Esta historia ya fue publicada anteriormente, pero quedo abandonada. Aquí esta de vuelta, espero que esta vez tenga un poquito más de fama y espero sus reviews!
RONALDÍN
En medio del oscuro desierto, en una de esas noches en las que el viento no permite ver, ni siquiera mas allá de nuestra propia nariz, un hombre andaba sobre su escuálido camello en dirección al pueblo mas cercano, el pueblo de Agrava.
Vengo yo de un lugar,
de una tierra sin par,
donde ves caravanas pasar.
Y si allí les caes mal,
te van a mutilar,
¡Que barbarie, pero es mi hogar.
El hombre era de baja estatura, tenía una nariz en forma de pimiento alargada y era bastante gordo. Llevaba puesto una túnica algo rara y un turbante del doble del tamaño de su cabeza.
Cuando hay viento del este,
y hay sol al oeste,
y la hora el reloj te da.
Yo te invito a pasear,
en la alfombra a volar,
una noche de Arabia gozar.
A lo lejos, entre la arena levantada por el fuerte viento, se podía observar las puertas de lo que parecía ser la entrada al pueblo. A lo lejos se divisaba un inmenso castillo, iluminado por la luz de la luna.
De Arabia soy
noche y día por igual,
intenso calor,
no he visto algo peor,
todo puede pasar.
El pueblo de agrava abría sus puertas dejando entrar al pequeño hombre, en cuyo pecho se encontraba una insignia con las letras N. Longbotton.
En noches así,
bajo la luna fiel,
muy listo hay que ser,
para no caer,
al desierto cruel.
El hombre bajo de su camello, trastabillando al haber calculado mal su llegada al piso. Se detuvo mirando de un lado al otro en búsqueda de alguien, pero al no encontrarlo, miro directamente al frente y comenzó a hablar.
-Buenas mis queridos amigos…-dijo mientras se abría la túnica dejando ver innumerable cantidad de cosas-…tengo alígeros, relojes, pulseras, dijes…y bueno…si hay buena paga….una que otra cosita mas….-dijo con un aire misterioso. Cuando la vista comienza a alejarse el pequeño hombre corre a detenerla.
-No, no…esperen-dijo parándose delante y hurgando un su bolsillo-tengo algo muy interesante para ustedes-dijo mientras de su bolsillo sacaba una hermosa lámpara (n/a: la lámpara maravillosa!)-esta es un preciosa reliquia…que tiene una hermosa historia de amor como recuerdo… ¿quieren oírla?...comienza en una noche estrellada….
El desierto se extendía por la amplia Arabia. Un hombre algo alto con el pelo grasiento pegado a su piel, usaba una túnica algo ceñida a su flacucho cuerpo. En su hombro derecho un loro de pico raro se paseaba de un lado al otro. El hombre iba en un caballo negro tirado por un pequeño hombrecito que parecía ir muy asustado. Al llegar a un lugar determinado, ambos se detuvieron, entonces el hombre pequeño le entrego al del caballo lo que parecía ser la mitad de un escarabajo de oro.
El hombre sobre el caballo le quito con un fuerte movimiento en su brazo la parte del escarabajo, sacando de su túnica roja, la otra parte. Lentamente unió ambos lados, formando un perfecto escarabajo dorado que comenzó a brillar y salio volando en una dirección a toda velocidad.
-¡Rápido!-grito el hombre cabalgando detrás del animalito dorado, a su paso sujetado al pequeño hombre y llevándolo a gran velocidad casi volando como un volantín.
La joya anduvo un rato hasta adentrarse en una montaña de arena, que ante la sorpresa de los dos hombres presentes forma la cara de un gran tigre cuyos ojos brillaban al mismo tono que lo había hecho el pequeño escarabajo.
-¿Quién osa despertarme?-grita el tigre gigante.
El hombre del caballo esbozo una gran sonrisa mientras miro al pequeño hombre dándole a entender que debían entrar por la boca abierta del tigre hecho de arena.
El pequeño hombre miro la entrada a lo que parecía ser una cueva, la lengua del gigante tigre simulaba ser una escalera que brillaba por el dorado de seguramente toneladas de oro que adentro se podía encontrar. Se giro a ver al hombre de la túnica, quien miraba contemplativamente la entrada.
-Recuerda, puedes tomar todo el oro de la cueva de las maravillas, después de haberme traído la lámpara. Ahora ve-le dijo esto último casi gritando.
El hombrecito pequeño, con algo de desconfianza puso un pie dentro de la cueva, lo que originó que el gran tigre rugiera.
-¿Quién osa entrar en la cueva de las maravillas?-pregunto.
El hombrecito retiro rápidamente su pie, para contestar tímidamente.
-Soy Quirrell, el humilde ladrón-le dijo el pequeño hombre. Pero no pudo decir más ya que después la boca del tigre se cerró estrepitosamente atrapando a Quirrell que por más que intentó zafarse no pudo hacerlo, y ante de volver a ser nuevamente una montaña de arena, el tigre dijo:- Busca al diamante en bruto. Cerrándose por completo y dejando caer ambas partes del escarabajo, pero esta vez separadas.
-¡No lo puedo creer!-dijo el loro en el hombro del hombre de pelo grasiento, luego volando hasta ambas partes del escarabajo y tomando cada una en una pata-¡con lo que nos costó encontrar a este estúpido!-dijo volando nuevamente hasta el hombro entregándole a su amo las partes del escarabajo.
-Calmate, Draco-le dijo el hombre-tenemos que encontrar al famoso diamante en bruto-terminó, mirando fijamente hacia el norte.
-¿Pero como lo haremos, Snape?-le preguntó el loro histérico.
-Eso, lo tengo muy claro-dijo Snape alargando exageradamente la palabra muy.
Un chico con el cabello todo desordenado y de un color rojo como el fuego, corrió por el techo de una casa, hasta llegar a su limite, del otro lado, lo qué parecía ser un precipicio por la altura se extendía. Llevaba una camisa toda rotosa, y unos pantalones muy grandes para su tamaño.
-¡Hay que atraparlo!-grito un hombre bastante grande detrás suyo.
-¿Solo por un pedazo de pan?-grito el pelirrojo, al tiempo que levantaba los hombros, pensando para sus adentros:-Si no hay otra salida.
Y saltando desde esas grandes alturas. En su caída dio con grandes tendidos en los que gran cantidad de ropa se extendía, lo que al dar contra el piso, amortiguo la caída del pelirrojo.
Un grupo de señoras regordetas se agolpaban en las ventanas, riéndose de las ocurrencias del chico.
-¿Tan temprano empezaste hoy, Ronaldín?-le preguntó una de ellas desde la ventana de su casa El chico se acerco a ellas, todavía sosteniendo el pedazo de pan.
-No es tan malo señoras-dijo, pero una mamo lo sujetó del cuello dándolo vuelta-¡solo si me atrapan!-dijo mirando al enorme guardia que lo sujetaba con fuerza por el cuello de su camisa bastante rotosa.
Pero el hombre que cerro su puño para golpearlo no pudo hacer mas ya que una pequeña mano peluda le bajo su sombrero tapándole la vista.
-¡Justo a tiempo, Harry!-dijo Ronaldín (n/a: perdon a las fans de Harry, pero me pareció muy gracioso imaginármelo como Abú).
El pequeño monito sonrió victorioso, mientras saltaba en forma de triunfo, llevaba un gracioso sombrerito y un pequeño chalequito.
-¡Ahí, está!-grito una voz detrás de ellos, por lo que salieron corriendo a gran velocidad.
Tengo que saltar, tomar la ventaja
rehuir la espada mortal,
robar, solo lo que sea vital, es decir... todo.
Burlar a los mandarines,
no hay más, no es jugar,
probar, que no tengo ni un dinar.
El chico corría entre grandes cantidades de barriles amontonados, empujando uno y haciendo caer a todos los guardias que los seguían enojados.
Rata, pillo, vago, toma.
Los guardias lo siguieron hasta que el chico subió a lo que parecía ser una casa de maderas, pero bastante endeble.
Sólo un bocadillo.
Los guardias comenzaron a mover la estructura de un lado a otro.
Hay que hacerlo picadillo.
Para luego largarle todas sus armas, tratando de cortarlo en pedacitos.
Vaya insinuación, tengo que aceptar,
sólo cuento con Harry.
El chico salto en dirección a una ventana, donde unas damas, se encontraban cambiándose (n/a: imagínense aquí a Lavander y Parvati Patil)
¿Quién? ¡Oh! El chico nos da tanta pena,
convertido en un gran ladrón.
Al tiempo que de la nada un gato se trasforma en una mujer de avanzad edad.
A los padres culpo aunque no tenga.
El chico se aleja de las chicas y de la mujer sonriéndoles.
Comer para vivir, robar para comer,
ya te contaré en otra ocasión
Brincar, quitarme los golpes,
huir de mi perdición,
usar, falso nombre en cada acción.
Ganar a los que me atacan,
triunfar sobre del montón,
mejor será esconderme en un rincón.
Corrió ahora que los guardias lo encontraron en dirección a un grupo de gente que admiraba a una bruja rubia y con la mirada soñadora, levitar sentada como indio.
Tras el, vándalo, ultraje, escándalo.
Paso cerca de allí, pero quedo acorralado en un rincón, mientras los guardias le cerraban el paso.
Cálmense un instante
Una mujer salio de la nada, dejándolo entrar a su casa.
Pienso que es muy excitante
El chico paso corriendo, seguido de cerca por lo guardias.
Comer para vivir, robar para comer,
y mejor yo ya me voy.
Llegó a una ventana y la miro desafiante.
Burlar a los que me siguen,
dejar a todos atrás,
sortear sin miedo peligros,
volar, adiós amigos...
Ahí voy, y si me desean buen aterrizaje,
sólo tengo que saltar.
Callo sujeto de una alfombra en forma de paracaídas (n/a: algo Mary Poppins de su partes) en un pasaje oculto. Al caer partieron el pan junto a Harry, quien parecía haberse estado aguantando el hambre desde hacia tiempo.
En el otro extremo del callejón una pequeña niña de cabellos rojos, se encontraba mirándolos asustada. Ronaldín la vio y miro el pan que había partido, y que ahora se disponía a comer con Harry. Ronaldín se paro y se dirigió a la pequeña.
-¿Tienes hambre?-le pregunto. La niña asintió con la cabeza y Ronaldín le tendió su pedazo de pan. Harry lo miro enojado, pero después el también se acerco y de mala gana le entrego su porción a la chica.
Se escucho entonces una trompeta sonar, y se acerco a ver que pasaba. Un hombre bastante alto, con la espalda muy amplia entraba a la ciudad en un caballo blanco con pelo largo lleno de bucles por todas partes.
Ronaldín miro a Harry y sonrieron por el caballo, pero la niña pelirroja se cruzo delante del paso del hombre que debía de ser un príncipe y el caballo se hizo para atrás enojado.
-Niña, tonta... ¿que no ves porrrr donde vas?- le dijo el hombre sacando la varita, dispuesto a atacar a la niña.
Ronaldín se metió en el medio quitándole hábilmente la varita al príncipe.
-¿Por qué no se mete con alguien de su tamaño?-le dijo, pero el hombre del caballo le quito la varita nuevamente y dándole una patada en el pecho, lo tiro a un gran charco de barro que había allí.
El pelirrojo lo miro alejarse enojado.
-Harry, ¿habías visto alguna vez un animal montando otro animal?
El príncipe se giro, ya dentro de los terrenos del castillo y miro a Ronaldín despreciativamente.
-Siempre fuiste una rata callejera, naciste rata y morirás rata-le dijo originando la risa de varios de los que miraban la escena.
El pelirrojo desde el suelo se paró enojado y camino en dirección opuesta al castillo.
Una puerta se abrió estrepitosamente dejando pasar al príncipe, a su lado un hombre alto, con la barba larga hasta el suelo, y un sombrero bastante gracioso se encontraba parado escuchando al príncipe hablar.
-Jamás me habían trratado de esa manerra-dijo el príncipe, mientras caminaba en dirección opuesta haciendo grandes zancadas.
-Pero, príncipe Krum, ¿Qué le ha hecho mi hija?-le dijo el hombre corriendo detrás del príncipe, que ahora tenía el pantalón roto.
-Su hija, Dumbledore, me trato de la peorr manerra que nadie lo había hecho antes-le dijo marchándose enojado. Dumbledore levanto una ceja sin entender que es lo que le había dicho Krum, pero salio como un rayo a las afueras del castillo.
El lugar era hermoso, una gigantesca fuente se encontraba en el centro. Sentada junta a esta y admirando el agua, se encontraba una joven de cabellos marrones, bastante largo atados a una cola. Llevaba puesto un hermoso trajecito que consistía de una remera corta y un pantalón, todo color celeste.
-Hija mía-le dijo Dumbledore-¿Qué ha pasado?
-Nada padre…ese príncipe Krum es un malo-decía mientras sujetaba a un gran tigre por sus cachetes y chocaba su nariz con la de el- ¿no es así, Hagrid?
-Oh, Hermione-le dijo su padre, sentándose junto a ella- eres una princesa. Y sabes bien que a mi no me quedan muchos años de vida, y debemos encontrar a un príncipe para que te cases antes de tu próximo cumpleaños.
Hermione se levanto enojada y se dirigió a unas pajareras que guardaban en su interior una enorme cantidad de pajaritos blancos.
-Pero yo quiero elegir cuando y con quien casarme-le dijo al anciano que la miraba preocupada.
-Hermione, eres una princesa-le recordó el viejo.
-Pues, entonces, no quisiera seguir siendo una-le dijo abriendo la jaula de los pajaritos dejando a todos en libertad-Quiero ser libre, para tomar mis propias decisiones-le dijo a su padre, para luego darse vuelta en dirección opuesta a el y perderse en los jardines de castillo.
-Nunca tengas hijas-le dijo Dumbledore a Hagrid que lo miro adentrarse en el castillo todavía algo sorprendido.
Ya era tarde esa noche, cuando Ronaldín subía una escaleras con Harry sobre su brazo.
Vago, pillo,
eso es falso,
si miran más de cerca
¿Ven tan solo un pobre?
No señor...
Hallarán...
Que hay mucho más...
en mí.
Ronaldín entro en lo que parecía ser una casa abandonada, las paredes de una sola habitación que conformaban su hogar se encontraban todas rotas, una que otra maderas caídas, por lo que al entrar tenía que agacharse, pero toda esa mala vista, era conformada con el paisaje que se podía observar desde allí, la ciudad por completo, pero en especial el gigante y hermoso castillo.
-Algún día, Harry. Algún día todo eso será nuestro-le dijo al monito que ya se había acostado en una almohadón donde cabía perfectamente, mientras lo tapaba con una pequeña mantita-Ya lo verás.
En el castillo de Agrava, la princesa Hermione, cubierta en una túnica, saltaba las murallas que lo separaban del pueblo, para ver si fuera del castillo encontraba su tan ansiada libertad.
