Lucharé a tu lado

Género: T.
Advertencia: Este fic es un Harry/Draco, shonen-ai, slash, yaoi... chico-chico, vamos. Si no te gusta, no lo leas.
Disclaimer: Harry Potter no me pertenece. Si Harry Potter me perteneciera, primero yo estaría nadando en dinero, y segundo Cho Chang no existiría.

Nota preliminar: buenas de nuevo, aquí os pongo la segunda parte del Epílogo (habrá mínimo otra más). Me han llegado bastantes mensajes de gente que no se entera de quién es hijo de quién, así que aquí va una breve explicación: Ron y Hermione tienen dos gemelos, Ginny y Viktor. Blaise y Pansy también tienen otros dos hijos, Anthony y Henry. Luna y Neville tienen a Frank, Ernie y Hannah a Justin, y Leonard Nott es el hermano pequeño de Theodore, adoptado por... ya lo veréis xD En cuanto a Harry y Draco, tienen dos niños adoptados, Lily Avery y Josh Lestrange, y si queréis saber por qué, seguid leyendo :P


Epílogo (II)

Thomas Wood ni siquiera se inmutó cuando Draco Malfoy entró en el vestuario de Gryffindor. Estaba más que acostumbrado a ver al jefe de Slytherin campar allí a sus anchas. Además, en aquél momento estaba muy ocupado disimulando las lágrimas que quemaban sus ojos.
- Hola, Wood. ¿Dónde está?
- Allí dentro, profesor –replicó el guardián con la voz entrecortada, señalando el lugar donde se encontraban las duchas de las chicas.
- ¿Con Harry?
Wood asintió. Draco hizo ademán de dar media vuelta, pero bruscamente se detuvo. Suspirando, se agachó frente al banco en el que se encontraba el guardián de Gryffindor, quien, sobresaltado, se enderezó bruscamente.
- Tom –empezó Draco, sintiéndose extrañado de sí mismo- ya sé que te hacía ilusión ganar la copa al ser éste tu último año en el equipo de quidditch de Gryffindor...
Thomas se mordió el labio inferior, y Draco se apresuró a continuar.
- Pero has jugado bien, muy bien. Y sabes que yo nunca hago halagos a la ligera, y menos a los Gryffindors... al menos a los que no están emparentados conmigo –esta vez sí consiguió que el compungido Wood sonriera-. El año pasado ganasteis la copa... y el anterior también –remató con una mueca de disgusto-. Algún día teníais que dejarnos algo a los demás¿no crees?
Wood dio un suspiro tan hondo que pareció estremecerse de los pies a la cabeza.
- Lo sé, profesor Malfoy, es sólo que...
- ...que a Wood no le gusta perder, ni siquiera en los entrenamientos. En eso te pareces mucho a tu padre, Tom.
Draco y Thomas giraron la cabeza. En la puerta del vestuario de las chicas había aparecido Harry, sosteniendo en brazos a Lily. La pequeña buscadora tenía el rostro congestionado y bañado en lágrimas.
Draco suspiró. ¡Quidditch! Aunque él también había sido jugador, y de los buenos, jamás había sufrido tanto con las derrotas de su equipo. Hermione seguía opinando que aquél maldito deporte daba más disgustos que alegrías, y, en ese momento, mientras veía a su llorosa hija, Draco le dio mentalmente la razón.
Harry se acercó a Draco y le pasó a su hija, quien inmediatamente rodeó con los brazos el cuello de su padre. Después, se sentó en el banco al lado de Wood.
- ¿Cuántas ofertas de equipos profesionales has recibido ya, Tom?
- Pues... unas dos o tres, profesor.
- ¿Y estás aquí llorando porque no has ganado la Copa de Quidditch de la escuela? –preguntó Harry, fingiéndose ofendido- ¿cuántas veces la has ganado desde que eres guardián?
- Cuatro, profesor –respondió Thomas, y una sonrisa afloró a sus labios.
Draco contempló en silencio a Harry. El jefe de Gryffindor parecía tener un don especial para consolar a sus jugadores, reconoció el Slytherin mientras veía cómo el rostro de Thomas se iba animando... por no hablar de su propia hija, que desde que había hablado con su padre estaba mucho más tranquila.
Al fin, con una palmada en la espalda, Harry obligó a Thomas Wood a salir al exterior y reunirse con sus amigos. Después se giró hacia Draco.
- Hacer trampas para favorecer a Gryffindor, animar a mis jugadores... –enumeró enarcando las cejas-. Empiezo a pensar que sufres una grave crisis de identidad, Draco. Dentro de nada te veré utilizando mi vieja túnica de Gryffindor, y no sé por qué no me extrañará en absoluto.
- Eso sería demasiado para un Malfoy, Harry –replicó Draco con una carcajada mientras dejaba en el suelo a Lily-. Salazar Slytherin se revolvería en su tumba.
En ese momento, la puerta del vestuario se abrió parcialmente, dejando entrever el rostro de Josh.
- ¿Puedo?
- Adelante, Lestrange.
Los ojos del joven Slytherin repararon de inmediato en el aspecto compungido de su hermanastra.
- ¿Por qué lloras, Lily¡Has atrapado la snitch! –se quejó, cruzando una mirada desesperada con Draco.
- Sí, pero hemos perdido –repuso la pequeña con un mohín de disgusto.
- ¿Y? –preguntó, llegando junto a ella-. Es sólo un partido de quidditch, no se acaba el mundo.
- ¡No es sólo un partido de quidditch, Josh! –explotó Lily, y Harry y Draco cerraron los ojos al mismo tiempo. Ya empezaban otra vez...- ¡Era el partido más decisivo del curso¡Y sabes lo importante que es para mí!
Josh no contestó inmediatamente. Sus ojos miraron con repentina frialdad a su hermanastra.
- Sí que lo sé, por eso llevo dos semanas preparando esa pancarta¿recuerdas? –señaló con calma, intentando no traicionar sus sentimientos.
Lily, que estaba preparada para contestar airada a su hermano, enmudeció repentinamente. Harry casi pudo ver cómo su mente se quedaba en blanco, sin saber qué decir. Transcurrieron unos segundos de incómodo silencio, mientras los dos hermanos adoptivos se miraban con cautela.
- Los demás nos están esperando –dijo Josh al fin, señalando con la cabeza al exterior- ¿Vienes?
- ¡Claro! –aceptó aliviada Lily, dedicando a su hermanastro una enorme sonrisa.
Y, después de despedirse de sus padres, los dos estudiantes salieron del vestuario, charlando con aparente calma, sin que quedara rastro alguno de la tormenta que había estado a punto de estallar momentos antes.
- ¿Weasley y Granger también eran así? –preguntó Draco segundos después.
- Calcados –replicó Harry con un suspiro de resignación-. Sólo que era Ron el que le reprochaba a Hermione que no tuviera ni idea de quidditch.
- En tal caso te compadezco –reconoció Draco, moviendo la cabeza con consternación.
Los dos profesores salieron, al fin, al exterior. Ya casi era de noche, y decenas de pequeños puntos de luz habían empezado a iluminar el castillo de Hogwarts. Con ademán cansino, los dos profesores se encaminaron hacia allí.
- Parece que este año te llevarás la copa... –murmuró Harry, limpiando sus gafas con la manga de la túnica.
- Como si me importara –replicó Draco, pensando aún en el rostro triste de Lily.
Harry le dirigió una sonrisa burlona.
- Y lo dice el hombre que una vez se disfrazó de dementor para intentar asustar al equipo contrario...
Los dos ex-buscadores se echaron a reír a carcajadas al recordar la escena.
- Eran otros tiempos –contestó Draco, aún entre risas.
- Sí, eran otros tiempos –reconoció Harry-. Tú y yo intentábamos tirarnos mutuamente de la escoba con la inestimable ayuda de los golpeadores, la semana anterior a un partido ambos teníamos que ir con guardaespaldas por los pasillos y... ¿cuántas veces hemos estado a punto de morir al caernos desde más de diez metros de altura? –suspiró-. Pero ahora la que juega es nuestra hija, y estamos preocupados simplemente porque ha perdido el partido y está decepcionada.
- ¿Es un reproche, Potter?
- No, es la constatación de un hecho –replicó Harry tranquilamente- yo me siento tan mal como tú.
Sin decir una palabra, sumidos en sus propios pensamientos, los dos llegaron al castillo y se encaminaron a su habitación. Ser padres no había sido una tarea fácil para dos homosexuales que, para más inri, eran hijos únicos y no habían siquiera vivido la experiencia de cuidar a un hermanito o primo cercano. Y el problema se acentuaba si se tenía en cuenta que trabajaban en el lugar de residencia de sus niños, y que, encima, les daban clase. La imparcialidad nunca había sido un problema, pues ambos eran tan estrictos en sus respectivas asignaturas que pronto Lily y Josh aprendieron que ni papá Harry ni papá Draco pensaban subirles siquiera una décima por ser quienes eran. Por contra, los dos habían tenido que bregar con su instinto protector, que les conminaba a convertir en hurón al primer estudiante que se metiera con uno de sus hijos. Afortunadamente Josh Lestrange aprendió pronto, no sólo a cuidarse solo, sino a velar también por su hermana, y sus padres dejaron de consultar obsesivamente el mapa del merodeador para ver por dónde andaban sus retoños.
Interrumpieron sus meditaciones al llegar a la puerta de su habitación. Era un cuarto pequeño pero cómodo: un dormitorio con su correspondiente cama doble, un aseo y un escritorio alargado que ambos compartían cuando tenían que corregir exámenes. No necesitaban más. Cansado, Draco se dejó caer en la cama después de quitarse la bufanda verde, que guardó con pulcritud en el armario, y Harry se tumbó a su lado, siendo inmediatamente abrazado por el rubio.
- Tenemos que hablar, Draco –empezó el Gryffindor, armándose de valor.
Draco sonrió con tristeza, mirando la oscura habitación.
- Me preguntaba cuánto tardarías en decírmelo.
- ¿Tan evidente es?
- Te conozco desde los once años, sé cuándo estás molesto por algo, Harry. Dispara –ordenó suavemente, encarando a Harry a pesar de que sus rasgos estaban difuminados por la oscuridad.
El moreno apeló a todo su valor Gryffindor para plantear el tema. Algo asustado , pero decidido, empezó a hablar.
- ¿Cuántos años han pasado desde lo del Ministerio?
- Muchos –respondió Draco desconcertado.
- ¿Y cuántas veces hemos oído contar lo que pasó allí?
- Muchas también –replicó Draco frunciendo el ceño- ¿Harry, adónde...?
- Tú te desmayaste. No viste lo que pasó –continuó Harry haciendo caso omiso de sus protestas-. Pero sabes en qué me convertí...
Draco se enderezó bruscamente, encendiendo la luz en el proceso. Al mirar a Harry, cualquier rastro de placidez había desaparecido de su rostro.
- Harry James Potter, no me gusta nada el cariz que está tomando esta conversación –advirtió, señalándole con el dedo.
Harry se incorporó a su vez, evitando mirar a su pareja a los ojos.
- Ya sé que no te gusta esta conversación, por eso llevamos más de diez años evitándola. Ya es hora de que nos enfrentemos al problema, Draco.
- ¿Qué problema? –preguntó desafiante el rubio.
Harry le miró a los ojos.
- Yo.
Draco se quedó mirándole durante unos segundos, inmóvil. Después resopló e hizo ademán de levantarse de la cama, pero Harry le detuvo colocándole una mano en el brazo.
- Draco...
- ¡Tú no eres un monstruo! –exclamó ásperamente el rubio, girándose hacia Harry, furioso- ¡y mataré al próximo que se atreva a insinuarlo!
- Draco –respondió Harry, acercándose a él para envolverle en un tranquilizador abrazo, tratando de calmarle- no soy un monstruo, cierto. Pero puedo serlo.
El rubio no dijo nada, y Harry tragó saliva y decidió continuar.
- No somos inmortales, Draco, aunque a veces lo parezca. Algún día, en un futuro que, si Merlín quiere, será muy lejano, uno de los dos morirá.
- ¿Te ha costado mucho llegar a esa conclusión, Potter? –preguntó Draco en tono mordaz, aún en su oído.
Harry puso los ojos en blanco e ignoró las ironías de su novio.
- Si yo muero... perfecto –Draco soltó un gruñido sarcástico, pero Harry prosiguió- pero si eres tú el que me dejas...
El Slytherin levantó la cabeza para mirarle y Harry, a pesar de su fachada de absoluta impavidez, supo que estaba aterrado.
- ¿Y, Harry¿Qué pasa si yo muero antes que tú? –preguntó con un matiz de histeria en la voz, apretando con fuerza sus manos en torno a la cintura del Gryffindor como si tuviera miedo de perderlo en algún momento.
Harry se forzó a sí mismo a mirar a Draco a los ojos.
- Lo sabes perfectamente, Draco. Lo sabes porque Hermione lo describió con precisión científica el mismo día que Voldemort murió. Esos poderes... –se detuvo, titubeante- siguen en mí, Draco. Puedo sentirlos. Puedo percibir el ansia de sangre, de matar, de destruir... -el Slytherin notó como su pareja se estremecía ligeramente-. Una vez tú me dijiste que yo era lo único humano que quedaba en tu vida. Ahora yo te digo, Draco, que tú eres el único responsable de que yo siga siendo un ser humano. El día que tú me faltes, yo... no sé en qué me convertiré.
- Eso son tonterías, Harry –replicó ásperamente Draco-. Aquélla fue una situación especial. Si dentro de cincuenta años me muero de un infarto¿crees que volverá a pasarte lo de la otra vez?
- No lo sé, Draco –contestó Harry con calma-. Pero si existe la mínima posibilidad de que me pase... si vuelvo a dejarme dominar por los poderes de Voldemort, ya nadie podrá detenerme. Nadie. Mataré a todo el que se me ponga por delante –aclaró, mirando fijamente a los ojos grises de su pareja-. ¿No crees que tengo la obligación de poner medios para evitar que eso suceda?
- ¿Qué medios? –inquirió Draco sin dejarse impresionar, aunque en sus ojos se veía lo asustado que se sentía. Ansioso, repitió- ¿qué medios, Potter!
Durante unos segundos se mantuvieron la mirada en silencio. Después, Harry suspiró profundamente.
- Hablaré con alguien. Alguien de confianza...
- ¿Para qué?
- Para que, en caso de que a ti alguna vez te ocurra algo, se encargue de... de asesinarme antes de que pueda dejarme dominar de nuevo por el poder de Voldemort.
Draco casi tiró a Harry a la cama, de tan bruscamente que se separó de él. Horrorizado, furioso y terriblemente asustado al mismo tiempo, se puso en pie de un salto mientras le miraba.
- ¿Vas a hacerte asesinar¡¿ES QUE NUNCA PODRÁS DEJAR DE SER SAN POTTER, HARRY!
- Draco, sé razona... –intentó detenerle Harry.
- ¡Estoy harto de ser razonable¡¡Estoy harto de hacer sacrificios¡¡Tú has salvado este mundo, si alguien te tiene miedo es un desagradecido¡¡No tienes por qué volver a sacrificarte por nadie!
- No me sacrifico por nadie... –quiso mediar Harry, pero Draco le interrumpió de nuevo.
- ¿Cómo crees que me sentiré¡¿Cómo crees que será vivir pensando que el día que yo muera a ti te asesinarán por un temor estúpido!
- No es est... –empezó de nuevo Harry, pero esta vez se interrumpió él solo al ver que una lágrima recorría la suave mejilla de Draco.
Paralizado, se quedó mirando al rubio mientras sentía cómo el corazón se le encogía. Nuevamente tuvo que apelar a todo su coraje para seguir adelante. Le dolía, y mucho, hacerle daño a Draco, pero no pensaba echarse atrás. Había meditado mucho aquella idea, y, además, su sexto sentido Gryffindor le decía que estaba haciendo lo correcto.
- ¿Y Lily y Josh, Harry? –preguntó en un susurro Draco, intentando contener las lágrimas- ¿ni siquiera por ellos querrás vivir?
Harry se levantó. Rodeó con sus brazos a Draco, y el rubio, sin oponer resistencia, enterró la cabeza en su pecho. Sintió los sollozos contenidos que recorrían su garganta, y le estrechó con fuerza, intentando calmarle.
- Precisamente lo hago por ellos, Draco. No me sacrifico por la comunidad mágica, ni por el Ministerio, ni por ninguno de los cobardes que en su día se quedaron en su casa mientras tú y yo arriesgábamos nuestras vidas. Me sacrifico por nuestros hijos, por Lily y por Josh. Porque ellos puedan disfrutar de la paz que en tú y yo no tuvimos.
Esta vez Draco no contestó. Reconociendo su derrota, pero negándose a admitirla en voz alta, se mordió los labios y permaneció quieto, en silencio, envuelto en el familiar y agradable calor de Harry. Cerró los ojos, y ante ellos pasaron, repentinamente, las escenas más duras de su vida: su infancia sometido a la estricta educación de Lucius y los mortífagos, sus años peleando con Harry en Hogwarts, su intento de suicidio cuando creyó que lo había perdido, su vida de agente doble, con todas las atrocidades que había tenido que cometer para conservar su fachada... y el momento agridulce en el que no dudó en salvar la vida del hombre al que quería, sabiendo que moriría en el intento.
Una vida llena de sacrificios, de temores, de dolor. Y de injusticia. Porque no era justo que, aún diez años después, todavía hubiera personas que temieran a Harry. Harry Potter, el hombre al que, una vez disuelto por el paso de los años su halo de heroicidad, muchos empezaban a contemplar con recelo. A Draco no se le había pasado por alto el detalle de que todo el mundo intentaba no disgustar a su pareja, como temiendo que éste fuera a descargar la furia asesina que se había apoderado de él en el Ministerio contra el primer encargado de mantenimiento que dejara caer accidentalmente al suelo su escoba de quidditch. Afortunadamente, para sus alumnos y para buena parte de la comunidad él seguía siendo el héroe que había derrotado a Voldemort. Pero para otros no era más que una bomba de relojería, una bomba que podía estallar en cualquier momento.
- Tú no eres un monstruo –empezó de nuevo Draco, esta vez con apenas un hilo de voz-. No eres tú quien ha asesinado, quien ha torturado a inocentes, quien ha... –la voz de Draco se quebró-. Si hay aquí algún monstruo, ése sin duda soy yo.
Harry le miró durante unos segundos, sorprendido, aunque no mucho. Era la primera vez que el rubio manifestaba sus sentimientos de culpa en voz alta, pero Harry tenía otras formas de saber lo que le pasaba por la cabeza. Porque Draco Malfoy seguía sufriendo, casi cada noche, angustiosas pesadillas que a menudo les despertaban a los dos. Y como, además, seguía hablando entre sueños, Harry conocía más acerca de su vida de mortífago de lo que realmente hubiera deseado saber. Pero solícito, noche tras noche, Harry abrazaba fuertemente a su novio, velaba por su sueño y le despertaba si sufría alguna pesadilla particularmente violenta. Ninguno de los dos se quejaba. Era el precio que tenían que pagar por la felicidad.
Cariñosamente Harry le revolvió el pelo y le besó brevemente, esta vez en los labios.
- Todo eso quedó perdonado hace tiempo, y lo sabes –inspiró profundamente, separándose unos pasos de él-. Ahora tengo que irme, Draco.
Malfoy no abrió la boca, pero en sus ojos grises se reflejó una muda pregunta, una pregunta que no se atrevía a formular.
- Sí, voy a ver a... a la persona en la cuál he decidido confiar –reconoció a regañadientes Harry, evitando mirar a los ojos a un dolido Draco.
- Ya veo –fue la lacónica respuesta de éste.
Harry agarró el pomo.
- Draco...
- ¿Sí?
- Júrame que no me seguirás –pidió imperiosamente, girándose para mirarle.
Draco alzó las cejas.
- ¿Qué?
- Que no me seguirás –repitió con calma Harry-. Júrame que no intentarás averiguar jamás quién es la persona encargada de esto. Que no intentarás... hacerle nada.
- ¿Cómo! –exclamó Draco, sobresaltado e indignado- ¿que no le haga nada? Pero¡¿por quién me tomas, Potter!
Harry no se amilanó. Esbozando una leve sonrisa, abrió la puerta.
- Por alguien que me quiere demasiado.
Y, con esto, salió de la habitación y cerró la puerta a sus espaldas, dejando a un desarmado Draco en su interior. El rubio Slytherin contuvo el primario impulso de seguirle, y, dejándose caer en la cama, empezó a pensar. No quería admitirlo , ni siquiera a sí mismo, pero en el fondo sabía que Harry tenía razón. Porque Draco no era tonto, y desde que hacía más de diez años Hermione le había relatado con pelos y señales lo que le había pasado a Harry después de su supuesta muerte, había pensado en ello cientos de veces. Y le asustaba hacerlo, porque suponía, irremediablemente, acabar concluyendo en que el plan de Harry era lo mejor para Lily y Josh.
Josh y Lily... se le hizo un nudo en la garganta al pensar tan sólo en la posibilidad de que sus hijos vieran a su adorado papá Harry convertido en aquella bestia humana que había derrotado a Voldemort... Porque la presencia de esos dos niños que hacía diez años habían decidido introducir repentinamente en sus vidas era, en ocasiones, lo único que conseguía despejar la ceguera que cubría los ojos de Draco en todo lo que a Harry se refería...

Más de un año después de la batalla en el Ministerio de Magia, Harry y Draco decidieron ir a visitar a Arthur Weasley en su nuevo despacho. La verdad es que, después de la dura pelea que había tenido lugar allí, el Ministerio había tenido que ser temporalmente desalojado mientras se arreglaban los desperfectos, en algunos casos graves, que había sufrido la estructura.
- ¿Nombres? –preguntó con aburrimiento el guarda, ojeando El Profeta del día.
- Harry Potter y Draco Malfoy –respondió el Slytherin.
Tal y como habían previsto, el guarda levantó la mirada del periódico con tanta violencia que le crujieron las vértebras. Inmediatamente se puso en pie con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro.
- ¡Ustedes...! –inmediatamente se ruborizó, al parecer dándose cuenta de que ésa no era la actitud propia de un guardia de seguridad, e intentó recobrar la compostura- ¿me dejan sus varitas?
- Por supuesto –respondió Harry reprimiendo una sonrisa. Draco tenía el rostro tan impasible como de costumbre, aunque, por la mirada que dirigió al guarda, su pareja adivinó que no le hacía muy feliz verse reconocido por doquier.
El vigilante le devolvió sus varitas y les hizo una señal, indicándoles que pasaran.
- Gracias –respondió Harry, cogiendo su varita y entregándole la suya a Draco-. Que tenga usted un buen día.
El guardia no respondió. Boquiabierto, observó cómo los dos magos pasaban ante él. Cuando se hubieron alejado un par de pasos, volvió a levantarse.
- ¡Señor Potter, señor Malfoy!
Los dos se dieron la vuelta al mismo tiempo. Malfoy parecía sorprendido, pero el semblante de Potter seguía siendo amigable. El guardia sonrió, sin saber muy bien qué decir.
- Sólo quería darles las gracias. Por todo.
Draco alzó una ceja, pero Harry, más acostumbrado, asintió con la cabeza y siguió andando.
- ¿Cómo lo soportas, Harry? –susurró Draco en su oído.
Harry sonrió.
- Cuando has visto como cada día te insultaban y vilipendiaban en El Profeta, Draco, esto te parece una bendición –replicó tranquilamente.
- Aún así... –gruñó el rubio, advirtiendo cómo todas las personas que se cruzaban se les quedaban mirando con aire embobado.
- Compórtate normalmente, y, si te saludan, responde –le instruyó Harry con una chocante naturalidad, mientras los dos subían al ascensor-. Tú no pierdes nada y ellos llegarán a su casa felices de poder contar que nos han visto a los dos juntos. Y recalco lo de juntos.
La puerta del ascensor se cerró a sus espaldas. Draco, más relajado al verse libre de miradas indiscretas, sonrió.
- Esto me recuerda al último partido que jugamos... cuando todo el mundo esperaba que nos diéramos el lote en pleno campo.
Harry alzó la ceja en una perfecta imitación de su novio.
- ¿Darse el lote¿Desde cuándo un Malfoy utiliza esa clase de expresiones tan muggles? Empiezo a pensar que tu sangre pura se está corrompiendo, cariño.
- Calla, mestizo –le espetó Draco cariñosamente. Últimamente estaba más risueño que de costumbre, y Harry sabía por qué: a Draco le encantaba su nueva vida.
Los dos salieron del ascensor, rumbo al despacho del Ministro. Harry contuvo la risa cuando vio que Draco aplicaba al pie de la letra sus instrucciones. Cuando un funcionario les detuvo para saludarles, Draco le estrechó la mano efusivamente, como si en realidad no estuviera deseando lanzarle una maldición.
Al fin llegaron al despacho del Ministro. La secretaria, una bruja en edad madura pero atractiva, ni siquiera les miró. Estaba demasiado ocupada ojeando una revista.
- Venimos a ver al Sr. Weasley.
- ¿Tienen cita? –preguntó en tono mecánico.
- Sí.
- ¿Nombres?
Draco suspiró, anticipándose a su reacción.
- Harry Potter y Draco Malfoy.
Al menos la bruja tuvo la decencia de disimular el respingo que dio al escucharle. Ni siquiera levantó la cabeza al instante, sino que, con una parsimonia que la delataba, simuló que revisaba una agenda y, al fin, les miró.
Harry se mordió los labios para contener una sonrisa. Siempre había creído que le resultaría insoportable atraer la atención de la gente cuando derrotara a Voldemort, pero ahora se había encontrado con la sorpresa de que el principal objeto de atención de todo el mundo no era él sino Draco. El rubio ejercía una atracción irresistible en la mayoría de las personas, no sólo porque a Harry ya le tenían muy visto, sino porque a toda la comunidad mágica le había parecido enternecedora la historia de aquél atractivo chico de aristocrática ascendencia que, renegando de Voldemort, casi había dado la vida por Harry Potter. Draco intentó ocultar el rubor que empezaba a cubrir sus mejillas.
- ¿Podemos entrar ya? –preguntó en un tono que rayaba el umbral entre la buena educación y la insolencia, algo insólito en él.
La bruja pareció desconcertada.
- ¿Eh? Sí, esperen que avise al Señor Weasley... bueno, qué digo, pueden entrar sin que le avise... al fin y al cabo, son ustedes dos.
- Sí, gracias, eso ya lo sabemos –replicó Draco sin poder contenerse. Después, dio media vuelta y se dirigió a la puerta, seguido por un Harry que hacía verdaderos esfuerzos para contener la risa.
La bruja suspiró cuando los dos entraron al despacho del Ministro.
- Qué desperdicio de chico... tan guapo y tan inaccesible... –murmuró para sí, y siguió leyendo Corazón de Bruja
Arthur estaba sentado en su sillón, revisando unos papeles con su característico aire entusiasta. Se levantó de un salto cuando los dos jóvenes entraron.
- ¡Draco, Harry! –saludó, haciéndolos pasar- ¡ya era hora de que aparecierais por aquí!
- Sabemos que has estado muy ocupado, Arthur –explicó Harry.
- Uno nunca está ocupado para recibir a sus amigos –contrarreplicó Arthur, invitándolos a sentarse. Después, antes de que ninguno de los dos pudiera decir una sola palabra, cogió un papel de su escritorio y se lo tendió a Draco- ¿qué os parece?
El rubio frunció el ceño. Lo que tenía delante era un dibujo de algo que parecía una estatua...
- ¿Qué es?
- El proyecto que ha sido elegido para sustituir a la Fuente de los Hermanos Mágicos –explicó Arthur, mientras Draco y Harry juntaban las cabezas para mirarlo-. Por lo menos será más realista que la anterior... Oh, perdonadme.
Una lechuza entró en el despacho. Harry adivinó que vendría de fuera, pues dentro del Ministerio ya no se utilizaban lechuzas. Mientras Arthur leía la carta, examinó el dibujo con Draco, quien parecía muy concentrado en él.
Enseguida adivinó por qué. La nueva estatua mostraba a un león, a cuatro patas, en todo su esplendor, con la boca abierta en un mudo rugido. A los pies del león, entre sus dos patas delanteras, estaba representado un tejón, con el hocico alzado. En el lomo del felino descansaba una enorme águila, que fijaba en el frente su mirada astuta.
Y, levemente enroscada alrededor del tórax del león, pero en ademán nada agresivo, una serpiente alzaba también la cabeza, con la bífida lengua fuera.
- Me gusta –decidió Harry tras unos segundos, mirando a Draco- ¿a ti no?
- Sí –reconoció el rubio, intentando ocultar que el dibujo le había emocionado más de lo que debería- aunque no me hace mucha gracia la idea de pensar que soy una serpiente enroscada en tu cuello.
Harry soltó una carcajada y volvió a dejar el dibujo en la mesa de Arthur. Sólo entonces se dio cuenta de que éste fruncía el ceño con ademán apesadumbrado, recorriendo con sus ojos la carta una y otra vez.
- ¿Algún problema, Arthur? –preguntó cautelosamente.
- No –murmuró el Ministro de Magia, soltando el pergamino con un suspiro- es sólo que me da pena... ¿tú sabías que Avery iba a tener un hijo, Draco?
- ¿Qué? –replicó Draco- ¿el mortífago Avery? Que yo recuerde no tenía hijos, Arthur.
- Su mujer estaba embarazada el día de la batalla final –puntualizó el ministro con ademán cansado.
- Oh... –murmuró el Slytherin- ahora sé por qué no participó, porque era tan fanática como su marido. Probablemente le prohibieron hacerlo...
- ¿Por qué la mencionas, Arthur¿Le ha pasado algo? –preguntó Harry.
- Al descubrirse su estado, Harry, la ingresamos con fuertes medidas de seguridad en San Mungo para que no hiciera ninguna tontería que pusiera en peligro la vida del bebé –explicó Arthur con tristeza-. Su hija nació hace tiempo, aunque ella no consintió verla, ni siquiera le puso un nombre. Y hoy...
Arthur Weasley hizo una pausa, arrojando a la papelera el pergamino.
- Aprovechando un un descuido de sus cuidadores, la Sra. Avery se ha suicidado.
- Oh... –murmuró Harry, sin saber qué decir- bueno, supongo que es una pena.
- No, Harry, la pena es la niña –rectificó Arthur-. Una más al orfanato...
- ¡Un momento, Arthur! –exclamó Draco, quien hasta entonces parecía ausente- ¿Pretendes decirnos que el bebé Avery no tiene a nadie en el mundo que la cuide?
Arthur miró a Draco con incredulidad.
- Draco, tú mejor que nadie deberías saber que todos los parientes del bebé están muertos. ¿Acaso no eran todos mortífagos?
Draco asintió lentamente, cayendo en la cuenta de que era verdad.
- Entiendo...
- ¿Y por qué has dicho una más, Arthur¿Es que hay más hijos de mortífagos en el orfanato? –preguntó Harry.
- ¿Que si hay más, Harry? Pues todos los que no eran lo suficientemente mayores para morir en el Ministerio. Los mortífagos pertenecían a familias de sangre pura muy cerradas, todos con sus mismas inclinaciones... casi todos sus familiares están muertos o encerrados en Azkaban.
- ¿Y piensas dejarlos ahí? –inquirió Harry, atónito por lo que estaba escuchando.
- ¿Qué quieres que yo haga? –replicó Arthur, algo molesto-. Es el único lugar adonde pueden ir. A no ser que alguien quiera adoptarlos... pero claro, si usualmente es difícil buscar hogar a un huérfano, ya resulta poco menos que imposible si ese chico o chica lleva apellidos como Avery, Nott, Lestrange o Macnair... –añadió, moviendo la cabeza con pesadumbre.
- ¡Pero no podemos permitir que se queden ahí! –exclamó Harry, inclinándose hacia delante.
Arthur le miró, sorprendido por la desesperación que denotaba su voz. Cuando giró la cabeza hacia Draco en busca de una explicación, se dio cuenta de que el rubio estaba pensativo.
- ¿De qué hablas, Harry?
- ¿No te das cuenta, Arthur?
- ¿De qué? –preguntó el Ministro, desconcertado.
Pero no fue Harry quien contestó, sino Draco.
- Voldemort creció en un orfanato –declaró en tono neutro..
- Exacto –corroboró Harry, asintiendo enérgicamente- Tom Ryddle creció en un orfanato.
- ¿Y?
- ¿Es que no lo entiendes? Parte del rencor que luego le convertiría en el Señor Tenebroso se generó allí, en ese orfanato, rodeado de muggles que no le comprendían... viviendo una infancia infeliz... –apoyó las manos en la mesa, intentando captar toda la atención del Weasley-. Arthur, nuestra lucha no acabó cuando yo maté a Voldemort, nuestra lucha también incluye evitar que surja otro Voldemort en un futuro. Es muy fácil que esos chicos vuelvan a caer en las garras del lado oscuro, si crecen rodeados de amargura e infelicidad... al fin y al cabo llevan los apellidos de insignes mortífagos, no les costaría nada adivinar su procedencia y empezar a generar odio contra el mundo que les apartó.
Arthur parpadeó, sorprendido, y de inmediato se dio cuenta de que Harry llevaba razón. Desconcertado, miró a los dos jóvenes que tenía delante.
- ¿Y qué me sugerís que haga? –preguntó.
Harry sonrió para sí. Ésa era una de las cualidades que más famoso habían hecho a Arthur como Ministro: al contrario que los pretenciosos Fudge y Scrimgeour, no dudaba en pedir ayuda si se encontraba perdido. Y por eso pocas veces se equivocaba, porque sabía pedir ayuda a las personas adecuadas.
- Hay que movilizar a la comunidad mágica... hay que conseguir que adopten a esos niños, Arthur. Tienen que crecer en un entorno favorable, rodeados de cariño, para que cuando sean mayores no sientan la tentación de repetir los errores de sus padres.
Arthur suspiró profundamente.
- Sí, Harry, pero... como ya te he dicho, es prácticamente imposible que alguien se decida a adoptarles. Yo puedo intentar convencer a la gente, pero no puedo obligarles.
- Bien –repuso tranquilamente Harry- en ese caso, estoy dispuesto a dar ejemplo adoptando a uno de ellos. La gente cree que soy un héroe¿no? A lo mejor si yo lo hago otros se deciden a hacerlo.
Había hablado impulsivamente, y, en cuanto cerró la boca, se dio cuenta de que ya no era sólo su opinión la que contaba. Miró a Draco con una disculpa ya preparada, pero le sorprendió ver que el Slytherin asentía con la cabeza, aprobando sus palabras.
- ¿Estás de acuerdo? –preguntó, sorprendido.
- Soy hijo de mortífago, Harry. Si tú no me hubieras dado a mí una oportunidad, ahora yo estaría muerto. Comprendo como nadie la situación de esos chicos.
- Pero... –intervino Arthur- ¿sois conscientes de lo que adoptar un niño significa? No es fácil, y os lo digo yo que he criado a siete.
- Estamos dispuestos a intentarlo –tomó la palabra Draco, y Harry le miró en señal de agradecimiento.- No es ya un problema de ampliación familiar, sino una cuestión de seguridad.
- Exacto. No querrás que tus nietos vivan con la amenaza constante de otro Voldemort¿verdad, Arthur?
Las palabras de los dos jóvenes hicieron mella en el Ministro. Durante unos segundos contempló su escritorio con aire pensativo. Después, asintió.
- Está bien, pareja, si eso es lo que queréis... creo que esta tarde podré concertaros una cita con la pequeña Avery –terminó con una sonrisa.
Efectivamente, esa misma tarde fueron a verla. Era un bebé regordete y alegre que enseguida les robó el corazón a ambos. Ni siquiera tuvieron que consultarse mutuamente para saber si la adoptaban o no: prácticamente desde el momento en el que la vieron en su cuna, mirando a su alrededor con los ojos muy abiertos en expresión de infantil curiosidad, sintieron que aquella criatura acababa de arrebatarles el corazón. Al ver el brillo en los ojos de los dos chicos, Arthur supo que ya se habían decidido; sólo tuvo que preguntarles cómo pensaban llamarla.
Los dos jóvenes se miraron, e, instantáneamente, supieron la respuesta: Lily Narcissa Avery.
Cuando estaban a punto de salir del orfanato, se cruzaron con otro niño, algo más mayor que el bebé Avery. Ninguno de los dos tuvo que preguntar su nombre para saber que estaba viendo al hijo de Bellatrix Lestrange, pues su infantil rostro era una réplica del de su madre, aunque tenía los ojos de Rodolphus. Sin embargo, en su joven expresión no cabían aún ni la malicia ni la locura de sus padres, pero, y eso fue lo que más impresionó a Harry y a Draco, en sus ojos se vislumbraba una tristeza inaudita en un niño de su edad. Evidentemente el pequeño Joshua Lestrange no era nada feliz en aquél orfanato.
Harry miró a Draco, y éste, a su vez, miró a Harry. Y ni uno ni otro dijo una sola palabra, pero, para cuando abandonaron el austero recinto del orfanato, ambos sabían ya que, en cuestión de días, su incipiente familia iba a verse aumentada con dos miembros más.

El enfado de Draco remitió mientras pensaba en sus hijos... Sí, los primeros meses habían sido duros, pero, con ayuda de la niñera que habían contratado, pudieron superar sus primeras dudas de padres homosexuales y primerizos. Y, aunque al principio estaban un poco confusos, una cosa sí habían tenido muy clara: no iban a engañarles. No iban a ocultarles que eran adoptados, no iban a ocultarles que no eran hermanos, y, por encima de todo, no iban a enmascarar su verdadera identidad cambiando sus apellidos, como todo el mundo quería que hicieran.

- ¿Por qué no se los cambiáis? –preguntó Ron por enésima vez, mirando cómo Josh jugaba con sus gemelos-. Basta ir al registro y solicitar que los niños lleven tu apellido... o el de Draco... –añadió rápidamente, mirando al aludido.
El rubio soltó una carcajada.
- Si quieres ocultar la ascendencia mortífaga de estos niños cambiando Avery o Lestrange por Malfoy, Ron, me temo que pierdes el tiempo –replicó sonriendo con sarcasmo.
- Bueno, pues entonces Potter –insistió de nuevo el pelirrojo sin dejarse avasallar.
- No, Ron –negó Harry, mirando con adoración a Lily, que en esos momentos descansaba en brazos de su encantada tía Hermione-. Se llaman Lestrange y Avery, y seguirán siendo Lestrange y Avery. No pienso ser yo quien les engañe... sé como se siente uno cuando le ocultan información sobre sus antepasados, y, créeme, a la larga es peor. Así que –añadió- si en un futuro ellos quieren cambiarse el apellido, por mí perfecto, pero dejaré que tomen esa decisión por propia iniciativa.

No hubo más que hablar. Cariñosa pero firmemente, aprendiendo de sus propios errores y aceptando los generosos consejos de Arthur y Molly, Harry y Draco empezaron a criar a sus hijos. Slytherin y Gryffindor estuvieron de acuerdo en vender la Mansión Malfoy y el caserón Black, comprar una casa no demasiado grande donde pudieran vivir los cuatro durante los períodos que pasaran fuera de Hogwarts, y depositar todo el dinero restante, incluida la fortuna que Draco había heredado de su padre, en una cámara de Gringotts como fondo para que a sus dos hijos no les faltara de nada.
Llegó el día, Draco todavía se acordaba con una mueca de dolor, en el que Harry y él sentaron a Lily y a Josh frente a ellos en el salón y se dispusieron a contarles la historia de Voldemort, que también era la historia de la vida de los cuatro. Al día siguiente Josh empezaba el primer curso en Hogwarts, y ambos sabían que el muchacho oiría allí cosas de las que más le valía estar prevenido. Así que, con calma y paciencia, les hablaron de Voldemort, de los mortífagos, de su lucha contra ellos, y, cómo no, de la familia Avery y la familia Lestrange.

- Entonces, mis padres... ¿eran malos? –preguntó la pequeña Lily con un hilo de voz, sus grandes ojos humedecidos por la terrible historia.
Harry intentó encontrar una respuesta más diplomática que la que acudió a sus labios, pero Draco se le adelantó.
- Sí, Lily, eran malos –replicó, imperturbable, para añadir, segundos después- y mi padre también lo era.
La niña se estremeció. A su lado, su hermanastro miraba con expresión hosca una foto de Bellatrix y Rodolphus que sus padres adoptivos habían guardado a regañadientes, pensando que algún día sus hijos querrían ver, aunque fuera en fotografía, a sus padres biológicos.
Harry dirigió una mirada severa a Draco y abrazó a su hija.
- Tus verdaderos padres tenían sus defectos, Lily, pero en el fondo...
El moreno se interrumpió y pidió ayuda con la mirada a Draco. El Slytherin alzó las cejas, y una muda pregunta se reflejó en sus ojos. "¿Vas a mentirle diciéndole que en el fondo la querían, Potter?"
Afortunadamente, fue Josh quien les salvó. El niño arrojó desdeñosamente la foto, se cruzó de brazos y miró a sus padres adoptivos.
- ¿Sus verdaderos padres? –repitió las palabras de Harry en tono irónico-. No sé qué opinará Lily, pero mis verdaderos padres no son unos tipos que me dieron la vida y luego no dudaron en entregar alegremente la suya a una causa estúpida –Harry y Draco cruzaron una sorprendida mirada, e incluso Lily dejó de llorar para mirar a su hermanastro-. No, mis verdaderos padres son las dos personas que un día me rescataron de ese asqueroso orfanato y que desde entonces me han cuidado. Papá Harry, papá Draco, yo tengo muy claro que, ahora y siempre, mis verdaderos padres sois vosotros.
Los dos se quedaron mudos, casi tanto por la sorpresa como por el nudo que acababa de formarse en sus gargantas. Josh, sin embargo, leyó la aprobación en los ojos de ambos y sonrió. A su lado, Lily se secó los ojos y soltó en la mesa la foto del matrimonio Avery, que jamás volvería a contemplar ya. Y de esa forma quedó zanjado el tema para los dos hermanos adoptivos.

Al día siguiente acompañaron a Josh al andén nueve y tres cuartos, donde se encontraron con Pansy y Blaise. Los hermanos Zabini también estaban allí: Henry, por quien Harry sentía un especial cariño (no en vano llevaba su nombre), empezaba también ese año. Tony, a quien su madre había insistido en imponer el nombre del Ravenclaw que una vez le salvara la vida, tenía un año menos. Henry y Josh no tardaron en subir juntos al expreso de Hogwarts, y sus emocionados padres les despidieron mientras Lily y Tony correteaban por allí. Tan enfrascada estaba en sus juegos que Lily no tuvo ningún problema en consentir quedarse a dormir con tía Pansy y tío Blaise, ya que sus padres tenían que asistir a la cena de bienvenida en Hogwarts.
Desde la mesa de profesores, Draco sonrió con triunfo cuando "Lestrange, Josh" y "Zabini, Henry" fueron asignados a Slytherin. A Harry no le sorprendió ver a su astuto hijo sentarse bajo los estandartes verdes de la casa que lideraba su pareja.
No, las sorpresas aún tardarían un año más en llegar.

Al inicio del curso siguiente, la directora Weasley, los profesores Malfoy, Potter y Longbottom, el representante del Ministerio Ronald Weasley, la corresponsal de El Quisquilloso Luna Longbottom, y el famoso sanador Blaise Zabini, que había sido invitado por la directora en persona para la ocasión, contemplaron con deleite a sus retoños guardando cola para ponerse bajo el Sombreo Seleccionador. Como antaño, McGonagall seguía leyendo la lista.
Draco se frotó las manos con deleite cuando su antigua profesora llamó a "Avery, Lily".
- Y con ella ya seremos tres Slytherins frente a un Gryffindor –susurró al oído de Harry.
El moreno se limitó a lanzarle una mirada desafiante. Entonces, el sombrero abrió la boca. Y la sonrisa satisfecha de Draco Malfoy se congeló en sus labios cuando su hija menor fue colocada en... ¿Gryffindor!
- ¡No puede ser...! -exclamó, mirando cómo Lily era recibida con aplausos en la mesa de los leones.
- El Sombrero nunca se equivoca –respondió Harry, desternillándose de risa mientras aplaudía.
Draco intercambió una mirada de estupor con Blaise, quien también se reía.
- ¡Es lo que hay, amigo! Otro león en casa... verás cuando se lo cuente a Pansy –murmuró con malicia.
- Como si con un felino no tuviera suficiente –masculló Draco haciendo redoblar las risas de Harry.
"Longbottom, Frank" fue asignado a Ravenclaw para regocijo de sus dos orgullosos padres.
"Macmillan, Justin" acabó en la mesa de Hufflepuff, como no podía ser menos siendo hijo de Ernie y Hannah, y llevando el nombre de otro ilustre tejón.
Por fin les llegó el turno a los gemelos Weasley. Ron y Hermione se inclinaron hacia delante con interés.
- ¿Nervioso? –preguntó Draco.
- Claro que no –mintió Ron-. Todos los Weasley son de Gryffindor, no hay margen de error posible.
Bajo la atenta mirada de Hermione y Ron, Ginny fue la primera en sentarse en el taburete.
- ¡Gryffindor! –gritó el Sombrero.
Con un suspiro de alivio de Ron, sus padres rompieron a aplaudir, mirándose con orgullo mientras su hija se sentaba en la misma mesa que ellos habían ocupado durante años.
- Weasley, William Viktor –llamó McGonagall segundos después.
Viktor avanzó hacia el taburete y la profesora le puso el sombrero en la cabeza. Apenas unos segundos después, se abría la hendidura que le servía por boca.
- ¡Slytherin! –bramó el Sombrero inequívocamente.
Ron se quedó boquiabierto, mudo. Hermione pareció sorprendida, pero aplaudió igualmente con una gran sonrisa. Y Viktor, aparentemente indiferente al hecho de ser el primer Slytherin de una familia de Gryffindors, saludó con la mano a su hermana y se fue a la mesa verde y plata, donde fue recibido alegremente por Josh y Henry.
- Imposible... –masculló Ron- no puede ser...
- El sombrero nunca se equivoca –le contestó Draco Malfoy con retintín.
- ¿Cómo se siente al tener una serpiente en la familia, Ron? –preguntó Blaise.
- Tú no cantes victoria –intervino Harry- te recuerdo que todavía te queda un hijo por pasar por el sombrero.
- ¡Bah! –le interrumpió Draco- ¡Es un Zabini-Parkinson, no cabe duda alguna!
- ¿Apostamos algo?
Y efectivamente, a pesar de las predicciones de Draco, Ron tuvo ocasión de devolverle la broma a Blaise cuando "Zabini, Anthony" fue situado en Gryffindor. Incluso Hermione tuvo que contener la risa al ver la cara de que puso el afamado sanador al ver sentarse a su hijo en la mesa de sus antiguos enemigos.
- ¿A qué vienen esas caras de incredulidad? No podíais pretender que jugaran juntos durante diez años y que no acabaran ocurriendo estas anomalías –dijo la profesora McGonagall, cuando, al volver a sentarse, los encontró aún sorprendidos.
- ¿Sí? Pues vosotros dos espero que cuidéis bien de nuestros hijos –amenazó Ron, señalando a Draco-. Harry, si Bill acaba convirtiéndose en un pirado de las pociones, te echaré las culpas a ti.
- Me hago cargo –respondió distraídamente el jefe de Gryffindor, con los ojos puestos en su hija, que empezaba a presentarse a sus nuevos compañeros de casa.

Aún pensando en Draco, Harry llegó frente a la puerta del despacho de Hermione. Tras murmurar distraídamente la contraseña, la gárgola le franqueó el paso al interior de la ordenada y amplia estancia donde ya le esperaba la propia directora de Hogwarts.
Hermione frunció el ceño al verle aparecer. Aunque al final Harry había conseguido convencerla para que le ayudara, todavía se rebelaba contra aquél descabellado plan que había urdido su mejor amigo.
- Llegas tarde –acusó, más malhumorada de lo habitual, sin ni siquiera levantarse de su sillón.
- Lo siento –se disculpó Harry con ademán cansino- me he entretenido más de la cuenta hablando con Draco.
- Ya veo. Evidentemente él tampoco aprueba esta locura tuya...
- Hermione –le cortó Harry, sentándose frente a ella- ya hemos discutido sobre esto, y prometiste que me ayudarías. ¿Cierto?
Hermione asintió a regañadientes, desviando la mirada.
- Cierto.
- Tu despacho es el único sitio de todo Hogwarts que me garantiza una privacidad absoluta –explicó Harry, mirando la chimenea que presidía el lugar-. No quiero que nadie la vea entrar ni salir.
- Nadie se sorprendería de verla en Hogwarts, Harry –señaló Hermione- al fin y al cabo, está casada con uno de los profesores.
- Pero Neville cena y duerme en su casa todas las noches –rebatió Harry-. No, si alguien la viera por Hogwarts se extrañaría... quizá no mucho, pero sí lo suficiente como para llegaran a comentarlo, quizá ante Draco. Y no quiero que él sepa que ella...
Harry se interrumpió, pero cruzó una mirada de comprensión con Hermione, quien asintió.
- Comprendo –murmuró. No hacía falta más, ella era fiel testigo de lo que Draco era capaz de llegar a hacer por Harry.
- ¿Dónde está Ron? –preguntó de repente Harry. Si temía a Draco, aún más le asustaba la idea de que Ron pudiera averiguar lo que se traía entre manos. El pelirrojo jamás lo aceptaría.
- Descuida –replicó Hermione con una sonrisa- le sugerí que pasara la tarde libre con Leo. Han ido a Hogsmeade a tomarse algo, creo.
Harry agradeció mentalmente a Hermione que estuviera siempre en todo. Leonard Nott, quien apenas tenía cuatro o cinco años el día en el que su hermano y su padre murieron en el Ministerio, había sido el último hijo de mortífago en ser adoptado. Y había sido difícil encontrar un hogar para el pequeño Leo, quizá porque era el mayor de todos, quizá porque todo el mundo temía que a su fanática familia le hubiera dado tiempo a inculcarle alguna de sus tenebrosas ideas. Al final había sido el propio Ministro de Magia, Arthur Weasley, el que había propuesto a su mujer adoptar al joven Nott. Desde que todos sus hijos se habían ido del nido, Arthur y Molly se sentían algo solos. Así pues, Leonard Nott fue acogido en La Madriguera, y en poco tiempo era uno más de la interminable prole Weasley.
En ese momento, el silencio que reinaba en el despacho de Hermione fue roto por el sonido de la red flu. Y ante ellos, recién salida de la chimenea, apareció ella. La persona en la cuál Harry había decidido confiar sus delicados planes. La única persona que conocía, de entre todos sus amigos, que no se dejaría llevar por el sentimentalismo llegado el momento clave. La única persona que no temía a la muerte, porque creía que había algo más allá de ella.
Luna Lovegood.


Contestaciones de reviews:

- Pinklongbottom: no iba a volver a contestar a reviews de este tipo pero por lo menos tú has sido educado así que mereces idéntico trato. Gracias por el comentario, pero no, no me parece un insulto a la obra escribir fics Harry/Draco (ni a mí ni a todos los que escribimos/leemos fics de este tipo, y no somos pocos) y tampoco pienso "corregir esas tendencias", escribo slash y pienso seguir haciéndolo. No obstante agradezco tus restantes comentarios.

- Haruko FLCL¡Gracias! Espero que te siga gustando... y no te preocupes que no me mato escribiendo xDDD

- Claudia: gracias por el comentario y por solidarizarte con lo del plagio. Y (de momento) sí pienso escribir más Harry/Draco :)

- Dernhelm: Hey, que todavía no he terminado el fic xD Gracias por comentar y por lo menos me alegro de que el fic te gustase xDDD

- Mim: sí, sé que parece increíble un Weasley en Slytherin, en este capítulo intento explicarlo un poco... aparte de que ya estoy cansada de estereotipos sobre las casas. Espero que este también te haya gustado y gracias :)

- PaddyPau: (creo que ya te contesté pero no importa, otra vez xD) Sí, Josh y Lily se gustan (es mi particular homenaje a "La Familia Crece" xDDDD nah, me apetecía darle ese toque, como no son hermanos de sangre no hay problema xD). Sí que leí tu comentario a los tres seres, muchas gracias por el apoyo :)

- Murtilla: espero haberte aclarado el lío de los hijos xD ¡Gracias por leer!

- Krispy: mira, lo que más me molesta de todo el asunto del plagio es todos los mensajes de lectores que dicen que se han sentido engañados vv Más que el plagio en sí, me parece una desvergüenza engañar a la gente. Bueno me alegro de que hayas decidido seguir leyendo el fic una vez desaparecida Shorby. Muchas gracias por recomendarlo y espero que ya te aclares mejor con lo de las familias ;)

Y a todos los que me ayudaron en el asunto del plagio, muy especialmente a Eire que me dio el aviso y a Tres seres que colocó un anuncio en Slasheaven, y por supuesto a todos los que comentaron tanto allí como aquí, un abrazo y muchísimas gracias, sois gente como vosotros la que hace que merezca la pena seguir publicando fics. Por cierto que menos de 24h después de que me avisaran de que mi fic había sido plagiado, a Shorby no sólo le habían borrado mi fic sino otro que también había copiado en Fanautores, y todo esto gracias a la colaboración de TODOS. ¡Gracias!