Capítulo 33. Sentimientos encontrados.

Ino despertó sobresaltada del sillón. Había tenido una pesadilla, o, mejor dicho, las había estado teniendo desde que despertó, después de que Hidan le advirtiera de la decisión de Pein sobre el destino de Kakuzu. En ellas, Ino se veía a sí misma en un laberinto, oyendo la voz de Kakuzu de fondo, que la llamaba agonizante pidiéndola ayuda. Ella intentaba llegar a él, pero nunca conseguía acercarse. Estos sueños producían una angustia en ella, que la obligaban a despertar. No obstante, el malestar no desaparecía, al contrario, empeoraba cada vez que despertaba y enfocaba la vista a la camilla. Por tanto, no conseguía dormir casi nada y unas pequeñas ojeras comenzaron a formarse en su nívea piel.

Ya habían pasado dos días. Para seguir la recuperación de Kakuzu de cerca y esperar alguna señal, había llevado al laboratorio con la ayuda de Hidan, un pequeño sofá. En el pasaba la noche y el día, no se movía de ahí, y si no fuera por la insistencia de Hidan tampoco comería. Como si de una caprichosa burla del destino se tratara, los sueños se volvían cada vez peores y el sofá era tan incómodo que le dolía bastante la espalda.

En cuanto a Kakuzu, no había dado ninguna señal, ni buena ni mala. Esa condición estaba volviendo loca a Ino. No sabía qué hacer, recorría la habitación de aquí para allá, pensando en algún tratamiento que pudiera usar para reanimarlo, pero nada se le ocurría. El tiempo se le agotaba. Según le había informado el líder de Akatsuki, debían abandonar la base mañana a primera hora. Ino no quería irse, pero en vista de que no la dejaban quedarse, pensó diversas maneras para trasladar a Kakuzu. Sin embargo, desconocía la gravedad de este y trasladarle así porqué sí, sería una negligencia médica en toda regla. Además, le pregunto a Hidan la ruta por la que debían ir y él le describió el camino, con tanto detalle, como si estuviera allí. Debían pasar la frontera del País del Fuego y con la presencia de Anbu en la zona, se verían obligados a luchar, por lo que era demasiado arriesgado. Si tomaban el camino largo y no entraban en la Hoja por el oeste debían hacerlo por el norte. Para ello, debían pasar las húmedas tierras de la villa de la lluvia, pasar los barrancos del país de la cascada y las estepas del país de la hierba, conocidas por los fuertes vientos que las azotaban. Sin duda, no eran lugares idóneos para un enfermo y llevarlo por ahí sería mucho más inhumano que clavarle un kunai ahora mismo. A esto, debían añadir una cosa más, Pein.

El líder de Akatsuki, ya había advertido lo que significaba para él, el valor de la puntualidad y el hecho de que tres de sus subordinados se retrasaran de esa manera le crispaba los nervios. Sorpresivamente les había concedido un margen, pero su paciencia tenía un límite que estaba comenzando a agotarse. Era la 13:00 e Ino sentía que dentro de muy poco vendría Hidan, para decirle que fuera a comer. Sin esperar que el susodicho viniera decidió emprender el camino hacia la cocina. Pero antes volteo a ver a Kakuzu. Su rostro era tan tranquilo como días atrás, aunque algo más demacrado debido al efecto negativo del veneno y al hecho de no haber comido nada en días. Si no fuera por el suero alimenticio, quién sabe cómo hubiera acabado ya. Sin más, se dio la vuelta y se dirigió a la cocina.

EN LA ALDEA DE LA ARENA…

Temari, estaba a las afueras de la aldea. Iba en solitario y se escondía tras un gran bloque de roca, en la que la erosión había formado una cavidad lo suficientemente grande para ocultarse en ella. Había quedado con Kankuro en esa zona para llevar a cabo el plan.

Durante días, había estado observando, junto a Kankuro, a su hermano Gaara. Este se estaba comportando de una manera realmente extraña. No solo había abandonado su parcialidad con respecto a la inocencia de la Hoja, sino que, estaba empezando a considerarla culpable. Había empezado a delegar en los consejeros y sus subordinados las misiones de rastreo e investigación para averiguar la posible traición de la Hoja. Pero, lo peor de todo, es que, además, había relegado a Kankuro y a ella de las misiones que tuvieran que ver con la Hoja.

Eso la fastidiaba sobremanera y no era capaz de evitar hacer chirriar los dientes. Ella siempre había sido la intermediaria entre la Arena y la Hoja. En cierta forma, ese puesto demostraba el nivel de confianza de un Kage con respecto a otra persona de menor rango. Ahora, muchos de los que querían ese puesto de confianza, que despreciaron siempre a Temari y pensaron que solo tenía ese puesto por ser la hermana del Kazekage, no perdían la oportunidad para burlarse de su situación. A todo ello se le sumaba una preocupación mayor.

Hace varios días, cuando estuvo en el despacho de Gaara a informarse de la misión, observó algo inquietante. El día anterior su hermano, se había herido la mano con un kunai, sin embargo, cuando fue al despacho y le vio la mano no tenía nada. Su hermano no poseía jutsus curativos y no podría haberse cerrado la herida el mismo. La herida no era excesivamente grande para necesitar tratamiento, pero el hecho de que no tuviera absolutamente nada le hizo desconfiar. Le trasmitió a Kankuro sus preocupaciones, y él, estaba de acuerdo con ella. Ese acontecimiento, sumado al cambio radical en su personalidad y sus inclinaciones políticas le hacían ver aún más sospechoso.

Con anterioridad, los Akatsuki habían llegado a controlar a algunos consejeros de la aldea, cuando le arrancaron el jinchuriki a Gaara. Por lo que no descartaban la posibilidad que hubieran hecho algo parecido. Aunque esta vez, sospechaban de algo más complejo y elaborado. Akatsuki había demostrado con anterioridad, no ser un atajo de idiotas que repitiera dos veces la misma táctica, y por lo que se sabía, Sasori había muerto a manos de doña Chiyo. Sea como fuese, encontrarían la respuesta descubriendo quien estaba detrás de los rumores de la traición de la Hoja y por supuesto, con la ayuda de los ninjas de dicha villa, que eran los únicos que estaban fuera del control e influencia de Gaara.

En ese momento, Kankuro apareció y se acercó a su hermana.

- ¿Estás listo? -dijo Temari levantándose del suelo.

- Si. Pongamos rumbo a la aldea de la Hoja -dijo mientras Temari volvía la mirada hacia la aldea de la Arena.

- Tal y como están las cosas, si nos vamos y nos reunimos con la Hoja, nos consideraran traidores… -dijo con la mirada perdida.

- ¿Estás dudando? -dijo con Kankuro con una sonrisa de medio lado.

- En absoluto… -dijo mirándole con decisión – Vámonos- sin más los dos hermanos se perdieron en la tormenta de arena que comenzaba a levantarse.

EN LA VILLA DE LA HOJA…

Hace días que Tsunade había hablado con los consejeros. Pese a las oposiciones y acusaciones que recibió por parte de estos, accedieron a darle el permiso para movilizar a sus ninjas. La única pega a este hecho, o así lo creía ella, era que gente de confianza de los dos consejeros tendrían que trabajar conjuntamente con sus ninjas, por lo que ellos debían estar informados de todo cuanto se hiciera.

Aun así, preparó los grupos, los cuales, partieron sin rumbo fijo a buscar respuestas de lo que realmente estaba pasando. El equipo de Shikamaru partió en dirección a la aldea Siakurako, lugar en el que habían reunido información de Akatsuki por última vez y donde habían escuchado a esos ninjas hablando de ese tal Keito, con la única diferencia, que Sai y Naruto iban con ellos. Aunque ese tipo estuviese muerto, los hombres del bar estaba claro que conocían sus chanchullos y el papel de Akatsuki en ellos.

Akatsuki, a pesar de ser una organización criminal conocida, nunca dejaba testigos y pocas personas del mundo del crimen tenían información sobre ellos, a menos que pertenecieran a la organización o fueran directamente subordinados de sus miembros. Por ello, valía la pena intentar buscar a esos tipos y obligarlos a delatar el papel de Akatsuki en todo esto. Quizás gozaran de la misma suerte que tuvieron cuando averiguaron donde había estado Ino, aunque que pasara dos veces sería, sin duda, algo extraordinario.

Los demás, habían tomado rutas alternativas guiados por rumores e información clasificada de algunos ninjas que tenían contacto directo con Akatsuki y que la propia Tsunade poseía en su despacho. Ya había recibido algún mensaje de sus ninjas, pero ninguno que tuviera éxito o relevancia. Eso era algo que no le sorprendía. Esa maldita organización se movía con la precaución de una gineta y eran escurridizos como una serpiente. Ni siquiera Jiraiya con todos sus contactos había tenido éxito a la primera. Ahora solo cabía esperar.

Por otro lado, el mensaje de ayuda que mando a los Kages aún estaban sin respuesta. Eso era algo que no solo la llenaba a ella de preocupación, sino también a los consejeros, los demás ninjas y a la gente de la aldea. Al principio, Tsunade lo atribuyó a un extravió de correo, pero el silencio de los demás Kage, estaban empezando a sembrar en Tsunade la sospecha de que pasaba algo grave. Los consejeros por su parte, interpretaron esta situación, como la calma que procede a la tempestad y no dudaron en decir a la Hokage que cabía la posibilidad de que les quisieran atacar. A consecuencia de esto, redactaron un plan de intervención para la defensa de la Hoja, el cual, ocupaba la mayor parte del espacio de la mesa. Tsunade se dispuso a leerlo, con Shizune al lado suya.

* Plan de acción del consejo ninja de defensa

Estimada Hokage:

Tras deliberar harto y tendido sobre la alternativa que nos propuso de enviar a sus ninjas a una misión de investigación sobre los desagradables acontecimientos recientes, hemos de comunicarle que su petición ha sido aceptada.

Para ello, este consejo, mediante el presente pergamino, pretendemos exponerle nuestras condiciones a este respecto y los planes decididos de defensa de la aldea.

- Las misiones de espionaje e interrogatorios han de ser lideradas por un ninja de rango superior (jounin)

- Todo lo referente a las misiones deberá ser informado debidamente al consejo y aprobadas con el consentimiento de este.

- Se nos permitirá enviar un equipo de nuestra propia elección para trabajar conjuntamente con sus ninjas.

- El plan de defensa de la aldea consistirá en el despliegue de tropas en puntos clave de las fronteras y en los límites de la propia villa.

- Los ANBU seguirán encargándose de la misión de aniquilar a todos los Akatsuki y la información que consigan se limita únicamente a los miembros del consejo, que, de querer hacerlo, le informarán a usted.

Estas restricciones, no son negociables y han de aceptarse a fin de continuar con las investigaciones. Esperamos la respuesta y el consentimiento de la Hokage.

Un cordial saludo, el Consejo de Defensa Ninja de Konoha (CDNK) *

Tsunade estrujó el papel entre sus manos de la rabia. Aunque a priori, las medidas que exigían los consejeros pudieran parecer lógicas, la obligaban a renunciar a su derecho de liderar a sus propios ninjas. Si firmaba, tendría que informar de todo a los consejeros y estar sujeta a las decisiones de estos. En cambio, si no firmaba, se arriesgaría a una revuelta en su propia aldea, a que hicieran volver a sus ninjas y volvieran a imponerles el toque de queda. Bien es cierto, que si firmaba perdería parte de su poder para la toma de decisiones, pero si no…, lo perdería todo. Sin más cogió un bolígrafo y firmó rápidamente.

- Shizune, llévales esto a los consejeros, deprisa -dijo Tsunade extendiendo el brazo con el pergamino.

- Si, Tsunade-sama -dijo ella cogiéndolo y desapareciendo por la puerta del despacho como un rayo.

- (Siento cargarte con tanto trabajo Shizune, pero no tengo más remedio) -se levantó de la silla, se puso frente a la ventana y miró por ella. El sol estaba bajando y el cielo exhibía un color rojizo por los últimos rescoldos de luz. Tsunade tenía la mirada perdida en el atardecer, y en la ventana se observaba el reflejo de ella combinado con la lenta pero constante bajada del sol. Se notaba su preocupación, mientras fruncía el ceño – (Es extraño que los Kages no hayan contestado… Tengo un mal presentimiento…)

EN LA BASE NORTE DE AKATSUKI…

Konan caminaba de un lado a otro del despacho. Estaba inquieta y su rostro reflejaba cierta preocupación. Pein observaba su ir y venir en silencio. Pasaron varios minutos así. Al final ella se paró en seco y miró hacia el suelo. Entonces Pein decidió hablarle:

- ¿Qué te sucede Konan? -dijo él mirándola fijamente.

- Nada importante…

- No me engañes Konan, te conozco muy bien. Llevas una semana así… - se quedó en silencio un cierto tiempo y continuó- ... ¿es por ella? Él que estaba enfermo era Kakuzu, no ella…

- Es la incertidumbre de no saber cómo esta lo que me tiene así…

- Solo queda un día para que se pongan en marcha -dijo levantándose. Se dirigió entonces hacia ella y le cogió de la mano. – Pronto te quitaras esa carga de encima -dijo ofreciéndole una cálida sonrisa, a la cual ella respondió de la misma manera.

- Que enternecedor…. -dijo una voz haciendo que los dos se soltaran y volvieran a mirar al que había hablado – Es fascinante ver a un hombre tan frío como tu sonriendo Pein… -dijo Tobi avanzando hacia ellos - …aunque con ciertas personas siempre haces excepciones -dijo mirando a Konan con su sharingan activado.

- ¿Qué quieres Tobi? -dijo Pein recobrando su actitud de siempre.

- ¿Qué sabes de Kakuzu y los demás? -preguntó Tobi sin más.

- Aún nada… lo último que me dijo Hidan es que Kakuzu había sido envenenado en un enfrentamiento con los ninjas de la Arena y estaba inconsciente. Probablemente no esté en condiciones de viajar.

- Ya veo… es extraño que Kakuzu allá caído envenenado… algo debió haberle distraído… -dijo mirando con complicidad a Konan – Sería muy lamentable que muriera, es un miembro valioso de Akatsuki y además es el tesorero de la organización, sin embargo, no podemos esperar más. Debemos seguir con el plan.

- Tengo entendido que la Hoja ha empezado a movilizar a sus ninjas para descubrir la verdad sobre la supuesta traición del País del Fuego -dijo Pein.

- Si así es… por ello debemos actuar con rapidez. Debemos poner al auténtico Kazekage a buen recaudo y empezar a movilizar a las copias. Cuanto más tiempo les dejemos sueltos, más posibilidades hay de que descubran nuestros planes. Hidan debe venir con el pergamino.

- Muy bien -dijo Pein

- Me retiro, Pein. – miró a Tobi momentáneamente y le despidió con la cabeza. Después salió sin mirar atrás.

- Cuando venga Hidan con el pergamino, comunicaras a los akatsuki la siguiente fase del plan. De momento, esperaremos como transcurren los acontecimientos -dijo Tobi dirigiéndose a la puerta del despacho.

- De acuerdo -Pein observó cómo Tobi se perdía tras la oscuridad de la puerta.

Konan se dirigía hacia la cocina. Aún estaba dándole vueltas a la mirada de complicidad de Tobi. Ella no tenía confianza con él, de hecho, le daba bastante miedo. Sus cambios bruscos de personalidad, le hacían exhibir un carácter infantil, y en otras ocasiones una sombría y despiadada personalidad. Su carácter infantil y habitual era entrañable y divertido para aquellos que no lo conocían, pero para los que sí conocían su naturaleza, no hacía más que darle escalofríos.

Por fin llegó a la cocina. Abrió uno de los armarios y saco un vaso que colocó sobre la encimera. Después se dirigió a la nevera y sacó una jarra de agua fresca. Mientras realizaba estas acciones no podía dejar de pensar en la manera que aludió Tobi a la "distracción" de Kakuzu. Era como si el supiera más de lo que parecía saber.

- (¿Acaso sospecha lo mismo que yo? ¿Qué Kakuzu está enamorado de Ino y que, quizás, le envenenaron por protegerla?) -pensó mientras se servía un vaso de agua y se lo llevaba a la boca. - ¿Vas a quedarte ahí parado observándome? -dijo mirando hacia el lado izquierdo, sintiendo una presencia.

- Solo quería un poco de agua… - dijo Tobi acercándose a ella, con un vaso en la mano – Si eres tan amable… -dijo ofreciéndole el vaso para que se lo llenara con la jarra de agua que Konan aún sujetaba. Sin mediar palabra, Konan le sirvió y a continuación dejo la jarra en la encimera. Tobi por su parte, se quitó la máscara frente a ella y bebió todo el contenido del vaso. Después volvió a colocársela.

- Ah…que buena… -dijo dejando el vaso en la encimera mientras Konan bebía otro sorbo de su vaso. -Es extraño, que te hayas ido así del despacho… ¿te sucede algo?

- No me ocurre nada…

- ¿Estás segura?... Últimamente estas muy apagada Konan - Tobi se quedó en silencio, mirando a Konan de reojo- no será por Ino, ¿verdad?

- ¿A qué viene esa pregunta? -dijo ella frunciendo el ceño ligeramente.

- Solo me preocupo por ti Konan…

- Hmp, ¿de verdad crees que voy a tragarme eso? -dijo mirándole y sonriendo de medio lado – Te conozco desde hace mucho tiempo Tobi, y no eres el tipo de hombre que se preocupe por los demás, a menos que quiera averiguar algo.

- Nunca fuiste una estúpida Konan… -se la quedó mirando fijamente- …pero yo tampoco lo soy… -dijo echándole una mirada que a Konan la intimidó bastante, aunque soportó la tensión lo suficiente para no retroceder – No hay de qué preocuparse, puede que pronto Ino deje de ser un dolor de cabeza para ti.

- ¿Qué quieres decir con eso? -dijo ella algo preocupada e intrigada.

- Quiero decir qué si Kakuzu muere, no tendré a ningún akatsuki libre para encargarse de vigilar a esa niña, y no tendré más remedio que deshacerme de ella…

- Podría encargarme yo… si aún la necesitas, claro… -dijo ella intentando parecer indiferente.

- Konan, tú tienes responsabilidades con Pein y tampoco quiero quitarte tiempo para hacer de niñera. Estoy seguro de que a Pein no le gustaría del todo la idea. Además, aparte de eso, esa niña está empezando a perder su utilidad y puede llegar a ser un problema.

- ¿A qué te refieres con problema?

- No te preocupes por esas simplezas, tienes cosas mejores en las que pensar. Lo único que puedo hacer para tranquilizarte y que vuelvas a ser la Konan de siempre, es decirte que la vida de Ino está ligada a la de Kakuzu. Si ella regresa aquí sin él, no tendrá ningún akatsuki que la proteja contra Deidara. Dudo que deje pasar la muerte de Sasori. Yo soy su compañero Konan, y créeme, será más humano que la mate yo mismo, antes de dejar que Deidara se divierta con ella. Me ha contado muchas de las cosas que quiere hacerle… -dijo mientras rodeaba a Konan y se paraba justo detrás de ella – y muchas de ellas, me han hecho temblar incluso a mí… -dijo él susurrándole al oído.

Konan soltó el vaso sin querer y esta calló al suelo. Se escuchó el sonido del cristal al romperse y los fragmentos de este se esparcieron por toda la cocina.

- Te dejare a solas para que recojas esto -dijo dirigiéndose hacia la puerta de la cocina, pero antes de salir se dio momentáneamente la vuelta- Ah, Konan, no hace falta que me des las gracias. Solo quiero que te relajes… -dijo quitándose la máscara brevemente y mostrando una malévola sonrisa que amedrentó a Konan.

- (Ino… Kakuzu…volved…los dos) -dijo ella mirando con preocupación la puerta de la cocina.

BASE DEL PAÍS DE LOS RÍOS…

Ya era de noche. Todo estaba ya preparado para salir a primera hora. Hidan e Ino ya habían cenado y el primero se había marchado a hacer una ronda por los alrededores de la base. Según él, no soportaba más el encierro y necesitaba aire fresco. Le dijo a Ino que siguiera su ejemplo, aunque fueran tan solo unos minutos, pero ella se negó. Le angustiaba alejarse de Kakuzu cuando se aseaba o comía y no podía imaginarse estar dando un paseo y que en ese momento Kakuzu despertara. Ese tormento en parte, venían de las pesadillas que había tenido desde que Kakuzu cayó inconsciente. Pensar que saliera de la habitación y el despertara o muriera, no la tranquilizaba en absoluto y no estaba dispuesta a permitirlo. Por su parte, Hidan ya había perdido la esperanza de que su compañero sobreviviera y fue en busca de una distracción a todo aquello.

En ese momento, Ino se encontraba a solas con Kakuzu. Ella estaba sentada en una silla pegada al cuerpo inmóvil de Kakuzu. Estaba al lado derecho de la camilla y el borde de la misma, la llegaba a la parte baja de su pecho. Se levantó ligeramente y volvió a sentarse, esta vez con las piernas flexionadas debajo de su trasero, para levantarse un poco más de su posición inicial.

Miró a Kakuzu fijamente. Tenía la misma expresión que días atrás, y a pesar de su letargo parecía que estaba sano y solo se estaba echando una larga siesta. Ella en cambio, parecía un cadáver. Su piel nívea y sus ojeras moradas la hacían parecer una muerta y su expresión lóbrega y su mirada perdida, como un fantasma. Pasó una mano, por el borde de la camilla. Intentó respirar profundamente para encontrar algo de serenidad. En un momento dado, empezó a chirriar los dientes y acabo dando un puñetazo al borde de la camilla, haciendo que esta chirriara.

- Ya no sé qué más hacer…lo he intentado todo, pero parece que nada de lo que haga servirá para algo. Siempre he intentado, superarme y superar a otros de mi gremio, pero por mucho que lo intente, no hago más que dar rodeos…. y nunca llegó a ningún sitio. -bajo la miraba mientras hablaba en voz alta y volvió a levantarla mirando el rostro de Kakuzu – Hubo un tiempo, en que hubiera dado cualquier cosa por tenerte así, tal y como estas ahora… tu y yo somos enemigos, eres mi carcelero, mi secuestrador, mi pesadilla… y debería estar contenta por verte así… -dijo ella con la respiración entrecortada – pero lo cierto es que no puedo. Por mucho que lo intentó, no logró recordar el odio que te tenía antes. No puedo evitar pensar, que no has dejado de ser el mismo hombre que no me violó en el bosque, el mismo que me salvó de Sasori, el que me curó y me besó en la frente… y el mismo, que ha caído envenado por salvarme -al terminar la frase una lágrima calló por su mejilla – Aunque sea una locura, no quiero que mueras. Prefiero mil veces, que te levantes, que me grites y me insultes, pero no aguanto más este silencio. Cuando pienso… que ya lo has hecho todo y ya no puedes molestarme más… siempre encuentras nuevas maneras de someterme…de incordiarme… -otra lágrima rodó por su otra mejilla – Tu… un hombre desconsiderado, canalla y malhumorado, consigues romper mis esquemas de una manera que jamás habría imaginado…. remover mis sentimientos una y otra vez… haces que sienta todo y nada hacía ti al mismo tiempo, ¿Por qué eres tan egoísta? -ella miró la mano de Kakuzu y la cogió con su mano izquierda, acariciándola- He pensado mucho… en todo lo que ha pasado hasta ahora… en todo lo que sé de ti, en lo que otros me han contado y en lo que tú mismo me has demostrado. Han pasado muchos meses desde que nuestros caminos se cruzaron de nuevo y ha sido en estos tres días…cuando estas a punto de morirte, cuando por fin he encontrado una respuesta. -se acercó más a él, hasta quedar con su cabeza justo frente a la suya- No me importa que me odies, que creas que soy igual a Harumi o que nunca me permitas pedirte disculpas… lo único que me importa ahora, es que vivas… ¿sabes por qué?... -se acercó al lado derecho de su rostro masculino hasta llegar a su oreja – Porque no quiero que me dejes, porque quiero que sepas que me importas, pero, sobre todo, porque quiero que sepas… que te amo… - se acercó lentamente a su rostro, haciendo que su nariz casi chocara con la suya. – Vuelve conmigo, Kakuzu… - cortó definitivamente la distancia que separaban sus labios con los suyos y lo besó.

Unos segundos duró ese beso sin respuesta alguna. Tan diferente a aquellos besos que él la había dado anteriormente. Esta vez, si correspondía a ellos, pero él no podía responderle. Eso solo hizó que Ino vertiera nuevas lágrimas sobre él. Finalmente, se desplomó en su pecho y dio rienda suelta a su llanto, sin percatarse que una sombra observaba tras la puerta y que esa sombra había escuchado toda la confesión de sus sentimientos.

…..

Todo estaba oscuro, nada podía verse. Solo se notaba el olor a moho y humedad. De repente, una luz de una antorcha cercana iluminó la oscura cueva que permanecía oculta. Kakuzu estaba ahí, tumbado en el suelo, sintiendo el barro mojado y el olor a tierra bajo él. A duras penas logró erguirse y observó a su alrededor. La antorcha que lo iluminaba solo le hacía ver a dos metros de él, nada más. Sentía una sensación de angustia. Hacía días que estaba metido ahí y no era capaz de salir.

De repente, escuchó la risa de una mujer y la de un hombre. Sonaban harto familiares para él. Entornó los ojos para ver mejor, y logró ver los rostros de Harumi y Ryuu. Ambos le miraban fijamente y sonreían con malicia. A Kakuzu no le gustaba para nada ese panorama y quería salir de allí. Pero uno de sus tobillos estaba encadenado. Entonces la voz de Harumi sonó entre las tinieblas.

- Ya es hora de que mueras de una vez por todas Kakuzu… esta vez no vas a escaparte… -dijo ella acercándose.

- Tu ya estás muerta… no eres real… -dijo angustiado.

- Puede, pero pronto vendrás conmigo… para siempre… -dijo acercándose más.

Kakuzu no espero a que se le acercara. Cogió una piedra cercana y rompió las cadenas que le apresaban. Sin más, salió corriendo en dirección contraria a Harumi.

- No iras muy lejos Kakuzu…

Kakuzu corrió hasta llegar a una galería con varios túneles, cada cual tan oscuro y siniestro como el anterior. Escuchaba pasos en la lejanía y sin pensarlo cogió el camino que tenía justo enfrente. Sin embargo, llegó a una galería idéntica a la anterior. Repitió el proceso tomando otros caminos, pero todos llegaban a la misma galería. De repente oyó la risa de Harumi.

- ¿Estás perdido Kakuzu? Permíteme que te muestre el camino… -dicho esto Kakuzu intentó ver de dónde venía la voz, pero era imposible. La voz de esa mujer, se movía a su alrededor, sobre él, bajo él…. No hacía más que dar vueltas, hasta que escuchó la voz de un hombre.

- Kakuzu…

- Kenichi… -dijo dándose la vuelta y viendo al jefe de los consejeros de la aldea…

- ¿Por qué me has hecho esto? -dijo al tiempo que cogía con las dos manos los bordes del agujero que tenía en el pecho y se lo abría más. Kakuzu observaba como las manos de Kenichi y el suelo se llenaban de sangre. – Yo solo quería ayudarte… ¡¿Por qué me hiciste esto?!

- Basta… -decía Kakuzu.

- Kakuzu, ¿Por qué nos atacaste? -esta vez hablaba los ninjas que custodiaban a los consejeros y que gritaban y gemían de dolor por los miembros amputados. – Solo queríamos proteger la villa, como tú nos enseñaste…

- No es real…

- Kakuzu, todos creen que eres un traidor, nadie sabrá jamás la verdad -dijo Ryuu apareciendo por otro de los caminos.

- Kakuzu, eres un asesino… ¡la has matado! -dijo un ninja de la cascada señalando a Kakuzu que en ese momento tenía el cuerpo de Harumi en sus brazos y un kunai en la mano.

- ¡Es una pesadilla!¡No es real! -gritaba Kakuzu con las manos en la cabeza.

- Kakuzu… -dijo una voz bajo él – ya es hora de que te vengas conmigo… - dijo Harumi, que dejo de tener forma humana y se convirtió en un demonio negro horrible, que sujetaba a Kakuzu del tobillo y tiraba de él.

- ¡Maldita seas, Harumi! ¡Suéltame! – dijo desesperado intentando escapar de ella. Tenía medio cuerpo hundido en la tierra, cuando escuchó otra voz.

- Vuelve conmigo, Kakuzu… - el aludido, reconoció la voz y miró al frente. Hay estaba Ino, observándole en medio de todo ese caos.

- Ino… -dijo al tiempo que veía como unas sombras sujetaban a la chica por los brazos y la cintura. De golpe la absorbieron por el más oscuro y lúgubre de los túneles, mientras ella gritaba- ¡Ino!

….

Kakuzu se levantó de golpe. Tal y como había previsto todo había sido una pesadilla. Despertó perlado en sudor y aún perturbado por semejante sueño. Ahora que estaba despierto, estaba más tranquilo. Sin embargo, la sensación de agobio aún le embriagaba y su respiración era entrecortada. Volvió a tumbarse en la camilla. Observó a su alrededor, y vio que estaba conectado a un suero y en el laboratorio de la base de los ríos. Después sintió una presión a un lado de la camilla. Era ella, la muchacha, Ino. Esta tenía la cabeza apoyada en el borde de la camilla y algunos mechones de su cabellera rubia le cubrían el rostro.

Él la miró con alivio y sosiego. Su sueño no había sido real y no tenía que lamentar nada por la chica. Por un momento pensó lo peor. No podía creerlo. Después de tanto tiempo el fantasma de Harumi aún seguía atormentándole. Hubo un tiempo, en que pensó que esa muchacha de cabello rubio y orbes azules podía hacerle olvidar a esa bruja. Pero estaba construyendo castillos en el aire. Movido por una fuerza invisible, alargó su mano hasta el rostro de la rubia y aparto sus mechones. Observó su angelical rostro y no pudo evitar dirigir su mano hacía los labios de la rubia.

Tantas veces había besado sus labios, tantas veces había rozado su piel… que incluso ahora no podía evitar sentir los deseos de besarla. Si ella le correspondiera al menos una vez… En su rostro se dibujó una sonrisa melancólica y suspiró.

- Eso jamás pasará… -dijo al tiempo que alargaba el brazo y cogía una manta. Colocó la manta por encima a la rubia y volvió a tumbarse, esta vez cogiéndola de la mano – Esto es lo máximo que podré tener de ti… -sin más cerró los ojos y volvió a sumirse en un profundo sueño.

Al día siguiente, Ino despertó muy temprano. Observó a su alrededor y vio que Kakuzu seguía en la misma posición que la noche anterior. Su cara era serena y tranquila y por ello Ino lo miraba con tristeza. Estaba decepcionada consigo misma. Pensaba que quizás podría ayudarle, pero hoy debían partir a la base del norte y no podían llevárselo. Tendría que dejarlo atrás, y eso era más de lo que podía y quería soportar. Se irguió haciendo que la manta que la tapaba resbalara hasta el suelo. Ella la recogió y se la quedó mirando. No recordaba haberse tapado, pero no le dio importancia. Tal vez Hidan la tapó de madrugada. Se adelantó a una mesa cercana donde había una jarra de agua y un vaso. Se sirvió un poco y tragó un sorbo de espaldas a la camilla. Se dio la vuelta con el vaso aún entre las manos y tras mirar momentáneamente a Kakuzu, miró hacia abajo.

- Lo siento mucho… Kakuzu – dijo mirando decaída su propio reflejo en el agua del vaso y apretándolo ligeramente.

- ¿Por qué te disculpas?

Ino levantó la vista inmediatamente hacía delante y no podía creer lo que veían sus ojos. Kakuzu se había erguido en la camilla y la estaba hablando. Tal fue su sorpresa, que no pudo evitar pegar un respingo y el vaso que sostenía en las manos se partió al chocar contra el suelo. Kakuzu por su parte siguió el camino del vaso mientras caía y luego volvió la mirada a la muchacha. Ella tenía los ojos abiertos de par en par y le miraba fijamente, totalmente inmóvil. Entonces, una lagrima resbalo por su nívea mejilla, apretó sus labios y contrajo las cejas como intentando contener su propio llanto. Kakuzu tan solo la mirada, extrañado por su reacción, pero no tuvo que esperar mucho para un desenlace.

- Kakuzu… - dijo la chica mientras salía corriendo en dirección a él y se lanzaba a sus brazos. El hecho de que la chica le abrazara así sin más, dejo tan sorprendido a Kakuzu, que ni siquiera pudo adquirir su expresión fría e indiferente que tanto le caracterizaba- Me alegro de que estés bien… -dijo abrazándole más fuerte. Al volver en sí, Kakuzu la cogió por los hombros y la aparto un poco de él.

- ¿Qué ha pasado? -dijo a pocos centímetros de la cara de ella.

- Te envenenaron en el oasis. Hidan y yo te trajimos aquí para curarte. Intentamos todo lo que pudimos, pero entraste en coma. Por un momento pensé que no te ibas a despertar. -entonces esbozó una sonrisa que jamás había visto en ella. Ino por su parte alargó la mano tocándole la mejilla – Me alegro de que estés bien.

El la miró momentáneamente y cogió lentamente la mano de ella entre las suyas. Después la aparto de su mejilla lentamente.

- Es mejor que no te acerques mucho a mí…

- ¿Por qué? -preguntó ella algo decepcionada porque él la había apartado. Él iba a contestarla, pero de repente apareció Hidan.

- ¡Kakuzu, estas despierto! Ya pensaba que no ibas a despertarte. Menos mal, que lo has hecho. Nos íbamos a ir de aquí en dirección a la base del norte. Pein está impaciente.

- Ya veo… -dijo mirando a Ino de reojo – Voy a prepararme y partiremos enseguida… -después Hidan asintió al igual que Ino. Ya había llegado el momento de irse a la base del norte. En cuanto Kakuzu se preparase, dejarían los tres el país de los ríos.