SK. Capítulo 25 Apresado.

Kakuzu despertó aturdido y desorientado. Se encontraba en un lugar oscuro y húmedo. Estaba tumbado en el suelo y las frías losas de piedra helaban su piel. Parpadeó repetidas veces hasta lograr enfocar su vista y descubrió donde estaba. Lo tenían en una celda, encerrado como un animal. Intento incorporarse y lo consiguió a duras penas sujetándose el costado. Las costillas aún le dolían y se sentía mareado. Esa sensación de angustia, el dolor, la celda, las oxidadas rejas que lo apresaban. Era igual que la pesadilla que tuvo días atrás. Sin pensar nada más, se acordó de la boda y de ¡Harumi!

- ¡Harumi! ¿Dónde estás? – dijo dando vueltas por la celda.

Sin darse cuenta unas figuras se acercaron hasta las rejas y le observaron regocijándose de su confusión y sufrimiento. Hasta que una de ellas habló llamando la atención del preso.

- Veo que ya te has despertado.

- ¡Kenichi! ¡Osamu! ¡Honzu! ¿Dónde esta Harumi? – pregunto acercándose a las rejas casi instantáneamente, a lo que los demás retrocedieron un paso.

- No debes preocuparte por ella. Está bien, está en tu casa. -dijo Kenichi.

- Ah, menos mal. ¿Por qué me habías encerrado aquí? ¡Sacadme! -dijo mirando la puerta y luego a ellos. Pero los tres se quedaron inmóviles mirándole con una expresión tan dura que sus caras parecían hechas de mármol - ¿Qué pasa? -dijo con el ceño fruncido.

- ¿Qué ha sucedido en la misión Kakuzu? -dijo Honzu.

- Bueno, fui a la villa de la Hoja y me enfrenté a Hashirama, pero me derrotó y caí al rio malherido. Una anciana me recogió y curo mis heridas. Luego vine aquí lo más rápido que pude para casarme -dijo mirando a unos y a otros mientras lo contaba.

- Una bonita historia… pero eso significa que has fallado en tu misión, ¿no? -dijo Osamu con esa voz sibilina.

- Podría decirse que sí… ¿Pero…? ¿Por qué me miráis así?

- Has fallado en tu misión, Kakuzu. Has deshonrado a nuestra villa.

- Hashirama era mucho más fuerte yo… además el pergamino estaba muy incompleto. La verdad es que jamás le habría derrotado -miraba apenado a los líderes – He servido a esta villa toda la vida, no sé qué hago aquí, pero no me lo merezco. Sacadme de esta celda.

- Mira Kakuzu, precisamente por los años que llevas aquí deberías saber que la villa de la Cascada recompensa a los ninjas que llevan sus misiones con éxito, pero castigan a aquellos que no lo hacen. Tú has fallado en tu misión, ¿entiendes lo que significa?

- De todas las misiones que he hecho en mi vida, solo está la he fallado. ¿Todos mis demás logros no son suficientes para esta villa? Además, el todo el tiempo que llevo sirviendo a esta aldea no he oído que se encierre en la cárcel a alguien que ha arriesgado su vida por la misma -al ver que sus palabras no cohibían no más mínimo a sus captores continuó - ¿Qué pretendéis hacer conmigo? -los líderes se miraron entre ellos.

- Encerrarte.

- ¿Durante cuánto tiempo?

- De por vida -dijo Kenichi.

Kakuzu abrió los ojos como platos. No podía creer lo que le estaban diciendo. Encerrarle para siempre. Imposible. Vale que no había cumplido con su misión, pero olvidar todas sus demás hazañas para con la aldea, por una única misión fallida y someterle a semejante castigo, le parecía excesivo. Y su boda con Harumi. ¿Qué pasaría con ella?

- No podéis hablar en serio… ¡no podéis! -dijo dando un violento golpe a la puerta de hierro. En ese momento se olvidó completamente del dolor del costado y solo podía mirar con desprecio a aquellos que estaban fuera de la celda. Hasta los líderes se asustaron del golpe dando un paso atrás.

- Estamos hablando en serio, Kakuzu. Y aún hay más -habló Osamu esta vez. Kakuzu solo lo miró con el ceño fruncido.

- Como has avergonzado a tu villa y nos has hecho perder tanto el honor como los beneficios que habríamos obtenido con la técnica del Mokuton, nos quedaremos con todas tus propiedades.

- ¿¡Qué!? (Pero si mis propiedades serían en todo caso para Harumi. ¿Eso significa...?) ¿Qué pasara con Harumi?

- Ella no es tu esposa Kakuzu, te desmayaste antes de casarte y fuiste encerrado inmediatamente.

- Aún quiero casarme con ella…Traedla aquí para ello…

-Jajaja, ¿de verdad crees que vamos a hacer eso? -dijo Kenichi entre carcajadas al igual que los otros dos – Aquí eres un preso más, no tienes ningún derecho. Y esa mujer tampoco.

Kakuzu no era lo suficientemente estúpido para pensar que todo lo que le estaba pasando era una coincidencia. Todo era demasiado conveniente para los líderes. Se le ensombreció el rostro mirando hacia abajo mientras esos hombres se reían de su petición. Finalmente alzó la cabeza y preguntó.

- Teníais planeado esto desde el principio. Incluso antes de que me fuera a la misión. ¿Me equivoco?

- Bueno, siempre fuiste demasiado confiado, pero no precisamente un estúpido. Así es. Desde el principio.

- ¿Por qué?

- Kakuzu… tus padres tenían mucho poder aquí y todas sus riquezas y prestigio fueron a parar a tu herencia. Desde hace años hemos sacado provecho de ti. Aunque eres un buen ninja, tienes un pequeño defecto. -guardó silencio hasta que Kakuzu le miró – Eres demasiado generoso. Siempre hacías muchas misiones ninguna fallida, por difícil que fuera, pero el beneficio económico que obtenías con ellas no te importaba. Apenas aportas a las arcas de la villa y prefieres darles limosnas a los mendigos de esta aldea, a hacer emergen la economía de la misma.

- Jajaja, ¿Quiere decir que mi error ha sido no volverme un corrupto y codicioso egoísta… ¡como vosotros!?

- Cuidado con tus acusaciones Kakuzu. Lo que intentamos decir es que ganamos mucho más teniéndote aquí encerrado, que fuera. Si hubieras tenido éxito en tu misión hubieras aumentado mucho nuestro poder, tanto, que no nos hubiera importado desprendernos de unos cuantos millones, para mantener a tu futura esposa. Y por supuesto, tampoco nos hubiera importado renunciar a tu patrimonio. Pero fallaste. Y ahora qué sabes todo esto, no saldrás jamás.

- ¡Maldita panda de cabrones! ¡Hijos de puta! -dijo Kakuzu golpeando una y otra vez la puerta de hierro, rojo de la furia. Tanta fuerza ponía en sus golpes, que las costillas rotas se le resintieron y no tuvo más remedio que doblarse y caer de rodillas al suelo.

- Bueno Kakuzu que lo pases bien en tu nuevo hogar -los líderes de la aldea comenzaron a alejarse cuando la voz de Kakuzu los frenó.

- ¡Esperad! ¿Qué será de Harumi?

- A ella no le haremos nada, pero en vista de que no va a heredar nada y que no tiene familia que la recoja, acabará en la calle -luego Kenichi esbozó una sonrisa y continuó -Pero no te preocupes por Harumi, Kakuzu. Una mujer hermosa como ella, seguro que encuentra a otro hombre que le preste su cama como lo hiciste tú.

Todos se alejarán y lo único que se podía oír eran carcajadas. Kakuzu apretó los puños en el suelo e hizó un juramento. Si lograba salir de aquí los primeros en sufrir su venganza serían ellos.

EN ALGUNA PARTE DE LA VILLA DE LA CASCADA…

Harumi había partido en cuanto los invitados se fueron a la casa de Ryuu para informarle de lo que había pasado y comprobar si había planeado algo con respecto a la traición de los líderes de la villa. Cuando llegó llamó a la puerta.

- Adelante -la puerta se abrió y se volvió a cerrar al entrar la mujer – Que ha pasado.

- Kakuzu ha vuelto a la villa, justo a tiempo de firmar el soborno que ese infame de Kenichi me dio. Quise acercarme a él, pero cuando llegué hasta él, cayó desplomado al suelo. Después los tres líderes del a aldea junto a dos hombres más se lo llevaron. Y ahora está en la cárcel.

- Ya veo. He estado pensando en un plan y ya lo tengo. Lo primero será sacar a Kakuzu de la cárcel.

- ¿Cómo? Yo no tengo medios para hacerlo y tú tampoco.

- Nosotros quizá no podamos sacarle directamente, pero podemos ayudarle a que se escape. Él es un ninja de élite y ninguno de los que trabajan en las cárceles es tan fuerte como él.

- Eso es cierto, pero le han puesto un sello bloqueándole el chakra precisamente por eso.

- ¿Estás segura de eso?

- Si, les vi poniéndoselo antes de llevárselo. Además, aunque no lo hubiera visto, serían unos imbéciles si no se lo pusieran.

- Bueno no te preocupes, me encargare de sobornar a algún guardia o empleado de la prisión para que se lo quite en el momento oportuno. ¿Tiene prohibidas las visitas?

- No, creo que no.

- Entonces, mañana ve a verlo e infórmale de todo lo referente a los consejeros y ponlo al corriente de nuestros planes. Sin embargo, aún necesito tiempo para prepararlo todo para su fuga.

- ¿Cuánto tiempo? -dijo ella impaciente.

- Unos meses…

- ¡Meses, eso es mucho! ¡No podemos esperar tanto! – dijo ella acercándose más al hombre.

- Ten paciencia Harumi. Conseguiremos nuestro propósito -dijo cogiéndola de los hombros para tranquilizarla -Ahora vuelve a la aldea y no levantes sospechas. Ya sabes a lo que me refiero.

- ¡Si! -después de eso Harumi se fue.

EN LA CARCEL DE LA ALDEA DE LA CASCADA…

Al día siguiente, la celda en la que Kakuzu se hallaba estaba levemente iluminada debido a la escasa luz que entraba por una diminuta ventana situada a varios metros del suelo y cuya estrechez no superaba la palma de una mano. Por el frio que hacía y la luz que entraba debía de ser muy temprano, aunque Kakuzu tenía mejores cosas en las que pensar. Todavía le daba vueltas a la traición de los consejeros y no podía evitar golpear con los puños las piedras de la celda una y otra vez. No había dormido en toda la noche, pensando en el profundo odio que sentía ahora por esos conspiradores de mierda, que tenían la poca vergüenza de tildarse de dignos y dar ejemplo a la villa. Siempre había sabido que eran codiciosos e interesados, pero como hasta ahora la villa había salido más beneficiada que perjudicada, no le importaba demasiado. Además, habían usado gran parte de lo que conseguían para construir buenas defensas y quizá sí que les preocupara algo la prosperidad de la aldea. Ahora nada de eso importaba. Ojalá pudiera salir de allí para retorcerles el pescuezo con sus propias manos. De todas formas, ya buscaría una forma de salir de ahí y darles su merecido a esos miserables. Sus pensamientos dieron un giro rotundo y volvieron a ocuparse de la única persona que realmente le preocupaba, Harumi. Los consejeros le habían dicho que no estaba en sus planes hacerle nada a Harumi, pero después de saber que querían quedarse con sus propiedades y encerrarle de por vida, no estaba tan seguro de poder confiar en su palabra.

- ¡Eh tú! ¡Preso! -dijo un guardia golpeando la puerta con una vara de su misma altura.

Kakuzu le miró cansinamente y sin demasiada atención. El guardia era más bajo que el, con una barba corta y espesa y una cara desaliñada y una desabrida expresión en su cara.

- Tienes visita, acércate a la reja.

Kakuzu se levantó despacio y con pocas ganas cuando el guardia se dio la vuelta. Camino lentamente hacía las rejas quedándose a un paso de estas. Su rostro lucía enfadado y soberbió, como la expresión de un perro callejero que está a punto de dar una dentellada a cualquiera que se encuentre a su alcance. Si venían a verle lo más probable es que fueran los consejeros para burlarse de él. En ese caso, le arrancaría la cabeza al primero que se acercara a los barrotes, pero no tuvo la oportunidad de poner en practica tan melosos pensamientos.

- Kakuzu… -dijo suavemente una figura femenina acercándose a la luz. Cuando identifico a Harumi su expresión cambio.

- ¡Harumi! – dijo con los ojos abiertos – Me sorprende verte aquí.

- ¿Pensabas que no vendría a verte…? -dijo algo triste.

- No, pero pensé que los consejeros no te dejarían verme.

- Supongo que ya no me consideran una amenaza, ahora que estas encerrado -dijo ella acercándose más a él. Si quisiera Kakuzu podría alargar el brazo y alcanzarla. Pero en lugar de eso miro al suelo.

- Lo siento…

- ¿Qué? ¿Por qué dices eso? -dijo acercándose aún más y agarrando uno de los barrotes.

- Debí casarme contigo. Dejar de lado la misión hasta que estuviéramos casados y después marcharme.

- Kakuzu, dudo que hacer esa misión antes o después te hubiese librado de la cárcel.

- Quizás. Pero así tendrías la seguridad de que nadie te echará de la casa.

- De que me sirve la casa si no estás tú en ella, nunca me ha gustado vivir sola. -dijo sonriéndole al cogerle la cara y hacer que la mirara. – Ellos te han metido aquí, Kakuzu -dijo Harumi con seriedad.

- Los consejeros…ya lo sé. Ellos mismos me lo dijeron en la cara mientras se marchaban riéndose por el pasillo. Pero, ¿Cómo lo sabes tú?

- Verás cuando te fuiste estuve observando los movimientos de los consejeros porque me parecían sospechosos y empujada por la intuición, fui a casa de Kenichi la semana pasada. Al llegar allí, observe que los otros dos consejeros también estaban ahí y me quede a escuchar la conversación. Hoy como habían planeado esta misión para quitarte de en medio, en el caso de que no tuvieras éxito. Me fui inmediatamente para que no me pillaran -hizo una pequeña pausa y siguió – Tu no estabas aquí y no pude soportar la presión así que decidí decírselo a un viejo conocido en el que confió muchísimo. Él me aconsejo, que volviera a la aldea y actuara con normalidad, así no levantaría sospechas. Seguí entonces con los preparativos de la boda y a mi juicio no levante sospechas, pero…

- Pero ¿qué…? -dijo Kakuzu escuchando atento e impaciente.

- Hace unos días, Kenichi intentó sobornarme para que cancelase toda la boda. Yo me negué rotundamente, porque sabía que en el fondo no estabas muerto. Además, te dije que no cancelaría la boda por nada del mundo.

- ¡Maldita sabandija! Cuando salga de aquí pienso aplastarlo como una cucaracha.

- ¿Tienes algún plan de escape?

- No, aún estoy convaleciente de mi pelea con Hashirama y si quiero salir de aquí tengo que estar restablecido. No podre poner mucha resistencia estando lisiado. Por cierto, antes has dicho que le has contado todo esto a un conocido, ¿de quién se trata?

- Es un viejo amigo que conocí en el periodo en el que yo no estaba en la aldea, antes de que mi madre muriera. No te preocupes, confió en él. Tú debes hacer lo mismo, me ha prometido ayudarte a salir de aquí.

- ¿Cómo?

- Me ha dicho de sobornar a algún guardia para que te quite en sello que te bloquea el chakra y que tú mismo uses tus habilidades para salir. Aquí no hay ni un solo ninja más fuerte que tú. Sin embargo, necesita reunir información y hacer unas cuantas averiguaciones antes de sacarte. Tardará unos meses.

- ¿Meses? Yo me curare mucho antes, no puedo esperar tanto.

- No tienes elección, yo no tengo métodos para sacarte. Si considerasen que puedo hacerlo no me habrían dejado verte. Mi amigo es tu única esperanza ahora. Confía en mi Kakuzu -dijo ella acercando su rostro a Kakuzu, tanto que el aliento de uno chocaba con el otro.

- Yo siempre he confiado en ti, Harumi -después la beso apasionadamente por todas esas horas desperdiciadas en esa estúpida misión. Se separaron por falta de aire – Lo que me aflige ahora es estar separado de ti.

Como queriendo arruinar ese momento el guardia los interrumpió y le advirtió a la joven que ya se le había agotado su tiempo y que no podría volver por el momento. Recibió un aspaviento de ella y una mirada asesina de él, aunque poco podía hacer así que se resignó a ver como la mujer que amaba desaparecía por el pasillo de las mazmorras.

Habían pasado ya dos semanas desde la visita de Harumi. Ella solo volvió a verlo un par de veces más. Una para advertirle de la expropiación de su casa y sus pertenencias, y la otra para advertirle que al haber quedado sin casa tendría que buscarse la vida para encontrar un hogar en el que vivir. Por tanto, no podría venir a visitarlo tantas veces. Las heridas de Kakuzu ya habían sanado, aunque si hubiese sabido lo que le esperaba, se hubiera escapado ya.

El día de su recuperación, unos guardias entraron en su celda y le ataron con cadenas para que no se moviera. Por lo visto, Kenichi y los demás consejeros aún no estaban muy seguros de la seguridad de la cárcel y la fiabilidad del sello, sobre todo con un hombre tan fuerte y cabezota como Kakuzu. Así que lo único que se les ocurrió a los consejeros fue que los guardias le dieran una paliza a Kakuzu y le dejaran herido, pero sin matarlo, para que no se escapara. Para evitar, que pusiera resistencia, le mataban de hambre y lo debilitaban todo lo que podían para así golpearlo y atarlo sin que pudiera oponer mucha resistencia. Cuando Kakuzu, conseguía recuperarse de sus heridas, volvía a recibir toda serie de maltratos para mantenerlo quieto en la celda. Todos aquellos ninjas que trabajaban en la prisión y que en un momento admiraban a Kakuzu como ninja de la aldea, comenzaron a odiarlo. Esto se debía sobre todo a las tretas de Kenichi, que se las había ingeniado para hacer creer a todos que Kakuzu no solo no había luchado defendiendo la villa contra Hashirama, sino que le había ofrecido información de la aldea de la Cascada para salvar su pellejo. Eso hizo ver a Kakuzu como un cobarde y un traidor, y los guardias consideraban un honor golpear a un hombre así, por lo que lo hacían con la mayor frecuencia y violencia posibles. Por su puesto, el rumor no se quedó ahí, sino que circulo en pocos días por toda la aldea y ahora, ese ninja ejemplar que representaba Kakuzu ya no existía.

La propia Harumi, en una de sus visitas le describió la frialdad y desprecio con la que la gente hablaba de él y también la forma en la que la trataban a ella por venir a visitarle. Quizá esa era una de las razones por las que Harumi venía pocas veces, y aunque a Kakuzu le doliera, no deseaba que ella pagara por sus culpas ni por la estupidez de unos cuantos vecinos. Así que la aconsejaba que solo viniera lo necesario, cuando tuviera que comunicarle algo importante sobre su plan de fuga.

Pasaron entonces cuatro meses de vejaciones y fue entonces cuando Harumi volvió a visitar a Kakuzu. Hacía unos cuantos días que había recibido la paliza y aún tenía el brazo vendado y cojeaba un poco a la hora de caminar hacía la puerta de la celda. Su aspecto, era horrible. Estaba demacrado por la falta de alimento, debilitado por las palizas que recibía y con un semblante cada vez más frio y predispuesto a la violencia.

- ¿Qué diablos te han hecho? -dijo ella poniéndose las manos en la cara.

- Nada…que no me hayan hecho otras mil veces. Me alegro de que estés aquí -dijo con una pequeña sonrisa apagada, mientras acariciaba a Harumi. La sonrisa se borró de su rostro al darse cuenta que mover la mandíbula le causaba dolor. Aunque no le rompieran huesos todos los días sí que no perdían oportunidad para golpearle cuando no obedecía o se defendía de algún golpe - ¿Tienes algo que decirme?

- Si, Ryuu ha descubierto algo muy importante, pero no puedo decírtelo aquí. Así que te lo diré cuando salgas. Ya tenemos preparada tu huida -le miró detenidamente el cuerpo y le preguntó - ¿Cuándo crees que estarás recuperado?

- Dentro de dos semanas.

- Muy bien, vendré dentro de dos semanas exactamente para asegurarme. Lo mejor sería que les hicieras creer que estas peor de lo que estas. Así los pillaras por sorpresa.

- Entendido.

- Adiós Kakuzu -dijo dándole un tierno beso y volviéndose para irse, pero fue retenida por Kakuzu.

- Esto no es un adiós, es un hasta luego -dijo dándole un beso más largo que el de ella y soltándola. Ella se marchó por el pasillo con la misma rapidez con que la había venido.

Kakuzu se quedó en la puerta de su celda, mirando entre los barrotes como su amada se alejaba por el lúgubre pasillo.

(Pronto volveremos a estar juntos Harumi)