Capitulo 31 Incursión en el desierto.
Ya había llegado el momento de abandonar la base. Eran las 6:45 de la mañana e Ino ya estaba preparada y vestida. Por nada del mundo iba a correr el riesgo de retrasarse y darle a Deidara la oportunidad de hacerla volar por los aires. En cuanto a Kakuzu, ni siquiera vino a buscarla. No había hablado con ella por la mañana, aunque es cierto, que el día anterior durante la cena, le dijo que Hidan y él, la esperarían en la salida oeste de la base. Al parecer Pein quería que cada pareja se dispersara rápidamente, pues la explosión no tardaría en atraer la atención de los ninjas de la zona y debían alejarse lo más deprisa posible. Por ello, cada uno tomaría la salida más cercana a la dirección que debían tomar para cumplir su misión. Por lo tanto, Deidara y Tobi cogerían la salida noroeste, Itachi y Kisame la este y Pein y Konan la norte. Por lo que debía salir ya. Recorrió los pasillos solitarios que la llevaban al sector oeste de la base. No se encontró a nadie por lo que pensó que podría escaparse, aunque eso no tenía ningún sentido.
Por un lado, los akatsuki ya no estarían en esta base y el camino a la Hoja estaba en la dirección en la que se había ido el propio líder de Akatsuki, por lo que no le sería difícil detectarla. Además, estaba Kakuzu. La última vez que intento escaparse, recibió un "castigo" por parte del moreno, pero ahora estaba tan enfadado y distante con ella, que no se atrevía ni siquiera a plantearse la huida. Tendría que permanecer junto a ellos por el momento. Continuó hacía la salida pensando en cómo podría disculparse con el enmascarado, pero nada se le ocurrió, salvo esperar a estar a solas con él e intentarlo. Cerró su puño con decisión simbolizando su determinación para llevar a cabo su objetivo. Sin embargo, sus fuerzas se evaporaron cuando llegó a la salida y vio a los dos Akatsuki.
Hidan estaba sentado en una roca y no la había visto, pero Kakuzu estaba de pie frente a ella y se la quedó mirando. La gélida mirada que la dedicó intimidó a la muchacha, tanto, que no pudo contener la mirada del hombre y miró al suelo. Esa acción causó sin querer, un cierto desconcierto en Kakuzu, qué a pesar de ello, se limitó a decir a Hidan que se levantara. Este último hizo lo que se le ordenaba, mientras Ino terminaba de llegar y se paraba junto a ellos.
- Son las 6:50, Deidara explotará la base a las siete, alejémonos un poco – dijo Kakuzu a lo que Ino e Hidan asintieron. Sin más se pusieron en marcha.
A medida que se alejaban de la base hacia el oeste, se escuchó una gran explosión de repente. Los tres ninjas volvieron sus vistas atrás, observando la inmensa columna de humo que ascendía por encima de los árboles del bosque. Ino miró a su reloj, eran las 7:00. Acompañado de la explosión, no faltó un respingo de sorpresa de Ino y una burla por parte de Hidan. A ellos, se les sumó la advertencia de Kakuzu de moverse deprisa y los tres siguieron su camino. Pasaron unas horas hasta que lograron atravesar la frontera. Irían a la base del desierto para abastecerse y después comenzarían con la misión. Su próxima parada sería en la villa de la Arena.
EN LA VILLA DE LA ARENA...
El Kazekage se encontraba en su despacho. En su escritorio repleto de papeles se distinguía una carta en especial. Un mensaje de la Hokage en el que le informaba de las últimas noticias, así como la decisión a la que habían llegado, ella y sus consejeros con respecto a los akatsuki y la situación tirante que soportaba ahora con las demás villas. Volvió la mirada al pergamino y leyó su contenido.
* Para el Kazekage, Gaara del desierto:
Como conocedor de la situación actual en la que se encuentra la villa de la Hoja y un Kage más, tengo el deseo de informarle sobre la preocupación que nos procesa a mí y a los ninjas del País del Fuego, las sospechas que desprestigian nuestra lealtad y compromiso con la comunidad ninja. Para arreglar esta desagradable situación, recuperar la confianza de las villas y demostrar la inocencia de la Hoja, hemos decidido, mis consejeros y yo, movilizar a nuestros subordinados para averiguar quién está detrás de este complot en nuestra contra.
Para ello, le informo a usted y a los demás Kages sobre nuestra decisión y les invito a ayudarnos a descubrir la verdad y atrapar a los responsables de todo esto. Le pido a usted encarecidamente Kazekage, que ha expresado anteriormente su deseo de ayudarnos, que nos brinde su mano en esta empresa. En cuanto a Akatsuki, hemos abandonado el rescate de la criminal Ino Yamanaka y estaremos a la disposición de las naciones ninja para tomar cualquier decisión en contra de dicha organización. Esperamos pronto su respuesta.
Un cordial saludo, la Hokage, la princesa Tsunade *
Gaara meditó sobre la carta que había leído y aunque siempre consideró que la Hoja era inocente y estaba dispuesto a movilizar a sus ninjas para ayudarles, no podía decir los mismo en cuanto a sus consejeros. La ambición de muchos de ellos era enorme, lo que los empujaba a considerar la posible invasión de la Hoja y justificarlo, por supuesto, con la vinculación de esta con Akatsuki. Sin embargo, él no estaba dispuesto a permitirlo. Confiaba plenamente en muchos ninjas de la Hoja y les veía incapaces de estar a favor de Akatsuki, por lo que no estaba dispuesto a dejar que sus subordinados despedazaran el país del Fuego y se repartieran los trozos. La Hokage hizo bien en informar a otros países, de esta forma, no levantarían sospechas, y en caso de que las hubiera, brindaba a otros países la oportunidad de vigilarlos, como aquel que no tiene nada que ocultar. Si la Hoja fuera en verdad una nación de traidores, no actuarían de esa forma. Aunque quedaban personas lo suficientemente retorcidas, como para decir que todo esto era una estratagema del país del Fuego para atacar otras aldeas.
Fuera como fuese, debía descubrir que estaba pasando y rápido, pues ya había llegado a sus oídos un posible atentado hacía la Hoja. Mantendría una conversación esa misma tarde con sus consejeros y mañana escribiría a la Hoja con la respuesta a su petición de ayuda. Sin duda, el hecho de que abandonaran la misión de rescatar a Ino y reconocerla como una criminal, ayudaría a bajar la tensión con los consejeros de la Arena. Aunque eso no era todavía un punto seguro, pues incluso el propio Kazekage era el blanco de muchas sospechas, debido a la amistad que le vinculaba al jinchuriki de las nueve colas. De cualquier forma, debía intentarlo. En ese momento alguien llamó a la puerta de su despacho.
- Adelante… -dijo el Kazekage mientras la puerta se abría dejando ver la cabellera rubia de su hermana.
- ¿Me has mandado llamar, Gaara?
- Si… ¿Dónde está Kankuro?
- Esta en el campo de entrenamiento con su escuadrón. Ya han ido a avisarle… ¿Para que querías verme?
- Hemos recibido un mensaje de la Hokage -dijo alargando el pergamino y entregándoselo a Temari - … nos piden nuestra ayuda para averiguar quién está detrás del rumor de que la Hoja está vinculada con Akatsuki…
- Ya veo… -dijo leyendo el pergamino- ¿Vas a ayudarles?
- Si… de hecho quiero que Kankuro y tú seáis el apoyo para la villa de la Hoja, con vuestros respectivos escuadrones por supuesto. Siempre y cuando, ambos penséis que la Hoja es inocente.
- Personalmente, no creo que la Hoja sea una traidora y por supuesto, estoy segura que Kankuro, piensa lo mismo. Sin embargo, como ninja de la Arena no puedo determinar la lealtad de todo un país en base a mi confianza en sus ninjas. Necesitamos pruebas para convencer a los consejeros de ello… -dijo cerrando el pergamino y devolviéndoselo a Gaara.
- Tienes toda la razón y aunque pueda parecer le a los consejeros que vosotros no seáis imparciales precisamente por conocer a sus ninjas, sois la mejor opción para apoyarles.
- ¿A que te refieres exactamente?
- No es ningún secreto que muchos de nuestros consejeros desean invadir la Hoja, por ello, si dejo que esos hombres envíen a sus subordinados como apoyo a esa villa, podrían usar cualquier excusa para atacarles e incluso inventarse falsas pistas para justificar una incursión armada en el país del Fuego.
- Si lo que dices es cierto, no dejaran que vayamos Kankuro y yo…
- Lo sé, pero les convenceré de que os dejen ir, siempre como líderes de escuadrón. Aunque probablemente tendréis que dejar a la mayoría de vuestros subordinados aquí y sustituirlos por ninjas leales a los consejeros. En ese caso… tened mucho cuidado… no hace falta que os diga porque… -Temari solo asintió ante las palabras de Gaara mientras la puerta se abría dejando pasar a Kankuro.
Cuando Kankuro entro, sus dos hermanos le explicaron la situación y los tres decidieron que debían ponerse en marcha lo antes posible. En ese momento Gaara ordenó a uno de sus subordinados que alertara a los demás consejeros para llevar a cabo una reunión de planificación. Salieron los tres del despacho y recorrieron el pasillo.
- Mientras me reúno con los consejeros, vosotros prepararos para la misión -sus hermanos asintieron mientras caminaban.
En ese momento, el pasillo torcía a la derecha. El Kazekage iba en primer lugar, a dos pasos de sus hermanos. Cuando giró, observó que uno de sus subordinados venía corriendo hacia él con una caja en las manos. El muchacho divisó demasiado tarde a su Kazekage, con tan mala suerte que se estampó contra él, tirándolo a su líder al suelo, al igual que las armas que guardaba en la caja. Los otros dos se sorprendieron y por un momento pensaron que era un ataque por lo que se pusieron en guardia. No obstante, se tranquilizaron un poco cuando recocieron a Masato.
- ¿¡Se puede saber qué haces Masato!?
- Lo siento Temari-sama, no había visto al Kazekage… Por favor perdóneme.
- Mira por dónde vas, imbécil. Porque corres de esa manera.
- Tenía que llevar esto a la armería Kankuro- sama lo que pasa es que se me olvidó y ya iba con retraso. -dijo rascándose la cabeza, aún arrodillado en el suelo.
- Mira que eres… -dijo Temari haciendo crujir sus nudillos.
- Temari-sama… -dijo Masato algo asustado esperando que le golpeara mientras se encogía, sentado en el suelo.
Temari iba a golpear a Masato, pero en el momento que iba a hacerlo, Gaara la detuvo.
- Ya basta… -dijo el Kazekage sujetando la mano de su hermana con su mano izquierda y tras mirarla brevemente, se dirigió a su subordinado – No ha sido nada Masato, vuelve a tu trabajo.
- Si señor Kazekage, gracias -como alma que lleva el diablo, recogió las armas del suelo y salió disparado en dirección a la armería.
- ¿Por qué has hecho eso Gaara? -preguntó Temari - ¿¡eh!?, estas herido Gaara… -inmediatamente Kankuro también miró la mano de Gaara y observó una herida en la superficie de la mano. Por lo visto un shuriken que salió de la caja le hirió produjo una alargada herida en la mano. No era grave, pero al menos tardaría unos días en curarse y dejaría una pequeña cicatriz.
- No te preocupes, es solo un rasguño. Tenemos cosas más importantes en las que pensar… haced lo que os he dicho, yo hablaré con los consejeros. -los dos asintieron y se fueron. Gaara se dirigió a la sala de juntas, allí esperaría a los consejeros.
EN LA BASE DEL DESIERTO…
Kakuzu y los demás, ya habían llegado a la base del desierto. Solo hacía escasos minutos que habían llegado y no tardarían en emprender de nuevo el camino hacia la villa de la Arena. La base del desierto era en sí una guarida subterránea de gran extensión, pero prácticamente abandonada. Se notaba que hacía bastante tiempo que nadie entraba ahí. Era imposible divisarla desde el aire y su única entrada consistía en unas ruinas, formadas por bloques de calizas formando lo que en la antigüedad habría sido un pequeño fuerte, pero que ahora no era más que unos pequeños muros derruidos y carcomidos. La arena había penetrado en el fuerte, enterrando gran parte de este, haciendo que unas pocas paredes fueran visibles y emergieran de un mar de dunas. El viento cargado de arena, que soplaba con fuerza, había conseguido, a lo largo del tiempo, pulir la roca expuesta dándole caprichosas formas.
No obstante, la base que se escondía bajo las dunas, no era para nada un paraje en ruinas. Disponía de todas las comodidades y útiles de su antigua base. El único problema era la gran cantidad de polvo que había en ella, que más de una vez había hecho estornudar a Ino. De todas formas, solo se quedarían ahí durante unas horas para descansar, comer algo y coger las armas necesarias, en su caso. Ahora los tres estaban en la cocina, comiendo fideos instantáneos y conservas, pues era lo único que aún quedaba en la base y era comestible.
Durante todo el viaje hasta la base del desierto, Kakuzu no había dirigido la palabra a Ino salvo para ordenarle algo o para contestar brevemente a alguna de sus preguntas. Había sido el propio Hidan en que se había convertido en su compañero de tertulias desde que salieron esa misma mañana. Incluso ahora, ambos conversaban animadamente sobre cómo les gustaba la pasta. Ino miraba de reojo a Kakuzu, pero este se concentraba únicamente en su plato y ni siquiera intervenía en la conversación. Ino se quedó mirando a las suturas de la boca de Kakuzu. Por supuesto, no era la primera vez que las veía, aun así y sin saber porque, se preguntaba cómo sería el tacto de esas suturas. Kakuzu por su parte, sentía la punzante mirada de la muchacha y se preguntaba porque diablos le estaría mirando así. Comenzó a sentirse incómodo y no estaba dispuesto a soportarlo más.
- ¿Se puede saber que estas mirando, niña?
- ¿Siempre tuviste esas suturas o las adquiriste después? -dijo como quien busca un tema de conversación y con cierto nerviosismo porque él se había dado cuenta donde estaba mirando. Hidan la miró en cuanto habló. Hubo unos minutos de silencio en el que Kakuzu miró fijamente a la muchacha y recordó momentáneamente como adquirió el Jiongu.
- Eso a ti no te importa – dijo terminando de comer y levantándose de la silla. Después se colocó la máscara en su sitio y se dirigió a la puerta de la cocina – Me voy a descansar, os recomiendo hacer lo mismo, porque en cuanto salgamos de aquí iremos directos a la villa de la Arena – después desapareció por la puerta.
Ino le siguió con la mirada desde que se levantó y ahora se había quedado mirando a la puerta por donde había salido. Ahora estaba a solas con Hidan.
- Jajaja, ¿a que venía esa pregunta?
- Solo era curiosidad… -dijo volviendo a mirar sus humeantes fideos.
- Ya veo… pero ya te acostumbraras a que Kakuzu te ignore. Cuando yo le pregunto también suele ignorarme, hmp – se reclinó en la silla. También había terminado de comer.
- ¿Cuánto tiempo lleváis trabajando juntos? -dijo ella mirando a Hidan.
- Unos cinco o seis años… -dijo mirando al techo.
- ¿Tanto? ¿y aun así te ignora de esa manera? -dijo ella sorprendida.
- Pues sí, solo me responde cuando le apetece y nunca de su vida privada. Lo que sé de él suelo enterarme por terceras personas… Desde que lo conozco siempre ha sido así.
- Entonces, ¿no os caéis bien?
- Lo cierto es que no congeniamos mucho, yo soy un religioso que adora a Jashin-sama y él en un blasfemo, antipático y malhumorado que solo piensa en el dinero. Aunque en el combate si nos complementamos bien… tenemos habilidades peculiares… -dijo mirándola de reojo.
- Tengo entendido que Kisame os llama "el dúo zombi"…
- ¡Ese idiota, cara de pez! Como si el no fuera raro… - eso provocó una risa en Ino.
- Todos los akatsuki sois unos fenómenos… -continuó riendo.
- Parece que te has acostumbrado a nosotros, pero quizá no te hayas olvidado del todo de tus antiguos compañeros… -la risa de Ino cesó.
- Yo ya no tengo nada que ver con los ninjas de la Hoja, por eso les ataqué… -dijo Ino con la cara ensombrecida, a lo cual Hidan se la quedó mirando.
- Ya… bueno la verdad es que me estoy acostumbrando a ti y me alegra tener a alguien que no sea tan borde como Kakuzu -dijo levantándose - ¡Me voy echar una siestecilla! Adiós. -dijo despidiéndola con la mano detrás de su cabeza mientras salía de la cocina. Ino se quedó sola.
Ino se quedó bastante sorprendida por el comentario de Hidan. Era como si pareciera que ella le caía bien después de todo, aunque lo cierto es que un cambio así no le sorprendía. Ella misma estaba empezando a experimentar algo de empatía con algunos akatsuki. A Konan la consideraba una amiga y confidente, Itachi la había tratado bien y siempre era amable con ella e incluso habían mantenido alguna conversación animada sobre su villa natal. Se podría decir que algunos de sus miembros la caían bien. En cuanto a Kakuzu era un caso extraño. Algunos momentos le parecía amable y considerado y otras muchas veces se comportaba como un auténtico energúmeno. Por otro lado, la historia de este con esa tal Harumi, le había abierto una nueva faceta de Kakuzu y ahora no le veía como ese criminal despiadado que siempre pensó. De repente lo recordó, debía pedirle disculpas. Aprovecharía ahora que Hidan se había ido a descansar para buscar y hablar con Kakuzu. Aún tenía algo de miedo por su reacción, pero eso no era nada comparado con el cargo de conciencia que le producían los insultos que le dedicó. Así que limpió los utensilios de la comida y tras recogerlo todo, salió.
No tenía ni idea de dónde estaría Kakuzu y aunque la base era bastante amplia, seguramente no se habría adentrado mucho en la guarida y se hubiera instalado en una de las habitaciones circundantes a la cocina. No tardaría mucho en encontrarlo.
Kakuzu por su parte estaba tumbado en una cama de una de las numerosas habitaciones disponibles, mirando al techo. Para él había sido insoportable tener a la muchacha tan cerca durante horas y aunque pudiera parecer estar más tranquilo, no era para nada el caso. Esa impertinente no solo lo torturaba con su presencia y sus insultos, sino que además le recordaba muchísimo a Harumi. Su carácter era muy parecido al de ella, aunque bien es cierto que Ino carecía de la ambición de la primera, era muchísimo más insolente que ella. Él era perfectamente consciente de que ella le estaba mirando y, como estaba claro que le daba asco y le consideraba un monstruo, no podía evitar sentirse incómodo. Y para colmo, esa maldita pregunta que hizó, no solo le recordó su pasado, sino que, además, le hubiese dado pie para burlarse nuevamente de él. De eso ni hablar. Debía intimidarla a cualquier precio y comportarse como un monstruo para que le dejara en paz. Así, no tendría que soportar sus risas ni sus insultos. Ya le hubiera gustado a él que se hubiera comportado con él de la misma forma que cuando la salvo de Sasori. Pero esa mujer estaba dispuesta a ser amable con él un día y al otro insultarlo. No le daría el gusto de volver a dejarlo como un idiota. Haría todo lo posible para que la obedeciera como una niña obediente y sumisa, para solo relacionarse con ella lo justo y necesario. Al parecer esta mañana había conseguido un avance. Cuando la vio aparecer por el pasillo, la miró de la forma más fría que pudo para ver su reacción. Nunca imaginó, que esa mirada y sus palabras del día anterior surtirían tal efecto. La consideraba una mujer demasiado fuerte para ello, pero el trabajo aún no estaba hecho. Se había atrevido a preguntarle por sus suturas con el fin de burlarse de él, de eso no cabía duda. Aún debía someterla a su voluntad. Cerró los ojos y todo quedó en silencio.
De repente, la puerta se abrió, acompañada de la voz de la niñata que le llamaba por su nombre. Kakuzu no hizó movimiento alguno, sino que se hizo el dormido.
- (¿Que querrá esta ahora?)
- Kakuzu estás despierto… - dijo Ino cerrando la puerta y acercándose al ninja.
Ino observó que estaba tumbado, sin su máscara ni su capa, dejando visibles las suturas de su rostro y sus brazos y aparentemente dormido. Ella se acercó aún más y se quedó mirando la respiración tranquila y se arrimó más a él, hasta que se sentó en el borde de la cama.
- (Se ha sentado… ¿Qué pretende?) -pensó sin moverse sintiendo la presión del colchón a su lado.
- Kakuzu… - dijo ella intentando que la escuchara, pero fue más bien un susurro.
Volvió a recordar los pensamientos que le cruzaron la mente en la cocina cuando observó las suturas de la comisura de su boca. Como si estuviera en una especie de hipnosis, alargó la mano lentamente hacía el rostro de Kakuzu. Podía sentir el aliento de este en sus dedos. Los desvió hacía las suturas y paso la superficie de sus dedos por ellas.
- Deja de tocarme… -dijo mientras cogía bruscamente de la muñeca, sin dejar de mirarla y aún tumbado en la cama. Ino pegó un respingo ante esa acción tan repentina y se lo quedó mirando - ¿Qué haces aquí?
- Yo… solo… -dijo ella con la voz entrecortada.
- Como no he respondido a tu pregunta… quieres satisfacer tu curiosidad tocando a un monstruo, y seguir burlándote de mí, ¿eh?
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Para qué otra cosa querrías acercarte a mí sino no es para atacarme -ella se quedó callada, esta tan nerviosa que no podía articular palabra. No sabía porque, pero no le gustaba la forma en que la miraba – o quizás… - de un rápido movimiento la colocó en la cama justo debajo de él.
- ¿¡Que estás haciendo!? -dijo Ino volviendo en sí. Ahora estaba aprisionada bajo el cuerpo de Kakuzu y sus manos sujetadas a cada lado de su cabeza.
- Escuchaste la conversación que tuve con Hidan, ¿no? – dicho esto le miró con los ojos abiertos – Pensaba que eras una niña inocente y casta, pero entrando a la habitación de un hombre y tocándolo mientras duerme… quizás seas una zorra con piel de cordero.
- ¿Qué dices? Como te atreves… -dijo ella chirriando los dientes.
- Ahora no estoy seguro de que Sasori te estuviera violando así sin más… seguramente le sedujiste y el juego se te escapó de las manos. Eres ese tipo de mujer que le gusta calentar a los hombres para sentirse superior… ¿no es así?
- Te equivocas, yo no…
- ¡Cállate! Seguro que pretendes seducirme a mí también para lograr escaparte o lo que sea que quieras conseguir. Al fin al cabo, sabes que tu belleza es la única arma que puedes utilizar contra mí. Pero escúchame bien, niñata estúpida, yo no soy un imbécil y un lujurioso como Sasori, estas muy equivocada si piensas que con tu belleza y tus palabras podrás engañarme. Ya me has dejado claro lo que piensas de mí y la próxima vez que intentes algo por el estilo… -dijo soltándole las manos y cogiéndola por el cuello y acercándola a él hasta que sus alientos chocaban entre sí y la miraba fijamente – te arrepentirás. Ahora ¡márchate de mí vista! -dijo lanzándola con rudeza al suelo de la habitación.
Ino cayó al suelo, con la mano agarrando su cuello y jadeante por el agarre de él. Le miró momentáneamente y, levantándose como pudo del suelo, salió precipitadamente de la habitación como si hubiera visto al mismo diablo.
Kakuzu por su parte permaneció tal y como estaba cuando Ino lo miró por última vez antes de salir. Estaba arrodillado en la cama, con el ceño fruncido y mirando la puerta por la que había desaparecido la rubia. Tuvo que echar mano de toda su frialdad para parecer indiferente. Aunque no quisiera reconocerlo, sentir los suaves dedos de Ino sobre su piel, le había producido una descarga, que, de no haberla parado en ese mismo momento, la hubiese violado ahí mismo. Había hecho un esfuerzo titánico para evitar que su lascivia le descontrolara. Incluso cuando la tenía agarrada del cuello, tan cerca de su rostro, una parte de él deseo cortar la distancia que los separaba con un beso. No obstante, otra parte de él sentía que ella solo buscaba burlarse de él y engatusarle en su red de seducción, con algún propósito oculto. Le hizó daño con sus palabras una vez y no permitiría que volviera a hacerlo. Por la forma en que la chica había salido corriendo ya lo tenía claro, ahora le tenía miedo.
Ino había corrido sin rumbo fijo hasta que las fuerzas la abandonaron y decidió entrar a una sala. Debía de ser un salón o algo parecido pues tenía un gran sofá, con una tela por encima y otros muebles también cubiertos. Se apoyó en una pared y se deslizó hasta el suelo. No imagino que su búsqueda e intento de disculpa acabaría así. No solamente no había logrado disculparse, sino que había conseguido un nuevo enfrentamiento con Kakuzu. Este, sin embargo, fue peor que todos los anteriores que tuvo con él, pues por primera vez sentía que sí quería hacerla daño de verdad. No podía creer que Kakuzu la acusará de ser una coqueta que engatusara a los hombres para sus propios fines y luego los tirase a la basura. Por un momento, Kakuzu la comparó con Harumi y eso era algo que ella no podía permitir. Ella no era como esa mujer ni lo sería nunca. Por instinto llevó la mano a su cuello y se palpó en el lugar donde la mano de Kakuzu la estuvo asfixiando. Sentía la piel algo entumecida y se frotaba suavemente mientras le daba vueltas a la cabeza a lo que acababa de pasar. Es cierto que ella le había dirigido palabras muy crueles, pero solo quería disculparse. No entendía porque actuaba así. Pero lo que ahora de verdad no entendía, era porque le había tocado las suturas. Al principio eran para satisfacer su curiosidad, pero debía reconocer que pasar los dedos por la piel de Kakuzu no le resultó desagradable. No solo pudo notar la rugosidad de las suturas sino también la aspereza y dureza de su piel. Había tocado a más hombres en su trabajo de doctora, pero nunca se había sentido cohibida al hacerlo, en cambio, con él si se sentía algo avergonzada. Las manos le temblaban y no podía evitar el sonrojo de sus mejillas. Por ello, Ino no cesaba de hacerse la misma pregunta.
- (¿Por qué me importa tanto?)
AL DÍA SIGUIENTE…
Ya se habían puesto en marcha hace bastantes horas y eran apenas las cinco de la tarde. El día anterior habían salido tan solo tres horas después del enfrentamiento con Kakuzu y se habían puesto en marcha. Habían dormido en una zona del desierto donde se levantaban una serie de formaciones rocosas de basaltos, qué debido a su morfología, les protegió bien de las tormentas de arena. Desde muy temprano habían seguido su camino hacia la villa de la Arena y calcularon que tardarían solo unas horas en llegar. Probablemente, llegarían a las puertas de la aldea por la noche, e inmediatamente después entrarían y se llevarían al Kazekage.
Ino y Kakuzu no se habían dirigido la palabra el uno al otro, siendo Hidan el único que hablaba con ambos. A veces, Ino le miraba de reojo, pero al levantar la vista hacía ella, Ino se limitaba a mirar al suelo y así una y otra vez durante prácticamente toda la tarde. Decidió entonces centrarse en el plan de capturar ella a Gaara sin hacerle daño. Llegaron a una duna muy elevada y observaron que, en el horizonte, justo en el ocaso, se divisaba una fortaleza de roca. Ya habían llegado a las afueras de la villa de la Arena.
EN LA ALDEA DE LA ARENA…
Gaara ya había tenido su reunión con sus consejeros ese mismo día. Intentó reunirlos ayer, sin embargo, otros compromisos los retenían, por lo que la reunión se aplazó a primera hora de la mañana del día siguiente. Por suerte, había conseguido que los consejeros aceptaran ayudar a la Hoja y que fueran sus hermanos quienes lideraran los escuadrones. Tal y como había previsto, todo ello sería con la condición de que sus hombres fueran con sus hermanos en dicha misión, para evitar, según ellos, que los sentimientos intervinieran en el juicio que recibiera la villa de la Hoja. Aun así, podría considerarse una victoria y sus amigos de la Hoja podrían demostrar su inocencia.
El despacho estaba completamente a oscuras, pues la luz del sol ya hacía horas que se había escondido y ahora nada de dicha habitación era visible, salvo los escasos metros que llegaba a iluminar la luz de las farolas de la calle. Gaara se dispuso a encender la luz, pero según lo que parecía se habían fundido los plomos. Entonces sacó una vela de un cajón del escritorio y la encendió.
- Cuanto tiempo sin verte Gaara…
- (Esa voz…) Eres… -dijo Gaara al tiempo la figura femenina de una mujer rubia con la capa de Akatsuki - … Ino. ¿Qué haces aquí?
- He venido a hacerte una visita y a invitarte a que vengas conmigo.
- ¿De verdad? O todo va a ser como la última vez que nos vimos… -las palabras de Gaara desconcertaron ligeramente a Ino, pero había otras cosas en las que pensar.
- No sé de lo que hablas, pero no importa. Vendrás conmigo -dijo ella acercándose más a él.
- ¿Y si no quiero? -dijo él apartándose del escritorio y quedando frente a ella.
- Descubrirás que no tienes elección… -en ese instante, Gaara fue sorprendido por un mar de hilos que le rodeaban y aprisionaban tan fuertemente que incluso le costaba respirar. Ino se acercó rápidamente a él llamando su atención – Es hora de que te duermas – dijo ejecutando unos extraños sellos y colocando su mano en la frente del Kazekage. Para Gaara todo se volvió negro.
Tras que el Kazekage se desmayara, Kakuzu e Ino se ocuparon de sustituirlo por el clon. Una vez hecho esto, Kakuzu puso un sello al Kazekage y ejecutó una serie de sellos para introducirlo en el pergamino. No era conveniente que vieran a dos akatsuki arrastrando al Kage de la aldea por toda la villa. Pein dejó claro que la misión debía llevarse a cabo con la máxima discreción posible, razón por la cual Hidan se quedó en las afueras de la villa, a pesar de las continuas maldiciones que este soltó.
Había estado a solas con Kakuzu todo el tiempo, pero únicamente se dedicaron a hablar de cómo capturarían con vida al Kazekage. Kakuzu no tuvo reparos en confesarle a Ino que este tipo de misión no era la más adecuada para un hombre para él, lo que le dio a Ino pie para proponerle usar sus jutsus mentales en contra de Gaara para someterlo sin herirlo ni llamar la atención. Este no tuvo reproches en aceptar y le dijo que el inmovilizaría al Kazekage para que cayera a la primera. Ino había conseguido lo que quería, en cierta forma, había conseguido proteger al Kazekage. Ahora quedaba la segunda fase del plan y la más difícil, escapar con Gaara sin ser descubiertos.
EN ALGÚN PUNTO DEL DESIERTO…
Los akatsuki ya hacía horas que habían abandonado la aldea de la arena y se dirigían hacía la base del norte con la mitad del trabajo hecho. Kakuzu ya había notificado la sustitución del Kage a Pein. Por lo visto, los Akatsuki tenían un sistema de comunicación telepático que les permitían comunicarse entre ellos por muy lejos que estuvieran, haciendo que el intercambio de información fuera bastante sencillo y rápido. Algo así sospechaba Ino, ya que la primera vez que vio a Kakuzu e Hidan, parecían estar hablando con alguien mentalmente el día de la muerte de Asuma.
Un poco más adelante encontraron una fortificación abandonada en la que pasarían la noche. Al día siguiente, seguirían hasta la base norte que se encontraba cerca de la frontera de la Hoja con la villa de la hierba. Una vez llegaron allí ya era de noche y una vez instalados se dispusieron a descansar. Hidan fue el primero en montar guardia, dejando solos a Kakuzu e Ino. El primero se fue a descansar inmediatamente en cuanto se fue Hidan, no sin antes advertir a la rubia de lo que le pasaría si se le ocurría importunarle como lo hizo el día anterior. Esa amenaza, persuadió a Ino lo suficiente para no acercarse a él ni articular palabra alguna salvo cuando le interesaba al susodicho hablarla. Así transcurrieron las horas hasta que toco el cambio de guardia y Kakuzu sustituyó a Hidan.
Al amanecer, comenzaron de nuevo a moverse hacia la frontera. Pasaron las horas y poco les quedaba para llegar al límite del país del fuego, pero estaban cansados de caminar bajo el ardiente sol del desierto y decidieron hacer una parada en un pequeño oasis que había a pocos kilómetros al sur de donde se encontraban.
Cuando por fin llegaron al oasis, Hidan quiso darse un baño, por lo que bordeó el oasis en busca de un buen lugar, dejando solos a Kakuzu e Ino, que habían encontrado un cómodo lugar donde sentarse bajo la sombra de una serie palmeras que se elevaban y difractaban la luz del sol con sus anchas hojas. Durante estos dos días, Ino había permanecido callada como una tumba, obedeciendo las órdenes de Kakuzu. Sin embargo, esa sumisión no era propia de su carácter altivo y ya no era capaz de soportarlo más. Tenía que disculparse, al menos así lograría que la relación con Kakuzu volviera a ser como antes, pues prefería mil veces la forma en la que la trataba antes que la de ahora. Al menos antes la dejaba hablar y la escuchaba, pero ahora ni eso. Esta situación debía acabar de una vez por todas. Se levantó de su lugar y se acercó hasta él.
- Kakuzu… ¿quiero hablar contigo? -dijo ella mirando hacia abajo donde él estaba sentado.
- ¿Qué es lo que quieres? -dijo abriendo los ojos y mirándola cansinamente. Ella por su parte, trago saliva y habló.
- Quiero hablar de la noche en la que discutimos, antes de irnos de la base del país del Fuego -terminó diciendo a lo que Kakuzu se levantó bruscamente.
- No hay nada de lo que hablar… todo está clarísimo – dijo él dándose la vuelta y alejándose de ella, adentrándose en un sendero de datileras.
- ¡No Kakuzu, tengo que decirte que no lo dije en serio! ¡No lo pensé! -dijo persiguiéndole y gritando pues los pasos de él eran más grandes que el de ella.
- ¿No lo pensaste? Entonces no quiero imaginarme lo que hubieses llegado a decir si lo piensas…
- ¡Kakuzu espera por favor!
- ¡Aléjate de mí de una vez! ¿Por qué a las mujeres os complace tanto exasperarnos?
- ¡No es eso…!
- Claro que es eso…
- ¡Te equivocas! ¡Solo quiero decirte que lo siento! ¡Perdóname, por favor! -continuó persiguiéndolo por el oasis.
- ¿Por qué iba a hacer eso? Lo que me dijiste fue exactamente lo que pensabas y si ahora buscas disculparte, se trata solo de una estratagema para seguir fastidiándome. No hay duda de que todas las mujeres sois así de retorcidas -ese comentario hizó que Ino sintiera que la estaba comparando con Harumi. No podía soportar semejante comparación. Definitivamente no lo permitiría.
- ¡Eso es mentira, yo no me parezco a Harumi! – en ese mismo momento observó que Kakuzu se paraba en seco, aun de espaldas a ella. Entonces Ino se dio cuenta de su desliz, poniéndose la mano en la boca, aunque ya era demasiado tarde.
- ¿Qué has dicho? -preguntó con voz grave.
- Yo… yo… -dijo mientras veía que Kakuzu se daba la vuelta lentamente y la miraba con furia contenida.
- ¿¡Como coño sabes tú de ella!? -caminaba lentamente hacía una petrificada Ino, que era incapaz de moverse - ¿¡Quién te ha hablado de ella!? ¡Dilo!
- Kakuzu… yo no… -dijo ella mientras retrocedía un paso. Kakuzu en cambio aceleró sus pasos para quedar al nivel de ella y la sujeto con rudeza del brazo. Dejando sus dedos marcados en la blanca piel de la chica.
- ¡Cállate! Claro… ahora ya entiendo porque dijiste esas mismas palabras… tú ya lo sabías…
- Kakuzu no sé de qué hablas...
- ¡Mentirosa! Embustera y maldita hipócrita, tú lo sabes perfectamente. Ahora dime quien te ha hablado de ella... ¡dímelo!
- Kakuzu por favor suéltame… me haces daño…
- ¡Y a mí que me importa! Te has estado burlando de mí, malnacida. Has estado escudriñando mi pasado para torturarme…
- ¡No es cierto!
- ¡Claro que lo es! Eres la mujer retorcida y traicionera que pensaba que eras. Has resultado ser una auténtica bruja. Probablemente, te lo haya contado Konan o quizá Hidan…pero ya me ocupare del responsable… primero vas tú… -dijo frunciendo el ceño de forma completamente antinatural y con un intenso brillo de odio en los ojos.
- ¡Suéltame por favor, yo no he hecho nada!
- Sí que lo has hecho… Llevas haciéndolo desde que te secuestre. Pero no volverás a incordiarme nunca más -dijo estampándola contra el tronco de una datilera y agarrándola del cuello, hasta levantara del suelo. – Se acabaron los jueguecitos niñata… -Kakuzu apretaba a Ino con fuerza, parecía que la quisiera matar.
Ambos se miraron fijamente. Ino intentaba deshacerse del agarre de Kakuzu, pero era incapaz de hacerlo. Se dedicó a patalear y a golpearlo para que la soltara. Intentaba hablar con él, pero estaba tan inmerso en su propia rabia, que era incapaz de oírla. Ella pensó que definitivamente Kakuzu iba a terminar con ella. Era la primera vez que lo veía así y en verdad la asustaba. No obstante, la pelea entre ambos fue interrumpida por una fuerte explosión por la zona circundante al oasis, en la zona este. Kakuzu soltó a la muchacha y agudizó el oído, hasta que pudo escuchar el blandir del acero. Les estaban atacando.
