SK. Capítulo 27 Lo que de verdad importa

Amaneció en la cabaña oculta, los dos enamorados se habían despertado ya. No había tiempo que perder, había muchas cosas que hacer y poco tiempo para ello. Decidieron conjuntamente como obrarían. Tras planificar como llevarían a cabo sus planes, Ryuu se fue inmediatamente a ver a su espía. Según dijo habían quedado en una parte del bosque para intercambiar información y no volvería, probablemente hasta que no se hiciera de noche. Entonces Kakuzu debía partir a coger las técnicas prohibidas y ponerlas a salvo. Kakuzu quiso ir a su casa a recoger algunas cosas, pero Harumi no estaba dispuesta a dejar que se marchara. Se había escapado de la cárcel, el primer lugar donde lo buscarían sería allí. Kakuzu comprendió la lógica de las palabras de Harumi y se quedó en la cabaña con ella.

- Esta noche iras a por las técnicas…aunque no estén los consejeros debes tener cuidado. Te buscan.

- Lo sé, no debes preocuparte.

- Kakuzu, estaba pensando sobre las técnicas prohibidas…

- Si…

- Bueno, entre ellas está el Jiongu. Es la técnica más poderosa, de las técnicas prohibidas de la aldea. Estaba pensando que si nos atacan los de la Roca quizá necesitemos esa técnica…

- ¿Qué quieres decir con eso, Harumi?

- Quizás sería conveniente que alguno de nosotros la aprendiera, Ryuu no es de esta aldea así que no puede, yo no tengo la fuerza suficiente pero tu Kakuzu, siempre has sido muy poderoso. Yo…estoy convencida de que la aprenderías.

- Harumi no pienso usar ninguna técnica prohibida… -dijo dándole la espalda.

- ¿Por qué no?

- Porque no me pertenecen, son un tesoro de la aldea, no puedo disponer de él como me plazca solo para aumentar mi poder -dijo mirándola fijamente con el ceño fruncido.

- Sí… pero…

- He dicho que no, Harumi. ¿Por qué tienes tanto interés en que yo aprenda esa técnica?

- Esa técnica puede incluir en tu red de chakra los corazones de otros junto a sus naturalezas, te volverá mucho más poderoso. Si los de la Roca nos atacan, que lo harán tarde o temprano, tendrás muchísimas posibilidades de vencerlos y si te hacen daño no morirás a menos que te maten varias veces. Solo…solo quiero que sobrevivas. -dijo agachando la cabeza.

- Harumi, soy lo bastante fuerte, no necesito esa técnica -mientras se acercó a ella y le sujeto de los brazos con sus fuertes manos.

- Sé que eres fuerte, pero no quiero correr riesgos, y si te topas con un ninja de la roca que sea tan fuerte como Hashirama, ¿eh?

- Luchare hasta el final Harumi, os defenderé a ti y a la villa. Aunque me cueste la vida.

- No podre convencerte ¿verdad? -al ver la expresión de su rostro, la pregunta se respondió sola – entonces prométeme una cosa, si la villa o yo estamos en peligro y no tienes más remedio, úsala.

- Esta bien, te lo prometo -dijo abrazándola. Después partió a la aldea de la Cascada, debía avisar del peligro a la gente. Convenció a Kakuzu de quedarse en la cabaña no era conveniente que saliera.

Pasaron las horas y Kakuzu seguía esperando a que llegara Ryuu. El sol hacia muy poco que se había ocultado, pero Kakuzu ya estaba impaciente por salir a poner a salvo las técnicas y saber qué es lo que le habría dicho el espía a Ryuu. Como si le hubiera oído sus pensamientos, el susodicho entro en la cabaña.

- ¿Y bien? -dijo Kakuzu viendo cómo se quitaba la capucha de la capa que llevaba puesta.

- Mi hombre ha conseguido el pergamino -dijo lanzándoselo, siguió hablando mientras Kakuzu lo habría – En él está claramente escrito que las propiedades de la villa de la Cascada, pasaran a la Roca en cuanto se produzca la invasión.

- Tienen la firma de esos bastardos y su sello… -dijo lanzando el pergamino contra el suelo, rojo de ira – Los mataré, ¡juro que los matare!

- Ya habrá tiempo para eso Kakuzu, sigamos con el plan.

Kakuzu asintió y rápidamente salió rumbo al edificio principal de la aldea. En su sótano se guardaban las técnicas prohibidas. Estas estaban custodiadas por unos cuantos guardias, pero ninguno digno de mención, comparado con el poder y la experiencia de Kakuzu. Después de enfrentarse a ellos y dejarles inconscientes, se dirigió rápidamente hacia la sala en la que guardaban las técnicas prohibidas. En ella había una serie de trampas que deshizo con pasmosa facilidad. Para su sorpresa habían incluido alguna que otra trampa adicional a las que él ya conocía, que consistían en una serie de mecanismos que lanzaban lanzas punzantes envenenadas y alguna que otra cuchilla de gran tamaño. Sin embargo, la capacidad de acorazar su cuerpo produjo que las cuchillas se doblaran y que las agujas rebotaran, por lo que no tuvieron ningún efecto. ¿Acaso pensaban que alguien quería coger los jutsus prohibidos y pusieron esas trampas para persuadir a los posibles ladrones? Kakuzu lo pensó un momento. No, seguramente era para asegurarse de que nadie los cogiera hasta que la Roca no atacara la villa y poder repartirse los beneficios con el trato.

Kakuzu avanzó hasta el lugar donde descansaban los pergaminos con las técnicas prohibidas. Uno a uno los fue metiendo en la bolsa que llevaba, hasta que solo quedo uno, el Jiongu. Esa era sin duda la técnica más poderosa de la que disponían los ninjas de la cascada. Muchos hubiesen hecho cualquier cosa para poseer esta técnica, pues permitía incrementar la esperanza de vida muchos años más y además la posibilidad de asimilar varias naturalezas del chakra dependiendo de los corazones que les arrancaras a sus dueños en la batalla. Sin embargo, no todo el mundo podía aprender esa técnica, hacía falta ser un ninja poderoso y hábil para aprenderla. Hubo muchos que lo intentaron, pero pocos lo consiguieron. Además, aquellos que la aprendían acababan volviéndose arrogantes, por el incremento tan rápido de poder y terminaban adquiriendo un exceso de confianza que les solía llevar a la muerte, o bien, les hacía volverse indomables, trayendo graves problemas a los suyos.

En ese momento, recordó la conversación que tuvo con Harumi sobre la técnica, esa misma mañana. Ella quería que él la aprendiera para enfrentarse a los ninjas de la Roca, pero el definitivamente no quería. Nunca le gustó aprovecharse de las técnicas que no le pertenecían y el camino fácil para conseguir sus objetivos nunca le sedujo. Una persona experimenta una gratificante satisfacción cuando consigue algo con sus propios méritos y mediante el esfuerzo y la constancia, pero esos sentimientos no se experimentaban cuando las cosas eran sencillas de conseguir. Esa fue una de las pocas enseñanzas que su padre le dio tiempo a inculcarle, antes de marcharse a la guerra para no regresar jamás. Él tenía 13 años cuando murió. Su madre en cambio, había muerto a los pocos años de nacer él, por lo que dejo en los brazos de su padre a la tierna edad de 4 años. Todo ese tiempo, hasta que murió su padre, fue criado e instruido por él, en los pocos meses en que las guerras se aplazaban y los ninjas podían volver a ejercer de padres y madres. Era un hombre admirable, fue una lástima que no pasara mucho tiempo con él. Las cosas ya habían sucedido así y eran, por tanto, irreversibles. Ahora solo tenía a Harumi.

Finalmente, cogió el pergamino del Jiongu y se lo quedó mirando durante unos segundos. Definitivamente no lo usaría. No permitiría que le reprocharan que había aprendido el Jiongu sin permiso una vez que hubiese limpiado su nombre y regresara a ser el ninja adorado y respetado de su aldea. Se vengaría de esos miserables consejeros y pararía los pies a la Roca con sus propias fuerzas. Era una promesa que se hacía así mismo y como prueba de su determinación apretó el pergamino como si quisiera partirlo en dos. Acabó metiendo el pergamino a la bolsa y se marchó. Debía salir de ahí cuanto antes, los ninjas no tardarían en darse cuenta de lo sucedido.

Al salir, vio que los guardias a los que había noqueado seguían tumbados en el mismo sitio. Estaba dispuesto a irse, pero se le ocurrió echar un vistazo a su alrededor. La aldea estaba defendida por los límites de la misma. Se observaba que habían empezado a poner barricadas y a reforzar los muros en vista del aviso de Harumi. Parece que, a pesar de todo, la habían creído y aún confiaban en ella a pesar de la desconfianza que tenían para con él. El hecho de que ahora estuviera robando las técnicas prohibidas tampoco decía mucho a su favor, pero cuando detuvieran a la Roca y desenmascararan a los consejeros todo volvería a ser como antes. Volvería a ser un ninja querido en su villa y podría por fin convertirse en el marido de Harumi. Se imaginó por un momento como sería. Tener una pequeña casa en un bello paraje del bosque, venir de un día duro de trabajo y ver a su bella esposa esperándole en el porche y sonriéndole, preguntándole como le había ido el día mientras le besaba. Después, ver una pequeña niña de sedoso pelo color caoba y orbes verdes, tan hermosos como los de su madre. Ver como la pequeña, con sus regordetas mejillas coloradas por el esfuerzo, venía corriendo hacia él con los brazos abiertos mientras le gritaba; ¡Ya estás aquí papa! Por supuesto quería tener hijos con Harumi, aunque ella estaba un poco reacia a tenerlos, pues como mujer que adora su belleza temía que el embarazo la estropeara más de la cuenta. ¡Qué tontas son las mujeres al pensar eso! ¿Acaso hay algo más hermoso que una mujer embarazada? No, para un hombre que ama a una mujer, no hay nada más hermoso que ver una vida gestando en ella. Ese es el regalo más grande que puede dársele a un hombre. Sin duda el sería feliz solo con eso. Podía haber imaginado mil cosas más, pero el murmullo de unos shinobis le llegó a donde estaba y Kakuzu supo que debía irse inmediatamente. Sin más desapareció, rumbo a la cabaña de Ryuu.

GUARIDA SECRETA DEL BOSQUE…

Kakuzu atravesó los mismos senderos del bosque que hizo en compañía de Harumi cuando escapó de la prisión y le faltaba muy poco para llegar. Ya había sobrepasado las cascadas brumosas y estaba divisando la cabaña, pero había algo extraño en ella. Las luces estaban completamente apagadas, lo cual resultaba extraño. Se suponía que Harumi y Ryuu debían estar ahí dentro, pues quedaron en que le estarían esperando para decidir qué hacer con los pergaminos hasta que se resolviera el asunto de los consejeros.

El ninja se acercó a la puerta de entrada y entró con cautela preparándose para una posible trampa. No hubo respuesta ni ataque alguno. Todo estaba en el más absoluto silencio. Encendió la luz y miro a su alrededor. Nada. En toda la sala no había nada que indicara que había pasado en ella, salvo una tetera con un vaso encima de la mesa con algo de té en su interior. Se acercó a la mesa y toco la tetera. Estaba fría. Quien hubiera preparado el té, habría salido corriendo sin bebérselo por alguna razón y eso era lo que más le preocupaba a Kakuzu. Antes de irse a por los pergaminos, Ryuu estaba en la casa, por lo que lo más probable es que hubiera sido él, quien preparo el té, lo que estaba claro es que había salido, pero, ¿A dónde?

Harumi le dejo claro, que Ryuu, no quería que la cabaña se quedara desprotegida y sola, por lo que uno de los tres debía permanecer ahí para vigilar. Por tanto, debió pasar algo para que Ryuu no estuviera y hubiera salido sin esperar que regresara Harumi. ¿Dónde diablos estaba Harumi? Esa duda le perforaba la cabeza y le hacía sentir una fuerte opresión en el pecho. ¿Y si la había pasado algo y Ryuu había salido en su busca? Eso explicaría la soledad en la que se encontraba la casa. Si ese era el caso, Harumi estaba en peligro. Inmediatamente se dispuso a salir de la cabaña para buscar el posible rastro de Ryuu y seguirlo, pero entonces, se detuvo en seco al escuchar un ruido.

El ruido había sido sutil, pero lo suficientemente claro, para descartarlo como una posible alucinación. Afinó el oído y se quedó en silencio, mientras avanzaba por el largo pasillo de la cabaña. Lo volvió a escuchar. Venía del final del pasillo y Kakuzu distinguió que sonaba como una especie de crujido. Avanzó hasta el final del pasillo y descubrió que este se torcía a la derecha. Cuando asomó la cabeza vio un tenue destello de luz anaranjada que se intuía por debajo de la puerta que estaba al final de ese nuevo pasillo. Había alguien ahí. Sin más Kakuzu avanzó raudo y sigiloso por el mismo hasta encontrarse a pocos centímetros de la puerta. Apoyo suavemente la mano izquierda sobre el pomo y cogió un kunai de su bolsa con la derecha. Después abrió la puerta.

Observo a su alrededor y pudo distinguir una cama sobre la cual había un hombre tumbado. Kakuzu observó detenidamente a ese hombre y vio que estaba herido. Tenía una herida en el costado que a pesar de estar vendada pringaba de sangre gran parte de la venda. Las sabanas de la cama también estaban manchadas de sangre. El hombre se agitaba levemente a causa del dolor. Su cuerpo estaba cubierto de heridas y sangre, su rostro estaba perlado en sudor y mostraba un ceño fruncido, probablemente a causa del dolor que estaba soportando. Su respiración estaba comenzando a ser más fuerte y agitada. Abrió levemente los ojos y observo a Kakuzu y haciendo acopio de las escasas fuerzas que le quedaban, hablo:

- Ayu…ayúdeme… por…por favor… - dijo el desconocido extendiendo el brazo a duras penas hacía Kakuzu, dejando su ensangrentada mano suspendida en el aire.

Kakuzu se lo quedo mirando durante unos segundos. No sabía quién era ese hombre, pero lo que sí sabía era que no era un enemigo. Además, la herida que tenía en el costado había sido vendada y en su estado, ese hombre no podía habérsela vendado solo. Alguien debía haberle ayudado. Alguien tenía que haberle llevado a la habitación. Seguramente, ese hombre sabía lo que estaba pasando. Quizás supiera algo de Harumi. Tenía que averiguar quién era y que estaba pasando. Guardo inmediatamente el kunai en su bolsillo y se acercó a la cabecera de la cama donde se arrodillo para acercarse más al ninja.

- ¿Quién eres? ¿Eres un amigo de Ryuu? -dijo Kakuzu muy cerca de la cara del hombre. Este asintió ligeramente.

- Soy…su…es…espía… -dijo con dificultad.

- ¿Cuál es tu nombre?

- Nagashi… -

- Escucha Nagashi, necesito saber que ha pasado. ¿Dónde están Harumi y Ryuu? -apoyo una de sus manos en la almohada justo encima de la cabeza de Nagashi, acercando su oído a la boca del chico.

- El señor…Ryuu…ah…fue a buscar a… la señorita Harumi…Ella estaba conmigo…agh…cuando ellos…ellos…nos atacaron… -el escaso hilo de voz que salía de su garganta era casi inaudible.

- ¿Atacaron? ¿Quiénes os atacaron? -estaba nervioso, impaciente y preocupado, pero intento sonar lo más sereno posible para que el muchacho no se alterara y siguiera su relato.

- Ninjas…ninjas de la Roca… -su respiración cada vez era más difícil y angustiosa.

- ¡¿Qué?! ¡¿Qué paso exactamente?! ¡Dímelo! -el autocontrol de Kakuzu se fue al traste. No soportaba la idea de que le ocurriera algo a Harumi. – (¿Acaso, la han…?)

- Se… la llevaron… - dijo faltándole el aire.

- ¿A dónde? – el ninja no respondía, solo salían de su garganta gemidos de dolor lo que impaciento más a Kakuzu - ¿Dónde se la llevaron? Dilo, por favor... -dijo cogiéndole fuertemente de los hombros.

- Aaa…agh… -Nagashi abrió fuertemente los ojos haciendo más pequeñas sus pupilas. Después se quedó inmóvil. Sus ojos parecían vacíos completamente.

- No…no… maldita sea… ¡Háblame! ¡Dime lo que sabes! -dijo zarandeando al muchacho. Sin embargo, el movimiento no provocó cambio alguno en sus ojos. Kakuzu le soltó los hombros lentamente y puso su mano derecha en el cuello del muchacho para tomarle el pulso- Esta muerto… - dijo Kakuzu apartando la mano de su cuello y observándole.

Nagashi tenía los ojos abiertos, unos ojos inexpresivos que apuntaban hacia el techo y no se fijaban en ningún sitio. Kakuzu dirigió su mano izquierda hacía él y le cerró los ojos con parsimonia. Observó la herida del muchacho, esta se ubicaba justo encima del hígado. Kakuzu dedujo que durante el enfrentamiento contra los de la Roca le hirieron de gravedad y de alguna forma había conseguido llegar aquí. Ryuu le habría vendado y salió tras Harumi. Un velo de cumpla cubrió el rostro de Kakuzu momentáneamente. Nagashi había muerto desangrado ante sus ojos. La herida se le había abierto. Él pudo ayudarle a cerrar la herida, pero estaba tan inmerso en lo que le podía estar pasando a Harumi, que ignoró la agonía del hombre que tenía delante y siguió interrogándole. Si le hubiera ayudado ahora podría seguir con vida y él sabría donde tenían a Harumi, pero no lo hizo. Nagashi le pidió ayuda y el no hizo nada. Observo la cara del muchacho, a juzgar por su aspecto no debía tener más de 20 años, era un crío.

Sin embargo, ya estaba muerto y nada podía hacer ya por él. Se irguió, cogió la sabana y tapo con ella el cadáver del chico. Se dio media vuelta y siguió por los pasillos por los que había andado hasta llegar a ese cuarto. Puede que no supiera donde estaba Harumi, pero no estaba dispuesto a abandonar. La encontraría, aunque tuviese que levantar hasta la última piedra. Se dirigió hacia la puerta y como si se tratara de un capricho divino, la puerta que daba a la calle se abrió de repente. Kakuzu se quedó paralizado mirando a la persona que acababa de entrar. Era un hombre alto, se encontraba ligeramente encorvado, con la mano derecha agarrándose el estómago y la izquierda sujetando el pomo de la puerta. Kakuzu le observó con cautela y desconfianza brevemente. La oscuridad le impedía verle la cara. Sin embargo, ambos hombres se quedaron quietos mirándose en la oscuridad, hasta que Kakuzu dio un paso al frente.

- ¿Quién eres?

- ¿Eres tu Kakuzu? -dijo el hombre cuya voz Kakuzu reconoció.

- ¡Ryuu! -dijo este acercándose a Ryuu y sujetándole antes de que se desplomara al suelo.

- ¿Qué ha pasado?

- Los de la Roca tienen a Harumi -trago saliva y continuó – mi espía estaba con ella cuando la atacaron. Le hirieron de gravedad y la capturaron. Dieron a mi espía por muerto y lo dejaron ahí, pero no lo estaba. Se arrastró a duras penas hasta la cabaña y me avisó. Le vende las heridas y salí corriendo al lugar donde tenían a Harumi – dio unas cuantas bocanadas de aire y continuó – Cuando llegue allí, la tenían encadenada en un poste. Querían que le dijeran, donde estaba la cabaña. Me enfrenté a ellos, pero no pude hacer nada. Acabe escapando a duras penas. Harumi no paraba de gritarme que fuera a buscarte, que los de la Roca sabían perfectamente nuestros jutsus, que los consejeros les habían informado de quienes éramos. No pude hacer nada contra ellos.

- ¿Dónde está? -dijo Kakuzu con la cara ensombrecida y los ojos centelleando de ira.

- Al norte, a unos 30 km de aquí más o menos.

- Bien, quédate aquí – dijo levantándose y quitándose el saco que llevaba colgado al hombro y que contenía las técnicas prohibidas – Rescatare a Harumi -dijo avanzando hacía la puerta, pero Ryuu le agarró del tobillo antes de que escapara de su alcance.

- Ellos conocen todas tus técnicas y debilidades Kakuzu. Los consejeros se las han dicho, no podrás hacer nada contra ellos…

- ¿¡Y que quieres que haga?! ¿¡Abandonar a Harumi?! -dijo el rugiendo de furia.

- No… debes darles una sorpresa, algo que no se esperen…

- ¿Qué quieres decir? -dijo Kakuzu mientras Ryuu se arrastraba hacía el saco y sacaba un pergamino.

- Aprende el Jiongu… -dijo estirando la mano con el pergamino y ofreciéndoselo a Kakuzu.

- No voy a usarlo Ryuu -dijo frunciendo el ceño.

- No podrás hacer nada contra ellos. Saben tus debilidades, de la misma forma que saben las de todos. ¡Por eso me han dejado así!, ¡por eso dejaron medio muerto a mi espía!, ¡por eso tienen a Harumi! – dijo gritando y mirando a Kakuzu firmemente algo más tranquilo, continuó– Sé que eres un ninja correcto, un hombre de honor y no porque me lo haya dicho Harumi, sino porque lo veo en tus ojos. Sé que jamás te aprovecharías de una técnica que no te pertenece, pero también sé que amas a Harumi. Y qué harías cualquier cosa por protegerla. No te arriesgues Kakuzu, cuando tienes la solución aquí -dijo agitando el pergamino que aún tenía en la mano – es la única forma que tienes de salvarla, y en el fondo lo sabes… -dijo mirándole fijamente.

Kakuzu miro a Ryuu durante un rato y después miro el pergamino. Recordó la conversación de esa misma mañana con Harumi. Él le prometió que la usaría si ella corría peligro y lo cierto es que lo corría. Estaba en manos de los ninjas de la Roca, que estaban dispuestos a torturarla y a matarla para que les dijera donde se escondían. Además, las otras dos personas que intentaron ayudar a Harumi habían acabado mal por culpa de esos ninjas. Uno estaba muerto y el otro estaba herido, tumbado en el suelo, mirándolo, esperado su respuesta. Todas las pruebas hablaban a favor de Ryuu, él tenía razón.

- La aprenderé -dijo tocando el pergamino -pero solo por ella… -Ryuu asintió y soltó el pergamino dejándolo en manos de Kakuzu.

- Buena suerte -no se dijeron nada más. Kakuzu abrió la puerta y desapareció. Ryuu permaneció en el suelo, sentado con las piernas abiertas, mirando donde hace escasos segundos había estado Kakuzu y una malévola sonrisa se manifestó en su rostro.

EN EL CAMPAMENTO DE LOS NINJAS DE LA ROCA…

Un pequeño cuartel improvisado en medio del bosque servía de base a los ninjas de la Roca. Una terraza lo suficientemente elevada para contemplar cualquier peligro que se aproximara por el frente y un escarpado muro de roca servía de escudo y defensa para cualquier ataque que viniera desde la retaguardia. En el centro del campamento, rodeado por tiendas de campaña se exhibía un pequeño claro de tierra en el que se levantaba un poste de madera. En él, una figura femenina se erguía con los tobillos atados y las manos atadas muy por encima de su cabeza. Tenía los ojos vendados y se balanceaba de un lado a otro en un intento desesperado por librarse de sus ataduras. Sentía el helado céfiro de la noche, que hacían enrojecer sus mejillas y expirar un vaho que se esparcía por el aire, desvaneciéndose con cada nueva bocanada. Escucho con atención y oyó unos pasos que se aproximaban a ella cada vez más. Al notar al extraño cerca de ella, levantó la cabeza cubierta de un halo de orgullo y esperó que la figura se presentara.

- Bueno, parece que mis hombres no han conseguido encontrar al tipo que intentó liberarte, parece habérselo tragado la tierra. Quizás esté muerto por algún rincón…

- …o quizás se haya escapado de unos idiotas como vosotros… -dijo ella esbozando una pequeña sonrisa. Inmediatamente el hombre sonrió de medio lado y mirando a un lado con una mueca de fastidio, volvió a mirar a la prisionera, a la golpeó sin miramientos.

- Cállate zorra. Independientemente de lo que haya pasado con tu compañero, no cambiara nada de lo que te hagamos a ti -se acercó más a ella hasta que su aliento toco la oreja de esta - ¿Dónde está vuestro escondite?

No recibió respuesta. Harumi estaba tan tiesa y estática como el poste al que esas ásperas cuerdas la aprisionaban. Sentía el repugnante aliento del hombre, y ponía oler el desagradable hedor que desprendía, producto del sudor mezclado con el polvo y la humedad. El hombre no espero una respuesta y decidió formula otra pregunta.

- ¿Dónde está el otro, ese que se llama Kakuzu? ¿Qué estáis planeando hacer?

- No te diré nada…

- ¡Lo harás! Tarde o temprano, ya lo verás. En la villa de la Roca tenemos muchos métodos para hacer hablar a la gente, incluido a las mujeres -le dijo al oído casi como un susurro.

- No me importa, si queréis matarme o torturarme adelante, no os tengo miedo.

- ¿A no? -dijo al mismo tiempo que le quitaba la venda y la miraba -Pues deberías.

- Aunque uséis el dolor para amedrentarme no os servirá de nada.

- ¿Dolor? No…claro que no -dijo comenzando a dar pequeños rodeos alrededor de ella – Para las mujeres preferimos otro tipo de bienvenida… -dijo parándose justo a su izquierda, junto a su oído y acariciándola el cuello - …sería un desperdicio descuartizar y mutilar este bello cuerpo antes de disfrutarlo, ¿verdad chicos?

Al momento aparecieron los demás ninjas, en total eran ocho, ocho hombres cuyas lascivas y lujuriosas miradas no hacían más que revolverle el estómago a Harumi. Todos ellos se acercaron lentamente donde estaba ella, mientras paseaban sus libidinosas miradas por las curvas de su cuerpo. Algunos incluso se atrevían a alargar la mano y acariciarla, a lo ella respondía con aspavientos y forcejeando contra sus propias ataduras. El líder de los ninjas le cogió unos mechones de su pelo y se los llevo a la nariz. Tras aspirar el delicado aroma a lavanda que este desprendía, hablo.

- No te preocupes, te acabará gustando…

- ¡No! ¡dejadme en paz!¡Soltadme de aquí! ¡Ahhhh! – grito ella al notar que uno de ellos le estaba tocando los pechos y otro las piernas. Iba a ser violada por esos mal nacidos y no tenía a nadie que le ayudara –(¿Qué diablos voy a hacer ahora?) -ella cerró los ojos, esperando que al abrirlos estuviera en casa y que todo fuera una pesadilla, hasta que escuchó algo que la devolvió a la realidad.

- Deberíais dejar a esa mujer en paz… -de repente todos los ninjas se volvieron para contemplar al desconocido incluida Harumi, que había reconocido perfectamente su voz -Es obvio que no le gusta que la toquéis.

- ¿¡Quien coño eres tú!? -dijo el líder dando un paso al frente.

- ¿Quién soy? Por lo que he escuchado hace un momento, estabas deseando conocerme ¿no?

- Tu eres… -dijo con voz entrecortada

- Yo soy Kakuzu -dijo el acercándose a la luz de las antorchas aún más, en ese momento llevaba una capa negra que escondía completamente su rostro, así como su cuerpo.

- ¿Cómo has conseguido infiltrarte en el campamento? ¿Dónde están los centinelas? -dijo mirando al desconocido.

- Los he matado -dijo produciendo un atisbo de sorpresa y miedo a los ninjas de la Roca -pero no os preocupéis, pronto estaréis con ellos.

- ¡Matad a ese cabrón! -todos se abalanzaron contra Kakuzu, a excepción del líder que se mantuvo en la retaguardia.

Kakuzu luchó contra ellos mediante su taijutsu y aparentemente llevaba en eso la delantera. Sin embargo, cuando esos ninjas comenzaron a usar sus jutsus de tipo tierra, él estaba en una clara inferioridad. Su naturaleza elemental del chakra era el agua y su debilidad era la tierra. Es cierto, que como ninja de élite aprendió la naturaleza de viento y aunque esa naturaleza no le permitió derrotar a todos los ninjas, si le permitió segar las vidas de dos de ellos. Solo quedaban seis ninjas y el líder. Ryuu había acertado en lo que le había dicho, ellos conocían sus técnicas y su forma de luchar, no obstante, Kakuzu era un ninja claramente superior a ellos. En poco tiempo se hizo con el dominio del combate y consiguió abatir a otro gracias a un descuido. El líder de los ninjas de la roca observaba esto y no estaba dispuesto a perder el combate, por lo que ejecutó unos sellos y plasmó su mano en el suelo.

- ¡Jutsu de tierra! ¡Succión terrestre petrificadora! -de repente la tierra comenzó a enterrar a Kakuzu hasta la cintura y después esa tierra, que al principio parecía barro se solidificó dejando atrapado a Kakuzu. -JAJAJA, pareces estar en problemas ¿eh? – vio como Kakuzu forcejeaba por salir sin éxito, pero la voz de su atacante le hizo volver su atención -Ahora esta inmóvil, ¡Acabad con él! -de un momento a otro todos los ninjas que quedaban con vida se abalanzaron contra él.

- ¡Kakuzu! -grito Harumi viendo la pelea desesperada.

Una macabra sonrisa se dibujó en el rostro aún oculto de Kakuzu, cruzó sus manos descubriendo los brazos hasta los codos. Se dejaban ver unas suturas que, en unas décimas de segundo, comenzaron a deshilarse de su cuerpo, dirigiéndose en todas direcciones, apresando y enredando en ellas a todos los ninjas.

- ¿¡Que!?

- No pensarías que vendría aquí sin ningún plan, ¿verdad? -dijo Kakuzu levantando su cabeza, dejando caer la capucha de la capa y descubriendo su aspecto.

Harumi no daba crédito a lo que estaba viendo, el rostro de Kakuzu estaba cosido por las comisuras de su boca, así como lo estaban sus brazos y sus ojos mostraban ahora un color verde claro con una esclerótica de color burdeos. Kakuzu lo había hecho, había utilizado el Jiongu.

- Se acabó para vosotros, ninjas de la roca.

Dicho esto, comenzó a lanzar a unos cuantos ninjas hacía las afiladas lanzas de madera que habían colocado a modo defensivo, atravesándoles completamente. A otro le golpeó con tanta rudeza que le rompió el cuello y a los otros dos restantes los asfixiaba con sus hilos mientras se liberaba del jutsu de tierra y caminaba lentamente hacía el líder de los ninjas que era el único que aún quedaba en pie. Se dirigía lentamente hacía el líder, con un aspecto intimidante y peligroso, con los ojos encendidos de la rabia y como fondo los ninjas que tenía apresados con sus hilos, agonizando y pataleando, aspirando su último aliento. En un momento ambos ninjas dejaron de moverse y Kakuzu hizo que sus hilos volvieran a su lugar. El líder miraba el siniestro espectáculo, y estaba horrorizado con la facilidad con que ese hombre había acabado con sus ninjas.

- Ahora te toca a ti… -dijo Kakuzu en tono amenazante lo que hizo que el líder retrocediera un paso y quisiera huir, pero sin darse cuenta chocó con un clon de Kakuzu que estaba justo detrás suyo y que le sujeto e inmovilizó, mientras el auténtico Kakuzu se acercaba -Se acabó -Kakuzu acorazó su mano izquierda y sin miramientos le atravesó el corazón al ninja.

El ninja de la Roca, abrió los ojos de manera desorbitada por el intenso dolor que estaba padeciendo y profiriendo un angustioso gemido, calló muerto al suelo. Harumi contemplo como ese odioso hombre caía al suelo y después miró a Kakuzu en silencio. Kakuzu miro a Harumi, a lo que ella dio un pequeño respingo, estaba bastante intimidada por el aspecto que este presentaba. Su ropa y su rostro suturado tenían restos de sangre del ninja al que había matado y sus ojos se veían radiantes de sed de sangre. Como si adivinara los pensamientos que inundaban la mente de Harumi en ese momento, relajó la expresión dura de su rostro y con un kunai corto las cuerdas que la apresaban. Sin esperar ninguna palabra de ella, la abrazó fuertemente y acarició su cabeza.

- Me alegro de que estés bien. Por un momento pensé, que iba a perderte.

- Tu no me perderás…Kakuzu -los dos quedaron abrazados en medio de ese mar de cadáveres y sangre que Kakuzu había formado. En el fondo ambos sabían que esto era solo el principio.

EN LA CABAÑA SECRETA…

Ya había amanecido, hacía escasas horas que Kakuzu y Harumi habían llegado a la cabaña. A su regreso Ryuu estaba acabándose de curar las heridas con su ninjutsu y las más pequeñas las tenía vendadas. Harumi estaba agotada por lo que se fue a descansar inmediatamente. Kakuzu y Ryuu siguieron su ejemplo. A diferencia de Harumi, Kakuzu descanso unas escasas horas y salió de la habitación sigilosamente para no despertarla. Se dirigió al comedor y vio a Ryuu preparando un té.

- Tu tampoco puedes dormir ¿verdad? -dijo Kakuzu acercándose a él.

- No…la verdad es que no -dijo mientras quitaba la tetera de la lumbre al pitar y se dirigía a la mesa lentamente con un pequeño tablón de madera, sobre el cual puso la tetera humeante en la mesa - ¿Quieres té?

- Si, gracias -dijo mientras Ryuu le servía. Le ofreció la taza y se sentó justo enfrente de él.

- Kakuzu…quiero agradecerte lo que has hecho por Harumi -mientras se servía una taza de té – Yo no pude salvarla -suspiro y continuó – No pude hacer nada para ayudarla…

- Te equivocas, me avisaste. Me dijiste donde estaban. Si hubieras muerto, no podrías haberme avisado y cuando encontrara a Harumi…- se quedó fijamente mirando a Ryuu - …quien sabe que le habrían hecho -dijo mirando con una mirada rígida y fría al té humeante del vaso como si estuviera viendo en él la misma escena de anoche. Harumi en ese poste a punto de ser violada. No pudo evitar apretar un poco el vaso, pero luego volvió a mirar a Ryuu – Pero llegué a tiempo, gracias a ti y a Nagashi -Ryuu solamente sonrió y ladeo un poco la cabeza. Kakuzu continuo -Ryuu, ese chico esta…

- Esta muerto, lo sé. Ese chico estaba muy mal herido, intente vendarle antes de irme, incluso le aplique algo de ninjutsu, pero no fue suficiente. Pensé que sobreviviría y fui en busca de Harumi – dijo sollozando con una sonrisa apagada, y tomando un trago de té.

- Lo siento, yo pude hacer algo por él y no lo hice, es culpa mía.

- No Kakuzu, fueron los ninjas de la Roca los que le hicieron eso, no tú.

- Por eso debemos detenerlos.

- Si – se hizo el silencio durante unos minutos hasta que Ryuu continuó – ¿me ayudarías a enterrarle?

- Claro.

- Vamos.

Ambos hombres se levantaron de sus respectivas sillas y recorrieron el largo pasillo, hacía la habitación en la que yacía Nagashi. Al abrir la puerta, se sentía un frío sobrecogedor en toda la habitación y el cuerpo en descomposición desprendía un vomitivo hedor. Las primeras luces de la mañana hacían ver la pálida piel del muchacho con una resplandeciente tela plateada. La nívea piel del muchacho y su serena expresión, le hacían parecerse a una estatua del más puro mármol blanco y la brisa de la mañana mecía sus cortos cabellos. Parecía que había muerto plácidamente durmiendo y así lo hubieran creído Ryuu y Kakuzu si no fuera por las extendidas huellas de sangre seca, que salpicaban las sábanas y las ropas del chico. Kakuzu se acercó a él por un lateral de la cama y Ryuu por el otro. Ambos quedaron mirando fijamente al muchacho, hasta que Kakuzu rompió el silencio.

- ¿Cuántos años tenía?

- Dentro de unas semanas, cumplía los 19 años.

- Era joven…

- Demasiado joven. También era un muchacho valiente, te lo aseguro.

- Me lo creo. Me contó que intentó ayudar a Harumi, que estaba con ella, cuando...

- Si así es, Harumi quería avisar a las aldeas vecinas del ataque de la Roca para que los campesinos se escondieran. Yo le dije que no fuera sola y envié a Nagashi con ella. Se toparon con los ninjas de la Roca. Yo le envié a su muerte.

- No debes culparte por esto, Ryuu. Tú mismo lo has dicho antes, la culpa es de los ninjas de la Roca.

- Por eso debemos detenerlos. Tenemos que hacer lo que sea necesario para detenerlos y evitar más muertes como esta ¿estás de acuerdo?

- Por supuesto.

- Envolvámoslo con estas sabanas y enterrémoslo cuanto antes -dijo Ryuu cogiendo unas sábanas del armario y extendiéndolas. Kakuzu solo asintió.

Mientras Kakuzu levantaba levemente el cuerpo sin vida de Nagashi, Ryuu introdujo parte de las sabanas por debajo de él. Cuando lo hubo hecho, Kakuzu volvió a acostar al niño en su posición inicial y ambos comenzaron en enrollar las sabanas alrededor del cuerpo sin vida del ninja. Taparon completamente desde la cabeza a los pies y lo cogieron, uno de cada extremo, para llevarlo al jardín. Una vez allí, Ryuu se dirigió a una especie de cobertizo, sacó dos palas y ambos se pusieron a cavar. La mañana se estaba volviendo cada vez más anubarrada y los claros destellos de luz que asomaban por la ventana de la habitación de Nagashi hace escasos momentos, desaparecieron, dejando un cielo encapotado y gris. Los dos hombres cavaban en silencio, como si cualquier ruido inoportuno, fuera capaz de perturbar la paz de los muertos. A los diez minutos ya tenían el agujero hecho. Kakuzu cogió la manga de su camisa y se limpió el perlado sudor de su frente. Ryuu por su parte se irguió para después encorvarse en un movimiento jadeante. En el proceso se agarró el vientre y gimió levemente.

- ¿Estas bien?

- Si, tranquilo -dijo respirando entrecortadamente, apoyándose en la pala.

- Si quieres puedes podemos parar un rato…

- No…además… -dijo mirando al cielo - …parece como si quisiera diluviar…ah…no dejemos que la zanja se llene de agua…ah…acabemos con esto de una vez -dijo irguiéndose de golpe y clavando la pala en el suelo, para mantenerla erguida y avanzo hacía el inerte cuerpo de Nagashi -Ayúdame a bajarlo.

Kakuzu se acercó a él inmediatamente y cogió por los hombros al muchacho. Entre los dos acercaron el cuerpo al hoyo y tras mecerlo un par de veces, a la tercera lo soltaron. Rápidamente, comenzaron a rellenar la tumba de tierra. Una vez acabado el trabajo, Ryuu recogió las palas y las depositó en el cobertizo. Después cogió dos palos e improviso una cruz para señalizar la tumba.

- Es una tumba muy triste… -dijo mirando el lugar donde yacía el cuerpo de su espía.

- Quizá podamos mejorarla con esto – Kakuzu se dirigió entonces al borde del jardín en el que había unos hermosos narcisos de puro color blanco y tras arrancar unos cuantos, depósito el racimo en la tumba.

- Gracias… -dijo Ryuu dándole una palmada en la espalda a Kakuzu – Entremos.

Al entrar se dirigieron a la cocina, allí de pie estaba Harumi preparándose el desayuno. Miro a los dos hombres detenidamente y vio que sus ropas estaban manchadas de barro.

- ¿Qué os ha pasado?

- Hemos enterrado a Nagashi… -dijo Ryuu.

- Ah…pobre muchacho… solo me defendió. Los ninjas de la Roca se ensañaron con él. -dijo Harumi dándose la vuelta y sollozando.

Kakuzu se acercó a ella, y la abrazó por detrás dejando su cabeza justo encima de su hombro derecho, mientras le daba un cálido beso en la frente.

- No te preocupes, los de la Roca pagaran por todo -dijo Kakuzu mientras Ryuu le miraba fijamente.

- Tenemos que ocuparnos de los consejeros Kakuzu. Tengo otros espías en el país. Estoy esperando recibir noticias de uno de ellos.

Como si algún ente divino escuchara lo que dijo Ryuu, apareció en la ventana un halcón mensajero. Ryuu abrió rápidamente al animal, que quedo apoyado en el alfeizar de la ventana, agitando vigorosamente sus alas. Cogió de la pata del pájaro un pequeño mensaje y lo leyó.

- ¿Qué pasa? -pregunto Kakuzu, que se acercó a Ryuu, seguido por Harumi.

- Los consejeros vienen hacía aquí están en la frontera. Llegaran mañana, el ataque será esta noche -dijo dando el papel a Kakuzu, mientras lo leía el continuó – Kakuzu, según mi espía los consejeros deben confirmar el ataque a los ninjas de la Roca. Confirmaran el ataque cuando lleguen al paso del puente Tekki.

- El puente Tekki, solo está a tres horas de aquí… -dijo Harumi.

- …y a cuatro de la frontera… -dijo Kakuzu.

- ¿Qué estas planeando Kakuzu? -dijo Harumi

- Matarlos antes de que envíen en el mensaje, adelantarme a ellos, acabar con los consejeros antes de que lleguen al puente.

- Es una buena idea. Tú debes ir a por los consejeros, Harumi tú debes avisar a la gente de la aldea para que estén preparados, no podemos arriesgarnos a que envíen el mensaje antes, la gente de la aldea debe estar preparada.

- Sí -contesto ella.

- Yo iré a alertar a mi gente, nos ayudaran… -dijo mirando a Kakuzu.

- Tú no eres de la villa de la Cascada…

- Eso no importa ahora, necesitáis toda la ayuda posible para derrotar a la Roca en caso de un ataque. Puede que yo no sea de esta aldea, pero soy amigo de Harumi y también tuyo si me lo permites, si esta aldea es importante para vosotros, os ayudare. No pienso abandonaros ahora – Ryuu se quedó mirando fijamente a Kakuzu.

Kakuzu por su parte, aun sentía cierto recelo por Ryuu. Puede que él quisiera ayudarles, pero que los miembros de su clan lo hicieran era algo muy diferente. Una parte de él, sintió que Ryuu era un buen ninja e incluso un buen amigo. Entonces ¿Por qué no podía confiar en él completamente? Sintió como Harumi le agarraba el brazo, como una especie de señal para aceptar la ayuda de Ryuu. Entonces tomo su decisión.

- Gracias Ryuu, acepto tu ayuda -dijo ofreciéndole la mano, la cual Ryuu estrecho con decisión -Voy a prepararme, debo partir ya. -dijo perdiéndose por el pasillo hacía la habitación.

- Ya sabes lo que tienes que hacer Harumi…

- Lo se…

Sin más Harumi siguió a Kakuzu hacia la habitación, ella también debía prepararse.

Pasaron las horas, Kakuzu ya hacía tiempo que había emprendido su camino. Faltaba muy poco para llegar al puente Tekki, y para saldar por fin cuentas con esos consejeros traidores. Estaba deseando enfrentarse a ellos y su sangre hervía por el odio y la sed de justicia que las recorrían. Avanzó algo más y por fin lo vio, el puente Tekki. Al llegar allí, le sorprendió lo que vio. Los consejeros ya estaban acampados en la otra orilla y desde lo lejos observó, que el propio Kenichi tenía un águila en el brazo, a la que estaba claramente colocando un mensaje.

- (¡Los ninjas de la roca!) – Kakuzu, corrió con todas sus fuerzas, todo parecía moverse a cámara lenta cuando el ave alzó el vuelo, se le acababa el tiempo, el águila estaba cada vez más elevada. –(¡Debo pararla!) ¡Elemento Agua! ¡Ráfaga de lanzas punzantes! – dijo esto mientras tocaba la superficie acuosa del río.

Al hacerlo unas lanzas de agua surgieron cortando el aire con un rugido. El águila ya volaba muy alto, sus rangos de alcance eran de 40 metros y el ave estaba prácticamente a esa distancia, pero Kakuzu no estaba dispuesto a dejar que se salieran con la suya y profiriendo un grito, aumento su chakra de golpe, haciendo que las lanzas llegaran casi instantáneamente a los 60 metros de altura. Los consejeros vieron anonadados como su águila era atravesada por unas lanzas que habían surgido del río y como el poderoso ave caía en picado al río. Al impactar contra el agua, el pergamino se desprendió de las garras del águila. Kakuzu extendió su mano y con ayuda del Jiongu, cogió el pergamino. Lo miro detenidamente, estaba dirigido a la villa de la Roca. En ese momento la furia y la rabia se apoderaron de Kakuzu. Subió a la orilla donde estaban los consejeros con sus guardaespaldas. El cabello castaño le tapaba por completo la cara, los consejeros y sus ninjas rodearon al intruso, con suturas en el cuerpo y cara ensombrecida. Hasta que uno de los consejeros se abrió paso y gritó:

- ¿Quién diablos eres tú?

- ¿No reconoces a tus propios ninjas, Kenichi?

- No puede ser… ¿Kakuzu? -el aludido respondió irguiéndose y mirando con desprecio a los consejeros.

- Tú estabas en la cárcel, no puedes estar aquí… -dijo Honzu

- Pues aquí estoy, dispuesto a haceros pagar por todo...

- ¿Qué dices? -dijo Osamu.

- Lo que oís, vais a pagar por todo lo que me habéis hecho o pensabais que os iba a dejar marchar…

- Kakuzu no sabes lo que estás diciendo…

- Claro que lo sé, acaso no estáis negociando con la villa de la Roca -dijo tirándole el pergamino a la cara a Kenichi mientras daban lentos pasos hacía sus presas como un tigre hambriento.

- Así que estas al tanto de eso…

- No lo negáis, así que es cierto, ¿estáis negociando con la Roca? -dijo apretando los puños fuertemente.

- Si. Y supongo, qué si estás aquí, es porque te han conseguido liberar de la cárcel y vienes a detenernos ¿no es así?

- Exacto.

- En ese caso… -dijo mirando a sus ninjas - … ¡Matadlo!

Entonces la batalla comenzó, todos se abalanzaron contra Kakuzu, pero él acorazó su cuerpo y usando su descomunal fuerza no tardó en hacer que cayera el primer muerto. A continuación, utilizo sus jutsus de agua.

- ¡Elemento agua! ¡Espada fluidificada de la devastación! -el jutsu surgió tan rápido que algunos pobres desgraciados no lo esquivaron y Kakuzu les cortó literalmente por la mitad.

Los demás observaban sorprendidos y asustados como el ninja más aclamado de la cascada mataba a sus compatriotas sin el menor miramiento. Al contrario, más bien parecía disfrutar con ello. Kakuzu sentía que todos aquellos ninjas habían dejado de ser sus compañeros, ahora no eran más que cobardes que habían traicionado a la gente de la aldea para satisfacer su propia codicia. No merecían vivir. No cabía el remordimiento en este momento, todos ellos eran culpables y se merecían un castigo. Él estaba destinado a ser el justiciero que devolviera el honor a la villa y se deshiciera de la basura.

- ¡Elemento Agua! ¡Empalamiento de la lluvia inversa! – Kakuzu potenció aún más su ataque, que la vez que luchó contra Hashirama y todos los ninjas que quedaban en pie, yacían muertos en el suelo con el cuerpo perforado. Su sangre borbotaba y pintaba grandes charcos rojos en el suelo. Kakuzu avanzó unos pasos dejando las huellas de sus zapatos marcadas con el rojo sangre de los traidores. Solo los tres consejeros quedaban en pie – Ahora solo quedáis vosotros…

- Kakuzu escucha…

- No voy a escuchar nada -en ese momento Honzu cogió una espada intentando atravesar a Kakuzu. Él desplegó sus hilos y atrapó a Honzu antes de que lo atacara y a Osamu que intentaba escaparse.

- ¿Has aprendido el Jiongu? -dijo Kenichi.

- Lo ha robado, quería esto desde el principio, es un traidor sin duda -dijo Honzu, a lo que Kakuzu apretó aún más sus hilos cortándole casi la respiración.

- Como te atreves a decir eso… -dijo mirándole con los ojos encendidos por el odio.

- No lo entiendes. Todo lo que hemos hecho, lo hemos hecho por el bien de la villa -dijo Osamu.

- Nos hemos sacrificado por esta villa desde que la formamos, incluso hoy, y… -dijo Kenichi.

- ¡NO! Habéis sacrificado a otros para conseguir vuestros propósitos egoístas, pero en algo tenéis razón. Hoy vaís a sacrificaros por la villa.

En ese instante, Kakuzu acercó a Honzu y a Osamu hasta que quedaron a pocos centímetros de él. Entonces extendió sus manos junto con los hilos y los estampo en el pecho de los dos hombres, mientras les perforaba la piel. Ambos gritaban de dolor, tenían las pupilas completamente contraídas y no paraban de temblar. Kakuzu les miraba impasible, mientras agonizaban. Alcanzó sus corazones con las manos y se los arrancó sin contemplaciones. Mediante el Jiongu, Kakuzu incorporó sus corazones a su propia red de chakra, mientras dejaba caer los cuerpos sin vida de los dos consejeros. Después miro amenazante a Kenichi, que había permanecido arrodillado en el suelo completamente paralizado ante la escena.

- Ahora te toca a ti -dijo Kakuzu acercándose lentamente hacia él, con porte amenazante y las manos llenas de sangre.

- No sabes lo que estás haciendo, porque… ¿Por qué haces esto? -dijo mientras caía al suelo y se arrastraba hacia atrás intentando alejarse de Kenichi.

- ¿Por qué? Por haberme encerrado, por haber impedido que me casara, por las palizas que me daban en tu nombre, por las humillaciones de la gente de la villa, por tus mentiras, pero, sobre todo, por haber pactado con la Roca.

- ¿La villa de la Roca? Ese pacto nos beneficiara a todos Kakuzu, no solo a mí, también a la aldea y a la gente que…

- … ¡pensáis matar!

- ¿De qué diablos estás hablando Kakuzu? -Kenichi dejo de retroceder.

- Vais a dejar que la Roca invada la aldea, y mate a nuestra gente, para hacerse con todo lo que poseemos y para que vosotros… ¡gocéis de una posición superior! -dijo el señalando al Kenichi y gritándole – Pero no lo permitiré.

- Kakuzu estas completamente equivocado… nada de lo que has dicho es cierto… -le cogió del cuello de su camisa y le obligó a levantarse, dejándolo en frente de él - …hay una verdad que ignoras completamente, ¡por favor, Kakuzu!

- ¡Deja de mentir, maldito cobarde! Lo sé todo, Harumi me abrió los ojos -dijo mirándolo fijamente, a lo que Kenichi quedó momentáneamente petrificado.

- Ella…es tu informante…Kakuzu… no la creas… Harumi no es lo que piensas… esa maldita zorra te ha engañado… ¡Ella es…! -no le dio tiempo a continuar, el pecho de Kenichi fue atravesado por los hilos de Kakuzu.

- Jamás… -avanzó aún más con la mano en busca de su corazón - …volverás …- un poco más - …a insultar… - por fin alcanzó su corazón y lo sujeto con fuerza, mirándole a los ojos - … ¡a Harumi! -le arrancó el corazón de cuajo haciendo que gran parte de la sangre le salpicara en la cara y se formara un charco de sangre alrededor de él.

Ya estaba hecho. Había evitado que los consejeros avisaran a la Roca y probablemente el ataque no se habría producido. Suspiró y observo el campo de batalla, un sinfín de cadáveres inundaban el campo, el cielo grisáceo presagiaba una tormenta. Estaba arrodillado frente al cadáver de Kenichi. Kakuzu había hecho justicia, sonrió ligeramente y recordó que debía volver para reunirse con Harumi. En ese momento, oyó algo en el bosque.

- ¿Quién está ahí? -dijo levantando la cabeza hacia donde había escuchado el ruido.

De las sombras del bosque surgieron una serie de figuras con capas y capuchas que no dejaban ver sus rostros. Solo una de esas personas tenía la ropa diferente. Era claramente una mujer. Kakuzu estudió su figura con la mirada. Esa mujer le resultaba extrañamente familiar. Estaba flanqueada por un hombre que la tenía sujeta del brazo y con una daga apoyada en su garganta. Las figuras se acercaron a la luz y Kakuzu reconoció inmediatamente de quién se trataba.

- ¡Harumi! – estaba sorprendido – (¿Qué diablos hace ella aquí?) -ella le miro momentáneamente y ladeó su mirada a su derecha. Kakuzu volteó la mirada y vio a Ryuu de pie al lado suya. Instantáneamente, este le golpeó. Después todo se volvió negro.