Lucharé a tu lado
Género: T.
Advertencia:
Este fic es un Harry/Draco, shonen-ai, slash, yaoi... chico-chico,
vamos. Si no te gusta, no lo leas.
Disclaimer:
Harry Potter no me pertenece. Si Harry Potter me perteneciera,
primero yo estaría nadando en dinero, y segundo Cho Chang no
existiría.
Capítulo 13: Fantasmas
Como si le hubiera leído los pensamientos a
distancia, Severus Snape apareció por Grimmauld Place aquella
misma tarde. Harry estaba en la cocina cuando le vio aparecer por la
chimenea, junto con Molly Weasley, quien se puso en pie
rápidamente.
- Potter, tengo que hablar contigo –anunció
el profesor de Pociones.
- Severus... –le advirtió
Molly.
Snape le dirigió una mirada desdeñosa.
-
Si quieres saber mi opinión, Molly –susurró en su
habitual tono frío y cortante- la mitad de los problemas que
ha tenido Potter han sido causados por vuestra molesta manía
de ocultarle información para sobreprotegerle.
- ¡Es
sólo un niño, Severus! –intentó defenderse
Molly, enrojeciendo de indignación.
- ¿Un niño?
–repitió incrédulo Snape, señalando con la
cabeza a Harry-. Tiene diecisiete años y antes de que cumpla
los dieciocho se habrá enfrentado al Señor Tenebroso.
Le ha burlado en casi media docena de ocasiones, y ha vivido más
horrores en su corta vida que tú y yo juntos. Hace tiempo que
Potter dejó de ser un niño.
Harry no pudo dejar de
darle la razón mentalmente a Snape. Cuando éste le
miró, se puso en pie.
- Profesor Snape¿cree que
podríamos hablar en mi habitación? –propuso, algo
nervioso por la mirada sospechosa de Molly- Tengo algo que
preguntarle.
Un destello brilló en los habitualmente
apagados ojos de Snape. Asintió, y alumno y profesor salieron
de la cocina bajo la mirada inquisitiva de Molly Weasley.
Severus Snape tomó asiento en la cama que
por las noches ocupaba Ron, mientras Harry permanecía de pie.
El joven Gryffindor no tuvo tiempo de sentirse extrañado por
estar así, con el que había sido su más odiado
profesor, a solas. Sin más preámbulos Severus Snape le
miró.
- Narcissa Malfoy ha muerto –soltó sin
aviso, a bocajarro.
Harry abrió la boca, pero de su
garganta no salió ningún sonido. Atónito, tuvo
que sentarse en su cama, mientras Snape observaba atentamente su
reacción.
- ¿Cuándo? –consiguió, al
fin, preguntar con voz ronca.
- Ayer.
- Draco... ¿cómo
está? –balbuceó torpemente Harry, levantándose
de nuevo-. Tengo que ir a verle, tengo que cons...
Snape lo
fulminó con la mirada.
- Siéntate, Potter –ordenó
en tono cortante, el mismo que utilizaba cuando se equivocaba en
clase de Pociones-. Mi ahijado está en una situación
muy delicada, y ahora mismo tú sólo le crearías
problemas.
Harry obedeció, mirando a Snape con atención.
Antiguamente se habría limitado a pedirle explicaciones a
gritos. Pero hacía tiempo que había descubierto que el
comprender a Draco también le ayudaba a comprender a Snape. Y
también había empezado a admirarle, y a sentir por él
un profundo respeto, cuando supo que llevaba media vida fingiendo ser
lo que no era.
Así que esperó pacientemente,
mientras Snape esperaba a que su alumno terminara de tranquilizarse.
Después, suspiró.
- Hay algo más... no es
fácil de contar... –reconoció- y probablemente Draco
no querría que tú lo supieras.
El corazón de
Harry se aceleró.
- ¿Le ha pasado algo a Draco?
–preguntó, temeroso.
- No, no –se apresuró a
negar Snape, para alivio de Harry-. Es otra cosa. Supongo que mañana
lo leerás en El Profeta, así que prefiero ser
yo quien te la diga.
- ¿El Profeta¿Usted
cree que El Profeta hablará de la muerte de Narcissa
Malfoy?
Snape le observó durante unos segundos,
evaluándole.
- No –dijo al fin, pronunciando lentamente
las sílabas- pero sin duda hablará de la aparición
de la Marca Tenebrosa sobre su tumba profanada.
Los ojos verdes de
Harry se abrieron más que de costumbre al escuchar eso.
-
¿Profanar¿Han profanado la tumba de la madre
de Draco!
- Draco ha profanado la tumba de su madre –replicó
Snape arrastrando las sílabas, haciendo hincapié en el
nombre del rubio.
Harry se quedó paralizado. Durante unos
segundos fue incapaz de reaccionar. Snape se cruzó de brazos y
le miró, tranquilamente sentado en el borde de la cama.
-
¿Que Draco ha hecho qué? –preguntó, al fin.
-
Potter... –murmuró Snape, sin alterarse- ¿no imaginas
siquiera cómo ha podido morir Narcissa Malfoy?
La respuesta
cruzó rápida por la mente de Harry, y éste la
atrapó al vuelo.
- Voldemort –masculló.
-
Exacto. Y para un mortífago no hay deshonra mayor que ver a un
miembro de su familia siendo castigado por el Señor Tenebroso.
Cuando eso ocurre, sólo hay una forma de recuperar el
prestigio, de renegar de la oveja negra.
Harry cerró los
ojos y tragó con fuerza, intentando reprimir las náuseas.
-
Draco adoraba a su madre –murmuró, confuso.
- Sí,
Draco adoraba a Narcissa –confirmó Snape- y eso te dará
una idea de lo mucho que mi ahijado te quiere. Draco se habría
dejado matar antes de renegar de su madre. Pero ahora dice que tiene
algo más importante por lo que vivir –suspiró
profundamente, al tiempo que miraba a Harry con una mezcla de cariño
e incredulidad-. Francamente, si cuando Draco tomó la Marca,
me hubieran dicho que tú ibas a ser su salvavidas...
Harry
sonrió.
- Opino lo mismo, profesor.
Snape no habló,
y Harry, que había llegado a conocerle bien, supo que algo le
atormentaba.
- Supongo... –murmuró unos segundos después,
mirando fijamente sus manos- supongo que te habrás preguntado
alguna vez por qué no le protegí. Por qué no
impedí que ese indeseable le inculcara semejantes ideas...
-
Ya sé que usted no podía hacerlo sin correr el riesgo
de descubrirse –se apresuró a rebatir Harry, asustado por la
amargura que destilaba la voz de Snape.
- Eso no es del todo
cierto, Potter. Entre tú y yo, habría entregado gustoso
la vida si con ello evitara a Draco el tener que servir al Señor
Tenebroso. Pero, como pudiste comprobar por ti mismo, ni siquiera me
enteré a tiempo...
Harry recordó la expresión
de sorpresa de Snape al ver la Marca en el antebrazo de Draco, su
frustración y la furia a la que dio paso.
- Profesor...
Draco es su ahijado... ¿por qué no se lo contó?
Una
mirada del Profesor de Pociones hizo comprender a Harry que se había
adentrado en terreno peligroso. No obstante, para su sorpresa, Snape
contestó.
- Cuando Draco nació, yo era probablemente
el mejor amigo que Narcissa Malfoy, antes Narcissa Black, tenía
en el mundo. Con Lucius mantenía una relación un poco
distante, intuyo que él siempre supo lo que yo pensaba
verdaderamente de él, pero, a fin de cuentas, ambos éramos
dos mortífagos de la más alta categoría. Por
eso, cuando Narcissa me propuso como posible padrino de Draco, Lucius
pensó que eso sería toda una garantía para el
futuro tenebroso de su hijo...
El tono de voz de Snape,
melancólico e íntimo, hizo sentir incómodo a
Harry. Al igual que cuando se introdujo en el pensadero de su
profesor, intuía que estaba a punto de conocer detalles no
demasiado felices del pasado de Snape. Sólo que, en esta
ocasión, y para su sorpresa, era el hermético profesor
el que se los contaba.
- Sabes que nunca tuve familia... nunca me
interesó formarla, y jamás la eché de menos...
Pero cuanto tuve en mis brazos a esa pequeña criatura de
apenas un día de vida, tan frágil y tan fuerte al mismo
tiempo, un bebé pálido que apenas llegaba a los tres
kilos de peso... –Snape tragó con fuerza, y Harry simuló
no darse cuenta del nudo que se había formado en su garganta-
...supe que, desde ese momento en adelante, toda mi vida estaría
dedicada a protegerle. Que le ayudaría en todo lo que pudiera.
Y cuando digo todo, Potter, quiero decir todo, y no sé si me
entiendes...
- No del todo –murmuró Harry, inseguro.
-
Cuando Draco nació, el Señor Tenebroso estaba en la
cúspide de su reinado –explicó Snape pacientemente-.
Nada hacía presagiar lo que... –dirigió una rápida
mirada a la cicatriz de Harry- ...ocurriría un año
después. Cuando tuve al pequeño Draco entre mis brazos,
lo primero que pensé fue que acabaría creciendo
dedicado en cuerpo y alma a un Señor Tenebroso cada vez más
poderoso. Y yo, Potter, que acababa de entrar como infiltrado al
servicio de Dumbledore, me propuse ayudarle, tanto si decidía
ser mortífago como si no. ¿Me entiendes ahora?
Harry
sintió un escalofrío al comprender lo que Snape
intentaba decirle: que hubiera vuelto al lado oscuro sin dudar,
traicionando al mismísimo Dumbledore. Por Draco.
No pudo
culparle por ello.
- Un año después, el Señor
Tenebroso cayó... tú ya sabes cómo. También
creo que intuyes cómo reaccionó Lucius, negando de su
antiguo señor tantas veces como pudo. Iluso de mí, yo
pensé que no volveríamos a ver al Innombrable, y que
Lucius no tendría más remedio que dejar a Draco crecer
en paz. Qué ingenuo fui... –masculló entre dientes.
-
¿Y qué paso, señor?
- Por supuesto, Lucius
Malfoy interpretó de maravilla su papel de mortífago
arrepentido... de alguien tuvo que heredar Draco sus dotes
interpretativas –añadió, provocando una leve sonrisa
en Harry-. Pero, en la sombra, empezó a contactar con los
demás seguidores del Señor Tenebroso. Todos tenían
una fe ciega en él, y sabían que volvería. Y,
aún más, comprendieron que, el día que volviese,
necesitaría savia nueva, sangre fresca, jóvenes en toda
la plenitud de sus poderes, ardiendo en fanatismo y rogando dar su
vida por su amo. Y, al igual que Lucius fue en su día el
cabecilla de los mortífagos, se suponía que Draco
seguiría sus pasos.
Harry no contestó. Su mente aún
estaba ocupada procesando los datos... captó la ironía
de la situación: mientras a él lo educaban para
derrotar a Voldemort, a Draco lo criaban para interpretar el papel
completamente opuesto.
Comprendió de repente lo mucho que
se parecían, y supo, en ese mismo instante, por qué
eran capaces de compenetrarse tan bien, por qué podían
entenderse el uno al otro con tan sólo una mirada... cómo
ambos habían llegado al extremo de enamorarse perdidamente del
que, supuestamente, era su peor enemigo.
Él mismo se había
pasado toda su vida rodeado de gente que no le comprendía.
Unos le odiaban, y otros le admiraban, pero ninguno sabía lo
que significaba para Harry el haber llevado la etiqueta de "futuro
héroe" prácticamente desde el vientre de su madre, el
soportar semejante carga sobre sus hombros. Draco era la única
persona que era capaz de ponerse en su lugar, y era así porque
a él le había ocurrido exactamente lo mismo. Sólo
que, si Harry era el héroe, Draco era el anti-héroe.
Pero ambos habían sufrido por igual, siguiendo el camino que
otros les habían marcado en vez ir andando el suyo propio.
-
Si no le protegí en aquél instante... si no me percaté
de lo que Lucius estaba tramando... –murmuró Snape, sacando
a Harry de su ensimismamiento- fue porque me apartaron de él.
-
¿Le apartaron de Draco! –exclamó Harry,
sorprendido- ¿de su ahijado?
- En efecto, me apartaron de
él, o, mejor dicho, Lucius me apartó de de él.
Me impidió ver a Draco, se me negó el acceso a la
Mansión Malfoy primero, y después al tugurio muggle
donde vivieron hasta que Draco tuvo nueve años.
- ¿Y
por qué no le dejaron ver a Draco¿por qué lo
consintió Narcissa?
Snape esbozó una sonrisa, una
sonrisa que no tenía nada de alegre ni de feliz. Una sonrisa
que rebosaba sarcasmo y amargura.
- Eso es lo más gracioso
de todo, Potter. Ya los mortífagos sospechaban de mi lealtad,
como de hecho siguen haciendo. Lucius pensó que yo sería
una mala influencia para Draco. Y esa misma excusa utilizó
para Narcissa, sólo que dándole la vuelta al asunto: le
dijo a Narcissa que yo seguía simpatizando con el Señor
Tenebroso, y que no podía ser bueno para Draco crecer junto a
mí.
- ¿Y Narcissa le creyó! –exclamó
Harry, indignado y a la vez conmovido por la historia de Snape.
-
Para Narcissa la palabra de Lucius era la ley –repuso Snape con un
deje de frustración en su voz aterciopelada-. Fue una de las
cosas que más nos separaron... su amor por Lucius. Y después,
cuando su amor se fue, quedó el miedo. La verdad, no sé
cuál de los dos le resultaba a Lucius Malfoy más
efectivo...
Harry apretó los dientes, sintiendo que un odio
nuevo crecía en su pecho... odio al padre de su novio, al que
había amargado su niñez. No se dio cuenta de que Snape
lo contemplaba nuevamente con esa mezcla de extrañeza y
afecto, hasta que levantó la cabeza y se tropezó con la
mirada de su profesor.
- Así que, Potter, por eso no le
protegí. Me apartaron de él, de forma que, cuando llegó
a Hogwarts, para mí era poco menos que un completo
desconocido. A pesar de que hice avances durante los primeros cinco
años, él no se atrevió a decirme que había
tomado la Marca. Por eso Draco es hoy lo que es. Y por eso...
Snape
tosió. Harry alzó las cejas.
- Por eso... –continuó,
y una mueca casi dolorosa se dibujó en su rostro, como si le
costara trabajo hablar- por eso yo quiero darte las gracias.
Esta
vez fue el turno de Harry de mirar a Snape, extrañado.
-
Profesor Snape, yo...
- Severus –corrigió Snape,
intentando parecer natural.
Harry parpadeó.
- ¿Perdón?
-
Severus –insistió Snape- ya que eres mi... hum, ahijado
político, digámoslo así, mejor será que
me llames por mi nombre. Excepto en Hogwarts, claro.
Ambos
contuvieron una sonrisa al imaginar, al mismo tiempo, una hipotética
escena en la que Harry, frente a todo Gryffindor, llamaba por su
nombre al profesor de Pociones en mitad de la clase.
- Pues ya que
va a ser usted mi padrino político, podría llamarme
también por mi nombre, señor.
Snape se quedó
mirando a Harry con expresión impenetrable. Cierto era que,
desde que había descubierto la peculiar relación entre
su ahijado y el Gryffindor, la relación de ambos había
cambiado. Al principio había sido algo nimio, casi
imperceptible, pero, poco a poco, se habían encontrado...
confiando el uno en el otro. Sonaba raro, pero era así, Draco
había conseguido que ambos se comprendieran. Desde el momento
en el que se dieron cuenta de que los dos amaban a Draco con igual
intensidad (aunque de formas muy distintas) empezaron a considerarse
mutuamente como una propiedad del rubio, algo que debían
proteger sencillamente porque formaba parte de la vida de Draco. A
partir de ahí, nació una corriente de simpatía
que les unió de forma impredecible. Harry dejó de odiar
a Snape, y Snape dejó de considerar a Harry un niño
mimado deseoso de llamar la atención. Harry (con la
inestimable ayuda de Draco) comenzó a mejorar
espectacularmente en Pociones, y Snape dejó de considerar
divertido el dejar en ridículo al Gryffindor delante de todo
el mundo. Aunque a veces lo hiciera, pero sólo por mantener
las formas, por supuesto.
Y ahora estaban ahí, el uno
frente al otro, avanzando un nivel más en su relación
cuasi familiar. Harry parecía más relajado, e incluso
la voz de Snape era menos seca que de costumbre. Aprovechando que los
ojos de Snape parecían casi amistosos, Harry decidió
tentar a la suerte.
- Sn... esto, Severus, hay algo que me
gustaría preguntarle, acerca de... –titubeó.
-
¿Acerca de ese maldito álbum, por casualidad?
A
Harry casi se le cortó la respiración. Sobresaltado,
miró a Snape, quien le devolvió la mirada, impávido.
-
¿Cómo lo sabe? –preguntó. No añadió
nada más, pero ambos sabían lo que estaba pensando el
Gryffindor: la idea de su padre, James, enseñándole al
joven Quejicus aquél álbum de fotos, era absolutamente
impensable.
Snape rió entre dientes.
- Harry, tu padre
era egocéntrico pero no tanto... –dijo, en un atisbo de su
antigua e hiriente ironía-. Ese álbum, lleno de fotos
suyas, no lo hizo tu padre, lo hizo tu madre cuando aún era
Lily Evans.
El descubrimiento golpeó de lleno a Harry.
Petrificado, apenas acertó a balbucear una exclamación.
Snape le miró, ya con una abierta sonrisa, llena de
inteligencia pero sin maldad alguna.
- ¿Mi madre?
- Tu
madre, Harry. Se enamoró de él en quinto, si mal no
recuerdo... o quizás fuera antes –murmuró, en tono
cálido, nostálgico- poco importa eso ya.
- Pero en
quinto, mi madre odiaba a mi padre –replicó Harry.
Al
instante se arrepintió de haber dicho aquello. El rostro de
Snape se crispó al recordar la escena de Harry con su
pensadero. Pero, unos segundos después, volvió a
relajarse.
- ¿Es que nadie te ha hablado todavía de
tu madre, Harry?
El aludido se encogió de hombros.
-
Dicen que tengo sus ojos... Slughorn decía que era una chica
muy inteligente...
Snape soltó una carcajada.
- ¡El
viejo Slughorn, cómo no¿Y no te has preguntado,
Harry, cómo una alumna de Gryffindor podía ser la
preferida del jefe de Slytherin?
Harry frunció el ceño.
-
Tu madre era una Gryffindor muy peculiar –continuó
explicando Snape- incluso más peculiar que tú.
- ¿A
qué se refiere?
- Albus me contó que el Sombrero
Seleccionador estuvo a punto de ponerte en Slytherin...
¿cierto?
Harry asintió.
- Te viene de familia.
Con tu madre el Sombrero estuvo no menos de diez minutos decidiendo.
Diez minutos, Harry, y lo sé muy bien porque yo mismo estaba a
pocos pasos de ella, esperando nervioso a que el Sombrero terminara.
Una de las elecciones más largas que se recuerdan, sin duda.
-
¿Mi madre estuvo a punto de ir a Slytherin?
- Mucho más
que eso, Harry. Me temo que tu madre tenía más de
Slytherin que de Gryffindor.
- ¿Y por qué no la
enviaron a Slytherin?
Snape soltó una carcajada.
- ¿No
lo adivinas, Harry?
De repente, una luz se hizo en la mente del
joven Gryffindor.
- Era hija de muggles –murmuró en tono
apático.
- Exacto. Era hija de muggles, y por eso el
Sombrero la envió a Gryffindor. En Slytherin, como mucho, se
aceptaban mestizos como yo... y a regañadientes. Los sangre
sucia, y perdona que utilice esta expresión, no eran muy
bienvenidos en las mazmorras.
- Pero, Severus... a mí
también estuvieron a punto de enviarme a Slytherin. Y soy
–titubeó- soy completamente Gryffindor.
- Y Lily también
lo era. Nobleza nunca le faltó, ni tampoco valentía,
como tú bien deberías saber. Pero era inteligente,
ambiciosa y muy astuta. Habría sido una buena Slytherin, y
Slughorn siempre la consideró una pérdida importante
para la casa. Y llevaba razón.
Harry movió la
cabeza, anonadado.
- ¿Por eso está en la foto con
usted¿Por eso parece tan... aislada del resto?
Los ojos
de Snape brillaron.
- Al igual que Weasley y tú, tu madre y
yo nos conocimos en el expreso de Hogwarts, antes de saber que
acabaríamos en casas antagónicas. Nos caímos
bien... y después de que a Lily la destinaran a Gryffindor,
decidimos seguir siendo amigos.
Snape tosió.
- Lily...
acabó pasando más tiempo conmigo y con otros alumnos de
Slytherin que con su propia casa. Los pocos Slytherin que no odiaban
a los hijos de muggles la apreciaban bastante. Diría incluso
que llegó a sufrir verdaderos conflictos de personalidad...
cuando se enfrentaban Gryffindor y Slytherin nunca sabía a
quién animar. Lo cuál parecía disgustar
muchísimo a tu padre, si me lo permites.
Una pregunta
quemaba la garganta de Harry. Se encomendó a Merlín al
tiempo que la formulaba.
- Severus... usted... –respiró
hondo- ¿usted y mi madre...?
Era la pregunta que había
estado rondando su mente desde que viera aquella enigmática
foto. Severus Snape alzó las cejas, y, en lugar de enfadarse
como Harry había previsto que haría, negó con la
cabeza.
- No. No te atormentes, Harry, pensando cosas raras. En el
corazón de tu madre nunca hubo sitio para nadie que no fuera
James Potter.
- ¿Y en el de usted?
Harry se mordió
los labios casi al instante, arrepentido de su osadía. El
rostro de Snape se convirtió de nuevo en una máscara
impenetrable. Sus pequeños ojos centellearon al clavarse en
los ojos verdes de Harry... los ojos de Lily...
- ¿Me
preguntas si amé a tu madre, Harry? –preguntó
suavemente, unos segundos después, con su voz engañosamente
tranquila.
- Lo siento –se apresuró a pedir disculpas
Harry.
- Lo hice –le cortó Snape con voz segura, como
desafiando al joven Potter a que le reprochara algo-. Sí, yo
estuve enamorado de Lily.
Harry no recordaba haber estado tan
sorprendido desde la noche en que Draco se le declaró. Intentó
decir algo, pero la lengua se le había quedado paralizada. La
idea de que Severus Snape hubiera estado enamorado de su madre...
bien, era totalmente irracional.
- ¿No vas a preguntarme si
no la odiaba en quinto, Harry? –murmuró Snape, anticipándose
a sus pensamientos-. Sí, en quinto la odiaba. De la misma
forma que Draco te odiaba antes a ti. Se llama despecho, Harry.
-
Mi madre... ¿le rechazó? –preguntó Harry,
incrédulo.
- A principios de ese mismo año. Me
confesó que estaba enamorada de James... del mismo tipo al que
yo había odiado desde que ambos pusimos un pie en la escuela.
En el fondo... –suspiró, suavizando la voz- porque yo ya
intuía que, aunque apenas se hablaban, se gustaban mutuamente
desde primero. Algo parecido a lo que ha ocurrido con Weasley y
Granger. Resultaba que llevaba años recopilando fotos de su
amor secreto... y después le insultaba cuando se juntaba
conmigo. ¿No te parece irónico?
- Bastante
–reconoció Harry- pero supongo que... sus razones tendría.
-
Por supuesto –reconoció Snape-. El caso es que, a partir de
ese momento, nos distanciamos bastante. Ella, por fin, se volcó
con los de su casa como una buena Gryffindor. Y Narcissa y yo nos
quedamos solos...
- ¿Narcissa también estaba allí?
-
Narcissa era la mejor amiga de tu madre, Harry.
- ¿Qué¡Imposible¡Nadie me dijo jamás que mi madre y
Narcissa se conocieran!
- Evidentemente se conocían,
estudiaron juntas. Fueron muy amigas, hasta quinto. Entonces fue
cuando Lily se enamoró de James Potter, y Narcissa lo hizo de
Lucius Malfoy, que era algo mayor que ella. Evidentemente aquello
terminó de estropear la relación, no podían
haber escogido dos chicos tan distintos...
Snape observó el
rostro anonadado de Harry y esbozó una de sus sonrisas
irónicas. Se llevó la mano dentro de la túnica y
sacó una cartera desvencijada de piel, color verde oscuro...
- Tal vez así me creas. Creo que en la última
semana has visto más fotos de tus padres que en toda tu vida,
Harry.
Haciendo caso omiso al comentario, Harry tomó entre
sus dedos la foto que le tendía Snape. Boquiabierto, contempló
a las dos chicas, una rubia y otra cobriza, una Slytherin y una
Gryffindor, ambas riendo, sentadas junto al lago, como dos buenas
amigas. Tendrían unos doce o trece años, y ninguna de
las dos imaginaba que acabarían estando en bandos
opuestos.
Hubo un incómodo silencio. El sol empezaba a
declinar por el horizonte.
- ¿Por eso usted se unió
a ellos? –preguntó suavemente Harry, mirando a Snape- ¿por
llevarles la contraria a mis padres? Hubo algo más aparte de
su amor por las artes oscuras¿cierto?
Snape aguantó
la mirada a un incrédulo Harry. Siempre había
considerado a Snape como el más frío de los mortales,
el más calculador, incapaz de dejarse llevar por los
sentimientos... incapaz de sentir sentimiento alguno. Se le antojaba
inverosímil que hubiera acabado uniéndose a Voldemort
por despecho, pero, al ver los ojos de Snape, comprendió que
así había sido.
- El corazón, Harry, es una
caja de sorpresas. Sorpresas buenas y sorpresas malas –se puso en
pie, sintiéndose cansado. Demasiadas confesiones en una tarde,
pensó-. En el caso de Draco, la sorpresa ha sido buena, y me
alegro. Nadie mejor que tú para salvarle de aquello en lo que
su padre quería convertirle, y nadie mejor para comprenderle
cuando el Señor Tenebroso caiga y todos le miren como a un
bicho raro.
Harry le tendió la foto. Snape negó con
un gesto.
- Quédatela. A Draco le gustará verla.
Con
una última mirada, Snape abandonó la habitación,
dejando a un pensativo Harry allí sentado, digiriendo la nueva
información que acababa de recibir a la cada vez más
tenue luz del crepúsculo.
Sintiéndose miserable, el
profesor de Pociones bajó las escaleras de Grimmauld Place, su
ánimo tan negro como la oscuridad que le rodeaba.
Le había
mentido a Harry, y, por alguna misteriosa razón, le dolía
hacerlo. Pero¿cómo habría podido decirle al
joven Potter lo que a él mismo se le hacía imposible de
imaginar¿Cómo decirle que a su pareja le quedaba
menos de un año de vida¿Cómo confesarle que,
según una profecía, Draco tendría que morir para
que él viviera?
Durante un momento, se planteó si
hacía bien en obedecer a Dumbledore.
Fugazmente, pensó
en Lily. Y en la perspectiva de mantener otra larga charla con Harry.
Porque había muchas cosas que contar, sí. Tendría
que contarle a Harry, que, además de sostener al pequeño
Draco, también a él lo había tenido en brazos
cuando apenas era algo más que un bebé llorón
con una pelusa negra en la cabeza. Se sorprendería al saberlo.
Quería decirle que, al igual que el rechazo de Lily le había
impulsado a los brazos de Voldemort, recordarla le había
llevado a traicionarle.
Sobre todo, quería confesarle que
Lily había sido su aval, la persona que le había
permitido convertirse en un agente infiltrado, su apoyo cuando nadie
creyó en su redención. Gracias a Lily Potter había
entrado en la Orden del Fénix. Enfrentándose a todos,
Lily había creído a su antiguo amigo Severus. Había
visto la sinceridad en sus ojos oscuros. Y le había ofrecido
una vida nueva. Lo mismo que Harry había hecho con Draco,
Merlín se lo pagase.
¿Hacía bien en no
decirle nada a Harry?
La imagen de Lily, esta vez dando su vida
por su hijo, acudió vívida a su mente. Y tomó
una decisión.
Por supuesto que no se lo diría. Si él
estaba dispuesto a darlo todo por Draco, Draco estaba dispuesto a
llegar hasta el final por Harry. Él comprendía ese
sentimiento, y lo respetaba... a pesar de que se le clavaba un puñal
en el pecho al preguntarse a sí mismo cuánto tiempo le
quedaba a su ahijado de vida.
- El corazón es una caja de
sorpresas... –murmuró, de nuevo para sí, mientras
desaparecía de Grimmauld Place en dirección a su
lóbrego, pero a la vez acogedor, despacho en Hogwarts, donde
el trabajo duro y su interminable fila de calderos con pociones
conseguían mantener a raya los fantasmas del pasado, que
volvían a su mente, una y otra vez, amenazando con seguir
atormentándole durante el resto de su vida.
- Buenas noches, Harry.
- Buenas noches,
Ron.
El pelirrojo apagó la luz, y, con un sonoro bostezo,
se dejó caer en la cama. No pasaron ni cinco minutos hasta que
Harry empezó a escuchar sus suaves ronquidos.
El
Gryffindor, por el contrario, no tenía sueño. Aún
repasaba una y otra vez la charla con Snape, aún reflexionaba
sobre el cariz que había adquirido la situación
últimamente. La muerte de Narcissa... la admisión de
Draco en el círculo más privado de Voldemort...
Al
pensar en el rubio, distraídamente se llevó la mano al
cuello. Cerró los dedos, delicadamente, en torno a la pequeña
snitch dorada, y al mismo tiempo cerró también los ojos
para concentrar toda su capacidad sensitiva en el calor que emanaba
del pequeño colgante... el calor de Draco...
Sonrió
en la oscuridad. Ahora es cuando empezaba a apreciar realmente el
regalo del Slytherin; cuando comprendía que, por muy lejos que
éste estuviera, por muchos meses que tuviera que aguardar para
volverle a ver, la minúscula snitch le mantenía unido a
su pareja, le permitía sentirle y saber que seguía
vivo.
Como cada noche desde que la tenía, y como seguiría
haciendo durante todas las noches que les separaron hasta el día
de la batalla final, Harry se llevó la pequeña snitch a
los labios.
Esperó unos segundos, su corazón
latiendo a toda velocidad. Entonces sintió cómo las
pequeñas alas se batían vertiginosamente contra sus
dedos.
Más relajado, se estiró en la cama, su mano
aún cerrada sobre el colgante. Su sonrisa se amplió.
Porque no importaba dónde se encontrara ni lo que estuviera
haciendo en aquellos momentos, Draco Malfoy seguía acordándose
de él y había utilizado su particular código
secreto para decirle que le quería.
Y así, con el
recuerdo de esa especie de beso de buenas noches, y sintiendo el
calor del Slytherin en su pecho, la mente de Harry se vació de
toda preocupación, y se durmió mientras soñaba
con el día, ya no muy lejano, en el que no tuviera que
recurrir a un colgante hechizado para sentir los besos y el calor del
cuerpo de Draco.
Nota de la Autora: Pues nada, otra vez me he pasado de raya con las páginas y he acabado dividiendo el capítulo, qué le vamos a hacer xD Ya sé que la primera parte me ha salido un poco macabra, y espero no haberos aburrido mucho con las charlas de Draco y Harry por separado, quería aclarar quién había sido el contacto de Snape en el bando de los buenos, y también que se viese que Draco no pierde el tiempo precisamente... Son dos capítulos "puente" hacia lo que nos espera, que no es otra cosa que la lucha final contra Quien-vosotros-ya-sabéis, así que perdonadme :P Quizá los Slytherin me han quedado demasiado "poco Slytherin ", válgame la redundancia... pero yo personalmente estoy harta de que en los libros los de la Casa Slytherin sean siempre los más malos de entre los malos, es hora de reivindicarles, ellos también tienen su corazoncito xD Bueno, durante las dos semanas siguientes voy a estar sin conexión a Internet, pero intentaré conectarme desde algún otro sitio a actualizar. Muchas gracias por las reviews que me habéis dejado tras el capítulo anterior, tanto los que lleváis tiempo haciéndolo como los que se acaban de incorporar, de verdad que me han encantado y me han animado mucho (así que ya podéis estar dejando más xDDD) y gracias por vuestra paciencia por llevar un mes en la incógnita de si Draco morirá o no (si alguien ha adivinado lo que va a pasar, podéis decirmelo por mensaje privado, pero en los reviews no que lo lee todo el mundo :P). Mucha suerte a los que como yo estáis de exámenes y/o entregando trabajos (un saludo a ti y a tu hermano de mi parte, Samsahara-chan, ya os queda menos para saber lo que pasa xD) y gracias por desearme suerte a mí. ¡Nos leemos!
