hubiese perdido su bolsa en la pelea contra Hashirama podría haberse tomado una píldora del soldado para recuperarse. Tampoco podía comprarla pues no tenía dinero, y en caso de tenerlo, tampoco podría. A estas alturas seguro que ya sabían que el Hokage había sufrido un atentado y ver a un ninja de la villa de la cascada con las mismas características que el que lo atacó, habría alertado a más de uno. De todas formas, lo único que en ese momento le importaba a Kakuzu era Harumi. Metió la mano bajo su camiseta y sacó la foto de la mujer y se la quedó mirando. En ese momento recordó la mañana en la que partió de la villa y le dio un beso en la frente a Harumi.
Volveré
Eso podía interpretarse como una promesa y él siempre cumplía sus promesas. Arrugó la foto ligeramente y se la guardó. Una vez más volvió a emprender el camino.
EN LA VILLA DE LA CASCADA…
El jardín trasero de la casa de Kakuzu ya estaba adornado para la ceremonia. Los asientos para los invitados estaban dispuestos, las guirnaldas ya estaban colgadas, la zona es la que los dos esposos pronunciarían sus votos ya estaba preparada y los invitados empezaban a llegar. La aldea no era muy grande y al ser Kakuzu un ninja tan importante, no puso ningún inconveniente para invitar a todos los habitantes de la misma. Todo estaba preparado, los jardines estaban repletos de gente que esperaba impaciente a los novios.
Harumi estaba en la habitación que tantas noches había compartido con Kakuzu, llevaba puesto ya el traje de novia e incluso el velo. Varias muchachas de la aldea se habían ofrecido para ayudarla a vestirse. Sin embargo, Kakuzu aún no había llegado. ¡Y solo faltaba una hora para el anochecer! Harumi salió de sus pensamientos, no esperaría al novio en la habitación mientras sus invitados murmuraban sobre lo que realmente pasaba. Los detalles de la misión pocos lo sabían, por ello la mayoría de los invitados y sobre todo las mujeres ya estaban cuchicheando de un posible engaño por parte de Kakuzu. ¿Quizá tenga una amante y se haya ido con ella? Pobre niña. Eso es lo que decían una y otra vez. Los rumores callaron cuando media hora después, bajo la novia.
Ignorando los murmullos de los invitados, Harumi avanzó hasta el cura con la cabeza alta mostrando tanta distinción como belleza. Al llegar a su destino se mantuvo inmóvil, hasta que cierto personaje se le acercó.
- Estáis muy hermosa señorita Harumi -dijo Kenichi.
- Gracias -dijo desviando su mirada y hablando sin interés alguno.
- Kakuzu no está por aquí…
- Esperaremos…
- …hasta el anochecer -dijo Kenichi completando la frase, ella simplemente asintió.
Kenichi miró al horizonte y vio que el sol ya se tornaba con el color rojizo del atardecer y que poco, muy poco faltaba para que se ocultara tras las montañas. Sin más sonrió y se inclinó levemente volviendo a su asiento.
Los minutos pasaron, el sol cada vez estaba más bajo. Las lamparillas comenzaban a prenderse en la zona donde se disponía el banquete. La novia seguía iluminada por la enigmática luz rojiza del apagado sol. Nuevamente Kenichi se acercó a ella.
- Ya es la hora, señorita. Nuestra oferta sigue en pie. Acéptela -dijo extendiéndole el cheque y un bolígrafo.
Ella solo lo miró admitiendo su derrota y destapó el bolígrafo. Se apartó el velo para ver mejor donde estamparía su firma. Echó un último vistazo al sol, este ya estaba tan consumido que parecía que el contorno de las montañas que asomaban por el horizonte, habían sido subrayadas con un rotulador rojo brillante, acompañado por un circundante velo rojizo. Kenichi dio un último vistazo a los otros dos líderes y esbozó una malévola sonrisa que proclamaba su triunfo. Comenzó a escribir la H…A…M…U…R…
- ¡Harumi!
Todos los invitados se dieron la vuelta. Con los ojos abiertos por la sorpresa a Harumi solo pudo decir una cosa.
- Kakuzu…
Todos los invitados estaban sorprendidos y hablaban a gritos entre ellos, tanto por la inesperada entrada del novio como por su aspecto. Entonces Harumi dejo caer el bolígrafo haciendo que un charco de tinta ocultara su firma y corriendo hacía Kakuzu.
Kakuzu estaba totalmente agotado. Intento aguantar de pie, pero no pudo y cayo de rodillas al suelo, pero antes de desmayarse, miro por última vez a su futura esposa y no le gustó lo que vio. El cielo oscurecido con ciertas tonalidades rojizas en el horizonte, dibujaban tres sombras negras justo detrás de Harumi. Los líderes de la villa parecían ahora demonios sedientos de poder y el sentía que se le tragaba la tierra. Después, todo se volvió negro.
