Capítulo 1: ¡Despierta!

El velo que separa los sueños de la realidad se levanta lentamente, casi como si fuese bruma bailando en el viento. El cansado soldado siente la caricia de la realidad sobre sus marcadas extremidades, mientras colores vibrantes danzan frente a sus exhaustos ojos, invitándolo a jugar.

-No, es muy pronto, estoy cansado.

Se queja, tratando de regresar a su sueño. Los recuerdos del ayer le invaden, tiempos no mas alegres, pero si más fáciles. Un tiempo antes de que su verdadero propósito fuese revelado, un tiempo cuando aún era un ser de carne y sangre, antes de que la rabia lo eligiese, un tiempo antes de que escupiese en la cara de quien se creyó con derecho a elegir su destino.

-Las cicatrices del ayer no han sanado todavía.

Una luz dorada derrama imágenes sobre los cansados pensamientos del soldado. Miles de millones de muertos flotando sobre un inmenso mar de sangre, mar el cual cubre todo un mundo, el cual es consumido por el fuego y los gritos, mientras carcajadas oscuras resuenan en el fondo.

No hay palabras no son necesarias, el soldado sabe lo que se espera de él, aun así, una parte de él, ese último remanente de humanidad, desea que su carga pase a otro, para poder reclamar la paz que gano ya hace mucho tiempo.

Un deseo estúpido la verdad, un sueño dentro de otro sueño, un deseo imposible. El soldado sabe que no existe alguien más, él está solo, es el primer y último de su tipo, un remanente de un gran plan nunca realizado, tan solo el fragmento de un sueño que un loco una vez soñó.

La demacrada mano del soldado se envuelve alrededor de su siempre presente arma, su cansancio desaparece, sus fuerzas regresan, a la par de que un fragmento de su ser desaparece, consumido por las llamas del odio que lo consumen. No existe el descanso para alguien como él.

Cuando el soldado abre los ojos se encuentra flotando en la nada misma, su inmensa fortaleza sigue flotando en un vacío tan insondable, que hasta los más poderosos y perversos dioses tienen miedo de mirar fijamente.

Debe prepararse. Dejos agiles teclean sobre un panel ubicado estratégicamente a su costado, el comando es recibo, y el chirriante sonido de los engranajes de su fortaleza, anuncia su despertar. Suena como si un inmenso depredador despertase tras un largo sueño; cansado y hambriento, listo para hundir sus dientes en la presa más cercana.

Un pico de energía recorre por cables que no habían sido usados en más tiempo del que nadie se atreve a cuestionar, trayendo de regreso a la vida a maquinaria que ha sido prohibida u olvidada hace mucho tiempo.

El soldado espera impaciente, revisando atentamente los diversos indicadores que marcan el estado de su nave, todo parece estar bien, no hay problemas, o desperfectos. El tiempo en letargo no parece haber afectado negativamente a su fortaleza, aun así, abra que comprobar eso más tarde.

Cuando todo esta listo, el soldado da el comando, un comando simple, no más de 5 palabras clave. Las maquinas brillan, quejándose por la energía que ahora corre en su interior, y entonces, todo calla. El soldado, su fortaleza, y su maldita carga han regresado.

Y el infierno mismo pagara por eso.

-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

Urkanthos se reía mientras veía a su alrededor, el mundo donde estaba parado, estaba siendo atacado por una invasión demoniaca desproporcionada, las muertes eran incontables, abominaciones disformes campaban a sus anchas, y toda esperanza que pudiesen albergar los idiotas leales al falso dios estaba perdida.

Pero en ese momento un ligero sonido mecánico perfectamente engrasado se escucha a lo lejos. Obligando al mismísimo universo a contener la respiración.

Por un segundo Urkanthos realmente no supo que decir o hacer, algo antiguo y desconocido dentro de él se despertó, un sentimiento casi primitivo le estaba pidiendo huir, correr tan rápido como pudiese, sin mirar atrás. Tuvo que obligarse a si mimo para no hacerlo, su dios lo despellejaría si lo hacía, en especial con un premio tan valioso frente a él.

La llamada "Santa" Celestine estaba sobrevolando las sobre las murallas de la fortaleza adamantina, ultimo bastión de los leales al imperio, que sobrevivía en este sistema solar. Defendido por el acero y la fe del dios cadáver, la fortaleza había soportado hasta ahora, pero su lucha era una lucha perdida, atrapados y rodeados, cada segundo que pasaba era un paso más a una condena ya anunciada.

Urkanthos sonrió, planeaba ofrecer el cráneo de esa "Santa" a su dios Khorne, y así lavar la vergüenza que había vivido en asedio de Kasr Kraf, durante la 13 cruzada negra.

-El día de hoy morirás santa, y tu amado emperador, te seguirá pronto. -Exclamo con odio, preparándose para cargar contra los últimos remanentes de la "Santa" que aun defendían obstinadamente su posición.

- ¡Sangre para el Dios de la Sangre!

Gritó Urkanthos, enviando a sus tropas por encima de la última línea de defensores, rompiendo búnkeres con cargas suicidas. Los gritos de los moribundos llenaron sus oídos poco después. Esta definitivamente era una batalla digna de Khorne, y aún quedaba sangre que debía derramarse.

- ¡Calaveras para el trono de las Calaveras!

Gritaron los cultistas, mientras escalaban las paredes que los separaban de su dulce premio.

¡Kar en Tuk!

Pero a medida que la sangre se derramaba y los cadáveres se acumulaban en decenas de miles por minuto. Los demonios, cultistas, y marines traidores podían escuchar un canto diferente. Empezó suave, silencioso, apenas un susurro sobre la multitud corrupta, pero allí de todos modos, elevándose mientras la lucha avanzaba hacia su clímax.

¡KAR EN TUK!

Urkanthos se sintió confundido ante ese nuevo y desconocido cantico, ¿Acaso había venido a robarle su presa algún otro siervo de los dioses del caos? No, no era eso, quienes estaban cantando eran los leales al imperio. Eso era raro, muy raro.

¡KAR EN TUK!

Fue entonces cuando una voz resalto entre todas las demás, como si fuese el mismísimo emperador quien gritaba, sus palabras ahondaron en lo más profundo del alma de todas y cada una de las horribles aberraciones de la disformidad, despertando un antiguo y olvidado miedo, uno que ninguna de las criaturas corruptas sabía que tenía.

- ¡Que se destrocen sus planes! ¡Que se sus cuerpos se desgarren! ¡Nada evitara que sean consumidos por su odio eterno! ¡Porque solo el lleva la marca de la bestia! ¡Que Desgarre y destroce, HASTA QUE NO QUEDE NADA!

¡KAR EN TUK!

-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

Bajo el oscuro cielo Celestine volaba de un lado a otro, coordinando lo que quedaba de sus maltrechas fuerzas, tratando de mantener la defensa contra las abrumadoras fuerzas del caos.

-Inútil.

Exclamo cansada, sus fuerzas estaban demasiado cansadas y mermadas como para poder aguantar el poder del caos el tiempo suficiente como para recibir refuerzos. Ella misma estaba al borde de la muerte, siendo el poder del emperador lo único que la mantenía viva y luchando.

-Luchad por el emperador.

Grito, o al menos eso quiso hacerlo, a lo lejos pudo ver como Urkanthos lanzaba sus fuerzas en una nueva embestida.

-Es el fin.

Susurro; cansada, derrotada, y resignada. No podrían parar una nueva embestida, este mundo sería su tumba, al igual que la de los cientos de miles que le habían seguido. Bueno, eso no era cierto del todo, ella renacería, el emperador así lo había decretado, renacería y lucharía nuevamente, solo lamentaba que la carga que había protegido tan celosamente se perdiese.

Cerro los ojos, y por un segundo se permitió descansar, olvidarse de todo lo que le rodeaba, trato de alcanzar el trono del emperador con su mente, rogarle por ayuda, pero, ya era tarde, cualquier ayuda que el emperador pudiese enviarle no llegaría a tiempo.

Abrió los ojos y se dispuso a despedirse de las hermanas que la habían seguido a esta misión suicida. Pero la muerte no llego, en vez de eso, las fuerzas en tierra lograron detener el avance enemigo.

-Imposible.

Era como si la furia misma del emperador se hubiese derramado sobre todos y cada uno de sus leales soldados, antes de que pudiese darse cuenta, un sinfín de gritos inundaron las filas de los fieles.

¡Kar en Tuk!

La santa Celestina no entendía el significado de los gritos, pero, de alguna forma podía intuir que ese extraño cantico les daba las fuerzas para seguir luchando.

¡KAR EN TUK!

A medida que el cantico aumentaba las fuerzas leales al emperador comenzaron a hacer retroceder al enemigo. Un milagro, o al menos eso parecía.

La santa Celestina no se dejó engañar, había presenciado demasiados "milagros" del caos como para creer que la fuerza que inundaba a sus tropas era un regalo desinteresado.

¡KAR EN TUK!

La santa celestina levanto su espada, debía parar el cantico antes de que este consumiese por completo la mente de los leales, aun no era tarde, no, incluso si lo era, ella se negaba a ver caer a sus hermanas en el caos, antes prefería matarlas ella misma, con sus propias manos.

Pero de su boca no salieron las palabras que quería decir, su lengua se negaba a pronunciar palabra alguna, en su lugar ella sentía como si una inmensa fuerza la inundase, llamándola a unirse a ese alocado cantico.

Resintió como pudo, se retorció tratando de negar las palabras que su boca quería pronunciar. Tapo su boca con sus metálicos guantes, y se forzó a guardar silencio, aguanto tanto como pudo, pero al final.

- ¡Que se destrocen sus planes! ¡Que se sus cuerpos se desgarren! ¡Nada evitara que sean consumidos por su odio eterno! ¡Porque solo el lleva la marca de la bestia! ¡Que Desgarre y destroce, HASTA QUE NO QUEDE NADA!

Su grito se elevó sobre todo el campo de batalla, no había forma en que alguien no hubiese escuchado semejante grito, su garganta casi se había desgarrado.

¡KAR EN TUK!

Cuando recupero del control de su cuerpo, se sintió muy bien, el dolor de sus heridas era casi una molestia menor, su fuerza regresaba, pero su mente estaba molesta, había fallado a su emperador, se había humillado, y dejado que los poderes del caos la consumiesen, todo por lo que había luchado, había sido en vano.

Pero no tuvo tiempo para arrepentimientos, allí sobre la órbita del planeta una inmensa grieta se había formado.

-Que el emperador nos proteja.

Se lamentó, sin saber lo que su momento de debilidad había liberado sobre el mundo. Pero no se rindió, ella lucharía hasta el final, tanto como penitencia por su falla, como por arrepentimiento por su debilidad. Ella no dejaría que esta falla quedase impune.

-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

Los cielos se oscurecieron, nubes rojas color sangre se juntaron, eclipsando cualquier luz que pudiese existir. Era casi como si un inmenso caldero hirviendo, se estuviese formando sobre la ciudad fortaleza.

¡Kar en Tuk!

La marca de la bestia apareció a través de relámpagos. Todos los adoradores del caos sintieron como si una mano invisible empujase un nombre dentro de sus cráneos, pero ninguno tenía el valor para pronunciarlo en voz alta.

¡Kar en Tuk!

La horda de demonios trato de seguir con su masacre, continuar su masacre de Guardias, Hermanas de Batalla y Astartes por igual. Pero no podían, de repente se sintieron casi como si sus pies se hubiesen clavado al piso.

¡KAR!

Los cielos finalmente se rompieron, un solo rayo voló hacia el suelo, e impactó donde una vez estuvieron las puertas de la ciudad.

¡en!

Los combatientes se detuvieron, tambaleándose por la conmoción y reinó el silencio mientras el polvo se asentaba lentamente.

¡TUK!

Del polvo se apartó, revelando aun hombre, vestido de verde de la cabeza a los pies.

-AHAUHGASSHHHAAAAA

Gritaron cientos de demonios, presas de un miedo incontrolable e inexplicable que sentían en ese instante, envistieron al recién llegado con todo el poder que su dios les había dado. Pero fue inútil, fueron troceados y desgarrados en segundos, sin poder oponer resistencia alguna.

Un recién ascendido príncipe demonio sonrió al ver la batalla, el recién llegado definitivamente sería un sacrificio excelente, levantando su poderosa hacha en el aire, llamando a su dios, prometiéndole la sangre de este guerrero que se creía con el poder de desafiarlos con las manos desnudas, extendiendo sus alas, y sonrió, el imaginarse el adecuado final que le daría al patético gusano, que, en su locura, envestía como la bestia enloquecida.

-Un gusano, patético y enloquecido intenta desafiarnos con las manos desnudas.

El Príncipe demonio se rio, mientras preparaba su inmensa hacha de batalla. Salto alto y cayo cual meteoro sobre el soldado de verde, gruñó con furia, al momento de balancear su hacha, pero, fue incapaz de dañar al soldado, este había detenido el movimiento de su hacha con su mano desnuda. Luego, el otro puño rompió su armadura, piel, carne y hueso, pasando justo a través del pecho, casi como si su cuerpo vendito por los poderes de la disformidad, no fuese más que cartón mojado.

Fue en ese momento, que el príncipe demonio finalmente comprendió quién era ese hombre y el terror se apoderó de su corazón.

-Asesino de la muerte.

Exclamo con terror mientras el puño del Slayer lo mandaba a volar, trato de pararse, pero sus piernas habían sido cortadas en algún momento. El príncipe demonio gruño, sintiendo como el latido de sus corazones se aceleraba con cada paso que su enemigo se acercaba.

-kar en tuk.

Susurro el príncipe demonio, antes de que su cabeza fuese cortada con su propia hacha.

¡KAR EN TUK!

¡KAR EN TUK!

¡KAR EN TUK! KAR EN TUK! KAR EN TUK! KAR EN TUK!

Pese a que nadie comprendía las palabras, o podía reconocer el idioma en que estas eran pronunciadas, todos entendían que; Los cazadores se habían convertido en las presas.

-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

En terra, el centro mismo del imperio de la humanidad, los hechos que se estaban llevando a cabo al otro lado de la cicatriz maledictum eran desconocidos para todos. Para todos menos para una, única persona.

Los Adeptus Custodes eternos vigías del trono dorado, estaban en pánico, corriendo de un lado para otro buscando una respuesta a una pregunta que nadie se atrevía a formular en voz alta.

El cuerpo roto del Emperador se estaba moviendo, movimientos pequeños y débiles, pero movimientos, al fin y al cabo. Todos los Custodios que vigilaban el palacio cerraron las puertas inmediatamente, un milagro de semejante magnitud debía registrarse.

Pero sus sorpresas no habían llegado a su fin. Pues lo que se creía imposible sucedió. El marchito cuerpo del emperador, dejo escapar un sonido, era débil y gutural, pero claramente era una voz, no, más que eso, el emperador estaba…. ¿Cantando?

-Kar…en…Tuk

Sus palabras rápidamente fueron grabadas y almacenadas con el mayor de los celos, ya habría un momento para examinar el dignificado detrás de esos raros sonidos. De momento todos los guerreros se permitieron disfrutar de una extraña visión, por primera vez en más de 10000 años, había una sonrisa en el rostro de su amado Emperador.

-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

La clarividente Macha jadeó sorprendida cuando una fuerza desconocida le despertó de su sueño, su Piedra Espiritual brillaba con un azul brillante. Inmediatamente, otro Eldar irrumpió en sus aposentos, Su Piedra Espiritual brillaba azul también.

- ¡Vidente! ¡El ojo del terror!

Macha inmediatamente saltó hacia adelante, agarrando rápidamente su capa mientras corría por los pasillos. El resto de los Eldar se reunieron fuera de las habitaciones, temiendo lo peor mientras veían brillar las piedras del alma en su pecho.

Irrumpió a través de un conjunto de puertas de hueso fantasma antes de mirar las estrellas, la inmensa mancha púrpura antinatural que ahora dividía a la galaxia en dos mitades, brillaba más que cualquier otra noche.

-Esto no puede ser bueno.

Estaba a punto de dar una orden hasta que sucedió algo. El ojo del terror comenzó a brillar aún más antes de que se escuchara un ruido indescriptible, a pesar de que tenían que estar a millones de años luz de distancia.

El morado comenzó a ponerse azul.

-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-/-

Urkanthos no podía creer lo que acababa de presenciar. Un simple hombre, un mero mortal había derrotado ¡con las manos desnudas! a uno de sus parientes.

- ¿Lo Mato?

- ¡De un solo golpe!

Urkanthos había sentido muchas cosas en su larga, larguísima vida;

Sed de sangre por la llamada "Santa" volando sobre las paredes rodeada de sus brujas de oración.

Rabia hacia el emperador traidor que los uso y desecho.

Lealtad hacia el dios que lo recogió y el dio un nuevo sentido a su vida.

Ambición por más poder, uno que superase el que sintió en su ascensión a príncipe demonio.

Pero ahora... ahora, por primera vez en milenios, podía sentir miedo.

Urkanthos podía ver como el alma de su hermano era absorbida por el extraño, gritando de dolor y angustia. Escuchó las voces de miles de millones dentro de él, gritando de alegría y agonía, dándole la bienvenida a otro que sufriría con ellos. Su propia alma vio el foso rugiente y la llama ardiente de rabia ante él. Y escuchó a su Dios, sintiendo dolor por primera vez.

El alma de su hermano había sido arrebatada de su dios, su hermano verdaderamente había muerto.

-No, eso debería ser imposible.

Mirando a su alrededor, supo que los demás también habían oído a su dios gritar cuando el alma de uno de sus campeones le fue arrebatada. La conmoción fue evidente en el rostro de todos, incluso los engendros del caos sin sentido, estaban estupefactos. Sin embargo, el extraño era todo lo contrario. Saco un arma de su espalda, era extraña rudimentaria, arcaica, pero cuando el extraño la sujeto con fuerza, esta gritó como una puta Slaneshi, exigiendo ser alimentada con almas, cosa que él obedeció.

Al apretar el gatillo una ola de perdigones voló a través de una veintena de cultistas que quedaron hechos pedazos. El segundo golpe se produjo cuando lanzó una cadena ardiente a un Bloodthirster, cubriendo la distancia entre ellos en un segundo, llevando el pesado cañón de acero directamente a su boca, jalo el gatillo solo para cubrir todo lo cercano con materia cerebral y hueso.

Con cada muerte, Urkanthos podía ver cómo sus almas se arrastraban dentro de la entidad del traje, oía los gritos y veía el pozo ... insondable, hambriento, y ardiendo con más furia que nada que el pudiese imaginar.

- ¡Su cráneo es digno! ... ¡Quien quiera que lo tome será ascendido!

Urkanthos no sabía quién grito semejante estupidez, pero no se esforzó en desmentirlo. Esa declaración apresurada, había servido para desaparecer la conmoción que sentían todos al ver lo que se suponía era imposible.

Todo el plan de ataque se desorganizó, el recién llegado se había mostrado digno de adornar el trono del cráneo, y aquellos que ayuden a colocarlo allí seguramente recibirán innumerables bendiciones. Todos cargaron como uno solo, los que ya estaban en la ciudad abandonaron sus posiciones y bajaron para tener la oportunidad de alcanzarlo, los de afuera se apresuraron a pisotear hasta la muerte a los menos ansiosos ante ellos.

Pero el hombre podía ser todo, menos una presa fácil. La cadena de su arma se incrustó en otro príncipe demonio, uno que estaba sobrevolando el campo de batalla. En lugar de disparar, usó la cabeza del demonio para saltar más en el aire, luego sacó un arma extraña que pulsó un verde ominoso en sus manos. Un momento después vino una bola de luz y luego la ceguera.

Urkanthos se quedó sin aire, cuando fue enviado volando contra las murallas de la ciudad. La ceramita se resquebrajó como cáscara de huevo por la fuerza del impacto, mientras que su cuerpo se convirtió en una masa gelatinosa, sobre la cual goteaba metal fundido.

Aparentemente había estado lo suficientemente legos para escapar de mortal abrazo del fuego verde que el recién llegado podía lanzar sobre sus enemigos. Lástima para los que no, el arma del extraño gimió en un éxtasis absurdo cuando diez mil almas desaparecieron.

Una vez más pudo escuchar los gritos de angustia y tormento que no se encuentran ni siquiera en el mundo más oscuro de Slaneshi, pudo escuchar el siseo del agua que se evapora, sin duda la sangre y las vísceras de sus compañeros hirviendo. Pero más que nada, pudo escuchar la voz de su dios exigiéndole que luche.

-Es hora de actuar, de cambiar el rumbo de esta pelea, de romper al extraño vestido de verde, y de cumplir mi juramento a los dioses.

Murmuro, tratando de darse ánimos, pero sus piernas no dejaban de temblar, ni que decir de sus manos. Urkanthos no podía recordar algún momento en su vida, donde desease tanto correr.

El hacha en su mano gimió cuando la usó para incorporarse en una posición de pie. Con un poderoso bramido, reunió a lo que quedaba de sus hermanos y cargó.

- ¡Sangre para el Dios de la Sangre!

Grito Urkanthos mientras lanzaba a uno de sus hermanos, necesitaba una distracción si quería poder conectar un golpe. La distracción fue un éxito, el extraño se enfocó en arrancarle los ojos a su hermano, dándole la oportunidad de flanquearlo, y propinarle un buen golpe con la cabeza del hacha, golpe que envió al perro volando a través de los cultistas, para que finalmente terminase apastado debajo de los escombros de una almena destruida.

- Admiro la artesanía de tu armadura extraño, nadie ha resistido un golpe de mi hacha antes. No sin partirse en dos al menos.

Fanfarroneo Urkanthos, convencido con que el extraño no se podría volver a parar. Cosa que, si hizo, con algo de esfuerzo, pero lo hizo. La extraña armadura verde tenía varias grietas, pero claramente su ataque no había llegado a tocar la carne blanda debajo.

Urkanthos se preparó para rematar a su enemigo, pero el extraño uso su cadena para impulsarse hacia un cultista. Usando una cuchilla en su brazo lo corto por la mitad, además de incinerar a una docena de seguidores del caos que estaban por allí. Y ahí fue cuando lo vio. La armadura reparó sus grietas, curó las heridas, mientras el hombre se enderezaba, habiendo recuperado su equilibrio y fuerza aparentemente de la nada.

-Oh, no de ninguna parte ...

Urkanthos ahora lo sabía. Urkanthos finalmente entendió, la naturaleza de su enemigo. Mas era una lástima que no pudiese pasar a alguien ese conocimiento. Urkanthos escuchó como los defensores de la ciudad se unieron, animados por ese extraño cantico, y cargaron desde las ruinas, con la "Santa" Celestine en el frente.

-La muerte delante, y una santa detrás…o dios, este día no puede ir a peor.


Si te gusta esta historia, por favor comenta, y no te olvides checar mis otros trabajos, también fecha una vuelta por el foro de mi compañero kaiser.