Muchas veces las palabras sobran…hoy, un gracias sincero vale…gracias por estar ahí, por llegar hasta el final junto a mi primer fic…gracias por todo, porque solo con todos vosotros es posible : )

Espero no defraudarles…Ah! Si…los personajes serán de JK...ella también se merece unas gracias especiales, por hacer de este mundo un mundo Potteriano, y por inventar algo que ha hecho que yo dedique las tardes a escribir en verde a estudiar :P

Dejo aquí un largo fragmento de una preciosa canción que me hace pensar…ahí lo dejo:

Only you are the life among the dead

(Solo tú eres la vida entre la muerte)

All this time I cant believe I couldnt see

(Todo este tiempo no puedo creer que no haya podido ver)

Keep in the dark, but you were there in front of me

(Me mantenía en la oscuridad, pero siempre estuviste enfrente de mí)

Ive been sleeping a thousand years it seem

(Parece como si hubiese dormido durante mil años)

Go to open my eyes to everything

(Debo abrir mis ojos a todo)

Without a thought, without a voice, without a soul

(Sin un pensamiento, sin una voz, sin un alma)

Dont let me die here, there must be something more

(No me dejes morir aquí, debe a ver algo más)

Bring Me To Life

(Tráeme la vida)

Bring Me To Life – Evanescene

Último capítulo, gracias de nuevo.

Cuando cambias la vida

Capítulo 14: Bajo la tormenta

Con lentitud, empezó a sentir como su corazón danzaba de forma descontrolada dentro de su pecho, produciéndola un dolor más agudo que el que en su interior se había formado, que esa vocecita que le susurraba: "Está muerto, está muerto…"

De repente, comenzó a hipar con brusquedad, mientras los brazos que acunaban con delicadeza el cuerpo de Harry se volvían mantequilla, y empezaban a temblar. Pero no quiso soltarle, aferrándolo más a ella, sollozando más fuerte.

Su melena castaña no dejaba entrever las lágrimas que derramaban sus dos orbes almendradas, cerradas con una fuerza desmesurada, intentando difuminar de su mente la imagen del Harry sin vida, y mientras susurraba un débil lamento que intentaba persuadir a la vocecita, al susurro que crecía cada vez más fuerte en su interior.

Quiso taparse los oídos para acallar ese susurro, pero sus brazos temblorosos no se iban a separar de él, no más tiempo. Si hubieran estado unidos en el preciso instante en que Catherine pronunciaba el hechizo, nada de esto habría ocurrido.

La Hermione descontrolada de los últimos años parecía a ver vuelto, pero ahora era distinto. Siempre que pensaba con el corazón, y no con la cabeza, siempre, era por él. Y ahora, su razón se había alejado lo suficiente para abandonarla hasta dignarse a regresar.

Y ahí estaba su corazón de nuevo.

¿De entre todos, por qué él? Podría sonar egoísta, pero¿por qué él?

Y la pregunta ya se había sumado a la molesta voz de la conciencia, pero ella quería alejar a la conciencia de allí, y dejar todo en blanco, para poder pensar solo en el aroma que desprendía su cabello, y en su piel suave, y en sus ojos esmeraldas.

Pero todo lo que pasara por su mente serían fragmentos de otros momentos. Porque su cabello olía a cenizas, porque su piel ahora estaba áspera y con el vello erizado, y porque sus ojos esmeraldas estaban cerrados, y solo dejaban entrever muerte.

De repente, alguien le tocó el hombro. No quiso volverse, pero la persona le apartó el pelo del rostro, dejando ver las muestras de sufrimiento. Con lentitud abrió los ojos, encontrándose de frente con una mirada azul cristalina. Ahora sus brazos temblaban con más rabia, al igual que su labio inferior, que pronto se mordió. Su boca no tardó en encontrarse con un suave sabor metálico, por la fuerza con la que sus incisivos apretaron la carne. Ron no hizo gesto alguno, solo derramó una lágrima solitaria y abrazó a su amiga con fuerza y con cuidado de no mover el cuerpo de su mejor amigo. Luego, revolvió el pelo de este con suavidad, y se quedó junto a ellos, de rodillas, mientras Hermione volvía a encerrar su cara entre su melena, y volvía a llorar.

La visión era dramática. Los tres se encontraban allí, como antes era normal, pero uno de ellos no estaba. Quizá el gran pilar, tanto para uno como para el otro, se había desvanecido, y eso hacía que la construcción cediera y cayera, destrozándose en mil pedazos. Ambos sabían que sin él no podrían verse durante un tiempo. ¿Pasaría lo mismo que hacía un tiempo? Quizá muchas personas creyeran que eso no era lo correcto, que debían apoyarse, pero el trío dorado sin Harry, ya no era, ni podría ser nunca, lo que alguna vez fue. Entre Ron y Hermione solo existía una conexión que les permitía ser amigos, y esa conexión estaba perdida. Era difícil volver a empezar sin él, y ambos eran conscientes de eso.

De repente, la puerta de piedra de la sala se abrió, y una sola figura, encerrada por una capa negra apareció en ella. Todas las cabezas giraron hacia allí, y no pudieron más que sorprenderse al ver como unas chispas verdes y azules salían de su varita. Entonces, Hermione se sobresaltó al ver al individuo, y su mano se posó en el pecho de Harry.

No era posible.

Giró la cabeza hacia él, empezando a sentirse débil. Admiró de nuevo la marca de su pecho, ahora sin nada de luz, pero entonces sintió de nuevo algo mucho más débil, algo que nunca sabría si de verdad sintió o no.

Exhaló con una lentitud abrumadora, rescatando todo el aire posible.

Fue un latido. Tan débil y distante como ahora mismo resonaba en sus oídos la misma vocecita que le recordaba la suerte de su amigo, y que se iba apagando con rapidez. La misma rapidez con la que un grupo de Aurores Irlandeses bajaba las escaleras rumbo a sus compañeros.

Entonces sintió un revuelo a su alrededor, y como unos brazos la sacaban con brusquedad de su nueva burbuja de esperanza. Entre Luna y Ron la alzaron con delicadeza y la separaron del cuerpo del moreno, mientras en su mente rodaba la posibilidad de que aún estuviera vivo.

-¡No¡No¡Déjenme!-exclamó con desesperación, alargando el brazo intentando llegar hasta Harry. Pataleó y calló al suelo, mientras observaba como los Aurores Irlandeses se acercaban a Harry y le rendían homenajes solemnes. Quiso apartarles de él, alejarles para que no se llevaran su cuerpo y lo enterraran. Dejó de patalear, pero se negó a moverse de su sitio, apenas dos metros y poco de su amigo, que era examinado por un auror.

Su mirada era sombría, y estaba fija en la pálida piel de su mejor amigo. Ella dejó de llorar bruscamente cuando vislumbró las intenciones del hombre. Le salvaría, diría que estaba vivo y le salvaría.

Su esperanza se volvió a desvanecer cuando el auror negó con la cabeza, posando una mano en su torso, justo encima de la marca brillante. Hermione no lo quiso creer, e intentó llegar hasta él, pero las firmes manos de Ron y Luna se lo impedían.

Recordaba las palabras de Dumbledore con claridad…

Tú posees algo que Voldemort no conoce…Tú puedes amar…

Entonces…solo su amor podía salvarle…

Ginny miraba la escena y escondía la cabeza en el hombro de Draco, que tenía los ojos llorosos y el rostro firme. La imagen no era alentadora, era lo más angustioso que habían visto, y la posibilidad de Harry muerto aún les atacaba como un huracán, cortándoles la respiración cuando llegaba y les cegaba, haciéndoles derramar lágrimas por él. En verdad, Draco había logrado cogerle aprecio a ese moreno de ojos verdes, y le dolía demasiado su muerte.

Después el auror sacó la varita, para verificar su muerte.

-¡No!-gritó Hermione por encima de todas las voces. El aire se volvió denso, mientras ella sollozaba-En la marca no…-siguió, con la respiración entrecortada. Ron y Luna la miraron, compungidos y llorosos, como todos allí.

El auror la observó con compasión y negó con la cabeza, mientras su brazo se ponía más rígido. Hermione abrió mucho los ojos, respirando con dificultad.

-¡No lo haga¡Por Dios no lo haga!-volvió a gritar, sorprendiendo al hombre, que estaba apunto de pronunciar el hechizo. La miró fijamente a los ojos, mientras Ron y Luna habían cesado en sus intentos de alejarla. No parecía tener fuerzas para más, y Hermione sentía que el dolor que había arremetido en su pecho hacia unos minutos cada vez se hacía más intenso, robándole los suspiros y el aire de los pulmones.

Toda la sala miró al irlandés, mientras ella añadía, con la garganta dolorida después del llanto, los sollozos y los gritos¡Está vivo!

Y a la exclamación le siguió el silencio, sin sollozos ni revuelo, solo eso, silencio. Un silencio lleno de preguntas e interrogantes, lleno de sorpresa.

Y lleno de un nuevo sentimiento que albergaban los corazones de los aurores de la brigada londinense. Algunos no pudieron evitar una media sonrisa, mientras otros aguantaban la respiración en el intento de creerse sus palabras

El corazón de la castaña empezó a dar bandazos aún más brutales, mientras empezaba a ver todo borroso a su alrededor. No se restregó los ojos, ni intento acallar los murmullos en acento irlandés, ni intentó apartar los vestigios de lágrimas que decoraban su cara.

El auror guardó con lentitud su varita, se levantó y se acercó a Hermione. La miró con pena, y otra vez compasión. Y ella no quería su compasión. Intentó respirar con normalidad, pero algo se lo impedía.

-Sigue vivo, por favor…hágame caso, no le lance hechizos, por favor…-suplicó con sus últimas fuerzas. Y desfalleció, chocando contra el helado suelo. Lo último que pudo oír fue un gran revuelo a su alrededor antes de desmayarse por completo.

Despertó con un fuerte dolor de cabeza. Se tocó la frente y la encontró envuelta en una venda, mientras que por su rostro bajaban gotas de sudor. Con una mueca de dolor se recostó en la cama, intentando pensar en todo lo que había pasado, pero el fuerte malestar y los constantes dolores de cabeza se lo impedían. Sabía en que lugar estaba, pero al principio le costó un poco saber por qué. Empezó a observar por la ventana el cielo azul, solo intentando recordar. Y cuando los fragmentos de recuerdos llegaban a su mente, solo le quedaba asimilar y recuperar las fuerzas suficientes para salir de allí a averiguar que había pasado.

De repente, escuchó un estruendo que hizo que se sobresaltada, seguido por un agudo grito de¡Hermione!

Giró la cabeza, y no pudo más que sonreír al identificar una larga melena pelirroja. La muchacha se agachó con impaciencia, recogiendo con prisa las pociones y pastillas que se habían esparcido por las baldosas. Luego, dejó la bandeja en la mesa auxiliar, y se abalanzó contra la castaña.

-Creí que no despertarías nunca…-susurró a su oído, mientras aflojaba la presión sobre ella. Hermione le sonrió de forma tranquilizante. Los ojos de Ginny estaban abarrotados de lágrimas de felicidad. Su amiga puso una mueca y se llevó una mano al costado.

-Creo que me abrazaste con demasiada fuerza-dijo, con una sonrisa. Ginny rió dulcemente y negó con la cabeza, mientras de la bandeja cogía un frasco humeante de color azul oscuro.

-Necesito que te tomes esto-le dijo, sentándose en el borde de su cama. Hermione examinó el frasco y bebió un sorbo. Casi escupe la poción, y tuvo que hacer un gran esfuerzo por tragarla. Notó como el líquido le quemaba la garganta, y le producía una sensación desagradable en el estómago.

-Sé que no es muy agradable…pero es por tu bien-añadió la sanadora. Ella asintió y se tomó otro trago. Cuando hubo terminado, le dio el frasco a Ginny, que fue a dejarlo en la bandeja. Iba a coger otra cuando Hermione preguntó:

-Oye, Gin…¿qué pasó con Harry?-.

El frasco cayó al suelo, y la poción se derramó por él. La muchacha maldijo por lo bajo y comenzó a recoger los cristales.

-No me has respondido-insistió Hermione. La pelirroja se levantó, dejó los cristales en la bandeja, la cogió y encaró a su amiga.

-Tengo que ir a por más, espérame aquí-. Con un suave golpe de varita el suelo quedó limpio. Se dio la vuelta y salió con rapidez de la habitación, sin darle tiempo a Hermione de protestar.

-Pues entonces…-murmuró la joven de ojos miel. Con cuidado se levantó de la cama. Tuvo que apoyarse en la mesa para no caer. Sentía todo el cuerpo dolorido, y empezaba a tener un calor sofocante. Se quitó la venda del pelo enmarañado, y pudo ver su imagen en el espejo. Se veía pálida, frágil, inmune a todo. Respiró con profundidad y sacó fuerzas de lo más hondo de su pecho para intentar moverse con normalidad. Ginny volvería pronto.

Salió al pasillo a trompicones, e intentando no llamar mucho la atención. Pero su vista se fijó en un pelirrojo que dormitaba en una silla de espera. No había rastro de nadie más. Fue directa hacia él, y tuvo que reprimir las ganas de soltar una risita. De verdad se veía adorable…como un niño pequeño. La única diferencia era que sus ronquidos eran más escandalosos.

-Pobre Luna…-murmuró, y sonrió, aunque esa sonrisa se le borró de pronto-Voy a buscarle Ronald…-. Y sin más, le dio un beso en el pelo y fue hacia los ascensores. El camino se le hizo largo y tenso, pues escuchaba algún lamento a través de los cristales, y enfermeras que iban y venían con rapidez, tanta que ni se fijaban en ella. Cuando pulsó el botón de llamada del ascensor, sintió como una bandada de aire frío se colaba en su pecho, haciendo que se tambaleara. Respiró hondo y recuperó la compostura. Pero escuchaba de fondo como alguien la llamaba, y giro la cabeza para encontrarse con una sanadora que la llamaba. Apretó el botón con más insistencia, mientras la sanadora avanzaba hacia ella. Y de repente la puerta del ascensor se abrió, y se encontró de frente con dos melenas, rubia y pelirroja, y con un parloteo intenso. Después, las dos mujeres salieron a toda prisa del ascensor sin fijarse en nada, y Hermione se metió en él mientras apretaba el botón amarillo de la recepción. Ginny, que agarraba a Luna del brazo, se paró en seco, y se dio la vuelta. La sanadora que perseguía a Hermione se chocó contra una despistada y nerviosa Luna. La sanadora cayó al suelo, y Luna se apresuró a ayudarla a levantarse, pero esta le negó la ayuda. Ginny avanzó hacia el ascensor, mientras su amiga castaña apretaba con tanta fuerza el botón que parecía que iba a romperlo. Cuando las puertas empezaron a cerrarse, con una Ginny a la mitad del pasillo blanco, lo último que pudo ver es como Hermione esbozaba una sonrisa inocente.

-¡Perdona! Tú eras la que venías corriendo como una loca-dijo Luna. Ron se despertó sobresaltado por la discusión de las dos chicas. Se levantó con pesadez de la silla, y después de estirar los músculos de la espalda, se acercó con prudencia a su novia.

-¡Porque tenía que hacerlo! Tú obstruías…-.

-¿Obstruía!-chilló la rubia, interrumpiéndola-Mira…-observó un momento el cartelito que colgaba de su bata verde lima-Petty Donald…el pasillo es bastante grande y…-.

De repente, Ron soltó una carcajada.

-¡Petty Donald!-gritó, y volvió a reír. Las dos jóvenes le miraron, Luna sin comprender, y Petty indignada. Negó con la cabeza, recogió su carpeta del suelo y se marchó de allí, irguiéndose y sin mirar atrás, sin ni siquiera despedirse de Luna.

-¡Será posible!-dijo ella-¡Y tú que hacías ahí dormido!-le gritó al pelirrojo. Este paró de reír al instante, y la miró alzando las cejas.

-Estaba cansado…-contestó, bostezando fingidamente. Entonces Luna pareció recaer en algo, ya que empezó a mirar a todos lados. Ron observó también a su alrededor. Ginny se dirigía hacia ellos a paso rápido.

-¡Corred!-les mandó a ambos-¡Hermione se escapó, lo más seguro que a buscar a Harry!-.

-¿Pero Harry no está…?-pero Ron no pudo terminar su pregunta, ya que su hermana le cogió del brazo, al igual que a Luna, y los arrastró a ambos hacia el ascensor que se acababa de abrirse. Al meterse algo apretados, Ron pisó a alguien, y al girarse para pedir unas breves disculpas, descubrió de nuevo a Petty Donald. Ya se iba a echar a reír cuando sintió un fuerte codazo en las costillas, y como Luna le miraba amenazadoramente. Igual, Ginny y ella lucían nerviosas y bastante preocupadas.

-Perdone…¿sabe la habitación donde se encuentra el Sr. Harry Potter?-preguntó Hermione a la mujer de información, una rubia con ricitos de aspecto desagradable. Explotó la bola de chicle que acababa de formar y se bajó la montura de las gafas para observar a la castaña de cerca.

-¿Y se puede saber quien eres linda¿Su novia quizá?-inquirió con el mayor descaro posible. Hermione la miró sin creerse como alguien pudiera ser tan cotilla, pero intentó ignorarla.

-Disculpe…yo solo quiero que me diga eso…¿puede buscar donde se encuentra, por favor? Tengo algo de prisa…mmm, esto…-miró la placa de su chaqueta-Doris, sí, eso, Doris-y sonrió forzadamente. La recepcionista Doris empezó a mascar su chicle con más brutalidad, y Hermione creía que lo iba a convertir en líquido de tanta fuerza con lo que lo masticaba.

-Lo siento, bonita, pero Harry Potter no se encuentra en el hospital, al menos no en este que yo sepa-dijo, con una voz horriblemente aguda y repelente, sonriendo con una asquerosa satisfacción. La sonrisa forzada de Hermione se desvaneció al instante, y maldijo a "ricitos de oro" interiormente. Tenía que ser una broma de esa mujer cuarentona.

-¡Siguiente!-chilló, con una voz ya más normal. Sin embargo, Hermione no se apartó, pero Doris la ignoró por completo. Al final, se decidió a observarla de nuevo.

-¿Te quieres apartar, por favor? Tengo trabajo que hacer-.

Quizá la mujer llevara razón, no tenía porque mentirla. En el fondo, Hermione sabía que tenía razón, pero la cruel desesperación ganaba siempre la batalla a lo racional.

-¡No me mienta!-exclamó la chica de ojos canela-¡Harry tiene que estar aquí!-.

La mujer miró a Hermione como si estuviera loca.

-Mira…ya te dije que no está…pero si quieres que te aconseje algo de verdad, la planta de psiquiatría está…-pero no la dio tiempo a decir nada, porque Hermione se dio la vuelta y se marchó a la vez que, a lo lejos, Ginny, Luna y Ron salían del ascensor, seguidos por los señores Weasley y los Granger, que se habían bajado a tomar un café para despejarse y se los habían encontrado por el camino.

Afuera llovía con fuerza. El aguacero inundaba las calles de Londres. Hermione, escondida en las sombras de callejón donde se encontraba la entrada a San Mungo, hizo aparecer una gruesa gabardina marrón, que se puso enseguida, mientras el frío le llegaba hasta lo más hondo. El vaho de su lenta respiración se notaba por las calles vacías. No avanzó mucho y ya se le calaron los pies, ya que iba en zapatillas de andar por casa. Al final, el cansancio le pudo, y se paró en frente de un café lleno de gente, donde se respiraba un aire apacible y acogedor. Quiso entrar, pero algo se lo impedía, y, sin saber por qué, siguió caminando, a pesar de sentirse mal. Si Harry no estaba en San Mungo…lo más seguro es que estuviera…

-Muerto…-susurró ella. Y no pudo soportar más las lágrimas, que cayeron como el aguacero que cubría todo Londres. Estaba empapada, y tenía frío, pero la repentina idea que volvía a tener no la dejaba preocuparse por eso. ¿Qué importaba la llovía, si él no había podido sobrevivir? O peor aún…¿si el auror irlandés no la había echo caso y le había dado por muerto?

Sollozó con más fuerza, imaginándose a Harry dentro de un ataúd, inconsciente, pero con su corazón aún vivo, aún latiendo débilmente.

No supo cuanto había avanzado, pero no sabía donde estaba. El café quedaba ya muy atrás, y no podía distinguir ni el nombre de la calle que había en el poste, ya que las lágrimas y la fuerte lluvia emborronaban su visión. Así que, se paró en aquel cruce desierto, y sin importarle la encharcada acera, se sentó en el bordillo, mirando ensimismada el río de agua sucia que bajaba por el asfalto. Se acurrucó en su misma, y posó la barbilla en las rodillas mientras la yema de sus dedos se deslizaba con suavidad por el agua que se amontonaba al lado de las aceras. No se distinguían sus lágrimas de la lluvia, ni se podía escuchar su llanto por el chapoteo de las gotas, pero ella si notaba todo el dolor que albergaba su pecho. Y se sentía mal, se sentía culpable, porque no debió perder el conocimiento en el cuartel, porque si no hubiese pasado Harry podría estar vivo.

Pasaron interminables minutos de meditación, durante los cuales la tormenta se hizo aún más poderosa, y en los cuales se gastaron ya hasta las ganas de llorar. Reflexionando en su cabeza, había muchas posibilidades de que, lo que había notado en el pecho de Harry, no fuera más que producto de su imaginación, de su frenético deseo de que no estuviera muerto. O quizá, solo había sido un último latido antes de la muerte inmediata.

Y aquella conclusión, que cada vez sonaba más convincente, dejó a la muchacha rota, ahogada en su propia mentira, la que había creado su cabeza todo este tiempo, desde que la cúpula que encerraba a la mortífaga Catherine y a Harry se desvaneció en aquella explosión.

Empezó a mecerse, hacia adelante y hacia atrás, sintiendo sus mechones de pelo caer empapados sobre su rostro, y sintiendo sus ojos derramar alguna lágrima solitaria. Nadie la había engañado, ella sola era la culpable de todo esto. Y todo, desde que cambió su apariencia y personalidad sin importarle nada, todo, era culpa de sus decisiones. Estaba segura.

Segundos después, escuchó como unos pasos apresurados se detenían justo a tres metros de ella, dejando de chapotear contra la encharcada acera. Miró de reojo al individuo que la observaba fijamente, a través de sus gafas de montura negra, con esa gabardina gris, y taladrándola con esa mirada que tanto conocía.

Verde. Verde intenso. Verde esmeralda. Lleno de emociones. Lleno de vida.

Se levantó con lentitud, y el hombre no hizo ningún movimiento, ni siquiera parecía respirar. Llevaba una barba de tres días, que sin duda le hacía parecer más sexy aún. Y, a parte de que sus ojos eran tan intensos como siempre, su pelo seguía revuelto, indomable, moreno azabache, y ni las gotas podían calmarlo. No pudo reprimir una sonrisa, que ocupó su rostro durante interminables momentos, mientras cerraba los ojos, preparándose para que cuando los abriera, la imagen ya se hubiese marchado. Pero no se fue, y sus dos orbes canelas se juntaron con los de él, haciendo que una placentera sensación de calor le subiera desde el estómago. Entonces, empezó a acercarse a ella, sin sonreír, pero sin parecer serio. Simplemente sin expresión. La cabeza de ella empezó a dar vueltas y vueltas a la situación, y recordó las palabras de Doris:

-"Mira…ya te dije que no está…pero si quieres que te aconseje algo de verdad, la planta de psiquiatría está…"-.

Observó con los ojos desorbitados al Harry de delante suyo, avanzando hacia ella. Y quiso huir, pero estaba paralizada.

Entonces, su cuerpo se estremeció, a la vez que se sentía la mujer más feliz de la tierra, mientras los brazos de Harry se cerraban sobre ella, resguardándola de todo mal, y haciéndola sentir segura. Anhelaba sentirle contra su pecho, ahogándola con su respiración. Anhelaba decirle que le extrañaba, que le quería, que le amaba…pero, todo aquello se disipó, cuando él pronunció un simple nombre, un nombre que anhelaba, de nuevo con todo su ser, escucharlo salir de sus labios.

-Hermione…-. Y no pudo reprimir lar ganas de llorar, por saber, por creer, que todo era mentira. Se separó de él, y le miró a los ojos.

-Harry…-suspiró. Se encerró entre su pecho, derramando lágrimas por su ausencia. Sintió como respiraba en su nuca, y como su corazón latía desesperado dentro de su pecho.

-¡NO!-chilló de repente, rompiendo a llorar, separándose de él. Esto llegaba demasiado lejos. Su razón le estaba jugando una mala pasada. Él, su pelo, su aroma…nada podía ser real.

-¡VETE!-gritó, sollozando aún más fuerte. Retrocedió, sin dejar se mirar su expresión confusa y medio asustada, porque en el fondo quería que esa visión de él no se disipara nunca. Harry se fue acercando a ella, a la vez que ella intentaba alejarse de él.

-¿Qué te pasa, Mione!-gritó, ya que la tormenta les taponaba los oídos, y a la vez porque Hermione cada vez se alejaba más, aunque nunca lo suficiente para dejar de verle. Negó frenéticamente con la cabeza, cerró los ojos y se tapó las orejas con las manos, mientras por su garganta brotaba un grito estremecedor, que hizo que el cuerpo del moreno se estremeciera, y que de sus ojos, hasta ahora resistentes, salieran lágrimas. La castaña cayó de rodillas al suelo, todavía gritando, negando con la cabeza, y, aunque sin desearlo, pidió que cuando abriera los ojos él ya no estuviera allí. Pasaron unos segundos, y dejó de gritar, con la garganta dolorida. No escuchó sus pasos, ni sus palabras, y, cuando abrió los ojos, no le encontró en frente suya.

-Harry…-suplicó, sollozando. Sintió a su corazón desbordado latir violentamente, y como ahora le tocaba afrontar la realidad. No podía vivir siempre de imágenes suyas, y terminaría enloqueciendo teniendo esas alucinaciones, aunque parecieran tan reales.

De repente, unas manos fuertes rodearon con delicadeza sus ojos canelas, haciendo que su espina dorsal recibiera una descarga eléctrica al sentir el roce de su piel, y su aroma, y su barbilla apoyándose en su hombro, y la sensación agradable que dejaba su respiración en su cuello…

-Déjame existir, todavía no me ido…y todo gracias a ti-susurró a su oído. La última lágrima se coló entre los dedos de Harry y rodó por la mejilla, hasta juntarse con las otras gotas de agua en el suelo.

Solo logró que el silencio ocupara el lugar de todas las palabras que quería y algo la impedía decir. Él destapó sus ojos, y se posó enfrente suyo, también de rodillas. Le apartó mechones de pelo empapado del rostro, viendo sus ojos brillar como nunca antes lo habían echo.

Muchas veces un gesto, o un roce involuntario, o una caricia podían expresar más que todo un poema. Su relación siempre había sido más que meras palabras de consuelo. Había sido un cúmulo de sensaciones confusas, que se entremezclaban en miradas y cogidas de mano. En besos suaves en la mejilla. En ciertas peleas y ciertos rubores técnicamente innecesarios. Y en la protección mutua, en un empujón para proteger al otro, en un abrazo para acallar su preocupación. Y al final, una tarde muy distinta a esa, mientras muchos alumnos de séptimo disfrutaban de su último baño en el lago de Hogwarts junto al calamar, con un sol que relucía en lo alto, una caricia, un tímido beso en los labios, había marcado una historia, que ya estaba marcada desde un comienzo, y que había evolucionado con el tiempo, hasta convertirse en lo que una persona más anhela conseguir, y más anhela disfrutar.

Un amor, verdadero, como ese. Y una caricia más, solo faltaba un beso, y sellarían de nuevo el pacto de amor que, hace años, cuando aún estaban descubriendo ese mundo misterioso y complejo, habían iniciado.

Mientras la lluvia caía con más fuerza, ellos se unieron, se convirtieron en uno solo, probando sus labios después de tanto tiempo, y sintiendo el roce de sus cuerpos más cerca que nunca. El frío, el viento y la tormenta no importaban nada, porque ellos, fundidos en una caricia que podría ser eterna, se proporcionaban todo el calor suficiente.

Se separaron, exhalando el aire húmedo del ambiente, y aún abrazados.

-Me tienes que explicar tantas cosas…-dijo Hermione en un susurró. Harry besó su pelo con delicadeza y le sonrió, separándose de ella y acariciando una de sus pálidas mejillas. Hermione sonrió, y cerró los ojos, disfrutando del roce de su piel.

-Ya habrá tiempo, mi Hermione-dijo, a la vez que ella abría los ojos. Se sonrieron mutuamente, y volvieron a unirse, mientras a lo lejos, un futuro matrimonio sonreía desde la distancia.

FIN

¿Fin?

Vosotros me diréis si queréis epílogo o no.

Aixxxx…estoy emocionada y no se que demonios decir…

Solo que quería poner de título: "Después de la tormenta llega el beso" jaja pero dije…mmm adivinarían enseguida mis intenciones…o nose, pero bueno, el título que dejé me gusta.

Os vuelvo a agradecer todo lo que habéis hecho por mí, ayudándome a seguir en todos los capítulos.

Gracias de corazón, por hacer feliz a una pobre niña adolescente.

Y lo siento por no agradecer uno a uno los reviews, pero me embarga la emoción y no puedo, aunque si al final hay epílogo (repito, vosotros decidís) juro, o bueno, prometo, que los contesto todos, aunque solo una persona me deje un review, para mí es igual de importante.

Muchas gracias de nuevo.

Con inmenso cariño:

Elen