Lucharé a tu lado
Género: T (el PG-13 de toda la vida, vamos). Probablemente irá cambiando a medida que el fic avance (se avisará en cada capítulo)
Advertencia: Este fic es un Harry/Draco, shonen-ai, slash, yaoi... chico-chico, vamos. Si no te gusta, no lo leas.
Disclaimer: Harry Potter no me pertenece. Si Harry Potter me perteneciera, primero yo estaría nadando en dinero, y segundo Cho Chang no existiría.
Nota: Este es mi primer fic de Harry Potter. Últimamente me aficioné a Harry/Draco como pareja y sentí la necesidad de escribir un fic, así que aquí lo tenéis. Hasta el libro cuarto aproximadamente intentaré seguir la historia de Rowling, después algunas cosas cambiarán y otras no. ¡Gracias por leer!
Prólogo
Un mortífago les salió al paso, y, a pesar de la máscara que ocultaba su rostro, ninguno de los miembros de la nueva Orden del Fénix tuvo problemas en reconocer la ancha silueta de su antiguo compañero de estudios, Gregory Goyle.
Goyle dio un paso atrás, sorprendido. Evidentemente, esperaba encontrar a Harry solo. Enarboló la varita, pero Hermione fue más rápida, y el joven mortífago cayó al suelo, inconsciente.
- Con Goyle, los hemos eliminado a todos –dijo una voz a espaldas de Harry.
Luna Lovegood observaba con desprecio el cuerpo de Goyle. Sus rostro, normalmente ausente y soñador, se había transformado en una máscara de determinación desde el momento en el que cogió la varita y se dispuso a participar, junto con sus compañeros de la Orden, en la misión más difícil de todas sus vidas.
Idéntico cambio se había producido en los demás: el asustadizo Neville Longbottom estaba sereno y alerta. Fred y George Weasley ya no bromeaban. La aniñada Ginny Weasley se había revelado como una excelente luchadora, y, con la túnica salpicada de sangre, había perdido por completo su aspecto infantil . Seamus Finnigan elaboraba embrujos y contraembrujos con una rapidez que no había mostrado jamás en Hogwarts; la muerte de su mejor amigo Dean Thomas aún le escocía en lo más profundo de su alma.
Harry se giró hacia ellos, flanqueado por sus inseparables Ron y Hermione. Los contempló durante unos segundos, con orgullo. Eran más que sus compañeros de armas, eran sus amigos. Más de una veintena de antiguos alumnos de Hogwarts, dispuestos a luchar por la felicidad que antaño habían conocido. Los discípulos de Dumbledore, que iban a vencer al mal para siempre.
- No todos, Luna –corrigió- Falta uno.
- Falta Malfoy –añadió Ron con aspereza.
Harry asintió.
- Falta Malfoy. Pero le venceremos. Y, tras su más fiel vasallo, estará él.
Intentó distinguir miedo en los rostros que le contemplaban, pero no lo consiguió. No había temor, ya no. No después de todos los horrores que habían presenciado, de todos los amigos y enemigos que habían muerto ante sus ojos. De todos los mortífagos que habían tenido que matar... Aquel grupo de jóvenes, pese a su corta edad, se había enfrentado cara a cara con la muerte demasiadas ocasiones como para que les asustara hacerlo una vez más.
Sobre todo, cuando la próxima vez sería, a todas luces, la definitiva.
Harry sonrió, satisfecho, al vislumbrar en los ojos de sus compañeros la misma ansiedad que él sentía. Las mismas ganas de llegar junto a Voldemort, matarle, y, al fin, vivir en paz.
- Acabaremos con él para siempre –afirmó, elevando la voz-. Aún no sé cómo, pero lo haremos. Será peligroso... y es posible que algunos de nosotros no sobrevivamos para verlo.
Hubo un gesto de dolor en los rostros que le contemplaban. No por la perspectiva de su propia muerte, sino por el recuerdo de los que ya no estaban.
- Muchos de los nuestros han muerto ya –continuó Harry, sin poder evitar acordarse de sus padres- Dumbledore, Percy Weasley, Bill Weasley, Dean Thomas, Viktor Krum, Cedric Diggory... son sólo unos cuántos. Por su memoria, amigos míos, hoy tenemos que hacerlo lo mejor posible. Pero, pase lo que pase, quiero que sepáis... –Harry hizo una pausa, recorriendo al grupo con la mirada, deteniéndose brevemente en los rostros de Ron y Hermione- que ha sido todo un honor luchar a vuestro lado.
El orgullo se reflejó en los ojos de todos mientras asentían a las palabras de su indiscutible líder. Hubo una pequeña pausa, un momento de paz, durante el cuál las parejas se dieron un último beso, los amigos íntimos se abrazaron, y algunos simplemente respiraron hondo apelando a todo su valor. Ron y Hermione se besaron con ternura antes de que ellos dos y Harry se abrazaran. Los tres se sonrieron, recordando fugazmente cómo se habían conocido y las peripecias que habían pasado juntos, incapaces de afrontar el pensamiento de que, minutos después, cualquiera de ellos podría estar muerto.
Después, Harry dio media vuelta sobre sus talones. Ron y Hermione se colocaron a su lado, y los demás les siguieron. Como un grupo compacto, empezaron a atravesar el pasillo, el último que les separaba de aquél que había sido su destino durante dieciocho años... De alguna forma, todos presentían que, tras ese pasillo, la lucha final contra Voldemort estaba a punto de comenzar.
Atravesaron el corredor con una creciente ansiedad, y, al fin, llegaron a un patio. Un patio que ya había tenido el dudoso honor de presenciar un enfrentamiento directo Voldemort – Harry. ¡Pero qué cambiado estaba! Como todo el edificio del Ministerio, parecía a punto de desmoronarse en cualquier momento. Por todas partes había escombros, material destruido y, sin sorpresa, advirtieron que también asomaban algunos cadáveres. Harry creyó reconocer en uno de ellos la melena leonina de Rufus Scrimgeour, asomando de la fuente, ahora vacía, y con los restos de lo que había sido la estatua del mago desplomados sobre su cuerpo.
Pero no tuvo tiempo de apenarse por el que había sido Ministro de Magia.
Porque allí, en el centro, estaba él.
No llevaba máscara, y el pelo rubio le caía lacio sobre los hombros. Su rostro, algo envejecido, mostraba la misma sonrisa de desprecio de antaño.
- ¡Harry! –escuchó la voz sorprendida de Neville- ¡dijiste que faltaba Malfoy!
Ron apenas giró la cabeza para mirar a su amigo.
- Faltaba Malfoy... –corroboró.
- Lucius Malfoy –completó Hermione con una extraña sonrisa.
Perplejo, Neville miró a Luna y a Seamus. No esperaban ver al viejo Lucius allí. Se suponía que era su hijo Draco el principal mortífago de la familia, y el encargado, por tanto, de defender en última instancia al Señor Tenebroso.
- ¿Sorprendidos? –dijo Lucius, dando un paso hacia ellos.
- No demasiado –replicó Harry, burlón.
- Potter... –escupió Lucius Malfoy recorriendo con la mirada el cuerpo de Harry, lleno de heridas y quemaduras- has llegado más lejos de lo que creía. Sobre todo teniendo en cuenta que vas acompañado de un montón de inútiles y sangre sucia...
Ron dirigió una rápida mirada a Hermione, pero ésta seguía igual de serena y atenta que siempre. Aliviado, se dio cuenta de que no pensaba ceder a las provocaciones de Lucius Malfoy.
- Precisamente por ese montón de inútiles estoy aquí –replicó Harry, irguiendo la cabeza.
Lucius le correspondió con una sonrisa sarcástica.
- Pues me temo que ni siquiera ellos conseguirán que avances un metro más –continuó Malfoy esbozando una mueca amenazadora.
Harry no respondió, atento a cada uno de los movimientos de Lucius. Ellos eran más, pero él conocía más maldiciones que ellos, incluidas las tres imperdonables, y evidentemente había tenido ocasión de practicarlas muchísimo más.
Malfoy sonrió como si hubiera leído los pensamientos de Harry, y levantó la varita. Los miembros de la Orden le imitaron.
- Recordad –musitó Hermione entre dientes- Imperius o Cruciatus, contrahechizo. Si es Avada Kedravra... apartaos de su camino.
Todos asintieron, con los miembros en tensión.
- Avada Ke... –empezó a decir Lucius.
- ¡Expelliarmus! –gritó una nueva voz, que pareció salir de la nada.
La varita de Malfoy voló por los aires, cortando inmediatamente la maldición. Y fue a parar a las manos de un nuevo mago que había aparecido, sin que nadie se diese cuenta, por una de las puertas laterales del patio.
Atónito, Lucius Malfoy contempló a su hijo, mientras éste le apuntaba con la varita.
- Draco... –siseó, demasiado sorprendido para hacer otra cosa.
No era el único. A sus espaldas, Harry escuchó numerosas exclamaciones de sorpresa contenidas desde el mismo instante en el que Draco Malfoy, con el sigilo que le caracterizaba, surgió de una de las puertas que daban al patio para desarmar a su padre.
Draco parecía más pálido que de costumbre, lo cual era normal. No parecía muy herido, aunque su mejilla mostraba un corte que aún sangraba. Cruzó la mirada brevemente con Harry, y, al apreciar la preocupación en su rostro, le sonrió. Después dio la vuelta al patio, lentamente, sin apartar sus ojos de su padre, hasta que llegó al lado de Harry y los restantes miembros de la Orden.
- ¡Draco Malfoy! –exclamó Seamus - ¿qué hace él aquí?
Miró a Harry, esperando ver la estupefacción dibujada en su rostro, pero su sorpresa fue mayúscula al ver que el Guardián de la Orden sonreía abiertamente al más famoso de los mortífagos.
- Vigiladle –ordenó Harry a Ron y a Hermione mientras él extendía los brazos.
Atónitos, todos contemplaron cómo un cansado pero sonriente Draco Malfoy abrazaba con fuerza a Harry Potter. Y, cuando el auror y el mortífago, tras mirarse con adoración durante unos segundos, acercaron sus rostros y compartieron un fugaz pero tierno beso, más de uno creyó estar siendo víctima de un hechizo particularmente curioso.
- ¡Harry! –exclamó Neville. A su lado, Seamus parecía absolutamente petrificado.
- Creí que no vendrías... –murmuró Harry sin hacer caso del resto, observando con preocupación la sangre que manaba de su mejilla.
- Tuve un ligero contratiempo con Crabbe –replicó Malfoy mientras se arremangaba la túnica para enseñar a Harry una espantosa quemadura en su brazo izquierdo- Francamente, siempre pensé que era demasiado estúpido hasta para hacer un hechizo levitatorio...
Draco se interrumpió a sí mismo al darse cuenta de que algo más había acaparado la atención de Harry. Al descubrir el brazo, la Marca Tenebrosa, más clara que nunca, había quedado totalmente expuesta.
Más de uno se quedó observando la Marca con la boca abierta. El símbolo de Voldemort estaba perfectamente grabado sobre la piel de Draco. Tan sólo tres cicatrices, profundas pero difuminadas por el paso del tiempo, estropeaban un poco el perfecto y truculento dibujo.
Harry tomó el brazo de Draco y pasó suavemente la yema de los dedos por la Marca. Draco esbozó una sonrisa ante aquél gesto, tan típico de su pareja.
- No te preocupes, Draco, pronto desaparecerá.
El rubio asintió y volvió a bajar la manga de la túnica. Juntos, dieron un paso al frente.
Si los miembros de la Orden parecían sorprendidos, lo de Lucius Malfoy era incredulidad pura. Desde que había comprendido lo que había entre su hijo y aquél a quien supuestamente debía de matar, su cuerpo temblaba de pura furia.
- ¡Draco! –exclamó, y ni siquiera su autodominio Malfoy pudo evitar que la ira se dejara traslucir en su voz- ¡Tú...¡¿Con Potter!
Draco suspiró profundamente. A pesar de que estaba desarmado y de que probablemente era menos poderoso que él, la ira de su padre aún era capaz despertar los más ancestrales miedos del muchacho. Pero no se amedrentó.
- Vas a pagar por tus crímenes... padre –se limitó a contestar con tranquilidad, al tiempo que guardaba en su bolsillo la varita de Lucius.
- Yo no estaría tan seguro de ello.
Todos se giraron al escuchar una voz, una voz fría, metálica... una voz que sólo algunos de ellos habían escuchado antes, pero que todos reconocieron al instante.
- Voldemort –gruñó Harry.
Efectivamente, allí estaba, acercándose sinuosamente al desarmado Lucius Malfoy, su rostro de serpiente vuelto hacia el grupo de jóvenes que habían ido a destruirle...
- Mi señor... –murmuró Malfoy, mudo de vergüenza y terror porque Voldemort lo pillara en semejante situación- yo... lo siento...
Voldemort le dirigió una mirada de conmiseración.
- No te preocupes, Lucius, pasa en las mejores familias... si se descuida la educación del hijo, hasta la sangre más pura se corrompe.
Lucius tembló ante el reproche implícito en la voz del poderoso brujo. Harry abrió la boca para responder, pero Draco le detuvo y se adelantó un paso, sonriendo con orgullo.
- Y tú también pagarás, Lord Voldemort.
Voldemort sacó su varita. Draco, apuntándolo con la suya, se mantuvo quieto y alerta, sin dar la más mínima señal del miedo que embargaría a cualquiera al ver que el más odiado y temido brujo de todos los tiempos lo estaba apuntando.
El tiempo parecía haberse detenido. Inmóviles, todos observaban como los dos más ilustres alumnos de la casa de Salazar Slytherin estaban a punto de iniciar un duelo a muerte.
Entonces, Voldemort bajó la varita. Sorprendido, Draco vio cómo se la tendía a su padre. La sorpresa le impidió reaccionar, como al resto.
- Quizá quieras terminarlo tú mismo, Lucius... –susurró la voz fría como el hielo del Señor Tenebroso.
Lucius asintió y tomó la varita. Draco levantó la suya, listo para contraatacar. Entonces, se dio cuenta de algo.
Al observar los ojos de su padre, esos ojos que él conocía tan bien, se dio cuenta de que él no iba a atacarle. Iba a...
- ¡Avada Kedavra! –exclamó Lucius Malfoy, dirigiendo su hechizo contra Harry Potter.
Pero su hijo lo había previsto, y, de un salto, se colocó frente al cuerpo de Harry, de espaldas a su padre.
- ¡Draco, no! –gritaron Lucius y Harry al mismo tiempo.
Draco Malfoy aún tuvo tiempo de sonreír con cariño a Harry, antes de la maldición imperdonable enviada por su padre impactara de lleno en su cuerpo.
