Cachorros.

By Tenshi Lain

Notas en negativo:

-Los personajes de YU-GI-OH! son propiedad de Kazuki Takashi, solo los utilizo porque ADORO el SetoXJoey.

-Esta Historia contiene Shonen Ai, si no te gusta, ya sabes donde está el botón para salir, si te gusta ¡disfrútalo!

Cap. 5

Era un lugar sucio y cochambroso, se notaba que hacía mucho que estaba en desuso. El techo de la nave se caía a trozos dejando pasar la luz del atardecer y tiñendo el suelo del lugar de tonos anaranjados. Al fondo de la desierta nave, cerca de las oficinas había una vieja mesa medio destartalada y sobre esta un par de maletines negros bien cerrados y un portátil. Un hombre de aspecto poco recomendable, hablaba en alemán por su móvil mientras otro leía el periódico por la sección de hípica.

El tercer hombre que estaba sentado en la mesa se giró al escuchar como la pequeña puerta trasera, se abría con un fuerte chirrido. Un hombre de unos cuarentaitantos años con una gorra de color azul marino en la cabeza entró con un par de bolsas de plástico en las manos.

- Ya era hora, Mike ¿fuiste a comprar la cena o a prepararla? - dijo el hombre cuando el recién llegado se acercó.

- Deja de quejarte - dijo mientras le tiraba una hamburguesa envuelta en una caja de papel-cartón.

- ¿No será con pepinillos? - replicó mientras investigaba el contenido de la caja.

- Y que más da, Taro - dijo el hombre del periódico cogiendo la suya directamente de la bolsa.

- Odio los pepinillos - remugó Taro mientras seguía buscando cualquier rastro de alimento sospechoso en su hamburguesa.

- ¿Y esto que es? - dijo el hombre del periódico cuando en vez de su hamburguesa, sacó de la bolsa un muñequito en forma de pantera rosa.

- Venía con el menú infantil - contestó Mike de mala manera recuperando el muñeco y dándole la hamburguesa.

- Viejo, no me digas que te estás encariñando con la cría.

En aquel momento el hombre del móvil colgó y miró a sus compañeros.

- Neghishi y nuestro contacto vienen en camino, llegaran en media hora como mucho. Preparadlo todo.

- Vamos jefe, al menos déjanos acabar de cenar - se quejó el hombre del periódico señalando su hamburguesa medio mordisqueada.

- A eso no se le puede llamar cena Akira - dijo con desprecio mientras cogía una ensalada de la bolsa. Ignoró por completo el menú infantil pero dijo -. Mike, que la mocosa coma rápido, no quiero retrasos.

- Si jefe.

El hombre de la gorra volvió a coger la bolsa y se dirigió hacia unas escaleras que subían a un altillo en el que antiguamente estaba la oficina de la fábrica. Sacó un manojo de llaves medio oxidadas e introdujo una. La puerta cedió pesadamente.

La estancia era bastante amplia, o tal vez se veía así por la falta de muebles. Los cristales de los grandes ventanales, estaban pintados por dentro de forma que se hacía imposible ver a través de ellos salvo por pequeñas peladuras por las que se colaban leves rayos de luz. En la esquina más alejada de la puerta, había un par de colchones viejos con una manta apolillada y sentada en ella estaba Kari. La pequeña parecía estar muy concentrada en algo que tenía a sus pies en el suelo. Cuando Mike se acercó a la pequeña, se dio cuenta de que estaba pintando en el suelo con un lápiz de cera que a saber de donde habría sacado. Cuando la pequeña se percató de su presencia levantó la cabeza y sonrió ampliamente.

- Hola - saludó el hombre acuclillándose ante ella - ¿Qué haces?

- Pinto - dijo la niña volviendo a centrar su atención en su dibujo.

- ¿No sabes que no se debe pintar en el suelo?

- Pero aquí todo está pintado - dijo señalando los grafitis de las paredes -, como en el cole. La seño nos da pintura en platos de cartón y nosotros pintamos con las manos en las paredes. Otras veses pone un papel muuuu grande en el suelo y pintamos con las ceras. No nos dejan usar rotuladores porque la última vez alguien no les puso el capuchón y ya no pintan - se puso una mano al lado de la boca y dijo como si fuera un secreto -. El que se olvidó de ponerlos fue Heji, pero me ha dicho que si no se lo digo a la seño, me dará su postre siempre que comamo flan.

- Vaya, parece un buen trato - sonrió Mike. Le encantaba escucharla chapurrear de aquella manera, le traía tantos recuerdos... -. Hablando de postres ¿Tienes hambre?

- Chi - afirmó la niña y su sonrisa aun se hizo más grande al ver como ante sus ojos aparecía una pequeña caja de colores que conocía muy bien - ¡ah! - exclamó eufórica - ¿Para mí?

- Claro - la pequeña cogió la caja y la abrió con nervios. Dentro había una hamburguesa pequeña, una mini ración de patatas fritas, un zumo de manzana en mini-brick y un yogur de fresa. La sonrisa de la pequeña vaciló un poco.

- Pero hoy no es Domingo - informó muy seria.

- ¿Domingo?

- Papá solo me deja comer burguers, los Domingos. Hoy había clase, así que no es Domingo - Mike no pudo evitar sonreír ante la lógica de un niño de cuatro años.

- No importa por una vez. Mira que más me han dado - dijo sacando el muñequito.

- Que mono - dijo cogiéndolo y sonriendo -. Cuando papá venga se lo enseñaré.

Mike no contestó, simplemente observó como la pequeña comía con gusto. Suspiró mientras se levantaba y se dirigía a la ventana para observar el exterior por las pequeñas oberturas.

- ¿No comes? - preguntó la pequeña con la barbilla manchada de ketchup.

- No tengo hambre - respondió sin mirarla.

- ¿Y cuando vendrá papá?

- Ya no tardará - murmuró.

- ¿De que os conocéis? El señor de la cara manchada dijo que erais amigos.

- ¿Cara manchada? - ahora si la miró con una sonrisa y una ceja arqueada.

- El señor que vino a recogerme al cole.

- Bueno, digamos que si que conocemos a tu padre.

Kari no entendió muy bien aquella respuesta, no le aclaraba mucho la verdad. Estaba a punto de insistir cuando el claxon de un coche llamó su atención. Mike se puso serio y se dirigió a la puerta, la entreabrió y vio como un coche negro de importación entraba en la nave mientras Taro y Akira cerraban las puertas.

- Voy abajo un momento, espera aquí y acábatelo todo.

- Chi - dijo la pequeña mientras la puerta se cerraba con llave de nuevo.

Mike bajó las escaleras y se reunió con sus compañeros. Del coche bajaron cuatro sujetos, dos muy grandotes vestidos de sobrio traje negro y que sin lugar a dudas eran guardaespaldas. De la parte trasera bajó el rechoncho señor Negishi y otro hombre de aspecto europeo, si mal no recordaba era alemán (aunque sus cabellos rubios y sus ojos claros lo confirmaban). El extranjero miró a su alrededor con ojo crítico, por la expresión de su rostro estaba claro que le desagradaba de sobremanera estar en aquel cochambroso lugar.

- Bien venido señor Bernard - saludó el jefe.

- Señor Oshi - contestó el extranjero con marcado acento tendiéndole la mano. Sus ojos claros se clavaron en los maletines que habían sobre la mesa -. La mercancía...

- Siempre al grano... - sonrió Oshi indicándole que podía abrirlos.

El hombre los abrió y revisó el contenido meticulosamente. Tras unos instantes cerró las tapas con una sonrisa de aprobación.

- Y... ¿el resto? - preguntó mirando a Oshi.

- Enseguida - sonrió, se volvió hacia sus compañeros -. Mike, anda, tráela.

El hombre de la gorra movió la cabeza afirmativamente y volvió a subir. Al abrir la puerta Kari le recibió con una gran sonrisa mientras seguía dibujando en el suelo.

- Kari ven un momento.

- ¿Ha llegado papá? - preguntó ilusionada.

- No, pero abajo hay alguien que quiere conocerte.

La niña le miró algo confusa, pero aun así tomó la mano que el hombre le ofrecía y bajó las escaleras. Miró con desconfianza a todos aquellos desconocidos y apretó más la mano.

- Vaya, vaya... - dijo el extranjero agachándose hasta quedar a la altura de la niña - en verdad que es preciosa. Y se le parece mucho... - alargó una mano para acariciar el dorado cabello de la niña, pero esta se hizo hacia atrás y se ocultó tras Mike. Bernard sonrió.

- Las maletas ya están en el coche - dijo uno de los guardaespaldas.

- Muy bien - el alemán estiró una mano hacia la niña -. Ven, vamos de paseo.

- No quiero - protestó la niña.

- Venga, vamos a ir a un sitio muy bonito. Seguro que te gusta.

- No - dijo rotunda y antes de que nadie pudiera hacer nada, salió corriendo por entre las oxidadas máquinas.

- ¡Cogedla! - gritó Oshi. Todos intentaron colarse por el estrecho entramado de maquinas y cables. El camino era fácil para una niña, pero no para un adulto.

Ya todos estaban desesperados viendo como no había forma de llegar hasta la pequeña. Apartaban planchas de metal y tubos intentando abrir camino y de pronto...

- ¡ALTO POLICÍA!

Por todos lados entraron hombres uniformados con las pistolas desenfundadas, gritando a los allí reunidos que levantaran las manos y no hicieran movimientos bruscos. Todo era un caos. En pocos instantes los criminales fueron reducidos.

- ¿Y la niña? - preguntó el inspector a Oshi.

- ¿Qué niña? Esto no es una guardería... - de pronto sintió como lo cogían fuertemente por el cuello de la camisa y lo alzaban. Ante él aparecieron un par de ojos azul prusiano que lo observaban con fría cólera. Oshi jamás se había sentido tan intimidado por una mirada.

- ¿Dónde está? - dijo el hombre que lo sujetaba con un tono de voz que lo estremeció.

- Se... se escabulló entre las máquinas.

La tenaza de su cuello se aflojó y fue empujado violentamente hasta chocar contra un par de oficiales que lo esposaron al momento. Kaiba y algunos agentes se acercaron al montón de chatarra, pero antes de llegar un gran alboroto les llamó la atención en la puerta principal.

- No puede pasar - decía un agente, tratando de impedir el paso de alguien.

- ¡Impídamelo! - replicó una voz que el CEO conocía muy bien.

- Joey ¿Qué demonios haces aquí? - preguntó cuando el rubio llegó hasta él arrastrando a un par de agentes que intentaban inútilmente retenerlo.

- Vengo a por mi hija - contestó - ¿Dónde está?

- Al parecer se escondió entre la chatarra en un descuido.

Joey se acercó hasta donde los agentes buscaban y llamó a su pequeña.

- ¡Kari¿dónde estás¡Kari!

- ¡Papá! - exclamó la pequeña asomándose a varios metro de donde los delincuentes la habían visto desaparecer.

La cara de alivio y la sonrisa de felicidad que adornaron el rostro de Joey eran indescriptibles. Corrió hacia su hija y tras apartar algunas cajas la alcanzó.

- Kari, Kari, Kari... - decía Joey mientras abrazaba a su pequeña - ¿Estás bien¿Te han hecho daño?

- No - dijo moviendo la cabeza a los lados - ¿nos vamos a casa ya?

- Si, mi vida - dijo Joey besando la frente de la pequeña.

Kaiba observó con alivio la escena desde el lugar en el que lo había dejado Joey. Por fin todo acaba bien.

- Venga andando - decía uno de los oficiales mientras conducían a los arrestados hacia la salida para llevarlos a la comisaría - ¡Eh, tú!

Uno de los arrestados calló al suelo, al parecer había tropezado con la pata de la mesa, pero al levantarse todos comprobaron que no había sido casualidad. En sus manos había una pistola que al parecer había permanecido oculta bajo la mesa todo el tiempo.

- ¡Apartaos! - gritó empuñando la pistola.

- Akira suelta el arma - gritó el inspector mientras él y casi todos los policías le apuntaban.

- ¡No. Dejadme salir o los mato!

Todos sintieron un gran nudo en el estómago cuando vieron como apuntaba hacia donde Joey permanecía de pie. El rubio tenía a su pequeña en brazos y procuraba que la niña no mirara al frente y que así no se asustara al ver el arma.

- ¡Akira tira el arma!

- ¡No! tiradlas vosotros o me los cargo ¡va enserio!

Los policías se miraron entre si nerviosos. La situación era complicada. Podían abatirlo, pero no sin que antes disparara contra el rubio y su hija. Kaiba se movía lentamente a espaldas de aquel desesperado hombre, que estaba más pendiente de los policías. Se acercó despacio con el mayor sigilo del mundo, como un felino en plena caza. De pronto el hombre miró hacia donde él estaba, sin darle tiempo a reaccionar, Kaiba se lanzó sobre él derribándolo. La pistola calló a un par de metro de ellos. El CEO empezó a darle puñetazos descargando en él toda la furia contenida. Varios policías tuvieron que sujetarlo para poder separarlos mientras le gritaban que se calmara.
Pero mientras esto ocurría, Akira se recuperó del aturdimiento de los golpes. Alargó la mano y recuperó la pistola.

- ¡No!

¡BANG!

Un solo disparo resonó por toda la nave seguido del golpe seco de un cuerpo al caer. Los policías rápidamente se abalanzaron sobre el delincuente reduciéndolo y esposándolo de nuevo.

- ¡Joey! - llamó Seto deshaciéndose al fin del agarre de los policías y corriendo hasta el cuerpo caído de su amado.

- Tranquilo estoy bien... - murmuró mientras revisaba a su pequeña, la cual tampoco estaba herida gracias a que el hombre de la gorra se había interpuesto entre ellos y el arma de Akira. Joey observó a su salvador y vio que se sostenía fuertemente el brazo derecho. Le habían alcanzado en el hombro.

- ¡Deprisa que venga un médico! - gritó el inspector al llegar junto a ellos. Apartó la chaqueta del hombre y examinó la herida -. Tranquilo, es una herida limpia.

- Je... ya no estoy para estos trotes Henzo - le contestó al inspector con total familiaridad -. Creo que debería pensar en dejar esto.

- Sería un pena perderte como informador Mike, pero tienes razón. Ya no tienes edad para esto.

- ¿Él fue el que informó? - preguntó Kaiba recordando el informe del chivatazo que había visto en la comisaría.

- Mike siempre nos ha informado de cualquier asunto turbio que haya en la zona.

Kaiba no dijo nada, ya entendía como era posible que tuvieran aquella información tan precisa. Se volvió a mirar a sus dos cachorros, pero entonces se percató de la extraña mirada del rubio. Antes de que pudiera preguntar que ocurría, Joey alargó una mano y le quitó a aquel tal Mike la gorra.
Una espesa mata de cabellos dorados salpicados de canas y algo sucios cayeron enmarcando un par de cansados ojos de color canela. La cara de asombro de Joey fue increíble.

- Papá... - murmuró incrédulo.

- Me alegro de verte Joseph - dijo el hombre con una sonrisa algo derrotada mientras los sanitarios se acercaban con sus maletines.

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Kari dormía plácidamente en los brazos de su padre. Ambos permanecían tumbados en la misma cama del hospital. Debían ser como las tres de la madrugada. Una ambulancia los había llevado hasta allí mientras eran escoltados por un par de coches de policía. Los médicos le habían hecho una revisión completa a la pequeña y habían determinado que no tenía nada más que cansancio. Pero por precaución decidieron tenerla en observación y al día siguiente tendría una charla con la psicóloga infantil por si la experiencia había dejado algún tipo de trauma.

La puerta se abrió levemente y el sonriente rostro de Serenity se asomó.

- ¿Joey? - llamó en voz queda.

- Estoy despierto - contestó sin apartar la mirada de su pequeña.

- Te ves agotado - le comentó acercándose a la cama.

- Tranquila, no es nada ¿Aun... siguen ahí?

- Si... - musitó sabiendo muy bien a que se refería - Los médicos han dicho que la herida no es grave que con reposo y cuidado se curará. Aunque tal vez le deje cicatriz.

- A él siempre le gusto presumir de cicatrices - dijo con tono neutro.

- ¿No vas a hablar con él?

- ¿Por qué debería hacerlo?

- Es nuestro padre.

- ¿Tu has hablado con él?

- Si... ¿sabes? Es diferente a como lo recordaba.

- Hacía mucho que no lo veías - contestó Joey sin apartar los ojos de su niña.

- Y tú también.

Tras varios minutos más de silencio Joey se levantó con cuidado, para no despertar a Kari.

- ¿Puedes quedarte con ella?

- Claro, tú ve tranquilo.

Joey salió al pasillo y fue hacia el otro lado, al llegar a la sala de espera encontró a Kaiba despidiéndose del inspector Heizo.

- Gracias por su colaboración. Ah, señor Wheeler ¿cómo está su hija?

- Bien, ahora duerme.

- ¿Sabe? Aun no entiendo como pudo encontrarnos - le comentó el inspector curioso.

- Me he criado en esas calles, conozco a mucha gente que aun me recuerda y que suele tener buena información.

- Comprendo - sonrió el inspector -. Su hija es muy pequeña, seguramente no recuerde nada de esto cuando crezca.

- Ojalá - contestó Joey. Su mirada se desvió por uno momento hacia la puerta de la habitación en la que descansaba su padre, pero rápidamente apartó la mirada.

- Estoy seguro de que aun está despierto - dijo el inspector.

- Ya.

- En fin, necesitaremos hacerle algunas preguntas a la niña, mañana vendremos con la psicóloga y les llamaremos si necesitamos algo más para la denuncia.

- Muy bien. Buenas noches - despidió el CEO, el inspector hizo una reverencia y se marchó. Kaiba se volvió hacia Joey y vio que este volvía a mirar hacia la puerta -. Ve y habla con él.

- No sé si es buena idea.

- ¿Por qué no?

Joey se sentó en uno de los asientos y clavó la mirada en el suelo, Seto se sentó a su lado, no acababa de comprender la situación. Sabía que el rubio y su padre nunca se habían llevado bien, pero no entendía porque ahora, después de lo que había ocurrido en la fábrica, seguía sin querer hablar con él.

- Desde siempre me dejó bien claro que yo era una carga. Algo inútil que solo le traía problemas. No se puede vivir con alguien así. Por eso en cuanto tuve la mayoría de edad me largué. Ni siquiera le dije adiós - Seto escuchaba las palabras de su cachorro en silencio. Aunque algo en su interior se retorcía -. No entiendo su actitud.

- ¿En serio crees que te hubiera dejado morir?

- Siempre lo creí - la sinceridad en la voz de Joey era dolorosa. El rubio se levantó con determinación y fue hacia la habitación de su padre.

- ¿Dónde vas?

- A preguntar por que - contestó con una sonrisa antes de atravesar la puerta.

La habitación era tan aséptica como cualquier otra, la única luz que permanecía encendida era la que había sobre la cama del señor Wheeler. El hombre observó entrar a su hijo sin decir nada por varios segundos.

- Buenas noches - dijo al fin.

- Buenas noches - Mike se acomodó en la cama hasta quedar sentado, aunque no pudo evitar una mueca de dolor.

- No deberías moverte - le aconsejó Joey sentándose a un lado de la cama.

- Ya sabes que nunca he sido capaz de permanecer quieto mucho tiempo... igual que tú.

- Lo sé... hay cosas que no se pueden evitar heredar - había cierto dolor en la voz de Joey y algo de resentimiento. Mike simplemente lo miró a los ojos en silencio.

- Es encantadora y muy espavilada, se parece mucho a ti cuando tenías su edad.

- Mamá dijo lo mismo - otra vez hubo silencio.

- Por lo que sé, las cosas te van bastante bien. Buen trabajo, un buen piso.

- ¿Un amante? - completó Joey con acidez. Su padre le miró serio, finalmente sonrió tristemente.

- También.

- Supongo que tuvo que ser duro para ti descubrir que tu hijo era gay - dijo con tono hiriente.

- No lo creas. Sí, me quedé sorprendido - aceptó viendo el escepticismo en los ojos de su hijo -, pero tú siempre te has regido más por el corazón que por la razón, así que si estás con él es porque le quieres. Nunca estarías con alguien a quien no quisieras.

- No me fui porque no te quisiera, sino porque no podía seguir viviendo contigo. Es muy duro vivir con alguien que te desprecia por todo y que no aprecia nada de lo que haces.

- Joey.

Otro incómodo silencio se instaló en la habitación. Era difícil enfrentarse a tanta verdad de golpe.

- ¿Por qué Kari? - preguntó Joey de pronto - ¿por qué precisamente la eligieron a ella?

- No estoy muy al corriente de la situación, era Oshi el que se encargaba de contactar con aquel extranjero. Solo sé lo que me contó - se acomodó en la almohada y continuó -. Al parecer, un tipo bastante rico hace poco que perdió a su hija en un accidente. Su mujer se sumergió en una depresión e incluso intentó suicidarse. El hombre estaba desesperado y dispuesto a cualquier cosa con tal de no perder también a su esposa. La llevó de viaje por diferentes países para distraerla y animarla, pero al llegar a Japón se toparon con una sorpresa: Una niña idéntica a la que habían perdido.

- ¿Cuándo vieron a Kari? - preguntó Joey sin entender todo aquello.

- La vieron en la tele, en un programa sobre videojuegos, realidad virtual o no se que.

- El reportaje de Deblin - murmuró Joey recordando que hacía cosa de un mes, Duke había hecho la presentación oficial de su última gama de juego de dados mejorados. Había habido una gran presentación en la que el público que hubiera ganado un concurso previo, podía ser el primero en probar los nuevos dados. Por casualidades de la vida, el destino, el azar o vete a saber que, Joey había conseguido uno de los pases y había ido con su hija. Recordaba que habían varios reporteros cubriendo el evento, pero no les prestó atención y ni siquiera sabía que los habían filmado.

- El caso es - continuó Mike - que la mujer casi enloqueció al ver a una niña tan parecida a la suya. Decía que era su hija, que no estaba muerta, que alguien se la había llevado y un sin fin de locuras más. El marido viendo una posibilidad de que su mujer recuperara el juicio y la salud se puso en contacto con Bernard y este a su vez con Oshi para que buscara a la niña. No sé como exactamente dio con Negishi, pero él enseguida supo que era tu hija. Buscó algunos colaboradores e idearon el plan del secuestro.

- Maldito bastardo - masculló Joey apretando los puños -. Pero... ¿cómo te metiste tú en todo esto?

- Conozco a Taro y Oshi de hace tiempo - contestó con una sonrisa algo seca -, en cuanto supieron de que iba la cosa me preguntaron si quería hacerme con un buen pellizco. Lo que ellos no saben es que hace años que colaboro de forma secreta con la policía. De saberlo ya haría tiempo que me habrían linchado.

- Pareces orgulloso - contestó Joey.

- Después de tantos años de errores, sienta bien hacer algo bueno. Por desgracia ya es tarde para pedir tu perdón - Joey lo miró con el ceño fruncido -, no estoy diciendo que volvamos a ser la familia de antes.

- Nunca fuimos una familia.

- Lo sé - aceptó Mike afirmando con la cabeza -. Solo quería decir que siento mucho todo lo que pasó entonces. Las cosas se desbordaron, no sabía como manejar la situación y lo único que conseguí fue desesperarme y perder del todo a mi familia... lo siento... Me hubiera gustado que este reencuentro fuera en otras circunstancias, Joey.

- Si, lo sé... a mi también.

Los dos rubios se sonrieron y compartieron el tranquilo silencio que siguió. En el pasillo apoyado en la pared junto a la puerta, Seto sonreía levemente.

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Seto se sirvió de todos sus contactos e influencias para asegurarse de que aquellos desgraciados que habían intentado llevarse a su pequeña cachorra, no volvieran a ver la luz por largos años. Naturalmente el padre de Joey salió libre. Había ido dando información a la policía y gracias a él todo había acabado bien. La policía se comprometió a buscarle una nueva identidad y un lugar seguro en el que poder vivir, para evitar así posibles represalias de sus antiguos compañeros ahora que ya todos se habían enterado de su doble juego durante el juicio.

La tarde de su partida Joey, Kari y Seto fueron a despedirse. Al entrar en la habitación Kari se soltó de la mano de su padre y fue junto a su abuelo.

- Hoa Mike - dijo alegremente.

- Hola pequeña.

- ¿Es verdad que te vas de viaje?

- Si.

- ¿Mucho tiempo?

- Bastante.

- ¿No te veré otra vez?

- Eso nunca se puede saber Kari.

- Esto es para ti - dijo la pequeña dándole un pequeño muñequito de plástico con forma de gatito azul - es mi gatito de la suerte - le explicó en tono confidencial.

- Gracias, lo cuidaré mucho.

Mike miró entonces a su hijo y le dedicó una sonrisa.

- Señor Michael - llamó un agente desde la puerta -, tenemos que irnos ya.

- Muy bien. Adiós peque - le dio un beso a Kari en la frente y se la entregó en brazos a su padre -. Adiós Joey, cuídate.

- Tú también - contestó el rubio con una media sonrisa.

Finalmente el hombre se marchó tras echar una última mirada, tal vez para guardar siempre en su memoria aquella última escena.

- Papa ¿estás triste? - preguntó Kari observando lo extrañamente brillantes que estaban los ojos de Joey.

- No es nada mi amor - aseguró abrazándola contra su pecho para que no le viera llorar -, no es nada. Es que decir adiós duele.

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Kaiba llamó a la puerta del apartamento y esperó a que alguien abriera. Hacía días que no sabía nada de Joey y ya estaba preocupado. Casi un mes había pasado desde que todo aquello sucedió y sus vidas habían regresado al mismo punto en donde fueron interrumpidas. Seto intentando convencer a Joey para que fuera a vivir con él y el rubio evitando el tema.

Tras unos instantes, escuchó como alguien se quedaba de pie ante la puerta. Seguramente mirando por la mirilla. La puerta se abrió, pero no era Joey quien lo miraba con cara de sorpresa.

- Kaiba, que sorpresa.

- Serenity - dijo él inclinando la cabeza a modo de saludo - ¿Está Joey?

- No, está trabajando. Pero ya no creo que tarde mucho ¿quieres esperarle?

- Está bien.

Siguió a Serenity hasta la sala de estar, en el sofá y tapada con una manta de cuadros azules y verdes, estaba Kari. La niña miraba los dibujos de la tele, pero por su cara no parecía que le divirtieran mucho.

- Hola Kari - saludó él.

- Hoa - dijo la pequeña, sin sonreír ni mirarlo.

- ¿Estás enfadada? - preguntó sentándose a su lado.

- Se ha resfriado y está un poco pocha - comentó Serenity con una sonrisa hacia su sobrina - ¿te apetece un café?

- Sí, gracias.

La morena se fue a la cocina. Kaiba miró a la niña. Tenía el rostro serio, los mofletes algo colorados y el cabello revuelto. Le puso la mano en la frente y comprobó que tenía algo de fiebre. La pequeña lo miró con ojitos de cachorrito abandonado y se recargó contra él. Kaiba le rodeó los hombros con el brazo y le acarició los suaves cabellos.

Estuvieron así hasta que la niña se durmió. Al momento la puerta de la entrada se abrió y apareció Joey cargado con su bolsa de cámaras. Se los quedó mirando en silencio. La verdad es que aquella imagen quedaba muy tierna.

- Hola Kaiba - saludó el rubio dejando la bolsa sobre la mesa. El CEO solo asintió con la cabeza. Joey llevó una mano a la frente de su pequeña y puso cara seria -. No baja.

- ¿Cuánto lleva con fiebre?

- Desde ayer - contestó -. Si a la tarde no le ha bajado, la llevo al médico.

- Hola Joey, bienvenido - saludó Serenity al entrar con el café.

- Hola hermanita - dijo dándole un beso y ayudándola con la bandeja - ¿algo nuevo?

- La fiebre ni le sube ni le baja, tose un poco pero no tiene mucosidad.

- Ya... - dijo el rubio mirando a su niña. Luego sus ojos se desviaron hacia los de Kaiba los cuales observaban a la pequeña preocupados -. Serenity ¿podrías acostar a la nena? Estará más cómoda en su cama.

- Claro.

La morena cogió a su sobrina en brazos, envuelta en la manta y desapareció por la puerta del pasillo. Los dos muchachos quedaron solos.

- ¿Y que querías? - preguntó Joey serio.

- Solo quería hablar contigo - dijo el moreno mirándolo directamente a los ojos. Joey no pudo evitar que un escalofrío le recorriera la espalda ¿por qué demonios lo descomponía tanto aquella mirada?

- ¿Hasta cuando piensas insistir?

- Hasta que aceptes.

- Mira Seto ahora no es un buen momento.

- ¿Por qué no?

- Kari está resfriada y yo tengo una buena oferta que no puedo rechazar, no puedo ponerme ahora a pensar en estas cosas.

- No veo porque no - dijo Seto sin bajar del burro.

- Seto por favor - pidió Joey -, dame tiempo para pensar. Por favor.

La determinación de Kaiba se evaporó con aquellos ojos tiernos. Suspiró y le dijo:

- Piénsalo cuanto quieras - puso sus manos en su cintura y lo atrajo hasta que sus labios se tocaron. Ambos sintieron aquella agradable descarga eléctrica -. Esperaré tu respuesta, Joey.

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Casi una semana había pasado desde entonces y Kaiba no había vuelto a tener noticias de Joey. Le dolía no tener noticias, pero él mismo había aceptado darle tiempo para pensar y ahora no podía ir a agobiarlo. Solo podía esperar con paciencia (aunque esta no era una de sus virtudes.

Pasaba las hojas de la carpeta que tenía entre las manos. Pero apenas recordaba lo que acababa de leer. No tenía nada de concentración en aquellos momentos. Sentía la cabeza embotada y los ojos más cansados de lo normal. Se llevó una mano al hombro y se rascó. Malditos mosquitos, se habían ensañado con él en las últimas noches y eso que aun no era verano.

Viendo que su malestar iba en aumento y que no podría trabajar con el 100 por 100 de su concentración, decidió irse a casa a descansar.

Al llegar a la mansión se sorprendió mucho de ver que tenía invitados. En el salón estaban Joey y Mokuba charlando animadamente.

- Hola hermano. Bien venido.

- Buenas tardes - dijo el mayor sin apartar la mirada de Joey. El rubio se veía algo agotado y cansado. Volvió a rascarse las malditas picaduras de su brazo.

- ¿Qué te pasa? - preguntó Mokuba, viendo que su hermano parecía algo decaído.

- Nada, solo estoy cansado.

- Ya llevas días así - dijo Mokuba preocupado y ante la sorpresa de los dos hermano, Joey se puso en pie, se dirigió hacia el CEO y le levantó la camisa. Seto sintió arder su cara ¿pero a que venía eso ahora?

- Seto - llamó Joey con voz seria - ¿has pasado la varicela?

Por un segundo Kaiba no entendió lo que le había dicho, pero al momento dirigió su mirada hacía su torso comprendiendo en parte. Su pecho y su abdomen estaban llenos de pequeños puntitos rojos, como los de su brazo, los que él había confundido con picaduras de mosquito.

- Mokuba si, pero yo no.

- Pues ahora ya la habréis pasado los dos - dijo Joey con una sonrisa ácida.

- Eso es imposible - negó el moreno volviendo a ponerse bien la camisa -. La varicela es una enfermedad de niños y yo ya tengo 23 años.

- La varicela la puede coger cualquiera sin importar la edad - le corrigió Joey -, claro que en los adultos es más peligrosa.

- Esto no puede ser varicela - dijo empecinado - ¿dónde se supone que la cogí, eh?

- Me temo que en mi casa - dijo Joey pasándose una mano por la nuca -. Kari tiene varicela, seguramente te la contagió ella.

- Lo que me faltaba... - murmuró dejándose caer en el sillón. En verdad que le dolía la cabeza.

Unas horas después el médico confirmó las palabras de Joey: el gran Seto Kaiba con varicela. Le recetó unos antibióticos y un jarabe para la tos, además de una pomada para las molestas erupciones. Ahora si que no podía levantarse de la cama, aunque en verdad no podía.

La cabeza le daba vueltas y todo el cuerpo le picaba.

- ¡Chey! - dijo Joey dándole una palmadita en la mano - que no te rasques ¿quieres que te queden cicatrices?

- Pica demasiado - protestó el CEO.

- Oye, con una niña ya tengo bastante... - dijo mientras preparaba la dosis de medicina. El rubio estaba sentado en el borde de la cama con una cuchara en una mano y la botellita de jarabe en la otra.

- ¿Cómo está Kari? - preguntó preocupado.

- Ahora está bien. Duerme. Los niños suelen pasar mejor la varicela. Abre la boca - y le dio la cucharada de jarabe.

- Puedo hacerlo solo ¿sabes?

- Lo sé, pero es la costumbre - dijo sonriendo - y me gusta hacerlo de todos modos - le guiñó un ojo. Las mejillas de Kaiba casi siempre estaban sonrosadas a causa de las pocas décimas de fiebre que se negaban a bajar, pero ahora lo estaban un poco más -. Seto, te agradezco que nos dejaras quedar aquí.

- No es necesario que me lo agradezcas. Era lo más lógico. Tú querías cuidarme, pero también tienes que cuidar a Kari. Estando todos en la mansión, se arregla el problema.

- Esto no lo harás con segundas ¿verdad?

- No sé a que te refieres -dijo sin darle importancia.

- Bueno, aun no te he contestado.

- Llevamos casi tres años de pareja ¿por qué no vivir juntos?

- Pero Kari...

- Sabes de sobra que la quiero como si también fuera hija mía. Me encantaría teneros a los dos en casa. Mokuba también está encantado con la idea y de todas formas, en dos años empezará la universidad y se irá de la mansión.

- No sé Seto... - sus palabras fueron interrumpidas por los ardientes y agrietados labios de Seto. Al separarse Joey acarició la frente del moreno sintiéndola aun ardiendo.

- Piénsalo, entonces.

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Calor, mucho calor... su cuerpo empapado de sudor ardía y las sábanas se pegaban a su cuerpo. Daba vueltas en la cama, sin encontrar alivio a su malestar. Un paño frío y húmedo en la frente consiguió serenarlo un poco pero el malestar no se iba. Entreabrió los cansados y nublados ojos a la penumbra de la noche y se encontró ante la más bella imagen.

- Joey... - musitó con un hilo de voz.

- Ssshh... tranquilo - le susurró pasando el paño húmedo por su rostro -. Tienes 40 de fiebre, descansa o los antibióticos no harán efecto.

- Joey... - Seto alargó una mano hasta alcanzar el rostro del ser más hermoso de su mundo -. Te amo - murmuró. El rubio abrió los ojos con sorpresa y después sonrió.

- Estás delirando, voy a llenar la bañera de agua- intentó levantarse del borde de la cama, pero un par de fuertes brazos le rodearon la cintura y lo hicieron caer en la cama - Seto.

- No me dejes - murmuraba el CEO rayando el borde de la inconsciencia, la fiebre estaba removiendo la memoria del moreno haciendo decir cosa sin sentido - no me dejes solo... No quiero estar solo nunca más... Nunca había nadie a mi lado.

- ¿Qué me dices de Mokuba? - preguntó acariciando su cabeza con cariño.

- Si... él si estaba conmigo... pero no siempre podré tenerlo a mi lado. El tiene su vida... ya no me necesita.

- No digas eso - le reprochó mirándolo a los ojos. Aquellas esferas azules estaban nubladas por la fiebre -. Tú hermano te quiere y siempre estará contigo. Igual que yo - lo abrazó fuerte y susurró en su oído -. Siempre estaré contigo, siempre.

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A la mañana siguiente, cuando Seto se despertó, se encontró solo en su habitación. Se encontraba mucho mejor, aunque aquellas molestas marcas rojas seguían allí. Fue entonces que se dio cuenta de que no llevaba el mismo pijama ¿Cuándo se había cambiado? Recordaba vagamente fragmentos de la noche anterior: mucho calor... la garganta ardiendo... angustia... palabras dulces que no podía recordar con exactitud... y el agua helada de la bañera.

Seguramente Joey lo había bañado para bajarle la temperatura. Miró su despertador, eran las once y veinte ¿Cuándo fue la última vez que durmió hasta tan tarde? Nunca que recordara.
La puerta se abrió y una pequeña revoltosa asomó su sonriente rostro.

- Hoa Seto - saludó Kari desde la puerta.

- No deberías estar levantada.

- Me aburro mucho allí sola - explicó mientras corría hasta la cama y se subía a ella. Cogió uno de los lados de la colcha y se envolvió en ella frente a Kaiba - así que vinido de visita.

- Pues gracias ¿Dónde está tu padre?

- Hasiendo el desayuno - contestó -. Dise que después lo traerá al cuarto.

- ¿No se extrañará de no encontrarte? - preguntó Seto ladeando la cabeza.

- Le he dejado una nota - dijo muy orgullosa. Seto sonrió al recordar la "caligrafía" de la pequeña. Kari fue a gatas hasta quedar a su lado y puso su manita en la frente del moreno.

- Ya no ténes fiebre.

- Lo sé ¿y tú tampoco?

- ¡Chi! papá estaba mu preocupado. Ponía una cara mu seria. Pero ahora que ya tamos buenos no tendrá que preocupase más.

- Eso espero - por la puerta que Kari había dejado entreabierta, entró Joey con una bandeja cargada con tostadas, zumo, leche y fruta troceada -, no es fácil cuidar a dos niños a la vez.
Kari rió con ganas ante la mirada que Seto le echó a su padre. El rubio ni se inmutó, solo le dedicó una sonrisa y dejó la bandeja sobre la cama. Kari rápidamente cogió un trozo de melocotón.

- Deberías dormir un rato - dijo Seto observando las ojeras que acompañaban aquellos ojos castaños.

- Tranquilo, estoy bien - dijo Joey untando de mantequilla un par de tostadas y después repartiéndolas.

- Si no te cuidas el niño enfermo serás tú - le dijo mordazmente Kaiba consiguiendo que el rubio le sacara la lengua en gesto burlón. Kari solo rió más. Era divertido ver a dos adultos comportándose como ella lo hacía en la guardería.

- Venga come y calla.

Los tres siguieron desayunando entre bromas y risas. Era muy agradable estar así... en familia.

- Por cierto - dijo Seto mientras Joey recogía la bandeja - ¿Anoche tuve mucha fiebre?

- Ya lo creo, no bajabas de 40. Tuve que meterte en la bañera con agua fría. Incluso delirabas.

- ¿En serio? - preguntó intentando recordar eso, pero todo estaba muy confuso - ¿y que dije?

- Cosas... - respondió Joey evasivamente con una curiosa sonrisa, como si guardara un secreto.

Kaiba frunció el ceño molesto. No le gustaba que le escondieran cosas. Cogió por el brazo a Joey y lo hizo caer en la cama de espaldas. Le sujetó las muñecas contra el colchón y le dijo mirándolo fijamente a los ojos.

- ¿Qué cosas?

- Nada, cosas... - Joey disfrutaba de aquellos juegos, pero la risa de su pequeña le recordó que no era el momento apropiado - Aunque si te diré que lo que dijiste me hizo recapacitar y... la respuesta es sí.

Kaiba lo miró con los ojos muy abiertos ¿acaso quería decir que?

- ¿Aceptas mi propuesta?

- Parece que no lo creas - contestó ladeando la cabeza en un gesto coqueto.

Una amplía e insólita sonrisa curvó los labios de Seto. No podía creerlo, aquello era demasiado bueno para ser verdad. Joey puso entre sus manos el rostros del CEO y mirándolo directamente a los ojos le dijo.

- Acepto tu propuesta Seto.

Sin aguantar más Seto besó con pasión sus labios. Jamás había sentido tanta felicidad. Jamás se había sentido tan completo.

- Besitos, besitos - canturreó alegremente Kari mientras se tapaba media cara con la sábana. La pareja se separó algo cortados por la interrupción, pero con una sonrisa en los labios.

- ¿Y tú de que te ríes? - dijo Joey cogiéndola por la cintura y empezando un ataque de cosquillas.
Seto observó la escena aun sin perder la sonrisa. Sus cachorros eran en verdad inquietos y revoltosos. Con ellos jamás se sentiría solo. Con ellos podría formar una familia.

+FlashBack/end +

- Una familia - murmuró Seto con la mirada perdida y la mente sumida en antiguos recuerdos. Sonrió para si mismo. La puerta del asiento del copiloto se abrió y Kari entró como un bólido al coche.

- Hola Seto - saludo alegremente dejando la mochila a sus pies - ¿A que no sabes que?

- ¿Qué? - preguntó mientras ponía en marcha el coche.

- Hoy en clase hemos estado viendo los reptiles ¡y la profesora ha traído a su iguana! - decía muy emocionada, Seto escuchaba con atención toda la explicación mientras conducía de camino a casa.
Eran agradables aquellos sencillos momentos. En los que charlaban de cosas cotidianas, en los que reían juntos, en los que compartían vivencias. Seto jamás había vivido una temporada tan tranquila y nunca había tenido tanta gente con la que compartirla, una familia.

Su hermano Mokuba, Joey y Kari eran las únicas personas en el mundo a las que podía calificar de aquella manera.

Su familia.

CONTINUARÁ...