Lucharé a tu lado

Género: T
Advertencia: Este fic es un Harry/Draco, shonen-ai, slash, yaoi... chico-chico, vamos. Si no te gusta, no lo leas.
Disclaimer: Harry Potter no me pertenece. Si Harry Potter me perteneciera, primero yo estaría nadando en dinero, y segundo Cho Chang no existiría.


Capítulo 3: Cita en la Sala de los Menesteres

- ¿Que Malfoy ha hecho qué? –repitió Ron, incrédulo.
Estaban en un rincón apartado de la biblioteca, inclinados sobre sus pergaminos, aunque en realidad ninguno de los tres (ni siquiera Hermione) prestaba mucha atención a sus deberes. La Gryffindor les estaba contando su encuentro con Malfoy y el mensaje que el Slytherin le había transmitido.
- Pedirme perdón –repitió Hermione con expresión de extrañeza- Lo sé, yo tampoco daba crédito a mis oídos, Ron...
- ¡Es una trampa! –exclamó el pelirrojo con aspereza. Unas mesas más allá, un grupo de estudiantes levantaron la cabeza y le lanzaron una severa mirada. Ron prosiguió, en un susurro, mientras se giraba hacia su derecha- No pensarás acudir¿verdad, Harry?
Harry no contestó. Pensativo, observaba con determinación la punta de su pluma. Ron miró a Hermione, entre enfadado e incrédulo.
- ¡Piensa ir, Hermione! –susurró en tono urgente, como si Harry acabase de declarar su más firme intención de ir a tirarse por la ventana de la Torre de Gryffindor.
- Y quizá debería hacerlo –contestó impertérrita su amiga, intentando contener las ganas de cruzar una mirada con Harry.
Ron abrió mucho los ojos, mirándolos alternativamente a ambos. Evidentemente pensaba que se habían vuelto locos, completamente locos.
- ¡Hermione, estamos hablando de Malfoy¡Draco Malfoy¿Para qué querría él ver a Harry, a solas y a esas horas de la noche¡No puede tramar nada bueno!
- Pero Malfoy no puede hacerle nada a Harry, Ron –explicó pacientemente Hermione- No mientras esté dentro de Hogwarts.
- ¿Ah, no? –replicó Ron, mientras su rostro adoptaba paulatinamente un color granate que hacía juego con su pelo- ¿Acaso Quirrell no estaba dentro de Hogwarts¿Y el basilisco?
- No es lo mismo, Ron. No estamos hablando de Vo... Voldemort –Ron hizo una mueca de dolor, pero Hermione le ignoró- sino de Draco Malfoy, que, al fin y al cabo, no deja de ser un estudiante de quinto curso.
- Sí, un estudiante de quinto curso muy bien relacionado con Quien-tú-ya-sabes –ironizó Ron.
- Eso aún no lo sabemos –replicó Hermione.
- Ah, no, por supuesto que no –continuó Ron en tono sarcástico-. Es hijo de Lucius Malfoy, sobrino de Bellatrix Lestrange, perteneciente a la familia Malfoy y emparentado con los Black... Toujours pur, ya sabes... pero probablemente el día de mañana será auror. Sí, Hermione, muy razonable...
Hermione puso los ojos en blanco. A su lado, Harry seguía concentrado en su pergamino, aunque el hecho de que no hubiese escrito una sola línea indicaba que no se perdía una palabra del enfrentamiento entre sus dos amigos.
- Escucha, Ron... –murmuró Hermione en tono confidente- ya sé que Malfoy no nos merece mucha confianza... Pero sabes que lleva un tiempo comportándose de manera extraña, tú mismo lo has notado.
Ron se limitó a gruñir.
- Ya no se mete con nosotros... ni siquiera se aprovecha de su insignia de Prefecto...
- Estará esperando mejor ocasión... –murmuró Ron, no muy convencido.
- Esta mañana estaba realmente... amable –dijo Hermione, quien parecía tan sorprendida como Ron-. Parecía sincero. Puede que le haya sucedido algo... algo que le haya hecho cambiar.
Ron le dirigió una mirada severa.
- Las serpientes nunca cambian –se limitó a contestar fríamente.
En ese momento, Harry levantó la cabeza y les miró.
- Dejadlo ya¿vale? –les cortó con aire fastidiado-. No me va a pasar nada, Ron. Si me he enfrentado cara a cara con Voldemort, no creo que el hurón vaya a conseguir hacerme daño justo aquí, dentro de Hogwarts. Además, quiero ver qué es lo que se trae entre manos.
Ron le respondió con un gruñido, pero no volvió a intentar hacer cambiar a Harry de opinión. Éste cruzó una rápida mirada cómplice con Hermione. Ambos sabían que Harry tenía una poderosísima razón para querer ayudar a Malfoy.

Nervioso, frente al retrato de la Señora Gorda, que no miraba al Slytherin con muy buenos ojos, Draco esperaba con impaciencia. Cada minuto que pasaba, la idea de que Harry no iba a acudir a la cita, bien porque lo consideraba peligroso, bien porque Granger no le había dado el recado, se abría paso en su mente, haciendo crecer la angustia en el joven Malfoy. Porque, al fin y al cabo, su salvación dependía de Harry. O, al menos, eso era lo que él esperaba.
Al fin, escuchó cómo el retrato se abría y Harry Potter salía al exterior. Draco contuvo un suspiro de alivio, pensando que jamás se había sentido tan contento de ver a Potter. Sin embargo, el Gryffindor no parecía precisamente feliz.
- Malfoy –le saludó fríamente.
- Potter... –contestó el Slytherin en el mismo tono-. Ponte eso y acompáñame.
- No hasta que no me digas adónde me llevas –se negó Harry, dirigiendo una mirada suspicaz a Draco.
Éste maldijo mentalmente la desconfianza del joven león.
- Necesito hablar contigo Potter... pero aquí no. En un lugar donde nadie pueda escucharnos –susurró Malfoy dirigiendo una mirada de soslayo a la infinidad de cuadros que les rodeaban.
La Señora Gorda, ofendida, cerró los ojos y fingió que dormía.
Harry asintió, para gran alivio de Malfoy. No comprendía el miedo de Ron, pues él se sabía capaz de derrotar a Draco Malfoy con los ojos cerrados. Se echó la capa por encima, y siguió a Malfoy por una serie de pasillos que, ensimismado como estaba por la cercanía de su ansiado Slytherin y por la intriga de no saber para qué le querría éste, no reconoció.
Al fin, llegaron a un lugar. Harry se preguntó por qué habrían parado allí, hasta que vio a Malfoy pasar tres veces por delante de cierta zona. Entonces, apareció de la nada una puerta, y Harry comprendió hacia dónde le llevaba Draco.
Malfoy abrió la puerta, y franqueó el paso a Harry. Éste entró en la habitación y no pudo evitar una exclamación de sorpresa cuando vio que se encontraba en un dormitorio de aspecto acogedor presidido por una inmensa cama de matrimonio.
Cuando se giró hacia Malfoy, su rostro pálido había enrojecido tanto que parecía irreconocible. Harry también se ruborizó, pensando si era posible que la sala hubiera respondido a sus propios deseos.
- Es... es la Sala de los Menesteres... –balbuceó Malfoy, cerrando la puerta.
- Ya... –replicó Harry, igualmente incómodo.
Al fin, Draco reaccionó. Intentando recobrar el autodominio, miró a Harry, quien a su vez le observaba con curiosidad. Los dos intentaron no desviar la mirada hacia la gran cama que presidía la estancia, al tiempo que sus rostros recobraban su tonalidad habitual.
- ¿Y bien? –preguntó Harry, deseando dar por acabada aquella escenita.
Entonces, Draco echó mano al bolsillo de su túnica y extrajo su varita.
Harry reaccionó rápido. Sacó la suya en cuestión de milésimas de segundo, mientras intentaba adivinar cuál sería el siguiente movimiento de Malfoy. ¿Quizá iba a petrificarlo para cubrirlo con la capa y dejarlo encerrado en la Sala de los Menesteres¿Quería simplemente enfrentarse en duelo con él¿O quizá una de las maldiciones imperdonables?
Harry se esperaba muchas cosas de Draco Malfoy. Pero lo que no esperaba fue, precisamente, lo que vino a continuación.
Draco no atacó, ni intentó escabullirse al ver que Harry estaba preparado para defenderse. Simplemente tendió su varita a Harry.
Harry parpadeó, creyendo ser víctima de una ilusión óptica.
Draco Malfoy no había sacado su varita para atacarle. La había sacado para dársela a él.
- Malfoy... ¿qué...?
- Cógela, Potter –ordenó Malfoy. Su tono parecía cansado, pero seguro de lo que hacía.
Harry obedeció sin dar crédito a sus ojos. Draco le observó, y Harry se dio cuenta de que su enemigo estaba ahora completamente indefenso.
- ¿Por qué me la das? –preguntó un desconfiado Gryffindor.
Draco esbozó una tenue sonrisa cansada.
- Tengo que decirte algo, Potter, algo importante. Pero antes necesitaba darte mi varita. Para que no creas que te estoy tendiendo una trampa. Para que... –Malfoy parecía no encontrar las palabras adecuadas para expresarse- para que sepas que a partir de este momento estoy completamente sujeto a tu voluntad.
Por alguna razón, Harry sintió un escalofrío al escuchar esas palabras. Sujetando una varita en cada mano, intentó ocultar su nerviosismo asintiendo con la cabeza.
Pero Draco Malfoy parecía tan nervioso como él. Harry pudo ver cómo inspiraba profundamente, intentando armarse de valor. Después, levantó la cabeza y sus ojos grises le miraron con determinación.
- Ahora, Potter, déjame que te enseñe algo.
Y con brusquedad, casi con violencia, Malfoy sujetó su antebrazo izquierdo con la mano derecha, y, con un sólo movimiento, se subió la manga de la túnica.
Harry contuvo un grito de sorpresa y dio un paso atrás sin poder evitarlo- Algo destacaba, un poco difuminado pero perfectamente reconocible, en el brazo de Draco Malfoy. Algo que él había visto antes, en el cielo, hacía un año, y que despertaba sus más desagradables recuerdos... recuerdos que se mezclaban con el resplandor del fuego y los gritos de unos muggles inocentes...

El cuarto año pasó tras muchas noches de insomnio y angustia a causa de sus sentimientos hacia Harry. Por primera vez, Draco supo lo que eran los celos, y procuró persuadir a Pansy para que echara unos cuantos maleficios a Cho Chang.
Y, también por primera vez, Draco supo lo que era el preocuparse por la persona amada. Cada vez que Harry se enfrentaba a una prueba, fingía reírse de él junto con Crabbe y Goyle, cuando la realidad era que tenía el estómago encogido y el corazón en un puño.
Entonces, apareció una nueva preocupación, más concretamente a final de curso, cuando Dumbledore anunció que Voldemort había vuelto. A pesar de que la mitad de sus compañeros de Slytherin sonreían, Draco Malfoy sintió el terror en cada fibra de su cuerpo.
Una cosa era defenderlo cuando Voldemort era algo intangible, irreal... y otra cosa era declararse vasallo suyo cuando sabía que estaba vivo y conocía las atrocidades que era capaz de realizar. Draco sabía que, en su interior, y pese a todas sus bravuconadas, jamás había dejado de temer el día en el que Voldemort volviera con todo su esplendor.
Ese verano, cuando regresó a casa, supo que algo iba a cambiar.
Su padre le sonrió a los pies del expreso de Hogwarts. Abrazó a su hijo con ternura, y éste comprendió que, por primera vez, su padre era realmente feliz.
- Draco... tenemos tanto de qué hablar.
Dócilmente, siguió a su padre, sintiéndose como el chiquillo que había sido seis años antes.
En casa, Narcissa Malfoy le recibió con la misma frialdad con la que lo trataba desde que se había convertido en un auténtico Slytherin. Mas su padre no le hizo ni caso. Con los ojos brillantes de un niño ilusionado, lo hizo pasar a su despacho y cerró la puerta.
- El Señor Tenebroso ha vuelto, hijo –anunció con una enorme sonrisa.
A Draco se le pusieron los pelos de punta. Pero se esforzó por sonreír para no contrariar a su padre.
- Yo estuve allí... yo le vi... –declaró Lucius, paseando nervioso por el despacho. A pesar de todo, Draco no pudo evitar mirarle con curiosidad, pues jamás le había visto tan excitado. El brillo de sus ojos delataba a un auténtico fanático-. Tiene un cuerpo... tiene sus poderes... ha regresado... ¡y más temible que nunca, Draco!
Lucius se arrodilló frente a la butaca que ocupaba su hijo.
- ¿Sabes lo que espero de ti, hijo mío? –preguntó suavemente, aunque el joven Malfoy adivinó la amenaza implícita en la voz de su padre.
- Sí, papá –musitó Draco.
- Eres mi único hijo... y, por lo que me cuenta Severus, un digno hijo. Antes eras débil, compasivo... culpa de tu madre, sin duda. Pero, tras cuatro años en Hogwarts, me complace saber que Dumbledore no ha conseguido pervertirte, y que eres un verdadero Slytherin... y un futuro gran mortífago.
Draco sintió que el desasosiego se apoderaba de él.
- Me enorgullece decirte... que el propio Señor Tenebroso ha escuchado hablar de ti.
El joven contuvo la respiración.
- El Señor Tenebroso... ¿sabe quién soy?
- Sí –corroboró Lucius con el rostro henchido de orgullo paternal- Y quiere que pases a su servicio inmediatamente.
Las palabras de Lucius cayeron como una losa sobre su hijo. Draco palideció. Abrió la boca, pero no consiguió emitir ningún sonido.
Malfoy padre sonrió, pensando que el joven estaba tan emocionado que se había quedado sin palabras.
- Sí, es sorprendente... pero yo siempre supe que tú valías mucho, Draco. Serás mi digno sucesor, y ayudarás al Señor Tenebroso a alcanzar de nuevo todo su poder...
- Pero... apenas voy a empezar quinto curso...
- ¡Sí! –exclamó Lucius con regocijo- ¡apenas estás en quinto, y ya vas a ser nombrado mortífago de pleno derecho! Eso dice mucho de ti, Draco.
- ¿Qué quiere el... Señor Oscuro que haga por él?
Lucius sonrió y volvió a inclinarse sobre la butaca de Draco.
- No lo sé, hijo, eso es algo que quedará entre tú y él. Por lo pronto, mañana mismo nos iremos de aquí, y te llevaré a su presencia. Recibirás la Marca Tenebrosa... –murmuró Lucius observando el antebrazo izquierdo de su hijo- y pasarás a ser uno de nosotros.

- ¡La Marca Tenebrosa! –musitó Harry mirando a Draco con los ojos como platos.
Éste volvió a sonreír con tristeza mientras dejaba que la amplia manga volviera a ocultar la marca. Tal y como había previsto, Harry le observaba, asustado. Si no le había atacado ya, era porque él previamente le había dado su varita.
Ambos se miraron en silencio durante unos segundos. Draco parecía infinitamente triste; Harry, entre horrorizado y curioso. El silencio, tenso, no duró mucho.
- Soy un mortífago, Harry –declaró Malfoy en tono apesadumbrado.
Y una punzada de angustia inundó el pecho del joven Gryffindor. Desde el momento en el que Harry había comenzado a amar secretamente a Draco, había temido el inevitable momento en el que le vería convertido en un auténtico seguidor de Voldemort. Porque era algo que les separaría completamente, y para siempre.
Y ahí estaba Draco Malfoy, enseñándole la Marca y declarándole sin pudor alguno su filiación tenebrosa. Harry disimuló como mejor pudo, intentando que la voz no le temblara.
- ¿A tu edad? –preguntó lo primero que se le vino a la mente.
- El mortífago más joven de todos. Y según el Señor Tenebroso, el más prometedor.
Draco hizo una pausa. Pese a lo que había dicho, no parecía en absoluto orgulloso de sí mismo (lo cual, viniendo de Malfoy, era toda una novedad). Harry iba a preguntarle por qué le contaba todo aquello a él, cuando Malfoy siguió hablando.
- Adivina, Harry, cuál ha sido la misión que el Señor Tenebroso me ha encargado.
Harry no tuvo que pensar mucho. Los ojos de Draco se lo decían todo.
- Matarme a mí –dijo, con una frialdad que los sorprendió a ambos.
Draco asintió en silencio. Con los brazos caídos a ambos costados del cuerpo, Harry supo que no tenía nada que temer de él. Ahora comprendía por qué Malfoy le había dado su varita.
Pero era lo único que comprendía.
- ¿Para qué me cuentas todo esto, Malfoy? –preguntó, cansado de tanto misterio. Quería que Draco pusiera las cartas boca arriba y se decidiera a confiarle el por qué de su presencia allí.
El aludido suspiró. Miró a Harry, y por primera vez éste vio cómo era Draco Malfoy en realidad: solitario, retraído y... vulnerable. Muy vulnerable.
- ¿Francamente, Potter? Ni yo mismo lo sé muy bien.
- No voy a dejarme matar para que ganes puntos ante Voldemort, si es eso lo que buscas, Malfoy –ironizó Harry.
Sin embargo, Draco movió la cabeza desdeñosamente.
- Tú eres la única persona que ha vencido al Señor Tenebroso...
- Sí –corroboró secamente Harry. No le apetecía pensar en ello.
En ese momento, Draco dio un paso hacia él. Harry se sorprendió al ver la angustia que dejaba traslucir su rostro.
- Me han encargado que te mate, Harry, pero no voy a hacerlo. Sí, lo sé, probablemente no podría hacerlo aunque lo intentara, pero es que ni siquiera quiero intentarlo.
Vio la expresión de sorpresa de Harry, y se obligó a seguir hablando.
- Sí, soy mortífago, pero créeme si te digo que yo no pedí serlo. Es una tradición familiar de la que me ha resultado imposible escapar, algo así como el pelo rojo de los Weasley –aclaró con una mueca irónica- . Y por eso estoy hoy aquí, por eso recurro a ti –musitó, taladrando al Gryffindor con sus hermosos ojos grises-. De ti depende mi destino a partir de ahora. Si hay alguien que puede ayudarme, ése eres tú. Una vez que me he decidido a no cumplir mi misión, entre los míos sólo hallaré la muerte. Eso si no me descubren antes en Hogwarts... o si tú no me entregas antes, y me envían a Azkaban.
Draco hizo una pausa, y bajó la cabeza.
Harry no sabía de qué sorprenderse más: si de que Malfoy le hubiera llamado por su nombre, o de que Malfoy le estuviera pidiendo ayuda.
- De ti dependo a partir de ahora... –susurró el Slytherin.
Entonces, su voz se quebró. Y las lágrimas empezaron a brotar incontroladamente de los ojos de su enemigo.
Mortificado, Draco se secó los ojos con la túnica, intentando controlar el llanto. No pudo evitar pensar que su padre le mataría si pudiese verlo: un Malfoy nunca lloraba. Pero, por muy Malfoy que fuera, en el fondo no era más que un adolescente. Y la idea de acabar muerto a manos de Voldemort, o recibiendo un beso de un dementor, le aterraba y le hacía perder su logrado autodominio.
Levantó la cabeza con temor, esperando encontrar la mirada de desprecio de Harry...
Pero vio algo muy distinto. Sigilosamente, Harry había avanzado hasta colocarse frente a él. Y, justo en el momento en el que Malfoy le miró, extendió los brazos y abrazó al rubio.
Malfoy se quedó rígido de la impresión. Se sentía incómodo por estar siendo consolado por su peor enemigo, pero, a la vez, el calor de Harry le envolvía de forma agradable, haciéndole perder la razón...
- Lo siento, Harry... –balbuceó.
- Llora cuanto quieras... Draco. Lo necesitas –murmuró la voz comprensiva de Harry.
El Slytherin se relajó en sus brazos, devolviendo el abrazo generoso del joven león. Y así fue cómo Draco Malfoy aprendió que, frente a Harry, no necesitaba aparentar ser un poderoso estudiante de Slytherin, un gran mortífago. Le bastaba con ser él.

¿En qué momento se dio cuenta de que la única salida que le quedaba era acudir a Harry? Jamás lo supo.
Tal vez cuando se dio cuenta de que no podía matar, precisamente, a la persona a la que más amaba en el mundo.
Tal vez cuando su padre, presionado por Voldemort, empezó a apremiarle para que cumpliera urgentemente su misión.
Aunque, en el fondo de su ser, Draco pensaba que la idea de acudir a su archienemigo había cruzado su cabeza desde el mismo instante en el que, temblando de puro miedo, se arrodilló ante el ser deforme al que todos adoraban como el Señor Tenebroso para que éste lo marcara como a uno de sus seguidores.

Permanecieron así unos momentos. Harry abrazaba con delicadeza a Draco, sintiendo cómo su corazón golpeaba furiosamente su pecho. Aún no podía creer lo que le estaba pasando: que Draco hubiera confiado en él, que le hubiera dicho que no quería ser mortífago... que le hubiera permitido abrazarle...
Inspiró profundamente. Pese al hecho de haber llegado con Malfoy más lejos de lo que jamás hubiera imaginado, no podía olvidar las circunstancias que rodeaban a su encuentro. Y el ver a su amado Slytherin tan triste, definitivamente le partía el corazón.
- Perdóname, Harry... estoy... estoy asustado... –murmuró de repente Draco, levantando la cabeza al tiempo que se enjugaba las lágrimas con el borde de la túnica.
- Lo comprendo... –murmuró Harry- yo también lo estaría si estuviera en tu lugar.
Malfoy miró a los ojos a Harry, y éste no pudo evitar sorprenderse al ver que lo ojos grises del Slytherin, generalmente fríos y malévolos cuando le miraban, reflejaban ahora tal gratitud que casi le hacían sentir incómodo.
De repente, Malfoy se dio cuenta de que el moreno aún lo estaba abrazando, con sus rostros a apenas unos centímetros. Al advertirlo, se sonrojó e intentó separarse.
- Perdona, yo... –musitó, dando un paso hacia atrás.
Pero no pudo separarse del Gryffindor. Porque éste se negó en redondo a desprender sus brazos del cuerpo de Draco.
- No, Draco, está bien. He sido yo quien te ha abrazado.
Draco no insistió. En realidad, hacía tiempo que no se sentía tan bien, con los brazos de Harry alrededor de su torso... ni siquiera se preguntó el por qué su más enconado enemigo lo estaba abrazando, simplemente se relajó y se abandonó a la extraña pero maravillosa sensación de sentirse protegido por él.
Harry, sin embargo, empezaba a sentirse inquieto. La Sala de los Menesteres... ¿había respondido a su propio deseo o al de Malfoy? Pero él se había sonrojado al verla...
Examinó a Draco: su cabello rubio, que siempre llevaba pulcramente engominado, le caía revuelto sobre la frente; su ropa, siempre perfecta e inmaculada, parecía algo arrugada... e incluso llevaba mal hecho el nudo de la corbata.
Draco tenía que estar muy asustado, mucho, para descuidar su aspecto de tal forma. El Draco Malfoy al que él conocía iba siempre de punta en blanco.
Claro que aquél Draco Malfoy que él sostenía entre sus brazos no era el Draco que él conocía: Malfoy, el presuntuoso buscador de Slytherin, orgulloso, hiriente e irritante. No se parecía en nada a la persona que tenía delante: asustada, sensible, amable...y, por qué no decirlo, irresistiblemente adorable.
Harry dio un respingo al darse cuenta de que Draco había levantado la cabeza y sus ojos claros le miraban con tristeza.
- Me odias¿verdad?
El Gryffindor parpadeó, intentando procesar la pregunta.
- ¿Qué?
- Me odias –repitió Malfoy, esta vez como afirmación, y bajó la cabeza- es evidente que me odias... y no puedo culparte por ello.
- Yo no te odio, Draco –se apresuró a responder Harry.
Creyó que Malfoy le creería, pero el rubio se limitó a obsequiarle con una sonrisa triste.
- Claro que me odias, Potter –Harry sintió una punzada de dolor cuando, de nuevo, Malfoy empezó a llamarle por su apellido, aunque sin que rencor alguno se dejara traslucir en su voz-. Eres demasiado noble para decírmelo... Pero sé exactamente lo que estás pensando.
- Lo dudo –replicó Harry en tono frío.
- Piensas que llevo cinco años burlándome de ti... de tus amigos... diciendo tantas cosas horribles... y que sólo el miedo me ha llevado a recurrir a ti...
Ante eso, Harry no pudo contestar. El silencio le dio a Malfoy la confirmación que necesitaba. Suavemente, se separó de Harry, y éste se limitó a dejar caer los brazos, laxos, a ambos costados del cuerpo... echando de menos el contacto con Draco, su calor.
El rubio le miró, extrañamente sereno.
- ¿Vas a entregarme a los dementores? –preguntó, sin poder evitar que una nota de pánico se dejara traslucir en su voz.
Harry abrió la boca. Un torrente de palabras inundó su mente, y, durante unos segundos, pensó que sus labios las pronunciarían. Se vio a sí mismo diciéndole a Draco que no iría a Azkaban aunque él solo tuviera que enfrentarse con todos los dementores para impedirlo. Que mataría hasta al último de los mortífagos, y a Voldemort mismo si era preciso, antes de que pudieran soñar con tocarle un solo pelo. Que daría su vida por protegerle, por ayudarle...
Pero las palabras se quebraron en su garganta. El Malfoy que hacía unos segundos había llorado en su hombro ahora parecía tan distante y lejano como si estuviera hablando con su retrato.
En su lugar, dijo otra cosa.
- ¿Por qué no quieres matarme, Malfoy? Se supone que eres tú quien me odia a mí.
Malfoy no pareció sorprendido por la pregunta, ni siquiera por el hecho de que Harry volviese a llamarle por su apellido. Exhaló lo que parecía un suspiro de resignación, y el Gryffindor notó que aún tenía las mejillas húmedas.
- Tenía la esperanza de que no me hicieras esa pregunta.
- ¿En serio¿Acaso para no tener que contestarla? –replicó Harry en un tono más brusco del que pretendía.
- Exactamente –asintió Draco, sin alterarse-. Hay cosas que tú no sabes... Soy un estúpido, Potter... un verdadero estúpido...
Harry sintió una punzada de desasosiego cuando, nuevamente, los ojos de Draco se humedecieron. El Gryffindor dio un paso hacia él, dispuesto a consolarle nuevamente, pero Malfoy le detuvo con una mirada que no admitía réplicas.
Harry miró a Draco mientras por las suaves mejillas del Slytherin empezaban a derramarse de nuevo las lágrimas... Cada vez más confuso, y con unas ganas terribles de ir hacia él y volver a abrazarle, esperó una explicación. Por primera vez (aunque no sería la última) maldijo el maldito orgullo de Malfoy, que le condenaba a observar impotente cómo aquel a quien tanto amaba sufría en la más absoluta de las soledades.
- Draco¿qué...? –preguntó, angustiado.
- Potter –le interrumpió Malfoy. A pesar de que seguía llorando, su tono de voz era frío e impersonal-. Hace cinco años, subí al expreso de Hogwarts con una sola idea en mente.
Sorprendido por el brusco cambio de tema, Harry aguardó. Malfoy inspiró profundamente antes de seguir.
- Quería conocer al famoso Harry Potter. Quería hablar con el que había derrotado al Señor Tenebroso... pedirle que me librara de mi terrible destino...
Perplejo, Harry le observó con los ojos como platos.
- ¿Qué? –preguntó, incrédulo.
- Lo que has oído. Yo ya sabía quién era el Señor Tenebroso... ya sabía que iba a ser uno de sus sirvientes... incluso sabía que me pondrían en Slytherin. Lo sabía, pero tenía la esperanza de librarme de serlo.
- ¿Cómo querías escapar de Slytherin? –preguntó Harry sin poderse contener-. Prácticamente antes de que el sombrero tocara tu cabeza...
Malfoy volvió a sonreír tristemente.
- Soy demasiado cobarde para Gryffindor, lo sabía y lo sé. Pero tenía la esperanza de ser lo suficientemente inteligente para ir a Ravenclaw... Mas supongo que el sombrero leyó el resentimiento y el odio que acababa de engendrar pocas horas antes.
- ¿Odio¿Resentimiento¿Contra quién?
Malfoy le dirigió una mirada penetrante.
- Contra ti.
Durante unos segundos, nadie habló. Después, Draco volvió a bajar la cabeza.
- Cuando después de tantos años te tendí la mano y tú la rechazaste... yo...
- No fue mi intención –se apresuró a aclarar Harry-. Pero, Draco... insultaste a Ron¿qué querías que hiciera?
- Lo sé, lo sé. Me porté como un estúpido, como ya te he dicho. Me sentí celoso de ver que habías hecho amistad con otro... –añadió en tono más bajo-. Sé que mi acercamiento a ti fue torpe e indebido... y después no pude... no quise arreglarlo, pues un infinito rencor empezó a consumirme, te odié y me propuse ser mejor que tú en todo. Por supuesto, no lo conseguí.
- Eso no es...
- Eso es cierto –le interrumpió Draco en tono neutro-. Probablemente ahora no entiendas la actitud que tuve... ni yo mismo la entendí en su momento... no sabía por qué actuaba así, por qué estaba tan celoso... No me entendía a mí mismo.
Malfoy volvió a hacer otra pausa. Parecía más nervioso, y se arregló distraídamente la túnica.
El corazón de Harry volvió a bombear furiosamente al darse cuenta de que el rubio Slytherin estaba a punto de decirle algo importante. Algo crucial.
Entonces, Draco dejó escapar un sollozo. Levantó la cabeza de nuevo, y Harry vio tanto sufrimiento en su rostro que sintió que el corazón se le encogía.
- Lo comprendí años más tarde... comprendí por qué sentía tanto resentimiento, por qué te odiaba pero no podía dejar de pensar en ti... ¡Comprendí que estaba enamorado de ti desde que era un crío, Harry James Potter!
Draco Malfoy pronunció aquellas palabras con rabia y tristeza, y al hacerlo volvió a enrojecer. Después, ocultó su rostro congestionado tras las manos y, muerto de vergüenza y dolor, siguió llorando sin poder evitarlo.
Harry, atónito, lo contempló. Durante unos segundos fue incapaz de moverse, incapaz de hablar, incapaz de pensar. Las palabras de Malfoy resonaban en su mente una y otra vez. "Enamorado de ti, enamorado de ti, Harry James Potter..."
Le costó unos instantes procesar la información. Y aceptar que Draco acababa de declarar, inequívocamente, que le amaba.
Harry contuvo la respiración. Malfoy aún lloraba débilmente, aún sin atreverse a mirar a Harry, aún deseando que se lo tragara la tierra. Harry volvió a sentir aquellas ganas irremediables de consolarlo, de hacerle feliz...
Y esta vez, ni siquiera aquél estúpido orgullo iba a interponerse entre ambos.
Avanzó hacia él.
- Draco... –murmuró, sintiendo que la lengua se le trababa al hablar.
- ¡Déjame! –le llegó la débil respuesta del Slytherin- ¡No quiero tu compasión!
- No voy a ofrecerte mi compasión.
Draco bajó las manos. Harry vio sus ojos enrojecidos mirándole con sorpresa.
- ¿Entonces¿Vas a reírte de mí¿Correrás a decírselo a Granger y a Weasley, muerto de risa? –murmuró con la voz cargada de veneno- ¿Dirás a todos los leoncitos de Gryffindor que Draco Malfoy se te ha declarado?
Harry negó con la cabeza. Entonces, él también respiró hondo y dio otro paso hacia Malfoy.
El Slytherin casi gritó de sorpresa al volver a sentir los brazos de Harry, esta vez rodeando su cintura. Aquello era lo último que esperaba.
- Potter¿qué?
Harry le colocó rápidamente un dedo en los labios. Malfoy abrió mucho los ojos, sorprendido.
- Harry –corrigió suavemente el Gryffindor-. Harry –repitió en un susurró.
Draco dio un paso atrás, y su espalda chocó contra la pared. Sin darse cuenta, se habían ido acercando paulatinamente hacia uno de los extremos de la habitación.
Harry sonrió al advertirlo. Abrazó con más firmeza aún al Slytherin y pegó su cuerpo al de él.
- Harry... ¿qué? –murmuró Malfoy, intentando no rendirse a las sensaciones que el contacto con Harry le provocaba.
- No llores, Draco –le respondió Harry-. Al menos, no por mí.
Después, para sorpresa del rubio, desprendió una de sus manos de su cintura y la dirigió a su mejilla.
Draco contuvo la respiración mientras Harry, con infinita delicadeza, acariciaba su piel pálida y enjugaba sus lágrimas. Después, su mano subió hasta enredarse en su rubio cabello, fino y suave.
- ¿Qué haces¡Harry! –protestó débilmente. Era demasiado bueno... pero, por otro lado, no podía librarse de la molesta sensación de que Harry hacía todo aquello por compasión.
Harry se detuvo por un instante y miró a Malfoy. Se sentía ansioso por abrazarle, por besarle y por demostrarle cuánto le amaba. Pero, al mismo tiempo, sabía que tenía que ser cauto y no precipitar las cosas.
- Yo también estoy enamorado de ti, Draco. No desde que era un crío, pero sí desde hace mucho tiempo –se sinceró, sintiendo una extraña sensación al tiempo que abría su corazón al que hasta hace unas horas era su enemigo.
Draco se limitó a devolverle la mirada durante unos segundos, incrédulo. Demasiado bueno, demasiado bueno para ser verdad... movió la cabeza. Si de algo estaba seguro en el mundo, era de que Potter tenía muy buenas razones para odiarle.
- Eso es mentira, Potter... –espetó con violencia.
- Harry –corrigió.
- No juegues con mis sentimientos, Harry... –continuó Malfoy-. Sólo porque te de pena, no tienes derecho a hacerlo.
Harry suspiró, deseando demostrarle a Draco lo que sentía por él. Su mano siguió acariciando su pelo, bajando después hasta acariciar con verdadera devoción la piel suave y tersa de su rostro.
- Sepárate de mí... por favor... Harry... –casi jadeó el rubio, sintiendo cómo sus manos quemaban al posarse sobre su piel. Fue entonces terriblemente consciente del cuerpo de Harry, apretado contra el suyo, otorgándole su calor. Impotente, sintió su orgullo decaer, rendirse ante las sensaciones que le inundaban y que amenazaban con hacerle perder la razón y la compostura.
Harry adelantó la cabeza. Por un segundo, Draco pensó que iba a besarle... pero el moreno se limitó apoyar la barbilla en su hombro.
- No puedo –confesó Harry con serenidad, susurrando en la oreja de Draco, haciendo estremecer al rubio-. No puedo separarme de ti. Llevo demasiado tiempo esperando... soñando con tenerte... Ahora que estás aquí no podría dejarte marchar.
Harry hizo una pausa. El silencio sólo era roto por la respiración agitada de Draco. Con gran esfuerzo, empezó a hablar, sintiendo que lo que estaba diciendo podía arruinar su vida para siempre.
- Pero si tú puedes... Si tú eres capaz de olvidar lo que sientes y alejarte... Adelante, Draco, empújame y apártame de ti. Te juro que no volveré a intentar nada contigo si lo haces. Respetaré tu decisión.
Harry cerró los ojos al decir eso. Ya está, acababa de lanzarse a la piscina. Y no quería ver en qué acababa el salto.
Durante un segundo, no sintió nada.
En el interior del cuerpo de Draco, su corazón y su mente libraban una cruenta batalla. Deseaba entregarse a Harry, besarlo... Pero, por otra parte, tenía miedo de que el Gryffindor le estuviera engañando.
Una cosa era confiarle su vida, a sabiendas de que podía acabar muerto o en manos de los dementores.
Y otra cosa era confiarle su corazón. Porque existía la posibilidad de que él, la persona a quien más amaba, lo hiciera añicos. Y era una posibilidad que le aterraba más que la propia muerte.
El orgullo y el miedo se aliaron, y ganaron la batalla. Y las manos de Malfoy se cerraron sobre sus hombros y empujaron débilmente. Apelando a toda su fuerza de voluntad, se dispuso a apartar a Harry de él, convencido de que su amor no era correspondido.
Entonces, sintió que un estremecimiento recorría el cuerpo de Harry Potter.
- ¿Harry? –murmuró, dejando de empujar.
Le obligó a separarse un poco para poder ver su rostro. Y se quedó atónito cuando vio que los ojos verdes de Harry habían empezado a humedecerse, y que éste se mordía los labios para ahogar un sollozo.
Se miraron. Y, por primera vez desde que se habían conocido, ambos comprendieron mutua y plenamente sus sentimientos.
- Harry... –repitió Malfoy, aún sin poder creérselo.
- ¿Quieres que me vaya? –preguntó Harry en tono desolado. No se había dado cuenta del cambio que el verle llorar había producido en Draco.
Malfoy negó con la cabeza. Se sentía nervioso, y a la vez extrañamente feliz. Sabía exactamente lo que quería, y no era precisamente que se fuera.
- Quiero que me beses.
Una oleada de súbito calor pareció recorrer el cuerpo del joven Gryffindor. Con un ímpetu que le sorprendió a sí mismo, volvió a echar todo su peso sobre Draco, aprisionó sus manos contra la pared y, lentamente, para que ambos pudieran disfrutar por completo de aquél momento, buscó sus labios.
Al sentir el contacto del otro, ambos se estremecieron. Tímidamente al principio, tiernamente después, sus labios se unieron, transmitiéndose el uno al otro todo su amor como ni siquiera las palabras podían hacerlo.
Harry separó su cabeza unos centímetros y abrió los ojos. Draco le devolvió la mirada. Por primera vez en toda la noche, el Slytherin parecía contento y relajado. Harry se alegró al verle esbozar su típica sonrisa burlona.
- ¿Eso es todo lo que sabes hacer, leoncito? –le provocó, aunque el rubor de sus mejillas indicaba que había disfrutado tanto de aquél primer beso como Harry.
- Calla, dragón –repuso Harry en el mismo tono, devolviéndole la sonrisa, antes de volver a besarle.
Esta vez no se limitó a presionar sus labios contra los suyos. Draco, obediente, cedió a la presión de su lengua, dándole pleno acceso. Gimió cuando sintió cómo el Gryffindor exploraba su boca, lentamente, recreándose en aquello que llevaba tanto tiempo deseando. Apoderándose de él, reclamando lo que legítimamente era suyo. Besándole una y otra vez, cada vez con más pasión.
Se separaron sin aliento, mirándose a los ojos mientras respiraban entrecortadamente...
- Harry... ¿qué vas a hacer? –preguntó de repente Draco.
- ¿Qué?
- Ya sabes... En cuanto vuelva a casa, el Señor Tenebroso me matará.
- No vas a morir –replicó Harry con voz extrañamente ronca.
- No me asusta morir. Pero no quiero separarme de ti –musitó Draco tímidamente-. No tan pronto, Harry...
- Draco –le interrumpió Harry-. Te quiero, Draco...
- ¿Incluso sabiendo que soy un mortífago? –le interrumpió Draco.
Harry le observó durante unos segundos con aire pensativo.
- ¿Sabes? Siempre temí que lo fueras. No quería verte convertido en lo que tanto odiaba... Pero ahora me doy cuenta de que tú eres una víctima como yo. Una víctima de Voldemort –sintió cómo un escalofrío recorría la columna vertebral de Draco al escuchar el nombre-. Y me da igual lo que seas, porque sé que tú no quieres serlo.
De repente, la mano de Harry bajó y apretó el antebrazo izquierdo de Draco.
- No voy a delatarte, ni voy a dejar que él te mate. Y te juro por la memoria de mis padres que no descansaré hasta que llegue el día en el que puedas verte libre de esa maldita marca.
Esta vez fue el Slytherin quien le besó. Un beso suave, tierno, que hizo que Harry sintiera una sensación extraña en el estómago.
Después, se quedó mirándolo intensamente. Y, por enésima vez en todo el día, Draco Malfoy dijo algo que Harry jamás esperaba escucharle decir.
- Gracias.


Nota: Pues nada, lo que digo siempre, gracias a todos ya que me animáis a escribir. Como veis la cosa se anima entre Harry y Draco U. Por cierto, por si alguien se lo pregunta, NO, no se han acostado (entre otras cosas porque el lemon se me da fatal xD). Un saludo a todos y hasta el próximo capítulo, a partir de ahora no podré actualizar tan a menudo porque se me acaban las vacaciones, pero aún así espero que me sigáis leyendo .