Capitulo 4: Si no atinas a la primera, destruye todas las evidencias de que lo has intentado.

El grito que sacudió el primer piso de la escuela, habría puesto los pelos de punta a la mayoría de los alumnos.

En el aula de Estudios Muggles, una joven bruja gritaba como si fuera a dejarse los pulmones en el proceso. Subida a una silla, apuntaba con la varita, hacia lo que podía denominarse con un charco negro y viscoso que parecía tener vida propia.

Al verlo en el interior del baúl, Irene no lo había creído ¿un montón de lodo negro? Por un instante, pensó que los gemelos Weasley le habían tomado el pelo, pero cuando aquella "cosa" había empezado a deslizarse hacia ella, había tenido un mal presentimiento.

Jamás en toda su vida había visto una criatura así ¿cómo se suponía que iba a manejarla? Corrió intentando alejarse de ella, pero ésta la rodeaba a una velocidad alarmante. La sintió deslizarse sobre sus zapatos y dio un salto hacia una silla cercana.

Debía lanzarle un hechizo, pero ¿cuál? Si no sabía lo que era ¿cómo iba a defenderse?

Lanzó algunos hechizos que no hicieron efecto alguno, y ahora tenía que admitir que estaba aterrorizada. Echó de nuevo un par de hechizos Depulso pero titubeaba tanto que dudaba que funcionaran.

Pronto se quedó sin ideas. Y sin más opción, gritó. Gritó con todas sus fuerzas deseando que el mismísimo director entrara por esa puerta y la librara de aquella cosa que empezaba a trepar por la silla.

Pero no fue precisamente Dumbledore quien abrió la puerta de un golpe, alarmado por los estridentes gritos de la chica. Si no hubiera estado tan ocupada temiendo por su vida, Irene habría sonreído de felicidad.

El profesor Lupin, se hallaba allí de pie, observando aquella escena que no sabía cómo clasificar. Dudó un segundo, antes de tomar su varita y acercarse a la extraña criatura.

Ella observó el 'charco viviente' que continuaba trepando ahora ya por sus rodillas, esperando que ante la presencia del mago, retrocediera. Pero, no solo retrocedió, si no que simplemente se esfumó.

Quizás habría creído que había tenido la peor alucinación de su vida, si una misteriosa esfera blanca no se hubiera quedado suspendida a un metro escaso de su cara. Entonces lo comprendió.

- Riddíkulus – exclamó la voz ronca de su profesor.

Y como si la hubieran pinchado, la esfera se desinfló, voló algunos metros y cayó en el viejo baúl.

Irene se quedó en su lugar, sobre la silla, sin mover un solo músculo, mientras su cara comenzaba a tornarse roja. Era la escena más vergonzosa que había tenido el placer de protagonizar.

> Un boggart ¡un estúpido boggart!- gritaba para sí misma.

> ¿Señorita Brennan ¿Se encuentra bien?

Pero ella no respondió, estaba demasiado ocupada maldiciéndose a sí misma y a los gemelos Weasley.

> Señorita Brennan, por favor baje de la silla.

La joven bruja le dedicó una mirada fugaz, y su rostro se volvió de un morado alarmante. En silencio descendió de la silla, se sacudió la túnica, intentando recuperar así algo de su dignidad perdida.

> ¿Se encuentra bien?- interrogó Lupin, nuevamente.

Irene asintió con la cabeza.

> ¿De donde ha salido ese boggart?

La chica sintió un escalofrío en la espalda y evitó mirarlo a la cara.

> ¿No responde?

> Lo he traído yo para llamar su atención pero el asunto se me ha escapado de las manos y he terminado gritando como un bebe ¿contento?- murmuró demasiado bajo como para que su profesor la escuchara.

Lupin suspiró, al darse cuenta que no iba a obtener una respuesta clara.

> ¿Y qué hacía aquí?

> Esto…practicar encantamientos- dijo ella, con tono inseguro.

El profesor arqueó una ceja, suspicaz.

> Debería volver al dormitorio, yo me encargaré del boggart…¿seguro que está bien?

> Por Merlín, si yo le contara…

Irene se llevó las manos a la boca, consciente de que lo había dicho en voz alta.

> ¿Quiere que la acompañe a la enfermería?- se ofreció él, con voz preocupada.

> A donde usted quiera…¡digo ¡estoy bien! Me marcho ¡ahora mismo!

Y sin dejarle responder, la joven bruja huyó precipitadamente, tropezando varias veces por el camino.

ooo

> Venga, arriba, vamos…

> Mmmmm

> Irene, llegaremos tarde, venga…

> Mmmmm

> ¡Levántate de una vez por Merlin o te lanzaré por la ventana para que el calamar gigante te zarandee un poco!

Gruñendo como si se tratara de un animal salvaje, la joven bruja se levantó de la cama y le lanzó una mirada desagradable a Angelina.

> No me mires así, vamos a llegar tarde.

> No quiero ir- dijo Irene, actuando como una niña caprichosa.

> Déjate de estupideces, vamos, vamos.

Con decisión y algo de fuerza bruta (que no por nada Angelina era cazadora en el equipo de quidditch), Irene fue arrastrada, primero hasta el gran comedor, y luego a su primera clase del día.

> ¿Qué haces ¿Es que tienes frío?- dijo Angelina, mirando a su amiga.

La chica, que había escondido la mitad de su cara en una gruesa bufanda roja y amarilla, asintió con la cabeza. Parecía que iba animando por adelantado a gryffindor en el próximo partido de quidditch.

Angelina suspiró y tirando de su brazo, la obligó a entrar en el aula de DCAO.

Allí, el profesor Lupin ya esperaba en pie, y con un gesto les indicó que se sentaran, no sin antes dedicarles una mirada curiosa.

> Irene ¿estás bien?- preguntó Katie, que se encontraba sentada tras ella.- ¿Tienes frío?

> Estoy bien.- murmuró.

> ¿Seguro? Ayer llegaste muy, pero que muy rara a la habitación.- dijo Angelina.

> Estoy muy bien- repitió ella, con voz exasperada.

¿Cómo podía explicarles a sus amigas que no era capaz de presentarse con la cara descubierta ante el profesor? La noche anterior había hecho el ridículo más absoluto, y si lo miraba ahora…¡se moriría! No podía, no, ni hablar. Tendría que esconder la cabeza durante un par de semanas hasta que el asunto se hubiera suavizado un poco.

Afortunadamente para ella, pasó desapercibida durante toda la hora, mientras el profesor les hablaba largo y tendido sobre algunas maldiciones.

Sin embargo, y cuando ya creía haber pasado lo peor, Irene escuchó la tranquila voz de Lupin.

> Señorita Brennan, aguarde un momento.

Angelina y Katie intercambiaron miradas curiosas, pero tras decirle que la esperarían en la clase de Transformaciones, desaparecieron. Ella se acercó, tragando saliva.

> Señorita Brennan, comprendo que quiera animar a su casa en el partido de mañana, pero podría prescindir de la bufanda en mi clase ¿por favor?

La chica sintió que su cara iba a estallar como una olla a presión, aun cuando el tono del profesor era amable y tranquilo.

> Quería decirle que ya me he hecho cargo del boggart, no tiene que preocuparse…

Ella asintió y murmuró un 'gracias', aliviada por que aun no se hubiera a echado a reír por el numerito del día anterior.

> E imagino que usted no sabrá de donde ha salido…

Irene negó con la cabeza con tanta fuerza que casi parecía tener una convulsión.

> Bueno, si se tropieza con alguna cosa "sospechosa" por favor avise a cualquiera de los profesores, no es necesario que los alumnos se aventuren en situaciones que desconocen.

Ella no pudo evitar fruncir el ceño, debía parecer una completa estúpida si Lupin pretendía que corriera tras un profesor cuando algo no fuera bien. Sentía herido su orgullo gryffindor.

> Señorita Brennan ¿de verdad se encuentra bien? Ayer no tenía un aspecto muy saludable…

La bruja puso los ojos en blanco

> Genial, ahora soy tan fea que parezco enferma…

> ¿Perdón?

> Nada, nada- se apresuró a responder, hundiendo aun más la cara tras la bufanda.

> Considero que debería ir usted a la enfermería- dijo, apoyando una mano en su hombro - no parece encontrarse bien.

Miró a su profesor, y luego a la mano que éste había puesto sobre sí. Se quedó helada.

> ¿Señorita Brennan ¿Le ocurre algo?

Lupin se acercó a mirar el rostro completamente colorado de su alumna. Ella lo miraba como si el mismísimo Merlín se le hubiera aparecido.

> ¿Señorita Brennan?- susurró, apenas a cinco centímetros de distancia.

Irene contuvo la respiración, estaba tan cerca ¡demasiado cerca! Podía sentir su respiración y oler la naftalina de su capa remendada. Casi podía…besarlo.

> ¿Se encuentra bien?

Sus mejillas ardían, sentía que su cabeza iba estallar, y ya no había vuelta atrás.

> ¿Me escucha?

¡Demasiado cerca! Iba a explotar!

5….4….3….2….1

Oh oh

¡PLOF!

> ¡Señorita Brennan!

ooo

La ya familiar visión del techo de la enfermería le provocó una punzada de desagrado. Irene se incorporó despacio y observó a su alrededor, aunque las cortinas que separaban las camas le impedían apreciar el resto del lugar.

Suspiró, al menos no parecía haber nadie.

El familiar paso de madame Pomfrey se hizo eco, y en apenas un minuto apareció con rostro severo.

> ¿Ya se encuentra mejor?- preguntó, forzando una sonrisa.

> Eh…sí, muy bien gracias.

La enfermera la obligó a recostarse nuevamente, con un gesto suave.

> Sí es que, ya lo sabía yo, siempre pasa…los profesores de esta escuela no piensan en lo que les hacen a sus alumnos!- exclamó en un refunfuño.

La chica se sonrojó sobremanera, con la boca abierta del asombro.

> Demasiado estrés, si señor- continuó murmurando.

> Esto…esto… pasa a menudo?- preguntó la joven, alucinada con el comentario.

> ¡Cada año! He tenido incluso a diez en el mismo día.

> ¡DIEZ!

> Oh sí, créeme, no serás la primera ni la ultima que se desmaya. Aunque eres la primera este año.

> Pero…pero ¡no puede ser!- exclamó Irene.

> ¡Diez ¿Al día¡Por Merlín ¿esto pasaba cada año con otros alumnos!

> En que clase de colegio lleno de perversión estaba?

> Tranquila querida- sonrió madame Pomfrey, dándole unas palmaditas en el brazo- ya verá que los TIMOs no son tan graves.

> ¿TI…TIMOs?- repitió ella.

> Un par de semanas de estudio disciplinado y cualquiera puede superar esos exámenes.

Por un segundo, se quedó de piedra.

> ¡Dios mío, que susto!- exclamó la chica, soltando un suspiro tan largo que parecía estarse deshinchando como un globo.

Se alegraba que la enfermera pensara que su desfallecimiento se había debido al estrés de los TIMOs y no a que su profesor, con el cual estaba obsesionada, se le había acercado tanto que no había podido soportarlo.

> Cuando quiera puede marcharse- sonrió afable madame Pomfrey- pero no olvide tomarse las cosas con calma.

Ella asintió repetidamente y salió escopetada de la enfermería. No se detuvo hasta que alcanzó el aula de Transformaciones, a donde ya llegaba una hora tarde.