Lucharé a tu lado
Género: T
Advertencia:
Este fic es un Harry/Draco, shonen-ai, slash, yaoi... chico-chico,
vamos. Si no te gusta, no lo leas.
Disclaimer:
Harry Potter no me pertenece. Si Harry Potter me perteneciera,
primero yo estaría nadando en dinero, y segundo Cho Chang no
existiría.
Nota al segundo capítulo: a partir de ahora el fic retomará la historia a partir del quinto año de Harry y Draco en Hogwarts. Me he tomado la libertad de cambiar de orden algunos acontecimientos, pero por lo demás todo seguirá más o menos igual.
Capítulo 2: El niño que vivió
Después de una sesión
doble de Pociones con Snape y Slytherin, Harry sentía como si
la cabeza le fuera a estallar. La poción curativa de Ron sólo
había conseguido que el sapo de Neville alcanzara el tamaño
de un gato, así que un irritado Severus Snape lo había
castigado a ayudarle a ordenar la lóbrega aula después
de clase. Harry, tras despedirse con una mirada de su contrariado
amigo, se escabulló hacia el exterior.
Tradicionalmente
habría esperado escuchar el comentario sarcástico de
Malfoy al acabar la clase, pero esta vez ni siquiera lo esperó.
Por extraño que pareciera, Draco Malfoy parecía haber
encontrado otras ocupaciones más interesantes que molestar a
Harry. Y éste no sabía si alegrarse o entristecerse,
pues, aunque las clases de Pociones resultaban algo más
agradables (no mucho; a Snape aún le divertía hacerle
la vida imposible) reconocía que se había acostumbrado
demasiado a mantener irónicos y punzantes intercambios de
opiniones con su archienemigo en Hogwarts.
No obstante, aquél
día Harry agradeció sinceramente no tener que lidiar
con Malfoy. Ni siquiera le buscó con la mirada. Salió
de clase y, en vez de dirigirse con el resto de los alumnos al
exterior o a la biblioteca para "disfrutar" de su hora libre, se
encaminó a la Sala Común de Gryffindor escogiendo
cuidadosamente un pasillo poco frecuentado.
Respiró
profundamente al tiempo que se alejaba del bullicio de sus
compañeros. El día había empezado mal, con
Snape, y después de comer sería aún peor. Porque
después compartían clase con Ravenclaw, lo que
equivalía a tener que aguantar a Cho Chang.
A regañadientes
Harry admitió que, para su propia sorpresa, había
encontrado un alumno en Hogwarts que le molestaba más que
Draco Malfoy. Y ese alumno era Cho Chang.
Con Draco ("Malfoy"
se corrigió mentalmente Harry) peleaba, sí, pero al
menos sabía lo que podía esperar de él. Después
de cinco años, se conocían el uno al otro como sólo
los enemigos ancestrales pueden hacerlo.
Cho, en cambio,
representaba para Harry un auténtico misterio. En principio le
había parecido agradable, divertida incluso. No obstante,
ahora temía el momento de verse con Cho, pues sabía que
ello acarrearía alguna escenita, lágrimas inclusive,
que Harry no entendería y en la que se sentiría tan
torpe y fuera de lugar como un escarbato en un entrenamiento de
quidditch.
Por enésima vez en lo que llevaba de día,
empezó a plantearse la conveniencia de estar o no saliendo con
Cho. Era evidente que no la entendía, como tampoco entendía
lo que se esperaba que él hiciera...
- ¡Harry¡Eh,
Harry!
Harry se detuvo al escuchar la voz. Voz femenina... pero,
gracias a Merlín, no era Cho, sino Hermione Granger.
La
Gryffindor le alcanzó apresuradamente. Harry se sintió
un poco culpable por no haberla esperado, pero suponía que
Hermione querría correr a la biblioteca a hacer el último
trabajo de pociones que les había mandado Snape.
Sin
embargo, la joven no parecía enfadada. Como si nada, echó
a andar a su lado, al tiempo que dirigía a su mejor amigo una
de esas miradas de
"soy-Hermione-Granger-así-que-no-intentes-ocultarme-nada-porque-sabes-que-lo-sé-todo".
-
¿Qué ocurre, Harry? –preguntó- Es por Cho¿verdad?
- ¿Cómo lo sabes? –preguntó
el chico con brusquedad, disminuyendo el ritmo de sus pasos
paulatinamente hasta detenerse.
Hermione no se amilanó ante
su mirada severa.
- Cho Chang estaba esta mañana
desahogándose en los lavabos femeninos con una de sus amigas
de Ravenclaw –explicó con expresión imperturbable.
-
Oh... ya veo –masculló Harry, sin saber si debía
tomárselo mal o bien.
- ¿Cuál es el problema?
–preguntó Hermione sin rodeos.
Harry contuvo un suspiro
de exasperación.
- ¿Sinceramente¡No lo sé,
Hermione! Hace un mes que... –Harry se detuvo, titubeando.
Hermione
puso los ojos en blanco.
- Sí, hace un mes que la besaste
–completó con tono aburrido.
- Sí... –corroboró
Harry, y al pensar en eso no pudo evitar sentirse incómodo-.
Osea, se supone que llevo un mes saliendo con ella... ¿verdad?
Miró
a Hermione, quien se mordió la lengua para evitar aclarar a su
amigo que, si él no era capaz de distinguir si estaba saliendo
o no con Cho, no iba a ser ella quien lo hiciera. En su lugar,
asintió con la cabeza.
- Estoy saliendo con ella... –dijo
Harry, y las palabras sonaron extrañas en sus labios-. Pero no
sé qué espera ella de mí... Cuando estoy con
ella... me aburro... a no ser que hable de quidditch, claro –escuchó
a Hermione chasquear la lengua con impaciencia-. Pero se supone que
debería de quererla... es guapa y...
- Harry –le detuvo
Hermione con tono impaciente- ¿a ti te gusta Cho?
Harry
frunció el ceño.
- Sí... creo.
- ¿Crees?
–repitió Hermione dirigiéndole una mirada suspicaz.
-
Es guapa, simpática y... todo eso. Pero...
- Harry...
–exclamó Hermione, moviendo la cabeza con desesperación-
¿hasta cuándo piensas seguir engañándote
a ti mismo?
Harry abrió la boca de par en par, pero no
consiguió emitir ningún sonido. Helado, observó
a Hermione, en cuyas comisuras se había dibujado un atisbo de
sonrisa que Harry conocía muy bien. Hermione la ponía
cuando creía conocer algo que los demás no sabían.
Lo cual sucedía bastante a menudo, dicho sea de paso.
-
No... –consiguió balbucear- no sé de que me
hablas...
Hermione suspiró.
- Oh, por supuesto. Claro
que lo sabes, Harry. Lo sabes pero no quieres reconocértelo a
ti mismo.
- ¿Reconocer el qué? –preguntó
Harry con voz pastosa.
- Es evidente. No estás enamorado de
Cho. Ni siquiera te gusta. Y tú lo sabes.
Las palabras
cayeron como una losa sobre el joven Gryffindor. Ante su silencio,
Hermione alzó una ceja.
- ¡Eso es ridículo,
Hermione! –acertó a protestar, al fin- ¿Sugieres que
lo he hecho porque me gusta quedar en ridículo?
- No
–replicó Hermione con calma-. Supongo que empezaste a salir
con ella cuando te diste cuenta de que a ella le gustabas... de que
tenías posibilidades... el año pasado ella ya se fijó
en ti, pese a que estaba con Cedric.
- Y entonces¿se
supone que estoy saliendo con ella sólo porque sé que a
ella le gusto¿Para hacerle daño? –preguntó
Harry en tono sarcástico.
- No –replicó Hermione,
imperturbable- Empezaste a salir con ella porque querías
sentirte normal. Querías acallar esa vocecita que te
atormentaba, diciéndote que eras diferente. Querías
probarte a ti mismo que eras capaz de salir con una chica y sentir
algo por ella, y que, si no habías hecho eso antes, era
sencillamente porque no habías querido.
Esta vez, Harry no
encontró palabras. Se debatía entre la admiración
porque su amiga le comprendiera tan bien y el odio porque le hubiera
desenmascarado.
Hermione siguió observándole con
solemne seriedad.
- Pero Harry, por muy guapa que sea Cho, no vas
a conseguir sentir nada por ella. Es imposible, y tú sabes
perfectamente por qué. Por eso te aburres cuando estás
con ella, por eso no sabes cómo actuar ni cómo
comportarte. Y por eso, aunque no sea tu intención, le estás
haciendo daño. Y te estás haciendo daño a ti
mismo al ir en contra de tus sentimientos.
Harry la fulminó
con la mirada e hizo ademán de seguir andando, apretando
fuertemente las mandíbulas.
Pero Hermione le cogió
de la túnica, obligándolo a pararse. Se acercó a
él, mirando a un lado y a otro para asegurarse de que nadie
los observaba.
Pero Hermione Granger no tenía forma de
saber que Draco Malfoy estaba escondido tras una esquina. El joven
Slytherin había seguido a Harry, y, ahora, escuchaba con la
respiración contenida y el corazón en un puño la
conversación entre Potter y Granger.
- ¡Harry,
espera!
- Déjame, Hermi...
- Harry, puedes contar
conmigo –dijo la Gryffindor, asiendo a su amigo por los hombros
para impedir que intentara escapar-. Soy tu amiga. No voy a
rechazarte por... –bajó la voz- porque seas gay.
Harry la
fulminó con la mirada.
- No soy gay.
Hermione volvió
a sonreír.
- Pues para no ser gay te has puesto más
rojo que tu túnica de quidditch –susurró.
Harry
resopló, aunque empezaba a darse por vencido. Miró a
Hermione con expresión de fastidio.
- ¿Desde cuándo
sabes leer el pensamiento? –espetó, aunque esbozó una
ligera sonrisa para dar a entender a Hermione que no estaba enfadado
con ella.
- Soy una chica, Harry –contestó Hermione, como
si eso lo explicara todo.
- Ya veo... –replicó el
buscador en tono irónico-. Pues ya que adivinas secretos,
espero que también sepas guardarlos. Por tu bien.
Hermione
respondió a la falsa amenaza con una mirada irónica.
-
¿Ni siquiera a Ron, Harry?
- Especialmente a Ron,
Hermione.
Granger suspiró.
- Bueno, no te lo reprocho
–volvió a convertir su voz en un susurro-. Francamente, no
imagino la cara de Ron si se enterase de quién te gusta...
-
¿Qué! –gritó Harry, con los ojos fuera
de las órbitas- ¿También sabes ESO?
- ¿Acaso
no te he dicho ya que soy una chica? –bromeó Hermione con
una carcajada.
- ¿Y las chicas tenéis la capacidad
de extraer secretos?
- No, pero, al contrario que vosotros, nos
damos cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor. Y cuando vemos que
los ojos de nuestro mejor amigo buscan insistentemente a alguien, se
queda extasiado contemplándole cuando cree que nadie le ve, y,
sobre todo, sobreactúa tanto cuando hace creer a todos que le
odia, pues...
Harry abrió la boca para protestar, pero la
cerró inmediatamente al tiempo que se ponía colorado.
Acababa de perder las pocas esperanzas que tenía de que su
amiga se hubiese equivocado de persona. La última frase había
sido reveladora al respecto.
Hermione se permitió esbozar
una sonrisa de triunfo.
- Así pues, llevo razón...
-
Hermione... –empezó Harry, pero no encontró las
palabras- verás, yo...
Para su sorpresa, Hermione lo abrazó
estrechamente. Sorprendido, el Gryffindor cerró los brazos en
torno al cuerpo de su mejor amiga.
- ¡Oh, vamos, Harry! –se
separó para mirarle a la cara-. A mí no tienes que
explicarme nada. Siempre te apoyaré... ¿recuerdas?
Harry
sintió que su angustia se diluía en una enorme ola de
gratitud.
- Hermione... yo...gracias...
- Aunque eso sí...
–dijo Hermione en tono sarcástico- permíteme
que te diga que tienes un gusto un tanto... extraño...
- Lo
sé... –masculló Harry, resignado.
Ambos se miraron
durante un momento, disfrutando de aquel instante de mutua compañía.
De repente, Harry dio un respingo, alarmado.
- Oye¿crees
que alguien más puede...?
Hermione negó con la
cabeza.
- ¡Claro que no! Ron apenas piensa en algo más
que no sea el desayuno de mañana.
- Y... ¿él?
-
¿Él? Bueno, últimamente parece tan ausente que
yo diría que no se enteraría ni aunque lo llevases
escrito en la cara, junto a la cicatriz...
Si con once años un vidente
le hubiera pronosticado a Harry que iba a acabar enamorado del
insolente, arrogante e insoportable Draco Malfoy, el joven mago
habría empezado a despreciar la asignatura de Adivinación
incluso antes de conocer a la profesora Trelawney. Para alguien como
Harry, que se había criado en el seno de una familia que le
odiaba, el aspecto y ademanes de Malfoy delataban a un auténtico
niño de papá.
Por si fuera poco, él abrazó
la causa del bien desde el mismo instante en el que Hagrid le habló
por primera vez de sus padres. En ese momento ya podía llegar
a intuir lo que más tarde sería un hecho: que toda su
vida estaría consagrada a matar a Voldemort. Y hasta un
ignorante del mundo mágico como Harry
"No-supe-que-era-mago-hasta-los-once-años" Potter sabía
que Draco Malfoy tenía todas las papeletas para acabar
convirtiéndose en un futuro mortífago.
Y le odió.
Oh, sí, le odió muchísimo. Le odiaba cuando
insultaba a Ron por su situación económica, le odiaba
cuando llamaba sangre sucia a Hermione, le odiaba cuando intentaba
boicotear las clases de Hagrid... Después de Voldemort y
Colagusano, Harry no tenía claro a quién odiaba más,
si a Malfoy o a Snape.
Entonces, sucedió. Adolescencia,
bendita etapa. Probablemente dejó de ser un niño el día
que se levantó y, como en un arrebato de lucidez, comprendió
por qué Hermione y Ron peleaban tanto y por cualquier cosa.
Y,
a partir de ese momento, las cosas fueron a peor.
Porque llegó
cuarto curso, y también las agitadas noches salpicadas de
sueños de tres rombos. Por las miradas de culpabilidad de sus
compañeros de habitación al despertar, y la rapidez con
la que se dirigían a las duchas, Harry supo que no era el
único. Pero no le consolaba saberlo, pues había algo
que seguramente le diferenciaba de los demás: en sus
recurrentes sueños, el protagonista era masculino. Y rubio,
para más señas.
Pasó por una serie diversa
de fases: desde intentar ignorar el problema ("Seguro que Freud
tendría una explicación razonable a esto..."), a la
pura y simple negación ("No me gusta Draco Malfoy, no me
gusta Draco Malfoy..."). Pero su corazón (y su cuerpo)
decían justo lo contrario.
Descubrió que cada vez
que pensaba en él sentía un calor muy especial en el
pecho (y a veces, en según que ocasiones, en otros lugares de
su anatomía). Se descubrió con demasiada frecuencia
pensando en Draco sin venir a cuento... ¡y hasta había
empezado a llamarlo mentalmente por su nombre!
Finalmente llegó
a la última fase: aceptación. O lo que es lo mismo¿cómo demonios había podido ir a enamorarse
precisamente del maldito hurón?
El Gryffindor se habría
sorprendido si alguien le hubiera dicho que su enemigo Draco Malfoy
compartía con él ese mismo tipo de preocupaciones y
problemas. Y si alguien se lo hubiera dicho, le habría
prestado la misma credibilidad que le otorgaba a la profesora
Trelawney cuando pronosticaba la muerte de Harry en los posos de té.
-
Y dime¿qué piensas hacer?
- ¿Eh? –balbuceó
Harry, perdido en sus propios pensamientos.
- Que qué vas a
hacer. Ya sabes. Con él –dijo Hermione, acentuando con
especial énfasis el pronombre.
Harry alzó las
cejas.
- Hermione¿acaso crees que tengo algún tipo
de posibilidad? Y aunque la tuviera¿crees que saldría
con alguien que dentro de dos años será mi enemigo?
-
Ejem... ¿interrumpo algo? –les interrumpió una voz
irritada.
Ambos dieron un respingo, sobresaltados, y descubrieron
que aún estaban abrazados. Apresurada y torpemente, se
separaron. Acto seguido, Harry miró al frente, y
enrojeció.
Procedente a todas luces del pasillo que llevaba
a la torre de Gryffindor, les miraba Cho Chang, con el entrecejo
fruncido.
La Ravenclaw abrió la boca para iniciar una larga
ristra de reproches. Hermione cerró los ojos, preparándose
para soportar el chaparrón, pero Harry se plantó ante
ella en dos zancadas, anticipándose a su "novia".
-
Cho, tenemos que hablar.
- ¿No me digas? –ironizó
la chica.
Harry la cogió del brazo, hizo un gesto a
Hermione para que lo esperara y se la llevó al pasillo
contiguo.
La Gryffindor se apoyó en la pared y suspiró.
Amortiguadas aunque perfectamente audibles, le llegaban las voces de
Harry y Cho.
Entonces, otro sonido se impuso sobre las voces.
Pasos. Pasos que acababan de iniciarse a pocos metros de
allí.
Hermione levantó la cabeza, y vio a Draco
Malfoy que, titubeante, se dirigía hacia ella.
Sorprendida,
examinó al chico como si lo viera por primera vez. De su
cabellera rubia, normalmente pulcramente alisada, escapaban un par de
mechones. Su forma de caminar, normalmente elegante y algo
pretenciosa, también había cambiado. Ahora se
desplazaba torpemente, y parecía continuamente
desorientado.
Pero lo más característico era su
rostro. Si antiguamente rebosaba de seguridad en sí mismo y
desprecio hacia los demás, ahora sólo mostraba
confusión. Y miedo.
- Hola Malfoy –saludó Hermione
con curiosidad- ¿buscando algo?
Malfoy la miró. Y,
por primera vez desde que lo conocía, Hermione no vio la
palabra "sangre sucia" reflejada en sus ojos.
- Sí,
Granger. Busco a... busco a Potter –balbuceó.
- ¿Buscas
a Harry?
- Sí...
Hermione miró sorprendida a
Malfoy, observando que su antigua arrogancia había
desaparecido por completo. ¿Qué demonios le pasaba a
Draco para que se comportara así?
En aquél momento,
les llegó claramente un sollozo de Cho, a lo que siguió
una frase de Harry pronunciada en un tono más alto de lo
normal. Malfoy y Hermione se miraron.
- Como ves, Harry está
algo ocupado... –suspiró Hermione.
- Ya veo... –murmuró
Draco consultando su reloj.
Debía darse prisa. Había
tenido que recurrir a todo su ingenio para quitarse de encima a
Crabbe y a Goyle, pero pronto irían a buscarle... y entonces
ellos descubrirían que, en realidad, él había
ido a buscar a Potter.
- Escucha, Granger... –murmuró
Draco, nervioso- ¿podrías decirle algo a Potter de mi
parte?
Hermione apenas pudo disimular su sorpresa. ¿Draco
pidiéndole un favor a ella¿Y de forma amable¡Sin
lugar a dudas, el fin del mundo se acercaba!
Malfoy interpretó
mal el gesto de sorpresa de Hermione. Acercándose a ella, bajó
la voz hasta convertirla en un susurro suplicante.
- Sé que
me he portado mal contigo... y te pido perdón por ello. Pero
es importante. Tengo que hablar con Potter. Su vida está en
peligro¿entiendes?
- Me... ¿me has pedido perdón
o me lo acabo de imaginar, Malfoy? –no pudo evitar preguntar
Hermione.
Draco sonrió. Una sonrisa amable y sincera. La
primera que Hermione le había visto en sus cinco años
en Hogwarts.
- ¿Le dirás eso a Potter? –preguntó
mientras daba un paso atrás.
Hermione asintió,
demasiado sorprendida para hablar.
- Tengo entrenamiento, he de
irme. Esta noche, a las diez, lo esperaré frente al retrato de
la Señora Gorda. Que traiga la capa¿de
acuerdo?
Hermione asintió. Draco pareció sumamente
aliviado, y se dio la vuelta.
- ¡Hasta luego, Granger!
–saludó, como si él no fuera Draco Malfoy, hijo de
mortífago, y ella no fuera Hermione Granger, hija de muggles,
y él no hubiera insinuado en segundo curso que ella estaría
mejor muerta.
Paralizada, Hermione vio cómo Malfoy doblaba
la esquina, y después escuchó sus pasos alejarse por el
pasillo.
Entonces, frunció el ceño al caer en la
cuenta de que, cuando Malfoy había aparecido minutos antes,
sólo había escuchado sus pasos durante unos segundos...
O se había aparecido (y en Historia de Hogwarts decía
claramente que nadie podía aparecerse dentro de los terrenos
de Hogwarts; Hermione adoraba ese libro), o es que, cuando se decidió
a ir al encuentro de Hermione, llevaba un largo rato escuchándolos
a ella y a Harry.
¿Y si él había escuchado
que Harry...?
Pero no, habían hablado en susurros, y ni
siquiera habían dicho su nombre.
Puede que Malfoy
simplemente les hubiera seguido esperando la ocasión propicia
para hablar con Harry...
En ese momento, Harry apareció.
Los sonidos de Cho Chang alejándose les acompañaron,
amortiguados por la distancia, durante unos segundos. Harry parecía
demasiado apurado para hablar, y eso dio a Hermione tiempo para
pensar.
Finalmente, decidió que transmitiría su
mensaje a Harry, pero sin decirle que Malfoy les había estado
escuchando. Sabía que a Harry no le ocurriría nada
mientras estuviese dentro del colegio.
Y también, por qué
no negarlo, el ver a Malfoy así le había suscitado un
sentimiento que ella jamás habría creído poder
abrigar hacia el rubio Slytherin.
Compasión.
Nota: Muchas gracias por las reviews, por leer y por todo en general . Lo siento mucho pero no sabréis qué ha pasado con Draco hasta el final del fic... me explico, digamos que el Prólogo no es más que un extracto de lo que será uno de los capítulos finales. A partir del capítulo tres os prometo más acción y veréis qué ha pasado entre Harry y Draco para que llegasen a esa situación. ¡Gracias de nuevo!
