Lucharé a tu lado
Género: T
Advertencia:
Este fic es un Harry/Draco, shonen-ai, slash, yaoi... chico-chico,
vamos. Si no te gusta, no lo leas.
Disclaimer:
Harry Potter no me pertenece. Si Harry Potter me perteneciera,
primero yo estaría nadando en dinero, y segundo Cho Chang no
existiría.
Capítulo 5: Cicatrices que nos unen
Despertó, y, al mismo tiempo,
un agudo dolor en el brazo le hizo comprender algo.
Seguía
vivo.
Confuso, abrió los ojos.
Enfocó la mirada
con dificultad, pero no tuvo ningún problema en reconocer las
paredes de la enfermería. Como buscador de quidditch, había
estado allí más veces de las que podía recordar.
Volvió a sentir el dolor, y bajó la mirada. Su
antebrazo estaba pulcramente vendado, pero él aún podía
sentir los cortes producidos por el cuchillo. Tres cortes paralelos,
profundos, lacerantes.
Había sobrevivido. No sabía
cómo, pero había sobrevivido.
Entonces, levantó
la cabeza. Y le vio.
Harry.
Estaba sentado en un sillón
junto a su cama, y sus ojos verdes estaban clavados en él.
Draco contuvo la respiración, incapaz de romper el incómodo
silencio. Examinó a Harry, quien ciertamente no tenía
muy buen aspecto: su cabello oscuro estaba aún más
revuelto de lo normal, su rostro parecía algo demacrado y las
gafas no conseguían disimular sus enormes ojeras.
Draco
giró la cabeza y vio que, tras el cristal de una de las
ventanas se vislumbraba el cielo azul eléctrico.
- ¿Qué
día es? –preguntó, deseando acabar con el silencio
del Gryffindor.
Éste siguió la dirección de
su mirada. Draco le observaba, ansioso, pero la expresión en
el rostro de Harry era indescifrable.
- Han pasado más de
veinticuatro horas desde que...-se interrumpió a sí
mismo, y sus ojos se posaron en Draco-. Llevas un día entero
durmiendo.
Draco alzó las cejas, sorprendido.
- ¿Un
día? –balbuceó- Y tú... ¿tú has
estado aquí?
Harry asintió con la cabeza, bajando la
vista hasta el suelo.
- ¿Has estado aquí desde que
me ingresaron?
Harry repitió el gesto.
Draco se
incorporó a medias, apoyándose sobre el brazo sano.
-
¿Por qué? –se atrevió a preguntar, al
fin.
Harry no respondió. Draco lo vio quitarse las gafas
brevemente para frotarse los ojos en un evidente gesto de cansancio.
Después, volvió a mirar al rubio.
- Quería
asegurarme de que estabas bien –empezó, su voz convertida en
un ronco susurro-. Quería velar tu sueño y cerciorarme
de que no te pasaba nada... Quería convencerme a mí
mismo de que estabas vivo. Y quería estar a tu lado cuando
despertaras.
Draco no dijo nada, pues no sabía muy bien qué
decir. Recordaba demasiado bien las palabras que Harry le había
dicho el día anterior... El dolor aún estaba presente,
tangible, separándolos a ambos como si de una barrera
invisible se tratara.
Harry suspiró. Sin atreverse a mirar
a Draco a la cara, comenzó a hablar. Su voz temblaba
ligeramente y se sumaba a su aspecto agotado para darle una
apariencia lamentable. Malfoy se sorprendió al darse cuenta de
que, por primera vez, sentía lástima por Harry
Potter.
- Draco, cuando ayer tus amigos vinieron a buscarme para
decirme que... que habías intentado matarte... yo... –tomó
aire- comprendí que no puedo vivir sin ti. No quiero vivir sin
ti. Te quiero más de lo que jamás pensé que
querría a alguien. Sé que ayer te hice más daño
del que puedo imaginarme... Tú me abriste el corazón,
Draco, y yo te lo hice pedazos... Sé que no tengo derecho a
pedirte que me des otra oportunidad, y si me atrevo a hacerlo es sólo
porque la idea de seguir viviendo sin tenerte a mi lado me resulta
insoportable. Pero si me perdonas, Draco... –concluyó en
tono débil e inseguro- te juro que jamás volveré
a desconfiar de ti. Y te prometo que nadie, jamás, te amará
con la misma intensidad que yo.
Draco sintió que el alivio
hacía presa en su cuerpo. Cerró los ojos, mientras un
sólo pensamiento llenaba su mente: Harry no le odiaba. Cuando
los volvió a abrir, descubrió que el moreno seguía
mirando tercamente al suelo.
- Harry, ven aquí –ordenó.
-
¿Adónde?
- Lo sabrías si me mirases a la
cara –repuso Draco con tranquilidad. Al fin, Harry levantó
la cabeza, y los ojos verdes se encontraron con los grises,
produciendo un agradable cosquilleo en el estómago de Draco.
Dio una palmada en la superficie de la cama-. Ven aquí
conmigo, Harry.
Harry no se atrevió a desobedecerle.
Tímidamente, se sentó en el borde de la cama. E
inmediatamente, Draco Malfoy le abrazó.
La barrera
invisible que les había separado hasta entonces desapareció,
y ambos se acomodaron en los brazos del otro, sintiendo la perfecta
complementariedad de sus cuerpos. Harry enterró su cabeza en
el hombro de Draco, apremiado por la necesidad del contacto con el
rubio, aún sin poder creerse que él estuviera allí,
sano y salvo, y que le hubiese dado una segunda oportunidad.
Draco
adivinó sus pensamientos. Tiernamente, acarició su
rebelde cabello negro.
- No fue culpa tuya, Harry –susurró
en su oído.
- Sí que lo fue –le cortó
Harry, levantando la cabeza y mirándole a los ojos-. Fue culpa
mía por no confiar en ti. Debí haberte preguntado antes
de decirte todo eso... antes de revelar a todo el colegio que eras un
mortífago...
Draco sufrió un sobresalto. Acababa de
recordar esa parte de la historia. Miró la puerta, esperando
que de un momento a otro entrara un dementor y se abalanzara sobre
él.
- Yo tenía que haberte advertido antes
–contestó, sin poder apartar sus ojos de la puerta- tenía
que haberme dado cuenta de que Granger desconfiaría... al fin
y al cabo, cinco años de odio dejan sus huellas¿no?
–terminó con una débil sonrisa.
Harry se mantuvo
serio.
- Draco, perdóname –suplicó.
- Harry, ya
te he dicho que no ha sido...
- Draco... –le interrumpió
Harry, alzando las cejas y dirigiéndole una significativa
mirada.
Draco comprendió que era la única forma de
aliviar la culpabilidad de Harry.
- Te perdono –concedió,
al fin, observándole con seriedad- sólo si tú me
perdonas a mí por haber intentado hacer algo tan
estúpido.
Parecía que era la señal que Harry
estaba esperando para abrazar más estrechamente a Draco, hasta
tal punto de cortar la respiración del rubio.
- No vuelvas
a hacerlo –susurró Harry-. No vuelvas a intentar dejarme.
Porque si tú te vas, yo iré detrás de ti. Ahora
que te he encontrado, no vas a dejarme solo, Draco Malfoy.
Y al
fin hizo lo que llevaba deseando desde que Draco despertara en
aquella aséptica cama. Inclinándose sobre él, lo
besó.
Si alguna vez Draco hubiera albergado dudas respecto
a los sentimientos de Harry, aquél beso habría bastado
para disiparlas. Porque no era como los que el Gryffindor le había
dado con anterioridad, besos cargados de sentimiento pero también
del nerviosismo y la torpeza típica de todos los novatos en el
juego del amor. No, en esa ocasión Harry Potter no se limitó
a besarle; fue más bien un trasvase emocional. Sus labios
transmitieron a Draco todo lo que su corazón sentía: su
culpabilidad, su miedo, sus dudas y, cómo no, su amor. Exploró
cada rincón de su boca mientras sus manos hacían otro
tanto con su cuerpo. El hormigueo que ya sentía Draco se
transformó en una punzada de deseo cuando Harry le hizo
comprender lo mucho que le quería. Cuando al fin se separaron,
Draco casi temblaba entre los brazos de Harry, respirando
entrecortadamente.
- Te quiero –jadeó, echándole
los brazos al cuello a Harry.
- Jamás volveré a
dudarlo –replicó el Gryffindor.
Draco se forzó a
sí mismo a cambiar de tema. Recordó que estaban en la
enfermería, y que, si seguían así, acabarían
en una embarazosa escena delante de la señora Pomfrey. Decidió
que había llegado el momento de satisfacer su curiosidad.
-
¿Cómo llegué hasta aquí? –preguntó-
¿Cómo es que... estoy vivo?
- Myrtle te vio y salió
volando, literalmente, hacia la enfermería –explicó
Harry-. Por el camino encontró a Ron y Hermione, que estaban
junto a dos amigos tuyos en el vestíbulo. Los cuatro salieron
disparados hacia los baños, ya que... –Harry enmudeció
de repente, y miró cautelosamente a Draco.
- Ya que nadie
más quiso ir a ayudarme –adivinó Draco en tono
indiferente, aunque se vislumbraba el dolor en sus ojos-. Un
mortífago menos.
Harry se enfadó consigo mismo por
su metedura de pata, pero se obligó a seguir hablando.
-
Hermione consiguió disminuir la hemorragia con ayuda de los
otros tres...
- ¿Otros tres? –repitió Draco-
¿Weasley y quién más?
- Parkinson y Zabini.
Cuando te fuiste, salieron corriendo detrás de ti y tuvieron
una bonita discusión con los Ravenclaws que estaban en el
vestíbulo.
Draco asintió con curiosidad.
-
Después, llegó la señora Pomfrey, y ella fue
quien te puso fuera de peligro, te trajo aquí y te curó.
Y fin de la historia.
- Granger y sus vastos conocimientos acerca
de todo... –murmuró Malfoy con una sonrisa-. Nunca pensé
que fuera a salvarme la vida...
- A mí me la ha salvado
cientos de veces –reconoció Harry.
- ¿Y cómo
es que te han dejado quedarte aquí?
Harry sabía por
qué Draco hacía esa pregunta. La encargada de la
enfermería era enormemente estricta y no permitía a
nadie, ni siquiera a Dumbledore, permanecer en el interior si creía
que estaba molestando a los enfermos.
- La señora Pomfrey
no quería, por supuesto –contestó Harry con
naturalidad-. Pero cuando vinieron a contármelo, salí
corriendo, entré y me negué en redondo a irme.
- ¿Te
negaste? –repitió Malfoy, incrédulo, alzando sus
rubias cejas.
Harry sonrió.
- Sí. Pomfrey acabó
llamando a McGonagall, y a Dumbledore, pero ni siquiera ellos
consiguieron echarme. Después vino Snape, y casi me mata. Pero
les dije que de aquí sólo me sacarían a la
fuerza. Y al final cedieron.
Al escuchar el nombre del director de
Hogwarts, Draco Malfoy miró hacia la puerta con inquietud. Una
pregunta había aleteado en su mente durante todo ese tiempo...
pero no se atrevía a formularla.
Además, no quería
perder el poco tiempo que aún le quedaba para estar a solas
con Harry.
- ¿Te enfrentaste a Severus? –preguntó
con una extraña sonrisa.
Harry alzó una ceja.
-
¿Severus?
Pero Draco no pareció escucharle.
-
Gracias por cuidarme, Harry –murmuró.
Y esta vez fue él
quien besó al Gryffindor con pasión, casi con
ferocidad. Harry le correspondió, sorprendido. Poco sabía
el joven Potter que Draco esperaba que, de un momento a otro,
vinieran a detenerlo. No sabía que el rubio estaba demasiado
asustado para preguntar si algún auror estaba ya en camino
para enviarlo a Azkaban por mortífago.
- Pensé que
no volvería a tenerte entre mis brazos –susurró
Draco-. Pensé que ya no me querrías... Y preferí
la muerte a vivir sin ti. Por eso lo hice, Harry.
Enternecido,
Harry le acalló volviendo a posar sus labios sobre los del
Slytherin.
En aquél momento, la puerta se abrió a
sus espaldas.
- Vaya... reconozco que esto sí es toda una
sorpresa...
Ambos se separaron al escuchar profunda voz de Albus
Dumbledore. Draco se sonrojó, pero Harry se quedó firme
contra su cama, apretando la mano del rubio, y observando al director
con tranquilidad. Malfoy no pudo evitar dirigirle una mirada de
admiración; era, evidentemente, el legendario valor de los
Gryffindor.
Dumbledore traspasó la puerta de la enfermería.
Harry y Draco se percataron de que la señora Pomfrey no iba
con él, y comprendieron que seguramente había avisado a
Dumbledore de que el chico Slytherin había despertado y, por
petición del director, se había quitado de
enmedio.
Draco empezó a temblar. La perspectiva de entrar
en Azkaban le aterraba. No se atrevió a mirar a la cara al
director de Hogwarts, temeroso de ver la acusación reflejada
en su rostro.
Harry sí miró a Dumbledore, y se
encontró con su expresión indescifrable. Apretó
aún más fuerte la mano de Draco.
- Señor
Potter, le ordenaría que se fuera, pero sé que va a
negarse usted en redondo y no quiero tener que expulsar a uno de mis
mejores alumnos, así que, como medida extraordinaria, y en
vista de que el señor Malfoy parece tener confianza en usted,
voy a permitirle que se quede –empezó Dumbledore. Harry se
sintió más relajado al ver que el director le guiñaba
un ojo, pero Malfoy, que miraba fijamente las sábanas de su
cama, no lo advirtió.
- Señor Malfoy –continuó
Dumbledore. Malfoy levantó la cabeza con temor-. Tiene usted
en su brazo la Marca Tenebrosa de Lord Voldemort –Harry sintió
como Malfoy se estremecía de los pies a la cabeza al escuchar
el nombre- lo cual le identifica como a uno de sus mortífagos.
A
Draco le habría gustado explicarse, contarle a Dumbledore que
él nunca quiso ser mortífago, que lo había hecho
sólo por imposición de su padre... pero su lengua y sus
cuerdas vocales parecían paralizadas. Así que miró
al poderoso mago, aterrorizado.
- Deberíamos, por tanto,
enviarle a Azkaban –concluyó Dumbledore.
- Enviarán
a Draco a Azkaban por encima de mi cadáver –intervino Harry
sin poderse contener.
Advirtió que bajo la espesa barba de
Dumbledore se dibujaba una leve sonrisa. Draco volvió a mirar
a Harry, sorprendido, pues sabía que su novio prácticamente
idolatraba al director de Hogwarts.
- Me temo que no hará
falta, señor Potter –continuó Dumbledore-. Ayer usted
nos contó cómo el señor Malfoy le confesó
que no deseaba ser un mortífago... Y él mismo, al
autolesionarse la Marca Tenebrosa, nos lo ha confirmado de forma
incontestable.
La sonrisa de Dumbledore se amplió.
-
Usted, señor Potter, es la persona menos sospechosa de
simpatizar con el lado oscuro que yo podría imaginar. Si usted
no tiene problema en relacionarse con el señor Malfoy, sin
duda él también está libre de sospecha.
-
Entonces¿no voy a ir a Azkaban? –preguntó Draco,
tan aliviado que creyó que iba a desmayarse.
- No, señor
Malfoy.
- ¿Y mi padre? –preguntó, al recordar la
figura de su progenitor- ¿Y Quien-usted-ya-sabe? Me matarán
en cuanto salga de aquí.
- No se preocupe por eso, señor
Malfoy. En cuanto usted se recupere, hablaremos largo y tendido
acerca de ello, en mi despacho... ¿Poppy?
La encargada de
la enfermería apareció tan rápidamente que nadie
dudó de que había estado escuchando la conversación
a escondidas. Pero a Dumbledore no pareció importarle.
-
¿Sí, señor director?
- ¿Cuándo
cree que podrá dar el alta al señor Malfoy?
La
señora Pomfrey no contestó, sino que, adoptando su
usual expresión diligente, se dirigió hacia Draco.
Harry hizo ademán de apartarse, pero ella le indicó con
un gesto que no era necesario.
- Sólo quiero ver cómo
está ese brazo... –murmuró, mientras desataba el
vendaje.
Draco bajó la cabeza, avergonzado, al ver el
interés con el que Harry observaba su antebrazo, que pronto
quedó al descubierto.
Harry contuvo una exclamación
de sorpresa, y palideció. La Marca Tenebrosa estaba totalmente
irreconocible, surcada por tres profundos cortes que aún no
habían cicatrizado del todo.
Durante unos segundos, todos
se limitaron a contemplar en silencio las heridas de Draco.
-
Debía estar usted realmente desesperado, señor
Malfoy... –murmuró suavemente Dumbledore. Y, por primera
vez, Draco percibió la compasión que anidaba en su
voz.
Se atrevió a levantar la mirada para mirar a Harry,
pero los ojos del moreno estaban clavados en sus cicatrices.
Resignado, prestó atención a las palabras de la señora
Pomfrey.
- Tardará bastante en cicatrizar... Incluso
utilizando la magia –miró a Draco con severidad no exenta de
preocupación-. Joven, si en vez de por sanadores hubiera usted
sido tratado por médicos muggles, o si sus amigos no le
hubieran encontrado tan rápidamente, ya estaría usted
muerto.
Draco no contestó. Harry seguía mirando su
brazo como hipnotizado. La sanadora se giró hacia Albus
Dumbledore.
- Tan sólo tendrá que venir unos minutos
al día para que le renueve el vendaje, pero ha recuperado la
sangre que perdió y está listo para reincorporarse a la
disciplina de Hogwarts, señor director.
- Excelente
–murmuró Dumbledore-. Poppy, le dará el alta esta
tarde y se asegurará de que inmediatamente ambos vienen a
verme a mi despacho por uno de los pasadizos secretos¿de
acuerdo?
- Por supuesto, señor director.
- También
le agradecería que nadie más supiera que Harry ha
estado aquí con Draco...
- Por descontado... –murmuró
Pomfrey permitiéndose una sonrisa.
Dumbledore se dirigió
a la puerta de la enfermería.
- Por cierto, señor
Malfoy, el señor Weasley, el señor Zabini, y las
señoritas Granger y Parkinson han solicitado permiso para
verle. ¿Le apetece...?
- Por supuesto –aseguró
Draco, tras cruzar una rápida mirada con Harry.
Dumbledore
asintió y abrió la puerta. Entonces, miró a
Madame Pomfrey y sonrió.
- Y no se preocupen, Poppy y yo
mantendremos su pequeño secreto –aseguró antes de
cerrar suavemente la puerta de la enfermería.
La señora
Pomfrey vendó rápidamente el antebrazo de Draco durante
unos interminables minutos en los que nadie cruzó ni una
palabra. Draco aún sentía la mano de Harry apretando la
suya, y se preguntaba qué cruzaba por la mente del joven
Gryffindor.
Al fin, Pomfrey terminó y les miró con
una sonrisa.
- Os dejaré solos hasta que vengan vuestros
amigos... Pobres muchachos, ellos no tienen la culpa de la época
que les ha tocado vivir... –murmuró mientras se
alejaba.
Armándose de valor, Draco miró hacia
arriba. Se sorprendió al encontrarse de lleno con los ojos
esmeralda de Harry, que le observaban fijamente.
- Harry...
-
Draco... ¿cómo pudiste hacerte eso tú solo?
–preguntó Harry con expresión angustiada.
- Tú
ya sabías que...
- Sí, pero una cosa es lo que te
dicen, y otra es verlo con tus propios ojos. No imaginaba que eran
tantos ni... tan profundos... debías de estar desesperado...
–murmuró Harry, repitiendo inconscientemente las palabras de
Dumbledore.
Draco suspiró, asintiendo con la cabeza.
-
Porque te rechacé te convertiste en mortífago...
-
¡Eso no es cierto!
- ...y, aún sabiendo eso, vuelvo a
rechazarte años más tarde y a punto estás de
matarte...
- ¡Harry! –protestó Draco- Sabes que
no...
Pero Harry no el hizo caso, y Draco enmudeció cuando
el Gryffindor tomó su antebrazo y lo acarició con
ternura por encima de las vendas.
- Harry... –murmuró el
Slytherin, sorprendido, pues había esperado que él
sintiera repugnancia y evitara tocar el lugar donde tenía la
Marca.
- Draco, durante todos estos años he luchado contra
Voldemort por muchas cosas. He luchado por mis padres, por mí
mismo... por mis amigos, por la comunidad mágica... y si me
apuras por el mundo entero.
Draco sintió un escalofrío
cuando los ojos de Harry se clavaron en él, emanando tanta
fuerza, tanta pasión, que durante un segundo Draco Malfoy no
pudo dejar de felicitarse a sí mismo por haber dejado de tener
a Harry Potter como enemigo.
- A partir de ahora, lucharé
por algo más... Lucharé por ti... Y el día en el
que no lleves ya en tu cuerpo esa maldita marca, Draco, será
el día más feliz de mi vida.
- Y también el
de la mía.
Más tarde ninguno de los dos pudo
asegurar quién se había lanzado primero hacia quién.
Lo cierto es que, sin saber cómo, Draco se encontró de
nuevo acostado sobre la cama, con Harry, que estaba casi arrodillado
a su lado, besándole ferozmente. Por unos segundos, ambos
olvidaron que se hallaban en la enfermería, que Madame Pomfrey
estaba por allí y que sus amigos llegarían en breve.
Olvidaron incluso a Voldemort, a los mortífagos, y la amenaza
velada del padre de Draco. Olvidaron todo lo que no fuera sus propios
cuerpos, sus labios unidos firmemente, sus corazones (aparentemente
contrarios, en realidad tan parecidos) buscándose con
desesperación el uno al otro...
En ese momento, por segunda
vez en lo que llevaban de día, el sonido de la puerta les
interrumpió. Esta vez, Harry ni siquiera se molestó en
darse prisa en incorporarse.
Hermione les observaba sin poder
reprimir una sonrisa, que Draco le correspondió tímidamente.
Ron parecía algo incómodo, pero igualmente feliz.
Fueron Pansy y Blaise, no obstante, los primeros en acercarse a Draco
y aprisionar a su amigo en un asfixiante abrazo.
Harry se separó
un poco, observando a los tres Slytherin. Inconscientemente, el trío
Gryffindor también se agrupó. La fuerza de la
costumbre.
- ¡Draco! –exclamó Pansy, con los ojos
llenos de lágrimas- ¡Eres un idiota!
- Lo sé
–replicó Malfoy-. Harry no me lo ha dicho tan directamente,
pero...
Al mencionar a Potter, Zabini y Parkinson se giraron y
miraron al Gryffindor. Ron y Hermione dieron un paso al frente,
dispuestos a proteger a su amigo por encima de todo.
Draco se
sentó en la cama y cruzó una mirada con Harry,
consciente de la incómoda situación.
Pero, para
estupefacción de todos, fue Hermione quien rompió el
tenso silencio. Y lo hizo de manera francamente sorprendente.
-
Malfoy –dijo, acercándose a la cama- lo siento... lo siento
mucho.
Hermione titubeó durante un segundo, y después
tendió los brazos hacia Draco. El Slytherin la miró
sorprendido, pero pronto reaccionó y la abrazó a su
vez.
Boquiabiertos, Harry, Ron, Blaise y Pansy les observaron en
silencio.
- ¿Que lo sientes¿Sientes haberme
salvado la vida? –bromeó ligeramente Draco, aún
abrazando a Hermione.
- Sabes perfectamente a lo que me refiero
–replicó seria la joven, con la culpabilidad dibujada en su
rostro- yo le dije a Harry que...
Draco negó con la
cabeza.
- No merece la pena pensar en eso. Quizá le dijeras
a Harry que yo estaba espiando, pero luego viniste corriendo y me
salvaste la vida, a pesar de todas las veces que yo te he
insultado... Y para mí eso es lo que cuenta, Granger.
Hermione
sonrió, sorprendida por la sinceridad del Slytherin.
-
Hermione –dijo.
- ¿Qué? –replicó Draco,
confuso.
- Que mi nombre es Hermione. Si eres el novio de mi mejor
amigo, y por lo que he visto yo diría que lo eres –dijo en
tono ligeramente burlón, girando la cabeza para dirigir una
sonrisa a Harry- mejor será que te acostumbres a llamarme por
mi nombre, Draco.
Draco Malfoy no fue el único que miró
a Hermione con profunda admiración. Salvarle la vida había
sido un acto casi involuntario, típicamente Gryffindor. Pero
otra cosa era que Hermione Granger, la chica a la que más
había atormentado Draco Malfoy desde que llegara al colegio, a
la cuál había insultado y hasta insinuado su muerte en
segundo curso, se plantara frente a él, le abrazara y, con
toda la naturalidad del mundo, le pidiese que la llamase por su
nombre.
Harry miró a su mejor amiga con un renovado cariño.
Evidentemente, no iba a ser fácil que olvidaran todo lo que
había pasado entre ellos. Pero Hermione, quizá la
persona que más razones tenía para odiar a Malfoy en
todo el mundo, se había decidido a ser la primera en dar el
gran paso y marcar la pauta en cuanto a las relaciones con su
ex-enemigo.
Inmediatamente las miradas se volvieron a Ron, y Harry
comprendió que Hermione, en parte, lo había hecho por
él. Aún se adivinaba la desconfianza en los ojos azules
de Ron, y puede que pensara decir algo desagradable antes de la
intervención de Hermione... durante unos segundos todos
pensaron que simplemente iba a quedarse allí parado.
Entonces,
Ron suspiró, y Harry casi pudo adivinar los pensamientos de su
mejor amigo: "bueno, al fin y al cabo es el novio de Harry". Y se
acercó.
- ¿Estás bien, Malf... Draco?
–preguntó, sintiéndose torpe.
- Gracias a ti,
Weas... Ron.
Pansy soltó una risilla. Harry y Hermione se
miraron con expresión resignada. Al menos, parecía un
buen comienzo.
- Bueno –intervino alegremente Blaise,
acercándose a Harry- ya que estramos en materia, aprovecho
para presentarme. Soy Blaise Zabini, creo que me conocéis
bastante poco ya que a mí no me gusta tanto ir de chulo como a
mi querido amigo Draco, y soy su compañero de habitación.
Ah, Harry –prosiguió, inclinándose hacia él
con ademán confidencial, aunque asegurándose de que
todos oían lo que decía- y, por si te interesa, nuestro
amigo el dragoncito sueña contigo todas las noches.
-
¡Blaise! –gritó Draco, saltando de la cama al tiempo
que se ponía tan rojo como el estandarte de Gryffindor.
La
carcajada fue general, y en parte contribuyó a aliviar la
tensión que se respiraba en la sala. Draco dirigió una
mirada de admiración a Blaise. Aunque discreto y callado, era
sumamente inteligente y siempre parecía saber qué hacer
en cada situación.
- Ese cotilla es mi mejor amigo –dijo
simulando estar ofendido-. Y ella es Pansy.
- No necesita
presentación –rió Blaise.
- La verdad es que no
–añadió Hermione. Ella y Pansy se habían
tenido tanta enemistad como Malfoy y Harry... claro que, si ellos
habían acabado como habían acabado¿por qué
no iba ella a llevarse bien con Parkinson?
Ésta pareció
pensar lo mismo, porque les sonrió amistosamente.
- Haya
paz, leoncitos. Después de lo que hicisteis en el vestíbulo,
os habéis ganado nuestros respetos –Pansy miró a
Blaise, quien asintió.
- ¿Cómo? –intervino
Draco, confuso.
- Los Ravenclaws querían seguirte para,
según sus propias palabras, darte tu merecido, Draco. Pero
Granger y Weasley nos ayudaron a detenerlos.
- ¿Vosotros
hicisteis eso? –preguntó Harry, girando la cabeza.
Ron y
Hermione se miraron, incómodos.
- Hum... sí.
Draco
paseó la mirada por la sala. A pesar de la aparente
relajación, había un tema subyacente, un tema que nadie
se atrevía a sacar. Y sabía que debía ser él
quien lo hiciera.
- Supongo... –empezó, mirando a los
cuatro recién llegados- que tengo mucho que explicaros.
-
En realidad no –repuso Ron con voz tranquila- Harry nos lo contó
todo ayer.
Draco miró a Harry, y éste se encogió
de hombros.
- No tuve otra opción...
- No importa. Me
ahorras una gran cantidad de trabajo.
- No sabíamos que lo
estuvieras pasando tan mal, Draco –intervino Hermione.
-
Nosotros tampoco –añadió Pansy.
- Draco... –empezó
Blaise, adoptando una actitud seria-. Creo que hablo por los cuatro
si te pregunto... ¿qué vas a hacer ahora?
Draco bajó
la cabeza.
- No lo sé, Blaise. La verdad, no lo sé.
Harry
se apresuró a llegar junto a él para apretarle con
fuerza la mano.
- Dumbledore quiere vernos en su despacho esta
tarde. Él nos ayudará a salir de esta situación
–afirmó, y en sus ojos se podía ver la fe ciega que
profesaba al director de Hogwarts.
Blaise asintió.
-
Sólo quería que supieras, Draco... que hasta ahora
todos creíamos que eras el más fiel defensor del Señor
Tenebroso, y por eso jamás te hemos dicho lo que pensábamos
realmente.
Draco observó a Blaise, perplejo, pero fue Pansy
quien prosiguió.
- No todos los de nuestra casa le apoyan,
Draco. No todos nos resignamos a dejarnos atrapar por la maldición
de los Slytherin –terminó con una mueca irónica.
-
Sólo por estar en la misma casa en la que estuvo Tom Ryddle no
tenemos por qué seguirle ciegamente –añadió
Blaise.
Aunque hablaba con su amigo, la cara que puso Ron le hizo
mirar al pelirrojo, divertido.
- ¿Asombrado, Weasley?
-
Pues... un poco.
- Lo imagino. Ya sé que los Slytherin
somos los más odiados de Hogwarts, Weasley, pero tienes que
comprender que no todo es blanco o negro. También hay grises.
Y no todos los alumnos de Slytherin tenemos por qué ser
futuros mortífagos.
- En realidad, te sorprenderías
si te dijéramos cuántos de nosotros sólo
queremos estudiar y tener una vida normal –concluyó
Pansy.
Ron, Hermione y Harry se miraron. En aquél momento,
su visión de la casa de Slytherin cambió
radicalmente... Nunca habían pensado que sus odiados enemigos
pudieran parecerse tanto a ellos.
- Es lo que dijo el Sombrero
Seleccionador a principio de curso... –meditó Hermione en
voz alta-. La unión de las casas...
Blaise asintió.
-
Y quizá vosotros dos hayáis dado el primer paso para
esa unión –dijo, mirando a Harry y Draco-. Tú eres un
líder para nosotros, Draco. Si tú te desmarcas del
Señor Tenebroso, muchos otros lo harán. Y, Harry...
–miró al Gryffindor- no dudes en contar con un buen puñado
de Slytherin en tu lucha contra él.
Harry abrió la
boca para agradecer su apoyo a Zabini. Pero, en aquel momento, la
señora Pomfrey apareció en escena.
- Bueno, jóvenes,
creo que la visita de hoy ha acabado –declaró con ademán
inflexible.
- Pero si esta tarde van a darme el alta... –empezó
a protestar Draco.
La señora Pomfrey le fulminó con
la mirada.
- Primero, vuelve a la cama, Draco –ordenó
Pomfrey olvidándose de todas las formalidades-. Segundo, por
eso mismo tienes que descansar. Esta tarde tendrás que tomar
importantes decisiones, y deberías tener la cabeza
despejada.
Draco protestó inaudiblemente, pero volvió
a la cama. Pomfrey le observó con una aprobadora sonrisa. No
le importaba si Draco Malfoy era Slytherin o Gryffindor, futuro auror
o mortífago. Ella, que había curado alguna vez a casi
todos los alumnos de Hogwarts, tenía muy claro que, en el
fondo, no dejaban de ser más que niños. Además,
no podía evitar sentir un cariño especial por los
jóvenes que más habían pasado por su enfermería.
Y en este grupo se encontraban, por supuesto, los jugadores de
quidditch, a los que, después de sus interminables series de
caídas de la escoba, golpes de bludger, torceduras de tobillo
y roturas de muñeca, conocía tan bien como si fueran
sus propios hijos.
Bajo la severa mirada de la encargada de la
enfermería, Hermione, Pansy, Ron y Blaise se despidieron de
Harry y Draco. El Gryffindor no permitió que nadie le
sustituyera, y desoyó las advertencias de Pomfrey acerca de
que él también debería dormir un poco. Sentado
en su butaca junto a la cama, tomó la mano de Draco entre las
suyas cuando por fin se quedaron a solas.
Tras la visita, Malfoy
se había quedado pensativo, observando con fijeza el techo de
la enfermería.
- ¿En qué piensas? –preguntó
Harry.
Draco le miró.
- ¿Cómo crees que
será? –susurró.
- ¿El qué? –replicó
Harry, extrañado.
Draco volvió a mirar al techo.
-
La lucha contra ya-sabes-quién. ¿Crees que de verdad
tenemos posibilidades de ganar?
Harry meditó durante unos
segundos, aún apretando la mano de Draco. Era una pregunta que
él mismo se había hecho docenas de veces, y escucharla
de labios de otro le provocaba una extraña sensación de
desasosiego.
- Creo que sí, Draco –respondió-.
Creo –subrayó.
Draco se incorporó un poco para
mirar a Harry a los ojos.
- Pase lo que pase, Harry, quiero que
sepas una cosa –dijo con el semblante lleno de decisión-.
Ganamos o perdamos, yo estaré siempre contigo. Lucharé
a tu lado, Harry. Hasta el final.
Harry sonrió.
Inclinándose sobre Draco, acarició suavemente su sedoso
cabello rubio.
- En tal caso, mi dragón, no me cabe duda
alguna de que ganaremos.
Nota: Pues nada, aquí tenéis la reconciliación como muchos habéis pedido xD Siento que os haya parecido que Harry y Hermione eran muy crueles, pero hay que entender que, como dice Hermione en este capítulo, cinco años de odio son muchos años :P Gracias por vuestros comentarios y os espero en el siguiente capítulo, en donde Dumbledore mantendrá una interesante charla con nuestros dos chicos favoritos. ¡Hasta pronto!
