Lucharé a tu lado
Género: T.
Advertencia:
Este fic es un Harry/Draco, shonen-ai, slash, yaoi... chico-chico,
vamos. Si no te gusta, no lo leas.
Disclaimer:
Harry Potter no me pertenece. Si Harry Potter me perteneciera,
primero yo estaría nadando en dinero, y segundo Cho Chang no
existiría.
Capítulo 18: El último mortífago
Cuando Harry desapareció, persiguiendo a
Voldemort, la mayoría de los miembros de la Orden se dejaron
caer al suelo, pues, después de tantos acontecimientos
increíbles que habían desfilado sin cesar ante sus
ojos, sus piernas ya no les sostenían.
Luna fue la única
que quedó de pie, observando fijamente el lugar por donde
había desaparecido Harry, y desde donde le llegaban espantosos
gritos en pársel que ninguno de los presentes entendía.
No obstante, el silencio en el atrio era tal que, cuando un
atónito Severus Snape, con la túnica desgarrada y la
varita en la mano, bajó las escaleras el primer piso y
apareció a espaldas de los miembros de la Orden, sus pasos
resonaron con claridad y Luna fue la primera en girarse hacia él.
-
Hola, profesor Snape –saludó con una chocante naturalidad.
-
¡Profesor! –exclamó Angelina poniéndose en pie,
sintiéndose aliviada por la presencia de alguien mayor y más
experimentado- ¡no va a creer lo que ha sucedido!
- Lo he
visto todo, Johnson –repuso Snape con un hilo de voz.
Todos
enmudecieron, mientras los ojos de Snape se posaban un instante en la
rubia cabeza de su ahijado, y, tras cerrarse brevemente con inmenso
dolor, recorrían el lugar donde estaba la Fuente de los
Hermanos Mágicos. Trastabillando un poco, quién sabe si
por sus heridas o por el temblor que sacudía hasta la última
fibra de su cuerpo, llegó al lugar donde aún yacía
Lucius Malfoy, respirando con dificultad.
Malfoy entornó
los ojos con malicia al ver aparecer a su viejo amigo.
- Tú
también... Severus... –susurró a duras penas,
venciendo la creciente opresión que comprimía
cruelmente sus pulmones, asfixiándole con irritante
lentitud.
Snape le obsequió con una mueca de asco y se giró
hacia Luna.
- ¿Qué le ha pasado? Estaba arriba y no
he podido verlo bien... –Severus calló de repente, pero
todos comprendieron lo que había querido decir: que no se
había fijado en Lucius porque su atención estaba puesta
en Draco.
- Nosotros tampoco hemos visto lo que ha pasado –repuso
Luna con tranquilidad.
- Profesor Snape –intervino Ron,
poniéndose en pie- ¿qué le ha ocurrido a
Harry?
Snape inclinó su nariz ganchuda hacia la dirección
desde donde provenían los ininteligibles gritos en pársel,
y reconoció vagamente la voz de Potter, aunque en un registro
muy distinto al acostumbrado.
- Temo que el asesinato de mi
ahijado ha dado rienda suelta a los poderes que hace dieciséis
años el Señor Tenebroso transmitió
inconscientemente a Harry –respondió en un hilo de voz,
aunque, dado el silencio del patio, ninguno tuvo problemas en
oírlo.
Ron miró a Snape, boquiabierto. Hermione
arrugó el entrecejo, pues hacía tiempo que cavilaba
sobre los presuntos poderes que su amigo había heredado de
Voldemort, y ahora veía sus peores temores materializarse en
aquel Harry terriblemente poderoso y desconocido.
- Pero... eso no
le afectará¿verdad? –insistió Ron sin poder
creérselo.
Severus giró lentamente la cabeza hasta
encontrar con su mirada la de Ron. No supo si apiadarse de su
candidez o, por el contrario, envidiarla.
- Me temo que sí,
Weasley. No creo que Harry sea capaz de resistirse a los poderes que
ha descubierto –movió la cabeza, apesadumbrado-. Al menos,
no sin Draco.
- Perdone, profesor, pero está usted
equivocado.
Atónitos, todos alzaron bruscamente la cabeza
hacia Luna, quien miraba a Snape con su habitual expresión
entre plácida y soñadora.
- ¿Ah, sí,
Lovegood? –replicó el jefe de Slytherin, mascullando la ira
que sentía en cada sílaba- ¿En qué, con
tu infinita sabiduría, has detectado que me equivoco?
-
Harry volverá a la normalidad –contestó Luna,
impávida- porque Malfoy está vivo.
- ¡Luna!
–exclamó Hermione, perdiendo los nervios. Llevaba un buen
rato sosteniendo el cuerpo de Draco entre sus brazos, le había
visto morir, y no estaba de humor para soportar las chorradas de la
Ravenclaw- ¿Cómo sabes que Draco está vivo¿Acaso te lo ha dicho uno de tus snorlacks de cuernos
arrugados, o es que ahora también puedes comunicarte con el
más allá?
Luna puso los ojos en blanco, al parecer
inmune a la mordacidad de Hermione. Para mirarla, la castaña
había tenido que girar la cabeza, pues Luna estaba de pie
justo a sus espaldas.
- Primero, se llaman snorkacks de cuernos
arrugados, no snorlacks. Segundo, sé que Malfoy está
vivo... porque acaba de abrir los ojos y me está mirando en
este preciso instante.
Hermione dio un chillido, instantáneamente
secundado por Seamus y Neville. Ron se abalanzó sobre el
cuerpo de Draco, y ayudó a su novia a separarlo de ella.
Cuando pudieron ver el rostro del joven mortífago, Snape ya se
precipitaba sobre ellos.
Efectivamente, Draco tenía los
ojos abiertos y les miraba, consciente.
- Ha sobrevivido...
–murmuró Angelina, estremeciéndose. Al parecer, el
catálogo de cosas increíbles aún no había
acabado- ¡Ha sobrevivido a un Avada Kedavra!
- Como Harry
–añadió Fred, moviendo la cabeza con incredulidad.
-
Pero¿cómo...? –empezó a preguntar Ron, pero
Hermione le interrumpió.
- ¿Está bien,
profesor?
Snape estaba examinando con rapidez a su ahijado, e hizo
caso omiso de la joven Granger.
- Draco¿puedes oírme?
Con
una mueca de dolor, Draco asintió con la cabeza.
- Acabo
de... despertarme...
Tendió con dificultad una mano a
Snape, quien le ayudó a incorporarse. Afortunadamente, en
cuanto consiguió sentarse en el suelo sus movimientos se
hicieron más fluidos y desapareció la expresión
de dolor de su rostro.
- Perdona por asustarte, Hermione –dijo
con una débil sonrisa.
- ¡Draco! –gritó
Hermione, e impulsivamente se lanzó hacia él para
abrazarlo, derramando lágrimas de alivio sobre la túnica
del Slytherin.
Todos contemplaron la escena con una sonrisa
insegura. Snape rodeó con su brazo los hombros de su ahijado,
no tanto para transmitirle su cariño como para cerciorarse de
que estaba vivo, de que era real que Draco Malfoy había
sobrevivido a la maldición lanzada por su padre.
Pero Draco
estaba demasiado nervioso para quedarse simplemente sentado en el
patio. Trabajosamente se puso en pie.
- ¿Qué ha
pasado¿dónde está Harry?
Media docena de
bocas se abrieron para contestar al unísono, pero, en ese
momento, un aullido infernal, un grito inhumano, perforó el
espeso silencio en el que se hallaban sumidos y llegó con
claridad a los oídos de todos.
- Es Voldemort... –murmuró
Draco, reconociendo a duras penas la voz del líder de los
mortífagos en aquel rugido animal.
En vilo, esperó a
escuchar algún otro sonido, algo que le indicaba que la pelea
seguía en curso, pero de nuevo no obtuvo más que un
profundo y desconcertante silencio.
Un rumor de ropa a su derecha
llamó su atención.
- Draco... –escuchó la
voz de Snape que le llamaba, profundamente turbado- Draco, mira...
Y
Draco Malfoy jamás vio a su padrino tan feliz como aquél
día en el Ministerio de Magia, cuando se giró hacia él
para comprobar que Severus Snape, con la manga de la túnica
subida hasta el codo, observaba con deleite su antebrazo izquierdo.
-
Merlín, gracias... –murmuró, a punto de desmayarse de
puro alivio, mientras miraba fijamente la zona de su piel donde hasta
hacía unos momentos estaba grabada la Marca Tenebrosa, y que
ahora aparecía inmaculadamente convertida en un trozo de piel
pálida, desnuda, sin marca alguna.
- ¡Le ha
derrotado! –exclamó Draco, y miró a los jóvenes
de la Orden, que parecían tan atónitos como su tío-
¡Harry ha derrotado a Voldemort!
Esta vez fue él
quien se precipitó a los brazos del primero que se le cruzó
por delante, Ron en este caso. Ronald Weasley tardó unos
segundos en comprender.
- ¿Qué has dicho?
–balbuceó.
- ¡Que Harry ha vencido a Voldemort¡La
Marca ha desaparecido! –gritó, exultante, sacudiendo por los
hombros al joven Weasley. La pesadilla había acabado. Al
fin.
A su alrededor, los miembros de la Orden habían
empezado a reír, llorar histéricamente o a hacer ambas
cosas al mismo tiempo. Neville dio un profundo suspiro de alivio y se
dejó caer en el suelo. Luna se inclinó a su lado y el
Gryffindor impulsivamente la rodeó con sus brazos.
De
repente, Draco sintió que alguien le tomaba por los hombros y
le obligaba a girarse. Entre tanta felicidad, el rostro
repentinamente angustiado de Snape resultaba desconcertante.
-
¡Draco, no te quedes ahí parado y ve a buscar a Harry!
–ordenó.
- ¿Harry? Tiene que estar a punto de
aparecer... vendrá y nos dirá que le ha vencido –repuso
Draco.
- ¡No pierdas el tiempo! –bramó Snape,
empujando a su ahijado en dirección al otro extremo del patio-
¡Harry tiene que saber que estás vivo, antes de que se
le ocurra hacer ninguna tontería!
La reacción de
Draco fue instantánea. No tenía ni la más remota
idea de lo que estaba pasando por la mente de su padrino, pero la
desesperación que leyó en sus ojos fue suficiente para
hacerle comprender que Harry, por alguna misteriosa razón que
escapaba a su entendimiento, era en esos momentos un peligro para sí
mismo. Dando media vuelta, venciendo a su agarrotado y dolorido
cuerpo, corrió con todas sus fuerzas, como si en ello le fuese
la vida... y de hecho así era.
Con angustia, pensó
que no llegaría a tiempo... maldijo a sus piernas, demasiado
lentas para su gusto, y en un instante de reminiscencia recordó
uno de sus sueños más recurrentes, el típico
sueño en el que huía de algo pero, con frustración,
comprobaba que sus pies no le respondían. Ese algo solía
adoptar la forma del cuerpo horrendo de Voldemort.
Sobrepasó
la fuente de los Hermanos Mágicos... tres metros le separaban
del pórtico... dos...
Y entonces, una figura oscura
abandonó sigilosamente su escondite, tras una columna, y se
interpuso en su camino. Se le heló la sangre en las venas al
ver la sonrisa desquiciada y la mirada de lunático de Theodore
Nott.
Snape gritó con rabia y levantó su varita,
pero Theodore colocó la suya en el cuello de Draco, y el
profesor se detuvo, petrificado. Los miembros de la Orden
enmudecieron y también se le quedaron mirando, apretando
las mandíbulas en un gesto frustrado al no poder intervenir.
-
Creí que habrías ido a defender a Voldemort –murmuró
Draco, mirando a Theodore.
Una sombra de decepción se
instaló en los ojos de Nott.
- Lo intenté. Pero me
topé con esos malditos Hufflepuffs, y tuve que darles
esquinazo... –sonrió sádicamente- no sin antes
llevarme por delante a varios de los suyos.
Draco no tuvo tiempo
de preguntarse a sí mismo cuántos tejones yacerían
ahora inmóviles en cualquier pasillo del Ministerio. Casi no
podía creerlo: Harry había derrotado a Voldemort, él
había sobrevivido a un Avada Kedavra, y ahora quien
se interponía entre ellos y hacía peligrar la vida de
ambos era un maldito mortífago de diecisiete años.
-
¿Y ahora has venido a buscarme personalmente? –murmuró
con ironía.
- Acababa de llegar cuando te has cruzado en mi
camino –replicó Nott, endureciendo su expresión-
vengo a ayudar al Amo.
Pese a todo, Draco Malfoy no pudo evitar
una sarcástica carcajada que hizo arrugar el entrecejo a
Theodore.
- ¿Qué? –rezongó ásperamente
éste.
- Me temo que has llegado tarde y te has perdido el
final de la función, Nott –contestó Malfoy,
deleitándose en ver cómo la sangre abandonaba el rostro
de Theodore-. Voldemort ha muerto.
Sintió la punta de la
varita de Theodore temblar en su cuello, pero mantuvo la sonrisa.
-
¡MIENTES! –espetó Theodore.
- Mírate
el brazo –repuso tranquilamente Draco.
- Claro¿y que tú
me desarmes mientras?
- ¿Cómo? No tengo mi
varita.
- Pero tu querido padrino sí.
- Entonces
–propuso Malfoy con astucia- mira el brazo izquierdo de mi querido
padrino.
Theodore así lo hizo, y, a pesar de la distancia
que les separaba, comprobó que, efectivamente, la Marca
Tenebrosa había desparecido del antebrazo izquierdo de
Snape.
- No... ¡No¡Él la ha borrado! –gritó,
pero sus ojos desorbitados le delataban.
Súbitamente, Draco
comprendió que estaba perdiendo el tiempo con Nott. Harry le
necesitaba.
- Déjame ir, Theodore –pidió- déjame
ir y se te tendrá en cuenta cuando seas juzgado.
- ¡No¡Yo no soy un traidor! –siseó.
- ¿Cómo
se puede traicionar a un muerto? –replicó Draco, empezando a
perder la paciencia. Cada segundo que pasaba, Harry estaba más
cerca de la muerte.
- ¡Voldemort nunca morirá¡Él
siempre estará vivo en todos los que seguimos su lucha!
-
Me temo que a estas alturas eres prácticamente el único
–observó Snape.
- Entonces, moriré –decidió
fríamente Nott- pero no lo haré solo.
Draco levantó
la barbilla cuando la varita de Nott se clavó con más
fuerza aún.
- Prepárate, Malfoy –escupió
con desprecio.
Draco estaba desesperado. ¿Con todo lo que
había pasado, iba a permitir que un simple mortífago de
segunda fila le matara, destruyendo el futuro que se había
labrado junto a Harry?
Entonces, una idea cruzó por su
mente...
Draco la atrapó al vuelo.
- ¿Me permites
una última voluntad, Theodore? –susurró
suavemente.
Snape intercambió una mirada de desconcierto
con el resto. ¿Es que su ahijado iba a darse por vencido?
Nott
enarcó las cejas.
- Entregándote a esas
despreciables costumbres muggles demuestras muy bien lo que realmente
eres, Malfoy –murmuró con desprecio-. Hazlo, pero rápido.
-
Sólo quiero ver la foto de mi madre por última vez
–declaró Draco.
Nott soltó una carcajada, pero
retiró unos centímetros la varita.
- En ese caso,
adelante. No sabía que eras tan sentimental... –observó
con mordacidad.
Hermione y Ron tuvieron que ocultar la sonrisa de
esperanza que acudió a sus labios cuando Draco, siempre bajo
la atenta mirada de Nott, sacó el medallón y, en un
gesto que a cualquier observador casual le habría parecido
impulsivo, lo besó. Después, abrió el pequeño
cierre y observó con cariño la fotografía de su
madre.
- Avada...
Cuando estaba a punto de pronunciar
la última palabra, la palabra que acabaría con su vida,
se detuvo. Había sentido algo aleteando contra su
piel.
Incrédulo, se llevó la mano al cuello. Casi
destrozó la cadena del pequeño colgante al sacarlo.
Las
alas de la snitch se movían desenfrenadamente contra sus
dedos. Estupefacto, lo contempló durante unos segundos,
pensando que el mecanismo se habría roto al morir
Draco.
Entonces, se dio cuenta de algo más. La pequeña
snitch estaba templada al tacto, como siempre desde el día de
su decimoséptimo cumpleaños. Supuestamente, al morir el
dueño del colgante al que estaba conectada, tenía que
estar ya tan fría como el hielo. Pero no era así. Y eso
significaba que...
El Gryffindor se puso en pie con tanta
impetuosidad que casi tropezó con el cuerpo sin vida de
Voldemort. Se flageló mentalmente. ¿Cómo había
sido tan estúpido, cómo no se había dado cuenta
antes?
Draco estaba vivo. No sabía cómo, pero lo
estaba. Era lo único que podía pensar mientras, con
ansiedad, recorría los contados pasos que le separaban del
patio.
Entonces, súbitamente, se detuvo.
A apenas un par
de metros del lugar donde él se encontraba, un mago que estaba
de espaldas a él (Nott, le reconoció con una súbita
oleada de furia) apuntaba a Draco con su varita.
El Slytherin alzó
la vista y sus miradas se encontraron. Su expresión permaneció
inmutable, pero a pesar de la distancia Harry advirtió el
brillo aliviado de sus ojos. Conmovido, comprendió que Draco
había llegado a temer por su vida.
- Suéltalo ya,
Malfoy –escuchó decir a Nott, y, con un rápido
movimiento, arrancó el medallón del cuello de Draco y
lo tiró al suelo con desprecio- muerto ya no lo necesitarás.
-
Ni tú necesitarás tu varita cuando estés
encerrado en Azkaban –intervino Harry salvando de un salto los
escalones que conducían al patio, y, con una orden mental,
hizo volar la varita de Nott hacia su mano como había hecho
con la de Voldemort minutos atrás.
Inmediatamente, Snape se
acercó a grandes zancadas con una sonrisa sádica en el
rostro, seguido de cerca por los miembros de la Orden. Draco suspiró
aliviado, y Theodore Nott se giró hacia Harry con una intensa
mirada de odio.
El Gryffindor le correspondió. Una parte de
su ser clamaba por destrozar allí mismo a Nott, y le recordaba
que Draco había estado a punto de morir por el fanatismo de
Theodore. No obstante, con inmenso esfuerzo, consiguió
controlar el impulso asesino que empezaba de nuevo a aflorar en él,
e inspiró profundamente, sin apartar los ojos de Nott.
-
Levanta las manos –ordenó al fin Harry en un tono
engañosamente sosegado que ocultaba la batalla de sentimientos
que se libraban en su interior.
Nott se limitó a
corresponderle levantando orgullosamente la cabeza.
- He dicho que
levantes las manos si no quieres acabar como Voldemort, Nott.
En
el rostro de Theodore se insinuó una mueca de furia al
escuchar pronunciar tan impíamente el nombre de su señor
caído, pero no se alteró.
- Para mí será
un orgullo.
Todas las esperanzas que Harry había albergado
de rehabilitar a Nott se resquebrajaron. Había nacido
mortífago y moriría siendo un mortífago, incluso
aunque eso acortara sustancialmente su vida.
En ese momento, Snape
llegó junto a ellos y colocó su varita en el cuello de
Nott, como él había hecho hacía unos minutos con
Draco. Aliviado, Harry dejó de apuntarle y se desentendió
de Theodore. Dando media vuelta, buscó con los ojos a Draco.
El Slytherin, que seguía junto a la fuente, levemente apartado
del grupo, sonrió cuando Harry se acercó hacia él,
ansioso de comprobar que él realmente estaba allí, que
no era una ilusión.
- Estás vivo... –murmuró,
incrédulo.
- Eso parece, Harry –replicó el
Slytherin, sin poder evitar el matiz de ironía que impregnaba
su voz.
Al escuchar aquéllo, Harry ya no tuvo ninguna duda.
Se abalanzó sobre Draco, abrazándole con tanta fuerza
que le cortó la respiración. Pero a Malfoy no le
importó. Siguió sonriendo mientras las manos de Harry
recorrían su espalda, su cuello, su cabello rubio, como si
quisiese cerciorarse de que realmente era él en carne y hueso.
Sólo cuando el Gryffindor levantó la cabeza, el
Slytherin dejó de sonreír. Los ojos de Harry volvían
a estar empañados.
- Creía que estabas muerto...
–balbuceó Harry, sin dejar de mirar los ojos grises de su
novio- ...te vi morir, Draco.
- Sólo me desmayé,
Harry –explicó Draco, tomando el rostro de Harry entre sus
manos.
- Pero¿cómo...?
- No tengo ni idea
–reconoció Draco, encogiéndose de hombros. Después,
limpió las mejillas húmedas de Harry y sonrió-.
Así que ya puedes dejar de llorar, Harry, porque a partir de
ahora vas a tener el honor de aguantarme durante todos los días
de tu vida.
Con una ternura que parecía impropia de él,
Draco posó suavemente sus labios sobre los de Harry en un beso
que llevaba implícita miles de promesas, un beso que
reafirmaba su intención de no separarse ya jamás de su
lado. Percibió cómo Harry se tranquilizaba, sus
músculos tensos se relajaban bajo su piel a medida que el beso
ganaba en pasión y sentía la conocida familiaridad de
los labios de Draco. Cuando se separó de él, el moreno
se secó los ojos con la manga de la túnica.
- Harry
–susurró Draco en su oído, haciéndole
estremecer- dime que se ha acabado. Dime que se ha ido de una vez por
todas.
Esta vez, eran los ojos grises de Draco los que reflejaban
la ansiedad que sentía. Al igual que él había
necesitado tocar al Slytherin para creerse que estaba vivo, éste
parecía necesitar escuchar de su viva voz que su antiguo señor
había dejado de existir. Harry asintió con la cabeza
mientras acariciaba su lacio pelo rubio.
- Se ha ido, Draco
–aseguró-. Se ha ido y no volverá. Lord Voldemort ha
muerto.
Draco soltó un suspiro de alivio. Abrió la
boca para decir algo, pero un ruido sordo interrumpió el
mágico momento. Cuando ambos se dieron la vuelta, el cadáver
de Theodore Nott yacía desmadejado en el suelo, contemplado
con repugnancia por los miembros de la Orden.
- ¿Le
habéis matado! –exclamó Harry, sobresaltado, mirando
a sus compañeros con furia.
Todos, incluso Draco, le
lanzaron una mirada sorprendida. Snape se destacó del grupo,
mostrando su varita en un signo inequívoco.
- YO le he
matado, Harry. Theodore quería reunirse con su amo, y me
pareció una crueldad negárselo –remató
haciendo gala de su fina ironía.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué no? –observó el profesor.
Harry
miró alrededor. Incluso Ron y Hermione parecían
sorprendidos.
- Me parecía que... que ya habíamos
derramado demasiada sangre por hoy. ¿Por qué no
enviarlo a Azkaban, Severus¿Por qué no encerrarlo sin
más, en vez de matarle?
Snape separó sus finos
labios para contestar, pero alguien se le adelantó.
-
Porque cuando Voldemort cayó por primera vez, a los mortífagos
se les encerró sin más –contestó Draco,
repitiendo las palabras de Harry- y cuando Voldemort volvió,
tuvo de nuevo a todos sus fieles seguidores, ninguno de los cuáles
había renunciado a ni uno sólo de sus planteamientos
racistas y tenebrosos.
- Pero Voldemort no volverá
–insistió Harry.
- Probablemente. Pero Voldemort no era
sólo un hombre, un mago: era la personificación de una
idea que llevaba latiendo en el seno de la comunidad mágica
desde los tiempos de Salazar Slytherin. Esa idea seguía viva
en Nott, en el resto de los mortífagos. Si no les matan,
Harry, jamás podremos estar seguros de que un día no
surja otro Voldemort, otro líder que aglutine de nuevo a todos
los que piensan que él tenía razón. Es el precio
que tenemos que pagar por la paz.
Las palabras de Draco cayeron
sobre él como un jarro de agua fría, porque comprendió
que tenía razón. Suspiró, mirando el cuerpo de
Theodore. Como novio de Draco, él sabía perfectamente
cómo propagaban sus ideas los mortífagos de generación
en generación.
Quizá fuera mejor así.
Cuando
levantó la cabeza, Snape estaba a tan sólo unos pasos
de él, observándole ansioso.
- Harry¿dónde
está? Necesito verle...
El Gryffindor enarcó las
cejas, pero, cuando miró a sus amigos, comprobó que
todos, Draco incluido, parecían deseosos de comprobar con sus
propios ojos que Voldemort estaba muerto. Asintió, y,
dócilmente, aún tomando al Slytherin de la mano, les
condujo frente al cuerpo del Innombrable.
Desprovisto de vida, el
cadáver deforme de Tom Ryddle parecía un muñeco
sacado de alguna película de ciencia-ficción muggle. En
profundo silencio, los miembros de la Orden, Draco y Severus Snape lo
contemplaron con incredulidad. Costaba creer que el despojo que
tenían delante un día hubiera nacido del cuerpo de una
mujer, hubiera observado Hogwarts por primera vez desde el lago con
fascinación, se hubiera sentado a comer cada día en la
misma mesa que Draco había ocupado durante tantos años...
De
repente, Malfoy sintió los dedos de Harry en su brazo. Se giró
hacia él al tiempo que lo levantaba para facilitarle la labor
al Gryffindor; éste le arrancó el uniforme de
mortífago, subió la manga de la túnica con forro
verde, forcejeó con el jersey y la camisa de Hogwarts, y
finalmente descubrió la piel pálida del antebrazo
izquierdo de Draco.
Pese a que ya lo sabían, ninguno de los
dos pudo evitar soltar un suspiro de alivio cuando vieron que tan
sólo tres marcas paralelas destacaban en la blanca piel
desnuda.
- Se ha ido... –musitó el Slytherin, con la
sensación de que estaba dentro de un sueño, un sueño
del que no quería despertar- no puedo creer que se haya ido.
Tú me has salvado de él, Harry.
Por toda respuesta,
Harry recorrió con sus dedos la suave piel del antebrazo, y
después, impulsivamente, agachó la cabeza para besarla
con delicadeza. Draco se estremeció de nuevo. Cuando
Harry volvió a incorporarse, volvieron a perderse el uno en
los ojos del otro, leyéndose mutuamente el pensamiento
- Y
tú me has salvado la vida. Dos veces –puntualizó con
una insegura sonrisa.
Draco iba a añadir que él le
había librado de Nott, cuando Snape se agachó y cogió
algo del suelo. Cuando volvió a incorporarse, tenía en
las manos un cuchillo manchado de sangre.
- ¿Un cuchillo?
–murmuró, mirando a Harry entre admirado y horrorizado- ¿has
matado al mago tenebroso más temido de todos los tiempos con
un simple cuchillo de cortar pan, Harry?
Harry se encogió
de hombros, incómodo al escuchar los susurros de asombro y
admiración. No pensaba decirlo en voz alta, pero Snape se
equivocaba. Cuando miró a Draco y vio sus ojos entornados,
supo que él también lo había reconocido, y había
comprendido que estaba contemplando el mismo cuchillo que había
estado a punto de truncar su relación años atrás,
y que ahora, irónicamente, era la pasarela hacia una época
en la que disfrutarían de la felicidad que se les había
negado y sabrían, por fin, lo que era vivir en paz el uno al
lado del otro.
- Deberíamos irnos –intervino Hermione,
que estaba apoyada en el hombro de Ron- los demás tienen que
estar preocupados.
- No, Granger –interrumpió Snape,
dejando caer el cuchillo al suelo con un estrepitoso sonido metálico-
aún nos queda algo por hacer.
Los jóvenes no habían
tenido tiempo de mirarse con sorpresa cuando, con sus características
y fluidas zancadas, Snape abandonó el corredor y salió
al exterior. Todos se apresuraron a seguirlo, y Draco contuvo una
exclamación de sorpresa cuando Snape, sin miramiento alguno,
agarró el borde de la túnica del cuerpo de su padre,
que hasta entonces le había pasado desapercibido por la
tensión de no saber si Harry estaba vivo y, haciendo gala de
una fuerza que jamás había dejado vislumbrar, quizá
porque nunca había estado tan furioso como en aquél
momento, le levantaba en vilo.
- La mataste tú¿verdad,
asqueroso cerdo? –masculló, mirando a los cada vez más
apagados ojos azules.
- ¿Qué? –exclamó
Draco, atónito.
Pero, aún medio muerto, Lucius
seguía siendo un digno Malfoy. Un atisbo de sonrisa se dibujó
en su rostro, una chispa de orgullo brilló en los ojos
claros.
Snape soltó algo que bien parecía un aullido
de furia y levantó la mano libre. Sin embargo, no pudo
descargarla con todas sus fuerzas contra su antiguo amigo, pues
alguien sujetó su brazo.
- ¡Draco! –exclamó.
-
No puedes matarle, padrino. ¡No antes de que confiese por qué
la mató! –rugió Draco, apuntando a su padre con un
dedo acusador.
- ¿Por qué mató a quién?
–intervino Neville, algo desconcertado.
- A Narcissa Malfoy
–replicó Harry en un hilo de voz, mientras su mente empezaba
a comprenderlo todo.
- Draco, no creo que... –empezó
Snape, mirando a su ahijado.
Pero Draco ya no le escuchaba.
-
¿Por qué? –preguntó con la voz trémula-
¿Por qué mataste a mamá, padre¡¿Por
qué!
Para entonces, Harry ya había llegado junto a
él, y le sujetó familiarmente por los hombros. Lucius
esbozó una mueca de desprecio al ver que su hijo se dejaba
abrazar por Potter, alterado y tembloroso.
- Eres débil
como ella... –logró susurrar desdeñosamente.
-
¡Contesta o me aseguraré de que te torturen
convenientemente antes de morir! –aulló Draco, sintiendo que
perdía la cabeza.
Bingo. Harry contempló con
sorpresa como el miedo se reflejaba en los ojos de Lucius. Sólo
entonces recordó que, al fin y al cabo, Malfoy había
sido uno de los mortífagos que habían renegado de
Voldemort en lugar de soportar la tortura que aguardó a otros
como los Lestrange. Evidentemente, Lucius no tenía madera de
mártir, por lo que empezó a hablar rápidamente,
aunque cada vez le costaba más llenar sus pulmones de aire.
-
En el asalto a la vivienda Dursley... –empezó, con un hilo
de voz. Todos se inclinaron al frente para escucharle- no te
comportaste como el Amo esperaba.
- ¿Cómo que no?
–exclamó Draco, indignado- ¿qué más
quería esa sabandija que hiciera?
Lucius ni siquiera se
ofendió por el insulto de su hijo hacia su derrocado señor.
Sabía que los aurores del Ministerio no eran ningunos
angelitos, y que sufriría enormemente antes de morir si ellos
se lo proponían.
- No participaste en la tortura de Dudley
Dursley –susurró. Draco sintió vagamente cómo
el cuerpo de Harry se tensaba- sólo le mataste, pusiste fin a
su dolor. Fuiste demasiado compasivo.
Casi se podían
escuchar rechinar los dientes de Harry, pero el moreno mantuvo la
boca cerrada.
- Voldemort se presentó en la Mansión
Malfoy. Desconfiaba de ti... y ahora veo que con razón –a
pesar de todo, consiguió imprimir un deje de decepción
a su voz-. Quería torturarte, obligarte a confesar si eras
leal o no... y matarte si no lo eras.
Draco se estremeció.
Conocía las torturas de Voldemort, y sabía que casi
siempre acababan con la muerte del reo... No tenía duda alguna
de que tras una dolorosa sesión a cargo del Innombrable, sería
capaz de confesar hasta sus más íntimos secretos.
-
¿Por qué no lo hizo?
- Porque tu madre se interpuso,
cómo no –repuso Lucius con una mueca de asco en el rostro-.
Se echó a los pies del Amo, le rogó que te diera una
oportunidad para demostrarle su lealtad.
La comprensión
empezó a abrirse paso en la confusa mente del joven Malfoy.
-
Ese maldito ritual... mataste a mamá para que yo pudiera
llevarlo a cabo, y así demostrar mi fidelidad a Voldemort.
-
Ella misma lo propuso –repuso Lucius, y su hijo supo que no
mentía-. Voldemort aceptó, y yo la maté.
-
Sin duda te ordenó que tú la mataras para que eso no
afectara a una posible venganza sobre Draco –intervino fríamente
Snape-. Voldemort aprendió bien la lección con Lily
Potter, no quería que volviera a ocurrir.
- Pero –añadió
Harry, hablando por primera vez- si Narcissa murió para
proteger a su hijo y fue Lucius quien la ejecutó... ¿por
qué la maldición no rebotó?
- Rebotó,
pero en ese momento todo el mundo tenía los ojos puestos en
Draco –explicó pausadamente Snape- nadie se fijó en
su padre.
- Pero, cuando Voldemort intentó matarme por
primera vez –insistió Harry- a mí sólo me dejó
una cicatriz, mientras que él murió instantáneamente.
Y, sin embargo, Lucius aún vive y durante unos minutos Draco
pareció muerto.
Snape cerró los ojos, meditando la
pregunta de Harry. Durante un interminable minuto lo único que
se escuchó en el ensangrentado patio fue la respiración
jadeante de Lucius.
- A eso no puedo responderte con seguridad,
Harry, porque como comprenderás es un tema poco estudiado
–respondió, al fin, clavando la mirada en Potter-. Pero la
experiencia me dice que hay pequeños factores que alteran los
hechizos... probablemente tuvo algo que ver el que Lucius no
utilizara su propia varita para disparar a Draco, o quizá
fuera que Narcissa no se interpuso físicamente entre su hijo y
su marido, o quizá que él realmente no quería
matar a Draco sino a ti... o qué se yo –terminó el
profesor, encogiéndose de hombros-. El caso es que la
protección de la sangre de Narcissa sobre su hijo era menos
poderosa que la de tu madre sobre ti, Harry. Por eso Draco se
desmayó, por eso Lucius no murió instantáneamente.
El hechizo afectó ligeramente a Draco, cosa que no ocurrió
contigo. Afortunadamente, no fue lo suficiente para matarle...
–concluyó Snape, suavizando la expresión mientras
miraba a su ahijado con cariño.
Mentalmente, Harry dio las
gracias a Narcissa Malfoy, mientras su hijo, todavía
conmocionado, asimilando lo que había ocurrido, permanecía
en silencio.
Snape se giró hacia Malfoy, y, con una sonrisa
de placer en el rostro, descargó su puño en la rubia
sien del padre de su ahijado. Y nadie intentó detenerle.
El
cuerpo de Lucius realizó una trayectoria parabólica. Su
cabeza crujió espantosamente cuando fue a golpearse con lo que
quedaba de la fuente de los Hermanos Mágicos. Cuando cayó
al suelo, su pelo rubio goteaba sangre, y sus ojos estaban
vidriosos.
Lucius estaba muerto. Y nadie sintió pena por
él. Ni siquiera su hijo.
Severus Snape fingió
arreglarse la túnica para recuperar el control de sí
mismo. Después, se giró hacia Draco y, cariñosamente,
palmeó su hombro con sus largos dedos.
- Creo que es hora
de irnos –declaró, mirándolos a todos- aquí ya
no tenemos nada que hacer.
Los jóvenes obedecieron
instantáneamente a su viejo profesor. Con alivio, empezaron a
abandonar el patio donde se hallaba la Fuente de los Hermanos
Mágicos, atravesando el corredor que les separaba del lugar
donde se suponía que deberían de estar esperando el
resto de la Orden del Fénix.
Draco, Harry y Snape fueron
los últimos en salir.
- ¿Vienes, Severus? –preguntó
Harry, mirando a su profesor.
El aludido asintió
distraídamente.
- Ahora voy, Harry. Esperadme fuera.
El
Gryffindor asintió, y se llevó a Draco a un lugar
donde, al menos, ya no tuviera que seguir viendo el cadáver de
su cuerpo.
Severus Snape aún permaneció allí
durante unos segundos, pensando en los cuerpos de Lucius Malfoy y
Theodore Nott, que yacían en el patio contiguo esperando a que
vinieran a por ellos. Pasado y futuro de un colectivo que sembraba el
odio, separados por una diferencia de más de veinte años,
pero poseedores del mismo fanatismo, el mismo orgullo, el mismo gusto
por matar e inflingir daño. El penúltimo y el último
mortífago, leales a Voldemort hasta la mismísima
muerte.
Dio las gracias porque alguien hubiera aparecido para
impedir a Draco convertirse en uno de los suyos.
Y sin querer
perder un minuto más de su tiempo pensando en un ser que le
había robado ya demasiados años, Severus Snape salió
del patio, abandonando tras de sí toda una vida dedicada a la
intriga, al sigilo, a la lucha contra aquella idea que, esperaba,
había muerto definitivamente aquél día, en un
oscuro corredor dentro del Ministerio de Magia, llevándose
casi tantas vidas con su muerte como terror había sembrado en
vida.
