Hola mis queridas lectoras, aquí ando con un mini fic son solo 4 capítulos y pue con motivo de la Navidad. Es una dinámica para la página "Mundo Fanfiction Inuyasha y Ranma"

Capítulo 2

Shippo:

El Espíritu de la navidad pasada.

Lo único que se interponía entre ellos era una puerta y su pie, por nada del mundo lo iba a dejar pasar. Esperaba pasar la ultima semana antes de navidad tranquila, sin el acoso de sus abogados pidiéndole continuamente el divorcio y ahora, se presentaba aquí de una manera descarada.

-Kagome no seas ingrata déjame pasar, me estoy congelando. – dijo Inuyasha, con la nariz y mejillas rojas. d

De mala gana, Kagome le cedió el paso y él entró, cerró la puerta y lo siguió hasta la sala. Se recargó en el marco de la puerta cruzada de brazos mientras observaba como dejaba sus maletas en un rincón.

Frunció el cejo ¿A caso el muy cretino esperaba quedarse a dormir aquí o a pasar unos días?

No, negó para si misma, sería mucha hermosura si eso pasara. Además, él tenía alguien más en su vida, alguien que lamentablemente ya no era ella.

¿A caso alguna vez llegó a amarla realmente?

No se quiso responder así misma aquella pregunta. Así que disimuladamente vio la hora en su reloj, faltaba mucho para la cena. Tal vez iría al super a comprar las cosas que le hicieran falta, un vino para la cena de Ayame. Matar el tiempo para no estar ahí con él.

- ¿Qué haces aquí? –ella le preguntó.

- ¿Cómo que qué hago? – tomó asiento en un sofá blanco, con una posición relajada.

Después sacó de un maletín unos papeles, no le hacía falta adivinar que eran y de pronto, la idea de una reconciliación se fue al caño. Ella muchas veces le había pedido, que, si deseaba el divorcio se lo pidiera personalmente, bien, ya lo tenía.

– No firmaste los papeles del divorcio, así que aquí me tienes personalmente – una vez que encontró el portapapeles se lo extendió a Kagome – Me dijiste que te lo pidiera personalmente. Aquí estoy, fírmalo de una vez para que todo termine.

Contempló los papeles y la pluma que amablemente le había extendido. Ahí adentro comenzó a faltarle el aire. La verdad no estaba preparada para firmarlos.

- ¿A eso has venido hasta aquí? – frunció el cejo - ¿A pedírmelos?

-Te lo he estado pidiendo durante meses. Esto debió haber acabado antes de la ultima fecha del año.

-Lo siento, ahorita no puedo.

Pero la puerta sonó y al abrirla, Kagome vio de nueva cuenta a Ayame, quien le sonreía amablemente. Al ver a Inuyasha lo saludó y este le regresó el saludo, tampoco para él pasó inadvertido su embarazo en estado avanzado.

-Solo fírmalos Kagome, para irme esta noche a Francia en el primer avión que salga.

Ayame notó la incomodidad en Kagome, la tomó del brazo y se anticipó hablar.

-Eso es imposible – interrumpió Ayame.

- ¿Cómo que imposible? – Inuyasha se molestó ante la interrupción la pelirroja.

- ¿No escuchaste que habrá tormenta de nieve justamente esta noche y que estará así hasta durante toda la semana?

- ¿Y qué tiene que ver eso? – le preguntó Inuyasha.

-Que acaban de suspender todo vuelo – explicó la pelirroja.

-Es lo que pasa cuando has vivido por mucho tiempo lejos de la ciudad donde vivías – dijo Kagome mientras arqueaba una ceja.

- ¿Y tú sí? ¿O ya lo haz olvidad? – contraatacó.

No estaba dispuesta a pelear con Inuyasha delante Ayame, desvió sus ojos del ojidorado para ver a su amiga Ayame.

- ¿Nos vamos Ayame? – le preguntó.

-Claro – Ayame asintió.

- ¿Qué te hace falta para la cena?

Pero mientras se apartaban por la acera, Inuyasha la llamó desde el interior de la casa.

-Kagome, no me iré de aquí hasta que firmes estos papeles.

-Descuida – se soltó bruscamente del amarre de Inuyasha –No me iré a ningún lado. Puedes usar una de las habitaciones, y te prometo que para mañana tendrás tus papeles firmados.

-Eso espero.

-Ah y no me esperes para la cena.

Inuyasha cerró la puerta, tomó sus maletas y subió las escaleras. Entró en la primera habitación que encontró, solo quería descansar antes de iniciar otro duelo verbal con su esposa.

Lo mejor de todo esto era que Kagome firmaría los papeles y él se largaría a Francia para encontrarse con Eri. Soló que esperaba que hubiese buen tiempo y que Ayame estaba equivocada.

Abrió una maleta y sacó un pantalón de dormir, se fue al baño y lo primero que hizo fue darse un baño de agua caliente. El vapor había invadido todo el interior del pequeño cuarto. Estaba recostado en la tina, con una toalla sobre su cabeza. Pero de pronto, comenzó a escuchar ruidos extraños provenientes de ahí. Tal vez era Kagome quien había regresado.

Se quitó la toalla y ahí no había nadie. salió de la tina con una toalla enredada a la cadera, limpió el espejo empañado para mirarse, pero atrás de él apareció el reflejo de su padre muerto. Frunció el cejo y se volvió rápidamente para ver, pero ahí no había nadie.

Mientras perdía el tiempo, aprovechó para trabajar un poco, utilizó los datos de su celular para conectar la computadora a internet y así le dieron las siete de la noche. Comenzó a sentir sueño, si, era muy temprano, pero el viaje lo había dejado exhausto.

Se acostó en la cama y cerró los ojos, pero a los pocos minutos de haber conciliado el sueño, sintió una mano helada recorrer su frente, esto hizo abrir los ojos y se encontró con la mirada picara de su padre ya muerto. Llevaba un traje de gala negro con una flor blanca en el lado izquierdo.

Lo primero que pensó al verlo, es dejar de tomar, tanto alcohol ya le provocaba alucinaciones y lo segundo que pensó es que ya se estaba volviendo loco. Su padre llevaba mucho tiempo muerto.

-Esto es una imaginación

-No creo – respondió él.

Con un chasquido de sus dedos hizo aparecer una silla blanca, tomó asiento y sacó de su pantalón unos cigarrillos. Le ofreció uno a su hijo, pero este se negó. Inuyasha se fritó los ojos, esperando que fuera una alucinación.

-No soy una alucinación por si lo estás pensando – comentó, mientras exhalaba el humo.

-Es imposible, tu estas muerto. Moriste de cáncer justo antes de que yo naciera.

De hecho, si, había muerto de cáncer de pulmón debido a su vicio por el tabaco, a lo que parecía que no lo había dejado del todo.

-Y no sabes como lamento haber dejado a tu madre – tiró el cigarro a la mitad y lo apagó con su pie – No estoy aquí para hablar de mí. Si no de ti – lo señaló.

Inuyasha frunció el cejo.

- ¿De mí?

Inu Taisho asintió y aplaudió ante la inteligencia de su hijo, claro, de manera irónica.

-Me alegra en saber lo que te has convertido. Me entristece haber dejado a tu madre. Pero, hay algo que debes saber – su expresión cambió, ahora era seria.

Se levantó y avanzó unos cuantos pasos hasta estar cerca de su hijo.

-He venido a salvarte, a que cometas una locura.

- ¿Salvarme a mí? – Arqueó una ceja - ¿De qué?

-Escucha con atención hijo, esta noche te visitaran tres espíritus…

-Oye – la interrumpió – Si esto es una broma, será mejor que no sigas. No estoy para cuentos.

Una risa sonora se escuchó en la habitación.

-Esto no tiene nada que ver con cuentos de navidad, Inuyasha– le dio un golpe en la cabeza a su hijo. Chasqueó los dedos y la silla desapareció, junto con la coleta de su cigarro – Esta noche te visitaran tres espíritus, pasado, presente y futuro. Te aconsejo que escuches hasta presente, futuro es una chica muy seria y fría que jamás te dirá nada.

Un humo blanco envolvió a su padre y despareció.

Inuyasha no le puso atención y se durmió.

El reloj marcaba las 8:30 de la noche, en eso comenzó a escuchar sonidos que provenían desde el interior del baño, abrió los ojos y se levantó de la cama para investigar quien era, seguro era Kagome quien estaba revisando sus cosas, pero al momento de abrir la puerta se llevó una sorpresa, era un pequeño niño quien estaba rompiendo los papeles del divorcio y los regaba por toda la taza del baño.

-Q-que estás haciendo niño?

El niño al darse cuenta de su presencia dejó caer los papeles que aún tenía en su mano, se paró ante él y le dijo…

- ¿Tu debes ser Inuyasha? – preguntó con una alegre sonrisa.

-Eso depende de quien seas tú.

El niño, quien no le llegaba ni por encima del pecho, se cruzó de brazos y sonrió.

-Soy Shippo y soy el espíritu del pasado – hizo una reverencia.

Pero Inuyasha comenzó a reír y esto enfureció al pequeño niño. Don Inu Taisho le había dejado explicito que su hijo era complicado y lo podía comprobar.

- ¿Cuál es la gracia aquí, grandulón? – el pequeño arqueó una ceja.

-Mira enano –inclinó una rodilla al suelo para estar a su altura – Dile a Kagome que, aunque haga esos teatritos no me iré sin que me firme el divorcio ¿Fui claro?

-Como se nota que un grandulón como tú no haya entendido nada – Shippo tomó la mano de Inuyasha – Pero te haré entender, antes que llegue el tonto del espíritu de la navidad presente – de pronto, se acercó a él y le susurró – Es el menos confiable de los tres.

Tras decir esto, con un chasquido de sus dedos y por arte de magia estaban en una habitación color rosa, lo que se suponía era de una niña de 6 años.

- ¿Dónde estamos? – preguntó al ver una decoración diferente a la que estaban.

-Mira bien allá.

El niño apuntó hacia una dirección y él la siguió.

De pronto Inuyasha vio a una niña de pelo azabache peinar a una de sus muñecas alegremente. Llevaba un hermoso vestido en color amarillo y una diadema del mismo color. Estaba tan concentrada en su trabajo, esbozando una sonrisa al ver su obra maestra concluida.

-Es Kagome – comentó él, mirando con fascinación a esa pequeña -Me había olvidado como era de pequeña – se paró justo a un lado de ella y de Shippo - ¿Nos puede ver?

-No te preocupes, no nos puede ver – explicó con una sonrisa.

La puerta se abrió y era su madre, quien le daba acceso a un pequeño. Kagome soltó su mueca y fue hasta el niño, para que ambos se fundieran en un abrazo.

- ¿Reconoces a ese niño? – preguntó Shippo

-Cállate – le dijo Inuyasha – Déjame escuchar.

Los niños eran ajenos de cualquier presencia, era como si en esa habitación estuviesen ellos dos solos.

-Hola Kagome – La saludó eufórico.

-Inuyasha –tenía la sonrisa dibujada en sus ojos - ¿Qué haces aquí?

– Solo quería ver a mi amiga – Saco una bolsita de gomitas sabor fresa – Mira nuestras favoritas.

– Me encantan- dijo emocionada, mientras se sentaban en el suelo y recargados de espaldas a la cama.

-Lo sé – respondió el pequeño Inuyasha.

-Me imagino que ya no comes esas gomitas– volvió a interrumpir Shippo.

Pero Inuyasha no le hizo caso y siguió observando a su yo del pasado y a la pequeña Kagome.

-Se supone que estas castigado, si tu mamá te ve te regañara.

-No importa, con tal de compartir unos momentos con mi mejor amiga…-Hizo una pausa – Kagome…. – hizo una pausa.

- ¿Qué pasó? – Se llevó una gomita a la boca para saborearla.

Si ¿Qué pasó? Se cuestionaba el Inuyasha mayor al ver en los ojos del niño la indecisión.

-Promete que siempre seremos amigos.

Inuyasha (adulto) sabía que no era eso lo que quería decirle en aquella ocasión, sabía perfectamente que era. Porque desde niño siempre había estado enamorado de su mejor amiga y temía perderla.

- ¿Por qué lo dices?

-Tú solo promételo – La miró con unos tiernos ojos color dorado.

-De acuerdo – ella asintió, con una sonrisa mientras agarraba otra gomita - Lo prometo.

-Bien – Dijo con alegría – Me voy porque tengo que hacer mi tarea, te veo al rato ¿sí?

Le dio un beso en la mejilla y salió corriendo de la habitación.

-Sabes, para haber sido en un niño de esa edad, eras más amable – comentó Shippo.

-Pensé que había olvidado esos momentos con ella – respondió, mirando a una pequeña Kagome sonreír - Siempre que llegaba de la escuela iba a buscarla y la pasábamos todo el día jugando y comiendo golosinas.

-Que tierno – Shippo tomó la mano de Inuyasha – Pero los tiempos cambian, la gente cambia.

Otro chasquido de los dedos Shippo y en escenario cambió. Ahora se encontraban en la preparatoria donde había cursado. Inuyasha y Kagome ya no eran unos niños, eran más bien unos adolescentes, que tardaron mucho tiempo en confesarse sus sentimientos.

-Recuerdo esto….