Capitulo 4 : Una vida sin ti…pero con mis demonios.
La noche había caído, hacía un frío extraño para esta época y Ryoku iba con su moto hacía su humilde casa, había sido un día muy duro en el trabajo y lo único que deseaba era caer sobre su futón y dormir hasta mañana. Apenas quedaban un par de kilómetros cuando le pareció ver a alguien en la carretera. Era demasiado tarde, estaba demasiado oscuro y el frío era insoportable, por eso le extraño ver esa fina silueta en esa carretera. Andaba a tropezones y al pasar justo por su lado pudo ver su ropa manchada de sangre. Frenó en seco y bajó de un salto de la moto.
Muchacha… muchacha me oyes?- se acercó a ella y cogiéndola de los hombros detuvo su avance. Levantó su rostro para ver si era alguna muchacha de su pueblo, pero no la reconoció, no era nadie conocido pero era indudable que bajo aquella sangre se ocultaba un rostro precioso.- ¿Estás bien¿Qué te ha pasado?- La muchacha tenía la mirada perdida y temblaba de frió. – Está bien, te vendrás conmigo.- Como pudo la subió a la moto y se dirigió a su casa.
Que manera de complicarse la vida, pensaba en el camino. Él que solo quería dormir, terminaba recogiendo a una desconocida ensangrentada en medio de la nada, pero ¿qué más podía hacer? No recoger a una muchacha desvalida sería inhumano, dejarla allí que se muriera de frío o desangrada o sabe dios… no, había hecho lo correcto. Ya vería las consecuencias de sus actos más tarde.
Llegaron por fin a su casa, allí como siempre su madre le estaría esperando despierta con la cena, ya que por mucho que siempre la reñía para que no se preocupara, ella no le hacía caso. Se dio cuenta al bajar tratar de bajar de la moto que la muchacha se había quedado dormida, lo cual le preocupó. Puede que no fuera muy culto, pero sabía que es peligroso que alguien con un golpe en la cabeza se quede dormido, porque puede entrar en coma. La despertó zarandeándola un poco.
Ey, muchacha, hemos llegado, despierta.- le ayudó a bajar de la moto y entraron a la casa.- ¡Mamá¡Mamá!-
¿Qué ocurre¿por qué gritas?- entró al salón y rápidamente los ojos se posaron sobre la muchacha que estaba con su hijo.- ¡Oh, dios¿Qué le ocurrió a esta pobre muchacha?
No lo sé, la encontré a la vuelta del trabajo, no hablaba y decidí traerla.-
Hiciste bien, oh, pobre niñita debe estar helada y está golpeada. Ve al baño y trae el botiquín y trae también una manta. – el joven obedeció a su madre, la cual ayudaba a Tohru a sentarse.- Pequeña¿estás bien¿te duele algo? Que tonta¿cómo no te va a doler¿me oyes?- Por primera vez Tohru dirigió la mirada a los ojos dulces de aquella mujer que con voz suave le hablaba.- Bien, al menos sé que me oyes. ¿Me puedes decir como te llamas? Aquí estás a salvo, puedes hablar pequeña.
Yo…- comenzó con voz casi inaudible.- … yo… no re… cuerdo…
¿Sabes cómo has llegado hasta aquí?-
No…-
Bueno, te curaremos todos esos golpes y podrás descansar, ya verás como mañana todo se arreglara pequeña.
El joven apareció con todo lo que su madre le había pedido, tapó a Tohru suavemente con la manta y le dio el botiquín a su madre. Durante un rato estuvo limpiándole la herida de la cabeza, con cuidado se lo desinfectó y más tarde le ayudó a que se metiera en el baño para que pudiera quitarse toda esa sangre y suciedad.
Si necesitas cualquier cosa o te mareas llámame.
Muchas gracias… por todo.- la mujer sonrió ante la dulce voz de la joven.
Había pasado casi una semana y muchas cosas habían cambiado en la vida de todos en tan poco tiempo. En la casa de Shigure ya nadie pasaba demasiado tiempo, los recuerdos que esa casa contenía eran demasiado duros para todos, por lo que se convirtió en un sitio al que ir a dormir, solo y exclusivamente eso.
Shigure hacía tiempo que pidió unas vacaciones a su editora, un descanso por llamarlo algo. La inspiración era algo que parecía huir de él, y era incapaz de escribir más de dos líneas. Se culpaba de haber actuado tan irresponsablemente, siempre haciendo bromas, sin tomarse nada en serio, como si fuera un crío… sabía que para alguien ajeno a la familia el secreto que ellos guardaban sería demasiado pesado, pero no se le ocurrió pensar que bajo la amabilidad y las sonrisas de Tohru podría haber un corazón sobrepasado con la carga que eso suponía.
Yuki había vuelto a su modo de ser anterior, la confianza y extroversión que Tohru consiguió hacer que saliera a la superficie. Volvía a ir por la calle como un bello fantasma inalcanzable. Apenas hablaba, más allá de lo necesario, había dejado morir la base secreta y y se dedicaba simplemente a no hacer nada.
Kyo era el peor, él que tantas esperanzas tenía de redimir lo que consideraba sus pecados, no podía más que sentirse de nuevo como una bestia abominable. Entrenaba y entrenaba de manera casi obsesiva, ya no por el interés de ganar a Yuki, realmente eso había dejado de importarle, sino porque el agotamiento físico era lo único que le ayudaba a dormir. Su cabeza daba vueltas y vueltas a todos los momentos que había vivido con ella, se preguntaba si todas las sonrisas que le dirigía eran tan falsas como las palabras de amor que le decía su madre. ¿Había vuelto a pasar lo mismo¿Por qué? Tohru pareció aceptar su verdadera forma, lloró, gritó y proclamó el miedo que sintió al verle así… si en ese momento fue tan sincera¿qué hizo que después le engañara? Pero no podía culparla, después de todo ella era simplemente la victima de los Sohma. Todos la habían usado para que mitigara el peso de esta maldición, todos le pedían afecto, ayuda y comprensión, pero nadie le preguntaba a ella como llevaba todo esto. Simplemente la veían sonreír y creían que todo estaba bien. Que estupidos…
Tohru, por su parte vivía tranquila en casa de Ryoku y Makino (la madre de Ryoku). Ambos habían tratado de averiguar si en los pueblos o ciudades cercanas había desaparecido alguna muchacha, preguntaron a sus amistades, Ryoku investigo entre sus compañeros de trabajo por si alguien había leído algo en el periódico o había visto algo en las noticias, pero no había nada. Por su mente pasó llevarla a la policía y que ellos encontraran a su familia, pero sentían pena por aquella muchacha sin recuerdos, así que tras pensarlo unos días decidieron que se quedara a vivir con ellos.
Kokoro, que así la había llamado Makino, ayudaba mucho en casa, la verdad era que su ayuda les venía muy bien. La madre de Ryoku era ya mayor y muchos días tenía que quedarse en cama porque sufría fuertes mareos, de modo que ambos se alegraron enormemente de su llegada. Era notable también que los ojos de Ryoku no eran de todo imparciales, la miraba siempre con un brillo en los ojos que solo su madre parecía reconocer. Ambos muchachos reían y disfrutaban juntos de las pequeñas cosas que esa vida humilde les ofrecía.
No tenían mucho, eso estaba claro, pero era suficiente para los tres y la vida en esa pequeña porción de paraíso era extremadamente tranquila y feliz. Kokoro no parecía sufrir demasiado por su falta de recuerdos, tan solo alguna vez le comentaba a Makino su inquietud.
Yo soy muy feliz aquí, y realmente nunca querría marcharme de vuestro lado, pero a veces pienso en la familia que podría tener, en personas que podrían pensar que estoy muerta o que me ocurrió algo terrible y me da pena por ellos.
Eso es normal pequeña, tienes un corazón generoso que se preocupa de los demás, por eso te llame así (Kokoro corazón en japonés), pero si tienes familia, ellos de alguna manera sabrán que estás bien, además, quien sabe… quizás algún día de alguna manera recobres tus recuerdos.
CONTINUARA…
Proximo capitulo: Cielo o infierno... tu eliges.
Gracias a todos los que estais leyendo este fanfic. En serio me animan mucho a seguir... pensabais que había matado a Tohru, ne? xDD... no soy tan tan mala... solo la desmemorié.
Ja ne!
