Lucharé a tu lado
Género: T.
Advertencia:
Este fic es un Harry/Draco, shonen-ai, slash, yaoi... chico-chico,
vamos. Si no te gusta, no lo leas.
Disclaimer:
Harry Potter no me pertenece. Si Harry Potter me perteneciera,
primero yo estaría nadando en dinero, y segundo Cho Chang no
existiría.
Capítulo 17: Heredero del mal
Cayó en sus brazos. O, mejor dicho, sin
saber cómo consiguió interceptar el peso muerto del
Slytherin antes de que diera de lleno contra el suelo.
Su vista y
su mente se enturbiaron, y tuvo que agacharse, percibiendo el lastre
de aquel cuerpo que unos momentos antes estaba tan lleno de vida, ese
cuerpo que conocía tan bien, ahora inerte, su peso desplomado
sobre los brazos de Harry, la cabeza de Draco caída laxa sobre
su hombro.
Sintió un sollozo que le quemaba la garganta, y
un dolor desgarrador, lacerante en el pecho. Su corazón se
partió en mil pedazos cuando comprendió que Draco
Malfoy había muerto, que jamás volvería a
besarlo, jamás volvería a sentir su cuerpo bajo el suyo
en interminables noches de pasión, ya no tendría la
oportunidad de envejecer junto a él, compartiendo los pequeños
actos de la vida cotidiana con el hombre al que amaba más que
nada en el mundo.
A pesar de la conmoción, de sus sentidos
aún embotados por la muerte de Draco, escuchó una
exclamación de sorpresa por encima de su cabeza. Lentamente,
todavía en mitad del trance, levantó la mirada y se
encontró con el rostro atónito de Hermione. Giró
la cabeza por encima de su hombro, y contempló con frialdad,
casi con indiferencia, cómo Lucius Malfoy se llevaba la mano
al pecho y se tambaleaba. Con curiosidad y lejanía, como si la
escena que tenía delante se estuviera desarrollando en uno de
aquellos televisores muggles, vio cómo el que era a la vez
padre y asesino del amor de su vida caía de rodillas en el
sueño, la expresión del rostro agónica y
crispada. Ni siquiera se preguntó si había sido
Voldemort quien había atacado a Lucius, porque no le importaba
ya lo que ocurriera en aquel patio. Él se sentía como
si estuviera a miles de kilómetros de allí, y lo único
real y cercano era el cuerpo firme y aún cálido de
Draco Malfoy.
- Te lo mereces por querer robarme a Potter,
estúpido –declaró la metálica voz de
Voldemort.
Entonces, el ser rió.
Fue Hermione la
primera que se dio cuenta. Horas más tarde rememoraría
lo ocurrido en aquel patio del Ministerio de Magia, y, tercamente,
repetiría una y otra vez que todo había empezado con
aquella risa.
Aquella asquerosa y despreciable risa.
Estrechando
entre sus brazos el cuerpo de Draco, Harry Potter sintió que
algo crecía en su interior. Desapareció la sensación
de lejanía. Desapareció la pena, desapareció el
dolor. Desapareció todo lo que no fuera el odio que empezaba a
crecer en él, extendiéndose por sus venas, por sus
músculos y huesos, llegando al cerebro, al corazón.
Bombeando furiosamente por todo su cuerpo.
Un odio atroz,
apabullante. Un odio tan grande como el amor que había llegado
a sentir por Draco. El impulso asesino que ya había tomado
posesión de cada fibra de su ser, eclipsando todo buen
sentimiento, mandando una orden directa a su cerebro, una orden que
clamaba por ser cumplida:
Atacar a Voldemort, hacerle experimentar
todo el dolor que pudiese soportar, asesinarle lentamente,
recreándose en su agonía. Ése era su mayor
deseo, su mayor ansia. Casi podía escuchar el espíritu
de Draco pidiendo venganza a gritos... y él estaba más
que dispuesto a satisfacerlo.
Cuando Harry levantó la
cabeza hacia Hermione, ésta sintió que la sangre se le
congelaba en las venas. Había esperado ver a su mejor amigo
bañado en lágrimas, destrozado, indignado, furioso
incluso.
Pero no se esperaba ver los ojos verdes de Harry
convertidos en dos témpanos de hielo. Su rostro estaba
totalmente inexpresivo, sus mejillas secas. Pero en su mirada se
vislumbraba un pozo de odio tan profundo que asustó a la joven
Granger.
- Hermione –dijo Harry, y su voz mandó un
escalofrío al cuerpo de la aludida, pues se había
tornado tan fría y sibilante como la del propio
Voldemort- sujétale.
Mecánicamente, Hermione se dejó
caer. Con exacta delicadeza Harry dejó caer el cuerpo de Draco
en sus brazos. Su mejor amiga ni siquiera se atrevió a
hablar.
Cuando se puso en pie, incluso sus compañeros
retrocedieron. Neville le miró con ojos desorbitados, Ron
palideció. Angelina contuvo una exclamación de
sorpresa.
Cuando sonrió, ni ellos mismos le reconocieron.
Harry parecía una máscara de teatro: sus ojos,
irradiando odio puro; su rostro, totalmente pétreo, salvo por
aquella sonrisa fría, una sonrisa tan aterradora como la de un
demonio. Aquél no era Harry Potter, no podía ser el
joven afable y algo impetuoso al que todos habían conocido y
querido. Principalmente porque ya ni siquiera parecía
humano.
Se giró, lentamente, paladeando con placer el poder
asesino que empezaba a irradiar su cuerpo.
La varita apareció
en su mano.
Sus ojos, dos pozos de hielo, encontraron los de
Voldemort.
- ¿Asustado, Potter? –preguntó
Voldemort, mirándole de arriba abajo con malicia.
-
¿Asustado yo, Tom? –replicó Harry.
Y rió.
Una carcajada estruendosa, algo histérica, que hizo
estremecerse a todos sus amigos.
La risa de un loco.
No, aquél
ya no era Harry.
- ¿Cómo me has llamado? –murmuró
Voldemort en un susurro amenazador, entornando los ojos con
furia.
Los miembros de la Orden retrocedieron, aterrados, pero
Harry empezó a avanzar hacia él. Pasos lentos,
elásticos, exentos de miedo. Su sonrisa se llenó de
malicia.
- Es tu nombre¿no? Tom Ryddle. Un nombre muggle
para alguien que no llega siquiera a esa categoría, para
alguien que ni siquiera es humano. Porque tú sólo eres
un despojo viviente, Tom.
Voldemort bufó, enfurecido. Si ya
le parecía una provocación que se le llamara por el
seudónimo que él mismo se había impuesto, el
hecho de escuchar su nombre muggle pronunciado por esos sucios labios
mestizos... Intentó dominar su ira al pensar que sólo
Dumbledore se había atrevido a recordarle su pasado como Tom
Ryddle, el nombre despreciable que llevaba en honor de un muggle aún
más despreciable.
- Cuida tus palabras, Potter, si no
quieres durar menos de lo que tú mismo esperas.
Y sin
embargo, Potter volvió a reír. Y, por alguna
razón, Voldemort vio de repente, no al joven adulto que tenía
frente a él, sino al bebé al que había intentado
matar hacía dieciséis años.
Y, por primera
vez desde que había dejado que su corazón se entregara
al odio, Lord Voldemort, también conocido como Tom Ryddle, se
estremeció.
Porque aquel mago, el crío que le había
mandado al abismo de la ignominia cuando apenas tenía un año,
se acercaba a él insolentemente, con aquella sonrisa que era
tan inhumana como la suya propia. Y, al mismo tiempo, su instinto de
mago le dijo algo más: sus poderes estaban aumentando. Y eso
sí que no se lo esperaba.
Había esperado encontrar a
un Harry Potter algo tembloroso aunque valiente, un digno
combatiente. Pero el Harry Potter que tenía delante ni
siquiera parecía un ser humano. No le temía, y
Voldemort intuyó ya ni siquiera temía a la mismísima
muerte. Súbitamente, en una oleada de pánico, se dio
cuenta de que la situación se le escapaba completamente de las
manos.
Perdió el control. Apresuradamente apuntó a
Potter y un rayo verde salió de su varita. Los miembros de la
Orden contuvieron la respiración, al comprender que era un
Avada Kedavra, una maldición asesina conjurada
mentalmente pero con las mismas repercusiones que una invocada de
viva voz. Más de uno cerró los ojos, esperando escuchar
el ruido sordo del cuerpo de Harry cayendo pesadamente al suelo,
muerto.
Entonces... ocurrió lo inexplicable.
Harry no
intentó esquivar la maldición, ni siquiera abrió
la boca para malgastar el último instante de su vida gritando.
No. Hizo un sutil, casi desganado, movimiento de varita, y el rayo
verde se esfumó en el aire.
- ¡Merlín!
–exclamó Ron- ¡Lo ha detenido!
- ¡Es
imposible detener un Avada Kedavra! –replicó Seamus con
aspereza- ¿es que no recuerdas a Moody?
Pero, aunque todos
recordaban perfectamente las palabras de Alastor Moody, lo cierto es
que Harry había conseguido desviar el hechizo. Y que Voldemort
había quedado tan impresionado que parecía casi
petrificado, sus ojos color rojo sangre clavados en el Gryffindor con
estupefacción.
Fue entonces cuando Katie gritó.
Todos se giraron a mirarla, alarmados. La joven observaba fijamente
sus brazos, con la túnica arremangada.
- ¿Qué
pasa, Katie? –preguntó Angelina.
Katie les miró
con los ojos desorbitados.
- No... ¿no lo sentís?
–murmuró, asustada-. Está en el aire...
Katie
tenía los vellos del brazo de punta. Angelina pensó que
sólo estaba asustada, y entonces se percató de que a
ella le sucedía exactamente lo mismo. Su cabello recogido
pulcramente en trenzas también estaba encrespado.
Y, de
repente, todos se dieron cuenta de a qué se refería
Katie.
Algo flotaba en el aire. Algo invisible, pero tangible...
-
Parece electricidad estática –comentó Ron.
Pero
Hermione, que horas después hablaría de todo ello aún
con el estupor reflejado en el rostro, negó con la cabeza.
-
No, Ron. No es electricidad estática. Es magia.
Las
declaraciones de Hermione cayeron sobre una losa entre sus
compañeros. Pero, cuando se giraron para mirar a Harry, se
dieron cuenta de que ella tenía razón. No era sólo
el hecho de que la negra cabellera de Harry también estuviera
de punta. No, como magos que eran, pronto empezaron a notar la
esencia mágica de Harry, algo imposible de ver y de detectar
para los muggles pero totalmente perceptible para unos brujos como
ellos.
- ¿Qué está haciendo? –susurró
Ron con voz trémula.
- No lo sé –replicó
Hermione, que aún sostenía entre sus brazos el cuerpo
de Draco- pero sea lo que sea... se está haciendo más
poderoso.
- Puedo sentirlo... –murmuró Neville con voz
ronca- y creo que no es bueno.
Rápidamente todos
entendieron a Neville. Harry, que siempre había sido
esencialmente noble y bondadoso como todo buen león de
Gryffindor, irradiaba ahora una suerte de energía maligna
imposible de definir.
- Está convirtiéndose en su
igual... –dijo Hermione, en un tono tan bajo que Ron tuvo que
inclinarse sobre ella.
- ¿Qué?
- ¡Está
haciéndose tan poderoso como Voldemort! –exclamó la
joven con un deje de pánico en su voz, mientras estrechaba con
fuerza el cuerpo de Draco por puro instinto.
Con los ojos
desorbitados, Ron volvió a examinar de nuevo al que durante
siete años había sido su mejor amigo...
... y
comprendió que Hermione tenía razón.
La
presencia de Voldemort provocaba en todos los presentes un miedo
helado muy parecido al que dejaban los dementores a su paso. Ahora,
Ron se dio cuenta de que Harry empezaba a inspirarle ese mismo
pánico.
Abrazó a Hermione, y sólo entonces se
dio cuenta de que ambos estaban temblando.
Mientras, Voldemort se
debatía entre la incredulidad y el terror. El otrora mago más
poderoso de la tierra no sabía qué estaba pasando, pero
sí era consciente de que su soñada lucha final contra
Harry Potter no estaba desarrollándose como él había
planeado.
Principalmente, porque se encontraba incapaz de lanzar a
Potter ni un simple maleficio.
Una y otra vez, intentó
desesperadamente lanzar una maldición a Harry Potter. Una y
otra vez, el débil rayo que expulsó su varita se
desintegró antes de tocar el cuerpo de su enemigo. Voldemort
también percibía la energía mágica de
Harry, rodeándole, irradiándose regularmente del cuerpo
del joven mago, protegiéndole. Pensó asustado que no
conocía esa peculiar forma de controlar la magia, dejando que
fluyera libremente del propio cuerpo. Las leyendas aseguraban que
algunos magos poderosos como el propio Merlín habían
conseguido controlar sus poderes de modo semejante, pero jamás
había tenido noticia de una exhibición de poder como la
que estaba efectuando Harry Potter ante sus mismas narices.
Harry
le contemplaba en silencio, algo aburrido, inmóvil, estático
con los brazos pegados al cuerpo y la cabeza levemente inclinada. Aún
sonreía, o más bien mostraba los dientes en una mueca
de auténtico lunático.
Entonces habló, y
Voldemort apenas alcanzó a percibir que le estaba hablando en
pársel.
- Tom¿por qué? –silbó en
la lengua de las serpientes-. Eras un chico listo, un mago poderoso.
Un estudiante ejemplar. Pudiste haberte graduado, pudiste haber amado
a alguien, haber vivido una vida corriente, haber sido feliz. ¿Por
qué te convertiste en un monstruo¿Por qué
destrozaste tantas vidas, incluida la tuya¿Por qué no
te limitaste a vivir?
- ¡Yo no soy una persona corriente!
–exclamó Voldemort, e impotente y frustrado intentó
acallar la voz de aquel crío insolente con otro hechizo, pero
cuando pronunció en voz alta y clara el conjuro descubrió
con creciente terror que ya ni siquiera era capaz de hacer
magia.
Harry se acercó más a él,
imperturbable. Voldemort empezó a sentir el horror que se
apoderaba de su cuerpo, al ver que ya ni siquiera era capaz de
lanzarle una simplel maldición.
Su magia había
quedado anulada por la esencia de Harry Potter, que le rodeaba cada
vez más estrechamente, ahogando su propio poder. Reduciéndolo
a su mínima expresión, primero; haciéndolo
desaparecer, después.
Pero¿cómo...¿cómo
había logrado hacerse tan poderoso¿Cómo, en
tan sólo unos minutos, un adolescente cuyos poderes eran
enormes, sí, pero no sobrenaturales, se había
convertido en el hechicero más terrible que jamás
hubiese pisado la faz de la tierra?
- Eres una persona como
cualquier otra –continuó desdeñosamente Harry-. Eres
un mago mestizo con antepasados muggles, como yo, un mago
extraordinario, sí, como lo era el propio Dumbledore,
pero...
- ¡Soy el mejor hechicero de todos los tiempos!
–rezongó Voldemort a sabiendas de que no era así, y,
a pesar de que sabía que era inútil, encañonó
a Harry Potter con su varita.
La sonrisa de Harry se amplió.
Estaba ya a menos de un metro de su enemigo.
Entonces, extendió
la mano izquierda, y, sin pronunciar una sola palabra, la varita de
Voldemort, la varita que era hermana a la suya, abandonó su
deforme mano y voló hacia la de Harry.
Neville casi se
desmayó de la impresión. La sangre abandonó el
rostro de Seamus. Las piernas temblorosas de Katie la obligaron a
dejarse caer en el suelo.
El Señor Tenebroso ni siquiera
tuvo fuerzas para gritar.
Entonces Harry salvó los escasos
centímetros que le separaban de Voldemort, y, cuando sus ojos
se clavaron en los suyos tan cerca que sentía su aliento
cálido, la bestia comprendió que estaba perdida.
-
¿Y cómo el mejor hechicero de todos los tiempos ni
siquiera puede mantener la varita en su mano? –preguntó
Harry lentamente, en tono burlón, hiriente, sarcástico,
saboreando cada sílaba con infinita maldad. Mostrando los
dientes en una sonrisa que no tenía nada que feliz.
Una
sonrisa que de repente se transformó en una mueca de odio y
heló la sangre al monstruo que tenía delante... sangre
que, curiosamente, había pertenecido a aquél mago
adolescente.
Y entonces ocurrió algo que nadie había
esperado.
Voldemort giró en redondo y salió
corriendo.
Incluso la poco impresionable Luna soltó una
exclamación de sorpresa.
Y Harry volvió a reír.
-
¡No puedes escapar de mí, Tom! –exclamó en tono
exageradamente feliz. Y le siguió, siguió a Voldemort,
al ser espantosamente feo y asombrosamente indefenso, que, privado de
su magia, ya no era más que un cuerpo débil y sin
apenas fuerzas que recorrió a trompicones unos metros,
saliendo del atrio y traspasando el pórtico del corredor en
donde, sin que él lo supiera, se había escondido Draco
Malfoy minutos antes. Hizo un titánico esfuerzo por subir los
escalones que llevaban al oscuro pasillo, y entonces cayó al
suelo de bruces, incapaz de mover un músculo de su atrofiado
cuerpo.
En un acceso de terror, escuchó tras de sí
los pasos suaves y tranquilos de su enemigo. Cuando giró la
cabeza, Harry subía elegantemente los escalones que le
llevaban a él. No sin admiración, advirtió que
había guardado ambas varitas. No las necesitaba para seguir
despidiendo aquella asombrosa y extraña energía.
-
Pudiste haber sido feliz... –susurró Harry en tono amargo, y
Voldemort se dio cuenta de que estaba retomando el hilo de lo que le
estaba diciendo minutos antes- y pudiste haberme dejado a mí
ser feliz, Tom.
Una lágrima salió por los ojos
fríos, pétreos de Harry, y se deslizó por su
mejilla. Una lágrima que pareció revestir de nuevo de
naturaleza humana al Gryffindor, quien abandonó su sonrisa
demoníaca, lo que a su vez le hizo más fácil a
Voldemort contener el grito de terror que atronaba en su garganta.
-
Pudiste no haber matado a mis padres... y yo pude haber tenido una
infancia normal, haber crecido con el amor de una familia, haber
disfrutado de mi padrino Sirius, de Remus Lupin, de la gente que me
quería.
Con cierto alivio, Voldemort advirtió que
Harry ya no parecía un loco recién salido de Azkaban.
Sus ojos ya no daban la sensación de ser cristal, y las
lágrimas se deslizaban fluidamente por sus mejillas. Pero el
poderoso torrente de magia que despedía su cuerpo no cesó,
y era tal el desprecio con el que le contemplaba, que Voldemort se
encogió sobre sí mismo, sin poder contener un gemido.
-
Pudiste no haber matado a mis padres, y entonces ahora mis tíos
también estarían vivos porque yo no habría
traído la desgracia a su casa –masculló Harry, cada
vez más rápido, levantando el tono de voz, aún
hablando en pársel-. Pudiste no haber ordenado que torturaran
a los Longbottom, y Neville también habría tenido una
infancia feliz. Pudiste haber sido una persona normal, y entonces
decenas de niños como Draco Malfoy podrían haber
crecido rodeados de amor en vez de hacerlo rodeados de odio. ¡En
tus manos estaba, Tom¡Pero no, como tú también
eras huérfano nosotros también teníamos que
serlo¡¡Como tú tuviste una infancia difícil,
nosotros también tuvimos que tenerla¡¡Tu padre
abandonó a tu madre, y por eso todos los muggles tenían
que morir! –llenó los pulmones y terminó con un
grito, un grito histérico y tembloroso- ¡Como tú
jamás supiste lo que era el amor, Voldemort, me has arrebatado
sistemáticamente a todas las personas a las que he
amado!
Entonces, súbitamente, Voldemort lo entendió
todo. Comprendió por qué Harry era tan poderoso, por
qué su magia había anulado la suya, por qué
estaba a punto de matarle...
- El amor... –repitió para
sí, aunque sin importarle que su enemigo le escuchara- otra
vez ese maldito poder vuelve a destruirme.
- ¿Qué?
–murmuró Harry con curiosidad, agachándose a su lado
para escuchar mejor la trémula voz de su enemigo. No le daba
miedo estar tan cerca del monstruo. Ya no.
Pero Voldemort no
contestó, sino que le hizo una pregunta que sonaba increíble
en sus labios de serpiente.
- ¿Tú querías a
ese Malfoy? –inquirió, examinándole con sus ojos
rojizos.
- Con toda mi alma –replicó instantáneamente
Harry, haciendo una mueca de dolor.
Y, para su asombro, Voldemort
le obsequió con su irregular sonrisa. Una sonrisa triste,
porque acababa de entender que estaba completamente vencido.
- Así
que es eso... –silbó, dando un profundo suspiro.
- ¿Qué?
–rezongó Harry, frunciendo el ceño- ¿Qué
tiene que ver Draco en esto¿Por qué me has preguntado
si le quería?
- Intuyo que ya lo imaginas –replicó
tranquilamente Voldemort, examinando atentamente a Harry.
- No
tengo ni idea de lo que hablas –gruñó el Gryffindor,
apuntándole amenazadoramente con el dedo- así
que...
Voldemort volvió a suspirar.
- Sabes que hace
dieciséis años te transmití parte de mis poderes
al atacarte...
- Me marcaste como a tu igual –dijo Harry,
rememorando las palabras de la profecía.
- Sí. Hasta
hoy pensaba que apenas te había transmitido unos pocos
poderes, como la facultad de hablar pársel y...
- ¿Acaso
me has transmitido algo más? –interrumpió Harry,
escéptico y receloso.
Con esfuerzo, pues estaba cada vez
más subyugado por la magia de Harry, Voldemort levantó
una mano y la posó en el brazo de su enemigo. El auror la miró
con asco, pero no hizo nada por apartarla. Sentía demasiada
curiosidad.
- ¿Es que no lo sientes, Potter? –dijo
suavemente Voldemort, observándole con miedo y con admiración
al mismo tiempo- ¿acaso alguna vez te has sentido tan poderoso
como ahora?
- No –reconoció Harry a regañadientes.
-
Porque es mi poder, Potter, el poder que te transmití... un
poder oscuro... oscuro y terriblemente poderoso. Irónicamente,
es mi poder el que estás usando ahora contra mí.
-
¡Pero nunca lo había sentido hasta hoy, a pesar de que
se supone que lo tengo desde hace dieciséis años!
–protestó Harry, que se sentía fascinado y asqueado
al mismo tiempo por estar hablando con tanta familiaridad con
Voldemort.
El Innombrable soltó una seca carcajada.
-
¡Porque jamás supiste despertar ese poder, jamás
supiste cuál era el detonante, la clave para hacerlo
funcionar! Una persona tan noble como tú no habría dado
con la clave en condiciones normales. Pero la muerte de tu novio ha
cambiado las tornas.
Harry contempló a Tom a través
de su respiración agitada. Intuía por dónde iban
las explicaciones de su enemigo, y empezaba a sentirse mareado.
-
¿El detonante? –musitó.
- El odio.
Se limitó
a mirarle durante unos instantes.
- ¿Qué?
- El
odio –repitió Voldemort- el odio puro, arrollador, intenso,
que has sentido hace un momento, el odio que te domina, que fluye por
tu cuerpo llenando hasta el último poro... El odio, Harry, es
la clave para utilizar los poderes oscuros. Cuanto más fuerte
es tu odio, más poderoso eres.
Y las palabras que hacía
dos años había pronunciado Bellatrix Lestrange llenaron
su mente. Bellatrix le había dicho que para lanzar una
imperdonable tenía que sentir el deseo de hacer daño,
el gusto de torturar...
- Crucio –murmuró casi sin
pensar, deseando probar si lo que él decía era
cierto.
Y Voldemort se estremeció, sacudido por una
corriente de intenso dolor, el mayor que jamás había
experimentado. Cuando cesó, miró a Harry con una
inmensa sonrisa de satisfacción.
- Ahora eres como yo,
Harry –rió con su risa jadeante, haciendo estremecer al
aludido-. Eres mi heredero, en ti está el poder que yo
acumulé, ahora multiplicado hasta extremos inimaginables. Tú
continuarás mi obra, Potter.
El joven se levantó se
un salto, asustado.
- ¡No! –gritó- ¡yo no soy
tu heredero¡yo jamás seré como tú!
-
¡Oh, me temo que sí! Tienes mi poder, Harry... –sus
ojos centellearon-. Forma parte de ti, la muerte de Malfoy te ha
hecho más poderoso de lo que yo jamás fui, porque has
sentido más odio del que yo jamás sentí... y has
permitido que se apodere de ti...
- ¡No! –volvió a
gritar Harry, rechazando con todas sus fuerzas aquella idea-
Desaparecerá... ¡tiene que desaparecer!
- Me temo que
no. Malfoy ha muerto, por lo que el rencor seguirá ahí.
Y cuando se apodera de ti ya no te suelta –concluyó
Voldemort con una ancha sonrisa de dientes afilados-. Puede que
consigas controlarlo un día, dos, una semana o dos meses, pero
acabarás cediendo y convirtiéndote en un monstruo. Un
monstruo como yo –terminó, saboreando las palabras con
deleite.
Ahora era Voldemort quien reía y Harry quien le
miraba horrorizado. Se estremeció al comprobar que él
tenía razón. La posibilidad de acabar siendo un asesino
implacable como el que tenía delante le asustó más
de lo que jamás le había asustado nada, ni siquiera la
muerte.
Entonces recordó el impulso asesino que había
sentido minutos antes, cuando quería torturar al Innombrable
hasta la extenuación, y supo que, al final, él había
ganado. Sí, el cuerpo de Voldemort moriría, pero su
poder se perpetuaría, al igual que su maldad. Y lo peor es que
lo harían a través de él, a través de
Harry. Se convertiría en un nuevo Señor
Tenebroso.
Sintió náuseas.
- No –negó de
nuevo, intentando sobreponerse al asco que empezaba a sentir de sí
mismo- antes acabaré con mi vida. Prefiero morir a ser como
tú, Tom.
La risa de Voldemort se cortó en seco
cuando Harry sacó un afilado cuchillo del bolsillo de la
túnica. Por supuesto el tenebroso mago no lo sabía,
pero era el mismo cuchillo con el que Draco Malfoy se había
intentado quitar la vida un par de años antes. Harry lo había
guardado sin saber por qué lo hacía, pero esa misma
mañana lo había comprendido en un fogonazo de
inspiración. Los hechizos eran engañosos y estaban
sujetos a cientos de contramaldiciones. Los métodos de
asesinato muggles eran seguros y efectivos, siempre que uno pudiese
acercarse lo suficiente a la víctima.
- Pero antes tengo
algo que hacer. Lo siento, Tom Ryddle, pero morirás
precisamente como lo que nunca quisiste ser: un vulgar muggle.
Y
esta vez sí, Voldemort gritó horrorizado. Gritó,
incapaz de moverse, pues quién sabe cómo Potter le
mantenía completamente inmóvil sin hacer un solo gesto.
Gritó, no por el dolor sino por la humillación, y,
aunque su grito se convirtió en un débil gorgoteo
sangriento cuando el cuchillo perforó su garganta, su alma
siguió gritando para toda la eternidad al tiempo que la vida
abandonaba su cuerpo.
Un repentino vértigo asaltó a
Harry al tomar conciencia de lo que acababa de hacer. Dejó de
dolerle la cicatriz de la frente, un dolor que desde hacía un
año le pasaba desapercibido por ser precisamente casi
constante, pero que en ese momento brilló por su ausencia
haciéndole comprender que Voldemort había muerto. Por
fin. El ser que había atenazado su vida con su presencia había
desaparecido. Casi no podía creérselo, pero así
era.
Notó cómo su propio poder remitía, y el
rencor dio paso a la angustia. Sintió por primera vez la
frialdad del suelo bajo sus rodillas, el escozor de sus heridas, y el
dolor por la muerte de Draco volvió a instalarse en su pecho.
Sí, el odio había desaparecido. Ahora sólo había
una profunda e insondable tristeza.
Pero¿por cuánto
tiempo?
¿Cuánto tardaría en dejarse poseer
por aquél intenso deseo de matar y torturar, como había
pronosticado Voldemort?
Súbitamente comprendió que
ni siquiera la amistad de Ron y Hermione o el cariño de Remus
podrían sacarle del abismo. Lo único que podría
volver a convertirle en un ser humano, alejarle del monstruo que
hibernaba en su interior, era el amor de Draco.
Y Draco había
muerto entre sus brazos.
Se había convertido en un peligro,
para él y para todos a los que amaba. Un futuro asesino tan
maligno como lo había sido Tom Ryddle.
Pero no sólo
era eso. Porque hacía mucho tiempo, inclinado sobre una
camilla de la enfermería de Hogwarts, le había dicho a
Draco que, si moría, él iría detrás de
el. Le prometió no abandonarle jamás, y en ese momento
supo que era lo que verdaderamente deseaba. Se sentía incapaz
de salir afuera, enfrentar las miradas de todos y ver el cadáver
ya frío del rubio al que amaba.
No, había esperado
demasiado tiempo para estar por fin junto a Draco. Y si no podía
estar con él en vida, lo estaría en la muerte.
Sabía
lo que tenía que hacer.
Sacó su varita del bolsillo,
y apuntó a su propio pecho. Aunque era consciente de que podía
hacerlo mentalmente, empezó a pronunciar, lenta y
pausadamente, casi saboreándolas con deleite masoquista, las
palabras malditas que le reunirían de nuevo con Draco. Para
siempre.
- Avada...
Admitidlo: AHORA SÍ queréis matarme¿eh? xD No obstante os conmino a esperar al siguiente capítulo, puede que os guste al final de todo. Bueno hoy tengo cosas que decir:
Claudia: no puedo estar más de acuerdo contigo respecto al sexto libro, se centra demasiado en Harry, y además personalmente se me hizo corto después de La Orden del Fénix. En cuanto a la pareja... antes me gustaba, y dentro de las "normales" es la que más me gusta, ya que es evidente que en los libros oficiales jamás habrá yaoi ni nada que se le parezca, al menos que no esté con Cho Chang xD (le tengo un poco de odio a esa Ravenclaw...). Gracias por leer y comentar :)
Haruko FLCL: ahí me has pillado xD A ver, os cuento: evidentemente cuando escribí el prólogo yo ya tenía una idea bastante aproximada de lo que iba a pasar, es decir, las directrices básicas: contar un poco la vida de los dos hasta quinto curso, cómo se enamoran, cómo empiezan a salir, las desconfianzas iniciales con intento de suicidio incluido (yo y mis ganas de hacer sufrir a mis personajes...jeje), Draco cambiándose de bando, la batalla final y lo que pasará después que ya lo descubriréis mañana. Pero algunos detalles surgieron sobre la marcha, y uno de esos detalles es que también algunos Slytherin se pasaran al bando de los buenos. A mí tambén me habría gustado que Draco se quitara la túnica de mortífago, pero no podía ser frente a su padre porque contradeciría al prólogo, y tampoco podía ser antes porque entonces no se justificaría que Neville y compañía hubieran desconfiado de él al verle con la túnica de Slytherin cuando ya habían visto cómo algunos mortífagos traicionaban a Voldemort. Así que el detalle de la túnica quedará para más tarde, qué remedio xD ¡Gracias por tu review! Ah, Nott... bueno, espera a mañana y verás :P
En fin, y a los demás, Mim, Gioseppe, PaddyPau, Sofy Malfoy, Undomiel de Vil y Samsahara-chan (un saludo a la familia, me alegra saber de vosotros :) lo siento si os he hecho sufrir demasiado y gracias por leer mi fic y, lo más importante, dejar review xD. Nos leemos.
