Lucharé a tu lado

Género: T.
Advertencia: Este fic es un Harry/Draco, shonen-ai, slash, yaoi... chico-chico, vamos. Si no te gusta, no lo leas.
Disclaimer: Harry Potter no me pertenece. Si Harry Potter me perteneciera, primero yo estaría nadando en dinero, y segundo Cho Chang no existiría.


Capítulo 16: Por Harry

- Draco.
Draco alzó las cejas con sorpresa cuando vio aparecer la figura negra de su padrino, deslizándose casi ingrávida por la galería del primer piso.
- ¿Qué haces aquí, padrino? –preguntó, como si no lo supiera, fingiéndose sorprendido.
- El Señor Tenebroso no piensa dejar a un grupo de críos sin vigilancia ninguna –informó desdeñosamente Snape, mirándoles con desconfianza.
Todos parecieron aceptar con facilidad la excusa de Snape. Excepto Crabbe, quien frunció el ceño.
- El Amo dijo que usted estaría junto a Lucius Malfoy.
- El Amo no tiene por qué comunicarte todos sus cambios de idea a ti personalmente, Vincent –replicó Snape en un susurro frío y amenazador- habitualmente la palabra de uno de sus más fieles seguidores suele bastar para convencer a críos imberbes como tú.
Crabbe inclinó la cabeza ante su viejo profesor, pero, con preocupación, Draco se dio cuenta de que la mirada desconfiada de sus ojos no había cambiado. Tal vez Crabbe iba a resultar ser más inteligente de lo que todos creían.
- ¿Ganamos o perdemos, Severus? –preguntó Draco, al advertir que cada vez se oían más cercanos los gritos de lucha y dolor.
- De momento, perdemos. Tal y como el Señor Tenebroso ya había previsto –se apresuró a añadir Snape en un murmullo confiado-. Pero, en cuanto vosotros caigáis sobre ese Potter y su pandilla, se invertirán las tornas. Ellos nos están masacrando, pero nosotros también les hemos diezmado, y todavía quedan muchos de los nuestros que todavía no han luchado.
Draco asintió distraídamente. Inspiró profundamente, intentando tranquilizarse, pero su corazón, que parecía presentir la cercanía de Harry, empezó a latir cada vez más fuerte, sabiendo que el momento de la verdad estaba ya cerca... muy cerca...
Pasaron unos minutos, unos interminables minutos, durante los cuáles Draco procuró que Crabbe no advirtiera que, bajo la máscara de indiferencia que cubría su rostro aislándolo de toda emoción, el líder de los jóvenes mortífagos empezaba ya a saborear el pánico en su garganta al pensar que Harry, su Harry, estaría en breve enfrentándose al más poderoso y legendario de los magos tenebrosos.
De repente, bajo la galería, escuchó el rumor de decenas de pies avanzando al mismo tiempo. Unos segundos después, la facción más joven de la Orden del Fénix entraba en el pequeño patio y se hacía visible ante los mortífagos que les esperaban en el primer piso.
El corazón de Draco dio un salto en su pecho al vislumbrar el pelo oscuro, alborotado, de Harry. Fue una suerte que en ese momento todos estuvieran mirando a los miembros de la Orden, porque una tenue sonrisa se había insinuado en los labios del Slytherin.
Afortunadamente, la mano de Severus sacudiendo su hombro le devolvió bruscamente a la realidad.
- Es la hora –susurró Snape en su oído.
Draco asintió. Sin perder un segundo, en un sólo movimiento, sacó la varita, se giró y encaró a Crabbe. Vincent le devolvió una desconcertada mirada.
- Draco¿qué...?
Sabía que tenía que matarlo. Pero, al ver el velo de dolor que descendía sobre los ojos de Vincent a medida que su obtuso cerebro empezaba a comprender, un simple Desmaius salió de sus labios e impactó contra su cuerpo.
Crabbe cayó al suelo con un ruido sordo. Su varita rodó, y Draco la cogió y se la metió en un bolsillo, esquivando los ojos acusadores de su padrino.
- No he podido matarle... –masculló en tono de disculpa, mirando a Snape, cuya expresión hablaba por sí sola- pero ahora está indefenso.
- Eso espero –repuso fríamente Snape, amonestando con la mirada a su ahijado- voy a retroceder para ayudar a la Orden, Draco. Supongo que ya sabes lo que tienes que hacer.
Draco asintió. Al comprender que su padrino iba a desenmascararse a ojos de los mortífagos, rogó silenciosamente porque no le pasara nada. Severus Snape dejó caer al suelo la máscara de mortífago que hasta entonces llevaba en la mano, y se alejó deslizándose elegantemente por la galería del primer piso, rumbo a la entrada del Ministerio de Magia.
Draco suspiró, mirando con preocupación cómo se alejaba su padrino. Después, se giró hacia Blaise y Pansy. No hicieron falta palabras. En silencio, sus amigos asintieron y empezaron a bajar al patio, seguidos por todos los mortífagos renegados. Draco, sin embargo, tras echar un último vistazo a la figura de Harry, que estaba hablando con sus compañeros, tomó la dirección contraria, adentrándose en el interior del Ministerio.
Le habría encantado quedarse allí para luchar junto a Harry, pero su misión era, precisamente, apostarse junto a la Fuente de los Hermanos Mágicos para vigilar desde la sombra a su padre, y asegurarse de que éste no hiciera ningún estrago entre los miembros de la Orden.
Se dio la vuelta y echó a andar apresuradamente. Entonces, cuando apenas llevaba un par de pasos, escuchó un rumor a su espalda.
- ¡Enervate¡Accio varita! –gritó rápidamente una voz desdeñosa que Draco reconoció al instante.
Incrédulo, sintió cómo la varita de Crabbe abandonaba su bolsillo. Agarró firmemente la suya propia, y, cuando se dio media vuelta, Vincent, ya de pie, se enfrentaba a él, dolido y furioso.
Pero sus ojos no se dirigieron hacia su antiguo amigo, sino hacia Theodore Nott, quien le sonreía con malicia. Era él quien había deshecho el hechizo sobre Crabbe, y devuelto a éste su varita.
- ¿Creías que te iba a dejar solo, Malfoy? –preguntó con una amplia sonrisa-. Tenía la sospecha de que eras un traidor. Y ahora todos lo sabrán antes de que puedas ayudar a tus amiguitos.
- Estabas aquí escondido... –murmuró Draco, más para sí mismo que para Nott, aunque éste sonrió- ¿cómo no lo he previsto? Tenía que haberme imaginado que eras demasiado cobarde para ir a luchar a la entrada.
Pero Theodore no respondió a su provocación. Con una última mirada cargada de malicia, se parapetó tras Vincent y desapareció en una dirección que, Draco lo sabía bien, conducía hacia el lugar donde estaba Voldemort. Draco quiso impedírselo, pero Crabbe se interpuso ante él como un muro de contención humano.
- ¡Tú!... –ladró- eres un traidor... ¡yo confiaba en ti!
Draco inspiró profundamente, al comprender que iba a tener más problemas de los que había imaginado.

Por el rabillo del ojo, Harry vio la estilizada figura de Blaise Zabini apareciendo en el hueco de las escaleras. Levantó la mano para llamar la atención de sus compañeros: inmediatamente, todas las miradas se clavaron en él.
- Ocurra lo que ocurra ahora, os ordeno que no ataquéis –dijo en voz alta y clara, asegurándose de que todos le habían oído.
Al principio hubo un murmullo generalizado de confusión, pues aún nadie había visto aparecer a los mortífagos. Pero cuando a sus espaldas el patio empezó a llenarse de jóvenes embutidos en túnicas negras, algunos todavía llevando su máscara, la mayoría de los de la Orden reaccionaron levantando las varitas.
- ¡He dicho que no ataquéis! –gritó Harry aún más fuerte, atrayendo un sinfín de miradas estupefactas- ¿Recordáis cuando os he dicho que llegaría un momento en el que tendríais que confiar ciegamente en mí? Bien¡el momento ha llegado!
Excepto algunos de sus más cercanos, todos le miraron con los ojos desorbitados. Por un instante, una sombra de duda cruzó el rostro de sus compañeros. Una sombra que desapareció rápidamente... en la mayoría de los casos.
- Es... es un traidor –masculló alguien- Harry se ha vendido a Voldemort.
Un par de alumnos gritaron, sorprendidos, ante las palabras acusatorias de Zacharias Smith. Harry abrió la boca para replicar, pero Neville fue más rápido. Levantó su varita, apuntando al insolente rubio, con una mueca de disgusto.
- Vuelve a decir eso, Zacharias, y será lo último que hagas –amenazó.
- ¿Acaso tú lo entiendes, Longbottom? –espetó Zacharias, mirando con recelo a Harry.
- ¡No, pero yo confío en Harry! –casi gritó Neville, dirigiendo a su jefe una de sus miradas de inquebrantable lealtad.
Harry miró a Neville agradecido, y, satisfecho al comprobar que nadie parecía a punto de freír a maldiciones a los Slytherins, dio un paso hacia ellos.
- Me alegra veros, Blaise –dijo, abriendo los brazos en un amplio ademán de bienvenida.
- Y a nosotros nos alegra verte vivo y coleando, Potter –aseguró Zabini.
Parecía que era aquélla la señal que algunos mortífagos estaban esperando para quitarse sus máscaras y dejarlas caer al suelo. Los compañeros de Harry bajaron sus varitas poco a poco, aunque la mayoría no las tenía todas consigo. Pero confiaban ciegamente en su jefe: Harry simplemente no podía haberse vendido a Voldemort. Antes se acabaría el mundo.
- ¿Qué está pasando, Harry? –preguntó Seamus al fin, intrigado, aunque no preocupado.
Harry no contestó. Inclinando la cabeza en dirección a los Slytherins, les hizo una señal casi imperceptible.
Entonces, Zabini y Parkinson se desataron la túnica negra. Una exclamación de sorpresa surgió entre los miembros de la Orden al darse cuenta de que los mortífagos llevaban bajo el uniforme de Voldemort la túnica de Slytherin. Sus compañeros les imitaron, y pronto el color verde se unió al rojo y al azul. Las finas túnicas negras fueron a hacer compañía a las máscaras; pronto, el suelo del patio se cubrió de docenas de uniformes de mortífago que fueron arrojados y pisoteados despreocupadamente por sus dueños.
- Así les distinguiremos del resto de los mortífagos, los leales –explicó Harry antes de que alguien tuviera tiempo de preguntar qué significaba aquéllo.
- ¿Los leales? Es que ellos... ¿están de nuestro lado! –gritó más que preguntó de nuevo Seamus, incrédulo.
- ¿Siempre eres tan agudo, Finnigan? –replicó Pansy poniendo los ojos en blanco- ¡Pues claro que estamos de vuestro lado!
- Pero, Harry –insistió Angelina, mirando con preocupación a su jefe- ¿estás seguro de que esto no es una trampa?
Harry asintió.
- Estoy totalmente seguro, Angelina. Blaise y Pansy luchan en nuestro bando desde hace más de dos años –puntualizó, dando un paso al frente y colocándose delante de los Slytherins, frente a la Orden. Sintió que tenía que añadir algo, que explicarse ante sus incrédulos compañeros-. Hace siglos que Salazar Slytherin se peleó con Godric Gryffindor, Rowena Ravenclaw y Helga Hufflepuff... pero para los alumnos de Hogwarts es como si el tiempo no hubiera pasado, y las heridas se mantienen tan abiertas como en su día. Ya es hora de que acabemos con esto, de reivindicar la unión de las casas... simplemente, porque si no estamos unidos no venceremos. Y, creedme, sin la ayuda de estos Slytherins ni siquiera habríamos llegado hasta aquí.
Hubo un profundo silencio en las filas de Gryffindor y Ravenclaw, mientras ellos y los Slytherins se evaluaban con la mirada, recelosos los unos de los otros.
- ¿Y cómo lo has conseguido, Harry? –preguntó con curiosidad Neville.
- Esa historia puede esperar a más tarde –advirtió Hermione, siempre sensata-. Ahora deberíamos continuar.
- Hermione tiene razón –apostilló Pansy, y algunos todavía parpadearon de sorpresa al escuchar esas palabras- Voldemort está cerca de la fuente, pero pronto querrá saber por qué no os hemos masacrado. Y acto seguido los mortífagos vendrán hacia aquí.
- Pero no os preocupéis, nosotros les detendremos –aseguró Blaise al ver que muchos chicos de la Orden miraban nerviosamente por encima de su hombro.
- No lo haréis solos –replicó Harry, contando mentalmente a los presentes- la mayoría de los mortífagos han caído ya, no necesito que tanta gente me acompañe hasta donde está él.
Sin dar tiempo al resto a protestar, se giró hacia sus acólitos. Le bastaron unos segundos para decidir quiénes le acompañarían: todos los que habían participado en la anterior batalla que libró en el Ministerio, más una docena de magos en los que sabía que podía confiar, incluyendo a Angelina, Katie, Alicia y los gemelos. El resto se quedaría en el patio y formaría una barrera contra los mortífagos, que acudirían en masa cuando se enteraran de la traición de los jóvenes Slytherins.
Los elegidos se unieron silenciosamente a él. Después, Harry miró al frente. Blaise, Pansy y los suyos formaban una compacta barrera que se interponía entre él y el corredor que le llevaría al patio, al último patio donde sabía que le esperaría la muerte o la victoria.
Entonces, como un solo hombre, los Slytherins se retiraron, formando un pasillo, abriendo paso a Harry y los suyos. En aquél momento no fue consciente de estar viviendo uno de los momentos más emocionantes de su vida, pero así era. Contempló los rostros de Zabini, Parkinson, Flint, Warrington, Montague... sus antiguos enemigos, las personas con las que se había peleado mil veces a lo largo de casi siete años, a los que detestaba y que le detestaban... les vio dejarle pasar con profundo respeto, y comprendió que el viejo rencor entre las casas había dado el primer paso hacia la total desaparición.
Con una mirada de agradecimiento, Harry y sus más cercanos traspasaron la barrera de Slytherins, que rápidamente volvió a cerrar filas a su paso. Por encima del hombro, contempló cómo, inmediatamente, varios alumnos entre los cuáles estaban Roger, Terry Boot, Lavender y las hermanas Patil se dirigían a hablar con Blaise y Pansy para planificar cómo iban a detener a los mortífagos.
- Harry –le llamó la atención suavemente Hermione.
Se giró para mirarles. La casi treintena de jóvenes a los que había escogido para acompañarle en la última lucha, la lucha final, le esperaban ya, preparados para seguir luchando. Sin decir nada, enarboló la varita y se colocó al frente. Y esta vez nadie le discutió su derecho de encabezar a la Orden del Fénix en los últimos metros que le separaban de su más mortal enemigo.

- ¿Por qué demonios te estás entreteniendo tanto, Potter? –masculló para sí Draco, impaciente.
Esperaba ver aparecer en cualquier momento a Voldemort acompañado de un satisfecho Nott, situación que no daría al traste con todo el plan pero sí lo dificultaría considerablemente, poniendo a los mortífagos sobre aviso.
Apretando los dientes, se limpió la sangre del rostro. Derrotar a Crabbe le había supuesto un problema más emocional que real. Al fin y al cabo, Vincent nunca había sido muy diestro en sus estudios, y Draco era probablemente uno de los mejores alumnos de Hogwarts. Pero aún le dolía la mirada decepcionada de su antiguo guardaespaldas, su expresión de dolor cuando comprendió que Draco no era la persona a la que había creído conocer, el niño enclenque y engominado al que él había protegido esperando ver un día en él al líder que le llevaría a la victoria.
Chasqueó la lengua, irritado consigo mismo. No era momento de sentirse culpable. Estaba escondido en uno de los oscuros corredores que rodeaban al lugar donde se hallaba la Fuente de los Hermanos Mágicos. No sólo tenía que vigilar a su padre, cuya esbelta figura y largo cabello rubio veía perfectamente desde allí, sino que tenía que estar atento por si el Innombrable aparecía de improviso.
Tragó saliva con dificultad. Si Nott avisaba a Voldemort y éste le encontraba antes de que Harry llegara, estaba muerto. Muerto y enterrado.
Por eso sintió que las piernas le flaqueaban de puro alivio cuando Harry y un pequeño grupo de la Orden hicieron acto de presencia en aquella zona del atrio.
Oculto entre las sombras, Draco olvidó su culpabilidad, su preocupación y hasta al mismísimo miedo, y se centró en observar atentamente a Harry y a su padre, esperando el mejor momento para intervenir en aquél enfrentamiento inminente.
Cuando escuchó la maldición imperdonable que empezaba a salir de los labios de Lucius, rápidamente salió de su escondite y le desarmó. Cogió al vuelo su varita, y se apresuró a encararle.
- Draco... –susurró su padre.
Comprendió que estaba paralizado por la sorpresa, y sentimientos contradictorios le invadieron en apenas unos segundos. Por un lado, se sentía complacido de demostrar a su padre que él no pensaba seguir el camino que cuidadosamente le habían marcado desde su niñez. Por otro, no pudo evitar que volviera el sentimiento de culpa cuando vio la decepción iluminando aquellos ojos azules que él había heredado.
Entonces miró a Harry, y su padre se esfumó de su mente. Porque Harry le sonreía, su Gryffindor le estaba sonriendo abiertamente, delante de una veintena de personas, la mayoría de las cuáles no conocían su secreto, y, en aquél instante, Draco comprendió que ya no tendría que fingir nunca más. Le devolvió la sonrisa sin poder evitar que el amor que sentía se reflejara en sus ojos como si de una enamoradiza adolescente se tratara. No le importó.
Confiando su protección a Ron y Hermione, avanzó hacia Harry. Sus piernas flaquearon un poco cuando por fin llegó junto a él, y, con un suspiro de satisfacción, se refugió en sus brazos.
Por fin.
Después de más de medio año, por fin volvía a verle, por fin volvía a sentir sus fuertes brazos rodeándole, haciéndole sentir seguro. Por el rabillo del ojo advirtió los rostros boquiabiertos de Longbottom, Finnigan y unos cuantos Gryffindors más a los que no conocía pero que recordaba haber visto en el equipo de quidditch. Tampoco le importó. Demsiado emocionado para hablar, sabiendo que nada de lo que dijera expresaría claramente lo que sentía, se limitó a perderse en los ojos verdes de Harry, recordando apenas cuánto tiempo hacía que no veía esa mirada, esa mirada esmeralda que a menudo le cortaba la respiración.
Y, cuando Harry se inclinó hacia él y sus labios se unieron con los del Slytherin, en un beso que no fue más que un roce prolongado pero significó una auténtica declaración de amor después de medio año sin tocarse, por espacio de un segundo Draco Malfoy volvió a olvidarlo todo: la guerra, Nott, su padre y Voldemort. Todo quedó olvidado ante la añorada presencia de Harry en sus brazos.
Agradecido, se separó de Harry. Cuando volvió a mirar a su padre y contempló su rostro estupefacto, supo al fin que el momento había llegado. Sensación que se incrementó cuando Voldemort apareció en el patio, su imponente y monstruosa presencia proyectando un halo de aprensión sobre todos.
Voldemort le miró, esos ojos inhumanos se clavaron en los suyos, pero ya no había ni rastro de orgullo, de complacencia, esa sutil simpatía que Draco había creído captar anteriormente había desaparecido por completo. Si las miradas mataran, el Slytherin habría caído muerto, pero, afortunadamente para él, siguió vivo para desafiarle con audacia, consciente de que la presencia de Harry a su lado había eliminado el miedo por completo.
Como si aún estuviera en aquél estúpido club de duelo de Lockhart, alzó la varita y se enfrentó a Voldemort con mano firme, rostro sereno, las piernas asentadas en el suelo como columnas sin que ni un rastro de temblor le traicionara.
Entonces, ocurrió lo insólito. Voldemort dio su varita a Lucius. Habría sido un momento perfecto para que Draco le lanzara una maldición, pero dudaba de poder matar a Voldemort tanto como dudaba de querer matar a su propio padre, así que, cuando quiso darse cuenta, el momento había pasado.
Sin embargo, comprendió que su padre no iba a tener semejantes miramientos con él. Cuando Lucius alzó la varita que su señor le había dejado, supo que no iba a echarse atrás.
Entonces lo vio.
Fue sólo un segundo, un destello. Los ojos de su padre se movieron ligeramente, un movimiento imperceptible para la mayoría... pero no para Draco, que le conocía como sólo un hijo puede conocer a un padre.
Comprendió que Lucius Malfoy no iba a disparar contra su heredero. No. Draco casi no tuvo tiempo de comprender que su padre iba a desobedecer flagrantemente a Voldemort delante de sus mismas narices, arremetiendo contra aquél a quien el Señor Tenebroso consideraba su enemigo por derecho propio, aquél a quien Lucius siempre había odiado, pero contra el que sentía ahora una ira ciega que jamás había sentido antes... porque acababa de verle besando a su hijo, su único y preciado hijo, continuador de la estirpe, y porque, aunque no sabía exactamente qué había habido entre ellos, comprendía que un sólo beso había dado al traste con toda su esmerada, escrupulosa y tenebrosa educación.
Y Draco recordó que hacía unos minutos había pensado que su padre estaba loco. Bien, cuando le vio apuntar a Harry, comprendió que realmente lo estaba: Voldemort le despellejaría vivo si le arrebataba la presa. Pero a Lucius eso no le importaba en aquellos momentos, sólo quería ver morir al que había corrompido de esa forma a su leal primogénito.
El joven Malfoy ni siquiera se lo pensó, su cuerpo actuó por propia iniciativa, guiado por el simple impulso de su corazón. Instintivamente dio un salto y, con rapidez, alcanzó a cubrir a Harry con su propio cuerpo.
- ¡Draco, no! –escuchó que gritaban dos voces, la voz que le había susurrado palabras de amor interminables y aquélla otra que le había regañado una y otra vez con desprecio.
Sonrió. Y lo último que vieron sus ojos antes de que la oscuridad cayera sobre él, lo último antes de que la maldición asesina de su padre le impactara de lleno en la espalda, fue el rostro preocupado de Harry. Y, mientras su conciencia se cernía sobre un abismo oscuro y frío, su cuerpo cayendo a plomo sobre el suelo, el último pensamiento que cruzó su mente fue que con gusto se ofrecería voluntario para volver a morir de nuevo.
Por Harry.


Nota de la autora: Pues nada, volvemos al punto de inicio xD Espero que no haya mucha gente ahora mismo deseando matarme, y os pido que guardéis los vociferadores hasta que termine el fic xDDD Hoy me he retrasado un poco pero aquí tenéis el capítulo diario (bueno, técnicamente ya es mañana, pero lo pasaremos por alto). Os garantizo que no tendréis que esperar mucho para ver qué pasa con Harry y Voldemort. ¡Nos leemos!