Capitulo 7: Cuando te parezca que las cosas van mejor, es que se te ha pasado algo por alto.
Durante algunos días, las chicas de quinto curso de gryffindor continuaron repitiendo los primeros pasos indicados en la revista Corazón de Bruja, hasta que consideraron que debían detenerse, pues el profesor Lupin había empezado a creer que tenía extrañas visiones con una de sus alumnas de tanto cruzarse con ella.
Irene no cabía en sí de alegría, atraía tanto su mirada que a menudo olvidaba sonrojarse por ello. Y sus amigas, bueno, ellas estaban tan orgullosas de sí mismas que su ego iba aumentando por momentos.
Fue entonces, un sábado de febrero en el que se había proclamado una salida a Hogsmeade, cuando las cuatro conspiradoras decidieron dar el último y definitivo paso para que su amiga consiguiera el corazón de su mago.
> Estáis locas, yo no pienso hacer ninguna broma- dijo Irene, renegando de la ultima ocurrencia de sus amigas.
> Es la única manera.- dijo Angelina.
> No lo es, además, pedirles consejo a los gemelos ¿acaso tenéis gusarajos en el cerebro? Una cosa es gastar una broma, y otra que me pille Filch y quede castigada de por vida!
> ¿Dónde está tu valor gryffindor?- exclamó Katie, que parecía, al contrario que ella, emocionada con la idea.
> Escondido detrás de mi sensatez- sugirió ella con un bufido.
> No será para tanto- dijo Angelina- lo hemos planeado todo al detalle, incluso te hemos traído algunos artículos de Zonko ¿ves?
La bruja echó un vistazo dentro de la bolsa que Angelina llevaba consigo, donde había algunas cajas que temblaban peligrosamente. La había visto comprando en la tienda de bromas esa mañana pero no se había esperado aquello, no le costó comprender por qué habían regresado tan pronto al castillo.
> Esto es una mala idea- repitió ella, por cuarta vez en el día.
> Tu solo haznos caso- dijo Katie- toma la bolsa, y ahora volvamos a la sala común. Hay mucho que planear.
> Además ¿cómo vamos a hacer si no para que Lupin crea que eres especial? Necesitamos algo grande y divertido- exclamó Alicia.
> Si tengo que recurrir a las bromas es que soy más patética de lo que pensaba.
> Por supuesto que no- la regañó Katie- los gemelos hacen bromas todo el tiempo y nadie cree que sean patéticos. Algo mal de la cabeza sí, pero no patéticos.
> Oh, que alivio- respondió con sarcasmo.
Irene suspiró resignada y siguió a sus amigas por el pasillo, hasta que se detuvo momentáneamente.
> Chicas, voy al lavabo. Os alcanzaré enseguida.
> No te retrases- le dijo Katie, mientras se alejaban.
Irene corrió hasta los lavabos más cercanos y allí se detuvo frente a uno de los espejos. Necesitaba unos minutos a solas para meditar.
Abrió el grifo y dejó que el agua limpiara sus manos durante largos minutos, mientras se cuestionaba si no estaría propasándose para llamar la atención del profesor. Bien, tampoco tenía demasiadas opciones ¿verdad?
La joven soltó un largo suspiro y fue a cerrar la llave de paso, pero inesperadamente escuchó un leve sonido parecido a un 'click' y cuando quiso darse cuenta, el agua salía en un chorro ascendente de varios metros como si fuera una fuente.
> ¡Mierda!- exclamó sin ninguna delicadeza.
Irene se había quedado con medio grifo en la mano, y el agua de las cañerías no paraba de brotar, bañándola de arriba abajo. Intentó detener el flujo de agua pero este le daba con tanta presión en la cara que no podía pronunciar ningún hechizo, su única opción era salir de allí y buscar a Filch o algún profesor.
Bufó, mientras pateaba el suelo con rabia, aun completamente empapada. Había olvidado aquel hechizo que se te secaba la ropa ¿cómo sería? Su mejor opción era volver a la sala común y esperar que alguien recordara aquel hechizo de secado, no iba a presentarse ante Filch así, pues no tardaría ni dos segundos en acusarla de haber roto los lavabos…aunque hubiera sido un accidente.
> Si al final Trelawney va a tener razón y todo…- se dijo, recordando la advertencia que le había dado la profesora de adivinación.
Alcanzó las escaleras de la torre y comenzó a subir mientras sus pasos resonaban con un gracioso 'plaf plaf'. Ahora, tenía que incluir en su aspecto, lo que parecía una máscara de queso fundido en su cara, por culpa de aquella poción embellecedora, que, tal y como indicaban sus instrucciones, no debía mojarse pues sus efectos desaparecían rápidamente.
Vio el retrato de la Dama Gorda a lo lejos, mientras los troll de seguridad paseaban de un lado a otro con sus porras al hombro.
Desde que Sir Cadogan había dejado que Sirius Black entrara en la torre Gryffindor, la Dama Gorda había regresado pero obligando al director a que pusiera seguridad extra. A ninguno de los estudiantes les gustaban aquellos trolls, pero nadie se atrevía a decirlo abiertamente.
Irene empezó a frotarse la cara con la manga de su túnica, pues los restos de poción empezaban a colarse en sus ojos mientras caminaba. Tan ocupada estaba intentando aliviar el picor que sentía, que no se percató que había un obstáculo en su camino y tropezó.
Por un instante sintió que aquel momento ya lo había vivido (n/a: un déjà vu :P), y levantó la cabeza, por si, casualidades de la vida, podría haber tropezado de nuevo con su profesor. Pero, al contrario de lo esperado, lo único que había allí era una enorme mole de piel verdusca y horrible cara gruñona.
Irene dio un paso atrás, intentando apartarse del troll de seguridad con el que había tropezado, con tan mala suerte, que pisó el pie de éste y cayó hacia detrás.
Creía que no se podía ser más torpe cuando la bolsa llena de artículos de Zonko cayó, y un montón de cajas diminutas empezaron a saltar, fuera de la bolsa, a su alrededor.
Algunas dejaron escapar sus contenidos que fueron a explotar directamente a la cara del troll que ahora gruñía peligrosamente, zarandeando su porra.
Irene se alejó unos metros arrastrándose mientras las cajas continuaban estrellándose a su alrededor.
> De esta no salgo, no señor- murmuraba mientras el miedo subía por su garganta.
Pronto sintió leves temblores en la piedra del suelo y miró tras de sí. El troll parecía haberse librado de las cajas saltarinas y ahora se acercaba a ella con la porra en alto, posiblemente creyendo que la chica había intentado atacarle, y dispuesto a contraatacar.
Y es que los troll no atienden a razones, y eso la bruja lo sabía bien. El término confusión o accidente no debía existir en su vocabulario, aunque visto que éste se componía de gruñidos dudaba que incluyera más de cinco palabras diferentes.
Así que Irene, optó por la solución más simple y en la que estaba más experimentada: la huida.
Como pudo, se incorporó y echó a correr como pocas veces en su vida, presa del pánico. Se deslizó por las escaleras y con sus zapatos húmedos resbaló repetidamente, aun con el troll pisándoles los talones.
No supo cuantos pisos descendió en su frenética carrera, tan solo que cuando divisó una túnica por uno de los corredores se agarró a ella, importándole bien poco de quien se tratara, al tiempo que gritaba¡TROLL!
La enorme criatura que la había estado persiguiendo apareció a pocos metros, pero aquella vez se detuvo. Los trolls no eran precisamente inteligentes pero no eran suicidas, así que tras percatarse que su presa no estaba sola, gruñó irritado por la interrupción de la masacre que tenía en mente, dio la vuelta y desapareció.
> Señorita Brennan, suélteme ahora mismo- exclamó una voz acida.
Ella levantó la vista y por primera vez descubrió que no estaba agarrada a una túnica, sino a dos. En un lado, el profesor Snape la miraba con desagrado, mientras en el otro, Lupin la observaba con preocupación.
Irene abrió la mano y soltó la túnica negra de su profesor de pociones, pero no hizo lo mismo con su otra mano.
> ¿Qué demonios pretende provocando a un troll?- exclamó Snape, sin perder su tono desagradable – ¿Acaso quiere una muerte dolorosa? Los gryffindor no hacen más que pavonearse y luego los demás tenemos que resolver sus problemas…
Ella no respondió ni hizo ademán de haber escuchado una sola palabra.
> Me parece Severus, que la señorita Brennan necesita ir primero a la enfermería.- interrumpió Lupin.
> Pues a mi me parece que un buen castigo es lo que merece.
> No estoy de acuerdo con ese proceder- respondió calmadamente.
Snape le dedicó una mueca, y dio la vuelta, haciendo ondear su capa.
> Bien, ocúpate entonces de los tuyos, Lupin- proclamó antes de desaparecer.
El profesor de DCAO suspiró cuando Snape se hubo marchado, y luego miró a su alumna que se había quedado allí clavada, como si se le hubiera escapado el alma por la boca abierta de la impresión.
> ¿Irene¿Se encuentra bien?
Ella tardó unos segundos en reaccionar, y parpadear para volverse a mirarlo.
> Bien…- respondió, en un murmullo poco claro.
> Vayamos a la enfermería…
Pero la bruja negó violentamente con la cabeza. Lo ultimo que le faltaba era tener que aguantar a madame Pomfrey y sus ideas paranoides sobre el agotamiento mental que producían los TIMOs, por no hablar de que reportaría todo a McGonagall.
> De acuerdo- suspiró él- venga conmigo…
Ella le dedicó una mirada temerosa, a lo que el mago se apresuró a responder que no iban a la enfermería.
La condujo por los corredores del castillo hasta la segunda planta donde se situaba el despacho del profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Irene no soltó la capa remendada de Lupin, y éste tampoco hizo gesto alguno de que le molestara. La chica parecía estar en algún tipo de shock pues caminaba como si no viera más allá de su nariz.
La invitó a pasar e hizo que tomara asiento en un camastro apartado, bajo una larga estantería de libros. Ella obedeció, ahora avergonzada por que era consciente se su horrible aspecto.
> Está empapada- dijo el profesor, sacando su varita y pronunciando un hechizo.
Irene sintió como la humedad de su cuerpo desaparecía y suspiró, algo más tranquila y cómoda.
> ¿Qué le ha pasado con ese troll?- inquirió él, mientras sacaba una taza de una alacena.
> Fue…fue un accidente- tartamudeó ella.
> ¿Le importaría darme los detalles?- dijo con tranquilidad, tendiéndole ahora la taza llena de humeante chocolate.
La bruja aceptó la bebida y narró a grandes rasgos (omitiendo el detalle de la poción embellecedora) lo sucedido. Lupin asentía aunque ella estaba segura que trataba de contener una sonrisa.
Bien, si hubiera sido su caso, ella también se habría reído, había sido bastante cómico al fin y al cabo, aunque vivirlo no hubiera sido nada divertido.
Por lo visto, los accidentes siempre suceden a su alrededor- sonrió él, cuando Irene hubo terminado la explicación.
> Los problemas me persiguen – dijo ella, con un suspiro.
> Hablando así me recuerda a Harry- comentó el profesor con tono casual, poniendo una sonrisa divertida.
Pero la bruja no sonrió, tan solo alzó las cejas. ¿Harry Potter? Acababa de ser atacada por un troll y ese hombre le hablaba de Harry Potter? Bien, él era el niño que vivió y todo eso pero…
Sacudió la cabeza intentando apartar los mismos pensamientos que la acudían últimamente cuando pensaba en aquel muchacho. Sin duda, se estaba comportando como una paranoica.
De pronto, una voz irritada interrumpió en la habitación, proveniente de la chimenea.
> ¡Lupin¡Quiero hablar contigo!
Irene sintió un escalofrío al reconocer la voz de Snape.
> Discúlpame- sonrió el profesor antes de acercarse a la chimenea, y tras coger un puñado de polvos que había en un tarro, desapareció entre las llamas.
La chica ladeó la cabeza, preguntándose que le pasaría a Snape para que llamara de esa manera a Lupin. Mientras esperaba, decidió analizar el despacho del profesor con la mirada.
Había tantos libros sobre artes oscuras que se sorprendió, y no pudo evitar sonreír al ver un pequeño chivatoscopio sobre el escritorio. Su padre solía decir que esos trastos no eran de fiar.
De pronto, la bruja se levantó de un salto, y fue hasta el perchero que descansaba junto a la puerta. Allí, junto con una capa vieja había una larga bufanda roja y amarilla.
Irene la reconoció al instante, pues era su bufanda, la que había extraviado el día del partido contra ravenclaw.
Sonrió, no solo no la había perdido para siempre, si no que Lupin la había encontrado y se la había guardado. Aunque dudaba que el mago supiera que le pertenecía.
La cogió y se la puso alrededor del cuello, sintiéndose reconfortada y feliz. Paseó despacio por el despacho, hasta que el sonido de pasos llamó su atención y abriendo la puerta se asomó, aunque no vio ni un alma.
Salió despacio hasta las escaleras y bajó al primer piso, tampoco había nadie allí. Entonces escuchó voces, pero estas provenían del piso inferior, así que se asomó por la balaustrada de las escaleras y desde lo alto distinguió a tres personas.
Se trataba de Lupin, Harry Potter y el joven Ron Weasley. Aguzó el oído y les escuchó hablar sobre un mapa en posesión de Harry, y algo sobre el sacrificio de los padres del muchacho.
Irene torció la boca en una mueca¿qué demonios pasaba en aquel castillo¿acaso no podían tener conversaciones normales? Primero dementores, ahora padres muertos, por Merlín, era deprimente.
Irene regresó al segundo piso, metida en sus pensamientos, pero no volvió a entrar en el despacho, si no que tomó asiento junto a la puerta y esperó. No quería marcharse pues el troll aun rondaría el lugar, y si Lupin regresaba lo haría por la puerta y no por la chimenea.
Durante dos horas, la chica permaneció en aquel lugar, con la mirada fija en los cuadros móviles de las paredes, sin que el profesor volviera a aparecer.
No le hacía falta saber por qué se retrasaba tanto, pues la respuesta era clara para ella. Harry Potter. Si el niño que vivió tenía un problema, ella quedaba relegada al segundo puesto.
Se sostuvo la cabeza entre las manos, intentando convencerse a si misma de que estar celosa de un crío de tercer curso era absolutamente ridículo.
Cuando, finalmente, unos pasos se hicieron eco en el corredor, la chica se levantó y se sacudió la túnica, para encarar con la vista nublada a Lupin. Se sentía dolida como pocas veces en su vida, aunque su cerebro le replicaba que no tenía derecho alguno a estarlo. Ella no era nada para él, solo una alumna más.
> Irene, lo lamento mucho, olvidé que estabas aquí.- se disculpó él.
Ella forzó una sonrisa, pero esto solo conseguía darle un toque más de patetismo a su aspecto.
> Lo comprendo, es cuestión de prioridades- respondió amargamente- si me disculpa, vuelvo a mi habitación.
> Irene…
> Gracias por cuidar de mi bufanda- interrumpió la joven- buenas noches.
Y sin decir nada más, la bruja se alejó, dejando atrás a un confundido profesor.
Había cumplido con el último paso para conseguir a su mago de forma inesperada. Pero le había salido el tiro por la culata.
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¿Me he pasado de cruel? A lo mejor sí :P ya se que me ha salido corto pero el próximo capi creo que podré ponerlo mañana, ya que también es un capi cortito.
Bueno, como siempre, dudas, sugerencias y demás solo tienen que escribirlas. Muchisimas gracias por los reviews! (no olvideis dejarlos eh?) :P
Y me alegra saber que he creado un buen clon de alguien XD (de verdad te pareces tanto a ella Miaka-Black? Yo no le desearia a nadie la mala suerte de esta chica jajaja)
