CAPITULO 26. LA TECNICA PROHIBIDA.
Dos semanas transcurrieron desde que Harumi se marchó y esa misma mañana volvió a ver a Kakuzu tal y como estaba previsto. Al visitarle se dio cuenta que, aunque no tenía la venda en el brazo, la tenía en la pierna. Según se lo informó Kakuzu había fingido un accidente para lesionarse a si mismo. Había hecho creer a los guardias que se había tropezado en la angosta y empinada escalerilla que separa dos tramos de la celda, concretamente el lugar donde dormía y el otro donde estaba el desagüe. La escalera, estaba formada por estrechos bloques de roca cuya superficie estaba fuertemente desgastada y erosionada por la humedad, por ello no resultaba difícil que alguien se tropezara ahí. Además, había fingido sufrir el accidente de noche, cuando era imposible ver ningún obstáculo por grande que fuera. Eso, consolidó más aún su farsa. Después hizó un ruido muy fuerte con un bloque de roca cercano simulando la caída y cogió una más pequeña para hacerse un moratón en la zona en la que supuestamente había amortiguado dicha caída. De esa manera conseguiría una pequeña protuberancia, para simular que el daño era más interno. El golpe sonó tan fuerte en las resonantes paredes de la prisión que los guardias ya venían con la idea en la cabeza de que se habría derrumbado alguna pared, pero cuando vieron a Kakuzu en el suelo, entraron raudos y cautelosos haber que pasaba. Por supuesto la farsa fue acompañada de una actuación teatral por parte del preso, que fingía gemir de dolor cada vez que le tocaban su dolorida pierna. Los guardias se tragaron la mentira por completo y convencidos de que el prisionero se había caído rodando por las escaleras y había amortiguado todo el golpe con la pierna, le vendaron y se fueron a descansar. Además, la falta de un médico en esa prisión y el escaso interés de los guardias en las heridas de sus presos hacía imposible averiguar semejante mentira. Al principio, Harumi estaba algo reacia a creer que semejante trola había colado, pero a medida que avanzaba la explicación se iba convenciendo. Por si acaso le quedaba alguna duda miraba hacía la escalerilla y su deplorable aspecto la convencían completamente.
Dejando eso a un lado, tenían mejores cosas en las que pensar. Ya todo estaba preparado para la fuga de Kakuzu y ahora solo faltaba contarle los detalles al protagonista de dicha fuga. Dijo que a la hora de la cena probablemente, vendría un hombre que se encargaba de dar la comida a los presos. Por lo visto, Ryuu se las había ingeniado para sustituir a ese hombre humilde por un ninja a sueldo que le quitaría el sello. Sin embargo, había un problema, y es que su carcelero no se separaba de la celda de Kakuzu en ningún momento hasta que ya estaba muy entrada la madrugada. Sin embargo, Ryuu también había pensado en ese detalle y Harumi le dijo que no se preocupara y que siguiera el plan. Una vez quitado el sello, debería esperar a que volviera su carcelero y se hiciera completamente de noche, cuando la mayoría de los guardias dormían. Entonces, se libraría de su carcelero y utilizaría sus jutsus para salir. Todo lo más rápido posible y sin levantar sospechas. Ella le estaría esperando en la parte noreste del valle.
- ¿Lo has entendido? -dijo ella muy bajito para nadie la escuchara.
- Perfectamente -mientras asentía ligeramente.
- Muy bien me voy ya. Adiós…-suspiro al ver la cara que ponía Kakuzu y volvió a decir - …bueno…quiero decir…Hasta luego -dijo riéndose sutilmente.
- Hasta luego Harumi… -dijo viendo cómo se marchaba por el pasillo, mientras sonreía.
Entonces se volvió mirando con recelo al guardia que no había dejado de mirar descaradamente a Harumi, todas las veces que le visitaba. Él respondió con una sonrisa de superioridad y susurrándole algo al compañero que tenía al lado, se rieron perversamente del prisionero. Kakuzu simplemente les ignoró dándose la vuelta y volviendo lentamente hacía el fondo de la celda, mientras cojeaba interpretando su papel de lisiado, pensando en lo poco que quedaba para poder darle su merecido a semejantes insectos. La sonrisa que se le formó fue mucho más grande que las de los dos guardias.
Pasaron las horas y ya había oscurecido casi por completo…la hora de la cena estaba próxima y el plan pronto daría comienzo. Fue entonces cuando un hombre se acercó a la entrada de la celda de Kakuzu. Tenía el cabello negro oscuro, algo gordo y con una expresión facial despistada y estúpida. Si era ninja no debía ser muy inteligente, sin embargo, ese era el aspecto de casi todos los guardias de esa prisión. El hombre era algo más joven que el viejo que habitualmente daba de cenar a los presos, pero su desaliñado aspecto y su polvorienta ropa, sugería que llevaba viviendo años en la prisión. Aun así, el carcelero se levantó como un resorte ante el recién llegado.
- ¿Quién eres tú? ¿Dónde está el viejo Bensu? -dijo poniéndose justo entre la entrada de la celda y el recién llegado.
- Ah, lo siento, me temo que el viejo Bensu no va a venir hoy. Por lo que me han contado tenía ciertos asuntos familiares, pero que dará las explicaciones que hagan falta mañana, Jajaja – dijo el recién llegado al guardia con una estúpida sonrisa en la cara. - ¿Sucede algo malo? – dijo mirando al carcelero con sus diminutos y anodinos ojos.
- No, adelante -dijo apartándose y volviéndose hacia el preso - ¡Eh tú! ¡Acércate, basura! -esta vez miraba en dirección a Kakuzu.
Kakuzu se acercaba lentamente hacía la puerta de la celda, mientras el guardia había vuelto de nuevo a su silla. El nuevo se acercó a la celda con el cubo donde se guardaba la comida, esperando que llegara el prisionero. El carcelero no quitaba los ojos de encima a los otros dos ni un segundo y Kakuzu ya estaba empezando a dudar del plan de Ryuu.
- ¡Socorro! ¡Ayudadme!
Todos se volvieron para ver lo que pasaba, de repente uno de los guardias vino corriendo y se paró justo en frente del guardia que segundos antes estaba sentado y que en ese momento estaba de pie.
- ¿Qué diablos pasa?
- El preso de la celda 103 se ha vuelto loco, ha matado a uno de los guardias, necesitamos ayuda para contenerlo, ¡corre vamos!
- Esta bien, y tú no te muevas de ahí hasta que vuelva entendido y se te ocurra acercarte al preso -dijo señalando al encargado de la cena.
- Esta bien, tranquilo no me moveré -sin más los dos guardias desaparecieron por el pasillo. Inmediatamente el hombre se dio la vuelta mirando a Kakuzu - ¿Dónde lo tienes?
- En el costado.
- Bien, ¡descúbretelo! No tardaran el volver.
Kakuzu le hizo caso y tan solo unos segundos después había descubierto el sello. El hombre lo miro fijamente durante unos segundos y después hablo.
- Es un sello poderoso se ve que te tienen miedo…
- Puede quitarlo, ¿sí o no?
- Si, no te preocupes. Soy un experto en todo tipo de sellos -dijo el hombre y tras hacer unos complicados sellos, su mano se iluminó con una luz violeta, que estampó en el costado de Kakuzu, al girar la mano y tirar el sello salió a la primera.
Kakuzu quedó impresionado por la facilidad y la rapidez con lo que lo había hecho. Puede que los sellos que se usaban en su villa no fueran los más fuertes del mundo ninja, pero nunca ponían sellos fáciles de quitar y menos a shinobis experimentados como él. El hecho de que ese hombre hubiese podido sustraerle el sello demostraba una gran habilidad a pesar de su melindroso aspecto. Sin duda ese tal Ryuu, elegía bien a sus subordinados.
- Ya sabes el resto del plan, síguelo al pie de la letra de acuerdo – no espero una respuesta, sino que se dirigió hacia la silla donde antes había estado el guardia y se sentó -Tapate el costado tal como lo tenías antes y asegúrate de matar al carcelero cuando llegue el momento.
Kakuzu asintió, iba a decirle algo, pero entonces escuchó unos pasos que se dirigían a la celda y apareció entonces su alcaide. Una vez echarle una despectiva mirada a Kakuzu se giró hacia el hombre que estaba sentado en su silla con igual desdén.
- ¿¡Que haces ahí sentado!? ¡Muévete! -dijo dando una patada a una de las patas de la silla.
- Vale, vale tranquilo, solo estaba descansando. Me dijiste que no me moviera y no me iba a quedar ahí de pie. Tranquilo, hombre…
- ¡Cierra el pico y haz tu trabajo de una vez!
- Esta bien – sin más se levantó rápidamente de la silla y le sirvió la cena al prisionero. La bazofia que le sirvió tenía tan mal aspecto como siempre, hasta en eso habían tenido cuidado con la farsa -Por cierto, ¿qué ha pasado antes?
- Un preso atacó a un guardia y lo mató, pero ahora ya está muerto así que no importa. Eso es lo que le pasa a los que se convierten en una molestia. -esto lo dijo mirando a Kakuzu fijamente sentado en la silla y cruzado de brazos. Después devolvió su vista al curioso - ¡Ya lárgate!
- Si, si señor -dijo apresuradamente saliendo corriendo haciendo que la mitad del contenido del cubo se cayera por el camino y perdiéndose en la oscuridad.
- ¿Tu que miras, gusano? Ponte a comer y vuelve al fondo de tu agujero que no quiero verte.
Kakuzu le miro brevemente y volvió a su lugar. Al fin al cabo, hoy mismo se escaparía y podría deshacerse de ese idiota para siempre. Muy pronto sería libre.
Pasaron unas horas y ya era de madrugada. Harumi le estaría esperando en la parte norte del bosque, en un pequeño lugar secreto en el que solían jugar de niños y con un poco de suerte, que nadie supiera de su existencia. La función debía comenzar. Se dirigió sigilosamente a la puerta de la celda y vio que el guardia estaba medio dormido. Se miró la palma de la mano y en ese momento el guardia se desperezo sintiendo la punzante mirada de Kakuzu.
- ¿Qué haces…? -no pudo decir nada más, Kakuzu había formado una pequeña lanza de agua que atravesó rápidamente el pecho del guardia, que cayó desplomado de la silla.
Kakuzu le había atravesado directamente el corazón, dejándole sin posibilidad de sobrevivir. Debía darse prisa pues no tardarían en venir los guardias para supervisar el estado de los presos. Utilizó el mismo jutsu que utilizó contra su carcelero para coger las llaves que pendían de un clavo en la pared. Rápidamente, abrió la celda y salió. Miro brevemente al hombre que yacía muerto en el suelo. Durante todos sus meses de cautiverio ese hombre era el que más se había ensañado con él y además el responsable de esparcir los rumores sobre su supuesta traición por la cárcel. Era uno de los subordinados de mayor confianza de Kenichi y estaba al tanto de todos los chanchullos que hizo su jefe en su contra. Le detestaba tanto como al propio Kenichi e incluso más. Su muerte no le afligiría lo más mínimo y para él fue un alivio librarse de semejante insecto.
Decidió dejar eso a un lado y continuar. Se dirigió por todos los pasillos, preparado para un posible encuentro con algún otro ninja, pero para su sorpresa, no encontró a nadie. Era muy extraño que en la cárcel no hubiera ni un alma salvo los que se encontraban en las celdas, pero las dudas de Kakuzu fueron resueltas al llegar a una de las cámaras principales, más próximas a la salida. Los pocos guardias que había de noche en la prisión estaban sentados en las escasas sillas o en el suelo, con jarras en las manos. Por un momento, Kakuzu pensó que los habían matado pero la respiración tranquila de algunos de ellos le confirmo que se había equivocado. Probablemente Ryuu se las apaño para drogarlos. No conocía a ese hombre personalmente, pero parecía haber calculado perfectamente todos los preparativos para que el escapara sin problemas. Eso daba a entender su gran inteligencia, pero aun así decidiría que clase de shinobi era cuando le conociera.
Logró salir de la prisión sin problemas y salvó algunos hombres que le vieron y le reconocieron, no tuvo más obstáculos. Sin el sello, esos hombres no eran rival para él, con lo que los noqueó rápidamente. Por supuesto, no les mato. Su desprecio y resentimiento iba dirigido a Kenichi y sus consejeros, los demás habitantes de la aldea habían sido engañados y actuaron en consecuencia. Si su situación y la de ellos hubiera estado invertida, probablemente hubiese desconfiado. Aunque quizás les hubiese dado el beneficio de la duda, en lugar de arremeter sin miramientos contra ellos. En el fondo no podía culparlos, él era un icono de valor y deber para su aldea y seguramente se sintieron muy decepcionados con los rumores que oyeron sobre él. A fin de cuentas, él había estado durante meses en la cárcel y durante ese tiempo, los consejeros se habrían encargado de hacer que todos creyeran su supuesta traición, sin que él pudiera defenderse. De todas formas, estaba entre sus planes recuperar su posición y desenmascarar a esos cobardes, para recuperar su prestigio. Pero por el momento se internó en el bosque, dispuesto a reunirse de nuevo con Harumi.
EN ALGUNA PARTE DEL BOSQUE DE LA VILLA DE LA CASCADA…
Ya era la hora prevista, Kakuzu debería haber llegado ya, sin embargo, no había ni rastro de él. Harumi había llegado hace tiempo y a medida que las manecillas del reloj avanzaban, su preocupación y nerviosismo crecían. Estaba en un claro del bosque junto a una pequeña cascada. Ese lugar era muy familiar para ambos. En él habían compartido muchos momentos felices cuando eran niños, que posteriormente recuperaron cuando ella regresó a su aldea natal. No podía dejar de dar vueltas y llevarse las manos a la cabeza, revolviéndose el pelo.
- (¿Le habrá pasado algo? ¿Tendrá dificultades? ¿Y si le han descubierto?) -repetía en su cabeza una y otra vez. De repente oyó un ruido en la parte interna del bosque, que le hizo darse la vuelta inmediatamente. - ¿Quién anda ahí?
- ¿Ha pasado tanto tiempo que ya no reconoces mi chakra? -dijo el recién llegado en un tono burlón.
- Kakuzu, por fin has llegado -se acercó hasta él - ¿Has tenido algún contratiempo?
- No, salvo unos hombres que se me han topado por el camino, pero ya no son una amenaza -dijo acercándose más a ella y jalándola, atrayéndola hacía él - ¿Te he echado de menos? – dijo él dándole un beso apasionado.
Ciertamente había deseado volver a besarla y tocarla y ahora que lo estaba haciendo, pensaba estar en un sueño. Desde que se fue a la misión de matar a Hashirama, había echado de menos el calor de su cuerpo y sus picaras sonrisas. Y la cosa no cambio cuando volvió y lo encerraron. Durante meses tuvo que estar separado de ella y aunque en ocasiones venía a verlo, los guardias no le permitían estar con ella. Llegó un momento en el que ni siquiera podía besarla a través de las rejas pues los guardias disfrutaban negándole lo que más deseaba. Les gustaba torturarle a través de Harumi, pues ellos como hombres sabían perfectamente lo que significaba tener tan cerca a una mujer así y no poder tenerla. Cuando ella se iba, debía aguantar sus bromas y las insinuaciones pervertidas que le hacían a Harumi, cada vez que le visitaba. Eso cabreaba a Kakuzu, y en más de una ocasión arremetió a puñetazos a alguno de esos guardias cuando lo tuvo al alcance de su celda. Aunque siempre le inmovilizaban y le acababan devolviendo los golpes con doble ensañamiento. Pero eso ahora no importaba. Estaba libre, estaba con ella y por supuesto estaba dispuesto a recuperar todas esas noches de intimidad que había perdido por culpa de Kenichi.
- Kakuzu… no es que no desee que me toques…pero te importaría…dejarlo para otro momento…ah… -dijo ella intentando separar su boca de su cuello.
- ¿Por qué?
- Mirate, Kakuzu. Estas horrible y no te ofendas, pero…no hueles demasiado bien, jejeje -dijo ella con una gotita en la cabeza y tapándose la nariz.
Kakuzu se apartó de ella y se miró por unos instantes. Se había olvidado completamente de su aspecto actual. Ahora las inmaculadas ropas que había llevado al principio, cuando volvió de su misión eran simples harapos ennegrecidos por la suciedad y la humedad de su celda. Su cabello y su barba habían crecido bastante, estaba descalzo y su olor era francamente horrible. Durante todos sus meses de encierro no le habían permitido ducharse, salvo algunas pocas veces en las que conseguía convencer al encargado de la comida para que le trajera una tina con agua donde asearse, pero en cuanto los guardias descubrieron esas consideraciones reprendieron duramente al hombre que se la trajo y no volvieron a dejar que se bañara. Al fin al cabo, solo era un prisionero. Kakuzu comprendía perfectamente, la repulsión de Harumi, era totalmente comprensible.
- Maldita sea… -dijo él agachando la cabeza en una actitud deprimida.
- No te desesperes Kakuzu. Lo único que necesitas es asearte y estarás como nuevo. Te llevare a un lugar seguro donde puedes hacerlo. Sígueme -sin más se dio la vuelta y emprendió en camino. Kakuzu la siguió en silencio.
EN LA GUARIDA SECRETA DEL BOSQUE…
- ¿Qué es este lugar? -pregunto Kakuzu al ver que Harumi se paraba en seco.
- En el valle de las cascadas brumosas
- ¿Cascadas brumosas…? -Kakuzu miro al frente y no dudo sobre el porqué de ese nombre. Las cascadas estaban muy juntas y levantaban columnas de espuma y niebla que impedían ver nada a más de tres metros de distancia.
- Si, ya casi hemos llegado al escondite de Ryuu. Ven, rápido -dijo ella dirigiéndose a una de las cascadas, desapareciendo detrás de las columnas de agua.
No se veía prácticamente nada y si Harumi no hubiese tenido la idea de coger a Kakuzu de la mano, la hubiera perdido de vista. Esta era la primera vez que veía esas cascadas, aunque eso no era algo extraño. El país de las Cascadas estaba repleto de estos prodigios de la naturaleza y encontrar una cascada concreta era toda una hazaña. Además, la escasa visibilidad que dejaban esas cascadas hacía imposible ver una entrada detrás de ellas, haciéndolas un escondite perfecto. Siguieron por una cueva que se extendía por detrás de la cascada. Harumi había encendido una antorcha que tenía preparada cuando se reunieron en el claro y que utilizo para encontrar la salida de la cueva. Al salir, Kakuzu vio un bosque bastante oscuro, rodeado de árboles cuyas frondosas hojas no dejaban apenas ver el cielo, haciendo el lugar invisible incluso desde el aire. Kakuzu enfoco su vista y divisó unas luces. Pertenecían a una cabaña que había a pocos metros de donde estaban ellos. ¿Sería ese el escondite de Ryuu?
- ¿Qué es ese lugar?
- Es el escondite de Ryuu. No te preocupes Kakuzu, él te ayudara. Démonos prisa, hace rato que nos espera.
Kakuzu siguió a Harumi hasta la entrada de la cabaña y golpeo la puerta tres veces, de manera que el tercer golpe sonó segundos después del primero y segundo, como una contraseña. La puerta se abrió a los visitantes, los cuales entraron sin perder tiempo. La cabaña era muy sencilla, con escasos muebles y decoración modesta. Tenía un pasillo largo, por el que estarían las habitaciones y el baño, probablemente. Podría haber seguido imaginando mil cosas sobre la casa, hasta que alguien interrumpió sus pensamientos.
- Ya estáis aquí. Pensé que os habría pasado algo.
En ese momento un hombre apareció ante ellos. Tenía el pelo puntiagudo, de modo que en la parte de la frente se levantaba hacia arriba, de un color marrón claro. Sus ojos eran azules y su complexión era fuerte, aunque no tanta como Kakuzu, le igualaba en altura. Se notaba que era un hombre joven, quizás algo más mayor que Harumi, pero no más de 25 años. Iba vestido con un traje ninja, pero sin afiliación alguna a ningún clan o villa. Su cara dibujaba una sonrisa divertida a los visitantes.
- Lo siento Ryuu, pero hemos llegado y eso es lo que importa.
- Por supuesto. De hecho, iba a salir a buscaros, pero me ahorraís trabajo viendo vosotros mismos. -dijo riéndose y miro a Kakuzu - ¿Así que este es tu prometido?
- Así es, mi nombre es Kakuzu.
- Lo sé, Harumi me ha hablado mucho de ti. Yo me llamo Ryuu.
- Estoy al tanto, Harumi también me ha informado de ello. Por cierto, hay cosas que quiero preguntarte.
- Si, y responderé a todas ellas. Pero antes… Harumi, ¿te importaría llevar a Kakuzu a la habitación y darle ropa limpia? -dirigiéndose a ella y luego a él – Seguro que estas deseando asearte y afeitarme, no hay más que verte. Responderé a todas tus preguntas mientras cenamos tranquilamente, tenemos muchas cosas de las que hablar -dijo poniendo los brazos detrás de su espalda.
- Muchas gracias -asintió Kakuzu.
- Sígueme -dijo Harumi perdiéndose por el pasillo. Kakuzu no tardó en seguirla.
El agua caía por su espalda, describiendo pequeños regueros que se bifurcaban y juntaban a medida que caían por su bronceada piel. Sintió como mucho del peso que había cargado desde que le encerraron había desaparecido. Observaba como la suciedad de su cuerpo desaparecía por el desagüe, poniendo fin a su encierro, se sentía como si hubiese puesto fin a una horrible pesadilla. Ahora estaba con Harumi y era libre, libre para limpiar su nombre y para hacer pagar a los consejeros por lo que habían hecho a él, y sobre todo a Harumi. Muy pronto haría justicia.
Salió de la ducha y con una toalla por la cintura, se observó atentamente al espejo. Su barba y su cabello habían crecido bastante estos meses y le hacían tener un aspecto de un rabino judío. En verdad, no le gustaba ese aspecto. Sin pensarlo echo mano a las tijeras y la cuchilla y comenzó su trabajo.
Por su parte Harumi ya había preparado la comida y la estaba sirviendo en la mesa. Ryuu estaba sentado al otro lado de la mesa, frente a ella. Paseaba su vista de un lado a otro, observando el ir y venir de Harumi. Ella por su parte, miraba frecuentemente al pasillo por si algo señalaba la llegada de Kakuzu al comedor. Ryuu se la quedó mirando fijamente, hasta que adivino sus pensamientos.
- Está tardando…
- No te preocupes pronto saldrá de ahí… -dijo sonriendo mientras la miraba. Unos pasos alertaron de la llegada del invitado. – Ya viene.
Kakuzu irrumpió de nuevo en el comedor, pero con un aspecto muy diferente al andrajoso que había entrado poco tiempo antes. Sus ropas eran sencillas y limpias, su cabello recién cortado algo húmedo y su rostro recién afeitado, le hacían lucir como un hombre completamente diferente. Harumi se dirigió hasta el dándole un abrazo.
- Ya estás de vuelta Kakuzu, y hueles bien, Jajaja -dijo ella mirándole fijamente mientras él le acariciaba la mejilla. Todo esto ante la penetrante mirada de Ryuu.
- Sin duda pareces un hombre nuevo -dijo Ryuu atrayendo la atención de los tortolitos hacía él – Pero seguro que tienes hambre -dijo señalando la comida.
- Tiene razón Kakuzu, en esa prisión deben haberte matado de hambre, incluso estas más delgado. Vamos a comer -ella lo sujeto del brazo y lo condujo hacia la mesa. Kakuzu la siguió sin protestar y comieron tranquilamente.
Harumi había preparado mucha comida porque supuso que Kakuzu tendría hambre y no se equivocó. El susodicho devoro hasta el último bocado que había en los platos bajo la sorpresa de los otros dos comensales. Cuando hubieron acabado y tras recoger la mesa. Se sentaron los tres con una taza de té cada uno. Tenían mucho que discutir.
- Muy bien, en primer lugar, me gustaría que me explicases… ¿cómo me has sacado de la prisión?
- Esta bien, lo que hicimos fue contratar a un ninja experto en sellos de otra aldea, un ninja renegado debo reconocer, para que se infiltrara en la cárcel y te quitara el sello. También le ordené que le diera un potente alucinógeno a uno de los presos para que montara un escándalo y distrajera a los guardias durante unos minutos
- Lo han matado…
- Kakuzu no debes preocuparte por ese hombre, era un violador y era culpable te lo aseguro. Había hecho verdaderas atrocidades, no era inocente como tú. -Kakuzu le miro y le hizo una señal para que continuara- Finalmente, le ordene que vertiera al agua de abastecimiento de los guardias un potente somnífero para que no te molestaran, aunque no estoy seguro de que todos bebieran. Y bueno, aquí estas.
- Ya veo, ¿Por qué habéis tardado tanto en sacarme? -dijo mirando a los dos.
- Estábamos esperando el momento oportuno -dijo Harumi.
- ¿A qué te refieres?
- Los consejeros no están en la villa en este momento.
- ¡¿Qué?! ¿Y dónde diablos están?
- El primer Hokage les mandó llamar. Están en la villa de la Hoja.
- ¿En la villa de la Hoja? ¿Por qué? -de repente se le ocurrió algo – No será…por mi misión, ¿verdad? ¿Acaso van a atacar la villa por lo que hice? (si yo no he podido hacer nada contra Hashirama dudo que los demás puedan. Él es mucho más poderoso si viene aquí los matara a todos).
- Reconozco que eso fue lo que pensamos en un primer momento, al igual que los consejeros. Pero no es así. Hace dos días vino un mensaje de los consejeros para tranquilizar a la villa, diciendo la razón por la que el Hokage los habían convocado. -Kakuzu esperaba impaciente a Ryuu terminara la explicación – Han incluido a la villa de la Cascada en el reparto de los Biju y las negociaciones.
- ¿Cómo?
- Así es, puede que ese repentino cambio de actitud de las grandes Naciones Ninja hacia nosotros haya venido de tu enfrentamiento con el Hokage.
- Ya veo, así que nos consideran un país emergente y no nos pueden seguir ignorando. Quizá mi fracaso sirva para algo bueno para la villa después de todo -dijo con una media sonrisa algo apagada.
- No lo creo… -dijo Ryuu con la cara ensombrecida.
- ¿A qué te refieres? – Kakuzu estaba intrigado y también preocupado por el tono de voz en el que hablo Ryuu.
- Kakuzu, ¿te acuerdas cuando estabas en la prisión y te dije que tenía algo importante que decirte, pero que te informaría cuando estuvieras fuera?
- Si… -se la quedó mirando. Después Harumi miro Ryuu, haciendo que Kakuzu también lo mirara.
- Durante estos meses hemos sido testigos de un escalofriante descubrimiento. Al principio eran solo sospechas, pero mis espías me lo han confirmado. Los consejeros, están compinchados con el país de la Tierra.
- No entiendo lo que quieres decir… ¡Explícate!
- Los consejeros llevan muchos años conspirando en la sombra con consejeros del País de la Tierra para extender sus territorios por el este y anexionar a sus tierras, pequeños países inestables como el país de la Cascada. De esta manera, en caso de una nueva guerra tendrían el control de una nueva zona fronteriza y mucho más que eso. Los consejeros están dispuestos a ceder lo que la Hoja les dé en las negociaciones, incluido el Biju, así como todas las técnicas prohibidas de los clanes de esta villa, para aumentar su poder y gozar de la protección y la estabilidad de un país grande.
- Eso es absurdo, la gente de esta villa no dejara que vendan sus jutsus secretos a otras naciones ni siquiera con la garantía de anexionarse a un país más grande.
- No estamos hablando de una negociación, sino de un exterminio.
- Te refieres a…
- Los consejeros pretenden simular un ataque a la aldea y acabar con todos los ninjas que hay en ella. Al fin y al cabo, ningún muerto va a reclamar las técnicas prohibidas de su clan. De esa manera, cuando ellos regresen el ataque ya se habrá llevado a cabo, no podrán echarles la culpa de nada a ellos, y a su regreso cerraran el trato con el País de la Tierra.
- Y con la aldea sumisa en la más absoluta desesperación, la gente firmara lo que sea con tal de parar esto y aquellos que lleven a cabo las negociaciones serán considerados héroes por los supervivientes… -dijo Kakuzu pensativo e hirviéndole la sangre.
- Ganaran muchísimo dinero y también poder tanto para ellos como para la villa de la Roca.
- Por supuesto, la villa de la Roca tiene pensado atacar a un país más grande, pero antes quiere aumentar su poder absorbiendo países más pequeños.
- Exacto, y es más fácil absolverlo ahora que cuando tengamos ya al Biju, y lo que consigamos de las negociaciones con la Hoja. En más fácil hacerse con una serie de países pequeños que aún están en trámites de paz, que conquistar un país grande.
- ¡Malditos hijos de puta! -Kakuzu ya no pudo contenerse más y lanzó su silla a la otra punta de la cabaña – Tenemos que hacer algo, no podemos dejar que se salgan con la suya.
- No lo haremos -dijo Harumi - ¿verdad Ryuu? -este asintió.
- Por supuesto, les detendremos. Los tres.
- Tengo que avisar a la gente de la aldea…
- ¡Kakuzu! No puedes ir tú, los consejeros han hecho creer a la gente que eres un traidor y ahora te has escapado de la cárcel. ¡No creerán en ti!
- Ella tiene razón Kakuzu, si les cuentas lo que te acabo de decir sin pruebas, pensaran que tú eres el traidor y te mataran.
- Corren peligro, Ryuu. Tienen que ser avisados -dijo Kakuzu con el ceño fruncido.
- Se les avisara. Harumi, en este momento, de los tres eres la mejor opción para avisarles.
- Si, vale -dijo ella con decisión.
- Por el momento tenemos que esconder las técnicas prohibidas, mis espías me han dicho que los consejeros pretenden sacar las técnicas secretas antes del ataque para que no sufran daños cuando los ninjas de la Roca destruyan la aldea. Lo harán pasado mañana. Tenemos que adelantarnos a ellos. Quiero que lo hagas tu Kakuzu, conoces la villa y puedes infiltrarte, ¿lo harás?
- De acuerdo, pero ¿que pasara después? -pregunto él con inquisidora impaciencia.
- Los esconderemos aquí. Hay que acabar con los consejeros. Son unos traidores y deben ser exterminados.
- Lo hare yo, pero antes tenemos que hacer que confiesen. -dijo Kakuzu.
- Puede que no sea necesario, mi espía ha conseguido pergaminos de negociaciones entre la roca y los consejeros, viene de camino y se reunirá conmigo mañana, a menos que le hayan descubierto y le hagan algo.
- En ese caso me gustaría que te asegurases de la información de tu espía antes de acabar con los consejeros. Si tu espía consigue darte las pruebas de la traición, matare a los consejeros, sino les traeré con vida para que confiesen.
- Esta bien. De momento céntrate en las técnicas prohibidas -dijo mirando a Kakuzu, para después levantarse de la silla y apoyar las palmas de las manos en la mesa - Mañana comenzaremos el plan -sin más los tres se retiraron a descansar.
Por supuesto, Harumi y Kakuzu se retiraron a la habitación en la que este último se había aseado. A Kakuzu le golpeaban las noticias que acababa de recibir una y otra vez en su cabeza y su odio y desprecio crecía hasta límites desmesurados, tanto, que no sabía cómo diablos iba a contenerse si el espía de Ryuu no llegaba con las pruebas, y tenía que llevarlos con vida. Los llevare con vida pensó, pero convertidos en un colador. Ese Ryuu tenía muchos contactos e influencia, sin duda era un poderoso aliado, pero ¿Quién era el realmente? Aparte de lo que le contaba Harumi, no sabía nada más sobre él, ¿Quién era?, ¿De dónde había salido? Y lo que más le escamaba, ¿de qué diablos conocía a Harumi?
- Harumi…
- Si, Kakuzu -dijo ella con una sonrisa cálida.
- ¿De qué conoces a Ryuu?
- Sabia que me lo acabarías preguntando. Lo conocí cuando era una niña. Verás ya sabes que, al morir mi padre, mi madre y yo nos mudamos a un pueblo fronterizo en el que no había ninjas -esta frase vino acompañada de un asentimiento de cabeza de Kakuzu – Todo estaba tranquilo pero un día, vinieron unos ninjas renegados a saquear la aldea. Pensábamos que íbamos a perderlo toda una vez más, pero de repente aparecieron ellos, el clan al que pertenece Ryuu, y los espantaron. Yo había sido herida en una pierna por uno de esos saqueadores, pero de repente un muchacho se me acercó y me curó la pierna con su ninjutsu médico. Ese muchacho era Ryuu. Él y los miembros de su clan se quedaron en la aldea durante un tiempo y yo me hice amiga de él. De hecho, solíamos ir al bosque a entrenar juntos. Estaba con él cuándo… -la cara de Harumi se ensombreció con un velo de tristeza y continuó -…mi madre murió – Harumi empezó a sollozar amargamente.
Kakuzu se maldijo a si mismo por hacer preguntas tan fuera de lugar. Solo una pizca de celos y desconfianza le empujo a preguntar eso y ahora que estaba tan decaída, pensaba que hubiera sido mejor morderse la lengua. Avanzó hasta ella y la acuno entre sus brazos, apoyando su cabeza en su frente y tratando de consolarla.
- Lo siento, no debí haber preguntado. Pero no entiendo porque nunca me has hablado de él…
- Él se fue al poco tiempo de morir mi madre, era parte de un clan ninja y debían volver a casa. Sin embargo, me dijo, que si algún día necesita hablar con alguien no dudara en ponerme en contacto con él. Y así lo hice el día que descubrí las verdaderas intenciones de Kenichi. Necesitaba la ayuda de alguien y aparte de ti, él es el único en quien confió. Debes confiar en él tanto como en mí, Kakuzu, gracias a su ayuda he conseguido sacarte de la cárcel y averiguar los planes de los consejeros -dijo ella mirándole fijamente con esos hermosos ojos, capaces de embrujar a cualquier hombre.
De repente, Kakuzu recordó todo el tiempo que había estado sin ella, y fue entonces cuando volvió a encenderse la llama del deseo en él. Volvió a recordar todas aquellas noches que pasaron juntos y todas esas noches que estuvieron separados. Sin más, estampo sus labios contra los suyos en un apasionado beso. Su lengua exploraba cada oculta parte de su boca con lujuria y pasión contenidas. Necesitaba tenerla cuanto antes, pero si era demasiado brusco acabaría muy pronto. Así que se contuvo y empezó a acariciar y besar su cuello.
- Voy a recuperar todas esas noches que me han alejado de ti mi amor, mi Harumi.
- Y yo me entregare para ti para siempre.
No hacían falta más palabrería, se dedicaron plenamente al amor en esa escalofriante calma que presidia una gran tempestad.
