Lucharé a tu lado
Género: T.
Advertencia:
Este fic es un Harry/Draco, shonen-ai, slash, yaoi... chico-chico,
vamos. Si no te gusta, no lo leas.
Disclaimer:
Harry Potter no me pertenece. Si Harry Potter me perteneciera,
primero yo estaría nadando en dinero, y segundo Cho Chang no
existiría.
Nota preliminar: buenas de nuevo, aquí os pongo la segunda parte del Epílogo (habrá mínimo otra más). Me han llegado bastantes mensajes de gente que no se entera de quién es hijo de quién, así que aquí va una breve explicación: Ron y Hermione tienen dos gemelos, Ginny y Viktor. Blaise y Pansy también tienen otros dos hijos, Anthony y Henry. Luna y Neville tienen a Frank, Ernie y Hannah a Justin, y Leonard Nott es el hermano pequeño de Theodore, adoptado por... ya lo veréis xD En cuanto a Harry y Draco, tienen dos niños adoptados, Lily Avery y Josh Lestrange, y si queréis saber por qué, seguid leyendo :P
Epílogo (II)
Thomas Wood ni siquiera se inmutó cuando
Draco Malfoy entró en el vestuario de Gryffindor. Estaba más
que acostumbrado a ver al jefe de Slytherin campar allí a sus
anchas. Además, en aquél momento estaba muy ocupado
disimulando las lágrimas que quemaban sus ojos.
- Hola,
Wood. ¿Dónde está?
- Allí dentro,
profesor –replicó el guardián con la voz
entrecortada, señalando el lugar donde se encontraban las
duchas de las chicas.
- ¿Con Harry?
Wood asintió.
Draco hizo ademán de dar media vuelta, pero bruscamente se
detuvo. Suspirando, se agachó frente al banco en el que se
encontraba el guardián de Gryffindor, quien, sobresaltado, se
enderezó bruscamente.
- Tom –empezó Draco,
sintiéndose extrañado de sí mismo- ya sé
que te hacía ilusión ganar la copa al ser éste
tu último año en el equipo de quidditch de
Gryffindor...
Thomas se mordió el labio inferior, y Draco
se apresuró a continuar.
- Pero has jugado bien, muy bien.
Y sabes que yo nunca hago halagos a la ligera, y menos a los
Gryffindors... al menos a los que no están emparentados
conmigo –esta vez sí consiguió que el compungido Wood
sonriera-. El año pasado ganasteis la copa... y el anterior
también –remató con una mueca de disgusto-. Algún
día teníais que dejarnos algo a los demás¿no
crees?
Wood dio un suspiro tan hondo que pareció
estremecerse de los pies a la cabeza.
- Lo sé, profesor
Malfoy, es sólo que...
- ...que a Wood no le gusta perder,
ni siquiera en los entrenamientos. En eso te pareces mucho a tu
padre, Tom.
Draco y Thomas giraron la cabeza. En la puerta del
vestuario de las chicas había aparecido Harry, sosteniendo en
brazos a Lily. La pequeña buscadora tenía el rostro
congestionado y bañado en lágrimas.
Draco suspiró.
¡Quidditch! Aunque él también había sido
jugador, y de los buenos, jamás había sufrido tanto con
las derrotas de su equipo. Hermione seguía opinando que aquél
maldito deporte daba más disgustos que alegrías, y, en
ese momento, mientras veía a su llorosa hija, Draco le dio
mentalmente la razón.
Harry se acercó a Draco y le
pasó a su hija, quien inmediatamente rodeó con los
brazos el cuello de su padre. Después, se sentó en el
banco al lado de Wood.
- ¿Cuántas ofertas de equipos
profesionales has recibido ya, Tom?
- Pues... unas dos o tres,
profesor.
- ¿Y estás aquí llorando porque no
has ganado la Copa de Quidditch de la escuela? –preguntó
Harry, fingiéndose ofendido- ¿cuántas veces la
has ganado desde que eres guardián?
- Cuatro, profesor
–respondió Thomas, y una sonrisa afloró a sus
labios.
Draco contempló en silencio a Harry. El jefe de
Gryffindor parecía tener un don especial para consolar a sus
jugadores, reconoció el Slytherin mientras veía cómo
el rostro de Thomas se iba animando... por no hablar de su propia
hija, que desde que había hablado con su padre estaba mucho
más tranquila.
Al fin, con una palmada en la espalda, Harry
obligó a Thomas Wood a salir al exterior y reunirse con sus
amigos. Después se giró hacia Draco.
- Hacer trampas
para favorecer a Gryffindor, animar a mis jugadores... –enumeró
enarcando las cejas-. Empiezo a pensar que sufres una grave crisis de
identidad, Draco. Dentro de nada te veré utilizando mi vieja
túnica de Gryffindor, y no sé por qué no me
extrañará en absoluto.
- Eso sería demasiado
para un Malfoy, Harry –replicó Draco con una carcajada
mientras dejaba en el suelo a Lily-. Salazar Slytherin se revolvería
en su tumba.
En ese momento, la puerta del vestuario se abrió
parcialmente, dejando entrever el rostro de Josh.
- ¿Puedo?
- Adelante, Lestrange.
Los ojos del joven Slytherin repararon
de inmediato en el aspecto compungido de su hermanastra.
- ¿Por
qué lloras, Lily¡Has atrapado la snitch! –se quejó,
cruzando una mirada desesperada con Draco.
- Sí, pero hemos
perdido –repuso la pequeña con un mohín de
disgusto.
- ¿Y? –preguntó, llegando junto a ella-.
Es sólo un partido de quidditch, no se acaba el mundo.
-
¡No es sólo un partido de quidditch, Josh! –explotó
Lily, y Harry y Draco cerraron los ojos al mismo tiempo. Ya empezaban
otra vez...- ¡Era el partido más decisivo del curso¡Y
sabes lo importante que es para mí!
Josh no contestó
inmediatamente. Sus ojos miraron con repentina frialdad a su
hermanastra.
- Sí que lo sé, por eso llevo dos
semanas preparando esa pancarta¿recuerdas? –señaló
con calma, intentando no traicionar sus sentimientos.
Lily, que
estaba preparada para contestar airada a su hermano, enmudeció
repentinamente. Harry casi pudo ver cómo su mente se quedaba
en blanco, sin saber qué decir. Transcurrieron unos segundos
de incómodo silencio, mientras los dos hermanos adoptivos se
miraban con cautela.
- Los demás nos están esperando
–dijo Josh al fin, señalando con la cabeza al exterior-
¿Vienes?
- ¡Claro! –aceptó aliviada Lily,
dedicando a su hermanastro una enorme sonrisa.
Y, después
de despedirse de sus padres, los dos estudiantes salieron del
vestuario, charlando con aparente calma, sin que quedara rastro
alguno de la tormenta que había estado a punto de estallar
momentos antes.
- ¿Weasley y Granger también eran
así? –preguntó Draco segundos después.
-
Calcados –replicó Harry con un suspiro de resignación-.
Sólo que era Ron el que le reprochaba a Hermione que no
tuviera ni idea de quidditch.
- En tal caso te compadezco
–reconoció Draco, moviendo la cabeza con consternación.
Los
dos profesores salieron, al fin, al exterior. Ya casi era de noche, y
decenas de pequeños puntos de luz habían empezado a
iluminar el castillo de Hogwarts. Con ademán cansino, los dos
profesores se encaminaron hacia allí.
- Parece que este año
te llevarás la copa... –murmuró Harry, limpiando sus
gafas con la manga de la túnica.
- Como si me importara
–replicó Draco, pensando aún en el rostro triste de
Lily.
Harry le dirigió una sonrisa burlona.
- Y lo dice
el hombre que una vez se disfrazó de dementor para intentar
asustar al equipo contrario...
Los dos ex-buscadores se echaron a
reír a carcajadas al recordar la escena.
- Eran otros
tiempos –contestó Draco, aún entre risas.
- Sí,
eran otros tiempos –reconoció Harry-. Tú y yo
intentábamos tirarnos mutuamente de la escoba con la
inestimable ayuda de los golpeadores, la semana anterior a un partido
ambos teníamos que ir con guardaespaldas por los pasillos y...
¿cuántas veces hemos estado a punto de morir al caernos
desde más de diez metros de altura? –suspiró-. Pero
ahora la que juega es nuestra hija, y estamos preocupados simplemente
porque ha perdido el partido y está decepcionada.
- ¿Es
un reproche, Potter?
- No, es la constatación de un hecho
–replicó Harry tranquilamente- yo me siento tan mal como
tú.
Sin decir una palabra, sumidos en sus propios
pensamientos, los dos llegaron al castillo y se encaminaron a su
habitación. Ser padres no había sido una tarea fácil
para dos homosexuales que, para más inri, eran hijos únicos
y no habían siquiera vivido la experiencia de cuidar a un
hermanito o primo cercano. Y el problema se acentuaba si se tenía
en cuenta que trabajaban en el lugar de residencia de sus niños,
y que, encima, les daban clase. La imparcialidad nunca había
sido un problema, pues ambos eran tan estrictos en sus respectivas
asignaturas que pronto Lily y Josh aprendieron que ni papá
Harry ni papá Draco pensaban subirles siquiera una décima
por ser quienes eran. Por contra, los dos habían tenido que
bregar con su instinto protector, que les conminaba a convertir en
hurón al primer estudiante que se metiera con uno de sus
hijos. Afortunadamente Josh Lestrange aprendió pronto, no sólo
a cuidarse solo, sino a velar también por su hermana, y sus
padres dejaron de consultar obsesivamente el mapa del merodeador para
ver por dónde andaban sus retoños.
Interrumpieron
sus meditaciones al llegar a la puerta de su habitación. Era
un cuarto pequeño pero cómodo: un dormitorio con su
correspondiente cama doble, un aseo y un escritorio alargado que
ambos compartían cuando tenían que corregir exámenes.
No necesitaban más. Cansado, Draco se dejó caer en la
cama después de quitarse la bufanda verde, que guardó
con pulcritud en el armario, y Harry se tumbó a su lado,
siendo inmediatamente abrazado por el rubio.
- Tenemos que hablar,
Draco –empezó el Gryffindor, armándose de
valor.
Draco sonrió con tristeza, mirando la oscura
habitación.
- Me preguntaba cuánto tardarías
en decírmelo.
- ¿Tan evidente es?
- Te conozco
desde los once años, sé cuándo estás
molesto por algo, Harry. Dispara –ordenó suavemente,
encarando a Harry a pesar de que sus rasgos estaban difuminados por
la oscuridad.
El moreno apeló a todo su valor Gryffindor
para plantear el tema. Algo asustado , pero decidido, empezó a
hablar.
- ¿Cuántos años han pasado desde lo
del Ministerio?
- Muchos –respondió Draco
desconcertado.
- ¿Y cuántas veces hemos oído
contar lo que pasó allí?
- Muchas también
–replicó Draco frunciendo el ceño- ¿Harry,
adónde...?
- Tú te desmayaste. No viste lo que pasó
–continuó Harry haciendo caso omiso de sus protestas-. Pero
sabes en qué me convertí...
Draco se enderezó
bruscamente, encendiendo la luz en el proceso. Al mirar a Harry,
cualquier rastro de placidez había desaparecido de su
rostro.
- Harry James Potter, no me gusta nada el cariz que está
tomando esta conversación –advirtió, señalándole
con el dedo.
Harry se incorporó a su vez, evitando mirar a
su pareja a los ojos.
- Ya sé que no te gusta esta
conversación, por eso llevamos más de diez años
evitándola. Ya es hora de que nos enfrentemos al problema,
Draco.
- ¿Qué problema? –preguntó
desafiante el rubio.
Harry le miró a los ojos.
-
Yo.
Draco se quedó mirándole durante unos segundos,
inmóvil. Después resopló e hizo ademán de
levantarse de la cama, pero Harry le detuvo colocándole una
mano en el brazo.
- Draco...
- ¡Tú no eres un
monstruo! –exclamó ásperamente el rubio, girándose
hacia Harry, furioso- ¡y mataré al próximo que se
atreva a insinuarlo!
- Draco –respondió Harry,
acercándose a él para envolverle en un tranquilizador
abrazo, tratando de calmarle- no soy un monstruo, cierto. Pero puedo
serlo.
El rubio no dijo nada, y Harry tragó saliva y
decidió continuar.
- No somos inmortales, Draco, aunque a
veces lo parezca. Algún día, en un futuro que, si
Merlín quiere, será muy lejano, uno de los dos
morirá.
- ¿Te ha costado mucho llegar a esa
conclusión, Potter? –preguntó Draco en tono mordaz,
aún en su oído.
Harry puso los ojos en blanco e
ignoró las ironías de su novio.
- Si yo muero...
perfecto –Draco soltó un gruñido sarcástico,
pero Harry prosiguió- pero si eres tú el que me
dejas...
El Slytherin levantó la cabeza para mirarle y
Harry, a pesar de su fachada de absoluta impavidez, supo que estaba
aterrado.
- ¿Y, Harry¿Qué pasa si yo muero
antes que tú? –preguntó con un matiz de histeria en
la voz, apretando con fuerza sus manos en torno a la cintura del
Gryffindor como si tuviera miedo de perderlo en algún
momento.
Harry se forzó a sí mismo a mirar a Draco a
los ojos.
- Lo sabes perfectamente, Draco. Lo sabes porque
Hermione lo describió con precisión científica
el mismo día que Voldemort murió. Esos poderes... –se
detuvo, titubeante- siguen en mí, Draco. Puedo sentirlos.
Puedo percibir el ansia de sangre, de matar, de destruir... -el
Slytherin notó como su pareja se estremecía
ligeramente-. Una vez tú me dijiste que yo era lo único
humano que quedaba en tu vida. Ahora yo te digo, Draco, que tú
eres el único responsable de que yo siga siendo un ser humano.
El día que tú me faltes, yo... no sé en qué
me convertiré.
- Eso son tonterías, Harry –replicó
ásperamente Draco-. Aquélla fue una situación
especial. Si dentro de cincuenta años me muero de un infarto¿crees que volverá a pasarte lo de la otra vez?
- No
lo sé, Draco –contestó Harry con calma-. Pero si
existe la mínima posibilidad de que me pase... si vuelvo a
dejarme dominar por los poderes de Voldemort, ya nadie podrá
detenerme. Nadie. Mataré a todo el que se me ponga por delante
–aclaró, mirando fijamente a los ojos grises de su pareja-.
¿No crees que tengo la obligación de poner medios para
evitar que eso suceda?
- ¿Qué medios? –inquirió
Draco sin dejarse impresionar, aunque en sus ojos se veía lo
asustado que se sentía. Ansioso, repitió- ¿qué
medios, Potter!
Durante unos segundos se mantuvieron la mirada en
silencio. Después, Harry suspiró profundamente.
-
Hablaré con alguien. Alguien de confianza...
- ¿Para
qué?
- Para que, en caso de que a ti alguna vez te ocurra
algo, se encargue de... de asesinarme antes de que pueda dejarme
dominar de nuevo por el poder de Voldemort.
Draco casi tiró
a Harry a la cama, de tan bruscamente que se separó de él.
Horrorizado, furioso y terriblemente asustado al mismo tiempo, se
puso en pie de un salto mientras le miraba.
- ¿Vas a
hacerte asesinar¡¿ES QUE NUNCA PODRÁS DEJAR DE
SER SAN POTTER, HARRY!
- Draco, sé razona... –intentó
detenerle Harry.
- ¡Estoy harto de ser razonable¡¡Estoy
harto de hacer sacrificios¡¡Tú has salvado este
mundo, si alguien te tiene miedo es un desagradecido¡¡No
tienes por qué volver a sacrificarte por nadie!
- No me
sacrifico por nadie... –quiso mediar Harry, pero Draco le
interrumpió de nuevo.
- ¿Cómo crees
que me sentiré¡¿Cómo crees que será
vivir pensando que el día que yo muera a ti te asesinarán
por un temor estúpido!
- No es est... –empezó de
nuevo Harry, pero esta vez se interrumpió él solo al
ver que una lágrima recorría la suave mejilla de
Draco.
Paralizado, se quedó mirando al rubio mientras
sentía cómo el corazón se le encogía.
Nuevamente tuvo que apelar a todo su coraje para seguir adelante. Le
dolía, y mucho, hacerle daño a Draco, pero no pensaba
echarse atrás. Había meditado mucho aquella idea, y,
además, su sexto sentido Gryffindor le decía que estaba
haciendo lo correcto.
- ¿Y Lily y Josh, Harry? –preguntó
en un susurro Draco, intentando contener las lágrimas- ¿ni
siquiera por ellos querrás vivir?
Harry se levantó.
Rodeó con sus brazos a Draco, y el rubio, sin oponer
resistencia, enterró la cabeza en su pecho. Sintió los
sollozos contenidos que recorrían su garganta, y le estrechó
con fuerza, intentando calmarle.
- Precisamente lo hago por ellos,
Draco. No me sacrifico por la comunidad mágica, ni por el
Ministerio, ni por ninguno de los cobardes que en su día se
quedaron en su casa mientras tú y yo arriesgábamos
nuestras vidas. Me sacrifico por nuestros hijos, por Lily y por Josh.
Porque ellos puedan disfrutar de la paz que en tú y yo no
tuvimos.
Esta vez Draco no contestó. Reconociendo su
derrota, pero negándose a admitirla en voz alta, se mordió
los labios y permaneció quieto, en silencio, envuelto en el
familiar y agradable calor de Harry. Cerró los ojos, y ante
ellos pasaron, repentinamente, las escenas más duras de su
vida: su infancia sometido a la estricta educación de Lucius y
los mortífagos, sus años peleando con Harry en
Hogwarts, su intento de suicidio cuando creyó que lo había
perdido, su vida de agente doble, con todas las atrocidades que había
tenido que cometer para conservar su fachada... y el momento
agridulce en el que no dudó en salvar la vida del hombre al
que quería, sabiendo que moriría en el intento.
Una
vida llena de sacrificios, de temores, de dolor. Y de injusticia.
Porque no era justo que, aún diez años después,
todavía hubiera personas que temieran a Harry. Harry Potter,
el hombre al que, una vez disuelto por el paso de los años su
halo de heroicidad, muchos empezaban a contemplar con recelo. A Draco
no se le había pasado por alto el detalle de que todo el mundo
intentaba no disgustar a su pareja, como temiendo que éste
fuera a descargar la furia asesina que se había apoderado de
él en el Ministerio contra el primer encargado de
mantenimiento que dejara caer accidentalmente al suelo su escoba de
quidditch. Afortunadamente, para sus alumnos y para buena parte de la
comunidad él seguía siendo el héroe que había
derrotado a Voldemort. Pero para otros no era más que una
bomba de relojería, una bomba que podía estallar en
cualquier momento.
- Tú no eres un monstruo –empezó
de nuevo Draco, esta vez con apenas un hilo de voz-. No eres tú
quien ha asesinado, quien ha torturado a inocentes, quien ha... –la
voz de Draco se quebró-. Si hay aquí algún
monstruo, ése sin duda soy yo.
Harry le miró durante
unos segundos, sorprendido, aunque no mucho. Era la primera vez que
el rubio manifestaba sus sentimientos de culpa en voz alta, pero
Harry tenía otras formas de saber lo que le pasaba por la
cabeza. Porque Draco Malfoy seguía sufriendo, casi cada noche,
angustiosas pesadillas que a menudo les despertaban a los dos. Y
como, además, seguía hablando entre sueños,
Harry conocía más acerca de su vida de mortífago
de lo que realmente hubiera deseado saber. Pero solícito,
noche tras noche, Harry abrazaba fuertemente a su novio, velaba por
su sueño y le despertaba si sufría alguna pesadilla
particularmente violenta. Ninguno de los dos se quejaba. Era el
precio que tenían que pagar por la felicidad.
Cariñosamente
Harry le revolvió el pelo y le besó brevemente, esta
vez en los labios.
- Todo eso quedó perdonado hace tiempo,
y lo sabes –inspiró profundamente, separándose unos
pasos de él-. Ahora tengo que irme, Draco.
Malfoy no abrió
la boca, pero en sus ojos grises se reflejó una muda pregunta,
una pregunta que no se atrevía a formular.
- Sí,
voy a ver a... a la persona en la cuál he decidido confiar
–reconoció a regañadientes Harry, evitando mirar a
los ojos a un dolido Draco.
- Ya veo –fue la lacónica
respuesta de éste.
Harry agarró el pomo.
-
Draco...
- ¿Sí?
- Júrame que no me
seguirás –pidió imperiosamente, girándose para
mirarle.
Draco alzó las cejas.
- ¿Qué?
-
Que no me seguirás –repitió con calma Harry-. Júrame
que no intentarás averiguar jamás quién es la
persona encargada de esto. Que no intentarás... hacerle
nada.
- ¿Cómo! –exclamó Draco,
sobresaltado e indignado- ¿que no le haga nada? Pero¡¿por
quién me tomas, Potter!
Harry no se amilanó.
Esbozando una leve sonrisa, abrió la puerta.
- Por alguien
que me quiere demasiado.
Y, con esto, salió de la
habitación y cerró la puerta a sus espaldas, dejando a
un desarmado Draco en su interior. El rubio Slytherin contuvo el
primario impulso de seguirle, y, dejándose caer en la cama,
empezó a pensar. No quería admitirlo , ni siquiera a sí
mismo, pero en el fondo sabía que Harry tenía razón.
Porque Draco no era tonto, y desde que hacía más de
diez años Hermione le había relatado con pelos y
señales lo que le había pasado a Harry después
de su supuesta muerte, había pensado en ello cientos de veces.
Y le asustaba hacerlo, porque suponía, irremediablemente,
acabar concluyendo en que el plan de Harry era lo mejor para Lily y
Josh.
Josh y Lily... se le hizo un nudo en la garganta al pensar
tan sólo en la posibilidad de que sus hijos vieran a su
adorado papá Harry convertido en aquella bestia humana que
había derrotado a Voldemort... Porque la presencia de
esos dos niños que hacía diez años habían
decidido introducir repentinamente en sus vidas era, en ocasiones, lo
único que conseguía despejar la ceguera que cubría
los ojos de Draco en todo lo que a Harry se refería...
Más de un año después de
la batalla en el Ministerio de Magia, Harry y Draco decidieron ir a
visitar a Arthur Weasley en su nuevo despacho. La verdad es que,
después de la dura pelea que había tenido lugar allí,
el Ministerio había tenido que ser temporalmente desalojado
mientras se arreglaban los desperfectos, en algunos casos graves, que
había sufrido la estructura.
- ¿Nombres?
–preguntó con aburrimiento el guarda, ojeando El
Profeta del día.
- Harry Potter y Draco Malfoy
–respondió el Slytherin.
Tal y como habían
previsto, el guarda levantó la mirada del periódico con
tanta violencia que le crujieron las vértebras. Inmediatamente
se puso en pie con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro.
-
¡Ustedes...! –inmediatamente se ruborizó, al parecer
dándose cuenta de que ésa no era la actitud propia de
un guardia de seguridad, e intentó recobrar la compostura- ¿me
dejan sus varitas?
- Por supuesto –respondió
Harry reprimiendo una sonrisa. Draco tenía el rostro tan
impasible como de costumbre, aunque, por la mirada que dirigió
al guarda, su pareja adivinó que no le hacía muy feliz
verse reconocido por doquier.
El vigilante le devolvió
sus varitas y les hizo una señal, indicándoles que
pasaran.
- Gracias –respondió Harry, cogiendo
su varita y entregándole la suya a Draco-. Que tenga usted un
buen día.
El guardia no respondió.
Boquiabierto, observó cómo los dos magos pasaban ante
él. Cuando se hubieron alejado un par de pasos, volvió
a levantarse.
- ¡Señor Potter, señor
Malfoy!
Los dos se dieron la vuelta al mismo tiempo.
Malfoy parecía sorprendido, pero el semblante de Potter seguía
siendo amigable. El guardia sonrió, sin saber muy bien qué
decir.
- Sólo quería darles las gracias.
Por todo.
Draco alzó una ceja, pero Harry, más
acostumbrado, asintió con la cabeza y siguió andando.
-
¿Cómo lo soportas, Harry? –susurró Draco en su
oído.
Harry sonrió.
- Cuando
has visto como cada día te insultaban y vilipendiaban en El
Profeta, Draco, esto te parece una bendición –replicó
tranquilamente.
- Aún así... –gruñó
el rubio, advirtiendo cómo todas las personas que se cruzaban
se les quedaban mirando con aire embobado.
- Compórtate
normalmente, y, si te saludan, responde –le instruyó Harry
con una chocante naturalidad, mientras los dos subían al
ascensor-. Tú no pierdes nada y ellos llegarán a su
casa felices de poder contar que nos han visto a los dos juntos. Y
recalco lo de juntos.
La puerta del ascensor se cerró
a sus espaldas. Draco, más relajado al verse libre de miradas
indiscretas, sonrió.
- Esto me recuerda al último
partido que jugamos... cuando todo el mundo esperaba que nos diéramos
el lote en pleno campo.
Harry alzó la ceja en una
perfecta imitación de su novio.
- ¿Darse el
lote¿Desde cuándo un Malfoy utiliza esa clase de
expresiones tan muggles? Empiezo a pensar que tu sangre pura se está
corrompiendo, cariño.
- Calla, mestizo –le
espetó Draco cariñosamente. Últimamente estaba
más risueño que de costumbre, y Harry sabía por
qué: a Draco le encantaba su nueva vida.
Los dos
salieron del ascensor, rumbo al despacho del Ministro. Harry contuvo
la risa cuando vio que Draco aplicaba al pie de la letra sus
instrucciones. Cuando un funcionario les detuvo para saludarles,
Draco le estrechó la mano efusivamente, como si en realidad no
estuviera deseando lanzarle una maldición.
Al fin
llegaron al despacho del Ministro. La secretaria, una bruja en edad
madura pero atractiva, ni siquiera les miró. Estaba demasiado
ocupada ojeando una revista.
- Venimos a ver al Sr.
Weasley.
- ¿Tienen cita? –preguntó en
tono mecánico.
- Sí.
-
¿Nombres?
Draco suspiró, anticipándose
a su reacción.
- Harry Potter y Draco Malfoy.
Al
menos la bruja tuvo la decencia de disimular el respingo que dio al
escucharle. Ni siquiera levantó la cabeza al instante, sino
que, con una parsimonia que la delataba, simuló que revisaba
una agenda y, al fin, les miró.
Harry se mordió
los labios para contener una sonrisa. Siempre había creído
que le resultaría insoportable atraer la atención de la
gente cuando derrotara a Voldemort, pero ahora se había
encontrado con la sorpresa de que el principal objeto de atención
de todo el mundo no era él sino Draco. El rubio ejercía
una atracción irresistible en la mayoría de las
personas, no sólo porque a Harry ya le tenían muy
visto, sino porque a toda la comunidad mágica le había
parecido enternecedora la historia de aquél atractivo chico de
aristocrática ascendencia que, renegando de Voldemort, casi
había dado la vida por Harry Potter. Draco intentó
ocultar el rubor que empezaba a cubrir sus mejillas.
-
¿Podemos entrar ya? –preguntó en un tono que rayaba
el umbral entre la buena educación y la insolencia, algo
insólito en él.
La bruja pareció
desconcertada.
- ¿Eh? Sí, esperen que avise
al Señor Weasley... bueno, qué digo, pueden entrar sin
que le avise... al fin y al cabo, son ustedes dos.
- Sí,
gracias, eso ya lo sabemos –replicó Draco sin poder
contenerse. Después, dio media vuelta y se dirigió a la
puerta, seguido por un Harry que hacía verdaderos esfuerzos
para contener la risa.
La bruja suspiró cuando los
dos entraron al despacho del Ministro.
- Qué
desperdicio de chico... tan guapo y tan inaccesible... –murmuró
para sí, y siguió leyendo Corazón de
Bruja
Arthur estaba sentado en su sillón,
revisando unos papeles con su característico aire entusiasta.
Se levantó de un salto cuando los dos jóvenes
entraron.
- ¡Draco, Harry! –saludó,
haciéndolos pasar- ¡ya era hora de que aparecierais por
aquí!
- Sabemos que has estado muy ocupado,
Arthur –explicó Harry.
- Uno nunca está
ocupado para recibir a sus amigos –contrarreplicó Arthur,
invitándolos a sentarse. Después, antes de que ninguno
de los dos pudiera decir una sola palabra, cogió un papel de
su escritorio y se lo tendió a Draco- ¿qué os
parece?
El rubio frunció el ceño. Lo que
tenía delante era un dibujo de algo que parecía una
estatua...
- ¿Qué es?
- El
proyecto que ha sido elegido para sustituir a la Fuente de los
Hermanos Mágicos –explicó Arthur, mientras Draco y
Harry juntaban las cabezas para mirarlo-. Por lo menos será
más realista que la anterior... Oh, perdonadme.
Una
lechuza entró en el despacho. Harry adivinó que vendría
de fuera, pues dentro del Ministerio ya no se utilizaban lechuzas.
Mientras Arthur leía la carta, examinó el dibujo con
Draco, quien parecía muy concentrado en él.
Enseguida
adivinó por qué. La nueva estatua mostraba a un león,
a cuatro patas, en todo su esplendor, con la boca abierta en un mudo
rugido. A los pies del león, entre sus dos patas delanteras,
estaba representado un tejón, con el hocico alzado. En el lomo
del felino descansaba una enorme águila, que fijaba en el
frente su mirada astuta.
Y, levemente enroscada alrededor
del tórax del león, pero en ademán nada
agresivo, una serpiente alzaba también la cabeza, con la
bífida lengua fuera.
- Me gusta –decidió
Harry tras unos segundos, mirando a Draco- ¿a ti no?
-
Sí –reconoció el rubio, intentando ocultar que el
dibujo le había emocionado más de lo que debería-
aunque no me hace mucha gracia la idea de pensar que soy una
serpiente enroscada en tu cuello.
Harry soltó una
carcajada y volvió a dejar el dibujo en la mesa de Arthur.
Sólo entonces se dio cuenta de que éste fruncía
el ceño con ademán apesadumbrado, recorriendo con sus
ojos la carta una y otra vez.
- ¿Algún
problema, Arthur? –preguntó cautelosamente.
- No
–murmuró el Ministro de Magia, soltando el pergamino con un
suspiro- es sólo que me da pena... ¿tú sabías
que Avery iba a tener un hijo, Draco?
- ¿Qué?
–replicó Draco- ¿el mortífago Avery? Que yo
recuerde no tenía hijos, Arthur.
- Su mujer estaba
embarazada el día de la batalla final –puntualizó el
ministro con ademán cansado.
- Oh... –murmuró
el Slytherin- ahora sé por qué no participó,
porque era tan fanática como su marido. Probablemente le
prohibieron hacerlo...
- ¿Por qué la
mencionas, Arthur¿Le ha pasado algo? –preguntó
Harry.
- Al descubrirse su estado, Harry, la ingresamos
con fuertes medidas de seguridad en San Mungo para que no hiciera
ninguna tontería que pusiera en peligro la vida del bebé
–explicó Arthur con tristeza-. Su hija nació hace
tiempo, aunque ella no consintió verla, ni siquiera le puso un
nombre. Y hoy...
Arthur Weasley hizo una pausa, arrojando
a la papelera el pergamino.
- Aprovechando un un descuido
de sus cuidadores, la Sra. Avery se ha suicidado.
- Oh...
–murmuró Harry, sin saber qué decir- bueno, supongo
que es una pena.
- No, Harry, la pena es la niña
–rectificó Arthur-. Una más al orfanato...
-
¡Un momento, Arthur! –exclamó Draco, quien hasta
entonces parecía ausente- ¿Pretendes decirnos que el
bebé Avery no tiene a nadie en el mundo que la cuide?
Arthur
miró a Draco con incredulidad.
- Draco, tú
mejor que nadie deberías saber que todos los parientes del
bebé están muertos. ¿Acaso no eran todos
mortífagos?
Draco asintió lentamente,
cayendo en la cuenta de que era verdad.
- Entiendo...
-
¿Y por qué has dicho una más, Arthur¿Es
que hay más hijos de mortífagos en el orfanato?
–preguntó Harry.
- ¿Que si hay más,
Harry? Pues todos los que no eran lo suficientemente mayores para
morir en el Ministerio. Los mortífagos pertenecían a
familias de sangre pura muy cerradas, todos con sus mismas
inclinaciones... casi todos sus familiares están muertos o
encerrados en Azkaban.
- ¿Y piensas dejarlos ahí?
–inquirió Harry, atónito por lo que estaba
escuchando.
- ¿Qué quieres que yo haga?
–replicó Arthur, algo molesto-. Es el único lugar
adonde pueden ir. A no ser que alguien quiera adoptarlos... pero
claro, si usualmente es difícil buscar hogar a un huérfano,
ya resulta poco menos que imposible si ese chico o chica lleva
apellidos como Avery, Nott, Lestrange o Macnair... –añadió,
moviendo la cabeza con pesadumbre.
- ¡Pero no
podemos permitir que se queden ahí! –exclamó Harry,
inclinándose hacia delante.
Arthur le miró,
sorprendido por la desesperación que denotaba su voz. Cuando
giró la cabeza hacia Draco en busca de una explicación,
se dio cuenta de que el rubio estaba pensativo.
- ¿De
qué hablas, Harry?
- ¿No te das cuenta,
Arthur?
- ¿De qué? –preguntó el
Ministro, desconcertado.
Pero no fue Harry quien
contestó, sino Draco.
- Voldemort creció en
un orfanato –declaró en tono neutro..
- Exacto
–corroboró Harry, asintiendo enérgicamente- Tom
Ryddle creció en un orfanato.
- ¿Y?
-
¿Es que no lo entiendes? Parte del rencor que luego le
convertiría en el Señor Tenebroso se generó
allí, en ese orfanato, rodeado de muggles que no le
comprendían... viviendo una infancia infeliz... –apoyó
las manos en la mesa, intentando captar toda la atención del
Weasley-. Arthur, nuestra lucha no acabó cuando yo maté
a Voldemort, nuestra lucha también incluye evitar que surja
otro Voldemort en un futuro. Es muy fácil que esos chicos
vuelvan a caer en las garras del lado oscuro, si crecen rodeados de
amargura e infelicidad... al fin y al cabo llevan los apellidos de
insignes mortífagos, no les costaría nada adivinar su
procedencia y empezar a generar odio contra el mundo que les
apartó.
Arthur parpadeó, sorprendido, y de
inmediato se dio cuenta de que Harry llevaba razón.
Desconcertado, miró a los dos jóvenes que tenía
delante.
- ¿Y qué me sugerís que
haga? –preguntó.
Harry sonrió para sí.
Ésa era una de las cualidades que más famoso habían
hecho a Arthur como Ministro: al contrario que los pretenciosos Fudge
y Scrimgeour, no dudaba en pedir ayuda si se encontraba perdido. Y
por eso pocas veces se equivocaba, porque sabía pedir ayuda a
las personas adecuadas.
- Hay que movilizar a la
comunidad mágica... hay que conseguir que adopten a esos
niños, Arthur. Tienen que crecer en un entorno favorable,
rodeados de cariño, para que cuando sean mayores no sientan la
tentación de repetir los errores de sus padres.
Arthur
suspiró profundamente.
- Sí, Harry, pero...
como ya te he dicho, es prácticamente imposible que alguien se
decida a adoptarles. Yo puedo intentar convencer a la gente, pero no
puedo obligarles.
- Bien –repuso tranquilamente Harry-
en ese caso, estoy dispuesto a dar ejemplo adoptando a uno de ellos.
La gente cree que soy un héroe¿no? A lo mejor si yo
lo hago otros se deciden a hacerlo.
Había hablado
impulsivamente, y, en cuanto cerró la boca, se dio cuenta de
que ya no era sólo su opinión la que contaba. Miró
a Draco con una disculpa ya preparada, pero le sorprendió ver
que el Slytherin asentía con la cabeza, aprobando sus
palabras.
- ¿Estás de acuerdo? –preguntó,
sorprendido.
- Soy hijo de mortífago, Harry. Si tú
no me hubieras dado a mí una oportunidad, ahora yo estaría
muerto. Comprendo como nadie la situación de esos chicos.
-
Pero... –intervino Arthur- ¿sois conscientes de lo que
adoptar un niño significa? No es fácil, y os lo digo yo
que he criado a siete.
- Estamos dispuestos a intentarlo
–tomó la palabra Draco, y Harry le miró en señal
de agradecimiento.- No es ya un problema de ampliación
familiar, sino una cuestión de seguridad.
-
Exacto. No querrás que tus nietos vivan con la amenaza
constante de otro Voldemort¿verdad, Arthur?
Las
palabras de los dos jóvenes hicieron mella en el Ministro.
Durante unos segundos contempló su escritorio con aire
pensativo. Después, asintió.
- Está
bien, pareja, si eso es lo que queréis... creo que esta tarde
podré concertaros una cita con la pequeña Avery
–terminó con una sonrisa.
Efectivamente, esa
misma tarde fueron a verla. Era un bebé regordete y alegre que
enseguida les robó el corazón a ambos. Ni siquiera
tuvieron que consultarse mutuamente para saber si la adoptaban o no:
prácticamente desde el momento en el que la vieron en su cuna,
mirando a su alrededor con los ojos muy abiertos en expresión
de infantil curiosidad, sintieron que aquella criatura acababa de
arrebatarles el corazón. Al ver el brillo en los ojos de los
dos chicos, Arthur supo que ya se habían decidido; sólo
tuvo que preguntarles cómo pensaban llamarla.
Los
dos jóvenes se miraron, e, instantáneamente, supieron
la respuesta: Lily Narcissa Avery.
Cuando estaban a punto
de salir del orfanato, se cruzaron con otro niño, algo más
mayor que el bebé Avery. Ninguno de los dos tuvo que
preguntar su nombre para saber que estaba viendo al hijo de Bellatrix
Lestrange, pues su infantil rostro era una réplica del de su
madre, aunque tenía los ojos de Rodolphus. Sin embargo, en su
joven expresión no cabían aún ni la malicia ni
la locura de sus padres, pero, y eso fue lo que más impresionó
a Harry y a Draco, en sus ojos se vislumbraba una tristeza inaudita
en un niño de su edad. Evidentemente el pequeño Joshua
Lestrange no era nada feliz en aquél orfanato.
Harry
miró a Draco, y éste, a su vez, miró a Harry. Y
ni uno ni otro dijo una sola palabra, pero, para cuando abandonaron
el austero recinto del orfanato, ambos sabían ya que, en
cuestión de días, su incipiente familia iba a verse
aumentada con dos miembros más.
El enfado de Draco remitió mientras pensaba en sus hijos... Sí, los primeros meses habían sido duros, pero, con ayuda de la niñera que habían contratado, pudieron superar sus primeras dudas de padres homosexuales y primerizos. Y, aunque al principio estaban un poco confusos, una cosa sí habían tenido muy clara: no iban a engañarles. No iban a ocultarles que eran adoptados, no iban a ocultarles que no eran hermanos, y, por encima de todo, no iban a enmascarar su verdadera identidad cambiando sus apellidos, como todo el mundo quería que hicieran.
- ¿Por qué no se los cambiáis?
–preguntó Ron por enésima vez, mirando cómo
Josh jugaba con sus gemelos-. Basta ir al registro y solicitar que
los niños lleven tu apellido... o el de Draco... –añadió
rápidamente, mirando al aludido.
El rubio soltó
una carcajada.
- Si quieres ocultar la ascendencia
mortífaga de estos niños cambiando Avery o Lestrange
por Malfoy, Ron, me temo que pierdes el tiempo –replicó
sonriendo con sarcasmo.
- Bueno, pues entonces Potter
–insistió de nuevo el pelirrojo sin dejarse avasallar.
-
No, Ron –negó Harry, mirando con adoración a Lily,
que en esos momentos descansaba en brazos de su encantada tía
Hermione-. Se llaman Lestrange y Avery, y seguirán siendo
Lestrange y Avery. No pienso ser yo quien les engañe... sé
como se siente uno cuando le ocultan información sobre sus
antepasados, y, créeme, a la larga es peor. Así que
–añadió- si en un futuro ellos quieren cambiarse el
apellido, por mí perfecto, pero dejaré que tomen esa
decisión por propia iniciativa.
No hubo más que hablar. Cariñosa
pero firmemente, aprendiendo de sus propios errores y aceptando los
generosos consejos de Arthur y Molly, Harry y Draco empezaron a criar
a sus hijos. Slytherin y Gryffindor estuvieron de acuerdo en vender
la Mansión Malfoy y el caserón Black, comprar una casa
no demasiado grande donde pudieran vivir los cuatro durante los
períodos que pasaran fuera de Hogwarts, y depositar todo el
dinero restante, incluida la fortuna que Draco había heredado
de su padre, en una cámara de Gringotts como fondo para que a
sus dos hijos no les faltara de nada.
Llegó el día,
Draco todavía se acordaba con una mueca de dolor, en el que
Harry y él sentaron a Lily y a Josh frente a ellos en el salón
y se dispusieron a contarles la historia de Voldemort, que también
era la historia de la vida de los cuatro. Al día siguiente
Josh empezaba el primer curso en Hogwarts, y ambos sabían que
el muchacho oiría allí cosas de las que más le
valía estar prevenido. Así que, con calma y paciencia,
les hablaron de Voldemort, de los mortífagos, de su lucha
contra ellos, y, cómo no, de la familia Avery y la familia
Lestrange.
- Entonces, mis padres... ¿eran malos?
–preguntó la pequeña Lily con un hilo de voz, sus
grandes ojos humedecidos por la terrible historia.
Harry
intentó encontrar una respuesta más diplomática
que la que acudió a sus labios, pero Draco se le adelantó.
-
Sí, Lily, eran malos –replicó, imperturbable, para
añadir, segundos después- y mi padre también lo
era.
La niña se estremeció. A su lado, su
hermanastro miraba con expresión hosca una foto de Bellatrix y
Rodolphus que sus padres adoptivos habían guardado a
regañadientes, pensando que algún día sus hijos
querrían ver, aunque fuera en fotografía, a sus padres
biológicos.
Harry dirigió una mirada severa
a Draco y abrazó a su hija.
- Tus verdaderos
padres tenían sus defectos, Lily, pero en el fondo...
El
moreno se interrumpió y pidió ayuda con la mirada a
Draco. El Slytherin alzó las cejas, y una muda pregunta se
reflejó en sus ojos. "¿Vas a mentirle diciéndole
que en el fondo la querían, Potter?"
Afortunadamente,
fue Josh quien les salvó. El niño arrojó
desdeñosamente la foto, se cruzó de brazos y miró
a sus padres adoptivos.
- ¿Sus verdaderos padres?
–repitió las palabras de Harry en tono irónico-. No
sé qué opinará Lily, pero mis verdaderos padres
no son unos tipos que me dieron la vida y luego no dudaron en
entregar alegremente la suya a una causa estúpida –Harry y
Draco cruzaron una sorprendida mirada, e incluso Lily dejó de
llorar para mirar a su hermanastro-. No, mis verdaderos padres son
las dos personas que un día me rescataron de ese asqueroso
orfanato y que desde entonces me han cuidado. Papá Harry, papá
Draco, yo tengo muy claro que, ahora y siempre, mis verdaderos padres
sois vosotros.
Los dos se quedaron mudos, casi tanto por
la sorpresa como por el nudo que acababa de formarse en sus
gargantas. Josh, sin embargo, leyó la aprobación en los
ojos de ambos y sonrió. A su lado, Lily se secó los
ojos y soltó en la mesa la foto del matrimonio Avery, que
jamás volvería a contemplar ya. Y de esa forma quedó
zanjado el tema para los dos hermanos adoptivos.
Al día siguiente acompañaron a Josh
al andén nueve y tres cuartos, donde se encontraron con Pansy
y Blaise. Los hermanos Zabini también estaban allí:
Henry, por quien Harry sentía un especial cariño (no en
vano llevaba su nombre), empezaba también ese año.
Tony, a quien su madre había insistido en imponer el nombre
del Ravenclaw que una vez le salvara la vida, tenía un año
menos. Henry y Josh no tardaron en subir juntos al expreso de
Hogwarts, y sus emocionados padres les despidieron mientras Lily y
Tony correteaban por allí. Tan enfrascada estaba en sus juegos
que Lily no tuvo ningún problema en consentir quedarse a
dormir con tía Pansy y tío Blaise, ya que sus padres
tenían que asistir a la cena de bienvenida en Hogwarts.
Desde
la mesa de profesores, Draco sonrió con triunfo cuando
"Lestrange, Josh" y "Zabini, Henry" fueron asignados a
Slytherin. A Harry no le sorprendió ver a su astuto hijo
sentarse bajo los estandartes verdes de la casa que lideraba su
pareja.
No, las sorpresas aún tardarían un año
más en llegar.
Al inicio del curso siguiente, la directora
Weasley, los profesores Malfoy, Potter y Longbottom, el representante
del Ministerio Ronald Weasley, la corresponsal de El
Quisquilloso Luna Longbottom, y el famoso sanador Blaise Zabini,
que había sido invitado por la directora en persona para la
ocasión, contemplaron con deleite a sus retoños
guardando cola para ponerse bajo el Sombreo Seleccionador. Como
antaño, McGonagall seguía leyendo la lista.
Draco
se frotó las manos con deleite cuando su antigua profesora
llamó a "Avery, Lily".
- Y con ella ya seremos
tres Slytherins frente a un Gryffindor –susurró al oído
de Harry.
El moreno se limitó a lanzarle una
mirada desafiante. Entonces, el sombrero abrió la boca. Y la
sonrisa satisfecha de Draco Malfoy se congeló en sus labios
cuando su hija menor fue colocada en... ¿Gryffindor!
-
¡No puede ser...! -exclamó, mirando cómo Lily era
recibida con aplausos en la mesa de los leones.
- El
Sombrero nunca se equivoca –respondió Harry,
desternillándose de risa mientras aplaudía.
Draco
intercambió una mirada de estupor con Blaise, quien también
se reía.
- ¡Es lo que hay, amigo! Otro león
en casa... verás cuando se lo cuente a Pansy –murmuró
con malicia.
- Como si con un felino no tuviera
suficiente –masculló Draco haciendo redoblar las risas de
Harry.
"Longbottom, Frank" fue asignado a Ravenclaw
para regocijo de sus dos orgullosos padres.
"Macmillan,
Justin" acabó en la mesa de Hufflepuff, como no podía
ser menos siendo hijo de Ernie y Hannah, y llevando el nombre de otro
ilustre tejón.
Por fin les llegó el turno a
los gemelos Weasley. Ron y Hermione se inclinaron hacia delante con
interés.
- ¿Nervioso? –preguntó
Draco.
- Claro que no –mintió Ron-. Todos los
Weasley son de Gryffindor, no hay margen de error posible.
Bajo
la atenta mirada de Hermione y Ron, Ginny fue la primera en sentarse
en el taburete.
- ¡Gryffindor! –gritó el
Sombrero.
Con un suspiro de alivio de Ron, sus padres
rompieron a aplaudir, mirándose con orgullo mientras su hija
se sentaba en la misma mesa que ellos habían ocupado durante
años.
- Weasley, William Viktor –llamó
McGonagall segundos después.
Viktor avanzó
hacia el taburete y la profesora le puso el sombrero en la cabeza.
Apenas unos segundos después, se abría la hendidura que
le servía por boca.
- ¡Slytherin! –bramó
el Sombrero inequívocamente.
Ron se quedó
boquiabierto, mudo. Hermione pareció sorprendida, pero
aplaudió igualmente con una gran sonrisa. Y Viktor,
aparentemente indiferente al hecho de ser el primer Slytherin de una
familia de Gryffindors, saludó con la mano a su hermana y se
fue a la mesa verde y plata, donde fue recibido alegremente por Josh
y Henry.
- Imposible... –masculló Ron- no puede
ser...
- El sombrero nunca se equivoca –le contestó
Draco Malfoy con retintín.
- ¿Cómo
se siente al tener una serpiente en la familia, Ron? –preguntó
Blaise.
- Tú no cantes victoria –intervino
Harry- te recuerdo que todavía te queda un hijo por pasar por
el sombrero.
- ¡Bah! –le interrumpió
Draco- ¡Es un Zabini-Parkinson, no cabe duda alguna!
-
¿Apostamos algo?
Y efectivamente, a pesar de las
predicciones de Draco, Ron tuvo ocasión de devolverle la broma
a Blaise cuando "Zabini, Anthony" fue situado en Gryffindor.
Incluso Hermione tuvo que contener la risa al ver la cara de que puso
el afamado sanador al ver sentarse a su hijo en la mesa de sus
antiguos enemigos.
- ¿A qué vienen esas
caras de incredulidad? No podíais pretender que jugaran juntos
durante diez años y que no acabaran ocurriendo estas anomalías
–dijo la profesora McGonagall, cuando, al volver a sentarse,
los encontró aún sorprendidos.
- ¿Sí?
Pues vosotros dos espero que cuidéis bien de nuestros hijos
–amenazó Ron, señalando a Draco-. Harry, si Bill
acaba convirtiéndose en un pirado de las pociones, te echaré
las culpas a ti.
- Me hago cargo –respondió
distraídamente el jefe de Gryffindor, con los ojos puestos en
su hija, que empezaba a presentarse a sus nuevos compañeros de
casa.
Aún pensando en Draco, Harry llegó
frente a la puerta del despacho de Hermione. Tras murmurar
distraídamente la contraseña, la gárgola le
franqueó el paso al interior de la ordenada y amplia estancia
donde ya le esperaba la propia directora de Hogwarts.
Hermione
frunció el ceño al verle aparecer. Aunque al final
Harry había conseguido convencerla para que le ayudara,
todavía se rebelaba contra aquél descabellado plan que
había urdido su mejor amigo.
- Llegas tarde –acusó,
más malhumorada de lo habitual, sin ni siquiera levantarse de
su sillón.
- Lo siento –se disculpó Harry con
ademán cansino- me he entretenido más de la cuenta
hablando con Draco.
- Ya veo. Evidentemente él tampoco
aprueba esta locura tuya...
- Hermione –le cortó Harry,
sentándose frente a ella- ya hemos discutido sobre esto, y
prometiste que me ayudarías. ¿Cierto?
Hermione
asintió a regañadientes, desviando la mirada.
-
Cierto.
- Tu despacho es el único sitio de todo Hogwarts
que me garantiza una privacidad absoluta –explicó Harry,
mirando la chimenea que presidía el lugar-. No quiero que
nadie la vea entrar ni salir.
- Nadie se sorprendería de
verla en Hogwarts, Harry –señaló Hermione- al fin y
al cabo, está casada con uno de los profesores.
- Pero
Neville cena y duerme en su casa todas las noches –rebatió
Harry-. No, si alguien la viera por Hogwarts se extrañaría...
quizá no mucho, pero sí lo suficiente como para
llegaran a comentarlo, quizá ante Draco. Y no quiero que él
sepa que ella...
Harry se interrumpió, pero cruzó
una mirada de comprensión con Hermione, quien asintió.
-
Comprendo –murmuró. No hacía falta más, ella
era fiel testigo de lo que Draco era capaz de llegar a hacer por
Harry.
- ¿Dónde está Ron? –preguntó
de repente Harry. Si temía a Draco, aún más le
asustaba la idea de que Ron pudiera averiguar lo que se traía
entre manos. El pelirrojo jamás lo aceptaría.
-
Descuida –replicó Hermione con una sonrisa- le sugerí
que pasara la tarde libre con Leo. Han ido a Hogsmeade a tomarse
algo, creo.
Harry agradeció mentalmente a Hermione que
estuviera siempre en todo. Leonard Nott, quien apenas tenía
cuatro o cinco años el día en el que su hermano y su
padre murieron en el Ministerio, había sido el último
hijo de mortífago en ser adoptado. Y había sido difícil
encontrar un hogar para el pequeño Leo, quizá porque
era el mayor de todos, quizá porque todo el mundo temía
que a su fanática familia le hubiera dado tiempo a inculcarle
alguna de sus tenebrosas ideas. Al final había sido el propio
Ministro de Magia, Arthur Weasley, el que había propuesto a su
mujer adoptar al joven Nott. Desde que todos sus hijos se habían
ido del nido, Arthur y Molly se sentían algo solos. Así
pues, Leonard Nott fue acogido en La Madriguera, y en poco tiempo era
uno más de la interminable prole Weasley.
En ese momento,
el silencio que reinaba en el despacho de Hermione fue roto por el
sonido de la red flu. Y ante ellos, recién salida de la
chimenea, apareció ella. La persona en la cuál Harry
había decidido confiar sus delicados planes. La única
persona que conocía, de entre todos sus amigos, que no se
dejaría llevar por el sentimentalismo llegado el momento
clave. La única persona que no temía a la muerte,
porque creía que había algo más allá de
ella.
Luna Lovegood.
Contestaciones de reviews:
- Pinklongbottom: no iba a volver a contestar a reviews de este tipo pero por lo menos tú has sido educado así que mereces idéntico trato. Gracias por el comentario, pero no, no me parece un insulto a la obra escribir fics Harry/Draco (ni a mí ni a todos los que escribimos/leemos fics de este tipo, y no somos pocos) y tampoco pienso "corregir esas tendencias", escribo slash y pienso seguir haciéndolo. No obstante agradezco tus restantes comentarios.
- Haruko FLCL¡Gracias! Espero que te siga gustando... y no te preocupes que no me mato escribiendo xDDD
- Claudia: gracias por el comentario y por solidarizarte con lo del plagio. Y (de momento) sí pienso escribir más Harry/Draco :)
- Dernhelm: Hey, que todavía no he terminado el fic xD Gracias por comentar y por lo menos me alegro de que el fic te gustase xDDD
- Mim: sí, sé que parece increíble un Weasley en Slytherin, en este capítulo intento explicarlo un poco... aparte de que ya estoy cansada de estereotipos sobre las casas. Espero que este también te haya gustado y gracias :)
- PaddyPau: (creo que ya te contesté pero no importa, otra vez xD) Sí, Josh y Lily se gustan (es mi particular homenaje a "La Familia Crece" xDDDD nah, me apetecía darle ese toque, como no son hermanos de sangre no hay problema xD). Sí que leí tu comentario a los tres seres, muchas gracias por el apoyo :)
- Murtilla: espero haberte aclarado el lío de los hijos xD ¡Gracias por leer!
- Krispy: mira, lo que más me molesta de todo el asunto del plagio es todos los mensajes de lectores que dicen que se han sentido engañados vv Más que el plagio en sí, me parece una desvergüenza engañar a la gente. Bueno me alegro de que hayas decidido seguir leyendo el fic una vez desaparecida Shorby. Muchas gracias por recomendarlo y espero que ya te aclares mejor con lo de las familias ;)
Y a todos los que me ayudaron en el asunto del plagio, muy especialmente a Eire que me dio el aviso y a Tres seres que colocó un anuncio en Slasheaven, y por supuesto a todos los que comentaron tanto allí como aquí, un abrazo y muchísimas gracias, sois gente como vosotros la que hace que merezca la pena seguir publicando fics. Por cierto que menos de 24h después de que me avisaran de que mi fic había sido plagiado, a Shorby no sólo le habían borrado mi fic sino otro que también había copiado en Fanautores, y todo esto gracias a la colaboración de TODOS. ¡Gracias!
