CAPITULO 34. VIAJE TORTUOSO
Kakuzu ya había terminado de prepararse. Hidan e Ino lo esperaban a las puertas de la base. Ambos se mantenían en silencio, e Ino miraba con atención la puerta de salida, esperando que cierto personaje apareciera. Tan perdida estaba en sus pensamientos que no se percató de que Hidan la estaba mirando fijamente, hasta que este habló:
- No te preocupes por él, no tardará mucho…- ella lo miró en silencio- Además… ya está fuera de peligro -dijo finalmente con una sonrisa de complicidad.
Al principio Ino no comprendió el porqué de la expresión en el rostro de Hidan. Sin embargo, no le dio importancia y se limitó a asentir, para después, devolver su mirada a la puerta. Fue entonces, cuando Kakuzu hizo acto de presencia y se encontró frente a frente con la mirada de la muchacha. Ino le sonrió pensando que le diría algo, pero él se limitó a mirarla en silencio y poco después se volvió hacia Hidan.
- ¿Qué camino teníais pensado tomar? -preguntó mirando al jashinista.
- Pensábamos cruzar la villa de la Hoja directamente, hasta la base del norte.
- Ese es el camino más rápido… pongámonos en marcha – Kakuzu e Hidan se dispusieron a emprender el camino, pero su paso fue interrumpido por la voz de Ino.
- ¡Kakuzu! -dijo al tiempo que el aludido se daba la vuelta y la miraba con una actitud fría. Ella se quedó sin habla, pero momentos después recuperó el aliento, sintiendo las miradas de ambos Akatsuki sobre ella y habló- ¿Estás bien?
- Sí -dijo llanamente.
- Sino te importa… me gustaría… revisarte… -su voz sonaba algo dubitativa.
- No es necesario. Vámonos – sin más se dio media vuelta y los tres emprendieron su camino.
Tal parecía que iban a seguir la ruta propuesta por Hidan, por lo que el primer paso, sería cruzar la frontera del País de los Ríos con el País del Fuego. Una vez hecho esto seguirían por el bosque hasta la base del norte. Ambos hombres iban delante hablando entre ellos. Hidan le estaba poniendo al día de las instrucciones del líder. No obstante, Ino no estaba atenta a la conversación. Estaba inmersa en la forma en la que Kakuzu la trataba ahora. Su comportamiento frío y distante se parecía bastante al que tenía antes de caer enfermo, con la diferencia de que se encontraba más tranquilo.
Su voz ya no denotaba el mal humor de días atrás y por supuesto, la mirada de intenso desprecio que le dedicó cuando pronunció el nombre de Harumi, había desaparecido. Ino agradecía ese matiz, aunque eso no significaba que estuviera a gusto con la situación actual. Sin ir más lejos, había admitido en voz alta que amaba a Kakuzu, y aunque ella misma no podía dar crédito a sus propios sentimientos, estos eran ciertos. Nunca pensó que podría llegar al sentir algo así por uno de sus mayores enemigos y si cualquiera le hubiera dicho lo que pasaría, habría creído que estaba fatal de la cabeza. Irremediablemente pensó en Konan, y en la pregunta que ella le hizó el día anterior a su marcha, que era si Kakuzu estaba enamorado de ella. Ino estaba segura de sus sentimientos en este momento, pero los de Kakuzu eran un misterio para ella y por la forma en la que la trataba, dudaba mucho que algo así pudiera darse. El no sentía nada por ella, era su carcelero y si en algo podría llegar a interesarle ella, sería para llevársela a la cama. Esos pensamientos no impidieron que Ino bajara la cabeza y recordara otra vez la conversación que tuvo Kakuzu con Hidan, cuando ella fue a llevar la bandeja. De cualquier forma, aún tenía un asunto pendiente, debía disculparse con Kakuzu a toda costa. Necesitaba hacerlo y no pararía hasta que la escuchara. Ya encontraría el momento oportuno. Sin pensar más sobre el tema, aceleró el paso para alcanzar a los dos hombres que la llevaban algunos metros de ventaja.
EN ALGÚN PUNTO DEL SUROESTE DEL PAÍS DEL FUEGO…
Shikamaru y su equipo, ya hacía días que habían dado con los ninjas de la posada, cuya información les fue tan valiosa para localizar a Ino. Por lo que habían podido sonsacar a esos ninjas, el hombre que vivía en esa casa en ruinas cerca de la aldea Siakurako, se llamaba Keito. Ese tipo, había trabajado para Akatsuki durante varios años, pero en un momento dado decidió traicionarles y los akatsuki decidieron deshacerse del traidor. Aparentemente, estaban sin pistas, pero al enviar este mensaje a la Hoja, Tsunade se tomó la libertad de enviar la información a Jiraiya, con la esperanza de que pudiera ser de alguna ayuda. Para su suerte, resultó, que una de las personas a las que Keito vendía información sobre Akatsuki, era el propio Jiraiya.
Cuando el mensaje llegó a manos de Tsunade, vino con información extra sobre Keito, que los ninjas a los que interrogaron ignoraban. Después de consultarles forzosamente a los consejeros de dicha nueva, recibió el permiso para enviarlo a sus propios subordinados. Así se hizó y Shikamaru y los demás recibieron nueva información. Por lo que decía Jiraiya, Keito le había informado años atrás de otros ninjas que eran subordinados o que estaban vinculados de alguna manera a Akatsuki, y junto con los que él trabajó antes de traicionar a dicha organización. La mayoría fueron encontrados por Jiraiya e interrogados, pero no tenían un papel muy importante con Akatsuki, por lo que, en este caso, no podían ser de gran ayuda, y menos, para descubrir los planes de los susodichos.
Sin embargo, había un ninja al que Jiraiya no había podido encontrar, pues Akatsuki se había encargado de hacer que abandonara el país y borrar su rastro, ante los movimientos que captaron del propio Jiraiya. Por un momento, pensó que lo habían matado realmente, pero hace pocos meses, se encontró por casualidad con una antigua fuente, que decía haberlo visto. En ese momento, Jiraiya ya había averiguado muchas cosas sobre Akatsuki y tenía otros objetivos más fiables, por lo que pasó de ese ninja en concreto, pero ante la situación actual de la villa de la Hoja, valía la pena intentar localizarlo, y así mismo se lo informó a la Hokage. Ese ninja se llama Obun. Por lo visto, hacía las veces de secretario del tesorero de la organización, que, por ese entonces, ya sabían que era Kakuzu. Además, también se había encargado de misiones de espionaje, desaparición de cadáveres e incluso cobro de negocios de contrabando, así como abastecimiento de armas, en los que se beneficiaba Akatsuki.
Estaba claro que, aunque no fuera un akatsuki, podría saber muchas cosas sobre ellos. Viendo esto, Tsunade también había enviado los mensajes a otros equipos, para que mantuvieran los ojos abiertos por si se topaban con Obun. Aunque la misión de buscar a ese hombre, se lo mandó encarecidamente al equipo 10, mientras que los consejeros enviaron, además, un escuadrón Anbu. La información que tenían sobre él, es que había sido visto por última vez, en el pueblo de Kyoran hace 4 semanas y que su aspecto era el de un hombre alto y corpulento con barba y una cicatriz en el ojo derecho.
- Bien, esta es lo información que tenemos. Ahora debemos ponernos en marcha.
- ¡Si, por fin averiguaremos lo que traman esos Akatsuki! -dijo Naruto entusiasmado.
- Si toda la información que nos han dado es cierta, ese tipo debe saber mucho sobre esa organización.
- Tienes toda la razón, Sai. Por eso no hay tiempo que perder… -dijo Sakura.
- Y… ¿Dónde está Kyoran? -preguntó Chouji.
- En la región noroeste del país del Fuego -dijo Shikamaru cerrando el pergamino - ¡En marcha!
EN LA GUARIDA DE AKATSUKI…
Pein se encontraba en su despacho, en compañía de Tobi y Konan. El primero ya había recibido noticias de los únicos akatsuki que aún no habían llegado y los otros dos, esperaban expectantes las nuevas noticias de sus compañeros. Konan, estaba visiblemente preocupada y su preocupación hubiera podido pasar desapercibida a cualquiera, pero los hombres que la acompañaban la conocían demasiado bien. Pein, dio un paso al frente, y se acercó a los dos:
- ¿Y bien? -preguntó Tobi.
- Ya han emprendido el camino hacía aquí. Llegaran en tres días, a menos que se retrasen claro.
- Espero que no… -dijo Tobi.
- Y… ¿Qué ha pasado al final? -dijo Konan
- ¿Te refieres a Kakuzu? -preguntó Pein, mirando fijamente a Konan, ante la mirada atenta del Uchiha. Ella simplemente asintió con la cabeza – Esta bien, despertó esta misma mañana. Vienen los tres hacia aquí. -el rostro de Konan reflejo una sensación de alivio, que no pasó desapercibida a ninguno de los hombres que la acompañaban.
- Ves Konan, al final no debemos preocuparnos… -dijo Tobi mientras se interponía entre Pein y ella - …ahora puedes volver a ser la misma de siempre – dijo esbozando una sonrisa bajo su máscara. A continuación, desapareció.
- ¿Qué sucede, Konan? – dijo Pein acercándose a un lado de Konan.
- Nada… - dijo ella con la mirada perdida en la puerta por donde había desaparecido el verdadero líder de Akatsuki.
EN ALGÚN PUNTO DEL DESIERTO DEL PAIS DEL VIENTO…
Hacía varias horas que habían levantado el campamento y habían continuado su camino. Los hermanos de la Arena, se dirigían ahora al País del Fuego, con la esperanza de encontrar amparo y ayuda de los ninjas de la Hoja, en vista de que ni siquiera podían confiar en las decisiones de su enajenado hermano pequeño. A estas alturas, Gaara ya se habría dado cuenta de su ausencia y seguro que había actuado en consecuencia. No falto demasiado hasta que Temari y Kankuro sintieron que les estaban acechando.
- ¡Ya basta de juegos… salid de ahí… y decid lo que tengáis que decir! -dijo Temari parándose en seco. Ya estaba harta de esta absurda persecución.
Al instante de decir eso, apareció un escuadrón de seis ninjas de la villa de la Arena frente a ellos. Eran subordinados directos de los consejeros de la villa y estaba claro lo que venían a hacer, aunque no estaría de más asegurarse.
- ¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Por qué nos perseguís? – dijo Kankuro
- Habéis salido de la aldea sin permiso del Kazekage y con sospechosas intenciones.
- ¿A qué intenciones sospechosas te refieres? Hemos salido a averiguar la verdad y descubrir qué papel juega Akatsuki en todo esto.
- ¿Negáis que os dirigís a la aldea de la Hoja…? – dijo el líder del escuadrón.
Temari y Kankuro se miraron momentáneamente. Estaba claro que sí decían que iban a la villa de la Hoja, les considerarían traidores y probablemente comenzarían a pelear, pero, por otro lado, sus intenciones estaban más que claras y si lo negaban, se los llevarían de todas formas para mantener el toque de queda. Si volvían a la villa, los encerrarían en cuanto averiguaran sus intenciones y si luchaban aquí, se declararían traidores. Sin embargo, podrían escapar y cruzar la frontera, pues les quedaba unos escasos kilómetros para llegar. Estaba claro cuál era la mejor opción.
- No, nos dirigimos a la aldea de la Hoja – dijo Temari. Todo quedo en silencio mientras el líder del escuadrón comenzaba a fruncir el ceño.
- ¡Lo sabía! Sois unos traidores, ¡acabad con ellos! -dijo el líder mientras sus subordinados se abalanzaban contra los hermanos.
- Tendremos que luchar contra ellos y continuar nuestro camino… ¿preparada? – dijo mientras veía a los ninjas correr hacia ellos.
- Claro que lo estoy -dijo Temari al tiempo que abría su abanico y lo colocaba a su espalda. Solo el tiempo mostraría a los vencedores de esa batalla, mientras el sol comenzaba a caer a sus espaldas.
EN LA FRONTERA DEL PAÍS DE LOS RÍOS...
Muy poco les faltaba a los akatsuki para llegar a la frontera. Habían parado escasas veces a descansar y comer algo, pero enseguida habían continuado su camino. Durante las paradas, Ino había intentado revisar a Kakuzu, pero el orgulloso carácter de este, no hacía más que darle una negativa tras otra, y teniendo en cuenta que había recuperado su mal carácter, Ino dio por hecho que ya estaba restablecido. Por ahora, se mantenía a la derecha de Hidan, hablando animadamente. A Kakuzu le impactó ver lo bien que parecían llevarse, aunque por lo que le dijo Hidan, no era tan extraño. Al fin y al cabo, él había estado una semana inconsciente, y en ese tiempo, habían estado conviviendo sin matarse y sin que la chica escapara. Esto había provocado, que se conocieran un poco mejor y llegaran, al menos, a tolerarse.
Por lo que Hidan le había contado, Ino se había encargado de curarlo y no se había separado de él, en ningún momento. Tal fue su cansancio, que Hidan le relató cómo se desmayó justo después de inyectarle el antídoto y con qué tesón le cuido cuando despertó. Esto no hacía más que golpear la cabeza de Kakuzu, pues nunca pensó que esa niñata se llegara a preocupar tanto por él. Aunque por su parte, aún seguía creyendo que tenía alguna macabra intención. De todas formas, él no había confiado en las mujeres desde lo de Harumi y después de tantos años así, le costaba creer en la buena voluntad de la chica. De sopetón, recordó la última conversación que tuvo con ella, en la que pronunció el nombre de esa bruja de Harumi.
Aún estaba intrigado, por quién habría sido el que había delatado su secreto. Sin embargo, por el momento prefería no saberlo. No quería hacer alusión alguna al tema. Solo esperaba que a Ino se le hubiera olvidado. Aunque debido al carácter de la chica, eso lo dudaba sobre manera. En otras circunstancias la hubiera matado en cuanto la vio esa misma mañana, pero los relatos de Hidan sobre la dedicación de la chica, relajaron su postura sobre el tema. Quizá no matarla por su osadía, fuera un buen regalo de agradecimiento por haberle salvado la vida. No obstante, a ella no se lo reconocería jamás. A partir de ahora, intentaría tratarla como su prisionera, así que decidió seguir con el plan de días atrás, de ignorarla en cuanto pudiera.
Ya estaba anocheciendo y Kakuzu observó en el horizonte, una pequeña posada. Habían caminado durante todo el día y las escasas paradas que habían hecho, nunca excedieron de la media hora. Tocaba descansar para mañana. Aún debían cubrir una buena distancia. Se paró en seco y se dio media vuelta quedando frente a la animada pareja. Hidan e Ino, se pararon en seco al ver a Kakuzu y guardaron silencio para ver lo que quería.
- Ya es suficiente por hoy. Nos hospedaremos allí – dijo señalando esa posada que había visto.
- Esta bien. Estoy cansado y quiero darme una ducha.
- Buena idea Hidan. Yo seguiré tu ejemplo… -dijo ella con una sonrisa de medio lado.
- Grandes mentes piensan igual, aunque es una lástima que no quieras convertirte… -dijo mirándola de reojo.
- ¡Ni lo sueñes! -dijo agarrándola del brazo y atrayéndola hacía él- Bastante tengo con tener un fanático religioso en el equipo, lo que me faltaba… que los dos os pusieseis a rezar y a automutilaros… - terminó diciendo Kakuzu, emprendiendo el camino hacia la posada con la niña agarrada por la muñeca.
- ¡Ya estas otra vez con tus blasfemias! Tenías que haberte quedado en cama…
- ¡Cállate!
- Parad de discutir de una vez… maldita sea… -dijo ella con una gotita en la cabeza.
Kakuzu sentía la suave piel de la chica entre sus ásperas manos e irremediablemente no podía evitar sentirse cohibido por eso. Por supuesto, no lo demostró. Siguieron su camino durante unos minutos más y en todo el trayecto no la soltó.
Llegaron pues, a la posada. Les atendió un rechoncho hombre y tal como había hecho en la aldea Siakurako pidió tres habitaciones contiguas. Esta vez tuvo suerte, aunque puede que una parte de él hubiera deseado que no fuera así. Sin embargo, la parte racional de su persona, agradeció el no tener que dormir con la muchacha, aunque con lo bien que parecían llevarse Hidan y ella, puede que al jashinista no le importara dormir con la chica. Pero ese pensamiento no le complacía, y pensar en ello, solo le hacía encenderse de celos inconscientemente. De cualquier forma, debía controlarse y seguir con el plan de ignorar a la joven y parecer un monstruo ante ella. Le dio una llave a Hidan y siguieron los tres por el pasillo. Movido por el pensamiento de asustarla, la cogió rudamente del brazo mientras la miraba fijamente.
- Toma… -dijo dándole la llave, de la habitación que quedaba justo entre la de Hidan y la suya - …y espero que no se te ocurra intentar escapar, porque si se te…
- ¡No te preocupes! -dijo cortándole la frase - … ya no intentaré escaparme… -dijo ella mirándole fijamente mientras le sonreía. Después entró en su habitación sin mediar palabra con el enmascarado. Dejándolo solo en el pasillo en compañía de Hidan.
- La tienes en el bote… casanova… Jajaja -se oyó decir al jashinista mientras cerraba la puerta de su cuarto dejando a un anonadado Kakuzu en el pasillo.
Sin más entro a su propia habitación y tras quitarse la capa y la máscara se sentó en el borde de la cama. Se puso a pensar en cierta mujercita. Él intento asustarla y hacerla entender que, aunque le hubiera salvado la vida no estaba dispuesto a perdonarla ni a ser amable con ella, pero la actitud de la chica rompió sus esquemas. No solo no estaba asustada, sino que mostró una expresión de comprensión y le sonrió. Además, no tenía intención alguna de escaparse. Eso era algo que le intrigaba especialmente. Quizá ya estaba mentalizada de que nunca conseguiría escapar de él. Sin embargo, Kakuzu conocía bien el carácter de la joven para darse cuenta que no era una mujer cobarde que guardara sus opiniones, ni que cambiara fácilmente de parecer. No debía quitarle los ojos de encima. Aunque puede que ese fuera precisamente el problema. No quería reconocerlo, pero cuando la tenía cerca, se perdía en ese azul intenso de sus ojos y sentía unos irremediables deseos de atraerla hacia él y besarla hasta dejarla sin aliento. Sin embargo, debía controlar sus impulsos y una buena forma de frenar esas situaciones era asustarla para que no se acercara siquiera a él.
- (Lo mejor será que deje que se acerque más a Hidan… aunque no me satisfaga mucho la idea…) – pensó mientras se paseaba por la habitación observando los sórdidos muebles. Se paró en la puerta del baño y observó su interior, cuando de repente alguien llamó a la puerta - (¿Quién será ahora?) -pensó al tiempo que se dirigía a la puerta y abría esta con cautela - ¿Qué haces aquí?
- Solo quería ver como sigues… -dijo Ino con voz tímida - … ¿puedo pasar? -él no la dijo nada, tan solo se apartó para dejarla pasar y cerró la puerta.
- Ya te dije antes que no necesitaba que me revisaras… -dijo él viendo como ella se adentraba más en la habitación.
Kakuzu la observaba con atención. Ino iba sin su capa de akatsuki. Llevaba un pantalón corto negro y morado, con medias de rejilla y una camisa ajustaba por la cintura con una serie de cinturones, que le marcaban su esbelta figura. Todo ello, a juego con el pantalón. Esta camisa en cambio, se volvía más holgada en la parte del pecho, con un escote que marcaba la protuberancia de estos. Además, se unía finalmente con una cinta atada desde los pechos a la parte trasera del cuello, finalizado por un lazo, dejando los hombros completamente al descubierto. Todo ello con unos zapatos negros con algo de tacón y su pelo recogido en una coleta. El akatsuki la observó detenidamente y tuvo que hacer un esfuerzo titánico por parecer indiferente ante esa deliciosa visión. Esa ropa le marcaba fielmente su perfecta figura y habría que ser de piedra para no sentir nada al verla así. Parecía incluso como si ella misma fuera consciente del efecto que provocaba y disfrutara con ello.
- Ya lo sé… pero todos estos días… te he estado curando y aunque estés despierto y aparentemente bien, me gustaría salir de dudas y revisarte. Espero que no te opongas… solo será un momento – él se quedó callado mirándola y ella continuó – No te volveré a molestar si me dejas revisarte.
- Esta bien… pero luego te largas, ¿te queda claro? -dijo él dándose por vencido.
- Si claro… -después de mirarle a él, miro a la cama momentáneamente y la señaló – Siéntate.
Kakuzu obedeció y se sentó al borde de la cama con los brazos cruzados y con una expresión de fastidio en la cara. Para Ino era algo incómodo verle con el ceño fruncido cuando solo intentaba ayudarle, pero para él, era un mecanismo de defensa para no perder el control sobre sí mismo. Ella se sentó frente a él, y sacó unas gasas y unos botes de la bolsa ninja que llevaba en la cintura.
- Tienes que quitarte la camiseta… -dijo ella mirándole de reojo. El solo suspiró y se la quitó.
Ino observó con atención el musculoso pecho de Kakuzu. Por unos instantes se perdió en sus propios pensamientos y olvidó lo que tenía que hacer, pero la voz del hombre la devolvió a la realidad.
- Acaba rápido, sino te importa… -dijo él con una voz profunda e impaciente.
- Si – dijo ella al tiempo que dirigía sus manos encima del corazón de Kakuzu, justo donde le habían clavado la aguja envenenada.
Esa zona de su pecho ya no mostraba esa coloración oscura de días atrás, sino que había cambiado a un color más natural y saludable. Lo cual, era sinónimo de que el veneno que pudiera quedar en el organismo de Kakuzu ya no era peligroso y lo expulsaría naturalmente en pocas semanas. Había una herida fina y larga que Ino había abierto con el bisturí para sacar el veneno y que estaba cosida. Por su aspecto, ya había cicatrizado y podían retirarse los puntos. Ino pasó sus dedos por encima del pecho de Kakuzu, que dio un pequeño respingo.
- ¿Estas bien? -dijo ella preocupada - ¿Te he hecho daño?
- No… solo date prisa y termina. – dijo con impaciencia.
Ino no sabía que mosca le había picado, pero mejor no sacarlo de sus casillas. Continuó con lo que estaba haciendo, y fue quitando los puntos uno a uno. Al cabo de unos minutos en los que imperaba el silencio, terminó de quitarlos todos. Solo le quedaría una pequeña marca, visible únicamente si se miraba muy de cerca. No obstante, un hombre con el cuerpo lleno de suturas no le conferiría demasiada importancia a semejante matiz.
- Con esta pomada, cicatrizará más rápidamente y no quedará ninguna marca -dijo ella untándose los dedos de la crema y esparciéndosela por el pecho.
- Basta… -dijo finalmente cogiéndola de la muñeca y apartándola de él – Ya es suficiente. Coge tus cosas y lárgate -dijo el mirándola mientras se levantaba y se alejaba de ella, hasta apoyarse en el umbral de la puerta del baño, dándole la espalda. Ino con las gasas en la mano, las miró y apretando los dientes y los puños, se levantó como un resorte.
- ¡¿Por qué me tratas así? -dijo ella reprendiéndolo, al mismo tiempo que se levantaba de la cama – ¡Solo intento ayudarte y tú…!
- ¡¿Ayudarme?! ¿Para que ibas a ayudarme? Esta herida, y los días que he pasado inconsciente te los debo a ti, niñata. Soy tu carcelero, no tiene sentido que me ayudes… ¿Por qué lo haces?
- Tú me salvaste. Esa aguja era para mí…
- ¡¿Salvarte?! Jajaja, no digas estupideces. Lo único que hice fue proteger mi posición. Ya sabes lo que habría pasado si hubieses muerto. – dijo convencido mirándola fijamente.
- De verdad… lo hiciste por eso… -dijo cabizbaja.
- Si… ¿algún problema?
- No… – la negativa sorprendió a Kakuzu - …pero eso no me importa. Tengo algo que resolver contigo. Y no me iré hasta que me escuches.
- ¿De qué diablos hablas?
- De la pelea que tuvimos en la antigua base de Akatsuki antes de que Deidara la destruyera.
- ¿Otra vez con eso…? Realmente, eres una pesadilla de mujer…
- No me importa lo que me digas… quiero pedirte disculpas. Me sobrepasé en lo que dije… -dijo ella mientras él daba vueltas por la habitación moviendo la cabeza de un lado a otro, aparentemente sin escucharla - …por eso quiero disculparme.
- ¿Por qué ese cambio de actitud? Parecías muy convencida cuando me insultaste – dijo él acercándose a ella y dejando pocos centímetros entre ellos – No será que al conocer cosas sobre Harumi, te empecé a dar pena… - dijo acercando su rostro más a ella – Yo no necesito tu lastima. -dijo mientras la cogía del mentón para que lo mirara.
Se quedaron mirándose fijamente durante un rato. Él sentía su dulce olor a flores y observaba como la respiración entrecortada de la chica, hacía subir y bajar sus pechos, visibles a través de su escote. Ella sentía el embriagador olor varonil que él desprendía y el tacto de sus manos sobre su piel provocaba que le costara respirar y temblaba. Ella miró fijamente a esos extraños ojos verdes y habló.
- Y entonces… ¿Qué necesitas? – lo que dijo extraño muchísimo a Kakuzu, pero la delicadeza y sensualidad con la que ella dijo esa frase, le impedían seguir controlando sus impulsos.
- ¿Quieres saber lo que necesito…? – dijo él casi como un susurro, mirando fijamente a los labios de la muchacha y acercándose a ellos con una pasión contenida que le quemaba por dentro. Mientras la chica tenía cerrados los ojos y la boca entreabierta invitándole a entrar. Kakuzu levanto más el mentón de la joven, acercándola más a sus propios labios hasta que sus alientos chocaban el uno contra el otro. Tan delicioso momento se vio truncado por el estridente sonido del pasillo.
- ¡Kakuzu! ¡La cena está incluida en el precio y ya está hecha, así que mueve el culo y baja! -gritaba Hidan como un loco golpeando la puerta como queriendo derribarla. Se le oyó dar unos pasos al otro lado y pararse en la puerta de la habitación de Ino - ¿¡Has oído rubia!? ¡La cena ya está lista, así que bajando señorita! ¡Yo os espero abajo! -lo último que se oyó fueron los pasos del jashinista alejándose por el pasillo.
Kakuzu volvió la mirada a la joven que había abierto los ojos en el momento que oyó gritar a Hidan, y que habían estado fijos en él, hasta que el jashinista se alejó por el pasillo. Aprovechando la intrusión de Hidan como cortafuegos, Kakuzu adquirió de nuevo su actitud fría con la chica y junto su frente con la suya con dureza.
- Necesito… que me dejes en paz. -dijo mientras ella abría los ojos de par en par, el solo se limitó a soltarla y lanzarla contra la puerta de salida – Ahora lárgate y procura actuar con normalidad, porque no quiero que ese idiota de Hidan me pregunte nada, ¿queda claro?
- Perfectamente -dijo al tiempo que miraba la puerta de salida, con la mano apoyada en el picaporte y volvía momentáneamente la mirada a Kakuzu.
Lo último que vio Kakuzu antes que ella desapareciera, fue la mitad del rostro de la joven con una lágrima recorriendo su mejilla y por alguna extraña razón, esa lágrima le pesaba más a él que a ella.
AL DÍA SIGUIENTE…
Ya hacía varias horas que habían dejado la posada y los tres caminaban en silencio. En su compañero Kakuzu, era algo natural estar así, pero por alguna razón Ino estaba más apagada que de costumbre. Algo debía haber pasado entre ellos, pues desde la noche anterior la chica había estado muy rara. Aunque por otra parte era una mujer, y las mujeres a veces se ponen mal así porque sí, sin razón aparente. Puede que si se metía con ella la hiciera reaccionar, y no perdió el tiempo para intentarlo.
- ¿Qué te pasa Ino? ¿Te ha bajado la regla? Esta muy demacrada… -dijo Hidan con una sonrisa de medio lado.
- Nada… -dijo ella sin muchas ganas.
- Venga rubita ¿Qué te pasa? Ayer estabas perfectamente… -dijo pegándose al costado derecho de la rubia y arqueando las cejas.
- No me pasa nada… -dijo ella mirando brevemente a Kakuzu, el cual estaba atento a la escena.
- ¡Venga ya! No me jodas…
- ¡Hidan! Déjala en paz y cállate. – dijo Kakuzu haciendo que Hidan frunciera el ceño y alejándose un poco de ella – En lugar de eso… os tengo que informar de algo…- dijo mirando hacia atrás mientras seguía caminando- … a los dos -dijo llamando la atención de Ino.
- ¿Qué pasa, ahora? -preguntó el jashinista.
- Nos retrasaremos un poco en llegar a la base del norte, tengo que ver a un subordinado mío para arreglar unos asuntos de la organización.
- ¿Qué subordinado?
- Tu no le conoces Hidan, así que no tiene sentido hablarte sobre él. Lo único que os diré, es que es valioso para Akatsuki y es nuestra fuente y conexión con muchos contactos de otros países. Tengo que arreglar unos asuntos financieros con él. Así que iremos a su aldea y nos quedaremos a dormir en su casa, así no gastaremos dinero en hostales.
- Pein ordenó que fuéramos deprisa a la base y que no nos retrasáramos… -dijo Ino.
- Lo sé, hablé anoche con él. Esta informado y nos ha dado permiso, pero no consentirá ningún retraso más.
- Ah… que remedio, ¿y cómo se llama esa aldea? -preguntó Hidan.
- Se llama Kyoran.
EN LA BASE DE LOS AKATSUKI…
- Se retrasarán un día más -dijo Pein sentado en uno de los sillones de su despacho en compañía de Konan.
- ¿Y eso por qué? – dijo el enmascarado.
- Kakuzu tiene que ir a ver a nuestro contacto en Kyoran.
- Bueno… siendo esa la razón, está bien, pero no habrá más retrasos. Si se retrasan más todavía, iré yo a buscarlos y los traeré aquí con mis jutsus de teletransportación – dijo mientras Pein asentía – No podemos dejar que se estén paseando con el Kazekage en el bolsillo. El sello tiene un límite y es un Kage lo que tienen, no un ninja mediocre. Además, debemos seguir adelante con el plan.
- Hablas de ese plan… pero nosotros no sabemos nada de él. ¿De qué se trata exactamente?
- Paciencia Konan. Todo a su tiempo. Lo único que puedo decirte es que el siguiente paso será el principio del fin de la Hoja. En este momento… eso… ya está en marcha.
- ¿A qué te refieres? – pregunto Pein.
- El Kazekage ya ha escrito el mensaje y en estos momentos lo tendrán en la mesa los demás Kages.
- ¿Qué contiene ese mensaje? -preguntó Konan intrigada, lo último que se vio fue a Tobi quitándose la máscara esbozando una malévola sonrisa que la heló la sangre.
EN ALGÚN PUNTO DEL BOSQUE DE LA HOJA, AL NORTE DE LA ALDEA…
Los miembros de Anbu, ya estaban levantándose del suelo después de un merecido descanso. Los consejeros le habían pasado una suculenta información sobre un subordinado de Akatsuki y estaban dispuestos a capturarlo e interrogarlo. Debían dar con él antes de que lo hicieran los subordinados de la propia Hokage, pues esa era la condición que le habían puesto los consejeros expresamente. Después, debían acabar con él.
- Muy bien jefe, ya está todo listo – dijo uno de los Anbu con una máscara de mono.
- Bien, partamos ya. Llegaremos a la aldea Kyoran al anochecer. ¡En marcha! -al instante los cuatro miembros de Anbu desaparecieron sin dejar rastro.
EN LAS AFUERAS DE LA ALDEA KYORAN…
Ya era por la tarde, los akatsuki habían subido a lo alto de una colina y mientras el sol caía, ladera abajo, veían unas luces de la pequeña aldea de Kyoran. Pocos kilómetros, les faltaban para llegar y en el fondo lo agradecían, pues estaban cansados del viaje. Sin más dilación, dejaron la colina y comenzaron a bajar hacia el valle donde se asentaba la aldea. Un par de horas transcurrieron, cuando ya habían llegado a las puertas del pueblo.
Esta nada tenía diferente a cualquier otra aldea de las del País del Fuego y aunque no era tan grande como la villa de la Hoja, tenía todas las comodidades que esta podía demandar. Se adentraron en la aldea, con Kakuzu a la cabeza y se pararon en un establecimiento cuya entrada estaba en un nivel inferior, bajando una angosta escalera. Entraron y había una sala oscura con una bombilla colgando en el techo como única luz.
- Hace tiempo que no nos veíamos, Kakuzu. -dijo una voz ronca que emergía de un extremo de la habitación.
- Es cierto, Obun. Porque no sales para que te veamos. -dijo Kakuzu volviéndose hacia el rincón donde había escuchado la voz.
- Veo que no vienes solo, ¿son tus compañeros? – dijo un hombre corpulento con barba negra y una cicatriz en el ojo derecho.
- Así es.
- Vaya, que sorpresa -dijo el hombre acercándose a Ino- Pensaba que ibais en parejas y que Konan era la única mujer de la organización. Pero esta… parece una niña – dijo mientras se daba la vuelta justo al lado de Ino y miraba a Kakuzu – ¿Ahora haces de niñera? No creo que seas el más indicado para ese tipo de trabajo, Jajaja.
- No he venido a hablar de mis compañeros. Ya sabes a lo que vengo, seguro que Pein te ha informado. Hablemos en privado.
- Muy bien -dijo mirando a Ino de reojo por última vez- Unuko, llévalos a sus habitaciones mientras hablo con Kakuzu. -en ese momento apareció un hombre alto, delgado y de nariz terriblemente grande.
- Si señor – dijo con su estridente voz- venid por aquí.
Hidan e Ino se perdieron por el pasillo en compañía de Unuko, mientras que Kakuzu no quitaba los ojos de encima a Ino. Tal era su distracción que no se dio cuenta que Obun había avanzado hasta una puerta que daba a un despacho, hasta que este lo llamó. Ambos hombres entraron al despacho. Se sentaron en la única mesa que había, uno frente al otro.
- Bueno, ¿dónde están? -dijo Kakuzu.
- Siempre tan impaciente… -dijo Obun con una sonrisa de medio lado. Sacó de un cajón tres pergaminos y se los entregó al enmascarado.
- ¿Y todo esto?
- Veras, Pein me pidió información clasificada de la villa de la Nube y de la Hoja. Me dijo que esto os haría falta para la siguiente fase del plan. También me dijo que vendría Deidara y Tobi a por esto, pero ya que te veo a ti, te lo doy. Y el tercer pergamino, es tal como acordamos: el informe de cuentas de las diferentes transacciones que he llevado a cabo en el extranjero en el último año, a nombre de Akatsuki por supuesto.
- ¿Qué información contienen estos dos pergaminos? -dijo Kakuzu levantando dos de los pergaminos.
- El líder me dijo que os lo diría cuando llegarais a la base del norte, así que por ahora será mejor que no intentes abrirlo. Además, creo que sería conveniente que avisaras a Pein de que ambos pergaminos los tienes tú, usando esa comunicación telepática vuestra.
- ¿Porqué?
- Por si quiere enviar refuerzos, claro…
- Vaya, debe de ser muy importante lo que hay en estos pergaminos -le miró fijamente y prosiguió – Le avisaré. ¿Alguna otra cosa?
- Ahora que lo dices… sí. Me gustaría saber algo, aunque a modo de curiosidad simplemente. -Kakuzu arqueó la ceja esperando la pregunta - ¿Quién es esa chica? ¿Tu amante?
- No te cansas nunca de decir estupideces -dijo visiblemente molesto y levantándose de la silla.
- Vamos Kakuzu no seas así, solo que no se me ocurre otra razón por la que un hombre como tú pueda estar formando equipo con una chiquilla como esa. Además, la manera como la miras cualquiera podría pensar eso. Te conozco bien, Kakuzu, ¿Quién es ella? -dijo esperando una respuesta con los pies apoyados en la mesa y los brazos cruzados.
- Es una prisionera de Akatsuki, la mantengo con vida para preservar mi posición de tesorero -dijo él dado la vuelta con la mano en el picaporte de la puerta.
- Mmm, ¿y ya has jugado con ella? ¿Eh? – Kakuzu se volvió hacía él en silencio, con el ceño fruncido – No lo digo por nada Kakuzu, solo si, ella no te interesa… quizá puedas pasármela para que me divierta… ¿Qué te parece? -dijo esperando la respuesta del Akatsuki.
- No he jugado con ella. Es mi prisionera y si alguien va a pasársela bien a su costa, seré yo. Ningún otro hombre va a tocarla. ¿Te queda claro? -dijo acercándose a la mesa lentamente y con la cara ensombrecida por la furia.
- Clarísimo, amigo. Buenas noches -dijo sonriéndole. Finalmente, Kakuzu salió dando un portazo y dejando solo a Obun – Que interesante. Parece que las sospechas de Tobi eran ciertas después de todo. A él le encantará saber esto.
